Meditaciones 23. de noviembre

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5 Septiembre 2001
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UNA MESA EN EL DESIERTO
Watchman Nee

Mira, no lo hagas; yo soy consiervo tuyo ... Adora a Dios. Apocalipsis 19: 10.

¿Qué había ocurrido? ¿Había perdido Juan su razonamiento, al tratar de adorar a un ángel? Puede ser que haya perdido la cabeza, pero es bien cierto que había sido impulsado por su corazón. Existen aquellos que tienen cabezas tan inteligentes que nunca cometen una estupidez. Juan no era de esta clase, pues en dos oportunidades cometió el mismo error (comp. 22:8). La verdad es que tenía un buen corazón, y los corazones buenos a veces pueden confundirse y hacer cosas insensatas. Su corazón estaba transportado por la visión de esta Iglesia “que descendía del cielo, de Dios” y por el hecho maravilloso que en su propia paciencia y tribulación estaba compartíendo con obreros celestiales en esta obra maestra de todos los tiempos. Su acción, sin duda, estaba equivocada pero surgió de una actitud acertada, que podemos seguramente emular.
 
23 de noviembre - La cárcel de necesidad



"EL SEÑOR ES MI PASTOR, NADA ME FALTARÁ" (Salmo 23:1)



¿Cuál es la única cosa que te separa de la felicidad? Completa el espacio en blanco: "Seré feliz cuando ------------". Ahora, con ese pensamiento claro en tu mente, responde a la pregunta siguiente: Si nunca lo consiguieras, ¿podrías ser feliz? Si tu respuesta es negativa, estás viviendo en una cárcel de necesidad. Piensa: Si tienes un Pastor, tienes gracia para todo tipo de pruebas, dirección para cada curva de experiencias, y un ancla para todo tipo de tormentas. Tienes todo lo que necesitas, ¿de acuerdo? ¿Y quién te lo puede quitar? Reconsidera tu postura. ¿Acaso no eres privilegiado al formar parte del mayor de los reinos - el de Dios? Pablo escribió: "...he aprendido a... vivir humildemente y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado..." (Filipenses 4:11b,12).

Lo mismo había aprendido la leprosa de Tobago. Un misionero la conoció en un viaje de misión. El último día cuando estaba dirigiendo la alabanza en la leprosería, preguntó si alguien tenía una canción favorita. Una mujer sin orejas, sin nariz, sin labios y la cara más desfigurada que jamás había visto, levantó la mano sin dedos y preguntó: "¿Podríamos cantar: '¿Ves Las Bendiciones...?'?". El misionero empezó la canción pero no pudo terminarla. Más tarde alguien le comentó: "Supongo que nunca más podrá volver a cantar esa canción". "No es así", respondió, "la cantaré de nuevo - pero nunca de la misma manera".

La verdad es que cuando puedes decir: "El Señor es mi Pastor, nada me faltará" (Salmo 23:1), estás cubierto - ¡tienes todo lo que necesitas!".