La Unicidad de Dios
Gracia de parte de Dios
«Tened en cuanta entre vosotros los mismos sentimientos que tuvo Cristo: el cual, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios, sino que se despojó de sí mismo tomando condición de siervo, haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su porte como hombre; y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz.» (Flp 2, 5-8)
Dios es Uno, está es nuestra confesión; nuestro Credo.
Al pensar en abordar acerca de la identidad Trinitaria del Único Dios, —misterio inefable e inagotable—, me sobrevino como inspirada, aquella confesión de Nuestro Señor Jesucristo: «Yo y el Padre somos uno.» (Jn 10, 30).
Y es que toda la Escritura en cuanto a Inspirada es Palabra de Dios, y toda la Escritura llama a la Unidad, es a la Luz del Evangelio que es Cristo Jesús que conocemos el designio eterno del Padre, que nos revela como adelanto a la gloria de la que hemos de participar como sus hijos, el cómo es en sí mismo.
Por eso al son de la Escritura y en la medida que mi Señor me permita por mi cortedad expresarlo, tratare acerca de la Identidad Trinitaria de Dios, tres veces Santo (Is 6, 3)
Dios creo de inicio todo linaje humano, —dice la Escritura—: Gn 1, 26, y conjuntamente desde el principio, fue su designio desde la eternidad destinada a los fieles, en el seno materno nuestro Salvador (Si 1, 14), un Cristo, fuerza de Dios, sabiduría de Dios (1 Co 1, 24), misteriosa, escondida, destinada por Dios desde antes de los siglos para nuestra gloria (1 Co 2, 7).
Que Dios mismo, nuestro Padre y nuestro Señor Jesús (1 Ts 3, 11) nos dio una señal (Is 7, 14), una virgen estuvo en cinta, por obra el Espíritu Santo (Mt 1, 18); engendrado en ella el que es del Espíritu Santo (Mt 1, 20) «Tú eres mi hijo amado» (Mc 1, 11), dio a luz un hijo, y le puso por nombre Emmanuel, que traducido significa Dios con nosotros (Mt 1, 23), y él, Dios-con-ellos, será nuestro Dios (Ap 21, 3), el nombre del que nació es: Jesús, «Yahveh salva», —«los salvaré por Yahveh su Dios.» (Os 1, 7)—, porque él salvara a su pueblo de sus pecados (Mt 1, 21) ¡Dios se ha Encarnado para salvarnos!, «Yo, yo soy Yahveh, y fuera de mí no hay salvador» (Is 43, 11), «yo soy Yahveh, tu Dios, desde el país de Egipto. No conoces otro Dios fuera de mí, ni hay más salvador que yo.» (Os 13, 4).
«El hijo honra a su padre, el siervo a su señor. Pues si yo soy padre, ¿dónde está mi honra? Y si señor, ¿dónde mi temor?», dice Yahveh Sebaot (Ml 1, 6)
-«Padre mío, si esta copa no puede pasar sin que yo la beba, hágase tu voluntad.»(Mt 26, 42)
Jesucristo Nuestro Señor, ¡Honra y temor del Padre! Amaste la justicia y aborreciste la iniquidad; por eso te ungió, ¡oh Dios!, tu Dios con óleo de alegría con preferencia a tus compañeros. Y también: Tú al comienzo, ¡oh Señor!, pusiste los cimientos de la tierra, y obras de tu mano son los cielos. (Hb 9, 10) En efecto, ¿a qué ángel dijo alguna vez: Hijo mío eres tú; yo te he engendrado hoy; y también: Yo seré para él Padre, y él será para mi Hijo? Y nuevamente al introducir a su Primogénito en el mundo dice: Y adórenle todos los ángeles de Dios. (Hb 5, 6), «Esta escrito: Adorarás al Señor tu Dios y sólo a él darás culto» (Lc 4, 8).
