LOS LIBROS DEUTEROCANONICOS
En el siglo XIX, los reformadores protestantes quitaron una extensa sección del Antiguo Testamento que no era compatible con su teología.
Acusaron a estos escritos de no ser Escritura inspirada y los designaron con el título peyorativo de "Apócrifos".
Los católicos se refieren a ellos como libros "deuterocanónicos" (ya que fueron discutidos por unos pocos autores tempranos y su canonicidad fue establecida más tarde que el resto), mientras que los demás son conocidos como libros "protocanónicos" (ya que su canonicidad fue establecida pri- mero).
Luego del ataque protestante a la integridad de la Biblia, la Iglesia Católica infaliblemente reafirmó la inspiración divina de los libros deuterocanónicos en el Concilio de Trento en 1546. Al hacer esto, reafirmó lo que había sido creído desde la época de Cristo.
¿QUIEN COMPILO EL ANTIGUO TESTAMENTO?
La Iglesia no niega que existen escritos antiguos que son "apócrifos". Durante el comienzo de la era cristiana, hubo registros de manuscritos que pretendían ser Sagrada Escritura pero que no lo eran. Muchos han sobrevivido hasta hoy, como el Apocalipsis de Pedro y el Evangelio de Tomás, los cuales son considerados por todas las Iglesias cristianas como escritos espurios que no forman parte de la Escritura.
Durante el siglo primero, los judíos estaban en desacuerdo en cuanto a qué constituía el canon de la Escritura. De hecho, había un gran número de diferentes cánones en uso, incluyendo el canon creciente utilizado por los cristianos. Con el fin de combatir el culto cristiano que se extendía, los rabinos se reunieron en la ciudad de Jamnia o Javneh en el año 90 D.C. para determinar cuáles libros eran verdaderamente la Palabra de Dios. Determinaron que muchos libros, incluyendo los Evangelios, no calificaban como integrantes de la Escritura. Este canon también excluyó siete libros (Baruc, Sirac o Eclesiástico, 1 y 2 Macabeos, Tobías, Judith, y Sabiduría, más partes de Esther y Daniel), que los cristianos consideraban parte del Antiguo Testamento.
El grupo de judíos que se reunió en Javneh se convirtió en el grupo dominante de la historia judía posterior, y hoy muchos judíos aceptan el canon de Javneh.
Sin embargo, algunos judíos, como los de Etiopía, siguen un canon diferente que es idéntico al Antiguo Testamento Católico e incluye los siete libros deuterocanónicos (cf. Encyclopedia Judaica, vol. 6, p. 1147).
Como es lógico, la Iglesia no tomó en cuenta las conclusiones de Javneh. Primero, un concilio judío posterior a Cristo no tiene autoridad sobre los seguidores de Cristo. Segundo, Javneh rechazó precisamente aquellos documentos que son fundacionales para la Iglesia Cristiana - los Evangelios y los demás documentos del Nuevo Testamento. Tercero, al rechazar los deuterocanónicos, Javneh rechazó libros que habían sido usados por Jesús y los apóstoles y que estaban en la edición de la Biblia que los apóstoles usaban en la vida cotidiana - la Septuaginta.
LOS APOSTOLES Y LOS DEUTEROCANONICOS
La aceptación cristiana de los libros deuterocanónicos era lógica, ya que los deuterocanónicos estaban también incluidos en la Septuaginta, la edición griega del Antiguo Testamento que los apóstoles usaban para evange- lizar el mundo. Dos tercios de las citas del Antiguo Testamento en el Nuevo son de la Septuaginta. Sin embargo los apóstoles en ningún lugar les dijeron a sus conversos que evitaran siete libros de ella. Como los judíos en todo el mundo que usaban la Septuaginta, los primeros cristia- nos aceptaron los libros que encontraron en ella. Sabían que los apóstoles no los guiarían erróneamente ni pondrían sus almas en peligro , poniendo en sus manos falsas escrituras - especialmente sin advertirles contra ellas.
Pero los apóstoles no solamente pusieron los deuterocanónicos en las manos de sus conversos como parte de la Septuaginta. Regularmente se referían a los deuterocanónicos en sus escritos. Por ejemplo, Hebreos 11 nos anima a emular a los héroes del Antiguo Testamento y en el Antiguo Testamento "las mujeres recibieron a sus muertos por la resurrección. Algunos fueron torturados, rehusando aceptar ser liberados, para poder levantarse nuevamente a una vida mejor" (Heb 11, 35).
