Lo mejor aún está por venir

28 Febrero 1999
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I

Tratados para creyentes – Puede hacer fotocopias para distribuir entre hermanos

Ciertamente que lo mejor que está por venir es el mismo Señor a quien esperamos. Él es “lo perfecto” (1Co.13:10) y esta esperanza nos purifica, pues seremos tal como Él es.
Por esta única hoja apenas pretendemos llegar a nuestros hermanos cansados, heridos y hasta olvidados, para abanicarles en el rostro un soplo de buena esperanza de lo que todavía hemos de protagonizar hasta nuestra reunión con Él.
Como tantos hermanos, también padecimos del mal de Elías: haber quedado solos.
Sabemos que la condición de muchos es la de las ovejas descriptas en Ezequiel 34.
Aunque no promovemos ningún gran avivamiento mundial, continental y nacional - pues ya hay demasiados falsos profetas anunciándolos -, sí podemos animar al pueblo humilde y pobre que él Señor ha dejado en testimonio a su Nombre en medio de la apostasía reinante. En toda la historia siempre hubo un remanente fiel que esperó en Dios y su misericordia; no seremos defraudados. Cuando el Hijo del Hombre venga todavía hallará fe en la tierra, porque muchos en cantidad y pocos en proporción a la masa de la cristiandad profesante, por gracia seguirán adorando a Dios en espíritu y en verdad, temblando a su Palabra, amando su venida y creyendo a sus promesas.
Las mismas decepciones que te has llevado de los hombres, son las que a nosotros también por algún tiempo nos dejaron frustrados y postrados, inhibidos de testificar de Cristo, y hasta de buscar la comunión con otros hermanos. Tantos intentos fallidos, tantas expectativas y compromisos contraídos de buena fe, para sufrir luego la tal desilusión que por poco nos lleva a la apostasía…¡cuán cerca estuvimos!
Tú, él, yo, no somos una alternativa más confiable que todo lo demás que ya hemos probado para luego desengañarnos lastimosamente. No existe en nosotros mismos un ápice de bondad, amor, santidad y fe que nos haga recomendables a nadie. Cada uno de nosotros podrá testificar que es peor que cualquier otro hermano que haya conocido, porque lo que sabemos de nosotros mismos ya es muy malo comparado con la siempre poca información que tenemos de nuestro prójimo. ¡Cuán malos y deplorables somos!
Pero ¡alto ahí! Sólo hasta ahí llegamos en la confesión de nuestra maldad, culpabilidad y miseria. Porque ahora también podríamos disertar largamente del amor, misericordia y gracia de nuestro Padre celestial: convictos de nuestros pecados fuimos llevados al arrepentimiento y confesión, haciendo restitución en lo posible, y recibiendo amplio y total perdón en la abundancia de su gracia y eficacia de la sangre del Señor Jesús.
Si buena parte del daño, ofensas y demás males que hemos cometido es consecuencia de nuestra propia desobediencia y rebeldía, también es cierto que pudo habernos faltado el buen ejemplo de mentores que pudiéramos haber tomado como referentes en un discipulado cercano al Señor a quien seguimos. En todo caso, puede ser cierto también que en parte nuestra ignorancia tuvo mucho que ver en todo eso; pues aunque digamos que no podemos alegar ignorancia – aunque más no sea porque no nos gusta pasar por ignorantes -, lo cierto es que algo de eso pudo motivar tantas acciones equivocadas en las que incurrimos. Si Pablo pudo decir: “lo hice por ignorancia, en incredulidad” (1Ti.1:13), ahora que vamos siendo enseñados del Señor y aprendiendo cosas nuevas todos los días, es posible que admitamos que a la luz que ahora estamos recibiendo no haríamos lo que en otro tiempo hicimos.
Este preámbulo puede ser poco simpático y agradable a nuestro hermano lector; pero si realmente estamos buscando el rostro del Señor para que se levante resplandeciente en nuestro camino, nos es necesario sincerarnos en su presencia, para que Él nos restaure.
