http://www.elmundo.es/diario/opinion/1186162.html
Marruecos sabe que con España ya no se puede todo
CESAR VIDAL
Relata Homero cómo una ninfa llamada Calipso pretendió mantener en la isla Ogigia a un astuto viajero aqueo de nombre Odiseo por la simple razón de que se había prendado de él. Odiseo había disfrutado de los amores de la ninfa pero añoraba Itaca, su tierra natal, y acabó escapando de aquel lugar que no le resultaba nada atractivo. Quizá no resulte tan extraño si tenemos en cuenta que Ogigia era el enclave geográfico que ahora conocemos como isla Perejil. No fue mala la entrada del islote en la Historia pero, como los ojos del Guadiana, desapareció para no reaparecer hasta 1415 cuando la ocupó Portugal como un territorio anejo a Ceuta.
El paso de Ceuta a España -por decisión voluntaria de sus habitantes- implicó la extensión de la soberanía también a la isla Perejil.Ni por un momento pensó España en abandonarla y en repetidas ocasiones (1580, 1610, 1762, 1771) abundaron las decisiones relativas a su guarnición y artillado. En 1808 se aumentó su guarnición precisamente para hacer frente mejor al invasor francés pero no iban a ser sólo los soldados de Napoleón los que la codiciarían.En 1848, Gran Bretaña intentó ocupar la isla pero España lo impidió militarmente y lo mismo sucedió cuando en 1889 el sultán de Marruecos pretendió también invadirla. La isla era española y como tal se iba a defender frente a británicos o marroquíes.
Tan obvia resultaba esa soberanía española que el tratado de 1912 por el que se creaba el protectorado en Marruecos no la incluía y no podía hacerlo porque formaba parte ya desde hacía casi medio milenio del territorio español. Lógicamente, cuando en 1956 se produjo la independencia marroquí nada se discutió sobre la isla porque Marruecos, que nunca la había tenido antes, no iba a poseerla entonces. De hecho, en las décadas siguientes, durante las cuales Marruecos ha reivindicado territorios españoles como Ceuta y Melilla como si fueran propios, no mencionó la isla Perejil y lógico era que procediera de esa manera. ¿A qué se ha debido, por lo tanto, la ocupación por unos días del islote en violación flagrante del Tratado de Amistad, buena vecindad y cooperación de 1991 en el que España y Marruecos renunciaban a la fuerza como medio para solventar contenciosos entre ambos países? Y, sobre todo, ¿qué sucederá ahora que España ha recuperado la posesión material de una isla que forma parte de su territorio?
A la primera cuestión se pueden dar múltiples respuestas y para todos los gustos. Algunos las encuentran en los escándalos financieros como los que implican al crédito inmobiliario y hotelero, a la caja nacional de crédito agrícola o a la caja nacional de la Seguridad Social, cuyas cantidades desviadas en las dos últimas décadas son superiores en varias veces al presupuesto nacional e implicarían a altos funcionarios y exigirían desviar la atención del pueblo hacia un enemigo exterior. Para otros, se trataría únicamente de una venganza suave que castigaría las posiciones de España en relación con el referéndum del Sáhara Occidental.Finalmente, no faltarán los que harán referencia a una respuesta directa de Marruecos a la posición española favorable a imponer sanciones a aquellos países que alientan las mafias de la inmigración ilegal.
Aunque no se pueden descartar totalmente estas teorías creo que ninguna de ellas explica completamente la invasión de la isla Perejil. De hecho, la corrupción de la vecina monarquía alauí es ampliamente conocida e incluso ha sido aireada por autores galos como Gilles Perrault o Jean-Pierre Tuquoi sin que esto haya provocado ninguna acción antifrancesa de Marruecos. Por otro lado, la posición española sobre el Sáhara es compartida por 13 de los 15 miembros de la UE. No obstante, Marruecos no se ha dedicado a atacarlos en su prensa y la postura de Aznar sobre las sanciones a los países que albergan a las mafias de la inmigración chocó con los intereses franceses pero no tardará mucho en imponerse en el seno de la UE o mucho se equivoca el autor de estas líneas. Para remate, España es la primera víctima de las mafias de la droga y de la inmigración ilegal que operan desde Marruecos.
