LOS CIMIENTOS DE LA IGLESIA DE CRISTO

2 Junio 1999
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LOS CIMIENTOS DE LA IGLESIA DE CRISTO

“No piensen que yo he venido para destruir la ley o los profetas. No he venido para destruirlos sino para cumplirlos”--Mateo 5:17.

“Dios, habiendo hablado en tiempos antiguos a los padres por medio de los profetas y por otras varias maneras, nos ha hablado a nosotros en estos últimos días por medio de Su Hijo”--- Hebreos 1:1-2.

Así la Escritura establece la relación entre la obra de Cristo y el Antiguo Testamento. La revelación del Nuevo Testamento es nada menos que el cumplimiento del Antiguo. Entonces cualquier historia escrita acerca del establecimiento de la iglesia, debe comenzarse con la nación de Israel por medio de la cual la iglesia cristiana fue concebida.

Por generaciones el templo y los servicios administrados por los sacerdotes fueron el centro de la vida judía. Pero con la venida de Aquel en quien estas cosas encontraron su cumplimiento, el templo y el sacerdocio perdieron su significado y utilidad. Existía, sin embargo, al lado del templo, una institución, que, en el tiempo de nuestro Señor, gozaba de mucha influencia entre los Judíos. Con el tiempo esta llegó a ser más el centro de la vida judía que el mismo templo. Esta institución era la sinagoga. Con la destrucción del templo por los romanos en el año 70 D.C, la preservación de los judíos como una raza distinta de las demás, se debe más al poder de la sinagoga que a cualquier otro factor. Ella formó el eslabón entre la iglesia de Cristo y el judaísmo en los primeros días de la vida de la iglesia.

Se ignora el origen preciso de la primera sinagoga. Pero es probable que fuese establecida durante el exilio de la nación de Israel en Babilonia. Para los judíos de aquellos tiempos les sirvió como un humilde sustituto del templo. Al poder regresar del cautiverio, el ministerio de la sinagoga no fue dejado sino parece que fue perpetuado por Esdras, el hombre que Dios levantó entre la nación para volver la ley a su debido lugar prominente en el pueblo. “Esdras determinó en su corazón buscar la ley del Señor y cumplirla, y enseñar sus estatutos y juicios a Israel” - Esdras 7:10. El capítulo 8 de Nehemías da un resumen claro de como esto fue logrado: “Leyeron en el libro, la ley de Dios y la interpretaron para poder entender la lectura”-Neh.8:8. Aquí vemos el ministerio básico de la sinagoga, la exposición de la Palabra de Dios. De este ministerio se desarrollaron las funciones de la educación del pueblo y la administración de la justicia en las comunidades judías. La centralidad de la Palabra de Dios en la vida de la sinagoga era, y hasta hoy día sigue siendo, simbolizada por un mueble llamado “el arca” que está colocado en el centro de cada sinagoga. Junto al arca está un pequeño escritorio, desde el cual las Escrituras son leídas y predicadas.

Esdras fue el fundador de la compañía de los Escribas. Esta secta judía fue la misma que años después se opuso violentamente al Señor y trajo sobre sí Su condenación. La Interpretación de la ley fue el propósito principal de la existencia de los Escribas y aunque no ocupaban un lugar especial de autoridad en la sinagoga, su ministerio fue la base sobre la cual la sinagoga fue establecida. Es obvio que muchas veces los Escribas, como individuos, no como partido, tenían altas posiciones en la administración de esta institución. Nuestro Señor habló de como ellos amaban los asientos apartados para los ancianos de la sinagoga --- Mateo 23:6. Es importante, entonces, comprender la actitud de Cristo hacia la función de los Escribas, para poder entender Su actitud hacia la función de la sinagoga. Tenemos que preguntar si Cristo la reconoció como una institución divinamente establecida o como algo que existía en contra de la voluntad de Dios. Él comentó acerca del ministerio de los Escribas de esta manera: “Los Escribas y Fariseos se sientan en la silla de Moisés. Todas las cosas que ellos dicen que deben ustedes hacer, háganlo. Pero no tomen a ellos como ejemplos, porque dicen una cosa y hacen otra” - Mateo 23:2-3. Cristo reconoció que el ministerio de esos hombres tenía autoridad Divina, pero desgraciadamente, ellos habían dejado el espíritu de la ley por una exagerada interpretación literal. Ellos fueron los mediadores de la Palabra de Dios al pueblo por muchos años, algo así como fue Moisés antes de ellos, y esta función fue aprobada por Cristo pero no sus vidas.

