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Para no aumentar demasiado el tamaño de este envío ni el tiempo de conexión para su descarga, uniformaremos el texto en
un único color y tipo de letra. De cualquier forma, si aún así la descarga es muy lenta, podrán solicitarnos el envío de archivos sin
formato, que tardan la mitad en descargarse.
Esperamos que esta nueva modalidad no resulte desfavorable para la lectura cotidiana de la Palabra de Dios.
Afectuosamente
Unos Momentos con Jesús y María
Unos Momentos con Jesús y María
Lecturas del 25-11-00 (Sábado de la Semana 33)
SANTORAL: Santa Catalina de Alejandría, filósofa
Lectura del libro del Apocalipsis 11, 4-12
Se me dijo a mí, Juan: «Estos dos testigos son los dos olivos y los dos candelabros que están
delante del Señor de la tierra. Si alguien quiere hacerles daño, saldrá un fuego de su boca que
consumirá a sus enemigos: así perecerá el que se atreva a dañarlos. Ellos tienen el poder de cerrar el
cielo para impedir que llueva durante los días de su misión profética; y también, tienen poder para
cambiar las aguas en sangre y para herir la tierra con toda clase de plagas, todas las veces que
quieran.
Y cuando hayan acabado de dar testimonio, la Bestia que surge del Abismo les hará la guerra, los
vencerá y los matará. Sus cadáveres yacerán en la plaza de la gran Ciudad -llamada simbólicamente
Sodoma y también Egipto- allí mismo donde el Señor fue crucificado. Estarán expuestos durante tres
días y medio, a la vista de gente de todos los pueblos, familias, lenguas y naciones, y no se permitirá
enterrarlos. Los habitantes de la tierra se alegrarán y harán fiesta, y se intercambiarán regalos,
porque estos dos profetas los habían atormentado».
Pero después de estos tres días y medio, un soplo de vida de Dios entró en ellos y los hizo poner de
pie, y un gran temor se apoderó de los espectadores.
Entonces escucharon una voz potente que les decía desde el cielo: «Suban aquí.» Y ellos subieron al
cielo en la nube, a la vista de sus enemigos.
Palabra de Dios.
SALMO Sal 143, 1. 2. 9-10 (R.: 1a)
R. Bendito sea el Señor, mi Roca.
Bendito sea el Señor, mi Roca,
el que adiestra mis brazos para el combate
y mis manos para la lucha. R.
El es mi bienhechor y mi fortaleza,
mi baluarte y mi libertador;
él es el escudo con que me resguardo,
y el que somete los pueblos a mis pies. R.
Dios mío, yo quiero cantarte un canto nuevo
y tocar para ti con el arpa de diez cuerdas,
porque tú das la victoria a los reyes
y libras a David, tu servidor. R.
X Lectura del santo Evangelio según san Lucas 20, 27-40
Se acercaron a Jesús algunos saduceos, que niegan la resurrección, y le dijeron: «Maestro, Moisés
nos ha ordenado: Si alguien está casado y muere sin tener hijos, que su hermano, para darle
descendencia, se case con la viuda. Ahora bien, había siete hermanos. El primero se casó y murió sin
tener hijos. El segundo se casó con la viuda, y luego el tercero. Y así murieron los siete sin dejar
descendencia. Finalmente, también murió la mujer. Cuando resuciten los muertos, ¿de quién será
esposa, ya que los siete la tuvieron por mujer?»
Jesús les respondió: «En este mundo los hombres y las mujeres se casan, pero los que sean
juzgados dignos de participar del mundo futuro y de la resurrección, no se casarán. Ya no pueden
morir, porque son semejantes a los ángeles y son hijos de Dios, al ser hijos de la resurrección.
Que los muertos van a resucitar, Moisés lo ha dado a entender en el pasaje de la zarza, cuando llama
al Señor el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. Porque él no es un Dios de muertos,
sino de vivientes; todos, en efecto, viven para él.»
Tomando la palabra, algunos escribas le dijeron: «Maestro, has hablado bien.» Y ya no se atrevían a
preguntarle nada.
Palabra del Señor.
Reflexión
Los saduceos formaban una especie de movimiento o asociación, de la que formaban parte las familias de la nobleza
sacerdotal. Desde el punto de vista teológico eran conservadores... rechazaban toda evolución del judaísmo. Por
ejemplo permanecían anclados en las viejas concepciones de los patriarcas que no creían en la resurrección... y no
admitían algunos libros recientes de la Biblia, como el libro de Daniel
Para atacar la creencia en la resurrección, los Saduceos tratan de ridiculizarla ¡aportando una cuestión doctrinal que
se discutía entonces, como era el caso de una esposa que lo había sido de siete hermanos. Quieren demostrar con eso
que la resurrección no tenía ningún sentido.