No, en realidad la ocupación de la isla Perejil encuentra explicación fundamentalmente sobre la base de dos circunstancias que podían resumirse en el lema «con España se puede todo» y en las especiales características de la monarquía islámica asentada al otro lado del Estrecho. Durante casi medio siglo, la política exterior de Marruecos relativa a España ha girado en torno a la convicción de que cualquier avance propio es seguido por un retroceso español.Así, a la independencia de Marruecos en 1956, siguieron la retrocesión de Tarfaya en 1958, la entrega de Sidi-Ifni en 1969 y el abandono del Sáhara Occidental en 1975. Las razones de esos procesos han sido varias y han ido de un lógico episodio de descolonización al abandono de una colonia a causa de la inestabilidad política del momento o a la renuncia a la lucha para evitar las consecuencias internas que podría tener para una dictadura. En cualquier caso, esas disquisiciones no impiden ver un avance neto y continuo en la realización de las apetencias del monarca marroquí.
No resulta por ello extraña esa sensación de que «con España se puede todo» que se ha puesto de manifiesto de manera especial en la reciente crisis diplomática provocada por una retirada todavía sin explicar del embajador marroquí. Hasta qué punto ese paso tiene trascendencia puede deducirse del hecho de que Marruecos sólo ha retirado su embajador de una nación en dos ocasiones (las dos veces de Francia): en 1956, cuando agentes franceses secuestraron el avión en que viajaban Ben Bella y otros dirigentes de la revolución argelina, y en 1965, cuando Ben Barka desapareció en territorio galo. Desde luego, ni lejanamente habían llegado a algo parecido las autoridades españolas en octubre del año pasado cuando Rabat llamó a su embajador.
Vistas así las cosas, España habría demostrado ser la nación timorata a la que puede tratarse además con un grado sumo de chulesca altanería porque finalmente siempre retrocede ante el empujón marroquí y presumiblemente mañana hará lo mismo en Ceuta, Melilla e incluso las Canarias, territorios todos ellos previamente aderezados con un porcentaje considerable de población de origen marroquí no pocas veces llegada de manera ilegal. La única medida previa que Marruecos ha debido tomar para dar estos pasos ha sido encontrar el momento en que España se encontraba en una situación de debilidad. Que España no atraviesa ese trance en la actualidad es obvio -y aquí se ha producido el error de cálculo marroquí- pero a gente incapaz de comprender las estructuras políticas de un sistema parlamentario les había parecido todo lo contrario. De hecho, el diario que controla el ministro Abderrahman Yusufi -ejemplo claro de lo que puede entenderse como libertad de prensa en Marruecos- afirmaba recientemente que la remodelación ministerial de Aznar era «la peor crisis de la historia» de sus gobiernos. Difícilmente se podía encontrar, por lo tanto, un momento mejor para actuar.
Cuestión aparte es que como resulta habitual en los regímenes despóticos, al final las noticias de prensa acaban convirtiéndose en certezas que sólo la realidad se encarga de desmentir. A esta conciencia de la blandenguería española suma Marruecos otra circunstancia fundamental que es la peculiar naturaleza de su monarquía. Considerada de origen divino - razón más que suficiente para no esperar razonablemente su democratización- su monarca, haya sido Hasan o Mohamed, siempre se ha mostrado incapaz de entender por qué un gobierno debe someter sus actos a un parlamento y a una opinión pública, y se ha sentido molesto tratando asuntos con Suárez, González o Aznar convencido de que su único interlocutor válido es el Rey de España.