Tanto Cristo como los apóstoles habitualmente frecuentaban las sinagogas dondequiera que andaban. En ellas gozaban de la libertad de expresión. En Nazaret, leemos que como nuestro Señor “entró y, como era Su costumbre en el Sábado, se paró para leer” - Lucas 4:16. Leemos en Hechos 13:15 como los dirigentes de la sinagoga de Antioquía extendieron una invitación a Pablo y Bernabé para exhortarles. Los apóstoles aprovecharon esta oportunidad para presentar a Cristo como el cumplimiento de las Escrituras.

Cuando entendemos la popularidad de las sinagogas --- estaban en todas partes ---, y su influencia entre los gentiles también, nos es evidente el hecho de que el Espíritu Santo las usó en la preparación del terreno para la predicación del Evangelio y el subsecuente establecimiento de las iglesias. Es interesante ver como los judíos dispersos fueron posesionados del sentido profundo de su misión al mundo. Asiduamente proclamaban al Dios verdadero entre los gentiles. Como resultado de esto, vastos números de gentiles fueron traídos a la luz de la revelación del Antiguo Testamento. Un suceso importante fue la traducción en el tercer siglo a.C., del Hebreo al Griego de las Escrituras. Esta traducción la conocemos como la Septuaginta. El Griego había llegado a ser la lengua internacional y muchos hebreos la usaban en lugar de su lengua materna. Los centros de esta propagación de la Palabra de Dios fueron establecidos en casi todos los lugares donde existían comunidades judías. Sólo en Jerusalén existían nada menos que cuatrocientas sinagogas. Por eso Santiago comentó “Desde generaciones pasadas Moisés tiene en cada ciudad los que le prediquen, y leen sus palabras cada Sábado en las sinagogas”--Hechos 15:21.

Durante el apogeo de la cultura romana y griega, el estilo de vida de los judíos era atractivo para muchos. Los griegos y los romanos eran politeístas e idólatras. Sus dioses eran sin moral y muchas de sus prácticas lo eran también. La adoración sensual de deidades lascivias encontró su expresión máxima en los grandes templos paganos que eran también centros de perversidad. Como por ejemplo, el templo de Afrodita, en Corinto, y el de Artemisa en Efeso. Las comunidades judías eran muy diferentes en contraste con los paganos que les rodeaban. Por eso muchos que se sintieron ofendidos por la confusión religiosa, volvieron a la única otra opción del paganismo, al judaísmo. Seguramente lo menos que la verdad pueda producir es una vida decente y este tipo de vida lo encontraron entre los judíos. Con ellos aprendieron que Dios es Uno y Santo y que Él requiere que la santidad sea una característica de Sus seguidores. Es cierto que esta revelación fue dada casi exclusivamente a la raza judía, pero otros podían compartirla también si entraban a la comunidad como prosélitos.

Los prosélitos eran de dos tipos: (1) los de “justicia” y (2) los “de la puerta”. Los primeros fueron obligados a someterse a los ritos de circuncisión y el bautismo. También tenían que obedecer estrictamente la ley judía y al hacerlo les fueron concedidos todos los privilegios de un judío por nacimiento--Ex.13:43-49; Num.15:14-16. El segundo grupo tenía un enlace más informal con la comunidad judía. Ellos no se circuncidaban, y probablemente no se bautizaban tampoco. No tenían que observar las leyes ceremoniales, pero adoraban con frecuencia en la sinagoga. Observaban los preceptos morales de la ley que los judíos creían que eran la responsabilidad de toda la humanidad. Algunas otras prácticas judías fueron observadas en diferentes grados, como por ejemplo, el abstenerse de comer ciertos alimentos y descansar el día sábado. En el libro de los Hechos de los apóstoles, esta gente es llamada “hombres devotos” y “los que temían a Dios”--Hechos 8:2; 10:2; 13:16,26; 17:4,17; 22:12. Probablemente el centurión que vino a ver a Jesús pidiendo la sanidad para uno de sus siervos, era uno de estos hombres “devotos” - Lucas 7:5.

