la Teología de los Iconos Cristianos

14 Diciembre 2000
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La crisis iconoclasta en la Iglesia Oriental
Siglos VIII-IX
Presupuestos histórico-teológicos


Bibliografía
Las notas que siguen se basan fundamentalmente en los apuntes del curso Fundamentos para una teología
icónica del P. Sante Babolin, Universidad Gregoriana, año académico 1986-87. Se puede consultar también: M.
Donadeo, El ícono, imagen de lo invisible (Brescia 1980) hay traducc. cast.; Paul Eudokimov, L'Art de l'icone:
théologie de la beauté, ed. BDB (Paris 1972) hay traducc. cast.; L. Ouspensky, Théologie de l'icone dans l'Eglise
orthodoxe, éd. du Cerf (Paris 1980); C. von Schoenborn, L'Icone du Christ. Fondements théologiques élaborés
entre le Ier et le IIe Concile de Nicée (325-787), éd. Universitaires Fribourg (Suisse 1976); E. Sendler, L'Icône,
image de l'invisible: élements de théologie, esthétique et technique, ed. BDB (Paris 1981) traducc. italiana, ed.
Paulinas (Roma 1984).


1. El ícono como imagen de culto

Distinguimos en primer lugar entre arte profano, arte religioso y arte sacro (cf. Guardini, La escencia de la obra de arte, Guadarrama, Madrid 1960.)

• El arte profano y religioso tienen en común que el nacimiento de lo representado viene del corazón del artista, de su inspiración.

El arte en este sentido es un medio de comunicación con el artista y con su experiencia inspiradora (sea esta de origen religiosa o profana)

• El arte sagrado expresa un contenido que es dado al iconógrafo a partir de la fe de la Iglesia y la celebración litúrgica.

El iconógrafo es un ministro que debe representar un arquetipo que lo trasciende y que se encuentra vivo en la comunidad cristiana.

La imagen sagrada hace culto, es elemento escencial de la acción cultual (no se puede celebrar la misa sin la cruz y las velas; en oriente no se puede celebrar sin el ícono).


• La diferencia entre arte religioso y arte sacro podría ejemplificarse como la diferencia entre un poema religioso y un himno litúrgico.
Cuando la imagen sagrada llega a ser «cosa» (res) deja de ser sacra.

El ícono:
• en cuanto arte, dice relación a la experiencia estética humana
• en cuanto a arte sacro, entra en relación con la expresividad cultual humana que se realiza normalmente en todas las religiones
• en cuanto arte figurativo es una de las expresiones humanas, junto con la escultura, arquitectura, etc.
• en cuanto arte cristiano de alguna forma expresa la novedad cristiana en la historai: el misterio de la encarnación.

Otra distinción:

• El arte simbólico: hace pensar, asociar, reflexionar (ej. las figuraciones de Cristo: cordero, buen pastor, primer Adan etc.)

• El arte representativo (el signo) hace conocer (ej. por una fotografía se cómo es una persona, una casa, un lugar etc.)
La expresión privilegiada de la «novedad cristiana» es ciertamente la palabra. Cuando Dios habla, el hombre escucha.
Pero cuando Dios «mira» (a través del ícono), el hombre debe dejarse mirar.

El ícono cristiano está estrechamente ligado a esta palabra en cuanto que el único y
verdadero ícono es el Verbo hecho carne, Jesucristo (cf. Hb 1,3: irradiación de la gloria de Dios e impronta () de su substancia).

El Verbo imprime el «caracter» del Padre a toda la creación.

Se puede representar a Dios visiblemente entonces porque confluyen la creación por el Verbo y la encarnación del Verbo.


El lenguaje del ícono no es conceptual, no es sonoro, no tiene la violencia de la evidencia; en cambio habla a quien lo mira con corazón tranquilo y por mucho tiempo. Dice expresivamente Daniel Ange:

Amo los íconos solo por esto: en ellos Dios habla con un lenguaje de pobres. Es
una consolación para los pobres. Amo a los íconos, porque se parecen a Dios: tienen su misma manera de acercarme, pobremente, discretamente, silenciosamente. Un ícono no se impone.

No violenta la mirada (como hace la cultura contemporanea). No demuestra nada, no comprueba nada, no quiere ser una evidencia. Como Dios. Se necesita tiempo, muchas veces años para entrar en ellos. Delante a quien mira el ícono aguarda, espera, espera ser penetrado y comprendido, y por esto amado. Pide una confianza, suscita una larga paciencia, despierta una cierta ternura. Como hace Dios.

Sus formas son austeras, pobres, se abren solo al corazón. No crea un «pathos», no está adornado, no exagera, no estimula la emoción o la sensibilidad, sino solamente aquella que despierta la sonrisa en un niño.

Atrapa la mirada solamente para ablandar el corazón del hombre.

En el ícono todo es pobre y pide alzar los ojos hacia lo alto, hacia aquella región de la cual recibe --no se sabe bien cómo-- su silencio y su luz.(1)


Desde el punto de vista histórico, la crisis iconoclasta de los siglos VIII y IX maduró una conclusión expresada en pocas palabras:

«Lo que el Libro dice con las palabras, el ícono lo anuncia con los colores y lo hace presente» (Concilio Constantinopolitano IV, X, 3.)