Hay un par de ejemplos de mujeres recibiendo a sus muertos mediante resurrección en el Antiguo Testamento Protestante. Usted puede encontrar a Elías resucitando al hijo de la viuda de Sarepta en 1 Reyes 17, y puede encontrar a su sucesor Eliseo resucitando al hijo de la mujer sunamita en 2 Reyes 4, pero lo que nunca puede encontrar - en ninguna parte del Antiguo Testamento Protestante, desde el principio asta el final, desde el Génesis hasta Malaquías - es alguien siendo torturado y rehusando aceptar ser liberado, en aras de una mejor resurrección. Si quiere encontrar eso, tiene que mirar en el Antiguo Testamento Católico - en los libros deuterocanónicos que Martín Lutero amputó de la Biblia.
La historia se encuentra en 2 Macabeos 7, donde leemos que durante la persecución de los Macabeos, "También fueron detenidos siete hermanos, junto con su madre. El rey, flagelándolos con azotes y tendones de buey, trató de obligarlos a comer carne de cerdo, prohibida por la Ley. ... Los otros hermanos y la madre se animaban mutuamente a morir con generosidad, diciendo: "El Señor Dios nos está viendo y tiene compasión de noso- tros..." Una vez que el primero murió ... llevaron al suplicio al segundo... también él sufrió la misma tortura que el primero. Y cuando estaba por dar el último suspiro, dijo: "Tú, malvado, nos privas de la vida pre- sente, pero el Rey del universo nos resucitará a una vida eterna". (2 Mac 7, 1.5-9)
Uno tras otro los hijos mueren, proclamando que serán vindicados en la resurrección. "Incomparablemente admirable y digna del más glorioso re- cuerdo fue aquella madre que, viendo morir a sus siete hijos en un solo día, soportó todo valerosamente, gracias a la esperanza que tenía puesta en el Señor. Exhortaba a cada uno de ellos, [diciendo] "Yo no sé cómo ustedes aparecieron en mis entrañas; no fui yo la que les dio el espíritu y la vida ni la que ordenó armoniosamente los miembros de su cuerpo. Pero sé que el Creador del universo, el que plasmó al hombre en su nacimiento y determinó el origen de todas las cosas, les devolverá misericordiosamente el espíritu y la vida, ya que ustedes se olvidan ahora de sí mismos por amor de sus leyes", diciendo al último: "No temas a este verdugo: muéstrate más bien digno de tus hermanos y acepta la muerte, para que yo vuelva a encontrarte con ellos en el tiempo de la misericordia" (2 Mac 7, 20-23.29).
Este es sólo un ejemplo de las referencias del Nuevo Testamento a los deuterocanónicos. Los primeros cristianos estaban por lo tanto totalmente justificados al reconocer estos libros como Escritura, ya que los apósto- les no sólo los habían puesto en sus manos como parte de la Biblia que usaban para evangelizar el mundo, sino que también se referían a ellos en el Nuevo Testamento mismo, citando las cosas que registraban como ejemplos a ser emulados.
HABLAN LOS PADRES
La temprana aceptación de los deuterocanónicos fue continuada a través de la historia de la Iglesia. El estudioso protestante de patrística J. N. D. Kelly escribe: "Debería observarse que el Antiguo Testamento entonces admitido como autorizado en la Iglesia era algo mayor y comprendía más que el [Antiguo Testamento Protestante]... Siempre incluía, aunque con varios grados de reconocimiento, los llamados libros apócrifos o deutero- canónicos. La razón para esto era que el Antiguo Testamento que pasó en primera instancia a las manos de los cristianos era... la traducción griega conocida como Septuaginta... la mayoría de las citas escriturales que se encuentran en el Nuevo Testamento se basan en ella más que en el Hebreo... En los primeros dos siglos... la Iglesia parece haber aceptado como inspirados todos, o la mayoría, de estos libros adicionales, y haberlos tratados como Escritura sin más cuestión. Citas de la Sabiduría, por ejemplo, aparecen en 1 Clemente y Barnabás... Policarpo cita a To- bías, y la Didache [cita] el Eclesiástico. Irineo se refiere a la Sabiduría, la Historia de Susana, Bel y el Dragón (es decir, las partes deuterocanónicas de Daniel), y Baruc. El uso de los apócrifos por Tertuliano, Hipólito, Cipriano y Clemente de Alejandría es demasiado frecuente como para necesitar referencias detalladas" (Early Christian Doctrines, 53- 54).
El reconocimiento de los deuterocanónicos como parte de la Biblia, por parte de Padres individuales, también fue dado por los Padres como un todo, cuando se reunieron en concilios de la Iglesia. Los resultados de los concilios son especialmente útiles porque no representan los puntos de vista de una sola persona, sino lo que era aceptado por los líderes de la Iglesia de vastas regiones.