Es importante notar que casi todos los creyentes en las primeras iglesias salieron de esas grandes comunidades de judíos y gentiles, es decir, de las sinagogas. Juntos tenían en su posesión aquella luz que Dios, hasta entonces, había revelado al mundo y así fueron preparados por el Espíritu para abrazar el Evangelio cuando este les fue predicado.

Ahora, vamos a tomar nota de como era la sinagoga. Si la institución de ella era de Dios, entonces es lógico pensar que su forma de ser también fue dada por la sabiduría Divina. Ya hemos visto que la multiplicación de las sinagogas por el imperio romano probablemente se debió a Esdras. En el comienzo del ministerio de este hombre, al regresar del cautiverio, se halló en compañía de otros trece hombres entre quienes él era el primero entre ellos-- Neh.8:4. Es posible que este pasaje sea la primera descripción del cuerpo de ancianos en una sinagoga. En el Nuevo Testamento estos mismos son llamados “ancianos” y “gobernadores”-Mat.16:21; Hch.13:15; Mar.5:22; Hch.4:5. Todos eran iguales, pero uno de ellos fue reconocido como el portavoz del grupo. Por, ejemplo, Jairo, cuya hija nuestro Señor le resucitó, pudo haber funcionado en esta capacidad -Mar.5:22,35,38. Parece que no había un límite del número de ellos en las congregaciones, pero en los periodos más tardíos, no establecieron sinagogas en ningún lugar sin tener primero por lo menos diez de estos hombres que podían cuidarlas. Este grupo fue responsable de escoger a alguien, de entre ellos mismos o fuera de ellos, competente para leer y exponer las Escrituras los Sábados. En Lucas 4:16-22 encontramos a nuestro Señor cumpliendo esta responsabilidad en una notable ocasión. El versículo 20 de este pasaje también menciona que el “ministro”, cuyo oficio era el de cuidar los rollos sagrados de la Escritura y también el de ser maestro en las cosas de Dios. Los ancianos de la sinagoga también formaban el sanhedrín local, que respondía al gran sanhedrín en Jerusalén. Los requisitos de estos ancianos de la sinagoga eran muy altos y tenían que ser estrictamente observados. Todos tenían que ser varones casados, mayores de treinta años de edad, instruidos en las Escrituras y mantener vidas ejemplares. Es posible que estas condiciones formaban la base de aquellas establecidas para los ancianos en la iglesia por Pablo en su carta –1ª Tim. 3:1-7.

Es obvia la importancia de la sinagoga en el establecimiento de la iglesia de Cristo. La sinagoga fue en realidad el puente entre el templo y la iglesia, en la transición del puro simbolismo del primero, a la realidad espiritual del segundo. Existen cuatro semejanzas entre la sinagoga y la iglesia que son de importancia:

1. Como en la vida de la sinagoga las Escrituras eran centrales, así también nuestro Señor, la Palabra Encarnada, es el centro de la Iglesia. “Donde dos o tres están congregados allí estoy Yo en medio de ellos” -Mat.18:20. Con estas palabras nuestro Señor estableció para siempre el principio de que Él es la cabeza de la asamblea.

2. La relación entre los hombres devotos y los judíos en la sinagoga hizo en una forma más evidente el hecho de que el propósito de Dios no fue limitado a una sola raza, sino incluye a personas de todos las razas. El templo no pudo simbolizar esto en la misma manera que la sinagoga lo hizo. La esencia de la iglesia es que Cristo mora en medio de ella como su Cabeza. La iglesia es como una nueva raza en la cual toda la barrera en el mundo ha sido derrumbada para siempre. Efe.2:13--22.

