Este epigrafe es para aquellos que estan interesados en saber interpretar la Escritura de una manera para saber el significado de esta. El estudo es por Don Carson, renombrado erudito Evangelico.
EL ROSTRO CAMBIANTE DE LA HERMENEUTICA
Cuando Pablo le dice a Timoteo que procure ser alguien que “traza [interpreta] bien la palabra de verdad” (2 Tim. 2:15), lo que se asume es que es peligrosamente posible ser alguien que en forma incorrecta tra za la palabra de verdad. Y eso levanta importantes preguntas acerca de cómo interpretar la Biblia. Para acercarse a la Biblia con acierto es necesario no sólo conocer lo que es, sino también cómo “trazarla”.
“Hermenéutica” es el término que tradicionalmente ha sido aplicado a la interpretación de textos. Pero en los últimos años la hermenéutica en sí ha pasado por cambios importantes, los que son dignos de considerar con pausa para darnos cuenta de dichos cambios. Se pueden distinguir tres etapas (aunque al final se sobreponen la una a la otra).
Primera, la hermenéutica fue entendida tradicionalmente como ciencia y arte de la interpretación bíblica: Ciencia, porque hubo importantes reglas y principios que debían ser aplicados a la tarea de la interpretación, y arte, porque demandaba juicios maduros nacidos de la experiencia y de la competencia. La tarea del intérprete fue la de entender lo que el texto decía, y esto implicaba que si dos intérpretes de igual competencia entendían las re glas de la interpretación, entonces en la inmensa mayoría de los casos su entendimiento de lo que un pasaje dice coincidiría. En esta visión de la hermenéutica, se pone mucha atención a la gramática, las parábolas y otros géneros literarios, principios para el estudio de las palabras, cómo se relacionan los temas bíblicos, etc.
Segunda, se usó “hermenéutica” frecuentemente para referirse al despliegue de una variedad de “herramientas” de la crítica literaria: Crítica de las fuentes, crítica de las formas, crítica de las tradiciones, crítica de redacción y, recientemente, crítica de las diversas formas de narración. Si bien se lograron algunas ganancias con semejantes aproximaciones, también hubo pérdidas: Mucho del propósito de estas técnicas fue reconstruir la historia y la estructura de las creencias de aquellas comunidades creyentes particulares que están detrás del texto, en vez de escuchar el mensaje del texto.
Ambas formas de acercamiento han sido largamente eclipsadas en importancia por una tercera tendencia, la “nueva hermenéutica”. Aquí la clave importante consiste en el hecho de que los seres hu manos traen sus propios prejuicios e inclinaciones y también sus limitaciones a la tarea interpretativa hasta el punto de estar en control de la discusión. En un sentido esta observación es salu dable. Inevitablemente traemos nuestros propios elementos interpretativos con nosotros mismos; no hay tal cosa como una mente totalmente abierta. La nueva hermenéutica nos recuerda que la autoridad de la Biblia no debe ser transferida a la autoridad del intérprete, que nosotros invariablemente ubicamos nuevas piezas de información en la red ya existentes en nuestra mente (lo cual es mezcla de sensatez e insensatez), que aquello que creemos que es verdad sin duda necesita ser modificado o corregido o abandonado, que tenemos mucho que aprender, que nuestro marco de entendimiento está separado del escritor humano de las Escrituras por barreras de tiempo, geografía, idioma y cultura.
Pero al mismo tiempo, muchos exponentes de la nueva hermenéutica sobrepasan el límite. Ellos argumentan que toda vez que la interpretación de las personas difiere en alguna medida de las de otras, no se puede hablar legítimamente del significado del texto (como si esto fuera algo objetivo). Ellos dicen que el significado no está en el texto sino en los lectores, los intérpretes, del texto. Si las diferentes interpretaciones son legítimas, en tonces no se puede hablar de la interpretación correcta, o la interpretación verdadera; ellos piensan que tales expresiones terminan en afirmaciones de preferencia personal. Si ninguna interpretación en particular es correcta, entonces todas las interpretaciones son erróneas (lo cual conduce al nihilismo hermenéutico conocido como “desconstruccionismo”), o todas son igualmente “correctas”; p. ej. todas son bue nas o malas en la medida que satisfacen o cumplen con las necesidades de una persona en particular, o comunidad, o cultura; o simplemente satisface cierto criterio arbitrario. En esta corriente, estos proponentes de la nueva hermenéutica aceptan diferentes “lecturas” de las Escrituras: una lectura sub-Sahara del Africa negra, una lectura de la teología de la liberación, una lectura feminista, una lectura protestante anglosajona, una lectura católico romana, una lectura homosexual y así sucesivamente. Alineada con el poderoso respeto contemporáneo que la cultura occidental le asigna al pluralismo, esta nueva hermenéutica considera que ninguna interpretación es inválida excepto aquella que declara ser la correcta haciendo a las otras incorrectas.
Los temas en torno a la nueva hermenéutica son tan complejos que no pueden ser tratados satisfactoriamente aquí. Es importante reconocer que este acercamiento al conocimiento gobierna mucho de la agenda no sólo en la interpretación bíblica contemporánea sino también en las disciplinas de la historia, literatura, política y en otras tantas áreas más. A pesar de sus muchas contribuciones valiosas, la nueva hermenéutica tiene que ser encarada en muchas áreas. Intuitivamente, hay algo débil en una teoría que propone la relatividad de todo conocimiento alcanzado por la lectura, mientras que, al mismo tiempo, produce un sin número de materiales que insisten en lo correcto de su posición. Insistir que todo significado descansa en quien conoce y no en el texto, y entonces escribir textos para probar el punto, es casi increíblemente contradictorio en sí mismo. Peor aun, la teoría en esta for ma asume que la intención del autor no es confiablemente expresada en el texto. Esto levanta una impenetrable barrera entre el autor y el lector, y lo llama “texto”. La ironía es que esas ideas están es critas por autores que esperan que sus lectores entiendan lo que ellos dicen, autores que escriben lo que ellos entienden y esperan que sus lectores serán persuadidos por su razonamiento. Con franqueza, se desea que tales autores pudiesen extender la misma cortesía a Moisés, Isaías y Pablo.
