Los creacionistas están negando evidencia científica para sustentar un mito de la Eda

Re: Los creacionistas están negando evidencia científica para sustentar un mito de la

nada de no sabías...no soy simio ni nunca lo he sido...tú tampoco aunque creas serlo o aunque quieras serlo...:Carcajada

Claro que lo eres, yo también.
Comemos bananas.

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Claro que lo eres, yo también.
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Me estas subestimando...además, no me gustan las bananas...
 
Re: Los creacionistas están negando evidencia científica para sustentar un mito de la

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Sabia que estaba relacionado muy cercanamente con un chimpancé ?

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Re: Los creacionistas están negando evidencia científica para sustentar un mito de la

Sabia que estaba relacionado muy cercanamente con un chimpancé ?

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Si no me equivoca, hay ciertas moscas que comparten más adn con nosotros que los simios...sabías eso?
 
Re: Los creacionistas están negando evidencia científica para sustentar un mito de la

¿Indica el ADN Humano y Chimpancé una Relación Evolutiva?
por Bert Thompson, Ph.D.

INTRODUCCIÓN
La colisión ocurrió sin advertencia. Antes del impacto, los pensamientos se enfocaban en los planes para la cena. Sin embargo, las imágenes del pollo frito y del puré de papas ahora han sido reemplazadas por una sirena aguda y luces estroboscopias que se reflejan en las señales de la calle y las ventanas de las tiendas. Aproximándose al herido a seis minutos de distancia, los médicos de emergencia calculan la situación. Existen daños internos extensos, y varios órganos comienzan a desconectarse. La prognosis no es nada prometedora—a menos que se pueda transplantar un riñón y un hígado saludable en menos de 12 horas. Una llamada es hecha al Registro Nacional de Donantes de Órganos, y la gravedad de la situación es transmitida a varios funcionarios de donantes. Dentro de algunas horas, una ambulancia aérea calificada entrega los órganos en una nevera roja Igloo™. Mientras que el anestesiólogo comienza las preparaciones necesarias para la cirugía, el paciente se da cuenta que el cirujano está inspeccionando los órganos donados. Mientras se va quedando dormido, las últimas palabras que el paciente oye son las del cirujano que dice: “Pues, supongo que los órganos de un chimpancé funcionarán; después de todo, compartimos el 98% del mismo material genético”.

Aunque muchos evolucionistas proclaman que el ADN humano es el 98% idéntico al ADN del chimpancé, pocos aceptarían recibir un transplante utilizando los órganos del chimpancé. De hecho, algunos doctores americanos trataron de usar órganos de chimpancé durante la década de 1960, pero en cada caso los órganos fueron totalmente inadecuados. La afirmación de que existe 98% de semejanza entre los chimpancés y los humanos no es solamente falsa y engañosa, sino también científicamente incorrecta.

En 1962, Francis Harry Compton Crick y James Dewey Watson recibieron el Premio Nobel en fisiología o medicina por su descubrimiento concerniente a la estructura molecular del ADN. Sólo nueve años antes, en 1953, estos dos científicos habían propuesto la estructura helicoidal doble del ADN—el material genético responsable por la vida. Demostrando el arreglo molecular de cuatro ácidos nucleótidos bases (adenina, guanina, citosina, y timidina—usualmente designados como A,G,C, y T) y cómo se combinan, Watson y Crick abrieron las puertas para determinar la composición genética de los humanos y animales. El campo de la biología molecular llegó a ser reforzado con científicos que querían comparar las proteínas y los ácidos nucleicos de una especie con los de otra. Solamente trece años después que Watson y Crick recibieran su famoso Premio Nobel, fue hecha la declaración “que el polipéptido humano promedio es idéntico por más del 99 por ciento a su homólogo chimpancé” (King y Wilson, 1975, pp. 114-115). Sin embargo, esta similitud genética en las proteínas y los ácidos nucleicos dejaban una gran paradoja—si nuestro material genético es tan similar, ¿por qué no nos parecemos o comportamos como los chimpancés? King y Wilson reconocieron la legitimidad de este dilema cuando remarcaron: “La similitud molecular entre los chimpancés y los humanos es extraordinaria porque en anatomía y vida ellos difieren mucho más que otras especies relacionadas” (p. 113). Sin embargo, los resultados fueron exactamente lo que los evolucionistas estaban buscando, y así, la afirmación ha resonado en los corredores de la ciencia por décadas como la evidencia de que los humanos evolucionaron de un antepasado como-simio.

Un año después de la ceremonia del Nobel de Watson y Crick, el químico Emile Zuckerkandl observó que la secuencia de proteína de la hemoglobina en humanos y en el gorila era diferente sólo en 1 por cada 287 aminoácidos. Zuckerkandl anotó: “Desde el punto de vista de la estructura de la hemoglobina, parece que el simio solo es un humano anormal, o el hombre es un simio anormal, y las dos especies realmente forman una populación continua” (1963, p. 247). La evidencia molecular y genética solamente fortaleció la fundación evolutiva para aquellos que testificaban de nuestro presunto antepasado primitivo. El profesor de fisiología, Jared Diamond, incluso tituló a uno de sus libros The Third Chimpanzee (El Tercer Chimpancé), y allí consideró a la especie humana solamente como otro mamífero grande. De toda perspectiva, pareciera que los evolucionistas habían ganado la batalla—los humanos eran más del 98% idénticos a los chimpancés. Sin embargo, después de pasar su vida buscando la evidencia de la evolución en las estructuras moleculares, el bioquímico, Christian Schwabe estuvo forzado a admitir:

La evolución molecular es casi aceptada como el método superior de la paleontología por el descubrimiento de las relaciones evolutivas. Como un evolucionista molecular, yo debo estar entusiasmado. En cambio parece desconcertante que existen muchas excepciones de la progresión ordenada de especies como determinada por las homologías moleculares; de hecho, tantas son que pienso que la excepción, las peculiaridades, llevan el mensaje más importante (1986, p. 280, énfasis añadido).

En el 2003, el estudio completo del genoma humano es programado para ser publicado. Antes que este proyecto enorme fuese creado, los científicos calculaban que los humanos poseían 90,000 a 100,000 genes (un gen es una sección del ADN que es una unidad básica de la herencia, mientras que el genoma constituye la composición genética total de un organismo). Con la información preliminar del proyecto genómico ahora disponible, los científicos creen que la cifra actual de los genes es acerca de 70,000 (Shouse, 2002, 295:1447). Parece que aproximadamente sólo el 1.5% del genoma humano consiste de genes, los cuales codifican para las proteínas. Estos genes están agrupados en regiones pequeñas que contienen cantidades considerables de ADN “no-codificador” (frecuentemente llamado ADN “basura”) entre los grupos. La función de estas regiones no-codificadoras está justo ahora siendo determinada. Estos descubrimientos indican que incluso si todos los genes humanos fueran diferentes a los de un chimpancé, el ADN todavía podría ser 98.5 por ciento similar si el ADN “basura” de los humanos y chimpancés fuera idéntico.

Jonathan Marks, (antropólogo de la Universidad de North Carolina en Charlotte) ha llamado la atención al problema que a menudo es pasado por alto en esta línea de pensamiento de “semejanza”.