El canon de la Escritura, Antiguo y Nuevo Testamento, fue finalmente definido en el Concilio de Roma en 382, bajo la autoridad del Papa Dámaso I. Fue pronto reafirmado en numerosas ocasiones. El mismo canon fue afirmado en el Concilio de Hipona en 393 y en el Concilio de Cartago en 397. En 405 el Papa Inocencio I reafirmó el canon en una carta al Obispo Exu- perio de Tolosa. Otro concilio en Cartago, éste en 419, reafirmó el canon de sus predecesores y pidió al Papa Bonifacio que "confirmara este canon, porque éstas son las cosas que hemos recibido de nuestros padres para ser leídas en la Iglesia". Todos estos cánones eran idénticos a la moderna Biblia Católica, y todos ellos incluían los deuterocanónicos.
Exactamente este mismo canon fue implícitamente afirmado en el séptimo concilio ecuménico, Nicea II (787), que aprobó los resultados del Concilio de Cartago de 419, y explícitamente reafirmado en los concilios ecuménicos de Florencia (1442), Trento (1546), Vaticano I (1870) y Vaticano II (1965).
EL ATAQUE DE LA REFORMA A LA BIBLIA
Los deuterocanónicos enseñan doctrina católica, y por esta razón fueron sacados del Antiguo Testamento por Martín Lutero y ubicados en un apéndice sin números de página. Lutero también sacó cuatro libros del Nuevo Testamento - Hebreos, Santiago, Judas y Apocalipsis - y los colocó en un apéndice, también sin números de páginas. Estos fueron más tarde devueltos al Nuevo Testamento por otros protestantes, pero los siete libros del Antiguo Testamento fueron dejados fuera. Siguiendo a Lutero los habían puesto en un apéndice al Antiguo Testamento, y finalmente el apéndice mismo fue suprimido (en 1827 por la Sociedad Bíblica Británica y Extranjera), por lo cual estos libros no se encuentran en absoluto en la mayoría de las Biblias protestantes contemporáneas, aunque figuraban en apéndices en traducciones protestantes clásicas como la Versión del Rey Jacobo.
La razón por la cual fueron sacados es que enseñan doctrinas católicas que los reformadores protestantes decidieron rechazar. Antes citamos un ejemplo donde el libro de Hebreos nos presenta un ejemplo del Antiguo Testamento de 2 Macabeos 7, un incidente que no se encuentra en ninguna parte en la Biblia Protestante, pero fácil de descubrir en la Biblia Católica. ¿Por qué querría Martín Lutero excluir este libro cuando está tan claramente mostrado como un ejemplo para nosotros en el Nuevo Testamento? Simple: unos pocos capítulos después aprueba la práctica de orar por los muertos para que puedan ser liberados de las consecuencias de sus pecados (2 Macabeos 12, 41-45); en otras palabras, la doctrina católica del pur- gatorio. Como Lutero decidió rechazar la enseñanza cristiana histórica del purgatorio (que data de antes del tiempo de Cristo, como muestra 2 Macabeos), tuvo que sacar ese libro de la Biblia y ponerlo en un apéndi- ce. (Obsérvese que también relegó Hebreos, el libro que cita 2 Macabeos, a un apéndice).
Para justificar este rechazo de libros que habían estado en la Biblia desde antes de los días de los apóstoles (ya que la Septuaginta fue es- crita antes de los apóstoles), los primeros protestantes citaron como su razón principal el hecho de que los judíos de su época no reconocían es- tos libros, retrotrayéndose al concilio de Javneh en 90 D.C. Pero los reformadores sólo conocían los judíos europeos; no estaban al tanto de los judíos africanos, como los judíos etíopes que aceptan los deuterocanónicos como parte de su Biblia. Pasaron por alto las referencias a los deu- terocanónicos en el Nuevo Testamento, así como su uso de la Septuaginta. Ignoraron el hecho de que circulaban múltiples cánones de las Escrituras Judías en el siglo primero, apelando a un concilio judío post-cristiano que no tiene autoridad sobre los cristianos, como evidencia de que "Los judíos no aceptan estos libros". En una palabra, recorrieron un enorme camino para racionalizar su rechazo de estos libros de la Biblia.
REESCRIBIENDO LA HISTORIA DE LA IGLESIA
¡En años posteriores comenzaron incluso a propagar el mito de que la Iglesia Católica "agregó" a la Biblia estos siete libros en el Concilio de Trento!
Los protestantes también tratan de distorsionar la evidencia patrística en favor de los deuterocanónicos. Algunos afirman lisa y llanamente que los primeros Padres de la Iglesia no los aceptaban, mientras que otros alegan más moderadamente que algunos Padres importantes, como Jerónimo, no los aceptaban.
