El hijo de Dios no está solamente gozoso por su perdón; sino que se siente gozoso de hacer la voluntad del Padre. Este era el gozo de Cristo.
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Hacemos la voluntad de Cristo, no para ser salvos, sino porque lo somos. Los levitas servían en el taberná-culo, no para llegar a ser levitas, sino porque lo eran, en virtud del privilegio que Dios les había otorgado.
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Dios nos da bastante luz para discernir su volun-tad, luego espera que le obedezcamos. Cuando hemos obedecido, nos hace ver las consecuencias. Pero es necesario obedecer a Dios, y El se reserva el hecho de hacernos pasar el mar Rojo, como si no hubiera mar.
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No temamos obedecer la voluntad de Dios. Es necesario no retroceder jamás ante las consecuencias de esta voluntad.
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El obedecer nos acerca a Dios y nos pone así en la luz. La obediencia nos hace inteligentes.
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Por la obediencia, un Hombre venció a Satanás. ¡Qué el ejemplo para nosotros!
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Cuando la voluntad de Dios nos es revelada, pode-mos seguir adelante con una perfecta certidumbre (Juan 11:6-8). Dios está allí, si solamente obedecemos. Lo más perjudicial es dejamos dirigir por nuestra pro-pia voluntad. En el desierto, Israel no sabía a donde iba, pero marchaba sin dudar, siguiendo la dirección indicada por la nube. Las circunstancias no tienen nin-gún poder sobre el fiel que hace la voluntad de Dios en toda circunstancia, y no tiene otra regla. ¿Cómo podía Israel encontrar su camino, de día o de noche, en un desierto donde no había camino? Las circunstancias no tenían valor; le era necesario prestar atención a la nube. Obedecer a Dios es más importante que todo lo demás. Prestando atención a El, uno es capaz de marchar, cada vez que la nube se levanta. Es necesario hacerlo en los detalles de la vida cotidiana. Si no estamos atentos a la nube cuando todo es fácil, no la discerniremos en las dificultades.
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Un creyente ignorante pero fiel, está más avanzado que aquellos que, conociendo más de la verdad, son infieles. Podemos sentir gozo al oír la Palabra; pero este gozo no tiene valor si la Palabra no se hace realidad en nosotros y si no solemos tener una comunión con el Señor Podemos estar gozosos de saber que Cristo es nuestro Pastor, pero ¿de qué sirve si no le seguimos?
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Pensamientos de J. N. Darby Revista Creced. Ediciones Bíblicas (Perroy-Suiza)
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Hacemos la voluntad de Cristo, no para ser salvos, sino porque lo somos. Los levitas servían en el taberná-culo, no para llegar a ser levitas, sino porque lo eran, en virtud del privilegio que Dios les había otorgado.
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Dios nos da bastante luz para discernir su volun-tad, luego espera que le obedezcamos. Cuando hemos obedecido, nos hace ver las consecuencias. Pero es necesario obedecer a Dios, y El se reserva el hecho de hacernos pasar el mar Rojo, como si no hubiera mar.
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No temamos obedecer la voluntad de Dios. Es necesario no retroceder jamás ante las consecuencias de esta voluntad.
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El obedecer nos acerca a Dios y nos pone así en la luz. La obediencia nos hace inteligentes.
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Por la obediencia, un Hombre venció a Satanás. ¡Qué el ejemplo para nosotros!
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Cuando la voluntad de Dios nos es revelada, pode-mos seguir adelante con una perfecta certidumbre (Juan 11:6-8). Dios está allí, si solamente obedecemos. Lo más perjudicial es dejamos dirigir por nuestra pro-pia voluntad. En el desierto, Israel no sabía a donde iba, pero marchaba sin dudar, siguiendo la dirección indicada por la nube. Las circunstancias no tienen nin-gún poder sobre el fiel que hace la voluntad de Dios en toda circunstancia, y no tiene otra regla. ¿Cómo podía Israel encontrar su camino, de día o de noche, en un desierto donde no había camino? Las circunstancias no tenían valor; le era necesario prestar atención a la nube. Obedecer a Dios es más importante que todo lo demás. Prestando atención a El, uno es capaz de marchar, cada vez que la nube se levanta. Es necesario hacerlo en los detalles de la vida cotidiana. Si no estamos atentos a la nube cuando todo es fácil, no la discerniremos en las dificultades.
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Un creyente ignorante pero fiel, está más avanzado que aquellos que, conociendo más de la verdad, son infieles. Podemos sentir gozo al oír la Palabra; pero este gozo no tiene valor si la Palabra no se hace realidad en nosotros y si no solemos tener una comunión con el Señor Podemos estar gozosos de saber que Cristo es nuestro Pastor, pero ¿de qué sirve si no le seguimos?
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Pensamientos de J. N. Darby Revista Creced. Ediciones Bíblicas (Perroy-Suiza)