Ya que el ADN es una serie lineal de estas cuatro bases—A,G,C, y T—solamente existen cuatro posibilidades en cualquier punto específico en una secuencia de ADN. Las leyes de la casualidad nos dicen que dos secuencias al azar de especies que no tengan una ascendencia común coincidirán en uno de cada cuatro puntos. Entonces incluso dos secuencias de ADN no relacionadas serán 25 por ciento idénticas, no 0 por ciento idénticas (2000, p. B-7).

Por consiguiente un humano y cualquier forma de vida terrestre basada en ADN deben ser por lo menos 25% idénticos. Entonces, ¿sería correcto afirmar que los narcisos son “un-cuarto humanos”? La idea de que una flor sea un-cuarto humana no es profunda ni informativa; ¡es extravagantemente ridícula! No existe casi nada de comparación biológica que pudiera ser conducida para hacer a los narcisos humanos—excepto quizás el ADN. Marks continuó admitiendo:

Además, la comparación genética es engañosa porque ignora las diferencias cualitativas entre genomas... Por eso, incluso entre familiares tan cercanos como los humanos y los chimpancés, descubrimos que se calcula que el genoma del chimpancé es aproximadamente 10 por ciento más grande que el humano; que un cromosoma humano contiene una fusión de dos cromosomas pequeños del chimpancé; y que los extremos de cada cromosoma chimpancé contienen una secuencia de ADN que no está presente en los humanos (B-7, énfasis añadido).

Lo cierto es que, si consideramos la cantidad absoluta del material genético cuando comparamos a los primates con los humanos, la diferencia de 1-2% en el ADN representa aproximadamente 80 millones de nucleótidos diferentes (comparados a los 3-4 billones de nucleótidos que forman el genoma humano entero). Para hacer a este número más comprensible, considere el hecho de que si los evolucionistas tuvieran que pagarle un centavo por cada nucleótido en ese 1-2% de diferencia entre el humano y el chimpancé, usted saldría con $800,000 en sus manos. Considerando estas proporciones, el 1-2% no parece tan pequeño, ¿verdad?

CÁLCULO DE CROMOSOMAS
Tendría sentido que, si los humanos y los chimpancés fueran genéticamente idénticos, entonces también la manera en que almacenan ADN fuera similar. Pero no es. El ADN, el cianotipo fundamental de la vida, está compactado apretadamente dentro de los cromosomas. Todas las células que poseen un núcleo contienen un número específico de cromosomas. El sentido común pareciera requerir que los organismos que comparten un antepasado común posean el mismo número de cromosomas. Sin embargo, los números de cromosomas en los organismos vivientes varían desde 308 en la mora negra (Morus nigra) hasta seis en animales como el mosquito (Culex pipiens) o el gusano nematodo (Caenorhabditis elegans) [vid. Sinnot, et. al. 1958]. Adicionalmente, parece que la complejidad no afecta el número de cromosomas. El radiolario (un protozoo simple) tiene más de 800, aunque los humanos poseen 46. Los chimpancés, por otro lado, tienen 48 cromosomas. Una comparación estricta de los números de cromosomas indicaría que estamos más íntimamente relacionados al muntjac chino (un ciervo pequeño encontrado en las regiones montañosas de Taiwán), que también tiene 46 cromosomas.

El obstáculo de la diferencia de números de cromosomas puede parecer trivial, pero debemos recordar que los cromosomas contienen genes, los cuales están compuestos de los espirales de ADN. Si el cianotipo de ADN encerrado dentro de los cromosomas codifica solamente 46 cromosomas, entonces, ¿cómo puede la evolución explicar la pérdida de dos cromosomas enteros? La tarea del cromosoma es reproducirse continuamente. Si inferimos que este cambio en el número de cromosomas ocurrió a través de la evolución, entonces estamos aseverando que el ADN encerrado en el número original de cromosomas no hizo su tarea correctamente o eficientemente. Considerando que cada cromosoma lleva un número de genes, el perder cromosomas no tiene sentido fisiológicamente, y probablemente resultaría mortal para la nueva especie. Ningún biólogo respetable sugeriría que por sacar uno o más cromosomas, una nueva especie probablemente sería producida. El remover incluso un cromosoma removería potencialmente los códigos de ADN para millones de factores vitales del cuerpo. Eldon Gardner lo resumió como sigue: “Sin embargo, el número de cromosomas es probablemente más constante que ninguna otra característica morfológica que está disponible para la identificación de especies” (1968, p. 211). En otras palabras, los humanos siempre han tenido 46 cromosomas, mientras que los chimpancés siempre han tenido 48.

LAS DIFERENCIAS GENÓMICAS REALES
Una de las ruinas de los estudios moleculares genéticos previos ha sido el límite en el cual los chimpancés y los humanos pudieran ser comparados exactamente. Los científicos a menudo usarían solamente 30 o 40 proteínas conocidas o secuencias de ácido nucleico, y de esas luego extrapolarían sus resultados para el genoma entero. Sin embargo, hoy en día nosotros tenemos la mayoría de las secuencias del genoma humano, de las cuales prácticamente todas han sido hechas públicas. Esto permite a los científicos comparar cada par de base nucleótido entre los humanos y los primates—algo que no era posible antes del proyecto del genoma humano. En enero del 2002, fue publicado un estudio en el cual los científicos habían construido y analizado el mapa comparativo genómico de una primera generación chimpancé humana. Este estudio comparó las alineaciones de 77,461 secuencias finales de los cromosomas bacteriales artificiales (CBA) del chimpancé con las secuencias genómicas humanas. Fujiyama y colegas “detectaron posiciones candidatas, que incluían dos grupos en el cromosoma humano 21, que sugieren regiones grandes y no al azar de diferencias entre los dos genomas” (2002, 295:131). En otras palabras, la comparación reveló algunas diferencias “grandes” entre los genomas del chimpancé y del humano.

Asombrosamente, los autores descubrieron que solamente el 48.6% del genoma humano entero coincidía con las secuencias nucleótidas del chimpancé. [Solamente el 4.8% del cromosoma humano “Y” pudiera corresponder a las secuencias del chimpancé.] Este estudio comparó las alineaciones de 77,461 secuencias del chimpancé con las secuencias genómicas humanas obtenidas de una base pública de datos. De éstas, 36,940 secuencias finales fueron incapaces de ser trazadas en el genoma humano (Fujiama, 2002, 295:131). Se especuló que casi 15,000 de aquellas secuencias que no coincidían a las secuencias humanas, “correspondían a las regiones humanas sin secuencia o eran de las regiones del chimpancé que han divergido substancialmente de los humanos o que no correspondían por otras razones desconocidas” (295:132). Aunque los autores denotaron que la calidad y utilidad del mapa debe “mejorar cada vez más mientras que la terminación de la secuencia del genoma humano avanza” (295:134), los datos ya sostienen lo que los creacionistas han dicho por muchos años—la cifra del 98-99% que representa similitud de ADN es extremadamente engañosa.