Con este trasfondo, cabía esperar una pasividad española ante la invasión de Perejil que sólo habría servido para confirmar la peculiar visión estratégica de Marruecos. Precisamente por ello, la recuperación de la isla tiene una especial trascendencia al dejar de manifiesto que España no está dispuesta a retroceder más ni a permitir el chantaje de una dictadura teocrática que grita a los cuatro vientos su propósito de apoderarse de otros territorios españoles. ¿Qué cabe esperar de Marruecos tras la reacción española de recuperar la isla Perejil? Imagino que no faltarán los que entonarán jeremiadas sobre lo absurdo de arriesgar vidas por un trozo de roca y que lamentarán el acto de defensa nacional de las últimas horas. El hecho de que muchos de estos vates del apaciguamiento defiendan con fruición a personajes como Fidel Castro, Yasir Arafat o Sadam Husein dice mucho sobre ellos pero aunque así no fuera el argumento es ridículo siquiera porque parece descansar sobre la peregrina suposición de que, al parecer, un prado feraz es más territorio nacional que un arenal o una roca pelada. La verdad es que tan España es Alcalá de Henares como Melilla, Barcelona como Murcia o Bilbao como Sevilla. La realidad es la que es. Marruecos puede o no cambiar en el futuro su sistema de gobierno pero lo que debería haber aprendido es que no es de recibo que pretenda practicar una política de hechos consumados con España y que sería el más perjudicado de continuar por esa senda.
No sólo se trata de que la persistencia de Marruecos en intolerables actitudes pondría en peligro el futuro de su cuarto de millón de inmigrantes en territorio español a los que podría expulsarse si son ilegales o no renovarse el permiso si es que lo son; o de que el flujo de turistas españoles -que no se vio interrumpido cuando dos fueron asesinados en Marraquech en 1994- podría menguar considerablemente; o de que Marruecos podría tener dificultades para terminar de recibir los casi 1.000 millones de euros que la UE le entregará entre 1996 y 2006; o de que España podría interferir en la puesta en marcha del acuerdo de cooperación de Marruecos con la UE firmado en marzo de 2000 y que pretende la creación de un área de libre comercio entre ambas partes en el plazo de 12 años; o de que España, que es el segundo socio comercial de Marruecos con unos intercambios anuales en torno a los 2.500 millones de euros, podría buscar otro país mejor para sus inversiones. Se trata, sobre todo, de que España es una democracia consolidada que no tiene la menor intención de permitir que su territorio nacional se vea menoscabado y para lograrlo recurrirá a todos los instrumentos dispuestos al efecto por la Constitución sin excluir a las Fuerzas Armadas. En fin, se trata de que con España ya no se puede todo y lo más sensato es reconocerlo y actuar en consecuencia.
César Vidal es historiador y escritor.
Marruecos sabe que con España ya no se puede todo
CESAR VIDAL
Relata Homero cómo una ninfa llamada Calipso pretendió mantener en la isla Ogigia a un astuto viajero aqueo de nombre Odiseo por la simple razón de que se había prendado de él. Odiseo había disfrutado de los amores de la ninfa pero añoraba Itaca, su tierra natal, y acabó escapando de aquel lugar que no le resultaba nada atractivo. Quizá no resulte tan extraño si tenemos en cuenta que Ogigia era el enclave geográfico que ahora conocemos como isla Perejil. No fue mala la entrada del islote en la Historia pero, como los ojos del Guadiana, desapareció para no reaparecer hasta 1415 cuando la ocupó Portugal como un territorio anejo a Ceuta.
El paso de Ceuta a España -por decisión voluntaria de sus habitantes- implicó la extensión de la soberanía también a la isla Perejil.Ni por un momento pensó España en abandonarla y en repetidas ocasiones (1580, 1610, 1762, 1771) abundaron las decisiones relativas a su guarnición y artillado. En 1808 se aumentó su guarnición precisamente para hacer frente mejor al invasor francés pero no iban a ser sólo los soldados de Napoleón los que la codiciarían.En 1848, Gran Bretaña intentó ocupar la isla pero España lo impidió militarmente y lo mismo sucedió cuando en 1889 el sultán de Marruecos pretendió también invadirla. La isla era española y como tal se iba a defender frente a británicos o marroquíes.
Tan obvia resultaba esa soberanía española que el tratado de 1912 por el que se creaba el protectorado en Marruecos no la incluía y no podía hacerlo porque formaba parte ya desde hacía casi medio milenio del territorio español. Lógicamente, cuando en 1956 se produjo la independencia marroquí nada se discutió sobre la isla porque Marruecos, que nunca la había tenido antes, no iba a poseerla entonces. De hecho, en las décadas siguientes, durante las cuales Marruecos ha reivindicado territorios españoles como Ceuta y Melilla como si fueran propios, no mencionó la isla Perejil y lógico era que procediera de esa manera. ¿A qué se ha debido, por lo tanto, la ocupación por unos días del islote en violación flagrante del Tratado de Amistad, buena vecindad y cooperación de 1991 en el que España y Marruecos renunciaban a la fuerza como medio para solventar contenciosos entre ambos países? Y, sobre todo, ¿qué sucederá ahora que España ha recuperado la posesión material de una isla que forma parte de su territorio?