3. Las dos instituciones son gobernadas por una pluralidad de ancianos. La existencia de esta pluralidad de dirigentes es de mucho significado y es sostenida por la Escritura como la práctica común de las iglesias de la era apostólica.

4. La sinagoga fue el centro de adoración e instrucción y su vida fue un testimonio poderoso para el mundo gentil. Fue el medio de atraer a muchos no-judíos a la luz de la revelación Divina. Así también la comunión de la iglesia es básica, tanto para la edificación del pueblo de Dios y para su testimonio en el mundo. El Nuevo Testamento da un lugar de primera importancia a la asamblea en el cumplimiento de los propósitos de Dios. Es, sin duda, por esta razón que la iglesia ha sido el objeto de los ataques satánicos a través de los siglos.

Dentro de este trasfondo histórico de la sinagoga judía, encontramos los principios de la iglesia de Cristo.

En el día de Pentecostés, Jerusalén se encontraba atestada de gente de fuera. Los judíos por nacimiento y los prosélitos de todo el imperio romano vinieron a ofrecer una acción de gracias a Dios por la cosecha abundante. Lucas, en su historia de este día en Hechos 2, describe como cumplimiento según la promesa del Señor a sus discípulos, el Espíritu de Dios fue revelado, estableciendo la presencia de Cristo en medio de Su pueblo.. Al declarar que Cristo fue el cumplimiento de toda la ley y los profetas, inmediatamente 3,000 personas fueron añadidas a la iglesia. Que estos nuevos creyentes también empezaron a testificar de Cristo es evidente porque Dios siguió aumentando el número de la iglesia diariamente --- Hechos 2:47. No puede haber duda de que cuando estos regresaron a sus casas llevaban consigo el testimonio de una nueva vida en Cristo. Una persecución subsecuente a esto ayudó para diseminar el Evangelio en muchas regiones --- Hechos 8:4.

La mayor parte de lo que se conoce hoy día, en cuanto al crecimiento del cristianismo en sus primeros días, limita casi totalmente su expansión a los países que componían el imperio romano. Sin embargo algunos de los que llegaron a Jerusalén para celebrar el pentecostés, venían de lugares más allá de los límites del imperio: Partos, Medos, Elamitas y los moradores de Mesopotamia --- Hechos 2:9. Estos eran ciudadanos del Imperio Parto, más allá del río Éufrates. También tenemos la historia de la conversión de un oficial etíope quién conoció a Felipe, un diácono y evangelista. Esta gente deben haber tenido parte en la penetración del Evangelio en los países que quedaron al Este y Sur de Palestina.

Y, ¿qué de los apóstoles? Es algo sorprendente lo poco que sabemos de ellos después del pentecostés. Las vidas de Pedro, Santiago y Juan pueden saberse hasta cierto grado de la evidencia histórica. Pero de los demás casi nada se sabe de ellos, si consideramos que las leyendas católica-romanas no son la verdad. Sin embargo, no existe razón para creer que se quedaron inactivos en Jerusalén, es más probable que viajaron fuera de la ciudad predicando el Evangelio.

En la parte sudoeste de la India hay una comunidad que se conoce ahora por el nombre de Kerala. Cuando Pantaenus, el director de la escuela famosa en Alejandría, visitó esta parte de la India en 180 D.C., se sorprendió al encontrar el cristianismo ya establecido en ese lugar. La tradición cuenta que Tomás y Bartolomeo fundaron las iglesias en la región. Sean quienes hayan sido los fundadores, es evidente que el Evangelio penetró en la India por primera vez, unos pocos años después de Pentecostés.

Y, ¿qué de los que quedaron en Jerusalén? Por un lado, mantenían su asociación con la comunidad judía, mientras por el otro lado, se reunían en las casas de los miembros y celebraban el rompimiento del pan, como Cristo les había mandado hacer - Hechos 2:42,46; 4:23-24. Sin embargo, esta doble relación pronto sufrió un severo choque. La iglesia fue sacudida hasta sus fundamentos. Uno de los resultados de todo esto fue el rompimiento permanente de la iglesia con el judaísmo ortodoxo. Fue inevitable el choque. Los apóstoles insistían en predicar a Cristo, al que los judíos ya habían públicamente condenado. No obstante, no quedaron sin algunos simpatizantes. Gamaliel, un fariseo y honrado doctor de la ley levantó su voz pidiendo la moderación en cuanto a los cristianos - Hechos 5:34-40. Pero la actitud liberal de algunos no pudo evitar el acontecimiento que pronto tuvo lugar, la muerte de Esteban.

