¿Todos los afeminados son homosexuales?
por Daniel Pedro Rota
6 comentarios
Muchas personas han sido dañadas porque alguien las ha acusado de ser homosexuales sin que verdaderamente lo fueran. El juzgar por las apariencias puede hacernos juzgar mal y herir a otros. Eso nos hace preguntarnos: ¿Todos los afeminados son homosexuales?
¡Cuántas veces nos encontramos ante la duda! Pero, déjeme tranquilizarlo de entrada: No; no todos los afeminados son homosexuales. Hay hombres que tienen conductas o amaneramientos delicados, los que se van instalando por costumbre o por imitación, o por un estilo o forma de ser, pero no siempre están ligados a una estructura, un pensamiento o una tendencia homosexual.
Una cuestión de hábitos
Tener modales afeminados o delicados es conductual, es caracterial; no es genético. El carácter de la persona se va estructurando a medida que pasa el tiempo y, para tranquilidad de muchos padres, puede ser transformado con el ejercicio de la voluntad.
Por supuesto que hay muchos varones que manifiestan modales afeminados y sí son –o tienen tendencias– homosexuales, pero no debemos ser tan drásticos ni simplistas cuando nos encontramos con alguien afeminado, pues puede que nunca se le haya pasado por la mente el codiciar a otros hombres, sino todo lo contrario.
Por imitación
Un varoncito adquiere sus modales por verlo en otros, especialmente en sus mayores. Él se "identifica" con alguien que respeta y valoriza mucho, por lo que lo imita. Realmente, eso ocurre con la mayoría de todos nosotros. Vamos formando no sólo los modales sino también la manera de pensar, la forma de reaccionar a estímulos diversos o de comportarnos en ciertas situaciones por lo que vamos viendo en los mayores con los cuales pasamos el mayor tiempo.
Los modelos de identidad son muy fuertes; la gente se identifica con algo o con alguien. A veces hay nenas que se identifican con sus papás, por lo que adquieren conductas más varoniles. Pero después son realmente mujeres femeninas que se casan, que tienen hijos, que tienen una buena conducta sexual, pero que tienen conductas así, medias varoniles. Si uno mira su caminar, sus juegos, en cuanto a su forma de hablar, etcétera, encontrará cierta semejanza con el padre o con algún tío al que admiran y ven como un modelo de identidad. Se separan de la identificación con la madre por algún roce, competencia o dificultad y se identifican de lleno con alguna figura masculina.
Esto no quiere decir que ellas quieran ser hombres. De ninguna manera. Lo que quieren es tener valores y formas parecidas. Quieren ser apreciadas como lo son sus papás; parecerse a él en cuanto a las virtudes, y en su confusión, en lugar de las virtudes copian sus modales.
El ojo es engañoso
Muchas personas han sido dañadas porque alguien las ha acusado de ser homosexuales sin que verdaderamente lo fueran. El juzgar por las apariencias puede hacernos juzgar mal y herir a otros.
Debemos reconocer que el tema de los homosexuales es bastante fuerte, especialmente en ambientes religiosos. El que aparezca un caso suele traer mucho nerviosismo y ansiedad, que no siempre son bien manejados. Es por eso que un varón afeminado trae desde ya muchas sospechas.
Sin embargo, déjeme decirle que contrario a lo que vulgarmente se piensa, la mitad de los varones homosexuales no manifiestan modales afeminados. O sea que la mitad de los homosexuales, si juzgáramos exclusivamente por los modales, están "disfrazados" de hombres viriles. Algunos hasta desarrollan actividades deportivas, rudas, y son homosexuales.
Enfrentando el problema
Generalmente el afeminado es rechazado muchas veces por su amaneramiento. En el colegio los compañeros le hacen bromas muy pesadas, las que pueden ser traumantes para ese varoncito.
