Jesús y las mujeres
Jesús siempre reacciono contra todas las desigualdades de las que eran victimas las mujeres. Por ejemplo, en el caso de la mujer sorprendida en adulterio (Gn 8:11) enfrentándose a la doble moral que los escribas y fariseos practicaban y que servía de apoyo para mantener privilegios masculinos. Pero es interesante que para eso no recurrió a costumbres legalistas, puesto que la ley establecía el mismo castigo para el hombre que para la mujer (Lu 20-10) y requería, además dos testigos (Dt. 19-15), si no que apelo a principios espirituales: El que de vosotros este sin pecado sea el primero en tirar la piedra en contra de ella”.
Jesús, por otro lado, enseño tanto a los hombres como a las mujeres (Mt. 14:13-21), e incluso permitió que algunas de ellas lo acompañaran a lo largo de su ministerio (Lc. 8:1-3).
Los judíos no enseñaban la torah a las mujeres y en el templo levantado por Herodes, las mujeres estaban separadas de los hombres. Conforme la Mishna, el patio de las mujeres estaba no sólo más lejos del lugar Santísimo que el patio de los hombres, si no que, además, se encontraba quince escalones más abajo.
Jesús, sin embargo, no dudo en usar el mundo femenino en las parábolas, como la de la levadura (Mt. 13-33), la de las vírgenes (Mt. 25:1-3), la de la viuda y el juez injusto (Lc. 18: 1-15) o la comparación del reino con la parturienta (Jn. 16:21). Entre todas destaca, sin duda, la de la humilde ama de casa que barre todo su hogar hasta que encontró la moneda perdida (Lc. 15-8). Por otro lado en comparación con las costumbres de la época, donde las relaciones entre hombres y mujeres estaban muy restringidas, las relaciones de Jesús con las mujeres fueron tan abiertas que sin duda sorprendían y escandalizaban.
Otro ejemplo importante donde Jesús rompe los tabúes del sistema es la curación de la mujer con flujo de sangre (Mr. 5:25-34). Según la ley, durante la menstruación la mujer no sólo se volvía impura, si no que contaminaba todo lo que tocaba. Esta mujer, por lo tanto, debía vivir prácticamente al margen de la sociedad, pues padecía esta enfermedad desde hacía doce años.
Jesús dejándose tocar por una mujer impura demuestra que el cuerpo femenino es parte de la buena creación de Dios.
Pero sin duda uno de los hechos que mejor demuestra el concepto que Jesús tenía de las mujeres, tiene que ver con su resurrección. En el judaísmo, la mujer no tenía derecho a prestar testimonio, puesto que según los rabinos, de (Gn 18-15) se desprendía que era mentirosa.
Jesús, sin embargo, haciendo caso omiso de estas creencias denigratorias sobre las mujeres, las escogió como primeros testimonios de la resurrección (Mt. 28:29-10, Jn20:11-18), haciéndolas no sólo las primeras receptoras del mensaje del cristianismo, si no también las primeras predicadoras del mismo (Mt. 28:10), derecho y privilegio que más tarde y aún hoy en día sus seguidores varones niegan a las mujeres.
El vino, por lo tanto, como ser humano (Ro.5:15; Fil 2:7), no como varón aún que se encarnara en forma de hombre. No es de extrañar, pues, que las mujeres fueran especialmente sensibles a su mensaje y mientras que uno de sus discípulos varones lo traicionaba, otro lo negaba y los demás huían, ellas lo arriesgaban todo por Él.