Seguramente que no somos tan malos como nos pintan, ni tan buenos como pensamos.
Por supuesto que quienes escribimos y quienes nos leen preferiríamos vernos como las ovejitas débiles, enfermas, perniquebradas, y malogradas, pues en el papel de víctimas nos sentimos mejor. Algunos queridos lectores estarán en esta situación y podrán asirse con fuerza de la promesa del buen Pastor anunciado en aquel capítulo 34 de Ezequiel.
Pero si se activara nuestra memoria hasta recordarnos “mejores tiempos”, es posible que otros de entre nosotros fuésemos de aquellas “ovejas engordadas”, que siendo más grandes y fuertes empujábamos a un costado a las débiles que nos dificultaban el paso; cuando no las acorneábamos hasta echarlas del rebaño. Si así hicimos, arrepintámonos cuanto antes porque hay juicio anunciado del Señor desde el v.17 al 22.
Otros, pudieron ser en su buena época, respetados y hasta afamados pastores. ¿Pero de cuales? ¿De los que servían a las ovejas o de los que se servían de ellas? ¿De los que las alimentaban de pasto fresco o de los que bebían de su leche y se vestían de su lana? ¿Su ministerio existía en función de la grey, o la iglesia apenas existía en función del pastor? ¿Eran necesarios los pastores para que hubiesen ovejas, o había que conseguir ovejas para que hubiesen pastores? ¿Se requieren médicos para que haya enfermos, o de estos para que hayan médicos? ¿Se precisa un Seminario porque abundan los estudiantes, o es necesario buscar estudiantes para que se justifique la existencia de un Seminario?
Cuando los dólares sobran, suelen faltar los hombres con dones y vocaciones. Así que hay que obtener suficientes clones profesionales que justifique la inversión en sueldos, edificios y toda la estructura necesaria. Pero cuando surgen los obreros de Dios, los dólares no aparecen ni siquiera en foto. Esto siempre fue así y no cambiará.
Parece que ahora Dios está haciendo algo nuevo y distinto; novedoso no, pues tiene el precedente neotestamentario; pero nuevo y distinto a lo que estábamos acostumbrados.
Nos vuelve a hablar claro por su Palabra. No que Él haya estado callado, sino que no le entendíamos pues porfiábamos en descifrar lo que quiso decir cuando dijo lo que dijo.
La misma tecnología de la Internet que tanta corrupción puede propagar, también hoy puede usarse para la comunicación inmediata con hermanos de todas partes del mundo.
Así podemos no sólo enterarnos de las maquinaciones de Satanás preparando el terreno para la manifestación del hombre de pecado, sino lo que el Espíritu Santo viene obrando entre todo el remanente fiel que se humilla ante Dios y tiembla a su Palabra.
Las iglesias institucionalizadas o establecidas se vienen vaciando de redimidos por la sangre de Jesucristo y regenerados por el Espíritu, mientras mantienen una membresía apóstata engrosada por supersticiosos que quieren algo de Dios sin soltar al mundo.
Dios ya no está salvando – como antes – a los pecadores que acudían a las iglesias, campañas y cruzadas de evangelización, pues el evangelio que se les da, las fórmulas de profesión y los métodos de decisión y entrega, son todos de factura humana y apenas consiguen prosélitos evangélicos, pero no hijos de Dios llamados a ser santos.
Pero hoy, así como antes en la larga historia del cristianismo, fuera de esos sistemas Dios sí está llevando almas al arrepentimiento y a la fe de Jesucristo.
Aunque todo en el mundo y en el cristianismo conocido vaya de mal en peor, sobre ese fondo cada vez más oscuro, para ti y para mí todavía resta lo mejor.
Ayudémonos y ayudemos a muchos otros a despertarse del letargo y seguir al Señor.
(Si quieres, haz fotocopias para distribuir a tus hermanos amigos y animarlos a escribir)

[email protected] Saludos desde Uruguay, Sudamérica.