En un estudio diferente, Barbulescu y colegas también descubrieron otra diferencia significante en los genomas de los primates y humanos. En su artículo “A HERV-K Provirus in Chimpanzees, Bonobos, and Gorillas, but not Humans” (“Un Provirus HERV-K en Chimpancés, Bonobos, y Gorilas, pero no en Humanos”), los autores también escribieron: “Estas observaciones proveen evidencia muy fuerte que, por alguna fracción del genoma, los chimpancés, bonobos, y gorilas están más cercanamente relacionados el uno al otro que lo que están relacionados a los humanos” (2001, 11:779, énfasis añadido). La información de estos resultados está directamente en contra de lo que los evolucionistas han afirmado por décadas—que los chimpancés son genéticamente más cercanos a los humanos que a los gorilas. Otro estudio que utilizó lo que los científicos llaman un “análisis de diferencia figurativa” (ADF) inter-especie entre humanos y gorilas reveló secuencias de ADN específicas de gorilas (Toder, et. al., 2001)—o, en otras palabras, los gorilas poseen secuencias de ADN que no se encuentra en los humanos. Los autores del estudio sugirieron que las secuencias encontradas en los gorilas pero no en los humanos “pueden representar una secuencia antigua que se perdió en otras especies, tales como el hombre y el orangután, o, más probablemente, representen secuencias recientes que evolucionaron o se originaron específicamente en el genoma del gorila” (9:431).

Las diferencias entre los chimpancés y los humanos no están limitadas a las variaciones genómicas. En 1998, una diferencia estructural entre la superficie de la célula humana y la del simio fue detectada. Después de estudiar tejidos y muestras de sangre de simios grandes, y de 60 humanos de varios grupos étnicos, Muchmore y colegas descubrieron que a las células humanas le faltan una forma particular del ácido siálico (un tipo de azúcar) que se encuentra en todos los otros mamíferos (1998, 107[2]:187). Esta molécula del ácido siálico se encuentra en la superficie de cada célula en el cuerpo, y se piensa que realiza múltiples tareas celulares. Esta diferencia que parece minúscula puede tener efectos de gran alcance, y puede explicar por qué los cirujanos no podían transplantar órganos de chimpancé a los humanos durante la década de 1960. Con esto en mente, nadie debería declarar sin meditar, “los chimpancés son casi idénticos a nosotros”, simplemente a causa de una coincidencia genética.

CONCLUSIÓN
La homología (o similitud) no prueba la ascendencia común. El genoma completo del pequeño nematodo (Caenorhabditis elegans) también ha sido puesto en secuencia como un estudio tangencial al proyecto del genoma humano. De los 5,000 genes humanos más conocidos, el 75% ha combinado en el gusano (vid. “A Tiny Worm Challenges Evolution”). ¿Significa esto que somos 75% idénticos al gusano nematodo? El hecho de que las criaturas vivientes compartan algunos genes con los humanos no significa que exista una ascendencia lineal. El biólogo John Randall admitió esto cuando escribió:

Los libros antiguos de texto de la evolución enfatizan la idea de la homología, señalando las semejanzas obvias entre los esqueletos de miembros de animales diferentes. Por ende el diseño del miembro “pentadáctilo” [cinco huesos—BH/BT] es encontrado en el brazo del hombre, el ala del ave, y la aleta de la ballena—y esto es considerado para indicar su origen común. Si estas varias estructuras fueran transmitidas por el mismo par de genes variados de vez en cuando por las mutaciones y cambiados por la selección ambiental, la teoría tendría un buen sentido. Desafortunadamente, este no es el caso. Ahora se sabe que los órganos homólogos son producidos por complejos de genes totalmente diferentes en especies diferentes. El concepto de la homología en términos de genes similares que han sido pasados de una ascendencia común ha fracasado... (traducido de una cita en Fix, 1984, p. 189).

No obstante, los libros de texto y los maestros todavía proclaman que los humanos y los chimpancés son 98% idénticos genéticamente. La evidencia demuestra claramente las vastas diferencias moleculares—diferencias que pueden ser atribuidas al hecho de que los humanos, a diferencia de los animales, fueron creados a la imagen y semejanza de Dios (Génesis 1:26,27; vid. Lyons y Thompson, 2002a, 2002b). Elaine Morgan comentó acerca de esta diferencia.

Considerando la relación íntima genética que ha sido establecida por la comparación de las propiedades bioquímicas de las proteínas de la sangre, la estructura de la proteína, y el ADN y las respuestas inmunológicas, las diferencias entre un hombre y un chimpancé son más asombrosas que las semejanzas. Estas incluyen diferencias estructurales en el esqueleto, los músculos, la piel, y el cerebro; diferencias en la postura asociada con un método singular de la locomoción; diferencias en la organización social; y finalmente la adquisición del habla y de la manipulación, junto con el crecimiento dramático de la capacidad intelectual que ha guiado a los científicos a nombrar a su propia especie Homo sapiens sapiens—hombre sabio sabio. Durante el periodo que estos remarcables cambios evolutivos estaban tomando lugar, otras especies como-simios íntimamente relacionados cambiaban muy lentamente, y con resultados mucho menos remarcables. Es difícil resistir la conclusión de que algo tenía que haber pasado a los antepasados del Homo sapiens que no pasó a los antepasados de los gorilas y chimpancés (1989, pp. 17-18, énfasis añadido).

Ese “algo” realmente es “Alguien”—el Creador.

REFERENCIAS
Barbulescu, Madalina, Geoffrey Turner, Mei Su, Rachel Kim, Michael I. Jensen-Seaman, Amos S. Deinard, Kenneth K. Kidd, and Jack Lentz (2001), “A HERV-K Provirus in Chimpanzees, Bonobos, and Gorillas, but not Humans,” Current Biology, 11:779-783.

Fix, William R. (1984), The Bone Peddlers: Selling Evolution (New York: Macmillan).

Fujiyama, Asao, Hidemi Watanabe, et al., (2002), “Construction and Analysis of a Human-Chimpanzee Comparative Clone Map,” Science, 295:131-134, January 4.

Gardner, Eldon J. (1968), Principles of Genetics (New York: John Wiley and Sons).

King, Mary-Claire and A.C. Wilson (1975), “Evolution at Two Levels in Humans and Chimpanzees,” Science, 188:107-116, April 11.

Lyons, Eric and Bert Thompson (2002a), “In the ‘Image and Likeness of God’ [Part I],” Reason & Revelation, 22:17-23, March.

Lyons, Eric and Bert Thompson (2002b), “In the ‘Image and Likeness of God’ [Part II],” Reason & Revelation, 22:25-31, April.

Marks, Jonathan (2000), “98% Alike? (What Similarity to Apes Tells Us About Our Understanding of Genetics),” The Chronicle of Higher Education, May 12.

Morgan, Elaine (1989), The Aquatic Ape: A Theory of Human Evolution (London: Souvenir Press).

Muchmore, Elaine A., Sandra Diaz, and Ajit Varki (1998), “A Structural Difference Between the Cell Surfaces of Humans and the Great Apes,” American Journal of Physical Anthropology, 107[2]:187-198, October.

Shouse, Ben (2002), “Revisiting the Numbers: Human Genes and Whales,” Science, 295:1457, February 22.

Sinnot, E.W., L.C. Dunn, and T. Dobzhansky (1958), Principles of Genetics (Columbus, OH: McGraw Hill), fifth edition.

Schwabe, Christian (1986), “On the Validity of Molecular Evolution,” Trends in Biochemical Sciences, 11:280-283, July.

“A Tiny Worm Challenges Evolution” (no date), [En-línea], URL: http://www.cs.unc.edu/~plaisted/ce/worm.html.