¿Qué hacer con un hijo así? Personalmente creo que lo mejor es hablarlo con él. Si es muy niño, pues es más fácil aun, puesto que están más abiertos a todo lo que le dice su mamá o su papá. Para él eso tiene mucho peso. Entonces podemos mostrarle ejemplos de cómo manejar sus manos y su cuerpo, de manera que vaya teniendo cuidado. Si el hijo es más grande, pues se debe hablar más de frente y racionalmente. Pero no hay que hablar juzgando la conducta de ese chico, porque muchas veces en lugar de rechazar esa conducta, él se siente rechazado, entonces estamos agravando el problema, más que solucionarlo.
El tema hay que dialogarlo y buscar las formas de que él "aprenda de nuevo" a manejar su cuerpo.
En este punto quiero hacer una aclaración. Personalmente no me gustan las terapias del tipo conductista, en el sentido de crear reflejos condicionados a través de estímulos. Y no estoy de acuerdo porque no creo que sean suficientes para cambiar hábitos de otro tipo. Sin embargo, en este caso una orientación conductista reforzaría el resto del trabajo. Por ejemplo, cada vez que el chico manifiesta esa dificultad, hacérselo notar. Creo que debemos hacérselo ver para que él cambie su forma de ser, y sepa manejarse. Muchas veces él mismo no estará en condiciones de percibirlo.
Muchas esperanzas
Un afeminado puede dejar de serlo, si él lo quiere. Es un cambio. Debe aprender a poner las manos en otro lugar, o en otra posición, o de cambiar su tono de voz. Uno no puede modificar el timbre de la voz, pero sí su tono y su impostación.
Es difícil decirle a un varón que necesita ser menos afeminado, porque uno tiene miedo a crear un trauma. Se tiene miedo a que él piense que estamos diciéndole: "Por eso yo no te acepto" y tememos la reacción. Es por eso que la ayuda debe realizarse a través de un trabajo de aceptación, y así como uno le dice: "Mira, no te comas las uñas", o le dice: "No te metas los dedos en la nariz", o le dice: "Cierra la boca, porque respirar por la boca es malo", también, con actitud amorosa, le podemos decir: "No muevas las manos de esa forma, sino de esta otra forma". "No te pares en esa posición". Hay muchos chicos que, por la desidia de los padres, tienen una mala respiración bucal o se comen las uñas permanentemente. Debemos entender que también deberemos enseñar a nuestros hijos varones a ser varoniles en sus composturas.
Hay muchas madres que enseñan a sus hijas a caminar erguidas, derechas y en forma femenina, y para ello las hacen practicar con un libro en la cabeza. Eso no tiene nada de malo, si es hecho con cariño y aceptación. Lo mismo debe suceder con los varoncitos.
Tiene que haber este proceso de primero hablar con el chico, para que él esté de acuerdo en este trabajo de cambio. Decirle que estas son pequeñas cosas, como otras que tiene que cambiar en su vida. Es poner tutor al árbol para que crezca derecho, y entonces, como el hortelano va tutoriando ciertas ramas para que vayan estructurándose bien, así debemos hacer con nuestros hijos. ¿No decimos, acaso, a nuestras hijas: "Siéntate con las piernas cerradas. No las abras porque se te ve la ropa interior? De igual manera, trabajemos con nuestros niños varones, enseñándoles de buena forma cómo conducirse.
Ahora bien, si usted tiene un hijo con modales afeminados y este ya no es un niño, entonces deberá tener con él un diálogo adulto. Él debe darse cuenta de esto razonándolo. Y si con sus padres ya hubo problemas, o tiene dificultad de comunicación, pues habrá que considerar que un tercero enfrente la situación. El tío materno, si lo hay –y si está en condiciones de ayudar–, puede tener una influencia grande en sus sobrinos varones.
Mientras más temprano trabajemos, más fácil y más rápida será la solución. No debemos "abandonar" a los pequeñitos con modales afeminados, pues se encontrarán más tarde con un mundo cruel que los traumará y denigrará infinidades de veces.
