Les duele nuestra alegría
Sí, les duele nuestra alegría. Cuando hablamos del sufrimiento humano, del amigo que murió de sida, del trabajo continuo, del dolor de la guerra… no dicen nada, callan, asienten, lo encuentran bien. Lo convierten en normalidad.
Pero cuando además del sufrimiento demostramos, explicamos, que nuestra vida religiosa vale la pena, que somos felices, no nos creen, se quedan con algunos estereotipos, con un pequeño núcleo conocido. Les duele nuestra felicidad y la tachan de falsa.
Amigos, nuestra felicidad es real, verdadera, no la fingimos… ¡por el amor de Dios, estamos en el siglo XXI!, ¿qué haríamos en un convento? Además, ¿por qué les crispa tanto a algunos nuestra risa interna y externa? Te contamos nuestra experiencia, no la del vecino.
Quizás no hablamos de la misma felicidad, para nosotras, para mí, la felicidad no es que todo te salga bien, no es reír siempre, es llorar por mí, por los otros, porque las cosas cuestan, porque el plato en la mesa es un esfuerzo, porque quisiéramos ser más para el trabajo que abarcamos… Pero la felicidad de haberte dado a Dios, ¿cómo te la explico?
Dice la Real Academia Española que la felicidad es “estado del ánimo que se complace en la posesión de un bien”. Y yo poseo un Bien y me complazco en él. Lo siento, amigos, aunque os empecinéis en demostrar mi infelicidad, no lo conseguiréis. Claro que de todo hay en la viña del Señor.
Texto: Sor Gemma Morató

Sí, les duele nuestra alegría. Cuando hablamos del sufrimiento humano, del amigo que murió de sida, del trabajo continuo, del dolor de la guerra… no dicen nada, callan, asienten, lo encuentran bien. Lo convierten en normalidad.
Pero cuando además del sufrimiento demostramos, explicamos, que nuestra vida religiosa vale la pena, que somos felices, no nos creen, se quedan con algunos estereotipos, con un pequeño núcleo conocido. Les duele nuestra felicidad y la tachan de falsa.
Amigos, nuestra felicidad es real, verdadera, no la fingimos… ¡por el amor de Dios, estamos en el siglo XXI!, ¿qué haríamos en un convento? Además, ¿por qué les crispa tanto a algunos nuestra risa interna y externa? Te contamos nuestra experiencia, no la del vecino.
Quizás no hablamos de la misma felicidad, para nosotras, para mí, la felicidad no es que todo te salga bien, no es reír siempre, es llorar por mí, por los otros, porque las cosas cuestan, porque el plato en la mesa es un esfuerzo, porque quisiéramos ser más para el trabajo que abarcamos… Pero la felicidad de haberte dado a Dios, ¿cómo te la explico?
Dice la Real Academia Española que la felicidad es “estado del ánimo que se complace en la posesión de un bien”. Y yo poseo un Bien y me complazco en él. Lo siento, amigos, aunque os empecinéis en demostrar mi infelicidad, no lo conseguiréis. Claro que de todo hay en la viña del Señor.
Texto: Sor Gemma Morató