2. El nacimiento del ícono
Confluyen muchos factores: por un lado el impacto cultural realizado por el cristianismo en los primeros siglos, por otro la progresiva reflexión teológica expresada sobre todo en los Concilios
cristológicos. Las culturas que más han condicionado al cristianismo son el judaismo, el helenismo y la latinidad. Cada una a su manera ha contribuido a que la Iglesia desarrollara la
teología icónica.

• Cultura judáica: prohibía todas las representaciones, pero usaba algunas imágenes; i.e. la
serpiente de bronce, los querubines. El cristianismo lentamente supera y hace pasar el arte
simbólico (ej. imagen del buen pastor en las catacumbas) al arte figurativo o representativo (ej.
Cristo pantocrator, etc.).
• Cultura griega: las imágenes sagradas recibían el nombre de agalmatas (del verbo agallo:
celebrar con ofrendas u otros dones de piedad). Lo contrario de agalma es el eidolon, que
significa sombra, fantasma, imagen sin profundidad. Los eidolon no tenían un arquetipo o un
paradigma. La representación de los eidolon eran los eikones: por ejemplo retratos e imágenes
históricas en general. Podríamos decir entonces que a los dioses convenían las agalmatas, en
cambio a los hombres los eikones. El cristianismo va a desarrollar su arte usando el género de los
eikones (aporta la historicidad a la cultura griega). De aquí deriva la palabra ícono.
• Cultura romana: continúa la cultura griega pero aporta dos elementos propios, el culto de
latria, dado al Emperador y a su imagen, y la función jurídica que tenía la imagen (estatua) del
emperador (por ej. colocar las llaves de una ciudad delante de la estatua del Cesar implicaba un
acto jurídico).
En resumen: el cristianismo desarrolla las consecuencias de la encarnación al confrontar la
cultura hebrea, la idea de semejanza con los griegos y la presencia con el mundo romano.
El arte cristiano en los tres primeros siglos es sobre todo arte simbólico. El ícono como tal nace
en el arco de tiempo que va de Constantino (306-337) a Justiniano (527-565). Desde la batalla del
Puente Milvio se sustituyen las insignias del ejército con el chrismón


Al tiempo el chrismon se unió a un retrato simbólico de Cristo: el símbolo cristiano se hace
símbolo eficáz, ya que ayuda a los soladados y aquienes le invocan. De aquí también surgen los
rostros arquetípicos de Cristo, sustituyendo inclusive al retrato del emperador, adquiriendo por
este lado la misma «presencia» que inspiraba la figura imperial.

3. Primeros adversarios del ícono
• El concilio de Elvira (300-303) se pronuncia contra las imágenes en las iglesias por el temor a
la idolatría pagana.
• Eusebio de Cesaréa en carta a Costanza, hermana del Emperador que le pedía una imagen de
Cristo, le dice que no es posible tener una imagen de la humanidad glorificada de Cristo: «Quieres
conocer la imagen de Cristo como esclavo o la del Cristo inmutable...» Eusebio dirá que el Cristo conocido según la carne no existe más.

• Los monofisistas absorven la humanidad de Cristo en su divinidad, por lo tanto despues de la resurrección no es representable.

• En los siglos IV y V hay muchos obispos e inclusive santos que se oponen a la veneración de las
imágenes, tanto en oriente como en occidente: Epifanio de Salamina (315-403) dice: ...tened
siempre a Dios en vuestros corazones, y no en la iglesias, porque es indigno para un cristiano
tener que recurrir al auxilio de los ojos y de los sentidos para permitir que la propia alma se
eleve a Dios.
• San Gregorio Magno por el contrario defenderá a las imágenes porque tienen una función
catequética para los fieles.
• En general podríamos decir que la preocupación por mantener puro el culto, para que se realize
según el dicho del Señor «en Espíritu y Verdad», será la raíz de todo movimiento iconoclasta.

4. Primer período de la crisis iconoclasta (726-787)
El iconoclasmo es una herejía imperial, es una lucha por la «verdadera religión» conducida sobre
todo por dos Emperadores: León III (714-741) y su hijo Constantino V (741-775). Llevarán
adelante las tesis anti-icónicas propuestas por 388 obispos en el Concilio de Hiería (754). Los
argumentos se pueden resumir en tres proposiciones:
• El prosopon o hypostasis de Cristo es inseparable de sus dos naturalezas
• Una de estas dos naturalezas, la divina, es incircumscrivible
• Por lo tanto es imposible circumscrivir (delinear, diseñar) el prosopon de Cristo.
Los defensores o iconúdolos contestan sin mucha fundamentación teológica: afirman simplemente
que el ícono es akeropita (no hecha por mano de hombre). El Concilio Niceno segundo (787)
simplemente apela a la tradición: el culto de las imágenes sagradas es conforme a la tradición de
toda la Iglesia.
En esta primera fase el pensamiento más profundo es el de San Juan Damaceno (657-749). En sus tres Discursos defendiendo las imágenes sagradas va a centrarse sobre todo en el misterio de la
encarnación:

«Yo no venero la materia, sino al Creador de la materia que se ha hecho materia a causa mía;
aceptó habitar en la materia y con la materia ha obrado mi salvación... Yo honro y trato con veneración también a toda la otra materia a través de la cual me ha venido la salvación, ya que está llena de potencia de gracia.

