Esta fue en realidad la posición ultramontana inicial -los cuales entonces supuestamente serían los "diabólicos"- que luego fue matizada por obispos que se daban cuenta que tal versión de la infalibilidad era manifiestamente insostenible desde todo punto de vista.
A esta propuesta surgieron tres actitudes entre los católicos. La primera fue de abandonar las filas de la Iglesia porque ésta mandaba creer cosas que iban contra el sentido común, tal fué el caso de los "Viejos Católicos".
Por cierto honestos, pero demasiado pocos para hacerle mella a la formidable estructura papal.
La segunda fue de enmarcar las cosas según los Padres Conciliares definieron, y por lo tanto, aprovechar las llamaradas infernales para dar mayor brillo al pronunciamiento de la Iglesia.
Así que finalmente los más devotos al papa fueron quienes encendieron las llamaradas infernales ... ¡vaya!
Y la tercera fue de, por un sentimiento de piedad pura sin preparación doctrinaria, aceptar y defender la propuesta de los enemigos de la Iglesia como cierta, es decir, que el Papa es inerrante y no puede pecar. Lo que equivale a sostener que el Papa al no poder pecar tiene la salvación asegurada y un "lugarcito" reservado en la Corte Celestial; y ésta es la infantil creencia, carente de conocimientos doctrinales de muchos católicos, pero también la creencia de casi todos los cristianos-no católicos.
Me alegra que reconozca que muchos católicos piensan así. Evidentemente la Iglesia de Roma no puede ser responsabilizada por no educar a la "caterva de secuaces del mal declarado", pero debiera resultarle asaz vergonzoso mantener a sus propios fieles tan mal informados a más de 130 años de la proclamación del dogma.
Condiciones de infalibilidad
Repitámoslo con la Iglesia: El Papa es infalible en lo doctrinal sólo y únicamente cuando se cumplen estas cuatro condiciones:
1) Cuando habla como Papa, es decir, como Pastor y Doctor de la Iglesia
2) No basta lo anterior.
Tiene que ser enseñando a toda la Iglesia universal
3) Tampoco basta con esto.
Tiene que se haciendo uso de toda su autoridad
4) E incluso todo lo anterior tampoco basta.
Tiene que ser en sentencia última e irrevocable en materia de fe o de costumbres.
Por ejemplo, la bula
Unam Sanctam de Bonifacio VIII cumple con todas estas condiciones.
¿Cómo se llegó a la conclusión de que éstas y no otras eran las condiciones?
Por lo tanto, el Papa puede equivocarse cuando habla de política, de medicina, de física, de economía, de historia, etc.
En todo menos en asuntos religiosos.
Con el agravante que cuando se pronuncia
ex cathedra solamente el pronunciamiento en sí y no la preparación y fundamentación han de ser tenidos por infalibles.
Pero incluso también puede errar en asuntos religiosos, si habla de ellos en charlas de sobremesa, o en un paseo con amigos o discutiendo privadamente de religión. E incluso cuando habla como Fulano de Tal y expone sus propias teorías personales, aunque fuera en un libro de venta pública puede equivocarse.
Es perfectamente comprensible que las conversaciones ocasionales no hayan de ser tenidas como declaraciones teológicamente exactas. También es lógico aceptar que un papa pueda formular algunas especulaciones ("sus propias teorías personales") que no sean parte de la doctrina en sí. Ahora bien, escapa a mi comprensión por qué haya de reconocérsele como infalible cuando se cumplen las condiciones arriba citadas pero no cuando expone la doctrina católica fuera de estas precisas condiciones.
De hecho, las acusaciones puntuales que pueden hacer los enemigos de Dios señalando algunos casos en los 20 siglos de historia de la Iglesia, carecen de una, dos, tres o las cuatro condiciones.
¿Sería tan amable de indicarnos cuántas y cuáles han sido las definiciones papales a lo largo de la historia que han cumplido con los criterios de infalibilidad establecidos en el siglo XIX?
¿Cuáles fueron las definiciones
ex cathedra, digamos, durante los primeros mil años del cristianismo?
¿Hay alguna declaración
ex cathedra acerca de cuáles son las definiciones
ex cathedra?
Porque si no la hay, queda en manos de teólogos reconocidamente
falibles la determinación de cuáles proposiciones son infalibles.
Y lo que es peor, en las mismas falibles manos cae la tarea de interpretar -en el supuesto que se puedan identificar- las referidas definiciones infalibles.
El razonamiento del demonio confunde, maliciosamente, infalibilidad con impecabilidad e inerrancia "in toto". El Papa puede caer en pecado mortal y aún ser hereje, pero , precisamente por lo que creemos en el dogma de infalibilidad, sabemos que nunca enseñará ex-cathedra una herejía o error.
