¿Qué es el historicismo? En materia de interpretación profética, significa creer que Dios dio a su iglesia una orientación profética no sólo para el comienzo de la dispensación cristiana, ni tampoco únicamente para el fin del mundo. Entre ambos polos hay toda una espina dorsal que, de comprenderse bien, permite ver el cumplimiento histórico de Daniel y Apocalipsis a lo largo de toda la dispensación cristiana. Al poder unir los dos extremos del pasado y del futuro en el presente histórico, los historicistas pueden continuar discerniendo en qué momento del reloj profético se encuentran. Jesús dijo, en efecto: “Estoy con Uds. todos los días, hasta el fin del mundo” (Mat 28:20). Y esto incluye su orientación profética, como en lo pasado (Mat 24-25; 2 Tes 2; Apocalipsis).
Los únicos herederos del historicismo que quedan a partir del S. XX son los Adventistas del 7mo. Día. Aunque confrontados de tanto en tanto con intentos de penetración preterista y futurista, siguen aferrados al único método serio y viable que la Biblia da para comprender sus profecías. Dejar de serlo sería suicida, ya que los llevaría a negar ser el remanente anunciado en Apoc 12:17, con la misión divina de proclamar los últimos tres mensajes angélicos que debían darse al mundo (Apoc 14:6-12). Estamos condenados a mantener el historicismo como principio de interpretación profética, o de lo contrario, perder nuestra identidad para ser asimilados por la Babilonia moderna, como está ocurriendo con las demás iglesias protestantes y evangélicas.
En efecto, los protestantes salieron de Roma gracias a que captaron que la mujer ramera de Apoc 17 era la Iglesia Católica Romana. En un intento de esquivar el golpe, dos intérpretes católicos introdujeron la interpretación preterista (J. Henten, 1547; Luis de Alcázar, jesuita, 1614) y la futurista (Francisco Rivera, jesuita, 1590). ¿Habría de extrañarnos que, al ir abandonando el historicismo en el S. XX, tanto protestantes como evangélicos hayan estado siendo asimilados, poco a poco, a la gran Babilonia? Esa será la suerte de todo aquel que, entre nosotros, caiga también en la tentación de seguir a los que han perdido el rumbo en materia profética.
Los únicos herederos del historicismo que quedan a partir del S. XX son los Adventistas del 7mo. Día. Aunque confrontados de tanto en tanto con intentos de penetración preterista y futurista, siguen aferrados al único método serio y viable que la Biblia da para comprender sus profecías. Dejar de serlo sería suicida, ya que los llevaría a negar ser el remanente anunciado en Apoc 12:17, con la misión divina de proclamar los últimos tres mensajes angélicos que debían darse al mundo (Apoc 14:6-12). Estamos condenados a mantener el historicismo como principio de interpretación profética, o de lo contrario, perder nuestra identidad para ser asimilados por la Babilonia moderna, como está ocurriendo con las demás iglesias protestantes y evangélicas.
En efecto, los protestantes salieron de Roma gracias a que captaron que la mujer ramera de Apoc 17 era la Iglesia Católica Romana. En un intento de esquivar el golpe, dos intérpretes católicos introdujeron la interpretación preterista (J. Henten, 1547; Luis de Alcázar, jesuita, 1614) y la futurista (Francisco Rivera, jesuita, 1590). ¿Habría de extrañarnos que, al ir abandonando el historicismo en el S. XX, tanto protestantes como evangélicos hayan estado siendo asimilados, poco a poco, a la gran Babilonia? Esa será la suerte de todo aquel que, entre nosotros, caiga también en la tentación de seguir a los que han perdido el rumbo en materia profética.