¿O no es acaso de materia la madera de la cruz? ¿Nó es materia el monte venerable y santo, el lugar del Gólgota? ¿No es materia la piedra y roca santa, dadora y
portadora de vida, tumba santa, fuente de nuestra resurección? ¿No es materia el santísimo libro de los evangelios? ¿No es de materia la mesa vivificante que nos prepara el pan de la vida? ¿No
son materia el oro, la plata con los cuales se hacen cruces, patenas y cálices? ¿Y ántes de estas cosas, no son materia el cuerpo y la sangre del Señor?

Y entonces, elimina del culto y la
veneración todas estas cosas, o sinó concede a la tradición de la Iglesia también la veneración de las imágenes santificadas por el nombre de Dios y por los amigos de Dios y por este motivo cubiertas con la gracia del Espíritu Santo» (I, 16).


5. Nueva crisis y superación definitiva (813-842)
El iconoclasmo va a ser retomado por el Emperador León V el armenio. Esta fase va a culminar
con el Triunfo de la ortodoxia el 11 de marzo del 843. Los iconoclastas en esta etapa se van a
volver más exigentes y van a obligar a la Iglesia a elaborar mejor los argumentos pro-icónicos. El
aporte decisivo luego continuado por los padres Capadocios y por San Máximo el Confesor lo
hará el patriarca San Nicéforo de Constantinopla (758-829).

• Distingue entre imagen natural (como la presenta Platón en el timeo) y imagen artificial (como la
presenta Aristóteles en sus Categorías: dif. entre la physis y la tecné). La imagen natural nace de
una relación de semejanza entre el objeto y su arquetipo. La trasfiguración de Cristo no cambia su naturaleza humana;

el cristiano al ser divinizado por la vida cristiana, no se modifica en su ser
natural (sigue comiendo, creciendo, padeciendo, muriendo).

• Se profundiza también el valor y el significado de la oikonomia o dispensatio con el consecuente esclarecimiento de la relación entre Verbo creador y Verbo encarnado.

Otro aporte al esclarecimiento teológico lo hace San Teodoro Studita (759-826).

• Teodoro clarificará la relación entre el prototipo (Cristo) y su presencia en el ícono.

Va a exluir de la presencia una energía o necesidad material, ya que el ícono no realiza una participación entitativa en el cuerpo de Cristo.

El que mira y se deja mirar por el ícono es el que participa de la naturaleza divina de Cristo, por estar bautizado.

El ícono realiza un servicio en orden a tal
participación.


• El prototipo no está en la imagen según la escencia sino que tiene una relación de semejanza. La presencia del arquetipo en el ícono es análoga a la presencia del locutor en la palabra que profiere.
La relación de semejanza realiza en el que mira una comunión con Cristo de orden
intencional (orienta la mirada hacia aquel que mira).

• En este sentido, la parte central del ícono son sus ojos: ellos son la ventana hacia el Rostro de Cristo.

Los ojos están cargados de «intencionalidad» expresiva.

El segundo Concilio de Nicea (787) pone fin, desde el punto de vista teológico y dogmático a la controversia sobre los íconos.

Los padres establecen que: «... de modo semejante a la imagen de la preciosa y vivificante cruz han de exponerse las sagradas y santas imágenes, tanto las pintadas como las de mosaico y de otra materia conveniente, en las santas iglesias de Dios, en los sagrados vasos y ornamentos, en las paredes y cuadros en las casas y caminos, las de nuestro Señor y Dios
y Salvador Jesucristo, de la Inmaculada Señora nuestra la santa Madre de Dios, de los preciosos ángeles y de todos los varones santos y venerables.

Porque cuanto con más frecuencia son
contemplados por medio de su representación en la imagen, tanto más se mueven los que éstos miran al recuerdo y deseo de los originales y a tributarles el saludo y adoración de honor, no ciertamente la latría verdadera que según nuestra fe sólo conviene a la naturaleza divina; sino que como se hace con la figura de la preciosa y vivificante cruz, con los evangelios y con los demás objetos sagrados de culto, se las honre con la ofrenda de incienso y de luces, como fue piadosa costumbre de los antiguos.

"Porque el honor de la imagen se dirige al original" (San Basilio)

y el que venera una imagen, venera a la persona en ella representada.» (Ds 302).


• El Concilio establece por lo tanto que se deben venerar de igual manera la imagen visible y la imagen verbal, la que entra en la mente por los ojos y la que entra por las orejas, la imagen luminosa y la imagen sonora, la palabra oral o escrita y una imagen.

Dicen más:
la imagen es una palabra, es un lenguaje análogo al de la palabra que realiza el anuncio y la celebración de la
salvación.


6. Fundamentos teológicos

• La encarnación del Verbo de Dios
Quien me ve a mi ve al Padre (Jn 14,9)
El es imagen (ícono) del Dios invisible (Col 1,15)
Es irradiación de la Gloria e impronta de su substancia (Hb 1,3)

Este Jesus que ha estado entre ustedes y fue llevado al cielo volverá de la misma manera
que lo han visto ir al cielo (Hch 1,1)

• El ícono es mediador entre las dos venidas, entre los dos hechos: la encarnación y la escatología.

• La Iglesia de la misma manera que guarda su palabra debe guardar su rostro para reconocerlo cuando vuelva.