Aun si seres humanos finitos no pueden alcanzar un conocimiento exhaustivo del texto (o de cualquier otro asunto), es difícil ver por qué ellos no pueden ganar conocimiento verdadero. Aun más, el hecho de nuestras diferencias es más fácil de absorber cuando es puesto contra el trasfondo de nuestra herencia común; todos nosotros hemos sido creados a la imagen de Dios, quien sólo goza del conocimiento perfecto y exhaustivo. Suponer que podamos alcanzar conocimiento de todas maneras como el de Dios sería idolatría; sin embargo, no es razón para pensar que no podamos obtener ningún conocimiento objetivo.
En verdad, hay maneras de pensar sobre la adquisición de entendimiento del texto que nos ayudan a ver un poco cómo funciona el proceso. Sin duda, un lector puede ser ampliamente controlado por inclinaciones personales y agendas rígidas cuando se acerca primero a las Escrituras (el texto que nos ocupa aquí), y por lo tanto “encontrar” en el texto toda clase de asuntos que el autor (y el Autor) no tuvo la intención de poner en éste; o, por el contrario, él o ella no vea muchas de las cosas que de hecho están presentes allí. La totalidad del bagaje mental del lector, lo que los modernos llaman “el horizonte de entendimiento del lector”, puede estar tan distante del horizonte de enten dimiento del autor como está expresado en el texto, que pueden ocurrir muchas distorsiones importantes. Pero es posible que el lector leerá y volverá a leer el texto, aprenderá algo del lenguaje y la cultura de los autores, descubrirá qué elementos de su propio bagaje deben ser marginados, y gradualmente “fusionará” su horizonte de entendimiento con aquel que se encuentra en el texto (para usar la jerga actual). Otros hablan de la “espiral hermenéutica”, en donde el intérprete se aproxima progresivamente al significado del texto.
Si la nueva hermenéutica es tratada de esta forma, hay considerables ganancias que pueden beneficiar a la iglesia. Esto nos recuerda que la revelación verbal de Dios a nosotros en las Escrituras no sólo ocurre en un lenguaje e idioma de culturas históricas particulares, sino que para mejorar nuestro entendimiento de la verdad objetiva que está ahí re velada es necesario regresar a esas culturas, en cuanto esto sea posible, con el propósito de minimizar los peligros de distorsiones interpretativas. Esto nos recuerda que aun si un intérprete logra cier to entendimiento real y objetivo del texto, nadie lo entenderá exhaustivamente, y otros intérpretes traerán a la luz contenido que está presente de verdad en el texto y que posiblemente no se hab ía considerado. Por ejemplo, los creyentes en Africa pueden ser más rápidos en descifrar las metáforas paulinas que se refieren al carácter corporativo de la iglesia, mientras que muchos en el Occidente lo encontrarán difícil debido a su herencia del individualismo. Los cristianos se necesitan el uno al otro; esto es tan veraz en el campo de la hermenéutica como lo es en cualquier otra área. Si hay una entrega profunda compartida para someterse a la autoridad de la revelación de Dios, y no a las modas pasajeras y agendas (académicas o de otra naturaleza) de quienes pretenden juzgar a las Escrituras, el re conocer que nadie lo sabe todo estimula la humildad y la voluntad para escuchar y aprender.
En realidad, aplicadas en forma correcta, algunas de las posturas de la nueva hermenéutica nos recuerdan que los seres humanos traen un bagaje cultural y conceptual enorme a las Escrituras que ellos pretenden interpretar. Este hecho, aliado con la insistencia de la Biblia de que nuestro pecado y el auto enfoque idólatra nos conduce lejos de la luz (ver Juan 3:19, 20), puede llevarnos a hacernos caer de rodillas en el tardío reconocimiento de que la interpretación de la Palabra de Dios no es simplemente una disciplina intelectual, sino que también mueve los ejes morales y espirituales. En la posición de la Biblia con respecto a la relación de Dios con su pueblo, necesitamos de la ayuda del Espíritu Santo de Dios para entender la verdad tanto como necesitamos de su ayuda para vivir la verdad. En todo caso, con toda la ayuda que se nos pueda dispensar, la meta de un cristiano inteligente no es dominar las Escrituras, sino ser do minado por ella, tanto para la gloria de Dios como para el bien de su pueblo.
ALGUNOS PRINCIPIOS INTRODUCTORIOS DE LA INTERPRETACION BIBLICA
Lo que sigue a continuación es una selección de principios de interpretación, para aquellos que sostienen que un acercamiento correcto a la Biblia incluye no sólo una valoración de lo que la Biblia es, sino también un especial cuidado en cómo leerla y entenderla.
La prioridad de los idiomas originales de la Biblia
Los idiomas originales tienen prioridad. Esto es un corolario del hecho de que esta revelación ocurrió a través de individuos específicos en coyunturas históricas concretas y en idiomas humanos reales de tiempos específicos. Es verdad que los lingüistas han demostrado ampliamente que cualquier cosa que puede ser dicha en un idioma puede ser traducida a otro. También han demostrado que no todo el significado del idioma “donante” puede trans mitirse en el mismo tiempo y en el mismo espacio. Además, toda traducción implica interpretación; la traducción no es una disciplina mecánica. De manera que para aproximarse lo más cerca posible a la intención del autor, como está expresada en un texto, es mejor interponer la menor cantidad de interpretaciones posibles. Por supuesto, si uno no conoce el idioma original entonces estará siempre agrade cido por las traducciones; asimismo un intérprete pobre, que conoce los idiomas originales, puede cometer muchos más errores interpretativos que aquellos que se pueden encontrar en muchas traducciones, las cuales han sido realiza das por personas competentes. A pesar de lo intuitivamente obvio de estas afirmaciones, necesitan repetirse.