© Desarrollo Cristiano Internacional, 1993 Los Temas de Apuntes Pastorales, volumen II, número 5. Todos los derechos reservados
por Daniel Pedro Rota
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Muchas personas han sido dañadas porque alguien las ha acusado de ser homosexuales sin que verdaderamente lo fueran. El juzgar por las apariencias puede hacernos juzgar mal y herir a otros. Eso nos hace preguntarnos: ¿Todos los afeminados son homosexuales?
¡Cuántas veces nos encontramos ante la duda! Pero, déjeme tranquilizarlo de entrada: No; no todos los afeminados son homosexuales. Hay hombres que tienen conductas o amaneramientos delicados, los que se van instalando por costumbre o por imitación, o por un estilo o forma de ser, pero no siempre están ligados a una estructura, un pensamiento o una tendencia homosexual.
Una cuestión de hábitos
Tener modales afeminados o delicados es conductual, es caracterial; no es genético. El carácter de la persona se va estructurando a medida que pasa el tiempo y, para tranquilidad de muchos padres, puede ser transformado con el ejercicio de la voluntad.
Por supuesto que hay muchos varones que manifiestan modales afeminados y sí son –o tienen tendencias– homosexuales, pero no debemos ser tan drásticos ni simplistas cuando nos encontramos con alguien afeminado, pues puede que nunca se le haya pasado por la mente el codiciar a otros hombres, sino todo lo contrario.
Por imitación
Un varoncito adquiere sus modales por verlo en otros, especialmente en sus mayores. Él se "identifica" con alguien que respeta y valoriza mucho, por lo que lo imita. Realmente, eso ocurre con la mayoría de todos nosotros. Vamos formando no sólo los modales sino también la manera de pensar, la forma de reaccionar a estímulos diversos o de comportarnos en ciertas situaciones por lo que vamos viendo en los mayores con los cuales pasamos el mayor tiempo.
Los modelos de identidad son muy fuertes; la gente se identifica con algo o con alguien. A veces hay nenas que se identifican con sus papás, por lo que adquieren conductas más varoniles. Pero después son realmente mujeres femeninas que se casan, que tienen hijos, que tienen una buena conducta sexual, pero que tienen conductas así, medias varoniles. Si uno mira su caminar, sus juegos, en cuanto a su forma de hablar, etcétera, encontrará cierta semejanza con el padre o con algún tío al que admiran y ven como un modelo de identidad. Se separan de la identificación con la madre por algún roce, competencia o dificultad y se identifican de lleno con alguna figura masculina.
Esto no quiere decir que ellas quieran ser hombres. De ninguna manera. Lo que quieren es tener valores y formas parecidas. Quieren ser apreciadas como lo son sus papás; parecerse a él en cuanto a las virtudes, y en su confusión, en lugar de las virtudes copian sus modales.
El ojo es engañoso
Muchas personas han sido dañadas porque alguien las ha acusado de ser homosexuales sin que verdaderamente lo fueran. El juzgar por las apariencias puede hacernos juzgar mal y herir a otros.
Debemos reconocer que el tema de los homosexuales es bastante fuerte, especialmente en ambientes religiosos. El que aparezca un caso suele traer mucho nerviosismo y ansiedad, que no siempre son bien manejados. Es por eso que un varón afeminado trae desde ya muchas sospechas.
Sin embargo, déjeme decirle que contrario a lo que vulgarmente se piensa, la mitad de los varones homosexuales no manifiestan modales afeminados. O sea que la mitad de los homosexuales, si juzgáramos exclusivamente por los modales, están "disfrazados" de hombres viriles. Algunos hasta desarrollan actividades deportivas, rudas, y son homosexuales.
Enfrentando el problema
Generalmente el afeminado es rechazado muchas veces por su amaneramiento. En el colegio los compañeros le hacen bromas muy pesadas, las que pueden ser traumantes para ese varoncito.