En tiempos de Jesús, mientras los saduceos no creían en la resurrección, los fariseos, pensaban en la vida de
resucitados como simple continuación de su vida terrestre. Jesús entonces, les dice a ambos, que la resurrección existe y
supone un cambio radical.
Ese mundo de resucitados es un mundo donde la gente no muere más y donde entonces no es necesario engendrar
nuevos seres.
Al referirse Jesús al libro del Éxodo donde Moisés dice que el Señor es el Dios de Abraham, el Dios de Isaac, el Dios de
Jacob, aclara que Dios es un Dios de vivos.
Es la afirmación referida a una escritura no cuestionada por los saduceos, deja clara la certeza de la resurrección. Si
Abraham, Isaac y Jacob estuviesen muertos, esas afirmaciones serían irrisorias.
Nuestro difuntos son unos “vivientes”, viven “por Dios”.
Y para tener esa fe, es preciso “creer en Dios”. Es preciso creer que es Dios quien ha querido que existiésemos, quien
nos ha dado la vida. Es preciso creer que es Dios quien ha inventado la maravilla de la “vida”; quien llama a la vida a
todos los seres que Él quiere ver vivos. Dios no desea encontrarse un día solamente con cadáveres y cementerios.
¿Cómo será esa nueva vida a la que nos llama?
No lo sabemos. ¡Es preciso confiar!
¿Acaso somos capaces de comprender todo lo creado por Dios?
¡Hay tantas maravillas inexplicadas en la creación!
Por eso más que preocuparnos por pensar cómo va a ser nuestra resurrección, ocupémonos más bien de agradar a Dios
mientras tenemos este corto paso por el mundo y ¡creámosle a Él!, cuando nos habla de las maravillas que el Padre
tiene preparadas para quienes le aman.
Pidámosle hoy a María a ella que fue capaz de creerle a Dios como ninguna otra criatura humana,- también como
nosotros sin “entender” todo-, que nos ayude a vivir de cara a Dios para merecer un día esa resurrección prometida.
¡Qué misterio tan profundo
éste de mi propio ser:
he surgido del no-ser
y me exalto y me confundo,
mientras cantando me hundo
en mi nada, y sombra, y lodo!
Soy cadáver a tu modo,
soy sueño, soy despertar,
soy vida , soy palpitar,
soy luz, soy llama, soy todo.
Muerte, que das a mi vida
transcendencia y plenitud,
muerte que ardes de inquietud
como rosa amanecida
y silenciosa a mi puerto,
besaré tu boca yerta
y, en el umbral de mi adiós,
al beso inmenso de Dios
me dispondrás, muerte muerta. Amén
Himno de la Liturgia de las Horas
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Esperamos que esta nueva modalidad no resulte desfavorable para la lectura cotidiana de la Palabra de Dios.
Afectuosamente
Unos Momentos con Jesús y María
Unos Momentos con Jesús y María
Lecturas del 25-11-00 (Sábado de la Semana 33)
SANTORAL: Santa Catalina de Alejandría, filósofa
Lectura del libro del Apocalipsis 11, 4-12
Se me dijo a mí, Juan: «Estos dos testigos son los dos olivos y los dos candelabros que están
delante del Señor de la tierra. Si alguien quiere hacerles daño, saldrá un fuego de su boca que
consumirá a sus enemigos: así perecerá el que se atreva a dañarlos. Ellos tienen el poder de cerrar el
cielo para impedir que llueva durante los días de su misión profética; y también, tienen poder para
cambiar las aguas en sangre y para herir la tierra con toda clase de plagas, todas las veces que
quieran.
Y cuando hayan acabado de dar testimonio, la Bestia que surge del Abismo les hará la guerra, los
vencerá y los matará. Sus cadáveres yacerán en la plaza de la gran Ciudad -llamada simbólicamente
Sodoma y también Egipto- allí mismo donde el Señor fue crucificado. Estarán expuestos durante tres
días y medio, a la vista de gente de todos los pueblos, familias, lenguas y naciones, y no se permitirá
enterrarlos. Los habitantes de la tierra se alegrarán y harán fiesta, y se intercambiarán regalos,
porque estos dos profetas los habían atormentado».
Pero después de estos tres días y medio, un soplo de vida de Dios entró en ellos y los hizo poner de
pie, y un gran temor se apoderó de los espectadores.
Entonces escucharon una voz potente que les decía desde el cielo: «Suban aquí.» Y ellos subieron al
cielo en la nube, a la vista de sus enemigos.
Palabra de Dios.
SALMO Sal 143, 1. 2. 9-10 (R.: 1a)
R. Bendito sea el Señor, mi Roca.
Bendito sea el Señor, mi Roca,
el que adiestra mis brazos para el combate
y mis manos para la lucha. R.
El es mi bienhechor y mi fortaleza,
mi baluarte y mi libertador;
él es el escudo con que me resguardo,
y el que somete los pueblos a mis pies. R.