Claro, el Espíritu Santo no preserva al papa de la concupiscencia, de la simonía, del nepotismo, del pecado mortal y aún, segpun dice usted, de la herejía. Pero extrañamente, aunque no hace estas cosas, presuntamente sí le preserva del error cuando enseña
ex cathedra. ¡Curiosa doctrina!
Y a propósito de las insinuaciones descalificantes hacia la vejez y enfermedad de varios Papas, es de maravillarnos que habiendo sufrido estos augustos pontífices toda clase de males físicos y morales, nunca, jamás, eso haya impedido enseñar la Verdad plena, pura y ortodoxa. Ésta es la certeza que tenemos en la asistencia particular del Espíritu Santo prometida por el Redentor.
Claro, por ejemplo los casos de Liberio, Zósimo, Vigilio y Honorio que aquí se discuten, para no hablar de Juan XII, Benedicto IX, Alejandro VI o Sixto V.
Cuando nos señalan dolorosos recuerdos, lejos de confundirnos, vemos en esto una prueba patente del origen sobrenatural de la Iglesia.
En esto tiene razón; si semejantes papas no lograron destruirla, debe tener algo de sobrenatural.
De hecho, en nada se opone a la infalibilidad pontificia, definida como dogma de nuestra fe católica, el que un Papa, considerado como una persona particular, pueda incurrir en la herejía, no sólo en el error.
¿Y quién tiene la autoridad para decidir que un papa ha caído en el error y la herejía según la actual Iglesia de Roma?
Historia del problema
Ya en el Decreto de Graciano, se recuerda a San Bonifacio, Arzobispo de Mayence: "Las culpas del Papa nadie presuma, entre los mortales, poner de manifiesto, porque el que ha de juzgar a todos no debe ser juzgado por ninguno, a no ser que sea sorprendido desviado del recto camino de la fe".(Decretum part. I. dist. XL. c6)
El "Decreto" de Graciano se basa en gran medida en documentos espurios, como por ejemplo las Decretales Pseudoisidorianas. Puede leerse con provecho el artículo
False Decretals en
The Catholic Encyclopedia, disponible "on line".
En uno de los sermones del Papa Inocente III, el Sumo Pontífice dice; "Me es tan necesaria la fe, que siendo así que sólo Dios puede juzgarme de los demás pecados, por el solo pecado que pudiera cometer contra la fe, podría ser juzgado por la Iglesia" (Patrología Latina, t. 217, col. 656)
No me sorprende que Inocencio, el Augusto del papado, dijese semejante cosa. Bien, eso creía Inocencio y es su problema.
Si bien los teólogos del siglo de oro de la escolástica supusieron innecesario tratar el tema, todos los canonistas de los siglos XII y XIII comentaron el problema. Unánimemente admiten sin dificultad que el Papa puede caer en la herejía como en cualquier otro pecado grave; su estudio se concentra en explicar la razón por la cual en sólo los pecados de la fe pueda el Papa ser juzgado por la Iglesia.
Para algunos la única excepción de la inviolabilidad pontificia es la herejía: "Sólo puede ser acusado de herejía".(Summa Lipsiensis, antes de 1170). Otros canonistas, en cambio, equiparan a la herejía el cisma, la simonía, la incredulidad: pero el pecado contra la fe es siempre y para todos un pecado por el cual el Papa puede ser juzgado.
El inmortal y reputado Torquemada , (en Summa de Ecclesia l.II, c.112, Roma 1469) sostiene que el Papa hereje quedaba automáticamente depuesto. Para otros, el Papa podía ser juzgado por un Concilio, cuya autoridad quedaba limitada a juzgar dicha herejía en el Pontífice; y en el caso comprobado, deponerlo y nombrar un nuevo Papa. Thomas Netter (1430) afirma que esa es la antigua fe católica.
En el siglo XVI la opinión del cardenal Torquemada (no confundir con el Inquisidor, como hace Jetonius, pues se trata de tío y sobrino) es reafirmada por el gran teólogo Salmantino en su obra "De Romani Pontificis institutione et auctoritate", cap. XIII. Lo mismo sostendrá Piério (Summa Sylvestrina; t. II p. 276). Pighies niega la posibilidad de que el Papa pueda caer en la herejía. Y contra esta sentencia el extraordinario teólogo del Concilio de Trento, Melchor Cano, O.P., después de haber rechazado la mayor parte de las explicaciones dadas por Pighies, concluye que no se puede negar que el Sumo Pontífice pueda caer en herejía, pues basta un caso, un ejemplo, para que pueda haber dos o más ("De loctis theologicis 1. VIII, cap. VIII)
Es cierto que aludí a Juan de Torquemada como si fuese su sobrino Tomás.
Por lo demás, el resto de la relación ilustra qué poca base escritural, cuánta en la ley canónica (en parte imitada de Roma y en parte basada en falsificaciones) y sobre todo cuán poco clara era esta doctrina a quince siglos del nacimiento del cristianismo.
