11 de septiembre Entre dos fuegos
“ESTABA, PUES, PEDRO EN PIE, CALENTÁNDOSE...” (Juan 18:25)
Anteriormente, Pedro defendió a Jesús cortando la oreja del siervo del Sumo sacerdote (Ver Juan 18:10); ahora le está negando... ¿Te ha pasado eso alguna vez? Bajo presión, tus rodillas tiemblan, y vacilas.
Entonces, ¿qué es lo que harás?
(a) Desestimarlo y decir: “Todo el mundo resbala alguna vez; no hay por qué preocuparse”.
(b) Negarlo y decir: “¿Caer yo? ¿Estás bromeando? ¡De ninguna manera!”.
(c) Distorsionarlo y decir: “No me acuses a mí; ¡es culpa de la sociedad en la que vivimos!”. Pero hay otra opción: ¡Sé honesto contigo mismo!
Cuando Federico el Grande visitó la prisión de Postdam, todos los prisioneros pretendieron ser inocentes. Sólo hubo uno que dijo: “Soy culpable; me merezco mi castigo”. Cuando el emperador escuchó
esto, le dijo al guarda: “¡Rápido, suéltale antes de que corrompa a todos estos hombres inocentes!”. Escucha: ...todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de Aquel a Quien tenemos que dar cuenta” (Hebreos 4:13b). La confesión no consiste sólo en decir a Dios lo que has hecho; Él ya lo sabe. Consiste en admitir que está mal, y pedir su perdón. Dios no puede sanar aquello que no Le reveles, o limpiar lo que no Le confieses.
Aquel día, Pedro estaba entre dos fuegos: primero, el fuego de la negación (Ver Juan 18:25); después, el fuego del descubrimiento (Ver Hechos 2:3). El primer fuego fue hecho por hombres, el segundo por el Maestro. Ante el primero, Pedro negó a Jesús; ante el segundo, le reconoció a Él como su Señor (Ver Hechos 2:14-42). Pero entre ambos hubo dos experiencias que cambiaron su vida: las lágrimas de Pedro y Jesús en la cruz. Cuando tus lágrimas de arrepentimiento se mezclan con el perdón de Dios, ¡el resultado es siempre la liberación de tu culpabilidad y el descubrimiento de un nuevo gozo!
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