Toder, R. F. Grutzner, T. Haaf, and E. Bausch (2001), “Species-Specific Evolution of Repeated DNA sequences in Great Apes,” Chromosome Research, 9:431-435.

Zuckerkandl, Emile (1963), “Perspectives in Molecular Anthropology,” Classification and Human Evolution, ed. S.L. Washburn (Chicago, IL: Aldine).


Derechos de autor © 2005 Apologetics Press, Inc. Todos los derechos están reservados.
 
Re: Los creacionistas están negando evidencia científica para sustentar un mito de la

Se Reporta la Secuencia Inicial del Genoma del Chimpancé
por Brad Harrub, Ph.D.

El 1 de septiembre del 2005, se reportó la secuencia inicial del genoma del chimpancé en la revista de ciencia Nature. La noticia fue casi completamente pasada por alto—nublada por la devastación del huracán Katrina, el cual recaló tres días antes y guió al desalojamiento de New Orleans. La edición especial del “chimpancé” estuvo inundada con el dogma evolutivo, como con una variedad de científicos de diferentes campos que especulaban sobre el comportamiento de los chimpancés, sus genes, y su relación con los humanos. Sin embargo, a pesar de tener la secuencia inicial completa del genoma del chimpancé, los científicos todavía no pueden resolver la pregunta perturbadora: ¿Qué hace a los humanos diferentes?

El reporte principal del genoma del chimpancé comienza con la propaganda darvinista común:

Más de un siglo atrás Darwin y Huxley plantearon que los humanos comparten antepasados comunes con los simios grandes del África. Los estudios seculares modernos confirman impresionantemente esta predicción y han perfeccionado la relación, demostrando que el chimpancé común (Pan troglodytes) y el bonobo (Pan paniscuso chimpancé enano) son nuestros familiares evolutivos más cercanos (vea “Initial Sequence...”, 2005, 437:69).

Esta invectiva desvergonzada de los políticos darvinistas fue propagada adicionalmente en un artículo de apoyo publicado en la National Geographic. El escritor del personal, Stefan Lovgren comenzó su examen señalando:

Los científicos han secuenciado el genoma del chimpancé y han encontrado que los humanos son el 96 por ciento similares a la especie de simios grandes. “Darwin no fue solamente controversial al decir que descendemos de los simios—él no fue lo suficientemente lejos”, dijo Frans de Waal, un científico especialista en primates de la Universidad Emory en Atlanta, Georgia. “Nosotros somos simios en todo respecto, desde nuestros brazos largos y cuerpos sin colas hasta nuestros hábitos y temperamento” (2005, énfasis añadido).

Este tipo de periodismo sensacionalista puede ayudar a vender revistas, pero éste perjudica grandemente a la ciencia que hace hincapié en el estudio presente. Y definitivamente da al lector un sentido falso de lo que fue realmente descubierto.

Al mirar más allá de la fachada evolutiva, nosotros descubrimos una figura diferente que emerge a la superficie concerniente a la relación entre los humanos y los chimpancés. Considere la información siguiente que fue presentada en los varios artículos en esta edición especial: Los científicos descubrieron 35 millones de sustituciones nucleótidas individuales y 5 millones de inserciones y supresiones pequeñas que eran diferentes entre los humanos y los chimpancés (vea “The Chimpanzee Genome”, 2005). Wen-Hsiung Li y Matthew Saunders observaron:

El asunto de qué cambios genéticos nos hacen humanos es mucho más complejo. Aunque los dos genomas son muy similares, existen alrededor de 35 millones de diferencias nucleótidas, 5 millones de indels [inserciones y supresiones—MP] y muchos cambios de lugares cromosómicos. La mayoría de estos cambios no tendrán efecto biológico significante, así que la identificación de las diferencias genómicas que subrayan tales características de “humananidad” como la capacidad craneal grande, el bipedalismo y el desarrollo del cerebro avanzado permanecen siendo una tarea desalentadora (2005, p. 51, énfasis añadido).

¡Ciertamente es desalentadora! Considere que todas estas diferencias genéticas supuestamente surgieran de las mutaciones. Aun si este fuera el caso, muchas de las diferencias entre los humanos y los chimpancés implican sistemas corporales múltiples. Por ejemplo, la postura erguida, el lenguaje, el tamaño grande del cerebro, la computación matemática, la comunicación, y la carrera a larga distancia a menudo implican que muchos órganos diferentes trabajen juntos. ¿Ocurrieron las mutaciones genéticas que separaban a los humanos de los chimpancés simultáneamente en los sistemas múltiples? Adicionalmente, los científicos saben que las mutaciones no añaden material genético. ¿Dónde está la evidencia científica para la “selección positiva” en este escenario evolutivo y por qué solo ha ocurrido en los humanos?

Chris Gunter y Ritu Dhand amonestaron a los científicos a mantener los resultados en su contexto—especialmente los resultados concernientes a la cifra a menudo-citada del “96% de similitud genética” (o muy a menudo mal citada como el 98%). Ellos remarcaron: “En un cálculo conservador nosotros compartimos alrededor del 88% de nuestros genes con roedores y el 60% con los pollos. Aplicando una definición más liberal de la similitud, algo del 80% de los genes de una ascidia de mar es encontrado en los humanos en alguna forma. Así que no es sorprendente que todavía nos preguntemos, “¿Qué nos hace humanos?” (2005, p. 47).

En un artículo agregado sobre la cultura del chimpancé, Andrew Whiten resaltó incluso más diferencias entre los chimpancés y los humanos. Él anotó:

La cultura del simio puede ser particularmente compleja entre los animales no-humanos, aunque ésta claramente se queda corta frente a la cultura humana. Un enfoque contemporáneo influyente es que la diferencia clave yace en la capacidad humana a favor de la cultura acumulativa, por lo cual los logros de generaciones sucesivas han sido construidos sobre los desarrollos previos para crear estructuras complejas tales como los idiomas y las tecnologías. Los chimpancés han acumulado muchas tradiciones, pero cada una permanece siendo lo suficientemente simple tanto que existe poco campo como para que estas hayan desarrollado complejidad significante comparadas a su forma original. Existen insinuaciones de acumulación, pero estas continúan siendo primitivas y efímeras por estándares humanos (2005, p. 52, énfasis añadido).

“Primitivas y efímeras” es un eufemismo. ¿Cuántos chimpancés alguna vez han adquirido con determinación un boleto aéreo, se han embarcado en un avión, y han volado al Lago Tahoe—donde desempaquetan una caña y un carrete y pescan una trucha? ¿Cuántos han escrito una historia, la han presentado para publicarla, y luego han visitado una biblioteca para ver su propia obra? Sí, ellos pueden romper nueces abiertas, pero también lanzan como rutina excremento entre ellos. ¿Se puede explicar esta diferencia vasta con los humanos por medio de algunas duplicaciones o substituciones de base en el genoma? ¡La respuesta es un rotundo “NO”! Los humanos fueron creados de manera diferente—a la imagen y semejanza de Dios.

