Meditaciones 28 de septiembre

hgo

2
5 Septiembre 2001
3.029
1
UNA MESA EN EL DESIERTO
Watchman Nee

Siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. Romanos 5:8.

Al considerar el precio de nuestra redención, ¿cómo podemos dejar de entregarle nuestras vidas totalmente? En Romanos 12:1 Pablo ruega, “por las misericordias de Dios”. En los once capítulos anteriores les ha hablado de las misericordias de Dios constantemente. El amor llevó a Cristo a la cruz para que podamos caminar en novedad de vida. El mismo amor de Cristo nos atrae nuevamente a El. Frente a un amor tan sacrificado, es más difícil retener, que ofrecernos a El. Ser creyente por años sin una total dedicación a Dios, es una cosa totalmente aterradora. ¿No hemos sido comprados con un precio inmensurable? Nuestra elección voluntaria debe entonces ser el glorificar a Dios en nuestros cuerpos y en nuestros espíritus, que “son de Dios” (1 Co. 6: 19 ss). Este es su pleno derecho, y no un favor que le estamos haciendo. No soy mío. ¿Me atreveré a hurtarle lo que es Suyo? “Señor, todo lo que tengo, soy y anhelo, todo es tuyo”.
 
28 de septiembre Vuelve a vivir tu vida - Primera parte


"TENEMOS... DIFERENTES DONES... ÚSELO..." (Romanos 12:6)


A veces la vida es como un laberinto; es fácil perderse. La presión nos llega de muchas direcciones para mantener felices a otros.

Gastamos mucha energía "estudiando" a la gente importante en nuestras vidas intentando averiguar qué es lo que quieren de nosotros, y en el proceso nos perdemos a nosotros mismos. ¿Te suena?

Hoy, pregúntate: ¿Para qué vivo? ¿Por qué hago lo que hago? ¿Con qué don me ha provisto y llamado Dios para que lo realice? Aquellos que consiguen ser ellos mismos no permiten a otros controlarles, porque son dirigidos por Dios.

No te pongas furioso porque la gente demande cosas de ti. Es tu
vida; ¡toma control de ella! Es posible que las presiones que sientes no vengan de otros en absoluto; pueden venir de tus propios miedos e inseguridades. Seguro que hay veces que todos hacemos cosas que no nos gustan. Las hacemos porque amamos a los demás y, actuando así, estamos siendo dirigidos por el Espíritu de Dios. Pero eso es diferente de ser controlados por nuestras propias inseguridades o las interminables demandas de los demás.

Cuando intentas ser todo para todos ¡te pierdes en el proceso! Cuando vives para su aprobación ¡arriesgas perder la de Dios!

Es hora de que empieces a orar: "Señor, ¿qué quieres que yo haga?" (Hechos 9:6b). Cuando te lo revele, entrégate completamente a ello, sin importar quién esté o no de acuerdo. No vayas a llegar a la línea de meta sólo para descubrir que corriste el camino de otro...