La raíz del problema
Desde la definición de la Infalibilidad Pontificia, pronunciada por el Concilio Ecuménico y Dogmático, Vaticano I, muchos teólogos, mini-teólogos y pseudo-teólogos, confundiendo la doctrina definida o, mejor, no entendiéndola, han declarado que el Papa, por el hecho de ser Papa, es siempre y en todo infalible e impecable.
Pues hay que ser muy ignorante (al punto de no haber leído la definición misma) para enseñar semejante disparate.
La Iglesia de Roma puede admitir que su Sumo Pontífice (término birlado al emperador romano) sea disoluto, promiscuo, simoníaco, nepotista y aún hereje, siempre que se admita que es infalible cuando habla
ex cathedra.
Pero la misma definición dogmática nos previene sobre el problema: no basta con sentarse en el Sillón de Pedro para ser automáticamente infalible e impecable. De hecho, la historia de la Iglesia contradice con hechos irrefutables este absurdo teológico lamentablemente tan extendido hasta en los mejores círculos de pensamiento...y en este foro ni te cuento!.
Me alegro que reconozca lo absurdo de todo eso. Está usted atacando acerbamente algo que nadie bien informado sostiene, a pesar de que, como dijo antes, muchos católicos puedan creerlo.
La Iglesia nunca nos manda a creer cosas contrarias y opuestas a la razón. Y esta tesis afirma que la elección de un hombre como Papa hace de este hombre, en todos y cada uno de sus momentos; en todas y cada una de sus palabras; en todos y cada uno de sus juicios la expresión sensible de la verdad divina. La razón nos dice que la verdad no cambia, es inmutable; luego, siendo el privilegio de todos y cada uno de los papas la infalibilidad no didáctica, sino personal; no en especialísimas circunstancias, sino siempre y en todas ocasiones, lógicamente deberíase seguir que todos los papas deberían tener un mismo sentir, una misma manera de pensar. Y una cosa es la infalibilidad pontificia y otra es que el Santo Padre esté confirmado en gracia.
El principio universal "lex orandi, lex, sed credendi" nos confirma lo contrario. En las letanías mayores, así como en otras oraciones de la Santa Iglesia, se pide expresamente por la conservación de la fe del Sumo Pontífice, y de todos los órdenes eclesiásticos: "que te dignes conservar en la santa religión al Sumo Pontífice y a todos los demás eclesiásticos"
El Santo Padre puede, en resumen, caer como persona en el error, la herejía, pero nunca, jamás, con certeza absoluta de que esto no ocurrirá como Supremo Pontífice en las condiciones especialísimas que exige el dogma de Infalibilidad, y que arriba he enumerado. Esta es la augusta promesa de Nuestro Señor. Es la asistencia eterna y cierta del Espíritu Santo que la Iglesia durará por los siglos de los siglos, no importando nunca, maravillémonos de esto, la condición moral del Pastor de Pastores.
Sí, realmente es para maravillarse que alguien crea que la calidad de la enseñanza de cualquier maestro cristiano (y no sólo el papa) sea independiente de su condición moral.
También es de maravillarse que alguien pueda creer que un hombre que potencialmente es todo lo falible que un hombre pueda llegar a ser, se torne de súbito infalible por recibir la asistencia "negativa" del Espíritu bajo ciertas condiciones arbitrarias.
La historia nos demuestra que hemos tenido Papas moralmente reprobables e incluso simpatizantes de gravísimos errores, pero nunca la Iglesia ha enseñado como tal una herejía, un error o una inmoralidad. El Espíritu Santo ha velado, vela y velará siempre por este faro maravilloso que ilumina a los hombres en su caminar por la tierra.
¿Y por qué no lo "vela" en todo lo demás?
¿En cuántas ocasiones el ejercicio de este extraordinario carisma ha sido utilizado en la historia de la Iglesia?
¿Qué ha resuelto esta maravillosa gracia?
Sigamos pues entónces con entusiasmo y reverenciemos siempre al Dulce Cristo en la Tierra.
Yo sigo, adoro y reverencio al Cristo sentado a la diestra de Dios Padre.
Bueno, Maripaz y algunos otros, espero que con esta humilde aportación haya en algo contribuído a dispersar de sus mentes las tinieblas del error en las que los tiene engañado Satanás.
En Jesucristo Nuestro Señor y en su Santísima Madre la siempre Virgen María, van mis saludos fraternales.
Adam Meck Roth
Cualquiera que haya leído las discusiones serias que aquí se han planteado, hallará en extremo superflua la refutación de algo que no se halla en discusíón.
Eso sí, por cierto espero que este debate sirva para disipar las tinieblas del error.
Bendiciones en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, al único sabio Dios sea la gloria por los siglos de los siglos, amén.
Jetonius
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