Donde no hay visión, el pueblo se desenfrena, pues no hay unanimidad. Es verdad que muchos aman al Señor y sirven a Dios, pero cada uno tiene su propia opinión y su propia visión. Como resultado, es imposible que haya unanimidad. A esto se debe que el cristianismo se ha debilitado tanto. El pueblo de Dios está dividido y fragmentado. Hay divisiones por doquier. Aunque todos dicen que aman al Señor, no tienen una visión clara y, por tanto, son “zarandeados por todo viento”. Algunos de entre nosotros también dudan, diciendo: “¿Somos acaso los únicos que están bien? ¿Acaso los demás no predican también el evangelio? ¿Acaso no llevan personas al Señor y las edifican? Consideren al anciano Jacobo. Él era más piadoso que Pablo y que el hermano Nee. ¿Cómo podemos decir entonces que él no tenía una visión?”.
Recientemente, mientras traducíamos el Nuevo Testamento Versión Recobro, usaba varias referencias dos de las cuales eran traducciones católicas. En algunas expresiones, sentimos que estas traducciones católicas no estaban mal. Bromeando con mis ayudantes, les dije: “En esta oración, sigamos a la Iglesia Católica”. Lo que quiero decir es esto: aunque Jacobo, quien estaba en Jerusalén, era piadoso a lo sumo, no podemos concluir por esto que el camino que él tomó sea el correcto. Tampoco podemos concluir por esto que él poseía la visión que correspondía a la era. No; debemos entender claramente en qué consiste la visión genuina.
Creo firmemente que mis palabras contestarán muchas de las preguntas que hay en sus corazones. Aunque en el celo por la predicación del evangelio muchas personas nos llevan la delantera, aunque muchos son más celosos y más fervientes en espíritu que nosotros, y aunque nuestra condición sea pobre, la visión sigue estando con nosotros. Realmente espero que los obreros jóvenes que están entre nosotros y los entrenantes se ejerciten para la piedad. No pensemos que por el hecho de tener la visión, no necesitamos más la piedad; por otro lado, espero que recuerden que la piedad por sí sola no equivale a la visión. Ciertamente debemos ejercitarnos para la piedad; no debemos ser sueltos, y nuestra personalidad y carácter deben ser nobles. Pero esto no significa que por el hecho de tener un carácter noble, poseemos la visión. En otras palabras, nuestra visión debe ser una que corresponda con la era; también debe incluir todas las visiones anteriores. Debe incluir la piedad de los judíos, el celo de los evangélicos y el servicio auténtico. Sólo entonces podremos poner en práctica una vida de iglesia todo-inclusiva, la vida de iglesia que Pablo nos reveló (Ro. 14). Nosotros no estamos divididos en sectas, ni imponemos ninguna práctica especial a nadie. Solamente llevamos una vida de iglesia todo-inclusiva. Si hacemos esto, tendremos la unanimidad genuina.
Hoy podemos ser unánimes gracias a que tenemos una sola visión y una sola perspectiva. Todos tenemos esta única visión actualizada que ha heredado todas las visiones anteriores. Tenemos solamente un punto de vista. Hablamos lo mismo con un solo corazón, a una sola voz y en un mismo tono, y servimos juntos al Señor. El resultado de esto es un poder que llega a ser nuestra moral elevada y nuestro fuerte impacto. En esto radica nuestra fuerza. Una vez que el recobro del Señor posea este poder, se producirá la gloria que viene del aumento y de la multiplicación. Hoy nuestra situación no ha alcanzado ese nivel; aún no ha llegado a la cumbre. Aunque entre nosotros no hay grandes contenciones, sí tenemos algunas pequeñas quejas y críticas. Estas cosas afectan nuestra moral.
Cuando regresé a Taiwan en 1984, no había moral en absoluto. ¿Por qué? Por que había desaparecido la unanimidad. Se perdió de vista la meta y se empañó la visión. En esta ocasión esperamos que el Señor sea misericordioso con nosotros. Queremos recobrar nuestra moral, empezando con Taiwan. Queremos recobrar nuestra visión. Queremos tener la unanimidad y queremos ver claramente que éste es el único camino. Las iglesias en el recobro del Señor deben poseer el testimonio del Señor y una posición bien definida. Hoy en día todavía nos falta mucho terreno por recorrer en cuanto a la propagación de las iglesias del Señor. Debemos predicar el evangelio por doquier, edificar los grupos pequeños y enseñar la verdad. Con esta meta en perspectiva, no debemos argumentar ni aferrarnos a opiniones diferentes. Debemos hablar la misma cosa, pensar lo mismo y avanzar unánimes. Las iglesias en Taiwan no deben ser las únicas en hacer esto, sino que todas las iglesias en todos los continentes por toda la tierra deben hacer lo mismo. Si lo hacemos, el poder será grande. El Señor ciertamente nos concederá una puerta abierta, pues éste es el camino que Él desea que tomemos hoy.