Para el predicador muy atareado o para el maestro de Biblia, esta observación tiene dos implicaciones de carácter práctico. Primera, si el tema principal de un sermón o de una lección descansa en el modo peculiar de expresión en una sola traducción particular, en la mayoría de los casos no es el punto principal del pasaje y puede que no sea jus tificado de ninguna manera. Segunda, la prioridad en los comentarios y otras ayudas interpretativas debiera ser el reflejar el trabajo en los idiomas originales, aun si la presentación (como en este comentario de un solo volumen) está preparada para lectores que no son expertos técnicos.
Algunas palabras sobre palabras
El estudio de palabras, importante como lo es en sí, tiene que considerarse con cuidado, y nunca aislado de los asuntos mayores concernientes al uso de las palabras en frases, párrafos, discursos o géneros particulares. Los léxicos (diccionarios escritos en español y que tratan las palabras del idioma original) pueden proveer un rango de significados que varios eruditos han identificado (siempre que esos eruditos tengan la razón), pero dentro de ciertas limitaciones el factor más importante para determinar el significado de una palabra es su uso en un contexto específico. Insistir en el significado de una palabra que esté relacionado con su etimología suele conducir a un error (como si la palabra candado viniera de “can” y “dado”); la única ocasión cuando la etimología llega a ser una prioridad prudente ocurre cuando la palabra utilizada tie ne un uso poco frecuente y en circunstancias un tanto ambiguas que no queda otro recurso que éste. El tratar de construir una teología basada en una sola palabra y el uso de ésta es una empresa cuestionable; predicar “etimología al revés”, en donde se afirma como significado de una palabra su desarrollo posterior o sus análogas (tal como la afirmación que dúnamis, poder, llama a la mente la palabra “dinamita”, palabra que aún no había sido inventada cuando el NT fue escrito), en el mejor de los casos es un anacronismo, en el peor de los casos es ridículo. Por otro lado, el intentar usar el rango semántico total de una palabra cada vez que ésta se usa (como sucede con la Versión Ampliada de la Biblia) es fallar en el entendimiento del funcionamiento del lenguaje.
A pesar de las advertencias, una exégesis seria estará más interesada en cómo las palabras son usadas por ciertos autores bíblicos, y en otros libros bíblicos. Así como el significado de frases y discursos moldea el significado de las palabras, así también el significado de las palabras moldea el significado de las frases o de los discursos; en el idioma, todo es una unidad. Es de mucho valor tra tar de encontrar lo que significan ciertas palabras en gr. o heb., y que están detrás de muchas palabras en nuestras Biblias, especialmente aquellas que tienen un peso teológico importante, p. ej. expiación, Mesías (Cristo), verdad, apóstol, pecado, cabeza, resurrección, espíritu, carne, ley y un sinnúmero de otras más. Aun si el estudio personal confirma lo que fuentes secundarias dicen, la disciplina en sí es valiosa. Esta no sólo provee un grado de familiaridad con las Escrituras que difícilmente se lograría de otra forma, sino que recuerda a los cristianos que Dios ha escogido revelarse a sí mismo en discursos, frases y palabras.
La importancia de llegar a ser un buen lector
Es esencial desarrollar sensibilidad literaria o, para expresarlo en otras palabras, llegar a ser un buen lector.
En el micro nivel, incontables indicadores literarios sirven como señales para alertar al lector. Las “inclusiones” comienzan y terminan una sección con palabras similares o idénticas con el propósito de destacar la importancia de ciertos temas. Así el tema de las bienaventuranzas (Mat. 5:1–10) comienza y termina con la misma recompensa (“porque de ellos es el reino de los cielos”), de esta mane ra establece que las bienaventuranzas fijan las normas del reino. El cuerpo del Sermón del monte se inicia con las palabras: “No penséis que he venido para abrogar la Ley o los Profetas” (Mat. 5:17), y concluye diciendo: “Así que, todo lo que queráis que los hombres hagan por vosotros, así también haced por ellos, porque esto es la Ley y los Profetas” (Mat. 7:12). Esta “inclusión” sugiere que el Sermón del monte es, entre otras cosas, una exposición de las Escrituras del AT (“la Ley y los Profetas”) a la luz de la venida de Jesús y lo que estas significarán en la vida de sus seguidores. La poesía hebrea está menos interesada en la rima o incluso en el ritmo que en el paralelismo de diferentes variedades (ver también el artículo “La poesía en la Biblia”). En el Salmo 73:21, 22
De veras se amargaba mi corazón,
y en mi interior sentía punzadas.
Pues yo era ignorante y no entendía;
yo era como un animal delante de ti.
la segunda línea repite el contenido de la primera, con otras palabras; la cuarta línea hace lo mismo en relación con la tercera. Esto se conoce como paralelismo sinónimo. Las líneas 3 y 4 toman el pensamiento de las líneas 1 y 2. Esto se llama paralelismo progresivo. En otras partes uno encuentra el paralelismo antitético (como en Prov. 14:31):
El que oprime al necesitado afrenta a su Hacedor,
pero el que tiene misericordia del pobre lo honra.
