Los Salmos escuela de oración

15 Diciembre 2000
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Amigos del Foro:
Los 150 Salmos fueron la oración de Jesús. Si toda la Escritura habla de Cristo, en los salmos habla Cristo y se habla de Cristo. Por ello pienso que:
1. Antes de emprender el comentario de los diferentes salmos y cánticos de alabanza, hoy vamos a terminar la reflexión introductiva comenzada con la catequesis pasada. Y lo hacemos tomando pie de un aspecto muy apreciado por la tradición espiritual: al cantar los salmos, el cristiano experimenta una especie de sintonía entre el Espíritu, presente en las Escrituras, y el Espíritu que habita en él por la gracia bautismal. Más que rezar con sus propias palabras, se hace eco de esos «gemidos inefables» de que habla san Pablo (cf. Romanos 8, 26), con los que el Espíritu del Señor lleva a los creyentes a unirse a la invocación característica de Jesús: «¡Abbá, Padre!» (Romanos 8, 15; Gálatas 4, 6).

Los antiguos monjes estaban tan seguros de esta verdad, que no se preocupaban por cantar los salmos en su propio idioma materno, pues les era suficiente la conciencia de ser, en cierto sentido, «órganos» del Espíritu Santo. Estaban convencidos de que su fe permitía liberar de los versos de los salmos una particular «energía» del Espíritu Santo. La misma convicción se manifiesta en la característica utilización de los salmos, llamada «oración jaculatoria» --que procede de la palabra latina «iaculum», es decir «dardo»-- para indicar brevísimas expresiones de los salmos que podían ser «lanzadas» como puntas encendidas, por ejemplo, contra las tentaciones. Juan Casiano, un escritor que vivió entre los siglos IV y V, recuerda que algunos monjes descubrieron la extraordinaria eficacia del brevísimo «incipit» del salmo 69: «Dios mío, ven en mi auxilio; Señor, date prisa en socorrerme», que desde entonces se convirtió en el portal de entrada de la «Liturgia de las Horas» (cf. «Conlationes», 10,10: CPL 512,298 s. s.).

2. Junto a la presencia del Espíritu Santo, otra dimensión importante es la de la acción sacerdotal que Cristo desempeña en esta oración, asociando consigo a la Iglesia, su esposa. En este sentido, refiriéndose precisamente a la «Liturgia de las Horas», el Concilio Vaticano II enseña: «El Sumo Sacerdote de la nueva y eterna Alianza, Cristo Jesús, […] une a sí la comunidad entera de los hombres y la asocia al canto de este divino himno de alabanza. Porque esta función sacerdotal se prolonga a través de su Iglesia, que, sin cesar, alaba al Señor e intercede por la salvación de todo el mundo no sólo celebrando la Eucaristía, sino también de otras maneras, principalmente recitando el Oficio divino» («Sacrosanctum Concilium», 83).

De modo que la «Liturgia de las Horas» tiene también el carácter de oración pública, en la que la Iglesia está particularmente involucrada. Es iluminador entonces redescubrir cómo la Iglesia ha definido progresivamente este compromiso específico de oración salpicada a través de las diferentes fases del día. Es necesario para ello remontarse a los primeros tiempos de la comunidad apostólica, cuando todavía estaba en vigor una relación cercana entre la oración cristiana y las así llamadas «oraciones legales» --es decir, prescritas por la Ley de Moisés--, que tenían lugar a determinadas horas del día en el Templo de Jerusalén. Por el libro de los Hechos de los Apóstoles sabemos que los apóstoles «acudían al Templo todos los días con perseverancia y con un mismo espíritu» (2, 46), y que «subían al Templo para la oración de la hora nona» (3,1). Por otra parte, sabemos también que las «oraciones legales» por excelencia eran precisamente las de la mañana y la noche.