¿Qué hacer con un hijo así? Personalmente creo que lo mejor es hablarlo con él. Si es muy niño, pues es más fácil aun, puesto que están más abiertos a todo lo que le dice su mamá o su papá. Para él eso tiene mucho peso. Entonces podemos mostrarle ejemplos de cómo manejar sus manos y su cuerpo, de manera que vaya teniendo cuidado. Si el hijo es más grande, pues se debe hablar más de frente y racionalmente. Pero no hay que hablar juzgando la conducta de ese chico, porque muchas veces en lugar de rechazar esa conducta, él se siente rechazado, entonces estamos agravando el problema, más que solucionarlo.
El tema hay que dialogarlo y buscar las formas de que él "aprenda de nuevo" a manejar su cuerpo.
En este punto quiero hacer una aclaración. Personalmente no me gustan las terapias del tipo conductista, en el sentido de crear reflejos condicionados a través de estímulos. Y no estoy de acuerdo porque no creo que sean suficientes para cambiar hábitos de otro tipo. Sin embargo, en este caso una orientación conductista reforzaría el resto del trabajo. Por ejemplo, cada vez que el chico manifiesta esa dificultad, hacérselo notar. Creo que debemos hacérselo ver para que él cambie su forma de ser, y sepa manejarse. Muchas veces él mismo no estará en condiciones de percibirlo.
Muchas esperanzas
Un afeminado puede dejar de serlo, si él lo quiere. Es un cambio. Debe aprender a poner las manos en otro lugar, o en otra posición, o de cambiar su tono de voz. Uno no puede modificar el timbre de la voz, pero sí su tono y su impostación.
Es difícil decirle a un varón que necesita ser menos afeminado, porque uno tiene miedo a crear un trauma. Se tiene miedo a que él piense que estamos diciéndole: "Por eso yo no te acepto" y tememos la reacción. Es por eso que la ayuda debe realizarse a través de un trabajo de aceptación, y así como uno le dice: "Mira, no te comas las uñas", o le dice: "No te metas los dedos en la nariz", o le dice: "Cierra la boca, porque respirar por la boca es malo", también, con actitud amorosa, le podemos decir: "No muevas las manos de esa forma, sino de esta otra forma". "No te pares en esa posición". Hay muchos chicos que, por la desidia de los padres, tienen una mala respiración bucal o se comen las uñas permanentemente. Debemos entender que también deberemos enseñar a nuestros hijos varones a ser varoniles en sus composturas.
Hay muchas madres que enseñan a sus hijas a caminar erguidas, derechas y en forma femenina, y para ello las hacen practicar con un libro en la cabeza. Eso no tiene nada de malo, si es hecho con cariño y aceptación. Lo mismo debe suceder con los varoncitos.
Tiene que haber este proceso de primero hablar con el chico, para que él esté de acuerdo en este trabajo de cambio. Decirle que estas son pequeñas cosas, como otras que tiene que cambiar en su vida. Es poner tutor al árbol para que crezca derecho, y entonces, como el hortelano va tutoriando ciertas ramas para que vayan estructurándose bien, así debemos hacer con nuestros hijos. ¿No decimos, acaso, a nuestras hijas: "Siéntate con las piernas cerradas. No las abras porque se te ve la ropa interior? De igual manera, trabajemos con nuestros niños varones, enseñándoles de buena forma cómo conducirse.
Ahora bien, si usted tiene un hijo con modales afeminados y este ya no es un niño, entonces deberá tener con él un diálogo adulto. Él debe darse cuenta de esto razonándolo. Y si con sus padres ya hubo problemas, o tiene dificultad de comunicación, pues habrá que considerar que un tercero enfrente la situación. El tío materno, si lo hay –y si está en condiciones de ayudar–, puede tener una influencia grande en sus sobrinos varones.
Mientras más temprano trabajemos, más fácil y más rápida será la solución. No debemos "abandonar" a los pequeñitos con modales afeminados, pues se encontrarán más tarde con un mundo cruel que los traumará y denigrará infinidades de veces.
© Desarrollo Cristiano Internacional, 1993 Los Temas de Apuntes Pastorales, volumen II, número 5. Todos los derechos reservados