Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto 15, 12-20
Hermanos:
Si se anuncia que Cristo resucitó de entre los muertos, ¿cómo algunos de ustedes afirman que los muertos no resucitan?
¡Si no hay resurrección, Cristo no resucitó! Y si Cristo no resucitó, es vana nuestra predicación y vana también la fe de ustedes. Incluso, seríamos falsos testigos de Dios, porque atestiguamos que él resucitó a Jesucristo, lo que es imposible, si los muertos no resucitan. Porque si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó. Y si Cristo no resucitó, la fe de ustedes es inútil y sus pecados no han sido perdonados. En consecuencia, los que murieron con la fe en Cristo han perecido para siempre.
Si nosotros hemos puesto nuestra esperanza en Cristo solamente para esta vida, seríamos los hombres más dignos de lástima.
Pero no, Cristo resucitó de entre los muertos, el primero de todos.
Palabra de Dios.
SALMO Sal 16, 1. 6-7. 8b y 15 (R.: 15b)
R. Señor, al despertar, me saciaré de tu presencia.
Escucha, Señor, mi justa demanda,
atiende a mi clamor;
presta oído a mi plegaria,
porque en mis labios no hay falsedad. R.
Yo te invoco, Dios mío, porque tú me respondes:
inclina tu oído hacia mí y escucha mis palabras.
Muestra las maravillas de tu gracia,
tú que salvas de los agresores
a los que buscan refugio a tu derecha. R.
Escóndeme a la sombra de tus alas.
Pero yo, por tu justicia, contemplaré tu rostro,
y al despertar, me saciaré de tu presencia. R.
X Lectura del santo Evangelio según san Lucas 8, 1-3
Jesús recorría las ciudades y los pueblos, predicando y anunciando la Buena Noticia del Reino de Dios. Lo acompañaban los Doce y también algunas mujeres que habían sido curadas de malos espíritus y enfermedades: María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, esposa de Cusa, intendente de Herodes, Susana y muchas otras, que los ayudaban con sus bienes.
Palabra del Señor.
Reflexión
El apóstol San Pablo, en esta carta a los cristianos de Corinto que se lee en la primera lectura de la misa de hoy, les pregunta ¿Cómo dicen algunos ahí que no hay resurrección? Pablo parte de la resurrección de Jesús como de un hecho para luego sacar de él, como una consecuencia, nuestra propia resurrección.
Muchas veces hemos oído decir, incluso entre creyentes, que la resurrección de Jesús no es un hecho histórico. Y en parte es verdad, en el sentido de que es una realidad que trasciende el campo de la historia. La conocemos y creemos en ella porque hay testigos de ella, y la historia no procede de otra forma. Sin embargo, hay una gran diferencia, pues los testimonios en que se apoya la historia se refieren a cosas de las que podemos tener una idea, como son una guerra, o un invento. Para la resurrección de Jesús, en cambio, los testigos no pueden hablar más que de las apariciones de Jesús o los encuentros con él. Basándose en eso, ellos mismos han creído en la Resurrección. En que Jesús había entrado en otra vida, de la cual no podemos tener idea, compartiendo el poder mismo de Dios.
Debemos pues creer no sólo lo que ellos vieron, que es lo que haría la historia, sino en lo que ellos creyeron y que sólo puede ser creído.
El relato de los evangelistas sobre la Resurrección del Señor no se trata de un cuento o de un «mito» como había tantos entre los griegos; reflexiones llenas de sabiduría que revelaban un orden del mundo, un sentido de la vida, pero que, al final de cuentas, no eran más que relatos.
La Resurrección del Señor es la realidad central de nuestra fe católica, y como tal fue predicada desde los comienzos del Cristianismo. La importancia de este milagro es tan grande que los apóstoles son, ante todo testigos de la Resurrección de Jesús. Anunciaron, como Pablo en este pasaje, que Cristo vive. Este es el núcleo central de toda su predicación. Y esto mismo es lo que después de veinte siglos, nosotros los cristianos anunciamos al mundo: ¡Cristo vive!
¿Quién es este que viene,
recién atardecido,
cubierto por su sangre
como varón que pisa los racimos?
Este es Cristo, el Señor,
que venció nuestra muerte
con su resurrección.
¿Quién es este que vuelve,
glorioso y malherido,
y a precio de su muerte,
compra la paz y libra los cautivos?
Este es Cristo, el Señor,
que venció nuestra muerte
con su resurrección.
Se durmió con los muertos,
y reina entre los vivos;
no le venció la fosa,
porque el Señor sostuvo a su elegido.
Este es Cristo, el Señor,
que venció nuestra muerte
con su resurrección.
Anunciad a los pueblos
qué habéis visto y oído;
aclamad al que viene
como la paz, bajo un clamor de olivos.
Este es Cristo, el Señor,
que venció nuestra muerte
con su resurrección.