A la primera cuestión se pueden dar múltiples respuestas y para todos los gustos. Algunos las encuentran en los escándalos financieros como los que implican al crédito inmobiliario y hotelero, a la caja nacional de crédito agrícola o a la caja nacional de la Seguridad Social, cuyas cantidades desviadas en las dos últimas décadas son superiores en varias veces al presupuesto nacional e implicarían a altos funcionarios y exigirían desviar la atención del pueblo hacia un enemigo exterior. Para otros, se trataría únicamente de una venganza suave que castigaría las posiciones de España en relación con el referéndum del Sáhara Occidental.Finalmente, no faltarán los que harán referencia a una respuesta directa de Marruecos a la posición española favorable a imponer sanciones a aquellos países que alientan las mafias de la inmigración ilegal.
Aunque no se pueden descartar totalmente estas teorías creo que ninguna de ellas explica completamente la invasión de la isla Perejil. De hecho, la corrupción de la vecina monarquía alauí es ampliamente conocida e incluso ha sido aireada por autores galos como Gilles Perrault o Jean-Pierre Tuquoi sin que esto haya provocado ninguna acción antifrancesa de Marruecos. Por otro lado, la posición española sobre el Sáhara es compartida por 13 de los 15 miembros de la UE. No obstante, Marruecos no se ha dedicado a atacarlos en su prensa y la postura de Aznar sobre las sanciones a los países que albergan a las mafias de la inmigración chocó con los intereses franceses pero no tardará mucho en imponerse en el seno de la UE o mucho se equivoca el autor de estas líneas. Para remate, España es la primera víctima de las mafias de la droga y de la inmigración ilegal que operan desde Marruecos.
No, en realidad la ocupación de la isla Perejil encuentra explicación fundamentalmente sobre la base de dos circunstancias que podían resumirse en el lema «con España se puede todo» y en las especiales características de la monarquía islámica asentada al otro lado del Estrecho. Durante casi medio siglo, la política exterior de Marruecos relativa a España ha girado en torno a la convicción de que cualquier avance propio es seguido por un retroceso español.Así, a la independencia de Marruecos en 1956, siguieron la retrocesión de Tarfaya en 1958, la entrega de Sidi-Ifni en 1969 y el abandono del Sáhara Occidental en 1975. Las razones de esos procesos han sido varias y han ido de un lógico episodio de descolonización al abandono de una colonia a causa de la inestabilidad política del momento o a la renuncia a la lucha para evitar las consecuencias internas que podría tener para una dictadura. En cualquier caso, esas disquisiciones no impiden ver un avance neto y continuo en la realización de las apetencias del monarca marroquí.
No resulta por ello extraña esa sensación de que «con España se puede todo» que se ha puesto de manifiesto de manera especial en la reciente crisis diplomática provocada por una retirada todavía sin explicar del embajador marroquí. Hasta qué punto ese paso tiene trascendencia puede deducirse del hecho de que Marruecos sólo ha retirado su embajador de una nación en dos ocasiones (las dos veces de Francia): en 1956, cuando agentes franceses secuestraron el avión en que viajaban Ben Bella y otros dirigentes de la revolución argelina, y en 1965, cuando Ben Barka desapareció en territorio galo. Desde luego, ni lejanamente habían llegado a algo parecido las autoridades españolas en octubre del año pasado cuando Rabat llamó a su embajador.