Dios mío, yo quiero cantarte un canto nuevo
y tocar para ti con el arpa de diez cuerdas,
porque tú das la victoria a los reyes
y libras a David, tu servidor. R.
X Lectura del santo Evangelio según san Lucas 20, 27-40
Se acercaron a Jesús algunos saduceos, que niegan la resurrección, y le dijeron: «Maestro, Moisés
nos ha ordenado: Si alguien está casado y muere sin tener hijos, que su hermano, para darle
descendencia, se case con la viuda. Ahora bien, había siete hermanos. El primero se casó y murió sin
tener hijos. El segundo se casó con la viuda, y luego el tercero. Y así murieron los siete sin dejar
descendencia. Finalmente, también murió la mujer. Cuando resuciten los muertos, ¿de quién será
esposa, ya que los siete la tuvieron por mujer?»
Jesús les respondió: «En este mundo los hombres y las mujeres se casan, pero los que sean
juzgados dignos de participar del mundo futuro y de la resurrección, no se casarán. Ya no pueden
morir, porque son semejantes a los ángeles y son hijos de Dios, al ser hijos de la resurrección.
Que los muertos van a resucitar, Moisés lo ha dado a entender en el pasaje de la zarza, cuando llama
al Señor el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. Porque él no es un Dios de muertos,
sino de vivientes; todos, en efecto, viven para él.»
Tomando la palabra, algunos escribas le dijeron: «Maestro, has hablado bien.» Y ya no se atrevían a
preguntarle nada.
Palabra del Señor.
Reflexión
Los saduceos formaban una especie de movimiento o asociación, de la que formaban parte las familias de la nobleza
sacerdotal. Desde el punto de vista teológico eran conservadores... rechazaban toda evolución del judaísmo. Por
ejemplo permanecían anclados en las viejas concepciones de los patriarcas que no creían en la resurrección... y no
admitían algunos libros recientes de la Biblia, como el libro de Daniel
Para atacar la creencia en la resurrección, los Saduceos tratan de ridiculizarla ¡aportando una cuestión doctrinal que
se discutía entonces, como era el caso de una esposa que lo había sido de siete hermanos. Quieren demostrar con eso
que la resurrección no tenía ningún sentido.
En tiempos de Jesús, mientras los saduceos no creían en la resurrección, los fariseos, pensaban en la vida de
resucitados como simple continuación de su vida terrestre. Jesús entonces, les dice a ambos, que la resurrección existe y
supone un cambio radical.
Ese mundo de resucitados es un mundo donde la gente no muere más y donde entonces no es necesario engendrar
nuevos seres.
Al referirse Jesús al libro del Éxodo donde Moisés dice que el Señor es el Dios de Abraham, el Dios de Isaac, el Dios de
Jacob, aclara que Dios es un Dios de vivos.
Es la afirmación referida a una escritura no cuestionada por los saduceos, deja clara la certeza de la resurrección. Si
Abraham, Isaac y Jacob estuviesen muertos, esas afirmaciones serían irrisorias.
Nuestro difuntos son unos “vivientes”, viven “por Dios”.
Y para tener esa fe, es preciso “creer en Dios”. Es preciso creer que es Dios quien ha querido que existiésemos, quien
nos ha dado la vida. Es preciso creer que es Dios quien ha inventado la maravilla de la “vida”; quien llama a la vida a
todos los seres que Él quiere ver vivos. Dios no desea encontrarse un día solamente con cadáveres y cementerios.
¿Cómo será esa nueva vida a la que nos llama?
No lo sabemos. ¡Es preciso confiar!
¿Acaso somos capaces de comprender todo lo creado por Dios?
¡Hay tantas maravillas inexplicadas en la creación!
Por eso más que preocuparnos por pensar cómo va a ser nuestra resurrección, ocupémonos más bien de agradar a Dios
mientras tenemos este corto paso por el mundo y ¡creámosle a Él!, cuando nos habla de las maravillas que el Padre
tiene preparadas para quienes le aman.
Pidámosle hoy a María a ella que fue capaz de creerle a Dios como ninguna otra criatura humana,- también como
nosotros sin “entender” todo-, que nos ayude a vivir de cara a Dios para merecer un día esa resurrección prometida.
¡Qué misterio tan profundo
éste de mi propio ser:
he surgido del no-ser
y me exalto y me confundo,
mientras cantando me hundo
en mi nada, y sombra, y lodo!
Soy cadáver a tu modo,
soy sueño, soy despertar,
soy vida , soy palpitar,
soy luz, soy llama, soy todo.
Muerte, que das a mi vida
transcendencia y plenitud,
muerte que ardes de inquietud
como rosa amanecida
y silenciosa a mi puerto,
besaré tu boca yerta
y, en el umbral de mi adiós,
al beso inmenso de Dios
me dispondrás, muerte muerta. Amén
Himno de la Liturgia de las Horas