Si esa fuera la primera tesis, Pedro, Pablo y los apóstoles eran falsos profetas, puesto que comenzaron a enseñar que no era necesario circuncidarse, que la circuncisión no tenía relevancia, incluso si el converso era de origen judío. Tal enseñanza podían haberla calificado de contraria a la de la Torah, que le da a la circuncisión el rango de señal de un pacto perpetuo con Israel.
Ya no digamos si los observaron alguna vez abstenerse de trabajo en domingo en vez de sábado. Era una conducta ajena a las Escrituras.
Hasta de Jesús mismo se podría decir que, con su parábola del rico y Lázaro, introducía una doctrina extraña a la Ley y los Profetas.