Himno de la Liturgia de las Horas
Hermanos:
Si se anuncia que Cristo resucitó de entre los muertos, ¿cómo algunos de ustedes afirman que los muertos no resucitan?
¡Si no hay resurrección, Cristo no resucitó! Y si Cristo no resucitó, es vana nuestra predicación y vana también la fe de ustedes. Incluso, seríamos falsos testigos de Dios, porque atestiguamos que él resucitó a Jesucristo, lo que es imposible, si los muertos no resucitan. Porque si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó. Y si Cristo no resucitó, la fe de ustedes es inútil y sus pecados no han sido perdonados. En consecuencia, los que murieron con la fe en Cristo han perecido para siempre.
Si nosotros hemos puesto nuestra esperanza en Cristo solamente para esta vida, seríamos los hombres más dignos de lástima.
Pero no, Cristo resucitó de entre los muertos, el primero de todos.
Palabra de Dios.
SALMO Sal 16, 1. 6-7. 8b y 15 (R.: 15b)
R. Señor, al despertar, me saciaré de tu presencia.
Escucha, Señor, mi justa demanda,
atiende a mi clamor;
presta oído a mi plegaria,
porque en mis labios no hay falsedad. R.
Yo te invoco, Dios mío, porque tú me respondes:
inclina tu oído hacia mí y escucha mis palabras.
Muestra las maravillas de tu gracia,
tú que salvas de los agresores
a los que buscan refugio a tu derecha. R.
Escóndeme a la sombra de tus alas.
Pero yo, por tu justicia, contemplaré tu rostro,
y al despertar, me saciaré de tu presencia. R.
X Lectura del santo Evangelio según san Lucas 8, 1-3
Jesús recorría las ciudades y los pueblos, predicando y anunciando la Buena Noticia del Reino de Dios. Lo acompañaban los Doce y también algunas mujeres que habían sido curadas de malos espíritus y enfermedades: María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, esposa de Cusa, intendente de Herodes, Susana y muchas otras, que los ayudaban con sus bienes.
Palabra del Señor.
Reflexión
El apóstol San Pablo, en esta carta a los cristianos de Corinto que se lee en la primera lectura de la misa de hoy, les pregunta ¿Cómo dicen algunos ahí que no hay resurrección? Pablo parte de la resurrección de Jesús como de un hecho para luego sacar de él, como una consecuencia, nuestra propia resurrección.
Muchas veces hemos oído decir, incluso entre creyentes, que la resurrección de Jesús no es un hecho histórico. Y en parte es verdad, en el sentido de que es una realidad que trasciende el campo de la historia. La conocemos y creemos en ella porque hay testigos de ella, y la historia no procede de otra forma. Sin embargo, hay una gran diferencia, pues los testimonios en que se apoya la historia se refieren a cosas de las que podemos tener una idea, como son una guerra, o un invento. Para la resurrección de Jesús, en cambio, los testigos no pueden hablar más que de las apariciones de Jesús o los encuentros con él. Basándose en eso, ellos mismos han creído en la Resurrección. En que Jesús había entrado en otra vida, de la cual no podemos tener idea, compartiendo el poder mismo de Dios.
Debemos pues creer no sólo lo que ellos vieron, que es lo que haría la historia, sino en lo que ellos creyeron y que sólo puede ser creído.
El relato de los evangelistas sobre la Resurrección del Señor no se trata de un cuento o de un «mito» como había tantos entre los griegos; reflexiones llenas de sabiduría que revelaban un orden del mundo, un sentido de la vida, pero que, al final de cuentas, no eran más que relatos.
La Resurrección del Señor es la realidad central de nuestra fe católica, y como tal fue predicada desde los comienzos del Cristianismo. La importancia de este milagro es tan grande que los apóstoles son, ante todo testigos de la Resurrección de Jesús. Anunciaron, como Pablo en este pasaje, que Cristo vive. Este es el núcleo central de toda su predicación. Y esto mismo es lo que después de veinte siglos, nosotros los cristianos anunciamos al mundo: ¡Cristo vive!
¿Quién es este que viene,
recién atardecido,
cubierto por su sangre
como varón que pisa los racimos?
Este es Cristo, el Señor,
que venció nuestra muerte
con su resurrección.
¿Quién es este que vuelve,
glorioso y malherido,
y a precio de su muerte,
compra la paz y libra los cautivos?
Este es Cristo, el Señor,
que venció nuestra muerte
con su resurrección.
Se durmió con los muertos,
y reina entre los vivos;
no le venció la fosa,
porque el Señor sostuvo a su elegido.
Este es Cristo, el Señor,
que venció nuestra muerte
con su resurrección.
Anunciad a los pueblos
qué habéis visto y oído;
aclamad al que viene
como la paz, bajo un clamor de olivos.
Este es Cristo, el Señor,
que venció nuestra muerte
con su resurrección.
Himno de la Liturgia de las Horas