3. Con el pasar del tiempo, los discípulos de Jesús encontraron algunos salmos particularmente apropiados para determinados momentos de la jornada, de la semana o del año, percibiendo en ellos un sentido profundo relacionado con el misterio cristiano. Un autorizado testigo de este proceso es san Cipriano, quien a la mitad del siglo III escribe: «Es necesario rezar al inicio del día para celebrar en la oración de la mañana la resurrección del Señor. Esto corresponde con lo que indicaba el Espíritu Santo en los salmos con las palabras: "Atiende a la voz de mi clamor, oh mi Rey y mi Dios. Porque a ti te suplico. Señor, ya de mañana oyes mi voz; de mañana te presento mi súplica, y me quedo a la espera" (Salmo 5, 3-4). […] Después, cuando el sol se pone al acabar del día, es necesario ponerse de nuevo a rezar. De hecho, dado que Cristo es el verdadero sol y el verdadero día, al pedir con la oración que volvamos a ser iluminados en el momento en el que terminan el sol y el día del mundo, invocamos a Cristo para que regrese a traernos la gracia de la luz eterna» («De oratione dominica», 35: PL 39,655).

4. La tradición cristiana no se limitó a perpetuar la judía, sino que trajo algunas innovaciones que caracterizaron la experiencia de oración vivida por los discípulos de Jesús. Además de recitar en la mañana y en la tarde el Padrenuestro, los cristianos escogieron con libertad los salmos para celebrar su oración cotidiana. A través de la historia, este proceso sugirió utilizar determinados salmos para algunos momentos de fe particularmente significativos. Entre ellos, en primer lugar se encontraba la «oración de la vigilia», que preparaba para el Día del Señor, el domingo, en el que se celebraba la Pascua de Resurrección.

Algo típicamente cristiano fue después el añadir al final de todo salmo e himno la doxología trinitaria, «Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo». De este modo, todo salmo e himno fue iluminado por la plenitud de Dios.

5. La oración cristiana nace, se nutre y desarrolla en torno al acontecimiento por excelencia de la fe, el Misterio pascual de Cristo. Así, por la mañana y en la noche, al amanecer y al atardecer, se recordaba la Pascua, el paso del Señor de la muerte a la vida. El símbolo de Cristo «luz del mundo» es representado por la lámpara durante la oración de las Vísperas, llamada también por este motivo «lucernario». Las «horas del día» recuerdan, a su vez, la narración de la pasión del Señor, y la «hora tercia» la venida del Espíritu Santo en Pentecostés. La «oración de la noche», por último, tiene un carácter escatológico, pues evoca la recomendación hecha por Jesús en espera de su regreso (cf. Marcos 13, 35-37).

Al ritmar de este modo su oración, los cristianos respondieron al mandato del Señor de «rezar sin cesar» (cf. Lucas 18,1; 21,36; 1 Tesalonicenses 5, 17; Efesios 6, 18), sin olvidar que toda la vida tiene que convertirse en cierto sentido en oración. En este sentido, Orígenes escribe: «Reza sin pausa quien une la oración con las obras y las obras con la oración» («Sobre la oración», XII,2: PG 11,452C).

Este horizonte, en su conjunto, constituye el hábitat natural de la recitación de los Salmos. Si son sentidos y vividos de este modo, la «doxología trinitaria» que corona todo salmo se convierte, para cada creyente en Cristo, en un volver a bucear, siguiendo la ola del espíritu y en comunión con todo el pueblo de Dios, en el océano de vida y paz en el que ha sido sumergido con el Bautismo, es decir, en el misterio del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Espero seguir con los Salmos

o_cambote
 
Lección 1—Un canto de
sabiduría

¡Cantos!
Los cantos hacen mucho en la vida. Celebran acontecimientos felices, como cumpleaños y bodas. Inspiran a los atletas, a los soldados y a la gente común. Resumen el carácter y las aspiraciones de los pueblos. Relatan historias que mantienen vivos a los héroes y a los villanos. Ayudan a la gente a lamentarse, a danzar. Nos ayudan a adorar.
Los cantos apelan a nuestras emociones más que a nuestros pensamientos. Tal vez es por eso que tantas canciones alaban el romance. La música juvenil está obsesionada con la búsqueda y la pérdida del amor así como con la manera de mantenerlo. Baladas que resuenan con el amor perdido. «Viejas pero buenas» canciones que hacen recordar, a la gente de edad madura, las maravillas del amor juvenil. Cantos que brotan del corazón tanto como lo afectan.
Esto no quiere decir que sean necesariamente irracionales. Hay muchos cantos que cantan de la vida en una manera que abre los ojos del corazón y de la mente, y desafían al cantante. Por ejemplo, las palabras de la conmovedora balada de Peggy Lee: «Is That All There Is?» [¿Es eso todo lo que hay?], cuenta de una vida dedicada a perseguir y experimentar el placer. La pregunta que se repite en el estribillo expone el terrible vacío de este «éxito».
Tales cantos contienen sabiduría popular. Muestran la vida en frases e historias emocionalmente poderosas. Los israelitas del Antiguo Testamento entonaban cantos de sabiduría también, pero inspirados por Dios mismo, cantos de sabiduría divina.
Vamos a empezar nuestro estudio de Salmos con algunos cánticos de sabiduría, veremos cómo estos traen una sapiencia espiritual que conduce a Dios. Fue David quien observó: «Dice el necio en su corazón: No hay Dios» (Sal 14.1). Los salmos de sabiduría exclaman abiertamente: «No hay vida ni manera de vivir efectivamente sin Dios». Demos un vistazo.

