Meditaciones 11 de septiembre

2 Junio 1999
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UNA MESA EN EL DESIERTO
Meditaciones diarias
Watchman Nee
11. de septiembre


Mirad a mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra. Isaías 45:22.


Qué bien describe este versículo la experiencia del ladrón en la cruz. Toda la historia había señalado hacía adelante, a la cruz de Cristo, Ahora, el evento se estaba concretando ante los ojos de los hombres y este criminal era un testigo clave. Como un pecador modelo, estaba recibiendo un castigo modelo. Debemos concluir, por tanto, que la suya fue una “conversión modelo”. Sin embargo, yo pregunto: “¿El reconoció a Cristo como su salvador?” Considera sus palabras: “Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino” (Lucas 23:42). ¿Qué respondió el Señor? No le hablo a este hombre sobre la expiación, explicándole que su castigo era justo, pero que El, Jesús, estaba muriendo en su lugar como sacrificio por el pecado. A nosotros nos parece que hubiera sido una excelente ocasión, pero El sólo respondió: “Hoy estarás conmigo en el paraíso”. El ladrón vio quien era Jesús, y que por sufrir injustamente, tendría un reino propio y reinaría. Viendo a su lado al Señor de toda la tierra, clamo a El, y eso fue suficiente.
 
11 de septiembre Entre dos fuegos



“ESTABA, PUES, PEDRO EN PIE, CALENTÁNDOSE...” (Juan 18:25)



Anteriormente, Pedro defendió a Jesús cortando la oreja del siervo del Sumo sacerdote (Ver Juan 18:10); ahora le está negando... ¿Te ha pasado eso alguna vez? Bajo presión, tus rodillas tiemblan, y vacilas.

Entonces, ¿qué es lo que harás?

(a) Desestimarlo y decir: “Todo el mundo resbala alguna vez; no hay por qué preocuparse”.

(b) Negarlo y decir: “¿Caer yo? ¿Estás bromeando? ¡De ninguna manera!”.

(c) Distorsionarlo y decir: “No me acuses a mí; ¡es culpa de la sociedad en la que vivimos!”. Pero hay otra opción: ¡Sé honesto contigo mismo!

Cuando Federico el Grande visitó la prisión de Postdam, todos los prisioneros pretendieron ser inocentes. Sólo hubo uno que dijo: “Soy culpable; me merezco mi castigo”. Cuando el emperador escuchó
esto, le dijo al guarda: “¡Rápido, suéltale antes de que corrompa a todos estos hombres inocentes!”. Escucha: ...todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de Aquel a Quien tenemos que dar cuenta” (Hebreos 4:13b). La confesión no consiste sólo en decir a Dios lo que has hecho; Él ya lo sabe. Consiste en admitir que está mal, y pedir su perdón. Dios no puede sanar aquello que no Le reveles, o limpiar lo que no Le confieses.

Aquel día, Pedro estaba entre dos fuegos: primero, el fuego de la negación (Ver Juan 18:25); después, el fuego del descubrimiento (Ver Hechos 2:3). El primer fuego fue hecho por hombres, el segundo por el Maestro. Ante el primero, Pedro negó a Jesús; ante el segundo, le reconoció a Él como su Señor (Ver Hechos 2:14-42). Pero entre ambos hubo dos experiencias que cambiaron su vida: las lágrimas de Pedro y Jesús en la cruz. Cuando tus lágrimas de arrepentimiento se mezclan con el perdón de Dios, ¡el resultado es siempre la liberación de tu culpabilidad y el descubrimiento de un nuevo gozo!




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