De hecho hay muchas más estructuras complejas de paralelismo. También hay quiasmos, en donde dos o más líneas van al centro y luego hacia afuera. Estas pueden ser muy elementales, o complejas tales como en Mat. 13:
1 la parábola del sembrador (13:3b–9)
2. intermedio (13:10–23)
(a). sobre el propósito de las parábolas (13:10–17)
(b). explicación de la parábola del sembrador (13:18–23)
3. la parábola del trigo y la cizaña (13:24–30)
4. la parábola del grano de mostaza (13:31, 32)
5. la parábola de la levadura (13:33)
Pausa (13:34–43)
—. parábolas como cumplimiento de las profecías (13:34, 35)
—. la parábola de la cizaña explicada (13:36–43)
5´. la parábola del tesoro escondido (13:44)
4´. la parábola de la perla de gran precio (13:45, 46)
3´. la parábola de la red (13:47, 48)
2´. intermedio (13:49–51)
(b´). la parábola de la red explicada (13:49, 50)
(a´). entendimiento de las parábolas (13:51)
1´ la parábola del escriba instruido (13:52)
Se debe reconocer que los quiasmos están más bien en el ojo del lector que en el texto mismo. Si los elementos llegan a ser demasiado complejos, o los paralelos son decididamente forzados, uno razonablemente debe preguntarse si el sistema está presente o no. Por otro lado, algunos intérpretes, cansados con largas listas de quiasmos que no convencen, desestiman con mucha facilidad aquellos que realmente están presentes. Con frecuencia se ha demostrado que quienes hablaban idiomas se míticos comúnmente usaron este sistema como parte de su modelo de hablar, de modo que uno no debería ser tan escéptico. Ciertamente, hay muchos casos inciertos; en verdad muchos expositores no estarán persuadidos con el ejemplo dado anteriormente. Tal vez valdría la pena aventurarse con un ejemplo un poco más sencillo; éste está basado en Mat. 23:13–32:
1 Primer ¡ay! (13): fracaso en reconocer a Jesús como Mesías
2. Segundo ¡ay! (15): celo superficial, haciendo mas daño que bien
3. Tercer ¡ay! (16–22): mal uso de las Escrituras
4. Cuarto ¡ay! (23, 24): falta fundamental en discernir la confiabilidad de las Escrituras
3´. Quinto ¡ay! (25, 26): mal uso de las Escrituras
2´. Sexto ¡ay! (27, 28): celo superficial, haciendo mas daño que bien
1´ Séptimo ¡ay! (29–32): herederos de aquellos que fallaron en reconocer a los profetas.
De hecho, lo que los quiasmos logran es conducir el enfoque del lector al centro, esto es, la falla fundamental de discernir la confiabilidad de las Escrituras, uno de los temas centrales en el Evangelio de Mateo.
Tal vez, aun más importante es la habilidad para entender la forma como funcionan las grandes estructuras, especialmente la naturaleza del género literario. La literatura sapiencial no es como la ley; digamos que leer Proverbios como si ofreciera juicios en casos legales, es ridiculizarlo (cf. Prov. 26:4, 5). En el NT la palabra “parábola” puede referirse a un proverbio (Luc. 4:23), un dicho profundo (Mar. 13:35), un símbolo o una imagen no verbal (Heb. 9:9; 11:19), una comparación ilustrativa, ya sea sin forma de historia (Mat. 15:15; 24:32) o con una historia (Mat. 13:3–9, las así llamadas parábolas narrativas). Quienes tratan las parábolas piensan sólo en parábolas narrativas, principalmente porque hay muchas de ellas en los primeros tres Evangelios, y dan principios para la interpretación de (tales) parábolas. Ciertamente todos concuerdan con que en el caso de las parábolas narrativas no se necesita preguntar si la historia realmente sucedió.
En la misma manera, debemos preguntar cómo lo apocalíptico debe ser entendido, qué es un “Evangelio”, cómo funcionaron las epístolas en el primer siglo. Joás dijo una fábula (2 Rey. 14:9); ¿es correcta la crítica moderna cuando al libro de Jonás se le clasifica como una “fábula”? No, esto es un error de categoría literaria. Una fábula relata una historia de animales o de otras formas de vida no humana con el propósito de dejar una enseñanza moral; no se mezcla con los seres humanos. El esfuerzo de Joás califica; el libro de Jonás no. Con la información ampliada podemos preguntar qué significó midrash y otras categorías de literatura del primer siglo. Todos los estudiantes de la Biblia lucharán con el significado de pasajes tales como Gál. 4:24–31. El asunto es que la verdad se transmite en diferentes maneras en diferentes géneros lite rarios. Quien piensa que Jeremías está hablando lit. en Jer. 20:14–18 tendrá mucha dificultad en explicar algunos asuntos. Sería mejor escuchar la afrenta misma del lamento.
Por sobre todo, una buena lectura va con el fluir de las palabras escritas. Y aunque siempre vale la pena meditar en palabras y frases (especialmente en discursos), aun así el significado de esas palabras está determinado por su contexto. Un buen lector con diligencia se esforzará por darle sentido a la fluidez del argumento. (La excepción ocurre cuando hay una lista de proverbios, aun cuando muchos de ellos están arreglados temáticamente.) Esto no es menos verdad en el caso de la narrativa que en el caso del discurso. Muchos de los lectores casuales de los Evangelios piensan de éstos como relatos desconectados. Sin embargo, una lectura más cuidadosa permite descubrir que hay temas interrelacionados con otros temas. Por ejemplo, uno podría preguntarse cómo Luc. 10:38–11:13 es una unidad. Una segunda lectura muestra que estos versículos revelan un análisis de por qué hay tan poca oración y lo que hoy en día podríamos llamar espiritualidad; una distorsión de prioridades y valores (10:38–42); una falta de conocimiento y de buenos modelos (11:1–4); y una necesidad de seguridad y per severancia (11:5–13). En manera semejante, esta sección entera de Lucas hace su propia contribución a la continuidad mayor del contexto
EL ROSTRO CAMBIANTE DE LA HERMENEUTICA
Cuando Pablo le dice a Timoteo que procure ser alguien que “traza [interpreta] bien la palabra de verdad” (2 Tim. 2:15), lo que se asume es que es peligrosamente posible ser alguien que en forma incorrecta tra za la palabra de verdad. Y eso levanta importantes preguntas acerca de cómo interpretar la Biblia. Para acercarse a la Biblia con acierto es necesario no sólo conocer lo que es, sino también cómo “trazarla”.