Riqueza literaria

Sabiduría: En el Antiguo Testamento había una categoría de literatura que se conocía como «Sabiduría». La literatura sapiencial de Israel tenía que ver con la habilidad de los asuntos personales, familiares, sociales, de negocios y políticos.
Las naciones vecinas de Israel también tenían su literatura sapiencial, pero tenía que ver con la astucia y el éxito. La sabiduría de Israel estaba centrada en Dios.
La literatura sapiencial en el Antiguo Testamento incluía Job, Proverbios, Eclesiastés y Cantar de los cantares. Podrá ver que Salomón fue el escritor a quien Dios inspiró para que escribiera más acerca de la sabiduría, pero no fue el único. Su padre David escribió en los salmos respecto a ella. Uno de los cantos sapienciales, el Salmo 90, fue escrito por Moisés varios siglos antes de David y Salomón. Este es apenas un ejemplo del hecho de que esta colección hizo acopio de muchos escritores inspirados a través de muchos años.
Los salmos sapienciales tienen el propósito de darle una perspectiva de Dios y de su pueblo, para que pueda tener discernimiento y tomar las alternativas correctas. «Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura[…] En cambio el espiritual juzga todas las cosas» (1 Co 2.14, 15).




El libro de los Salmos es una colección de cinco grupos más pequeños de salmos (Salmos 1–41, 42–72, 73–89, 90–106, 107–150). Estos grupos surgieron para el uso en la adoración congregacional y privada, así como para la preservación de la poesía de los líderes de adoración en Israel. Los salmos más antiguos datan del tiempo del Moisés, y los últimos fueron escritos después de que los judíos regresaron del cautiverio en Babilonia. Algún tiempo después, el Señor impulsó a algún desconocido a compilar estos cinco grupos para la edificación de su pueblo.
Entre los salmos cuyos autores se indican, setenta y tres pertenecen a David. Gran variedad de autores escribieron salmos bajo la inspiración del Espíritu Santo. Vea los que están en cada uno de los siguientes grupos de salmos, y anote los nombres de los autores en los espacios provistos.

Salmos 42; 44–49; 84; 85; 87

Salmos 50; 73–83

Salmos 72; 127

Salmo 88

Salmo 89

Salmo 90

Los salmos sapienciales que está estudiando fueron escritos por David, los hijos de Coré, Asaf, Salomón, Moisés y varios autores anónimos.


Editor General: Hayford, Jack; Autor: Snider, Joseph, Cuando se canta de corazón: Descubra la adoración que regocija y restaura [Un estudio de Salmos], (Nashville, TN: Editorial Caribe) 1996.
 
Siga, o_cambote, siga
Cuéntenos la enorme bendición que trae el seguir el ritmo oratorio de la Liturgia de las Horas, que por cierto es obligatorio para todos los religiosos católicos. Para mí está siendo uno de los descubrimientos más fructíferos desde mi vuelta a la Iglesia Católica.
¡Qué diferente sería la vida de muchos cristianos si ajustaran sus vidas a ese programa de oración constante!
 
Originalmente enviado por Luis Fernando:
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Cuéntenos la enorme bendición que trae el seguir el ritmo oratorio de la Liturgia de las Horas, que por cierto es obligatorio para todos los religiosos católicos. Para mí está siendo uno de los descubrimientos más fructíferos desde mi vuelta a la Iglesia Católica.
¡Qué diferente sería la vida de muchos cristianos si ajustaran sus vidas a ese programa de oración constante!


