ESTIMADOS HERMANOS:
La "ley de Cristo" (1 Corintios 9:21), o "doctrina de Cristo" (Hebreos 6:1), es todo el Nuevo Testamento. Esta “ley de Cristo” no es el “antiguo pacto” de Moisés meramente “espiritualizado”, sino un “nuevo pacto” (2 Corintios 3:6). No un pacto renovado, pero con los mismos mandamientos, sino un nuevo pacto con nuevos enfoques y nuevos mandamientos.
-Aclaración: los evangelios de Mateo, Marcos, Lucas y Juan figuran en el Nuevo Testamento porque contienen algunas directrices y enseñanzas de Cristo que integran el “nuevo pacto” sellado con su sangre (Mateo 26:28), el cual entraría en vigor con su muerte, siendo él el testador (Hebreos 9:15). Es preciso tener presente que el Antiguo Testamento estaba en vigor durante la vida de Cristo en la tierra, naciendo el Señor “bajo la ley” (Gálatas 4:4) y cumpliéndola a perfección (Mateo 5:17-20). Cumplida perfectamente, fue quitada, entrando en vigor el Nuevo Pacto en Pentecostés, diez días después de la ascensión del Señor (Hechos 2).
La “ley de Cristo”, punto por punto.
A continuación, algunos mandamientos del Señor (Juan 14:15-21), a manera de ejemplos, no encontrándose estos en el Antiguo Testamento. “Mis mandamientos”, apunta Cristo, contrastándolos con los mandamientos de Moisés, incluso con los del decálogo. (Pensamos que el estudioso hambriento de la verdad consulte los textos no copiados con el ánimo de apreciar el lenguaje de los nuevos mandamientos de Cristo.)
-“Oísteis que fue dicho: Ojo por ojo, y diente por diente. Pero yo os digo: No resistáis al que es malo” (Mateo 5:38-39). Cristo no “espiritualiza” la Antigua Ley. Más bien, emite nuevas leyes fundamentalmente diferentes en sustancia y aplicación. En este ejemplo, podemos apreciar que la nueva “ley de Cristo” es el inverso completo de la ley dada en Sinaí. Eso de “espiritualizar” la antigua, dejándola intacta y vigente durante la Era Cristiana, lo catalogamos como una artimaña humana confeccionada para sostener lo insostenible.
-La Gran Comisión de llevar el evangelio a toda criatura (Marcos 16:15-16). No había tal “Gran Comisión” para Israel bajo el Antiguo Pacto, pues este pacto fue hecho solo con Israel, y no con los gentiles (Éxodo 31:12-17; Efesios 2:11-18).
-Creer en Cristo como el Hijo de Dios (Juan 17:3; Marcos 16:16). Tal fe viene por oír al evangelio (Romanos 10:17), y no por someterse al Antiguo Pacto. De ahí, que el Nuevo Pacto también se identifica como “la ley de la fe” (Romanos 3:27).
-El bautismo “en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo” (Mateo 28:18-20), "para perdón de los pecados" (Hechos 2:38; Marcos 16:16). La circuncisión, no, sino la inmersión en agua.
-Ser añadido a la iglesia (Hechos 2:47; 1 Corintios 12:12-13). ¿Existía la iglesia bajo el Antiguo Pacto? ¡Claro que no! Se trata de una nueva institución divina para la nueva Era Cristiana. Nueva institución gobernada por una nueva ley: esto es lo lógico, y esto mismo es lo que hay. La iglesia vive, adora y trabaja bajo “el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra” (Romanos 7:6). ¿Cómo expresar con más claridad esta doctrina fundamental?
-En el Nuevo Testamento se encuentran muchas leyes y directrices para la organización y el funcionamiento de la iglesia (1 Timoteo 3; 2 Timoteo; Tito 1; Hechos 14:23; 1 Corintios 14:37-38, etcétera).
-Todo lo concerniente a la iglesia está expuesta en el Nuevo Testamento. El Antiguo no la rige. Esta realidad incontrovertible constituye, por sí sola, un argumento irrefutable contra imponer al pueblo cristiano el Antiguo Testamento.
-Un nuevo sacerdocio espiritual que ofrece sacrificios espirituales, y no materiales (1 Pedro 2:1-10). “Cambiado el sacerdocio, necesario es que haya también cambio de ley” (Hebreos 7:12).
-La Cena del Señor a celebrarse el primer día (domingo) de cada semana (Hechos 2:42; 20:7). La pascua judía, no, ni Pentecostés, etcétera, sino la Cena del Señor (1 Corintios 10:16-22; 11:17-34).
