PRACTICANDO EL LIBRO DE LOS HECHOS
Semana 4--- El día de Pentecostés
Martes --- Leer con oración: Jn 20:19-22; Lc 24:36-37; Hch 1:8; Gá 2:20; Gn 2:7
"Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra" (Hch 1:8)
LOS TESTIGOS DEL SEÑOR
Cuando llegó la noche de aquel mismo día en el que el Señor resucitó, el primero de la semana, todos los discípulos se encontraban reunidos en un lugar con las ventanas y puertas cerradas por miedo de los judíos. De repente, el Señor se apareció en medio de ellos y les dijo: “Paz a vosotros” (Jn 20:19). Entonces, los discípulos, espantados y atemorizados, pensaban que veían un espíritu (cfr. Lc 24:36-37). Y cuando les hubo dicho esto, les mostró las manos y el costado. Y los discípulos se regocijaron viendo al Señor (Jn 20:20).
Era como si el Señor les dijese: “Yo no estoy aquí sólo en espíritu; estoy con un cuerpo resucitado. Ustedes pueden tocar en las heridas de mis manos, de los pies y de mi costado”. Los discípulos estaban acostumbrados con la presencia física del Señor, pero en esos cuarenta días, Él quería prepararlos para no vivieran más por Su presencia física, sino, por el Espíritu. En el primer y en el segundo período de dos mil años el hombre no fue capaz de cumplir la voluntad de Dios. En el tercer período, el Espíritu Santo vino a trabajar, pero no por si sólo, sino, a través de los discípulos que más tarde serían los apóstoles.
En aquella noche en que el Señor se apareció a los discípulos, en el día de Su resurrección, Él sopló en ellos y dijo: “Recibid el Espíritu Santo” (Jn 20:22). El Espíritu Santo tiene dos aspectos: el aspecto interior de vida, y el exterior de poder. Ellos experimentaron el aspecto interior de vida al atardecer del día de la resurrección del Señor, cuando el Espíritu entró en ellos y los regeneró. Después el Señor les dijo que permaneciesen en Jerusalén hasta que fuesen revestidos del Espíritu Santo, en el aspecto exterior de poder (Hch 1:8). Ese poder era para que ellos pudiesen predicar la palabra del reino y cumplir la economía de Dios.
En Hechos vemos que el Señor quería establecer Su reino en la tierra a través de los apóstoles, como Sus testigos, desde de Jerusalén, llegando a Judea, después Samaria y finalmente hasta lo último de la tierra. El Señor no les dijo sólo que predicasen el evangelio, sino que fuesen Sus testigos. No bastaba sólo con salir a predicar el evangelio y levantar iglesias, pero la iglesia levantada en cada ciudad debería ser un testimonio del Señor, testificando que Cristo está allí y que allí Él es quien tiene la autoridad.
La iglesia debe tener a Cristo expresado en su vivir. De todo lo que los santos allí hacen, Cristo debe ser la fuente. Debemos ser los testigos del Señor para que Él sea vivido en nosotros y tenga la autoridad en la iglesia. El Señor necesita de muchas personas, inclusive de los apóstoles, como Sus testigos, y, para que esto ocurra, Él debe ser vivido en nosotros. No podemos continuar viviendo por nosotros mismos, pues no somos más nosotros los que vivimos, sino Cristo quien vive en nosotros (cfr. Gál 2:20). Así que, tenemos el testimonio, la iglesia y el reino.
Para ser testigos del Señor, los discípulos, que ya habían recibido el Espíritu en el aspecto interior de vida, necesitaban del aspecto exterior de poder. Cuando Dios creó al hombre, hizo en él un órgano, el cual es su espíritu humano, para recibir al Espíritu de Dios. Cuando Él sopló en el hombre el aliento de vida, ese aliento llegó a ser el espíritu del hombre (Gn 2:7). Por tanto, hay un espíritu en el hombre (Job 32:8; Pv 20:27), que tiene por función contener al Espíritu. Cuando el Espíritu de Dios entra en la persona como el Espíritu esencial de vida, el espíritu humano se convierte en el espíritu mezclado, es decir, llega a ser uno con el Espíritu de Dios (1 Co 6:17). Para llevar a cabo la economía de Dios en cuanto al aspecto exterior, el aspecto de la obra, el hombre recibe el Espíritu Santo exteriormente en Su aspecto de poder: esto es ser revestido de poder (Hch 2:1-4).
Punto Clave: En el Espíritu tenemos la vida y el poder
Pregunta: ¿Cuáles son las funciones de los dos aspectos del Espíritu?
Dong Yu Lan
Derechos reservados a: Editora “Árvore da Vida”
¡Jesús es el Señor!