Vistas así las cosas, España habría demostrado ser la nación timorata a la que puede tratarse además con un grado sumo de chulesca altanería porque finalmente siempre retrocede ante el empujón marroquí y presumiblemente mañana hará lo mismo en Ceuta, Melilla e incluso las Canarias, territorios todos ellos previamente aderezados con un porcentaje considerable de población de origen marroquí no pocas veces llegada de manera ilegal. La única medida previa que Marruecos ha debido tomar para dar estos pasos ha sido encontrar el momento en que España se encontraba en una situación de debilidad. Que España no atraviesa ese trance en la actualidad es obvio -y aquí se ha producido el error de cálculo marroquí- pero a gente incapaz de comprender las estructuras políticas de un sistema parlamentario les había parecido todo lo contrario. De hecho, el diario que controla el ministro Abderrahman Yusufi -ejemplo claro de lo que puede entenderse como libertad de prensa en Marruecos- afirmaba recientemente que la remodelación ministerial de Aznar era «la peor crisis de la historia» de sus gobiernos. Difícilmente se podía encontrar, por lo tanto, un momento mejor para actuar.
Cuestión aparte es que como resulta habitual en los regímenes despóticos, al final las noticias de prensa acaban convirtiéndose en certezas que sólo la realidad se encarga de desmentir. A esta conciencia de la blandenguería española suma Marruecos otra circunstancia fundamental que es la peculiar naturaleza de su monarquía. Considerada de origen divino - razón más que suficiente para no esperar razonablemente su democratización- su monarca, haya sido Hasan o Mohamed, siempre se ha mostrado incapaz de entender por qué un gobierno debe someter sus actos a un parlamento y a una opinión pública, y se ha sentido molesto tratando asuntos con Suárez, González o Aznar convencido de que su único interlocutor válido es el Rey de España.
Con este trasfondo, cabía esperar una pasividad española ante la invasión de Perejil que sólo habría servido para confirmar la peculiar visión estratégica de Marruecos. Precisamente por ello, la recuperación de la isla tiene una especial trascendencia al dejar de manifiesto que España no está dispuesta a retroceder más ni a permitir el chantaje de una dictadura teocrática que grita a los cuatro vientos su propósito de apoderarse de otros territorios españoles. ¿Qué cabe esperar de Marruecos tras la reacción española de recuperar la isla Perejil? Imagino que no faltarán los que entonarán jeremiadas sobre lo absurdo de arriesgar vidas por un trozo de roca y que lamentarán el acto de defensa nacional de las últimas horas. El hecho de que muchos de estos vates del apaciguamiento defiendan con fruición a personajes como Fidel Castro, Yasir Arafat o Sadam Husein dice mucho sobre ellos pero aunque así no fuera el argumento es ridículo siquiera porque parece descansar sobre la peregrina suposición de que, al parecer, un prado feraz es más territorio nacional que un arenal o una roca pelada. La verdad es que tan España es Alcalá de Henares como Melilla, Barcelona como Murcia o Bilbao como Sevilla. La realidad es la que es. Marruecos puede o no cambiar en el futuro su sistema de gobierno pero lo que debería haber aprendido es que no es de recibo que pretenda practicar una política de hechos consumados con España y que sería el más perjudicado de continuar por esa senda.
No sólo se trata de que la persistencia de Marruecos en intolerables actitudes pondría en peligro el futuro de su cuarto de millón de inmigrantes en territorio español a los que podría expulsarse si son ilegales o no renovarse el permiso si es que lo son; o de que el flujo de turistas españoles -que no se vio interrumpido cuando dos fueron asesinados en Marraquech en 1994- podría menguar considerablemente; o de que Marruecos podría tener dificultades para terminar de recibir los casi 1.000 millones de euros que la UE le entregará entre 1996 y 2006; o de que España podría interferir en la puesta en marcha del acuerdo de cooperación de Marruecos con la UE firmado en marzo de 2000 y que pretende la creación de un área de libre comercio entre ambas partes en el plazo de 12 años; o de que España, que es el segundo socio comercial de Marruecos con unos intercambios anuales en torno a los 2.500 millones de euros, podría buscar otro país mejor para sus inversiones. Se trata, sobre todo, de que España es una democracia consolidada que no tiene la menor intención de permitir que su territorio nacional se vea menoscabado y para lograrlo recurrirá a todos los instrumentos dispuestos al efecto por la Constitución sin excluir a las Fuerzas Armadas. En fin, se trata de que con España ya no se puede todo y lo más sensato es reconocerlo y actuar en consecuencia.
César Vidal es historiador y escritor.