“Hermenéutica” es el término que tradicionalmente ha sido aplicado a la interpretación de textos. Pero en los últimos años la hermenéutica en sí ha pasado por cambios importantes, los que son dignos de considerar con pausa para darnos cuenta de dichos cambios. Se pueden distinguir tres etapas (aunque al final se sobreponen la una a la otra).
Primera, la hermenéutica fue entendida tradicionalmente como ciencia y arte de la interpretación bíblica: Ciencia, porque hubo importantes reglas y principios que debían ser aplicados a la tarea de la interpretación, y arte, porque demandaba juicios maduros nacidos de la experiencia y de la competencia. La tarea del intérprete fue la de entender lo que el texto decía, y esto implicaba que si dos intérpretes de igual competencia entendían las re glas de la interpretación, entonces en la inmensa mayoría de los casos su entendimiento de lo que un pasaje dice coincidiría. En esta visión de la hermenéutica, se pone mucha atención a la gramática, las parábolas y otros géneros literarios, principios para el estudio de las palabras, cómo se relacionan los temas bíblicos, etc.
Segunda, se usó “hermenéutica” frecuentemente para referirse al despliegue de una variedad de “herramientas” de la crítica literaria: Crítica de las fuentes, crítica de las formas, crítica de las tradiciones, crítica de redacción y, recientemente, crítica de las diversas formas de narración. Si bien se lograron algunas ganancias con semejantes aproximaciones, también hubo pérdidas: Mucho del propósito de estas técnicas fue reconstruir la historia y la estructura de las creencias de aquellas comunidades creyentes particulares que están detrás del texto, en vez de escuchar el mensaje del texto.
Ambas formas de acercamiento han sido largamente eclipsadas en importancia por una tercera tendencia, la “nueva hermenéutica”. Aquí la clave importante consiste en el hecho de que los seres hu manos traen sus propios prejuicios e inclinaciones y también sus limitaciones a la tarea interpretativa hasta el punto de estar en control de la discusión. En un sentido esta observación es salu dable. Inevitablemente traemos nuestros propios elementos interpretativos con nosotros mismos; no hay tal cosa como una mente totalmente abierta. La nueva hermenéutica nos recuerda que la autoridad de la Biblia no debe ser transferida a la autoridad del intérprete, que nosotros invariablemente ubicamos nuevas piezas de información en la red ya existentes en nuestra mente (lo cual es mezcla de sensatez e insensatez), que aquello que creemos que es verdad sin duda necesita ser modificado o corregido o abandonado, que tenemos mucho que aprender, que nuestro marco de entendimiento está separado del escritor humano de las Escrituras por barreras de tiempo, geografía, idioma y cultura.
Pero al mismo tiempo, muchos exponentes de la nueva hermenéutica sobrepasan el límite. Ellos argumentan que toda vez que la interpretación de las personas difiere en alguna medida de las de otras, no se puede hablar legítimamente del significado del texto (como si esto fuera algo objetivo). Ellos dicen que el significado no está en el texto sino en los lectores, los intérpretes, del texto. Si las diferentes interpretaciones son legítimas, en tonces no se puede hablar de la interpretación correcta, o la interpretación verdadera; ellos piensan que tales expresiones terminan en afirmaciones de preferencia personal. Si ninguna interpretación en particular es correcta, entonces todas las interpretaciones son erróneas (lo cual conduce al nihilismo hermenéutico conocido como “desconstruccionismo”), o todas son igualmente “correctas”; p. ej. todas son bue nas o malas en la medida que satisfacen o cumplen con las necesidades de una persona en particular, o comunidad, o cultura; o simplemente satisface cierto criterio arbitrario. En esta corriente, estos proponentes de la nueva hermenéutica aceptan diferentes “lecturas” de las Escrituras: una lectura sub-Sahara del Africa negra, una lectura de la teología de la liberación, una lectura feminista, una lectura protestante anglosajona, una lectura católico romana, una lectura homosexual y así sucesivamente. Alineada con el poderoso respeto contemporáneo que la cultura occidental le asigna al pluralismo, esta nueva hermenéutica considera que ninguna interpretación es inválida excepto aquella que declara ser la correcta haciendo a las otras incorrectas.
Los temas en torno a la nueva hermenéutica son tan complejos que no pueden ser tratados satisfactoriamente aquí. Es importante reconocer que este acercamiento al conocimiento gobierna mucho de la agenda no sólo en la interpretación bíblica contemporánea sino también en las disciplinas de la historia, literatura, política y en otras tantas áreas más. A pesar de sus muchas contribuciones valiosas, la nueva hermenéutica tiene que ser encarada en muchas áreas. Intuitivamente, hay algo débil en una teoría que propone la relatividad de todo conocimiento alcanzado por la lectura, mientras que, al mismo tiempo, produce un sin número de materiales que insisten en lo correcto de su posición. Insistir que todo significado descansa en quien conoce y no en el texto, y entonces escribir textos para probar el punto, es casi increíblemente contradictorio en sí mismo. Peor aun, la teoría en esta for ma asume que la intención del autor no es confiablemente expresada en el texto. Esto levanta una impenetrable barrera entre el autor y el lector, y lo llama “texto”. La ironía es que esas ideas están es critas por autores que esperan que sus lectores entiendan lo que ellos dicen, autores que escriben lo que ellos entienden y esperan que sus lectores serán persuadidos por su razonamiento. Con franqueza, se desea que tales autores pudiesen extender la misma cortesía a Moisés, Isaías y Pablo.