¿El "ritmo de oración" obligatorio? :eek: :eek: :eek:


Y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres (Jesús)

La hora viene y ahora es cuando los verdaderos adoradores, adorarán al Padre en espíritu y en verdad (Jesús)


¡¡¡¡¡Bufffff!!!!! :rolleyes:

Maripaz
 
Dïselo a San Pablo que nos dijo que orásemos en todo tiempo y en todo lugar.

La Liturgia de las Horas AYUDA al religioso a llevar una vida de oración. Y para alguien que quiere servir al Señor es OBLIGATORIO el rezar mucho.

Maripaz, me temo que no te enteras.
 
Luis:


Está muy bien que oremos en todo tiempo y en todo lugar, pero ¿obligatorio? :eek:


Las obligaciones se convierten en costumbres.


Yo diría que es aconsejable, conveniente, adecuado..........................


Si un alma no ama a su Novio, no tendrá deseos de estar con Él a solas, de hablarle, de conocerle.........


Espero que quien lo entiendas seas tu <IMG SRC="idea.gif" border="0">

Maripaz
 
Originalmente enviado por Maripaz:
Luis:


Está muy bien que oremos en todo tiempo y en todo lugar, pero ¿obligatorio? :eek:


Las obligaciones se convierten en costumbres.


Yo diría que es aconsejable, conveniente, adecuado..........................


Si un alma no ama a su Novio, no tendrá deseos de estar con Él a solas, de hablarle, de conocerle.........


Espero que quien lo entiendas seas tu <IMG SRC="idea.gif" border="0">

Maripaz

Maripaz, muchas veces me encuentro "seco", en el "desierto", como Job. Y es cuando la oración, aunque no parezca fructífera es con mas Gracia. Porque no me hace "frufrú" el orar, sino que a pesar de esa aparente "ausencia" de Dios insisto en Fé y continúo adorándole y alabándole.

Espero que entiendas esto.
 
Maripaz, el orar y alabar a Dios no es una opción para cuando nos sentimos bien o con ganas de demostrar a Dios lo mucho que le queremos. Es siempre una obligación independientemente de que pasemos por etapas difíciles. Cuando el corazón está seco, la oración y la alabanza son fuente de agua viva.
Esta no es una obligación que nace de un legalismo farisaico sino de una necesidad de llenar el espíritu del religioso de la gracia de Dios. Es por eso que no sólo es obligatorio para ellos, sino yo diría que es muy recomendable para todos los católicos, aunque sean laicos.
 
Originalmente enviado por daniel brion:
Maripaz, muchas veces me encuentro "seco", en el "desierto", como Job. Y es cuando la oración, aunque no parezca fructífera es con mas Gracia. Porque no me hace "frufrú" el orar, sino que a pesar de esa aparente "ausencia" de Dios insisto en Fé y continúo adorándole y alabándole.

Espero que entiendas esto.


Claro que lo entiendo ;)


Maripaz
 
Originalmente enviado por Luis Fernando:
Maripaz, el orar y alabar a Dios no es una opción para cuando nos sentimos bien o con ganas de demostrar a Dios lo mucho que le queremos.

Maripaz contesta¿Y quien dijo lo contrario?, yo no .

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Es siempre una obligación independientemente de que pasemos por etapas difíciles. Cuando el corazón está seco, la oración y la alabanza son fuente de agua viva.
Esta no es una obligación que nace de un legalismo farisaico sino de una necesidad de llenar el espíritu del religioso de la gracia de Dios. Es por eso que no sólo es obligatorio para ellos, sino yo diría que es muy recomendable para todos los católicos, aunque sean laicos.


Maripaz contestaYo no lo veo como una obligación, ni como una costumbre. Sino un acto de amor y alabanza.


¿Tu solo hablas con tu esposa cuando estás alegre o de buen humor? ;)


Dad gracias en todo. Orad sin cesar. (Jesús)

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A mí tampoco me parece que algo así sea obligatorio.

Les dejo esta cita, que me gustó mucho:

"Debemos orar cuando tenemos el deseo de orar, porque sería pecado desperdiciar tan buena oportunidad. Debemos orar cuando no tenemos deseo de orar, porque sería peligroso quedarse en tan insalubre condición"
Charles H. Spurgeon