Meditaciones 4. de noviembre

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5 Septiembre 2001
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UNA MESA EN EL DESIERTO
Watchman Nee

David consultó a Jehová. II Samuel 21:1.

Hay tiempos cuando ponemos tremendo esfuerzo en la oraci6n, sin obtener respuesta de Dios, y lamentablemente. pocas veces descubrirnos la razón. Cómo podemos esperar que Dios responda a oraciones que no están en armonía con su pensar? En toda oración debemos primero detectar la clave. Fue esto lo que buscó David durante el prolongado tiempo de hambre que describe este capítulo.
El no clamó a Dios diciendo: “El hambre ha durado ya tres años. Ten misericordia de nosotros y danos una gran cosecha este año”. No, lo que hizo fue buscar a Jehová. ¿Tenía Dios algo que decirle acerca de esta situación particular? A su pregunta directa, Dios respondió en forma directa dándole la clave para obtener contestación a la oración. Al matar a algunos de los gabaonitas, Saúl había violado el entendimiento de Dios con los Israelitas, de no destruirlos. Es cierto que lo había hecho por celo hacia Dios, pero había pecado. Dios no aprueba la violación de un voto solemne. Había pues algo que debía ser corregido. En el verso 14 leemos que “Dios fue propicio a la tierra después de esto”. David había encontrado la clave.
 
4 de noviembre - Pasar tiempo en "el corral"



"HIJO, TÚ SIEMPRE ESTÁS CONMIGO Y TODAS MIS COSAS SON TUYAS" (Lucas 15:31)



El hijo pródigo rompió el corazón de su padre al irse de casa; despilfarró su herencia y al final tuvo que vivir con cerdos. Más tarde, cuando regresó y pidió vivir en el aprisco y trabajar como un jornalero, se encontró con que su padre había dejado la luz de la entrada encendida y le había guardado un lugar en la mesa. De hecho, estaba tan contento ¡que hizo una fiesta en su honor!

Pero el hermano mayor no estaba de humor para celebrar la vuelta del hermanito. Escucha lo que dijo: "...tantos años hace que te sirvo, no habiéndote desobedecido jamás, y nunca me has dado... para gozarme... Pero... este hijo tuyo, que ha consumido tus bienes con rameras, has hecho matar para él el becerro gordo" (Lucas 15:29,30). Es lo mismo que se oye en las iglesias de boca de aquellos que se ensalzan menoscabando a otros.

Los dos hijos pasaron tiempo en "el corral", uno en "el corral" de la rebeldía y el otro en el del resentimiento. Uno volvió a casa y recibió la bienvenida, el otro se quedó en casa y se revolcó en la autocompasión.

Cuando tienes envidia, ¡te pierdes la fiesta! La amargura te aprisiona al lado de todas las demás "víctimas" de la traición, el abuso, y el sistema, las cuales se han encadenado (ellas mismas) a las paredes de su cárcel. Desecha tu dolor antes de que éste se convierta en odio. Tú eres un hijo de Dios ¡y nada va a cambiar eso jamás! Acude a la fiesta. Hay un asiento reservado para ti.

Escucha: Tu Padre está diciendo: "...Hijo, tú siempre estás conmigo y todas mis cosas son tuyas" (Lucas 15:31), ¡así que no dejes que tu mala actitud te robe lo que Dios ha preparado para ti en este día!