Jesús es un Dios Solar que nace en el solsticio invernal y a él le está dedicado el día del sol de la semana, el domingo. No es, pues, de extrañar que en torno a él se agrupen los doce signos, uno por cada uno de los meses del año y que correspondan a cada uno de los signos del zodíaco. Tampoco es sorprendente que los nombres de los discípulos no coincidan de evangelio a evangelio.
Aunque Mateo y Lucas se basaran en el armazón narrativo del evangelio de Marcos, es curioso que sus listas de discípulos (o apóstoles) no cuadren con la de Marcos. El Tadeo de Marcos se corresponde con el primitivo Lebeo de Mateo. Los esfuerzos encaminados a limar esta diferencia condujo a manipular los manuscritos convirtiendo a Lebeo en Tadeo en todos los evangelios. En Lucas Lebeo y Tadeo simplemente no existen, apareciendo en este evangelio un misterioso Judas hermano de Santiago. ¡Y claro Lebeo, Tadeo, Judas el hermano de Santiago, y Santiago, los cuatro, ni aparecen en el evangelio de Juan! Este último evangelio, por cierto, crea un nuevo discípulo de Jesús llamado Natanael, alguien que no aparece ni por asomo en los restantes evangelios. (De hecho, incluso los evangelios apócrifos desconocen a Natanael ).
El evangelio de Juan no menciona a Bartolomé ni a Mateo, ni a Santiago el hijo de Alfeo, ni a Simon el Cananeo. No da cuenta de ningún Simon Zelote, ni de Levi el hijo de Alfeo, ni Levi de Levi algunoi, ni de Mateo el publicano Es un pedazo que sobresalta para descubrir que los evangelios que tienen un Levi y un Mateo parecen tener un demasiados discípulos, esto es debido al hecho que el evangelio de Marcos, el más antiguo y uno en el que se basó Lucas, combina tres historias diferentes: dos de ellas definen a los discípulos y otra trata de identificar a los apóstoles..
Nosotros podemos revocar que se suponía que los discípulos habían sido Jesús los estudiantes de ', los hombres (o mujeres también, en el Evangelio de Tomas y en algunos otros evangelios) quién vivió con Jesús y sabio los secretos del amo. Los apóstoles, por otro lado, eran los individuos–según se alega fijó por el Jesús viviendo o resucitó–quién tenía que asumir el papel de misioneros para el nuevo culto.
La confusión entre discípulos y apóstoles, patente en los evangelios, nos informa sobre las necesidades políticas que inspiraron, en parte, la modificación de los mismos. Aunque el Nuevo Testamento no nos informa sobre la historia que pretende contar, un mito historizado, indirectamente nos puede servir de guía para conocer las circunstancias bajo las que fue escrito y sobre las necesidades de índole político-apostólica que inspiraron a los hombres que los escribieron. Los doce apóstoles, que nunca existieron, hubieron de ser inventados como vía de legitimación institucional de la incipiente Iglesia Cristiana. Habían de ser los portavoces del imaginario mensaje de Jesús, un ser mitológico convertido en ser histórico.
Era necesario edificar una Iglesia dogmática y autoritaria que admitiese un solo núcleo fundacional, el de los testigos directos. Quienes vieron a Jesús resucitado solo en visiones (curiosamente, Pablo fue uno de ellos) no sirvieron a estos propósitos, su Jesús alegórico era susceptible de dispersión y descentralización en comunidades e Iglesias múltiples. Necesitaban el testimonio de quienes lo habían escuchado y habían cenado con él, de quienes habían tocado sus llagas... era necesario justificar el principio de autoridad de una nueva Iglesia
Aunque Mateo y Lucas se basaran en el armazón narrativo del evangelio de Marcos, es curioso que sus listas de discípulos (o apóstoles) no cuadren con la de Marcos. El Tadeo de Marcos se corresponde con el primitivo Lebeo de Mateo. Los esfuerzos encaminados a limar esta diferencia condujo a manipular los manuscritos convirtiendo a Lebeo en Tadeo en todos los evangelios. En Lucas Lebeo y Tadeo simplemente no existen, apareciendo en este evangelio un misterioso Judas hermano de Santiago. ¡Y claro Lebeo, Tadeo, Judas el hermano de Santiago, y Santiago, los cuatro, ni aparecen en el evangelio de Juan! Este último evangelio, por cierto, crea un nuevo discípulo de Jesús llamado Natanael, alguien que no aparece ni por asomo en los restantes evangelios. (De hecho, incluso los evangelios apócrifos desconocen a Natanael ).
El evangelio de Juan no menciona a Bartolomé ni a Mateo, ni a Santiago el hijo de Alfeo, ni a Simon el Cananeo. No da cuenta de ningún Simon Zelote, ni de Levi el hijo de Alfeo, ni Levi de Levi algunoi, ni de Mateo el publicano Es un pedazo que sobresalta para descubrir que los evangelios que tienen un Levi y un Mateo parecen tener un demasiados discípulos, esto es debido al hecho que el evangelio de Marcos, el más antiguo y uno en el que se basó Lucas, combina tres historias diferentes: dos de ellas definen a los discípulos y otra trata de identificar a los apóstoles..
Nosotros podemos revocar que se suponía que los discípulos habían sido Jesús los estudiantes de ', los hombres (o mujeres también, en el Evangelio de Tomas y en algunos otros evangelios) quién vivió con Jesús y sabio los secretos del amo. Los apóstoles, por otro lado, eran los individuos–según se alega fijó por el Jesús viviendo o resucitó–quién tenía que asumir el papel de misioneros para el nuevo culto.
La confusión entre discípulos y apóstoles, patente en los evangelios, nos informa sobre las necesidades políticas que inspiraron, en parte, la modificación de los mismos. Aunque el Nuevo Testamento no nos informa sobre la historia que pretende contar, un mito historizado, indirectamente nos puede servir de guía para conocer las circunstancias bajo las que fue escrito y sobre las necesidades de índole político-apostólica que inspiraron a los hombres que los escribieron. Los doce apóstoles, que nunca existieron, hubieron de ser inventados como vía de legitimación institucional de la incipiente Iglesia Cristiana. Habían de ser los portavoces del imaginario mensaje de Jesús, un ser mitológico convertido en ser histórico.
Era necesario edificar una Iglesia dogmática y autoritaria que admitiese un solo núcleo fundacional, el de los testigos directos. Quienes vieron a Jesús resucitado solo en visiones (curiosamente, Pablo fue uno de ellos) no sirvieron a estos propósitos, su Jesús alegórico era susceptible de dispersión y descentralización en comunidades e Iglesias múltiples. Necesitaban el testimonio de quienes lo habían escuchado y habían cenado con él, de quienes habían tocado sus llagas... era necesario justificar el principio de autoridad de una nueva Iglesia