El profesor de Harvard Marc Hauser escribió otro artículo titulado, “Our Chimpanzee Mind” (“Nuestra Mente de Chimpancé”). Después de tratar rápidamente de justificar el título, él continuó y concluyó: “En el nivel genético, la publicación del genoma del chimpancé guiará a la capacidad incrementada de establecer con exactitud las homologías. Sin embargo, nosotros somos lamentablemente ignorantes acerca de cómo los genes construyen cerebros, y cómo la actividad eléctrica del cerebro construye pensamientos y emociones” (2005, p. 62, énfasis añadido). El genoma del chimpancé proveerá una gran cantidad de información, pero Hauser está en lo correcto en que esto no puede decirnos cómo estos nucleótidos simples hacen para componer un cerebro o dónde/cómo las memorias son alojadas. La cantidad de información que tenemos todavía que descubrir debería ser una señal clara de cuán intrincado y complejo realmente es el ADN. Y aunque, casi no se le prestó atención a la complejidad enorme del genoma del chimpancé. Uno pensaría que los científicos serían conmovidos por esta evidencia del diseño inteligente; pero en cambio, ellos le dan apresuradamente un efecto evolutivo contrario a la información.

Cuando uno considera la información que fue presentada en esta edición especial no debería pasar por alto otras observaciones claves. En las páginas 48-49, se presenta una “breve historia colorida de los chimpancés”. Interesantemente, la primera anotación es 5-7 millones de años atrás (“tiempo en el cual se cree que el antepasado común de los humanos y chimpancés caminaba en cuatro patas”). La segunda anotación es 1-2 millones de años atrás (cuando el chimpancé supuestamente se divergía del bonobo). La tercera anotación es 1641 (cuando el anatomista holandés Nicolaas Tulp describió a un simio). ¿Qué pasó con todo el tiempo entre las anotaciones? En un periodo de 5-7 millones de años nosotros tenemos solamente dos anotaciones, de las cuales ninguna es sostenida con la evidencia científica real. Ambas son especulaciones. El resto de las anotaciones cubren los pasados 350 años.

Adicionalmente, uno no debería fallar en notar que una de las muchas sorpresas que vino a la luz al secuenciar el genoma del chimpancé fue que el cromosoma humano Y parece haber mantenido su almacenamiento de información genética mejor que el del chimpancé. Los evolucionistas han pronosticado que el cromosoma masculino Y estaba “en peligro” y por ende profetizaron la desaparición de este cromosoma diminuto. Ellos erróneamente asumieron que éste se estaba consumiendo y mutándose hasta desaparecer. Sin embargo, ¡la información del genoma del chimpancé demuestra que el cromosoma humano Y está realmente en mejor forma que el de un simio!

Además, tuviera sentido que si los humanos y los chimpancés fueran genéticamente idénticos, entonces la manera en la cual almacenan ADN sería también similar. Aunque no lo es. El ADN, el cianotipo fundamental de la vida, está apretadamente empaquetado en los cromosomas. Todas las células que poseen un núcleo contienen un número específico de cromosomas. El sentido común exigiría que los organismos que comparten un antepasado común poseyeran el mismo número de cromosomas. Sin embargo, el número de cromosomas en los organismos vivientes varía considerablemente. Por ejemplo, ciertos animales, tales como el mosquito (Culex pipiens) y el gusano nematodo (Caenorhabditis elegans), tienen solamente 6, mientras que la planta de la mora negra (Morus nigra) tiene 308 (vea Sinnott, et.al., 1958). Adicionalmente, la complejidad no parece afectar el número cromosómico. El radiolario, un protozoo simple, tiene más de 800, mientras que los humanos poseen 46. Por otro lado, los chimpancés poseen 48 cromosomas.

Si los científicos esperaban encontrar la “evidencia más reciente” de aquello que nos hace humanos, ellos no lo encontraron en el genoma del chimpancé. Al leer las historias “noticieras grandes” tales como esta, siempre es importante analizar lo que es verdad frente a lo que es especulación. ¿Compartimos una gran cantidad de información genética con los chimpancés? ¡Definitivamente! Pero ¿existe una buena razón para que sea así? Desde luego. Nosotros compartimos la misma Tierra, las mismas condiciones atmosféricas, muchos de los mismos órganos internos, y nosotros comemos comidas similares y necesitamos muchas de las mismas proteínas para mantener la homeostasis. Pero ¡la homología no prueba una ascendencia común! Cuando miramos el orden creado alrededor nuestro, nos damos cuenta rápidamente que Dios usó el mismo diseño básico para mucho de Su creación, y como un resultado nosotros compartimos el mismo código genético. La diferencia fundamental es que el ser humano fue hecho a la imagen de Dios—con un alma que trascenderá la muerte.

REFERENCIAS
“The Chimpanzee Genome” (2005), Nature, 437, [En-línea], URL: http://www.nature.com/nature/journal/v437/n7055/edsumm/e050901-01.html.

Gunter, Chris and Ritu Dhand (2005), “The Chimpanzee Genome,” Nature, 437:47, September 1.

Hauser, Marc (2005), “Our Chimpanzee Mind,” Nature, 437:60-63, September 1.

“Initial Sequence of the Chimpanzee Genome and Comparison with the Human Genome” (2005), Chimpanzee Sequencing and Analysis Consortium, Nature, 437:68-87, September 1.

Li, Wen-Hsiung and Matthew A. Saunders (2005), “The Chimpanzee and Us,” Nature, 437:50-51, September 1.

Lovgren, Stefan (2005), “Chimps, Humans 96 Percent the Same, Gene Study Finds,” National Geographic, [En-línea], URL: http://news.nationalgeographic.com/news/2005/08/0831_050831_chimp_genes.html.

Sinnott, Edmund W., L.C. Dunn, and Theodosius Dobzhansky (1958), Principles of Genetics (Columbus, OH: McGraw Hill), fifth edition.

Whiten, Andrew (2005), “The Second Inheritance System of Chimpanzees and Humans,” Nature, 437:52-55, September 1.


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Re: Los creacionistas están negando evidencia científica para sustentar un mito de la

Se Reporta la Secuencia Inicial del Genoma del Chimpancé
por Brad Harrub, Ph.D.

El 1 de septiembre del 2005, se reportó la secuencia inicial del genoma del chimpancé en la revista de ciencia Nature. La noticia fue casi completamente pasada por alto—nublada por la devastación del huracán Katrina, el cual recaló tres días antes y guió al desalojamiento de New Orleans. La edición especial del “chimpancé” estuvo inundada con el dogma evolutivo, como con una variedad de científicos de diferentes campos que especulaban sobre el comportamiento de los chimpancés, sus genes, y su relación con los humanos. Sin embargo, a pesar de tener la secuencia inicial completa del genoma del chimpancé, los científicos todavía no pueden resolver la pregunta perturbadora: ¿Qué hace a los humanos diferentes?

El reporte principal del genoma del chimpancé comienza con la propaganda darvinista común:

Más de un siglo atrás Darwin y Huxley plantearon que los humanos comparten antepasados comunes con los simios grandes del África. Los estudios seculares modernos confirman impresionantemente esta predicción y han perfeccionado la relación, demostrando que el chimpancé común (Pan troglodytes) y el bonobo (Pan paniscuso chimpancé enano) son nuestros familiares evolutivos más cercanos (vea “Initial Sequence...”, 2005, 437:69).