Aun si seres humanos finitos no pueden alcanzar un conocimiento exhaustivo del texto (o de cualquier otro asunto), es difícil ver por qué ellos no pueden ganar conocimiento verdadero. Aun más, el hecho de nuestras diferencias es más fácil de absorber cuando es puesto contra el trasfondo de nuestra herencia común; todos nosotros hemos sido creados a la imagen de Dios, quien sólo goza del conocimiento perfecto y exhaustivo. Suponer que podamos alcanzar conocimiento de todas maneras como el de Dios sería idolatría; sin embargo, no es razón para pensar que no podamos obtener ningún conocimiento objetivo.
En verdad, hay maneras de pensar sobre la adquisición de entendimiento del texto que nos ayudan a ver un poco cómo funciona el proceso. Sin duda, un lector puede ser ampliamente controlado por inclinaciones personales y agendas rígidas cuando se acerca primero a las Escrituras (el texto que nos ocupa aquí), y por lo tanto “encontrar” en el texto toda clase de asuntos que el autor (y el Autor) no tuvo la intención de poner en éste; o, por el contrario, él o ella no vea muchas de las cosas que de hecho están presentes allí. La totalidad del bagaje mental del lector, lo que los modernos llaman “el horizonte de entendimiento del lector”, puede estar tan distante del horizonte de enten dimiento del autor como está expresado en el texto, que pueden ocurrir muchas distorsiones importantes. Pero es posible que el lector leerá y volverá a leer el texto, aprenderá algo del lenguaje y la cultura de los autores, descubrirá qué elementos de su propio bagaje deben ser marginados, y gradualmente “fusionará” su horizonte de entendimiento con aquel que se encuentra en el texto (para usar la jerga actual). Otros hablan de la “espiral hermenéutica”, en donde el intérprete se aproxima progresivamente al significado del texto.
Si la nueva hermenéutica es tratada de esta forma, hay considerables ganancias que pueden beneficiar a la iglesia. Esto nos recuerda que la revelación verbal de Dios a nosotros en las Escrituras no sólo ocurre en un lenguaje e idioma de culturas históricas particulares, sino que para mejorar nuestro entendimiento de la verdad objetiva que está ahí re velada es necesario regresar a esas culturas, en cuanto esto sea posible, con el propósito de minimizar los peligros de distorsiones interpretativas. Esto nos recuerda que aun si un intérprete logra cier to entendimiento real y objetivo del texto, nadie lo entenderá exhaustivamente, y otros intérpretes traerán a la luz contenido que está presente de verdad en el texto y que posiblemente no se hab ía considerado. Por ejemplo, los creyentes en Africa pueden ser más rápidos en descifrar las metáforas paulinas que se refieren al carácter corporativo de la iglesia, mientras que muchos en el Occidente lo encontrarán difícil debido a su herencia del individualismo. Los cristianos se necesitan el uno al otro; esto es tan veraz en el campo de la hermenéutica como lo es en cualquier otra área. Si hay una entrega profunda compartida para someterse a la autoridad de la revelación de Dios, y no a las modas pasajeras y agendas (académicas o de otra naturaleza) de quienes pretenden juzgar a las Escrituras, el re conocer que nadie lo sabe todo estimula la humildad y la voluntad para escuchar y aprender.
En realidad, aplicadas en forma correcta, algunas de las posturas de la nueva hermenéutica nos recuerdan que los seres humanos traen un bagaje cultural y conceptual enorme a las Escrituras que ellos pretenden interpretar. Este hecho, aliado con la insistencia de la Biblia de que nuestro pecado y el auto enfoque idólatra nos conduce lejos de la luz (ver Juan 3:19, 20), puede llevarnos a hacernos caer de rodillas en el tardío reconocimiento de que la interpretación de la Palabra de Dios no es simplemente una disciplina intelectual, sino que también mueve los ejes morales y espirituales. En la posición de la Biblia con respecto a la relación de Dios con su pueblo, necesitamos de la ayuda del Espíritu Santo de Dios para entender la verdad tanto como necesitamos de su ayuda para vivir la verdad. En todo caso, con toda la ayuda que se nos pueda dispensar, la meta de un cristiano inteligente no es dominar las Escrituras, sino ser do minado por ella, tanto para la gloria de Dios como para el bien de su pueblo.
ALGUNOS PRINCIPIOS INTRODUCTORIOS DE LA INTERPRETACION BIBLICA
Lo que sigue a continuación es una selección de principios de interpretación, para aquellos que sostienen que un acercamiento correcto a la Biblia incluye no sólo una valoración de lo que la Biblia es, sino también un especial cuidado en cómo leerla y entenderla.
La prioridad de los idiomas originales de la Biblia
Los idiomas originales tienen prioridad. Esto es un corolario del hecho de que esta revelación ocurrió a través de individuos específicos en coyunturas históricas concretas y en idiomas humanos reales de tiempos específicos. Es verdad que los lingüistas han demostrado ampliamente que cualquier cosa que puede ser dicha en un idioma puede ser traducida a otro. También han demostrado que no todo el significado del idioma “donante” puede trans mitirse en el mismo tiempo y en el mismo espacio. Además, toda traducción implica interpretación; la traducción no es una disciplina mecánica. De manera que para aproximarse lo más cerca posible a la intención del autor, como está expresada en un texto, es mejor interponer la menor cantidad de interpretaciones posibles. Por supuesto, si uno no conoce el idioma original entonces estará siempre agrade cido por las traducciones; asimismo un intérprete pobre, que conoce los idiomas originales, puede cometer muchos más errores interpretativos que aquellos que se pueden encontrar en muchas traducciones, las cuales han sido realiza das por personas competentes. A pesar de lo intuitivamente obvio de estas afirmaciones, necesitan repetirse.