Esteban era uno de los judíos quien sabía hablar el griego. El Espíritu Santo le dio el don de enseñar y un entendimiento profundo de las implicaciones del Evangelio en cuanto a la tradición judía. - Hechos 6:10. En una de las sinagogas este predicó un sermón que conmovió el espíritu malo de los defensores de la ortodoxia judía. Lo agarraron y lo llevaron ante el sanhedrín, el cuerpo encargado de mantener el orden entre los hebreos. Pronto lo condenaron por blasfemo.

Una parte del sermón de Esteban es preservado en Hechos 7. Un punto principal del mensaje es que el sistema sacrificial judío fue destinado desde su principio a terminar y el tiempo ya había llegado para dejarlo. Con la revelación de Cristo, todo lo que el templo simbolizaba fue hecho obsoleto; el Judaísmo no podía contener a Cristo; la vida y la tradición no pueden coexistir lado a lado. Esteban señaló lo pasajero que era la tradición, y el sistema sacrificial simbolizado por lo transitorio del tabernáculo. El mantener para siempre el templo tampoco estaba en acuerdo con el propósito Divino --Hechos 7:44-50. Mientras es cierto que Dios reconoció la devoción con que el templo fue hecho, esta estructura fue, en su principio, una concepción de la mente humana, --1ª Cron.17:1. Fue el tabernáculo el que se levantó por el mandamiento directo de Dios--Ex.25:8.

Es digno de nuestra atención notar que uno de los discípulos eminentes del Dr. Gamaliel no aceptó el consejo de su maestro. Este discípulo se llamaba Saulo. La sentencia de Esteban fue del agrado de este joven --- Hechos 8:1. Saulo totalmente rechazó la doctrina de Esteban, de que en Jesús toda la ley y las ofrendas encontraron su cumplimiento. Si el evangelista tenía razón, esto querría decir que las tradiciones en las cuales Saulo había sido criado, las cuales él amaba, eran nulas. Tal vez Saulo comprendió que este nuevo movimiento no podría ser contenido dentro de los confines de la ciudad de Jerusalén. Este pensamiento le infundió un miedo y lo llenó de celos. Tal vez Saulo intuyó algo que ni los apóstoles aún entendían.

Teóricamente, es posible decir que la sinagoga podría haber llegado a ser la iglesia de Cristo. Pero en realidad esto nunca fue posible. Sin duda, como ya hemos dicho, la sinagoga estaba libre del rito sacrificial del templo, y siendo que las Escrituras eran la parte central de su vida, estaba en una posición de aceptar a Cristo sin ocasionar un revuelo en la vida de la comunidad. Pero nunca fue probable que la mayoría de los líderes de la sinagoga aceptaran el cumplimiento de las profecías. La lealtad a la tradición ortodoxa estaba tan arraigada en sus mentes, que sus raíces no podían ser fácilmente arrancadas. El Espíritu de Dios los pasó por alto, dejándoles en la dureza de sus corazones, y sembró la semilla preciosa en tierra nueva. En la historia de los Hechos vemos el principio de un patrón de eventos que se repiten miles de veces después, en la historia de la iglesia. Cuando lo que Dios ha revelado se cristaliza en forma de tradiciones, rígidamente abrazadas y propagadas puramente con la energía humana, estas llegan a ser una barrera contra la verdad. La vida del Espíritu nunca puede ser confinada dentro del cuadro de la tradición religiosa. Dios es más grande que la capacidad de la mente humana. Y la planta llamada la iglesia, crece mejor en una tierra que no contiene las piedras del limitado pensamiento humano.

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:rolleyes:
 
Daniel Brion:


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