Esta invectiva desvergonzada de los políticos darvinistas fue propagada adicionalmente en un artículo de apoyo publicado en la National Geographic. El escritor del personal, Stefan Lovgren comenzó su examen señalando:

Los científicos han secuenciado el genoma del chimpancé y han encontrado que los humanos son el 96 por ciento similares a la especie de simios grandes. “Darwin no fue solamente controversial al decir que descendemos de los simios—él no fue lo suficientemente lejos”, dijo Frans de Waal, un científico especialista en primates de la Universidad Emory en Atlanta, Georgia. “Nosotros somos simios en todo respecto, desde nuestros brazos largos y cuerpos sin colas hasta nuestros hábitos y temperamento” (2005, énfasis añadido).

Este tipo de periodismo sensacionalista puede ayudar a vender revistas, pero éste perjudica grandemente a la ciencia que hace hincapié en el estudio presente. Y definitivamente da al lector un sentido falso de lo que fue realmente descubierto.

Al mirar más allá de la fachada evolutiva, nosotros descubrimos una figura diferente que emerge a la superficie concerniente a la relación entre los humanos y los chimpancés. Considere la información siguiente que fue presentada en los varios artículos en esta edición especial: Los científicos descubrieron 35 millones de sustituciones nucleótidas individuales y 5 millones de inserciones y supresiones pequeñas que eran diferentes entre los humanos y los chimpancés (vea “The Chimpanzee Genome”, 2005). Wen-Hsiung Li y Matthew Saunders observaron:

El asunto de qué cambios genéticos nos hacen humanos es mucho más complejo. Aunque los dos genomas son muy similares, existen alrededor de 35 millones de diferencias nucleótidas, 5 millones de indels [inserciones y supresiones—MP] y muchos cambios de lugares cromosómicos. La mayoría de estos cambios no tendrán efecto biológico significante, así que la identificación de las diferencias genómicas que subrayan tales características de “humananidad” como la capacidad craneal grande, el bipedalismo y el desarrollo del cerebro avanzado permanecen siendo una tarea desalentadora (2005, p. 51, énfasis añadido).

¡Ciertamente es desalentadora! Considere que todas estas diferencias genéticas supuestamente surgieran de las mutaciones. Aun si este fuera el caso, muchas de las diferencias entre los humanos y los chimpancés implican sistemas corporales múltiples. Por ejemplo, la postura erguida, el lenguaje, el tamaño grande del cerebro, la computación matemática, la comunicación, y la carrera a larga distancia a menudo implican que muchos órganos diferentes trabajen juntos. ¿Ocurrieron las mutaciones genéticas que separaban a los humanos de los chimpancés simultáneamente en los sistemas múltiples? Adicionalmente, los científicos saben que las mutaciones no añaden material genético. ¿Dónde está la evidencia científica para la “selección positiva” en este escenario evolutivo y por qué solo ha ocurrido en los humanos?

Chris Gunter y Ritu Dhand amonestaron a los científicos a mantener los resultados en su contexto—especialmente los resultados concernientes a la cifra a menudo-citada del “96% de similitud genética” (o muy a menudo mal citada como el 98%). Ellos remarcaron: “En un cálculo conservador nosotros compartimos alrededor del 88% de nuestros genes con roedores y el 60% con los pollos. Aplicando una definición más liberal de la similitud, algo del 80% de los genes de una ascidia de mar es encontrado en los humanos en alguna forma. Así que no es sorprendente que todavía nos preguntemos, “¿Qué nos hace humanos?” (2005, p. 47).

En un artículo agregado sobre la cultura del chimpancé, Andrew Whiten resaltó incluso más diferencias entre los chimpancés y los humanos. Él anotó:

La cultura del simio puede ser particularmente compleja entre los animales no-humanos, aunque ésta claramente se queda corta frente a la cultura humana. Un enfoque contemporáneo influyente es que la diferencia clave yace en la capacidad humana a favor de la cultura acumulativa, por lo cual los logros de generaciones sucesivas han sido construidos sobre los desarrollos previos para crear estructuras complejas tales como los idiomas y las tecnologías. Los chimpancés han acumulado muchas tradiciones, pero cada una permanece siendo lo suficientemente simple tanto que existe poco campo como para que estas hayan desarrollado complejidad significante comparadas a su forma original. Existen insinuaciones de acumulación, pero estas continúan siendo primitivas y efímeras por estándares humanos (2005, p. 52, énfasis añadido).

“Primitivas y efímeras” es un eufemismo. ¿Cuántos chimpancés alguna vez han adquirido con determinación un boleto aéreo, se han embarcado en un avión, y han volado al Lago Tahoe—donde desempaquetan una caña y un carrete y pescan una trucha? ¿Cuántos han escrito una historia, la han presentado para publicarla, y luego han visitado una biblioteca para ver su propia obra? Sí, ellos pueden romper nueces abiertas, pero también lanzan como rutina excremento entre ellos. ¿Se puede explicar esta diferencia vasta con los humanos por medio de algunas duplicaciones o substituciones de base en el genoma? ¡La respuesta es un rotundo “NO”! Los humanos fueron creados de manera diferente—a la imagen y semejanza de Dios.

El profesor de Harvard Marc Hauser escribió otro artículo titulado, “Our Chimpanzee Mind” (“Nuestra Mente de Chimpancé”). Después de tratar rápidamente de justificar el título, él continuó y concluyó: “En el nivel genético, la publicación del genoma del chimpancé guiará a la capacidad incrementada de establecer con exactitud las homologías. Sin embargo, nosotros somos lamentablemente ignorantes acerca de cómo los genes construyen cerebros, y cómo la actividad eléctrica del cerebro construye pensamientos y emociones” (2005, p. 62, énfasis añadido). El genoma del chimpancé proveerá una gran cantidad de información, pero Hauser está en lo correcto en que esto no puede decirnos cómo estos nucleótidos simples hacen para componer un cerebro o dónde/cómo las memorias son alojadas. La cantidad de información que tenemos todavía que descubrir debería ser una señal clara de cuán intrincado y complejo realmente es el ADN. Y aunque, casi no se le prestó atención a la complejidad enorme del genoma del chimpancé. Uno pensaría que los científicos serían conmovidos por esta evidencia del diseño inteligente; pero en cambio, ellos le dan apresuradamente un efecto evolutivo contrario a la información.

Cuando uno considera la información que fue presentada en esta edición especial no debería pasar por alto otras observaciones claves. En las páginas 48-49, se presenta una “breve historia colorida de los chimpancés”. Interesantemente, la primera anotación es 5-7 millones de años atrás (“tiempo en el cual se cree que el antepasado común de los humanos y chimpancés caminaba en cuatro patas”). La segunda anotación es 1-2 millones de años atrás (cuando el chimpancé supuestamente se divergía del bonobo). La tercera anotación es 1641 (cuando el anatomista holandés Nicolaas Tulp describió a un simio). ¿Qué pasó con todo el tiempo entre las anotaciones? En un periodo de 5-7 millones de años nosotros tenemos solamente dos anotaciones, de las cuales ninguna es sostenida con la evidencia científica real. Ambas son especulaciones. El resto de las anotaciones cubren los pasados 350 años.

