Re: Mientras le degüellan se escuchan gritos en árabe: Allah es el más grande
http://www.larazon.es/noticias/noti_col02.htm
jueves 13 de mayo de 2004
<CENTER>Los bárbaros</center>
David Gistau
No hace mucho, al contemplar las fotografías de las torturas en la prisión de Abu Ghraib, uno lamentaba la pérdida de la razón moral en el actual enfrentamiento entre Occidente y el Islam: si somos idénticos en barbarie, si cometemos actos que defraudan los principios fundacionales de nuestra forma de vida, ¿a qué nos agarramos para sentirnos mejores, justificados en la pelea? Anoche vi la escena atroz, cavernaria, caníbal, de la decapitación mediante serrucho de un cautivo americano, de un miembro, limpias de sangre sus manos, de mi propia forma de mi vida, de mi geografía existencial.
Ambos casos, el de la cárcel y el del serrucho, confirman que, como es frecuente en los vértigos bélicos desde esos tiempos de la caverna en los que seguimos, Iraq se ha convertido en un territorio no regido por principio alguno ni por la ley, que según Schopenhauer son los únicos diques capaces de contener la naturaleza humana, siempre inclinada a la crueldad en cuanto aparece la sensación de impunidad. Aun en las civilizaciones más sofisticadas, en las que se toca el piano y se moja pasta en el té, sólo el miedo al castigo evita ¬y aquí volvemos a Schopenhauer¬ que «matemos al vecino para lustrarnos los zapatos con su grasa». Todas las guerras civiles, también la nuestra, dan cuenta de qué ocurre entre vecinos cuando desaparece el miedo al castigo.
Pero hay una diferencia, entre ambas crueldades. Y a esa diferencia tenemos que agarrarnos para volver a encontrar una razón moral. Para sentirnos justificados ¬y mejores¬ en la pelea. La diferencia es que nuestra forma de vida tiene mecanismos que castigan esas incursiones en el reverso tenebroso de la naturaleza humana. Mecanismos según los cuales los torturadores de Abu Ghraib, e incluso el propio Bush, tienen que dar cuentas y pagarán lo que han hecho. En el Islam no sólo no hay ningún mecanismo que castigue a los decapitadores. Más aún: los sacraliza como héroes, los ungen como merecedores del Paraíso sus propios líderes religiosos, los encargados de decidir cuál es la medida moral. Y la medida moral retrata a animales.
Fuente: http://www.larazon.es/
http://www.larazon.es/noticias/noti_col02.htm
jueves 13 de mayo de 2004
<CENTER>Los bárbaros</center>
David Gistau
No hace mucho, al contemplar las fotografías de las torturas en la prisión de Abu Ghraib, uno lamentaba la pérdida de la razón moral en el actual enfrentamiento entre Occidente y el Islam: si somos idénticos en barbarie, si cometemos actos que defraudan los principios fundacionales de nuestra forma de vida, ¿a qué nos agarramos para sentirnos mejores, justificados en la pelea? Anoche vi la escena atroz, cavernaria, caníbal, de la decapitación mediante serrucho de un cautivo americano, de un miembro, limpias de sangre sus manos, de mi propia forma de mi vida, de mi geografía existencial.
Ambos casos, el de la cárcel y el del serrucho, confirman que, como es frecuente en los vértigos bélicos desde esos tiempos de la caverna en los que seguimos, Iraq se ha convertido en un territorio no regido por principio alguno ni por la ley, que según Schopenhauer son los únicos diques capaces de contener la naturaleza humana, siempre inclinada a la crueldad en cuanto aparece la sensación de impunidad. Aun en las civilizaciones más sofisticadas, en las que se toca el piano y se moja pasta en el té, sólo el miedo al castigo evita ¬y aquí volvemos a Schopenhauer¬ que «matemos al vecino para lustrarnos los zapatos con su grasa». Todas las guerras civiles, también la nuestra, dan cuenta de qué ocurre entre vecinos cuando desaparece el miedo al castigo.
Pero hay una diferencia, entre ambas crueldades. Y a esa diferencia tenemos que agarrarnos para volver a encontrar una razón moral. Para sentirnos justificados ¬y mejores¬ en la pelea. La diferencia es que nuestra forma de vida tiene mecanismos que castigan esas incursiones en el reverso tenebroso de la naturaleza humana. Mecanismos según los cuales los torturadores de Abu Ghraib, e incluso el propio Bush, tienen que dar cuentas y pagarán lo que han hecho. En el Islam no sólo no hay ningún mecanismo que castigue a los decapitadores. Más aún: los sacraliza como héroes, los ungen como merecedores del Paraíso sus propios líderes religiosos, los encargados de decidir cuál es la medida moral. Y la medida moral retrata a animales.
Fuente: http://www.larazon.es/