Recientemente, mientras traducíamos el Nuevo Testamento Versión Recobro, usaba varias referencias dos de las cuales eran traducciones católicas. En algunas expresiones, sentimos que estas traducciones católicas no estaban mal. Bromeando con mis ayudantes, les dije: “En esta oración, sigamos a la Iglesia Católica”. Lo que quiero decir es esto: aunque Jacobo, quien estaba en Jerusalén, era piadoso a lo sumo, no podemos concluir por esto que el camino que él tomó sea el correcto. Tampoco podemos concluir por esto que él poseía la visión que correspondía a la era. No; debemos entender claramente en qué consiste la visión genuina.
Creo firmemente que mis palabras contestarán muchas de las preguntas que hay en sus corazones. Aunque en el celo por la predicación del evangelio muchas personas nos llevan la delantera, aunque muchos son más celosos y más fervientes en espíritu que nosotros, y aunque nuestra condición sea pobre, la visión sigue estando con nosotros. Realmente espero que los obreros jóvenes que están entre nosotros y los entrenantes se ejerciten para la piedad. No pensemos que por el hecho de tener la visión, no necesitamos más la piedad; por otro lado, espero que recuerden que la piedad por sí sola no equivale a la visión. Ciertamente debemos ejercitarnos para la piedad; no debemos ser sueltos, y nuestra personalidad y carácter deben ser nobles. Pero esto no significa que por el hecho de tener un carácter noble, poseemos la visión. En otras palabras, nuestra visión debe ser una que corresponda con la era; también debe incluir todas las visiones anteriores. Debe incluir la piedad de los judíos, el celo de los evangélicos y el servicio auténtico. Sólo entonces podremos poner en práctica una vida de iglesia todo-inclusiva, la vida de iglesia que Pablo nos reveló (Ro. 14). Nosotros no estamos divididos en sectas, ni imponemos ninguna práctica especial a nadie. Solamente llevamos una vida de iglesia todo-inclusiva. Si hacemos esto, tendremos la unanimidad genuina.
Hoy podemos ser unánimes gracias a que tenemos una sola visión y una sola perspectiva. Todos tenemos esta única visión actualizada que ha heredado todas las visiones anteriores. Tenemos solamente un punto de vista. Hablamos lo mismo con un solo corazón, a una sola voz y en un mismo tono, y servimos juntos al Señor. El resultado de esto es un poder que llega a ser nuestra moral elevada y nuestro fuerte impacto. En esto radica nuestra fuerza. Una vez que el recobro del Señor posea este poder, se producirá la gloria que viene del aumento y de la multiplicación. Hoy nuestra situación no ha alcanzado ese nivel; aún no ha llegado a la cumbre. Aunque entre nosotros no hay grandes contenciones, sí tenemos algunas pequeñas quejas y críticas. Estas cosas afectan nuestra moral.
Cuando regresé a Taiwan en 1984, no había moral en absoluto. ¿Por qué? Por que había desaparecido la unanimidad. Se perdió de vista la meta y se empañó la visión. En esta ocasión esperamos que el Señor sea misericordioso con nosotros. Queremos recobrar nuestra moral, empezando con Taiwan. Queremos recobrar nuestra visión. Queremos tener la unanimidad y queremos ver claramente que éste es el único camino. Las iglesias en el recobro del Señor deben poseer el testimonio del Señor y una posición bien definida. Hoy en día todavía nos falta mucho terreno por recorrer en cuanto a la propagación de las iglesias del Señor. Debemos predicar el evangelio por doquier, edificar los grupos pequeños y enseñar la verdad. Con esta meta en perspectiva, no debemos argumentar ni aferrarnos a opiniones diferentes. Debemos hablar la misma cosa, pensar lo mismo y avanzar unánimes. Las iglesias en Taiwan no deben ser las únicas en hacer esto, sino que todas las iglesias en todos los continentes por toda la tierra deben hacer lo mismo. Si lo hacemos, el poder será grande. El Señor ciertamente nos concederá una puerta abierta, pues éste es el camino que Él desea que tomemos hoy.