7. Himno en la fiesta de la Ortodoxia
El 11 de marzo, primer domingo de Cuaresma, se celebró en Constantinopla la victoria de los sostenedores de la latría a los íconos.

El kontákion, breve oración bizantina se sigue repitiendo desde entonces una y otra vez:

El Verbo incircumscripto de Dios Padre,
se ha circumscripto encarnándose en tí Madre de Dios,
y habiéndo restablecido la imagen (eikon) deformadaa su antigua dignidad,
la ha unido a la divina belleza.

Por lo tanto reconociendo y confesando la salvación,
nosotros la representamos con la acción y la palabra.

El Dios-Hombre, el Señor,
está presente en su Palabra para hablarnos, en el prójimo para encontrarnos,
en su Nombre para socorrernos,
en su ícono para mirarnos,
en la asamblea para reunirnos,
en su Cuerpo y Sangre entregados para asimilarnos a Él.


1. Daniel Ange (pseudónimo de P. Andronicof), El abrazo de fuego: el ícono de la Trinidad de Roublov, ed.
BDB (Paris 1981) 45-46.




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Juan Manuel

"El que no ama,
no conoce a Dios,
porque Dios es amor"

1º Juan 4,8
 
De Jetonius:

QUOTE]Originalmente enviado por abel34:
CULTURA RELIGIOSA / IMÁGENES, ¿IDOLOS?, ¿¿IDOLATRIA??

¿POR QUE LOS CATOLICOS VENERAN IMAGENES?
Estimados hermanos protestantes:
Debido a la serie de confusiones que Uds tienen o a las que pretenden llevar me he permitido pacientemenete ofrecerles eel siguiente escrito.
Nos preguntan por qué los católicos “veneramos imágenes”.
En realidad veneramos a la Madre de Dios y a los santos.