Adicionalmente, uno no debería fallar en notar que una de las muchas sorpresas que vino a la luz al secuenciar el genoma del chimpancé fue que el cromosoma humano Y parece haber mantenido su almacenamiento de información genética mejor que el del chimpancé. Los evolucionistas han pronosticado que el cromosoma masculino Y estaba “en peligro” y por ende profetizaron la desaparición de este cromosoma diminuto. Ellos erróneamente asumieron que éste se estaba consumiendo y mutándose hasta desaparecer. Sin embargo, ¡la información del genoma del chimpancé demuestra que el cromosoma humano Y está realmente en mejor forma que el de un simio!

Además, tuviera sentido que si los humanos y los chimpancés fueran genéticamente idénticos, entonces la manera en la cual almacenan ADN sería también similar. Aunque no lo es. El ADN, el cianotipo fundamental de la vida, está apretadamente empaquetado en los cromosomas. Todas las células que poseen un núcleo contienen un número específico de cromosomas. El sentido común exigiría que los organismos que comparten un antepasado común poseyeran el mismo número de cromosomas. Sin embargo, el número de cromosomas en los organismos vivientes varía considerablemente. Por ejemplo, ciertos animales, tales como el mosquito (Culex pipiens) y el gusano nematodo (Caenorhabditis elegans), tienen solamente 6, mientras que la planta de la mora negra (Morus nigra) tiene 308 (vea Sinnott, et.al., 1958). Adicionalmente, la complejidad no parece afectar el número cromosómico. El radiolario, un protozoo simple, tiene más de 800, mientras que los humanos poseen 46. Por otro lado, los chimpancés poseen 48 cromosomas.

Si los científicos esperaban encontrar la “evidencia más reciente” de aquello que nos hace humanos, ellos no lo encontraron en el genoma del chimpancé. Al leer las historias “noticieras grandes” tales como esta, siempre es importante analizar lo que es verdad frente a lo que es especulación. ¿Compartimos una gran cantidad de información genética con los chimpancés? ¡Definitivamente! Pero ¿existe una buena razón para que sea así? Desde luego. Nosotros compartimos la misma Tierra, las mismas condiciones atmosféricas, muchos de los mismos órganos internos, y nosotros comemos comidas similares y necesitamos muchas de las mismas proteínas para mantener la homeostasis. Pero ¡la homología no prueba una ascendencia común! Cuando miramos el orden creado alrededor nuestro, nos damos cuenta rápidamente que Dios usó el mismo diseño básico para mucho de Su creación, y como un resultado nosotros compartimos el mismo código genético. La diferencia fundamental es que el ser humano fue hecho a la imagen de Dios—con un alma que trascenderá la muerte.

REFERENCIAS
“The Chimpanzee Genome” (2005), Nature, 437, [En-línea], URL: http://www.nature.com/nature/journal/v437/n7055/edsumm/e050901-01.html.

Gunter, Chris and Ritu Dhand (2005), “The Chimpanzee Genome,” Nature, 437:47, September 1.

Hauser, Marc (2005), “Our Chimpanzee Mind,” Nature, 437:60-63, September 1.

“Initial Sequence of the Chimpanzee Genome and Comparison with the Human Genome” (2005), Chimpanzee Sequencing and Analysis Consortium, Nature, 437:68-87, September 1.

Li, Wen-Hsiung and Matthew A. Saunders (2005), “The Chimpanzee and Us,” Nature, 437:50-51, September 1.

Lovgren, Stefan (2005), “Chimps, Humans 96 Percent the Same, Gene Study Finds,” National Geographic, [En-línea], URL: http://news.nationalgeographic.com/news/2005/08/0831_050831_chimp_genes.html.

Sinnott, Edmund W., L.C. Dunn, and Theodosius Dobzhansky (1958), Principles of Genetics (Columbus, OH: McGraw Hill), fifth edition.

Whiten, Andrew (2005), “The Second Inheritance System of Chimpanzees and Humans,” Nature, 437:52-55, September 1.


Derechos de autor © 2005 Apologetics Press, Inc. Todos los derechos están reservados.


Pues la apologetica no es ciencia, fuente de tu recurso.

http://www.apologeticspress.ws/espanol/articulos/651

Se sabe que el código genetico no es de añadir material genetico, sino de activar y desactivar.

La diferencia entre los chimpancés y los seres humanos debido a un solo nucleótido promedios sustituciones, son resultado depolimorfismo dentro de las poblaciones de chimpancés y dentro de las poblaciones humanas.

El punto de señalado en rojo, cuando se agrega a Dios, se le quita toda la credibilidad del articulo.

Que mas tiene ?

Saludines-
 
Re: Los creacionistas están negando evidencia científica para sustentar un mito de la

Siempre me a gustado Brad Harrub.
Talvez algún día explique como se salvaron todos los cactuces también, ya que todo lo que creo Dios debajo de los cielos fue destruido y solo quedo Noe y los que estaban con el.



-Dos páginas
¿Dinosaurios en el arca?
Brad Harrub, Ph.D.
Publicado en la revista “Think” ( “Pensad” ),
edición de agosto de 2007, Página 18.
“Think”
Focus Press

1600 Westgate Circle, Suite 125
Brentwood, TN, USA 37027
www.focuspress.org
[email protected]

“O sea, dos perros, dos jirafas, dos murciélagos, dos elefantes, dos stegosauris, dos pterodactyles…”
La mayoría de las personas, al escuchar por primera vez que había dinosaurios en el arca, lo encuentran incomprensible. La proyección visual de dinosaurios subiendo la rampa y pasando por la puerta del arca no es un cuadro que muchos hayan considerado. Demasiadas piedras de tropiezo hacen que sea especialmente difícil para dar la persona promedia cualquier consideración a esta posibilidad, entre ellas, la enseñanza evolutiva y el tamaño gigantesco de los dinosaurios. El trabajo de los medios principales de comunicación encaminado a convencer a la población general de que los dinosaurios vivieran hace millones de años, ha sido tan efectivo que parece ridícula la idea de dinosaurios en el arca. Después de todo, quisieran que creyéramos que los humanos estén separados de los dinosaurios por sesenta y cinco millones de años.
La otra piedra de tropiezo es el tamaño de estos grandes lagartos. A menudo, cuando visualizamos a los dinosaurios, imaginamos los masivos dinosaurios Sauropods, tales como Apatosaurus, el que fácilmente sobrepasaba cincuenta toneladas. ¿Cómo se logra hacer subir al arca criaturas tan masivas –y una vez a bordo, cómo sería posible alimentar criaturas tan enormes? Además, ¿cómo podía la familia de Noe y las criaturas domesticadas compartir las facilidades de alojamiento con criaturas feroces tales como Tyrannosuarus rex?

1. Todas las criaturas terrestres fueron creadas el sexto día (Génesis 1:24-26).
Está claro que Dios creó durante el sexto día todas las criaturas terrestres, como también el hombre. “Luego dijo Dios: Produzca la tierra seres vivientes según su género, bestias y serpientes y animales de la tierra según su especie. Y fue así. … Y vio Dios que era bueno. Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen…” Esta historia de la creación se enfatiza de nuevo en Éxodo 20:11, donde dice: “Porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día…” Claramente, todo –incluso el hombre y los dinosaurios- fue creado durante los seis días de creación.