Para el predicador muy atareado o para el maestro de Biblia, esta observación tiene dos implicaciones de carácter práctico. Primera, si el tema principal de un sermón o de una lección descansa en el modo peculiar de expresión en una sola traducción particular, en la mayoría de los casos no es el punto principal del pasaje y puede que no sea jus tificado de ninguna manera. Segunda, la prioridad en los comentarios y otras ayudas interpretativas debiera ser el reflejar el trabajo en los idiomas originales, aun si la presentación (como en este comentario de un solo volumen) está preparada para lectores que no son expertos técnicos.
Algunas palabras sobre palabras
El estudio de palabras, importante como lo es en sí, tiene que considerarse con cuidado, y nunca aislado de los asuntos mayores concernientes al uso de las palabras en frases, párrafos, discursos o géneros particulares. Los léxicos (diccionarios escritos en español y que tratan las palabras del idioma original) pueden proveer un rango de significados que varios eruditos han identificado (siempre que esos eruditos tengan la razón), pero dentro de ciertas limitaciones el factor más importante para determinar el significado de una palabra es su uso en un contexto específico. Insistir en el significado de una palabra que esté relacionado con su etimología suele conducir a un error (como si la palabra candado viniera de “can” y “dado”); la única ocasión cuando la etimología llega a ser una prioridad prudente ocurre cuando la palabra utilizada tie ne un uso poco frecuente y en circunstancias un tanto ambiguas que no queda otro recurso que éste. El tratar de construir una teología basada en una sola palabra y el uso de ésta es una empresa cuestionable; predicar “etimología al revés”, en donde se afirma como significado de una palabra su desarrollo posterior o sus análogas (tal como la afirmación que dúnamis, poder, llama a la mente la palabra “dinamita”, palabra que aún no había sido inventada cuando el NT fue escrito), en el mejor de los casos es un anacronismo, en el peor de los casos es ridículo. Por otro lado, el intentar usar el rango semántico total de una palabra cada vez que ésta se usa (como sucede con la Versión Ampliada de la Biblia) es fallar en el entendimiento del funcionamiento del lenguaje.
A pesar de las advertencias, una exégesis seria estará más interesada en cómo las palabras son usadas por ciertos autores bíblicos, y en otros libros bíblicos. Así como el significado de frases y discursos moldea el significado de las palabras, así también el significado de las palabras moldea el significado de las frases o de los discursos; en el idioma, todo es una unidad. Es de mucho valor tra tar de encontrar lo que significan ciertas palabras en gr. o heb., y que están detrás de muchas palabras en nuestras Biblias, especialmente aquellas que tienen un peso teológico importante, p. ej. expiación, Mesías (Cristo), verdad, apóstol, pecado, cabeza, resurrección, espíritu, carne, ley y un sinnúmero de otras más. Aun si el estudio personal confirma lo que fuentes secundarias dicen, la disciplina en sí es valiosa. Esta no sólo provee un grado de familiaridad con las Escrituras que difícilmente se lograría de otra forma, sino que recuerda a los cristianos que Dios ha escogido revelarse a sí mismo en discursos, frases y palabras.
La importancia de llegar a ser un buen lector
Es esencial desarrollar sensibilidad literaria o, para expresarlo en otras palabras, llegar a ser un buen lector.
En el micro nivel, incontables indicadores literarios sirven como señales para alertar al lector. Las “inclusiones” comienzan y terminan una sección con palabras similares o idénticas con el propósito de destacar la importancia de ciertos temas. Así el tema de las bienaventuranzas (Mat. 5:1–10) comienza y termina con la misma recompensa (“porque de ellos es el reino de los cielos”), de esta mane ra establece que las bienaventuranzas fijan las normas del reino. El cuerpo del Sermón del monte se inicia con las palabras: “No penséis que he venido para abrogar la Ley o los Profetas” (Mat. 5:17), y concluye diciendo: “Así que, todo lo que queráis que los hombres hagan por vosotros, así también haced por ellos, porque esto es la Ley y los Profetas” (Mat. 7:12). Esta “inclusión” sugiere que el Sermón del monte es, entre otras cosas, una exposición de las Escrituras del AT (“la Ley y los Profetas”) a la luz de la venida de Jesús y lo que estas significarán en la vida de sus seguidores. La poesía hebrea está menos interesada en la rima o incluso en el ritmo que en el paralelismo de diferentes variedades (ver también el artículo “La poesía en la Biblia”). En el Salmo 73:21, 22
De veras se amargaba mi corazón,
y en mi interior sentía punzadas.
Pues yo era ignorante y no entendía;
yo era como un animal delante de ti.
la segunda línea repite el contenido de la primera, con otras palabras; la cuarta línea hace lo mismo en relación con la tercera. Esto se conoce como paralelismo sinónimo. Las líneas 3 y 4 toman el pensamiento de las líneas 1 y 2. Esto se llama paralelismo progresivo. En otras partes uno encuentra el paralelismo antitético (como en Prov. 14:31):
El que oprime al necesitado afrenta a su Hacedor,
pero el que tiene misericordia del pobre lo honra.