Es cierto que Jerónimo, y otros pocos escritores aislados, no aceptaban como Escritura a la mayor parte de los deuterocanónicos. Sin embargo, Je- rónimo fue persuadido, contra su inclinación original, a incluir los deuterocanónicos en su edición "Vulgata" de la Escritura - lo que testifica el hecho de que los libros eran habitualmente aceptados y se esperaba que fueran incluidos en cualquier edición de las Escrituras.
Más aún, puede ser documentado que en sus últimos años Jerónimo sí aceptó ciertas partes deuterocanónicas de la Biblia. En su respuesta a Rufino, defendió firmemente las porciones deuterocanónicas de Daniel, aunque no lo hicieran los judíos de su época.
Escribió: "¿Qué pecado he cometido si he seguido el juicio de las Iglesias? Pero el que me acusa de relatar las objeciones que los hebreos han levantado contra la historia de Susana, el cántico de los tres jóvenes, y la historia del Bel y el Dragón, que no se encuentran en el volumen hebreo, sólo demuestra ser un tonto sicópata. Ya que yo no estaba relatando mis opiniones personales, sino los comentarios que ellos (los judíos) suelen hacer contra nosotros" (Contra Rufino 11:33 [402 D.C.]). Así, Jerónimo reconocía el principio por medio del cual se definía el canon - el juicio de la Iglesia, no el de los judíos posteriores.
Otros escritores que los protestantes citan como objetando los deuterocanónicos, como Atanasio y Orígenes, también aceptaban todo o parte de ellos como canónicos. Por ejemplo, Atanasio aceptaba el libro de Baruc como parte de su Antiguo Testamento (Carta Festiva 39), y Orígenes aceptaba todos los deuterocanónicos, y simplemente recomendaba no usarlos en las disputas con los judíos.
Sin embargo, a pesar de los errores y vacilaciones de unos pocos escritores individuales como Jerónimo, la Iglesia permaneció firme en su afirmación histórica de los deuterocanónicos como Escritura transmitida desde los Apóstoles. El estudioso protestante de patrística J. N. D. Kelly remarca que a pesar de la duda de Jerónimo, "para la gran mayoría, sin em- bargo, los escritos deuterocanónicos eran reputados Escritura en el sentido más pleno. Agustín, por ejemplo, cuya influencia en Occidente fue decisiva, no hacía distinción entre ellos y el resto del Antiguo Testa- mento... La misma actitud inclusiva de los Apócrifos fue exhibida con autoridad en los sínodos de Hipona y Cartago en 393 y 397 respectivamente, y también en la famosa carta que el Papa Inocencio I envió a Exuperio, obispo de Tolosa, en 405" (Early Christian Doctrines, 55-56).
Es por lo tanto un completo mito que, como suelen acusar los protestantes, la Iglesia Católica haya "agregado" los deuterocanónicos a la Biblia en el Concilio de Trento. Estos libros habían estado en la Biblia desde antes de que el canon fuera inicialmente establecido en la década de 380. Todo lo que el Concilio de Trento hizo fue reafirmar, ante el nuevo ataque protestante a la Escritura, lo que había sido la Biblia histórica de la Iglesia - ¡cuya edición típica era la propia Vulgata de Jerónimo, que incluía los siete deuterocanónicos!
LOS DEUTEROCANONICOS DEL NUEVO TESTAMENTO
Es irónico que los protestantes rechacen la inclusión de los deuterocanónicos en concilios como Hipona (393) y Cartago (397), ya que son los mismos concilios de la Iglesia temprana a que los protestantes apelan para el canon del Nuevo Testamento. Antes de los concilios de fines del siglo cuarto, había un amplio espectro de desacuerdo acerca de exactamente qué libros pertenecían al Nuevo Testamento. Desde hacía mucho tiempo existía acuerdo sobre algunos libros, como los Evangelios, Hechos, y la mayoría de las cartas de Pablo. Sin embargo, cierto número de libros del Nuevo Testamento, sobre todo Hebreos, Santiago, 2 Pedro, 2 y 3 Juan, y Apocalipsis, permanecieron ardientemente discutidos hasta que se estableció el canon. Son, en efecto, "deuterocanónicos del Nuevo Testamento".
Mientras los protestantes están dispuestos a aceptar el testimonio de Hipona y Cartago (los concilios que más comúnmente citan) acerca de la canonicidad de los deuterocanónicos del Nuevo Testamento, no están dispues- tos a aceptar el testimonio de Hipona y Cartago acerca de la canonicidad de los deuterocanónicos del Antiguo Testamento. ¡Sí que es irónico!
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Ev. San Mateo cap. 28,18-20
Acercándose, Jesús les dijo: "Yo he recibido todo poder en el cielo y en la tierra.
Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos
en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo,
y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y yo estaré
siempre con ustedes hasta el fin del mundo".
Juan Manuel