-Cantar himnos y cánticos espirituales, sin tocar instrumentos músicos (Efesios 5:19; Colosenses 3:16).
-Ofrendas voluntarias dadas el primer día de cada semana, apartadas para obras benévolas y de evangelismo (1 Corintios 16:1-2; 2 Corintios 8:1-2; 9:1-15; Filipenses 4:10-20). El diezmo, no, ni ofrendas mecidas, etcétera, sino ofrendas voluntarias.
-Bajo el Nuevo Testamento, no hay que guardar días, incluso el séptimo día (Romanos 14; Colosenses 2:14-16; Gálatas 4:8), ni abstenerse de alimentos prohibidos bajo el Antiguo Pacto (1 Timoteo 4:1-5). Cristo mismo hizo “limpios todos los alimentos” (Marcos 7:18-19).
¿Es necesario alargar la lista para probar que la “ley de Cristo” se compone de nuevos mandamientos?
Creer en Cristo, o llamarse “cristiano”, no es suficiente para salvación. Es necesario obedecer sus mandamientos. “Si me amáis, guardad mis mandamientos. El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ese es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre… El que me ama, mi palabra guardará… El que no me ama, no guarda mis palabras…” (Juan 14:15-24).
El creyente que guarda los mandamientos de la antigua ley, ¡en vano lo hace! De nada le vale. Es más, hacerlo lo hace desligarse de Cristo. Se cae de la gracia. Peca. “De Cristo os desligasteis, los que por la ley os justificáis; de la gracia habéis caído” (Gálatas 5:4).
“Pero ahora tanto mejor ministerio es el suyo, cuanto es mediador de un mejor pacto, establecido sobre mejores promesas. Porque si aquel primero hubiera sido sin defecto, ciertamente no se hubiera procurado lugar para el segundo” (Hebreos 8:6-7). Pese a esta explicación tan clara y elemental, millones de personas profesantes de fe en Cristo siguen bajo el primer pacto,
defectuoso y muy inferior al segundo, siendo este el “mejor pacto establecido sobre mejores promesas”. El llamado es que salgan de esa esclavitud, que se quiten ese yugo y que acepten con alegría “la libertad con que Cristo nos hizo libres” (Gálatas 5:1), pues “donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad” (2 Corintios 3:17). Dios les bendiga grandemente.
La "ley de Cristo" (1 Corintios 9:21), o "doctrina de Cristo" (Hebreos 6:1), es todo el Nuevo Testamento. Esta “ley de Cristo” no es el “antiguo pacto” de Moisés meramente “espiritualizado”, sino un “nuevo pacto” (2 Corintios 3:6). No un pacto renovado, pero con los mismos mandamientos, sino un nuevo pacto con nuevos enfoques y nuevos mandamientos.
-Aclaración: los evangelios de Mateo, Marcos, Lucas y Juan figuran en el Nuevo Testamento porque contienen algunas directrices y enseñanzas de Cristo que integran el “nuevo pacto” sellado con su sangre (Mateo 26:28), el cual entraría en vigor con su muerte, siendo él el testador (Hebreos 9:15). Es preciso tener presente que el Antiguo Testamento estaba en vigor durante la vida de Cristo en la tierra, naciendo el Señor “bajo la ley” (Gálatas 4:4) y cumpliéndola a perfección (Mateo 5:17-20). Cumplida perfectamente, fue quitada, entrando en vigor el Nuevo Pacto en Pentecostés, diez días después de la ascensión del Señor (Hechos 2).
La “ley de Cristo”, punto por punto.
A continuación, algunos mandamientos del Señor (Juan 14:15-21), a manera de ejemplos, no encontrándose estos en el Antiguo Testamento. “Mis mandamientos”, apunta Cristo, contrastándolos con los mandamientos de Moisés, incluso con los del decálogo. (Pensamos que el estudioso hambriento de la verdad consulte los textos no copiados con el ánimo de apreciar el lenguaje de los nuevos mandamientos de Cristo.)
-“Oísteis que fue dicho: Ojo por ojo, y diente por diente. Pero yo os digo: No resistáis al que es malo” (Mateo 5:38-39). Cristo no “espiritualiza” la Antigua Ley. Más bien, emite nuevas leyes fundamentalmente diferentes en sustancia y aplicación. En este ejemplo, podemos apreciar que la nueva “ley de Cristo” es el inverso completo de la ley dada en Sinaí. Eso de “espiritualizar” la antigua, dejándola intacta y vigente durante la Era Cristiana, lo catalogamos como una artimaña humana confeccionada para sostener lo insostenible.