Pero los que son del mundo no le conocieron, nosotros sabemos que «Él es» (Ap 22, 13); «Aquel que es, que era y que va a venir», el Todopoderoso (Ap 1, 8) y ha hecho de nosotros un Reino de Sacerdotes para su Dios y Padre, a él la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén. (Ap 1, 6)
El que tenga oídos que entienda: «Yo soy»; «éste es mi nombre para siempre, por el seré invocado de generación en generación» (Ex 3, 15): «Ya os he dicho que moriréis en vuestros pecados, porque si no creéis que Yo Soy, moriréis en vuestros pecados.» (Jn 8, 24) «En verdad, en verdad os digo: antes de que Abraham existiera, Yo Soy.» (Jn 8, 58) «Si Dios fuera vuestro Padre, me amaríais a mí, porque yo he salido y vengo de Dios; no he venido por mi cuenta, sino que él me ha enviado. ¿Por qué no reconocéis mi lenguaje? Porque no podéis escuchar mi Palabra. Vosotros sois de vuestro padre el diablo y queréis cumplir los deseos de vuestro padre. Este era homicida desde el principio, y no se mantuvo en la verdad, porque no hay verdad en él; cuando dice la mentira, dice lo que le sale de dentro, porque es mentiroso y padre de la mentira. Pero a mí, como os digo la verdad, no me creéis. ¿Quién de vosotros puede probar que soy pecador? Si digo la verdad, ¿por qué no me creéis? El que es de Dios, escucha las palabras de Dios; vosotros no las escucháis, porque no sois de Dios.» (Jn 8, 42-47)
«Podréis conocer en esto el Espíritu de Dios: todo espíritu que confiesa a Jesucristo, venido en carne, es de Dios» (1 Jn 4, 2) el Paráclito que está en nosotros da testimonio de Nuestro Señor y nosotros también damos testimonio de Él por cuanto estamos en Él desde el principio, es el Espíritu de la verdad que nos envía desde el Padre Nuestro Señor, porque procede del Padre para dar testimonio de Él, (Jn 14, 16. 15, 26-27), Pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo, no tendrá perdón nunca, antes bien, será reo de pecado eterno.» (Mc 3, 29).
«Ante todo, guardarme este buen depósito, por el cual vivo y combato, con el cual quiero morir, que me hace soportar todos los males y despreciar todos los placeres: quiero decir que la profesión de la fe en el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo. Os la confío hoy. Por ella os introduciré dentro de poco en el agua y os sacaré de ella. Os la doy como compañera y patrona de toda vuestra vida. Os doy una sola Divinidad y Poder, que existe Una en los Tres, y contiene los Tres de una manera distinta. Divinidad sin distinción de substancia o de naturaleza, sin grado superior que eleve o grado inferior que abaje […] Es la infinita connaturalidad de tres infinitos. Cada uno, considerado en sí mismo, es Dios todo entero […] Dios los Tres considerados en conjunto […] No he comenzado a pensar en la Unidad cuando ya la Trinidad me baña en su esplendor. No he comenzado a pensar en la Trinidad cuando ya la unidad me posee de nuevo.» San Gregorio Nazianceno, Oratio, 40, 41: SC 358, 292-294 (PG 36, 417)
La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros. (2 Co 13, 13)
Gracia de parte de Dios
«Tened en cuanta entre vosotros los mismos sentimientos que tuvo Cristo: el cual, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios, sino que se despojó de sí mismo tomando condición de siervo, haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su porte como hombre; y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz.» (Flp 2, 5-8)
Dios es Uno, está es nuestra confesión; nuestro Credo.
Al pensar en abordar acerca de la identidad Trinitaria del Único Dios, —misterio inefable e inagotable—, me sobrevino como inspirada, aquella confesión de Nuestro Señor Jesucristo: «Yo y el Padre somos uno.» (Jn 10, 30).
Y es que toda la Escritura en cuanto a Inspirada es Palabra de Dios, y toda la Escritura llama a la Unidad, es a la Luz del Evangelio que es Cristo Jesús que conocemos el designio eterno del Padre, que nos revela como adelanto a la gloria de la que hemos de participar como sus hijos, el cómo es en sí mismo.
Por eso al son de la Escritura y en la medida que mi Señor me permita por mi cortedad expresarlo, tratare acerca de la Identidad Trinitaria de Dios, tres veces Santo (Is 6, 3)
Dios creo de inicio todo linaje humano, —dice la Escritura—: Gn 1, 26, y conjuntamente desde el principio, fue su designio desde la eternidad destinada a los fieles, en el seno materno nuestro Salvador (Si 1, 14), un Cristo, fuerza de Dios, sabiduría de Dios (1 Co 1, 24), misteriosa, escondida, destinada por Dios desde antes de los siglos para nuestra gloria (1 Co 2, 7).
Que Dios mismo, nuestro Padre y nuestro Señor Jesús (1 Ts 3, 11) nos dio una señal (Is 7, 14), una virgen estuvo en cinta, por obra el Espíritu Santo (Mt 1, 18); engendrado en ella el que es del Espíritu Santo (Mt 1, 20) «Tú eres mi hijo amado» (Mc 1, 11), dio a luz un hijo, y le puso por nombre Emmanuel, que traducido significa Dios con nosotros (Mt 1, 23), y él, Dios-con-ellos, será nuestro Dios (Ap 21, 3), el nombre del que nació es: Jesús, «Yahveh salva», —«los salvaré por Yahveh su Dios.» (Os 1, 7)—, porque él salvara a su pueblo de sus pecados (Mt 1, 21) ¡Dios se ha Encarnado para salvarnos!, «Yo, yo soy Yahveh, y fuera de mí no hay salvador» (Is 43, 11), «yo soy Yahveh, tu Dios, desde el país de Egipto. No conoces otro Dios fuera de mí, ni hay más salvador que yo.» (Os 13, 4).
