Desde los eones pasados ha existido un dilema... algunos de entre los hombres siempre han tenido un impulso interior para alcanzar a un Ser Supremo, Creador de todas las cosas.
Por motivos que trascienden nuestro finito conocimiento y entendimiento, Dios escogió tener para sí un grupo de personas que nunca se ha conformado al Mundo y a su Príncipe, Belzebú, el Padre de la mentira, y que han proseguido hacia una meta, hacia un llamado, hacia un blanco.... y esto no ha cambiado, y nunca cambiará.
Y cada uno de esos individuos ha sufrido en su carne, alma y espíritu lo que significa ser llamado para ser Hijo de Dios.
Bien, ahora no estamos hablando de católicos, protestantes, valdenses o cátaros, ni de doctrina, ni de concilios, bulas o guerras santas, sino que estamos hablando de cosas trascendentes, de cosas que se encuentran en un plano superior al que nuestro conocimiento sensible, e incluso a nivel de alma humana, nos podría ofrecer. Y este es el quid de la questión:
Es IMPOSIBLE alcanzar a Dios por medio de la razón, y es imposible que nuestra mente y nuestros sentimientos hereden lo extremo, lo inalcanzable, lo inanterable, lo eterno, lo incorruptible.
He ido observando con gran temor como muchos llamados no han sido escogidos, pues prefirieron el camino ancho y fácil que lleva a la perdición de todo bien celestial, el camino de lo sensible y de lo razonado. ¡Cuánto no desea Dios que se le preste un poquito de atención, cuando todo lo que requiere de nosotros es que soportemos una leve cruz que destruye lo que de natural hay en nosotros que nos impide tocar lo divino!
Mi ruego hoy ante el Salvador de todos los hombres es que su Gracia nunca deje de asistir a aquellos que, a través de su experiencia personal de lo divino, puedan enseñar a otros el camino espiritual de la Unión con Cristo. Esta dulce unión es en verdad el fin último de nuestra existencia, como el fin de una pieza de un rompecabezas es formar parte del todo, y así ser luz para el conjunto.
Hermanos, cuán desdichados somos si en esta vida sólo esperamos en Cristo... si aquí, en este mundo, sólo somos capaces de seguir a un Cristo lejano... entonces somos los más dignos de conmiseración de todos los hombres. PERO YO NO. Yo pertenezco a una casta de seres humanos que han decidido vivir en otro lugar, en otra galaxia, en otro Reino, en el Reino de su Hijo Amado, en el cual el Padre ha hayado complacencia.
Nuestra Misión es esta: entrar en contacto con esa Vida de Amor, Paz y Verdad. Y esa Vida, gracias a Dios, no está lejos... está tan cerca que la podemos palpar, pues está en nuestros corazones. Sólo hay algo necesario: que vendamos todas nuestras posesiones para poder entrar en ello, vivir en ello, respirar en ello... y ESTA es nuestra ÜNICA Misión.
Bendito sea el escogido del Padre, porque el verá grandes cosas.
Por motivos que trascienden nuestro finito conocimiento y entendimiento, Dios escogió tener para sí un grupo de personas que nunca se ha conformado al Mundo y a su Príncipe, Belzebú, el Padre de la mentira, y que han proseguido hacia una meta, hacia un llamado, hacia un blanco.... y esto no ha cambiado, y nunca cambiará.
Y cada uno de esos individuos ha sufrido en su carne, alma y espíritu lo que significa ser llamado para ser Hijo de Dios.
Bien, ahora no estamos hablando de católicos, protestantes, valdenses o cátaros, ni de doctrina, ni de concilios, bulas o guerras santas, sino que estamos hablando de cosas trascendentes, de cosas que se encuentran en un plano superior al que nuestro conocimiento sensible, e incluso a nivel de alma humana, nos podría ofrecer. Y este es el quid de la questión:
Es IMPOSIBLE alcanzar a Dios por medio de la razón, y es imposible que nuestra mente y nuestros sentimientos hereden lo extremo, lo inalcanzable, lo inanterable, lo eterno, lo incorruptible.
He ido observando con gran temor como muchos llamados no han sido escogidos, pues prefirieron el camino ancho y fácil que lleva a la perdición de todo bien celestial, el camino de lo sensible y de lo razonado. ¡Cuánto no desea Dios que se le preste un poquito de atención, cuando todo lo que requiere de nosotros es que soportemos una leve cruz que destruye lo que de natural hay en nosotros que nos impide tocar lo divino!
Mi ruego hoy ante el Salvador de todos los hombres es que su Gracia nunca deje de asistir a aquellos que, a través de su experiencia personal de lo divino, puedan enseñar a otros el camino espiritual de la Unión con Cristo. Esta dulce unión es en verdad el fin último de nuestra existencia, como el fin de una pieza de un rompecabezas es formar parte del todo, y así ser luz para el conjunto.
Hermanos, cuán desdichados somos si en esta vida sólo esperamos en Cristo... si aquí, en este mundo, sólo somos capaces de seguir a un Cristo lejano... entonces somos los más dignos de conmiseración de todos los hombres. PERO YO NO. Yo pertenezco a una casta de seres humanos que han decidido vivir en otro lugar, en otra galaxia, en otro Reino, en el Reino de su Hijo Amado, en el cual el Padre ha hayado complacencia.
Nuestra Misión es esta: entrar en contacto con esa Vida de Amor, Paz y Verdad. Y esa Vida, gracias a Dios, no está lejos... está tan cerca que la podemos palpar, pues está en nuestros corazones. Sólo hay algo necesario: que vendamos todas nuestras posesiones para poder entrar en ello, vivir en ello, respirar en ello... y ESTA es nuestra ÜNICA Misión.
Bendito sea el escogido del Padre, porque el verá grandes cosas.