Estmado Abel:
Ni estamos confundidos, ni pretendemos confundir a nadie. El que está muy confundido eres tú. Pregúntale a tu cura, a tu obispo, o consulta la bibliografía romana, y verás que es un dogma de fe que "Es lícito y provechoso venerar las imágenes de los santos."
Al respecto te ofrezco, con el sincero deseo que de veras lo aproveches, el siguiente comentario:
LA VERDAD HISTORICA SOBRE EL CULTO A LAS IMÁGENES
No es necesario insistir aquí con el hecho de que en el Antiguo Testamento se prohíbe que los israelitas se hagan imágenes y que les rindan culto (Exodo 20:4-5; Deuteronomio 5:8-9). Los profetas, en particular Isaías y Jeremías, ridiculizan el culto a las imágenes idolátricas: Isaías 44: 9-20; Jeremías 10: 1-16. El episodio del becerro de oro (Exodo 32), como los de Jeroboam (1 Reyes 12: 26-33) ilustran las consecuencias de la transgresión.
Cabe subrayar que lo que se prohíbe de manera absoluta es que el hombre se haga imágenes por su propia iniciativa con el objeto de rendirles culto. Por tanto, no está prohibida para los cristianos la hechura de imágenes con fines didácticos, recordatorios u otros. La mayoría de los cristianos toma fotografías de los seres queridos y admite la erección de monumentos públicos y esculturas. Empleamos imágenes para enseñar a nuestros niños y vemos películas y videos donde Jesús y los Apóstoles son representados.
Aunque el judaísmo tardío entendió la prohibición de las imágenes de manera absoluta, tal actitud no está justificada por los datos bíblicos. En efecto, Dios mismo mandó hacer imágenes bordadas, talladas y esculpidas para el tabernáculo, como también la serpiente de bronce (Números 21:9) que según Jesús enseñó era un tipo de su muerte redentora (Juan 3:14). Lo que evidentemente estaba proscripto era rendir culto a las imágenes, como lo demuestra la aprobación divina ante la destrucción de la serpiente de bronce cuando ella se tornó objeto de culto para los israelitas (2 Reyes 18:4).
Los primeros cristianos dejaron testimonios de su fe por medio de las imágenes que hasta hoy se conservan en las catacumbas. Sus representaciones, mayormente pictóricas, incluían episodios de la Biblia, símbolos como el pez (griego YCHTHYS, acrónimo de Iesous Christos , Theou Hyious, Soter = Jesucristo, Hijo de Dios, Salvador), y del Buen Pastor. Sin embargo, no existe evidencia de que existiese ningún tipo de culto hacia tales imágenes recordatorias. Adrian Fortescue escribe en la Catholic Encyclopedia:
“Diferente de la admisión de imágenes es la cuestión del modo en que eran tratadas. ¿Qué signo de reverencia daban los primeros cristianos a las imágenes de sus catacumbas, si es que daban alguno? Para el primer período no tenemos información. Hay tan pocas referencias en absoluto a las imágenes en la literatura cristiana más primitiva que difícilmente hubiésemos sospechado su ubicua presencia si no estuviesen realmente allí en las catacumbas como el argumento más convincente. Pero estas pinturas de las catacumbas no nos dicen cómo eran tratadas. Podemos dar por sentado, por una parte, que los primeros cristianos entendían perfectamente que las pinturas no tenían parte alguna en la adoración debida sólo a Dios. Su monoteísmo, su insistencia en el hecho de que servían solamente al todopoderoso e invisible Dios, su horror ante la idolatría de sus vecinos, la tortura y muerte que sufrían los mártires antes de derramar una pizca de incienso ante la estatua del numen del emperador son suficientes para convencernos de que no estaban disponiendo filas de ídolos propios. Por otra parte, el lugar de honor que le dan a sus símbolos y pinturas, el cuidado con el que decoran, indica que trataban a las representaciones de sus creencias más sagradas con el menos una decente reverencia. Es a partir de esta reverencia que toda la tradición de venerar las imágenes sagradas se desarrolló gradual y naturalmente.”
(s.v. Images, Veneration of . The Catholic Encyclopedia, Volume VII, 1910; negritas añadidas)
Tal vez las escasas alusiones a las imágenes no nos proporcione información de cómo eran tratadas, pero este mismo hecho testimonia que su papel en la vida cristiana era modesto, y en modo alguno tenía la importancia indebida que adquirió luego.
De hecho, diversos escritores cristianos primitivos (siglos II y III) fueron explícitos acerca de la prohibición de imágenes en el culto, ya que veían claramente el peligro de idolatría que esto suponía. El citado autor católico reconoce que ellos no sólo denunciaron la adoración, sino incluso la manufactura y posesión de las tales imágenes, y menciona a Atenágoras en su “Legación a favor de los cristianos”, Teófilo en su “Carta a Autólico”, Minucio Félix en su “Octavio”, Arnobio en “Contra los Gentiles”, Tertuliano en “Sobre la Idolatría” y Cipriano en “La vanidad de los ídolos.”
A esto podríamos agregar el testimonio de Orígenes (m. 254):
“Son los más ignorantes quienes no se avergüenzan de dirigirse a objetos sin vida ... y aunque algunos pueden decir que estos objetos no son sus dioses sino tan sólo imitaciones de ellos y símbolos, sin embargo se necesita ser ignorante y esclavo para suponer que las manos viles de unos artesanos puedan modelar la semejanza de la Divinidad; os aseguramos que el más bajo de los nuestros se ve libre de tamaña ignorancia y falta de discernimiento.” (Contra Celso, 6:14).
Javier Gonzaga narra la siguiente ilustrativa anécdota:
“Cuando los soldados de Diocleciano [emperador que lanzó la última gran persecución contra los cristianos] irrumpieron en una iglesia en Nicomedia [en] el año 297 mostraron su ignorancia total del cristianismo al sorprenderse de no encontrar ninguna representación de lo que los cristianos adoraban allí. Esto era precisamente lo que diferenciaba a una iglesia cristiana de un templo pagano.” (Concilios. Grand Rapids: International Publications, 1965; 1: 237).
Por la misma época del acontecimiento recién narrado, Lactancio (240-320) escribió:
“Es indubitable que en donde quiera que hay una imagen no hay religión. Porque si la religión consiste de cosas divinas, y no hay nada divino más que en las cosas celestiales, se sigue qu e las imágenes se hallan fuera de la esfera de la religión, porque no puede haber nada de celestial en lo que se hace de la tierra ... no hay religión en las imágenes, sino una simple imitación de religión.” (Instituciones Divinas 2:19).
En 305 ó 306 un concilio reunido en Elvira, cerca de la actual Granada, estableció en su canon 36: “Ordenamos que no haya pinturas en la Iglesia, de modo que aquello que es objeto de nuestra adoración no será pintado en las paredes.” En el pasado, apologistas católicos como Baronio y Bellarmino cuestionaron este sínodo español, pero su ortodoxia es hoy generalmente admitida.
Eusebio de Cesarea habla de una estatua de Cristo existente en Paneas que tuvo ocasión de ver, y comenta:
“Y no es extraño que hayan esto aquellos paganos de otro tiempo que recibieron algún beneficio de nuestro Salvador, cuando hemos indagado que se conservaban pintadas en cuadros las imágenes de sus apóstoles Pablo y Pedro, e incluso del mismo Cristo, cosa natural, pues los antiguos tenían por costumbre honrarlos de este modo, sin miramiento, como a salvadores, según el uso pagano vigente entre ellos.” (Historia Eclesiástica 7,18:4; negritas añadidas).
Asimismo Epifanio (315-403), obispo de Salamina en Chipre, quien era un acérrimo enemigo de las enseñanzas de Orígenes, concuerda con éste contra las imágenes, según una carta a Juan, obispo de Jerusalén , conservada por Jerónimo. Epifanio fue a una iglesia de Palestina a orar y, según dice: “hallé allí una cortina colgada en las puertas de la citada iglesia, teñida y bordada. Tenía una imagen de Cristo o de uno de los santos; no recuerdo precisamente de quién era la imagen. Viendo esto, y oponiéndome a que la imagen de un hombre fuese colgada en la iglesia de Cristo, contrariamente a la enseñanza de las Escrituras, la desgarré ...” Epifanio aconseja además a Juan que instruya a los responsables para que no se cuelguen cortinados de esa clase en ninguna Iglesia de Cristo, “opuestos como están a nuestra religión” , y continúa: “Un hombre de tu rectitud debiera ser cuidadoso en quitar una ocasión de ofensa, indigna por igual de la Iglesia de Cristo como de aquellos cristianos que están confiados a tu cargo.” (Jerónimo, Ep. 51:9).
En uno de sus escritos contra los maniqueos, Agustín de Hipona admite que algunos adoran imágenes, pero no reconoce a los tales como a verdaderos cristianos: “No reúnas contra mí a los profesantes del nombre cristiano, quienes ni conocen ni dan evidencia del poder de su profesión... Sé que hay muchos adoradores de tumbas y de pinturas ... Ni es sorprendente que entre tantas multitudes [de cristianos] hayas de encontrar algunos por la condenación de cuya vida puedas engañar a los incautos y seducirlos [para sacarlos] de la seguridad católica.” (De Moribus Eccl. Cath., 34:75).
El obispo de Hipona, como Orígenes antes que él, refutó de antemano el argumento de Santo Tomás acerca de que no se le rinde culto a la imagen, sino a lo que representa:
“¡Avergüéncense todos los que sirven a una escultura, los que se glorían en los ídolos! Pero avanza uno que se cree docto y dice: ‘Yo no adoro a una piedra ni esta imagen que no tiene sentimientos; porque no es posible que vuestros profetas hayan imaginado que tenían ojos y no veían, y que yo sea ignorante hasta el punto de no saber que la imagen no tiene alma y no ve por sus ojos y no oye por sus oídos. Yo no adoro esto; sino que me inclino ante esto que veo y sirvo a aquel a quien no veo’, ‘¿quién es éste?’. ‘Algún poder invisible –se nos dice- que radica en esta imagen.’ Mediante esta clase de explicación acerca de sus imágenes, piensan que son muy listos y que en modo alguno se les puede contar entre los adoradores de ídolos .” (Sobre Salmos 96, 2; negritas añadidas).
