LA OTRA CONTAMINACIÓN

Modri

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24 Julio 2002
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http://www.icp-e.org/hemeroteca/e2002/e021213wc.htm

LA OTRA CONTAMINACIÓN

‘En el año que murió el rey Uzías vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y sus faldas llenaban el templo. Por encima de él había serafines; cada uno tenía seis alas; con dos cubrían sus rostros, con dos cubrían sus pies, y con dos volaban. Y el uno al otro daba voces, diciendo: Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria. Y los quiciales de las puertas se estremecieron con la voz del que clamaba, y la casa se llenó de humo. Entonces dije: ¡Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos. Y voló hacia mí uno de los serafines, teniendo en su mano un carbón encendido, tomado del altar con unas tenazas; y tocando con él sobre mi boca, dijo: He aquí que esto tocó tus labios, y es quitada tu culpa, y limpio tu pecado.’ (Isaías 6:1-8)



El desastre que asola Galicia y hasta más allá, ha puesto en jaque a toda la nación desde el Rey hasta el común de los ciudadanos; no sólo por su magnitud y repercusiones a medio y largo plazo, sino porque todavía es una catástrofe que no ha dictado su última palabra. Los depósitos del barco hundido en el Atlántico siguen desprendiendo su carga mortífera de manera lenta pero inexorable, agravando día a día las ya maltrechas expectativas de tantas miles de personas. La reacción de muchos -afectados y no afectados directamente- que con sus propias manos están tratando de paliar la tragedia, es todo un cuadro de la desigual batalla contra unos elementos poderosos y tenaces.

La limpieza de ayer no parece servir de mucho cuando la marea de hoy vuelve a traer suciedad a lo que ya se había limpiado, dando la impresión de que el duro trabajo es baldío. La contaminación no ha respetado nada: ni las playas turísticas, ni las rías marisqueras, ni las zonas protegidas; todo ha sido castigado por ese negro y viscoso oleaje que todo lo penetra. Parece que las causas del desastre son muchas: un barco en pésimas condiciones, unas decisiones que no sabemos si fueron las más acertadas, una climatología adversa...

Creo que Galicia, en un sentido, es una metáfora de España (y por extensión de Europa y del mundo) y cada gallego, en el mismo sentido, es otra de cada español (y por extensión de cada europeo y cada ser humano). Porque hay otro tipo de contaminación que nos está asolando, con la diferencia de que sabemos que los tanques del barco hundido, en un plazo determinado, se habrán vaciado completamente, mientras que la suciedad que día a día, año tras año, se vierte sobre y desde las mentes y espíritus no tiene fin, pues los depósitos de la imaginación inicua están a rebosar y parecen inagotables. Si una contaminación es física y material, la otra es moral y espiritual; si una echa a perder economías y lugares hermosos, la otra echa a perder los corazones y conciencias de las personas; si una tiene repercusiones temporales, la otra las tiene temporales y eternas.

Pero mientras para la primera hay una movilización y concienciación general, ante la segunda nos quedamos indiferentes. Si hacia la primera hay una reacción de indignación y tristeza, a la segunda aprobamos, consentimos y aplaudimos. Si mucho de lo que sabemos sobre la primera se lo debemos a los medios de comunicación, esos mismos medios son responsables de buena parte del torrente de la segunda. Si nos afanamos por hallar causas y responsables, pedir indemnizaciones y exigir medidas paliativas y previsoras para la primera, somos incapaces de mover un dedo para contrarrestar la segunda. Si la primera arruina económicamente algunos años venideros, la segunda destruye generaciones venideras. Si la naturaleza dañada por la primera tiene la posibilidad de auto-regenerarse, es imposible decir lo mismo de las naturalezas humanas viciadas por la segunda.

El texto bíblico arriba citado tiene mucho que decirnos sobre ese otro tipo de contaminación:

· La existencia de tal contaminación.
La palabra inmundo que aparece dos veces en el texto equivale a sucio o contaminado, sólo que es de un orden diferente a la suciedad visible, pero es tan real como ella.
· La conciencia de dicha contaminación.
Una cosa es la realidad de algo y otra diferente tener conciencia de ese algo. Pues bien, la conciencia de estar contaminado sólo viene por vía de contraste y surge al compararnos con la santidad de Dios. Mientras estemos comparándonos con nuestros semejantes siempre saldremos aprobados; es sólo cuando nos comparamos con Aquél que es pureza y limpieza inmaculada que descubrimos la marea negra que hay dentro de nosotros.
· El alcance de esa contaminación.
Es personal: siendo hombre inmundo de labios; es colectiva: pueblo que tiene labios inmundos. Nadie está libre de la misma.
· Las consecuencias de la contaminación.
Culpa: ¡Ay de mí!; castigo: soy muerto. El castigo, pues, no es infundado sino de acuerdo a la justicia, pues hay culpabilidad.
· El reconocimiento de la contaminación.
Que lleva implícito la confesión de impotencia e incapacidad propia para escapar de tan terrible estado.
· El remedio para la contaminación.
Sólo puede venir de un lugar: del altar. Es decir, del lugar de expiación que Dios, y no el hombre, ha preparado; en otras palabras, de la cruz de Cristo, donde se hizo una vez para siempre expiación por los pecados y donde por su sangre somos lavados de nuestra contaminación.

Esta es la contaminación a la que hay que temer por encima de cualquier otra. Y sólo aquél que esté abrumado por la conciencia, alcance y consecuencias de la misma, es el que está preparado para ser lavado con el detergente divino. Clama a Dios y ven a Cristo: tú también experimentarás la limpieza absoluta de tu marea negra.

Wenceslao Calvo es conferenciante y pastor en Madrid

© Wenceslao Calvo
© I+CP, Madrid, 2002, Madrid (España, www.ICP-e.org)

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