2. Noé debería meter en el arca dos de toda criatura inmunda terrestre –lo cual incluiría a los dinosaurios (Génesis 6:19-20).
Moisés escribió: “Y de todo lo que vive, de toda carne, dos de cada especie meterás en el arca, para que tengan vida contigo; macho y hembra serán. De las aves según su especie, y de las bestias según su especie, de todo reptil de la tierra según su especie, dos de cada especie entrarán contigo, para que tengan vida.” Dios trajo a Noé de toda criatura terrestre para salvaguardarlas. De haber existido dinosaurios en aquel tiempo, puede uno concluir, razonablemente, que ellos también requerirían de custodia segura.

3. El libro de Job describe el “behemot” (40:15), una criatura cuya descripción se ajusta al dinosaurio vivo después del Diluvio. (Existe más evidencia científica para la existencia de estas asombrosas criaturas después del Diluvio.)
En Job 40:15, Dios pregunta a Job acerca de una criatura que él describe como behemot. Aunque muchas anotaciones no inspiradas alusivas al texto describen la criatura como un elefante o hipopótamo, la descripción se ajusta más a una criatura tipo dinosaurio. (¿Cuántos elefantes o hipopótamos tienen colas “como un cedro”(Job 40:17)?) Cierto es que la mayoría de los eruditos consideran que el libro de Job figura entre los primeros libros escritos, mas sin embargo, por la forma de adorar Job y sus tres “amigos”, podemos saber que el libro cae en el tiempo postdiluviano. En adición, existe mucha evidencia científica según la que hombres vieron a estas criaturas asombrosas después del Diluvio. (Cubriremos esto con lujo de detalle en una próxima edición sobre dinosaurios.)

4. Génesis 1:29-30 indica que, antes de Diluvio, tanto hombres como animales deberían comer vegetación.
Solo después del Diluvio permitió Dios que se comiera carne (Génesis 9:3). Si el caso fuera que tanto hombres como animales eran vegetarianos antes del Diluvio, entonces, compartir las facilidades limitadas de hospedaje en el arca no hubiese presentado problema alguno.

5. En la Biblia, no se especifica que Noé tuviera que meter animales adultos en el arca. Aunque argumentarían muchos que los dinosaurios hubiesen sido demasiado grandes como para caber en el arca, nosotros debemos tener presente que algunos misterios la Palabra de Dios no los revela. Por ejemplo, ¿qué impedía que Noé metiera animales jóvenes? Considere: requieren menos espacio, consumen menos alimento, producen menos estiércol y ¡no habría que preocuparse por problemas relacionados con la reproducción! También es cierto que no todos los dinosaurios eran de tamaño masivo.
Así pues, ¿es factible que dinosaurios pudieran encontrarse en el arca con Noé y su familia? ¡Absolutamente!
Escribe Brad Harrub .



http://www.editoriallapaz.org/Think_august_2007_dinosaurios_en_arca.htm
 
Re: Los creacionistas están negando evidencia científica para sustentar un mito de la

Y, la suya, sra. Medusa, ¿ Insulta a algo, o a alguien ? Quizas si volviera usted a releer y meditar sobre las palabras de su propio epigrafe podria incluso, muy facilmente, mejorar notablemente su "cientifico epigrafe".

Amigo contesta con necedad y no con entendimiento, lea el porque he catalogado dicha respuesta como que se insulta por si misma antes de hacer aseveraciones.
 
Re: Los creacionistas están negando evidencia científica para sustentar un mito de la

por eso mismo, para que la coloque mejor de lo que esta en mi Biblia y lo pueda razonar investigue que palabra es en el original y su significado,

Ya investigue ¿Y ahora que debo hacer? Creermela.
 
Re: Los creacionistas están negando evidencia científica para sustentar un mito de la

Ah!! evolucionistas= inteligentes creyentes=tontos

Un pensamiento fascista y discriminatorio, además de insulso y poco inteligente...no que eran uds. más inteligentes que nosotros?

No, uds. creen saber algo, pero en realidad no saben dónde están parados, como dicen en mi país...

Ja,,, amigo, tenga cuidado con su análisis, que le puedo decir queso y puede terminar razonando que le estoy diciendo vaca. El problema esta que ustedes desechan la evidencia científica por capricho y temor aun mito demás viciado y manipulado.
 
Re: Los creacionistas están negando evidencia científica para sustentar un mito de la

Medusa, es un decir...poniéndose en el caso del cuento evolucionista, los supuestos antepasados del hombre no son especies de simios? No soy católico, eso no tiene que ver nada en esto...

El hombre no es un animal, se distingue de ellos, si bien es también un ser vivo como ellos, la diferencia está en que el hombre es superior a los animales porque fue hecho a imagen de Dios, con capacidades superiores como el intelecto.

Usa el pensamiento crítico que tienes para examinar el cuento evolucionista...utiliza la inteligencia que Dios te dió...

Saludos.

La inteligencia ha evolucionado gracias a la ciencia, hoy el desarrollo intelectual de un niño de 7 años es superior al de un niño de 15 del siglo VI, y ha sido gracias a las investigaciones cientificas.
 
Re: Los creacionistas están negando evidencia científica para sustentar un mito de la

Medusa, no has explicado ni la evidencia ni el mito...eso es fundamental si quieres iniciar un tema...

Y continuas insultandote a ti mismo. Me detendre a explicarte, preguntas que ¿cual evidencia? al preguntar ¿que cual evidencia?, es evidente que la estas negando y por consiguiente insultandote. Pues con tú respuesta niegas el conocer los descubrimientos cientificos.
 
Re: Los creacionistas están negando evidencia científica para sustentar un mito de la

De verdad no entiendo como alguien puede creer que venimos de un accidente o de una mera evolucion,eso en realidad si es ignorancia.Me pregunto, es que no se han visto?,o no han detallado la tierra,y las hermosuras que en ella ahí?,Como alguien se atreve a decir que provenimos de un accidente,HAY DIOS.
He podido ver como muchos de los que participan en estos foros tienen estudios profesionales en gran manera,y aun así no se pueden dar cuenta.Cualquier ingeniero sabría que para crear un proyecto se necesita de una mente inteligente,y uno al admirar cada proyecto se da cuenta que entre mas difícil el proyecto, mayor es la mente que lo ideo,ahora de manera consecuente vernos como humanos,las capacidades que tenemos,la inclinación perfecta de la tierra,y muchas otras cualidades que a simple vista, te darías cuenta que fue una mente realmente SUPERIOR la que lo ideo,y de ninguna manera puede ser un accidente,Porque del desorden nunca nace el orden,como muchos afirman con la teoría del Big Bang,pero muy claramente la palabra de DIOS dice:Por que lo que de DIOS se conoce es manifiesto entre ellos,pues DIOS​ se lo manifestó.Porque las cosas invisibles de EL,su eterno poder y divinidad,se hacen claramente visibles desde la creación del mundo,siendo entendidas por medio de las cosas hechas,DE MODO QUE NO TIENEN EXCUSA.​ROMANOS 1:20


No sera más ignorancia, estar en pleno siglo XXII y continuar creyendo a un invento de la edad de piedra.
 
Re: Los creacionistas están negando evidencia científica para sustentar un mito de la

Aunque quieras ser un simio, no lo eres...bueno, eso creo yo...tú sabrás...
:Carcajada

Amigo, de verdad que usted como insulta así mismo, solo imagine que continua sosteniendo algo que aqui nadie ha dicho.