De este modo, la enseñanza unánime de los Padres, la cual la Iglesia de Roma se precia de respetar y venerar, es opuesta al uso de imágenes en el culto. Adicionalmente, como notó Agustín, tampoco los paganos, salvo los muy incultos, tomaban a las imágenes como algo más que representaciones; pero son precisamente tales representaciones lo que los escritores cristianos antiguos prohíben como contrarias a las Escrituras y por tanto opuestas al cristianismo.
Sin embargo, a partir del siglo IV y sobre todo del V, luego de que el cristianismo devino la religión oficial del Imperio y de que vastas mutiltudes de paganos incultos ingresasen a la iglesia, el empleo de imágenes comenzó a generalizarse. La razón invocada fue que las imágenes eran los libros de los analfabetos, y que eran necesarias para la enseñanza. A fines del siglo VI el papa Gregorio Magno censuraba al obispo de Marsella, Sereno, por haber destruido las imágenes de las iglesias de su diócesis:
“Hemos sabido, hermano, que habiendo observado a algunas personas adorando imágenes, habéis destruido y arrojado esas imágenes de las iglesias. Os alabamos por haberos mostrado celoso ya que nada hecho de manos debe ser adorado , pero somos de la opinión que no debíais haber roto estas imágenes. La razón por la que se usan las representaciones en las iglesias es la de que aquellos que son iletrados puedan leer en las paredes lo que no pueden leer en los libros. Por tanto, hermano, debíais haberlas conservado, prohibiendo al mismo tiempo al pueblo que las adorase .” (Epístola 7,2:3).
En una epístola posterior a Sereno escrita en 600, Gregorio Magno reitera su posición; “tomad todas las medidas para evitar la adoración de las imágenes” (Epístola 9,4:9). He aquí un obispo de Roma que, a fines del siglo VI y principios del VII, desconoce todo culto lícito a las imágenes y las considera exclusivamente de valor didáctico. Ludwig Ott escribe: “Por efecto de esa proibición existente en el Antiguo Testamento, vemos que el culto a las imágenes solamente se forma una vez que el paganismo gentílico está totalmente vencido....” (Manual de Teología Dogmática, Ed. Rev. Barcelona: Herder, 1969, p. 480).
Sin embargo, el tiempo mostraría que el paganismo distaba de estar vencido y que el temor de Sereno de Marsella era muy fundado. Se descuidó la catequesis y la predicación, y pronto proliferó el culto a las reliquias e imágenes, de puro linaje pagano. Ott admite: “Primitivamente, las imágenes no tenían otra finalidad que la de instruir: La veneración a las mismas (por medio de ósculos, reverencias, cirios encendidos, incensaciones) se desarrolló principalmente en la iglesia griega desde los siglos V al VII” (l.c.). Es decir que, como lo reconoce este autor católico, no se trata de una práctica trazable a los apóstoles, y ni siquiera a la Iglesia de los primeros siglos. Tal verdad es reafirmada por Fortescue, en el artículo de la Catholic Encyclopedia ya citado:
“El desarrollo fue entonces un asunto de moda general más que de principio. Para el cristiano bizantino de los siglos V y VI las postraciones, besos e incienso eran las formas naturales de mostrar honor a cualquiera; él estaba habituado a tales cosas, aún aplicadas a sus superiores civiles y sociales; estaba acostumbrado a tratar a los símbolos del mismo modo, dándoles el honor relativo que era obviamente en realidad dirigido a sus prototipos. Y así llevó sus hábitos normales a la iglesia. La tradición, el instinto conservador que en asuntos eclesiásticos insiste siempre en la costumbre, gradualmente hizo estereotipos de tales prácticas hasta que se inscribieron como rúbricas y se hicieron parte del ritual...
Al mismo tiempo uno debe reconocer que justo antes del surgimiento del iconoclasmo [reacción violenta contra las imágenes] las cosas habían ido muy lejos en la dirección de la adoración de las imágenes. Aunque es inconcebible que nadie, excepto quizás el más estúpido campesino, pudiese haber pensado que una imagen podía oír las oraciones o hacer nada por nosotros. Y sin embargo, la forma en que algunos trataban a sus íconos sagrados indica más que el honor meramente relativo que se les enseña a los católicos a observar hacia éstos. En primer lugar, las imágenes se habían multiplicado enormemente en todas partes, las paredes de las iglesias estaban cubiertas por dentro de piso a techo con íconos, escenas de la Biblia [y] grupos alegóricos (un ejemplo de esto es Santa María Antigua, construida en el siglo VII en el foro romano, con su disposición sistemática de pinturas que recubren toda la iglesia). Los íconos, especialmente en el Oriente, eran llevados como protección en los viajes, marchaban a la cabeza de los ejércitos, y presidían las carreras en el hipódromo; colgaban en un lugar de honor en cada habitación, sobre cada comercio; cubrían copas, vestimentas, muebles, anillos; dondequiera que se encontrase un espacio, era llenado con un cuadro de Cristo, nuestra Señora, o un santo. Es difícil entender lo que aquellos cristianos bizantinos de los siglos VII y VIII pensaban acerca de ellos. El ícono parece haber sido en cierto modo el canal a través del cual se aproximaban al santo; tiene un valor sacramental ... en aquellos que lo miraban; por y a través del ícono Dios obraba milagros; el ícono hasta parece haber tenido una especie de personalidad propia en la medida en que ciertas imágenes eran especialmente eficaces para [obtener] ciertas gracias. Los íconos eran coronados con guirnaldas, se les quemaba incienso, eran besados. Delante de ellos ardían lámparas y se cantaban himnos en su honor. Los enfermos eran puestos en contacto con ellos, eran atravesados en el camino de un fuego o una inundación para detenerlos por una especie de magia. En muchas oraciones de este tiempo la inferencia natural de las palabras sería que se dirigían a la imagen misma.”
Es interesante que este autor romanista, al tiempo que intenta eximir a los católicos de aquello que achaca a los orientales, presenta como paradigma de la profusión de imágenes a una iglesia de Roma. Del mismo modo, para cualquiera que, como quien esto escribe, viva en un país de tradición católica, el retrato que hace de los excesos de los orientales resulta dolorosamente familiar.
Cuando el emperador León III Isaurio emitió decretos contra las imágenes, el papa Gregorio III (731-741) convocó un sínodo que excomulgó a los adversarios de las imágenes. “El emperador por toda respuesta arrebató los obispados griegos de la Ialia meridional y Sicilia de la superintendencia del papa, trasladándola a la del patriarca de Constantinopla. Mientras tanto en Roma, el papa ordenaba la multiplicación de las imágenes en los templos, construyendo también una capilla especial para la veneración de reliquias ‘sagradas’.” (Gonzaga, o.c., 1: 242).
Más de 300 obispos concurrieron a un concilio convocado en Hiereia por Constantino V, hijo y sucesor de León III en 754. Allí tras escuchar y discutir los argumentos de los partidarios de las imágenes, se estableció que los únicos símbolos del culto cristiano eran el pan y el vino de la Eucaristía. Los iconolatras fueron excomulgados, y se prohibió el uso de imágenes tanto privado como público.
Sin embargo, más tarde la emperatriz regente, Irene, ardiente partidaria de las imágenes, depuso al patriarca de Constantinopla y nombró a un hombre de su confianza en su lugar. Convocó a un concilio ecuménico que se reunió en Nicea en 787; solamente pudieron concurrir obispos partidarios de las imágenes, entre ellos los representantes del papa Adriano (772-795).Como no podía ser de otro modo, el concilio anuló los decretos imperiales contra las imágenes, como asimismo las decisiones de Hiereia. Los acuerdos del sínodo fueron firmados por la regente Irene y su hijo Constantino VI.
Fue en este concilio que se introdujo la arbitraria distinción entre el culto de latría, debido sólo a Dios, y el de dulía, que es lícito para los santos. También se habló de un culto “terminativo”, dirigido a la persona, y otro “relativo” dirigido a la imagen que la representa. Desde luego, tales bizantinismos (strictu sensu!) son por completo ajenos a las Escrituras, donde hay un solo culto válido, el que se dirige a Dios.
Este concilio niceno, de infausta memoria, al no poder fundamentar escrituralmente el culto a las imágenes, declaró la insuficiencia de las Escrituras y lanzó un anatema contra quienes no estaban dispuestos a aceptar doctrinas sobre la autoridad de la tradición y de los concilios, si las tales no tenían claro fundamento bíblico. La importancia de esta novedad para las progresivas desviaciones romanas de la doctrina escritural debiera ser obvia:
“Porque de esta manera se mantiene la enseñanza de nuestros santos Padres, o sea, la traidición de la Iglesia Católica, que ha recibido el Evangelio de un confín a otro de la tierra; de esta manera seguimos a Pablo, que habló en Cristo [2 Corintios 2:17] y al divino colegio de los Apóstoles y a la santidad de los Padres, manteniendo las tradiciones [2 Tesalonicenses 2:14] que hemos recibido...
Así, pues, quienes se atrevan a pensar o enseñar de otra manera; o bien a desechar, siguiendo a los sacrílegos herejes, las tradiciones de la Iglesia , e inventar novedades, o rechazar alguna de las cosas consagradas a la Iglesia: el Evangelio o la figura de la cruz, o la pintura de una imagen, o una santa reliquia de un mártir; o bien a excogitar torcida y astutamente con miras a trastornar algo de las legítimas tradiciones de la Iglesia Católica ... si son obispos o clérigos, ordenamos que sean depuestos; si monjes o laicos, que sean separados de la comunión.” (Denzinger 303-304).
Nótese que los obispos iconolatras no pudieron ni siquiera apelar a la supuesta tradición apostólica, pues ninguna había para apoyar el culto a las imágenes. Esgrimieron en cambio una espuria “tradición de la iglesia católica” cuando, en realidad, todos los escritores cristianos de los primeros siglos que trataron el tema se opusieron por completo a semejante abominación. Y esto para no hablar de las Escrituras.
Así que, queridos católicos y orientales, les invito a rechazar a los falsos maestros que los extravían y a volver a las Escrituras y a la práctica de la Iglesia primitiva. Esto será sin duda agradable a Dios.
Bendiciones en Cristo,
Jetonius
 