Semana 4--- El día de Pentecostés
Martes --- Leer con oración: Jn 20:19-22; Lc 24:36-37; Hch 1:8; Gá 2:20; Gn 2:7
"Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra" (Hch 1:8)
LOS TESTIGOS DEL SEÑOR
Cuando llegó la noche de aquel mismo día en el que el Señor resucitó, el primero de la semana, todos los discípulos se encontraban reunidos en un lugar con las ventanas y puertas cerradas por miedo de los judíos. De repente, el Señor se apareció en medio de ellos y les dijo: “Paz a vosotros” (Jn 20:19). Entonces, los discípulos, espantados y atemorizados, pensaban que veían un espíritu (cfr. Lc 24:36-37). Y cuando les hubo dicho esto, les mostró las manos y el costado. Y los discípulos se regocijaron viendo al Señor (Jn 20:20).
Era como si el Señor les dijese: “Yo no estoy aquí sólo en espíritu; estoy con un cuerpo resucitado. Ustedes pueden tocar en las heridas de mis manos, de los pies y de mi costado”. Los discípulos estaban acostumbrados con la presencia física del Señor, pero en esos cuarenta días, Él quería prepararlos para no vivieran más por Su presencia física, sino, por el Espíritu. En el primer y en el segundo período de dos mil años el hombre no fue capaz de cumplir la voluntad de Dios. En el tercer período, el Espíritu Santo vino a trabajar, pero no por si sólo, sino, a través de los discípulos que más tarde serían los apóstoles.
En aquella noche en que el Señor se apareció a los discípulos, en el día de Su resurrección, Él sopló en ellos y dijo: “Recibid el Espíritu Santo” (Jn 20:22). El Espíritu Santo tiene dos aspectos: el aspecto interior de vida, y el exterior de poder. Ellos experimentaron el aspecto interior de vida al atardecer del día de la resurrección del Señor, cuando el Espíritu entró en ellos y los regeneró. Después el Señor les dijo que permaneciesen en Jerusalén hasta que fuesen revestidos del Espíritu Santo, en el aspecto exterior de poder (Hch 1:8). Ese poder era para que ellos pudiesen predicar la palabra del reino y cumplir la economía de Dios.
En Hechos vemos que el Señor quería establecer Su reino en la tierra a través de los apóstoles, como Sus testigos, desde de Jerusalén, llegando a Judea, después Samaria y finalmente hasta lo último de la tierra. El Señor no les dijo sólo que predicasen el evangelio, sino que fuesen Sus testigos. No bastaba sólo con salir a predicar el evangelio y levantar iglesias, pero la iglesia levantada en cada ciudad debería ser un testimonio del Señor, testificando que Cristo está allí y que allí Él es quien tiene la autoridad.
La iglesia debe tener a Cristo expresado en su vivir. De todo lo que los santos allí hacen, Cristo debe ser la fuente. Debemos ser los testigos del Señor para que Él sea vivido en nosotros y tenga la autoridad en la iglesia. El Señor necesita de muchas personas, inclusive de los apóstoles, como Sus testigos, y, para que esto ocurra, Él debe ser vivido en nosotros. No podemos continuar viviendo por nosotros mismos, pues no somos más nosotros los que vivimos, sino Cristo quien vive en nosotros (cfr. Gál 2:20). Así que, tenemos el testimonio, la iglesia y el reino.
Para ser testigos del Señor, los discípulos, que ya habían recibido el Espíritu en el aspecto interior de vida, necesitaban del aspecto exterior de poder. Cuando Dios creó al hombre, hizo en él un órgano, el cual es su espíritu humano, para recibir al Espíritu de Dios. Cuando Él sopló en el hombre el aliento de vida, ese aliento llegó a ser el espíritu del hombre (Gn 2:7). Por tanto, hay un espíritu en el hombre (Job 32:8; Pv 20:27), que tiene por función contener al Espíritu. Cuando el Espíritu de Dios entra en la persona como el Espíritu esencial de vida, el espíritu humano se convierte en el espíritu mezclado, es decir, llega a ser uno con el Espíritu de Dios (1 Co 6:17). Para llevar a cabo la economía de Dios en cuanto al aspecto exterior, el aspecto de la obra, el hombre recibe el Espíritu Santo exteriormente en Su aspecto de poder: esto es ser revestido de poder (Hch 2:1-4).
Punto Clave: En el Espíritu tenemos la vida y el poder
Pregunta: ¿Cuáles son las funciones de los dos aspectos del Espíritu?
Dong Yu Lan
Derechos reservados a: Editora “Árvore da Vida”
¡Jesús es el Señor!