-La Gran Comisión de llevar el evangelio a toda criatura (Marcos 16:15-16). No había tal “Gran Comisión” para Israel bajo el Antiguo Pacto, pues este pacto fue hecho solo con Israel, y no con los gentiles (Éxodo 31:12-17; Efesios 2:11-18).
-Creer en Cristo como el Hijo de Dios (Juan 17:3; Marcos 16:16). Tal fe viene por oír al evangelio (Romanos 10:17), y no por someterse al Antiguo Pacto. De ahí, que el Nuevo Pacto también se identifica como “la ley de la fe” (Romanos 3:27).
-El bautismo “en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo” (Mateo 28:18-20), "para perdón de los pecados" (Hechos 2:38; Marcos 16:16). La circuncisión, no, sino la inmersión en agua.
-Ser añadido a la iglesia (Hechos 2:47; 1 Corintios 12:12-13). ¿Existía la iglesia bajo el Antiguo Pacto? ¡Claro que no! Se trata de una nueva institución divina para la nueva Era Cristiana. Nueva institución gobernada por una nueva ley: esto es lo lógico, y esto mismo es lo que hay. La iglesia vive, adora y trabaja bajo “el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra” (Romanos 7:6). ¿Cómo expresar con más claridad esta doctrina fundamental?
-En el Nuevo Testamento se encuentran muchas leyes y directrices para la organización y el funcionamiento de la iglesia (1 Timoteo 3; 2 Timoteo; Tito 1; Hechos 14:23; 1 Corintios 14:37-38, etcétera).
-Todo lo concerniente a la iglesia está expuesta en el Nuevo Testamento. El Antiguo no la rige. Esta realidad incontrovertible constituye, por sí sola, un argumento irrefutable contra imponer al pueblo cristiano el Antiguo Testamento.
-Un nuevo sacerdocio espiritual que ofrece sacrificios espirituales, y no materiales (1 Pedro 2:1-10). “Cambiado el sacerdocio, necesario es que haya también cambio de ley” (Hebreos 7:12).
-La Cena del Señor a celebrarse el primer día (domingo) de cada semana (Hechos 2:42; 20:7). La pascua judía, no, ni Pentecostés, etcétera, sino la Cena del Señor (1 Corintios 10:16-22; 11:17-34).
-Cantar himnos y cánticos espirituales, sin tocar instrumentos músicos (Efesios 5:19; Colosenses 3:16).
-Ofrendas voluntarias dadas el primer día de cada semana, apartadas para obras benévolas y de evangelismo (1 Corintios 16:1-2; 2 Corintios 8:1-2; 9:1-15; Filipenses 4:10-20). El diezmo, no, ni ofrendas mecidas, etcétera, sino ofrendas voluntarias.
-Bajo el Nuevo Testamento, no hay que guardar días, incluso el séptimo día (Romanos 14; Colosenses 2:14-16; Gálatas 4:8), ni abstenerse de alimentos prohibidos bajo el Antiguo Pacto (1 Timoteo 4:1-5). Cristo mismo hizo “limpios todos los alimentos” (Marcos 7:18-19).
¿Es necesario alargar la lista para probar que la “ley de Cristo” se compone de nuevos mandamientos?
Creer en Cristo, o llamarse “cristiano”, no es suficiente para salvación. Es necesario obedecer sus mandamientos. “Si me amáis, guardad mis mandamientos. El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ese es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre… El que me ama, mi palabra guardará… El que no me ama, no guarda mis palabras…” (Juan 14:15-24).
El creyente que guarda los mandamientos de la antigua ley, ¡en vano lo hace! De nada le vale. Es más, hacerlo lo hace desligarse de Cristo. Se cae de la gracia. Peca. “De Cristo os desligasteis, los que por la ley os justificáis; de la gracia habéis caído” (Gálatas 5:4).
“Pero ahora tanto mejor ministerio es el suyo, cuanto es mediador de un mejor pacto, establecido sobre mejores promesas. Porque si aquel primero hubiera sido sin defecto, ciertamente no se hubiera procurado lugar para el segundo” (Hebreos 8:6-7). Pese a esta explicación tan clara y elemental, millones de personas profesantes de fe en Cristo siguen bajo el primer pacto,
defectuoso y muy inferior al segundo, siendo este el “mejor pacto establecido sobre mejores promesas”. El llamado es que salgan de esa esclavitud, que se quiten ese yugo y que acepten con alegría “la libertad con que Cristo nos hizo libres” (Gálatas 5:1), pues “donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad” (2 Corintios 3:17). Dios les bendiga grandemente.