Comentario:
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Originalmente enviado por GAMES BOND:

Dany Portales 11 Sep 2000 09:49
Tema: RE: EXPERIENCIA EN EL FORO CRISTIANO
DTB Jorge y al resto de los hermanos! Estoy totalmente de acuerdo contigo!!!!, de hecho esa ha sido siempre mi postura. Nos la pasamos defendiendo a la ICA en temas mas elevados como María, la Eucaristía, etc. y dejamos a un lado los temas que a ellos los dividen. Solo estan unidos en cuanto a su anticatolicismo. No se si ya lo habían notado, pero esta es mi estrategia personal en el Foro del Reino. Así lo hice notar en mi testimonio que puse ahí: su enorme fragmentación es el mejor y suficiente argumento para probar que estan equivocados. Dejemos ya de darle vueltas al asunto con los mismos temas de siempre. Toquemos los temas que a ellos los dividen, que son teología básica, y veremos como muchos dudarán de su fe (no en Cristo). Creo que así pasó con Luis Fernando. Él llegó a un punto en que o fundaba su propia iglesia o se hacía católico. ¿O no Luis? Carlos (Karo), Luis Fernandos, Fray Nelson, y el resto, creo que debemos empezar nuevos epígrafes donde, unidos, hagamos ver el enorme peligro de la división, y como ellos estan divididos. Ese fue mi sentimiento cuando puse el epigrafe de mi testimonio. Dios nos ayude