De hecho hay muchas más estructuras complejas de paralelismo. También hay quiasmos, en donde dos o más líneas van al centro y luego hacia afuera. Estas pueden ser muy elementales, o complejas tales como en Mat. 13:
1 la parábola del sembrador (13:3b–9)
2. intermedio (13:10–23)
(a). sobre el propósito de las parábolas (13:10–17)
(b). explicación de la parábola del sembrador (13:18–23)
3. la parábola del trigo y la cizaña (13:24–30)
4. la parábola del grano de mostaza (13:31, 32)
5. la parábola de la levadura (13:33)
Pausa (13:34–43)
—. parábolas como cumplimiento de las profecías (13:34, 35)
—. la parábola de la cizaña explicada (13:36–43)
5´. la parábola del tesoro escondido (13:44)
4´. la parábola de la perla de gran precio (13:45, 46)
3´. la parábola de la red (13:47, 48)
2´. intermedio (13:49–51)
(b´). la parábola de la red explicada (13:49, 50)
(a´). entendimiento de las parábolas (13:51)
1´ la parábola del escriba instruido (13:52)
Se debe reconocer que los quiasmos están más bien en el ojo del lector que en el texto mismo. Si los elementos llegan a ser demasiado complejos, o los paralelos son decididamente forzados, uno razonablemente debe preguntarse si el sistema está presente o no. Por otro lado, algunos intérpretes, cansados con largas listas de quiasmos que no convencen, desestiman con mucha facilidad aquellos que realmente están presentes. Con frecuencia se ha demostrado que quienes hablaban idiomas se míticos comúnmente usaron este sistema como parte de su modelo de hablar, de modo que uno no debería ser tan escéptico. Ciertamente, hay muchos casos inciertos; en verdad muchos expositores no estarán persuadidos con el ejemplo dado anteriormente. Tal vez valdría la pena aventurarse con un ejemplo un poco más sencillo; éste está basado en Mat. 23:13–32:
1 Primer ¡ay! (13): fracaso en reconocer a Jesús como Mesías
2. Segundo ¡ay! (15): celo superficial, haciendo mas daño que bien
3. Tercer ¡ay! (16–22): mal uso de las Escrituras
4. Cuarto ¡ay! (23, 24): falta fundamental en discernir la confiabilidad de las Escrituras
3´. Quinto ¡ay! (25, 26): mal uso de las Escrituras
2´. Sexto ¡ay! (27, 28): celo superficial, haciendo mas daño que bien
1´ Séptimo ¡ay! (29–32): herederos de aquellos que fallaron en reconocer a los profetas.
De hecho, lo que los quiasmos logran es conducir el enfoque del lector al centro, esto es, la falla fundamental de discernir la confiabilidad de las Escrituras, uno de los temas centrales en el Evangelio de Mateo.
Tal vez, aun más importante es la habilidad para entender la forma como funcionan las grandes estructuras, especialmente la naturaleza del género literario. La literatura sapiencial no es como la ley; digamos que leer Proverbios como si ofreciera juicios en casos legales, es ridiculizarlo (cf. Prov. 26:4, 5). En el NT la palabra “parábola” puede referirse a un proverbio (Luc. 4:23), un dicho profundo (Mar. 13:35), un símbolo o una imagen no verbal (Heb. 9:9; 11:19), una comparación ilustrativa, ya sea sin forma de historia (Mat. 15:15; 24:32) o con una historia (Mat. 13:3–9, las así llamadas parábolas narrativas). Quienes tratan las parábolas piensan sólo en parábolas narrativas, principalmente porque hay muchas de ellas en los primeros tres Evangelios, y dan principios para la interpretación de (tales) parábolas. Ciertamente todos concuerdan con que en el caso de las parábolas narrativas no se necesita preguntar si la historia realmente sucedió.
En la misma manera, debemos preguntar cómo lo apocalíptico debe ser entendido, qué es un “Evangelio”, cómo funcionaron las epístolas en el primer siglo. Joás dijo una fábula (2 Rey. 14:9); ¿es correcta la crítica moderna cuando al libro de Jonás se le clasifica como una “fábula”? No, esto es un error de categoría literaria. Una fábula relata una historia de animales o de otras formas de vida no humana con el propósito de dejar una enseñanza moral; no se mezcla con los seres humanos. El esfuerzo de Joás califica; el libro de Jonás no. Con la información ampliada podemos preguntar qué significó midrash y otras categorías de literatura del primer siglo. Todos los estudiantes de la Biblia lucharán con el significado de pasajes tales como Gál. 4:24–31. El asunto es que la verdad se transmite en diferentes maneras en diferentes géneros lite rarios. Quien piensa que Jeremías está hablando lit. en Jer. 20:14–18 tendrá mucha dificultad en explicar algunos asuntos. Sería mejor escuchar la afrenta misma del lamento.
Por sobre todo, una buena lectura va con el fluir de las palabras escritas. Y aunque siempre vale la pena meditar en palabras y frases (especialmente en discursos), aun así el significado de esas palabras está determinado por su contexto. Un buen lector con diligencia se esforzará por darle sentido a la fluidez del argumento. (La excepción ocurre cuando hay una lista de proverbios, aun cuando muchos de ellos están arreglados temáticamente.) Esto no es menos verdad en el caso de la narrativa que en el caso del discurso. Muchos de los lectores casuales de los Evangelios piensan de éstos como relatos desconectados. Sin embargo, una lectura más cuidadosa permite descubrir que hay temas interrelacionados con otros temas. Por ejemplo, uno podría preguntarse cómo Luc. 10:38–11:13 es una unidad. Una segunda lectura muestra que estos versículos revelan un análisis de por qué hay tan poca oración y lo que hoy en día podríamos llamar espiritualidad; una distorsión de prioridades y valores (10:38–42); una falta de conocimiento y de buenos modelos (11:1–4); y una necesidad de seguridad y per severancia (11:5–13). En manera semejante, esta sección entera de Lucas hace su propia contribución a la continuidad mayor del contexto