UNA MESA EN EL DESIERTO
Watchman Nee
Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos. Mateo5:44.
Conocí a un hombre que odiaba a otro. El otro había pecado en contra suyo cruelmente y la injuria fue tan grande que asesinarlo hubiera parecido una débil venganza. El injuriado llegó a conocer al Señor y por años nada supo acerca del otro hombre. Pero en cierta oportunidad, visitando un pueblo de campaña, en día domingo se reunió con los creyentes del lugar en la Cena del Señor. Pocos instantes después de ser presentado, vio, repentinamente, que allí estaba su antiguo enemigo. Habló consigo mismo y dijo: “Está aquí. No sabía que se había salvado. ¿Qué haré?” Durante, la siguiente oración, se levantó silenciosamente y salió. Comenzó a caminar y al alejarse pensó por una parte en su salvación y por la otra en su odio hacia aquel hombre. Cuanto más se alejaba, más lamentaba haber dejado la reunión, pero al mismo tiempo más furioso se sentía hacia su enemigo. Luego volvió su memoria diez años atrás y pensó cómo Dios le había perdonado. Sin embargo, sentía que no podía perdonar a su enemigo, pero el Espíritu Santo le recordó las palabras: “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros”. Se detuvo. Clamó a Dios: “Señor, perdónalo”. Y dando vuelta regresó a la reunión con lágrimas que corrían por su rostro. Cuando llegó, estaban a punto de partir el pan, de manera que se puso en pie y confesó públicamente lo que había acontecido, explicando cómo Dios había quitado el odio de su corazón. -
Watchman Nee
Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos. Mateo5:44.
Conocí a un hombre que odiaba a otro. El otro había pecado en contra suyo cruelmente y la injuria fue tan grande que asesinarlo hubiera parecido una débil venganza. El injuriado llegó a conocer al Señor y por años nada supo acerca del otro hombre. Pero en cierta oportunidad, visitando un pueblo de campaña, en día domingo se reunió con los creyentes del lugar en la Cena del Señor. Pocos instantes después de ser presentado, vio, repentinamente, que allí estaba su antiguo enemigo. Habló consigo mismo y dijo: “Está aquí. No sabía que se había salvado. ¿Qué haré?” Durante, la siguiente oración, se levantó silenciosamente y salió. Comenzó a caminar y al alejarse pensó por una parte en su salvación y por la otra en su odio hacia aquel hombre. Cuanto más se alejaba, más lamentaba haber dejado la reunión, pero al mismo tiempo más furioso se sentía hacia su enemigo. Luego volvió su memoria diez años atrás y pensó cómo Dios le había perdonado. Sin embargo, sentía que no podía perdonar a su enemigo, pero el Espíritu Santo le recordó las palabras: “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros”. Se detuvo. Clamó a Dios: “Señor, perdónalo”. Y dando vuelta regresó a la reunión con lágrimas que corrían por su rostro. Cuando llegó, estaban a punto de partir el pan, de manera que se puso en pie y confesó públicamente lo que había acontecido, explicando cómo Dios había quitado el odio de su corazón. -