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De Dany Portales 1 Sep 2000 11:14
Tema: Imágenes...


Quien puede explicarme esto ...

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Mensaje de Dany Portales 1 Sep 2000 14:53
Tema: La Iglesia terca


DLBT! Les mando una editorial que apareció el día de hoy en un periódico renombrado a nivel nacional en México, El Norte. Últimamente han habido varios "tropezones" de parte de nuestros obispos. Aquí solo se mencionan algunos. Respecto a esta editorial concuerdo en parte en el tema de la idolatría. Sobre el aborto no estoy de acuerdo. Yo creo que se debe respetar la vida desde la concepción. Pero el único argumento es el moral y religioso, el cual no puede ser impuesto al resto de la sociedad si sus creencias no son iguales a las mías o a las de la mayoría. Creo que es importante que tengamos crítica y debate hacia el interior de la ICA, eso nos hará mejores y podremos pensar, en mejor forma, en un ecumenismo completo. Pero si nos aferramos a cosas que no son, y nos volvemos intransigentes, no podremos unir de nuevo el Cuerpo de Cristo y ser nosotros quienes encabecemos esa unión. Por cierto, no he recibido respuestas al mensaje anterior sobre las imágenes. Dios nos ayude..

Dany Portales

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[NO HUBO NINGUNA CONTESTACIÓN SOBRE LAS IMAGENES]

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Bueno, ahí vamos de nuevo, a copiar lo mismo que ya fue refutado hace tiempo. Sigue la "pesca" de incautos????
 
¿ refutado ????

Más bien son argumentos "ignorados" por quienes se obstinan en su propia postura fundamentalista e iconoclasta.

"No hay peor sordo que el que no quiere oír".



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Juan Manuel

"El que no ama,
no conoce a Dios,
porque Dios es amor"

1º Juan 4,8
 
<BLOCKQUOTE><font size="1" face="Arial, Helvetica, Verdana">Comentario:</font><HR>Originalmente enviado por Juan_Manuel:
¿ refutado ????

Más bien son argumentos "ignorados" por quienes se obstinan en su propia postura fundamentalista e iconoclasta.

"No hay peor sordo que el que no quiere oír".

[/quote]


Bueno, búscalo, ya sabes que lo pusiste anteriormente y Jetonius lo refutó.
Por cierto, la "teología de los íconos cristianos" que mencionas, la Biblia la llama idolatría.

Si no quieres/puedes, me avisas y en un ratito libre te busco el asunto.