Originalmente enviado por Ernesto Bullas:
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Y ya que ha empezado usted a hablar de traumas le diré que es mucho más probable que el que diga que un dios como el que se presenta en la Biblia, el dios que ordena a Moisés y a Josué arrasar a todo Canán incluidos los niños de pecho, es el mismísimo Dios infinitamente bondadoso, justo, etc., ese sí debe tener un trauma en alguna parte, infantil o de otra índole. .</STRONG>
LA ORDEN DE MATAR DE PARTE DIOS
Dios ordenó en Deuteronomio 7 que los israelitas destruyeran totalmente a los canaanitas y otras seis naciones, y que no tuvieran misericordia en el proceso.
Retrocediendo un poco podemos ver que Dios ordenó la ejecución de todos los primogénitos egipcios. Ni mencionemos el hecho de que Dios ahogó en el diluvio un sin número de personas. En 1 Samuel 15:3 Dios le dice a los israelitas: “Ve, pues, y hiere a Amalec (amalecitas) y destruye todo lo que tiene, y no te apiades de él; mata a hombres, mujeres, niños, y aun los de pecho, vacas, ovejas, camellos y asnos.”
Se oye como un Dios violento y brutal más que un Dios de amor, ¿verdad?. ¿Cómo es posible que la gente adore a un Dios que ordena la muerte de niños inocentes? Esta ha sido la cantinela de los críticos de la Biblia por varios siglos ya.
LA RESPUESTA CRISTIANA
Hechos como los que acabamos de mencionar muestran que el carácter de Dios es santo, absolutamente santo, y que por lo tanto El tiene que castigar el pecado y la rebelión. Dios es un Dios justo; justicia perfecta es la misma esencia de su carácter. Pero al mismo tiempo es un Dios de misericordia; si alguien desea escapar su juicio, Dios provee la oportunidad.
Tomemos el ejemplo de los amalecitas. Esta gente estaba lejos de ser inocente, muy lejos. No se trataba de gente amable precisamente; en realidad eran virulenta y totalmente depravados. Su objetivo era destruir a Israel. En otras palabras, su misión era cometer genocidio.
Además de ser malvados por excelencia, consideremos lo que estaba en juego. Los israelitas eran el pueblo escogido por medio del cual Dios traería Salvación al mundo entero a través de Jesucristo.
La destrucción de esta nación (amalecita) era necesaria en virtud de la gravedad de su pecado. De haber sobrevivido un remanente, con el tiempo hubieran recomenzado su agresión contra Israel y contra el plan de Dios. Estamos hablando de gente guerrera, persistente y viciosa. Para mostrar esto sólo hace falta decir que durante el éxodo seguían a la retaguardia de los israelitas y asesinaban cobardemente a los más vulnerables de entre ellos --- los débiles, los ancianos, y los discapacitados que quedaban retrasados en la marcha (Deut. 25: 17-19).
El objetivo de los amalecitas era acabar hasta con el último de los israelitas sobre la faz de la tierra (al igual que el deseo de los palestinos hoy en día). Dios podría haber tratado con ellos mediante un desastre natural, pero sin embargo escogió a los israelitas como instrumento de su juicio.
Dios tomó cartas no sólo en defensa de los israelitas, sino que últimadamente lo hizo por el bien de todos aquellos a través de la historia cuya salvación sería provista por el Mesías que nacería de entre los judíos.
¡PERO LOS NIÑOS ...!
“¿Por qué tuvieron que morir los inocentes niños?, protestan los críticos desde tiempos inmemoriales. A esto los cristianos respondemos muy simplemente; primero tenemos en cuenta que nadie es en realidad verdaderamente inocente. La Biblia expresa en el Salmo 51 que todos nacemos en pecado, es decir, con la propensidad al pecado y la rebelión.
Segundo, debemos considerar que Dios es soberano sobre todo lo que tiene vida. Dios creó la vida y por lo tanto tiene el derecho de tomarla. Si alguien puede crear vida, por ende tiene también el derecho de quitarla. Si por el contrario usted no puede crear vida, tampoco tiene el derecho de destruirla.
Tercero, la gente supone que lo que es erróneo para nosotros también lo es para Dios. Sin embargo, es erróneo para mí tomar la vida de alguien porque yo no la creé y no soy dueño de ella. Ilustración: es erróneo que yo entre en su jardín y corte todas sus plantas, las destruya o las transplante en otro lado. Sí puedo hacer eso en mi propio jardín, por la razón de que soy dueño de mis plantas y arbustos. De la misma forma Dios es soberano sobre toda vida y tiene el derecho divino de tomarla cuando lo considere apropiado.
En realidad nos olvidamos que Dios toma en definitiva la vida de todo ser humano. Esto se llama “muerte”. La única incógnita es cuándo y cómo, lo que es enteramente a su discreción.
Cuarto, no olvidemos que los niños amalecitas no tenían ninguna esperanza en medio de una cultura depravadamente mala y violenta. La nación estaba tan contaminada al igual que la gangrena va avanzando en la pierna de una persona (Lev. 18: 21, 24-26). Dios tuvo que amputar porque de lo contrario la gangrena se extiende con consecuencias fatales. En un sentido, la acción que tomó Dios, fue un acto de misericordia.
Entre las prácticas de esta nación encontramos el sacrificio de niños, el homosexualismo, y el bestialismo (sexo de humanos con animales). Esto en sí traía enfermedades venéreas incontrolables en la época. La decadencia moral era extraordinaria, la arqueología ha provisto evidencias que muestran estas cosas. Lo que decimos ha sido constatado por la historia secular, no sólo por la Biblia. ¿Qué futuro podía tener un niño en esa cultura?
Si recordamos que la Biblia enseña que los niños que no han llegado a la edad de responsabilidad, al morir van directamente a la presencia de Dios, tenemos que reconocer que la muerte de esos niños a manos de otra nación es un acto de la misericordia de Dios.
Quinto, tengamos en cuenta que Dios le dio a los pueblos de Canaán 400 años para arrepentirse de sus maldades. La gente de estas tierras tuvo todas las oportunidades posibles de modificar su conducta. De acuerdo con Génesis 15:16, en el tiempo de Abraham, Dios dice que aun no ha llegado al colmo la maldad del amorreo (nombre usado genéricamente para designar los habitantes de Canaán). Según mis cálculos, en el caso de los amalecitas, la destrucción llegó alrededor de 500 años después de lo narrado en Génesis 15:16.
¿ Son 500 años suficiente tiempo para arrepentirse, señor Bullas?
Pablo