«El hijo honra a su padre, el siervo a su señor. Pues si yo soy padre, ¿dónde está mi honra? Y si señor, ¿dónde mi temor?», dice Yahveh Sebaot (Ml 1, 6)
-«Padre mío, si esta copa no puede pasar sin que yo la beba, hágase tu voluntad.»(Mt 26, 42)
Jesucristo Nuestro Señor, ¡Honra y temor del Padre! Amaste la justicia y aborreciste la iniquidad; por eso te ungió, ¡oh Dios!, tu Dios con óleo de alegría con preferencia a tus compañeros. Y también: Tú al comienzo, ¡oh Señor!, pusiste los cimientos de la tierra, y obras de tu mano son los cielos. (Hb 9, 10) En efecto, ¿a qué ángel dijo alguna vez: Hijo mío eres tú; yo te he engendrado hoy; y también: Yo seré para él Padre, y él será para mi Hijo? Y nuevamente al introducir a su Primogénito en el mundo dice: Y adórenle todos los ángeles de Dios. (Hb 5, 6), «Esta escrito: Adorarás al Señor tu Dios y sólo a él darás culto» (Lc 4, 8).
Pero los que son del mundo no le conocieron, nosotros sabemos que «Él es» (Ap 22, 13); «Aquel que es, que era y que va a venir», el Todopoderoso (Ap 1, 8) y ha hecho de nosotros un Reino de Sacerdotes para su Dios y Padre, a él la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén. (Ap 1, 6)
El que tenga oídos que entienda: «Yo soy»; «éste es mi nombre para siempre, por el seré invocado de generación en generación» (Ex 3, 15): «Ya os he dicho que moriréis en vuestros pecados, porque si no creéis que Yo Soy, moriréis en vuestros pecados.» (Jn 8, 24) «En verdad, en verdad os digo: antes de que Abraham existiera, Yo Soy.» (Jn 8, 58) «Si Dios fuera vuestro Padre, me amaríais a mí, porque yo he salido y vengo de Dios; no he venido por mi cuenta, sino que él me ha enviado. ¿Por qué no reconocéis mi lenguaje? Porque no podéis escuchar mi Palabra. Vosotros sois de vuestro padre el diablo y queréis cumplir los deseos de vuestro padre. Este era homicida desde el principio, y no se mantuvo en la verdad, porque no hay verdad en él; cuando dice la mentira, dice lo que le sale de dentro, porque es mentiroso y padre de la mentira. Pero a mí, como os digo la verdad, no me creéis. ¿Quién de vosotros puede probar que soy pecador? Si digo la verdad, ¿por qué no me creéis? El que es de Dios, escucha las palabras de Dios; vosotros no las escucháis, porque no sois de Dios.» (Jn 8, 42-47)
«Podréis conocer en esto el Espíritu de Dios: todo espíritu que confiesa a Jesucristo, venido en carne, es de Dios» (1 Jn 4, 2) el Paráclito que está en nosotros da testimonio de Nuestro Señor y nosotros también damos testimonio de Él por cuanto estamos en Él desde el principio, es el Espíritu de la verdad que nos envía desde el Padre Nuestro Señor, porque procede del Padre para dar testimonio de Él, (Jn 14, 16. 15, 26-27), Pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo, no tendrá perdón nunca, antes bien, será reo de pecado eterno.» (Mc 3, 29).
«Ante todo, guardarme este buen depósito, por el cual vivo y combato, con el cual quiero morir, que me hace soportar todos los males y despreciar todos los placeres: quiero decir que la profesión de la fe en el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo. Os la confío hoy. Por ella os introduciré dentro de poco en el agua y os sacaré de ella. Os la doy como compañera y patrona de toda vuestra vida. Os doy una sola Divinidad y Poder, que existe Una en los Tres, y contiene los Tres de una manera distinta. Divinidad sin distinción de substancia o de naturaleza, sin grado superior que eleve o grado inferior que abaje […] Es la infinita connaturalidad de tres infinitos. Cada uno, considerado en sí mismo, es Dios todo entero […] Dios los Tres considerados en conjunto […] No he comenzado a pensar en la Unidad cuando ya la Trinidad me baña en su esplendor. No he comenzado a pensar en la Trinidad cuando ya la unidad me posee de nuevo.» San Gregorio Nazianceno, Oratio, 40, 41: SC 358, 292-294 (PG 36, 417)
La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros. (2 Co 13, 13)