I
No hay hombre que con más o menos frecuencia, con una mayor o menor intensidad no sufra estos "procesos de purificación" que, fundamentalmente, son oleadas de oscuridad, nubes que cubren a Dios, como si una capa de cien atmósferas oprimiera el alma. Y agrega san Juan de la Cruz que si Dios nos retirara su mano, moriríamos. (Ignacio Larrañaga, Muéstrame Tu Rostro).
Si lo intentamos, podemos fácilmente aprender a soportar la
adversidad... La de los demás, quiero decir. (Mark Twain).
Dios no buscará en ustedes medallas,
títulos o diplomas, sino cicatrices. (Elbert Hubbard)
II
Y mientras, ¿donde está Dios? Este es uno de los síntomas más inquietantes. Cuando eres feliz, tan feliz que pierdes la sensación de necesitarlo a El, tan feliz que estás a punto de considerar que las exigencias que te hace son interrupciones, si te acuerdas de ti mismo y a El te vuelves agradecido y alabándolo, serás acogido - o así parece- con los brazos abiertos. Pero acércate a El cuando tu necesidad es desesperada, cuando toda otra ayuda es vana, ¿y qué te encuentras? Una puerta que te cierran en las narices, el sonido de una cerradura, de una cerradura doble, al otro lado. Y después silencio. Es posible que te marches. Mientras más esperas, más enfático resultará el silencio. (C.S. Lewis, Una Pena Observada)
Pasastes la noche entera en vigilia ante el Santísimo. Además de que solamente tú hablastes durante la noche y el interlocutor calló, cuando al amanecer salgas de la capilla cansado y somnoliento, no escucharás una palabra amable de gratitud o de cortesía. La noche entera el otro calló, y a la despedida también calle. (Ignacio Larrañaga, Muéstrame Tu Rostro).
III
Dejar a Dios ser Dios significa aceptar el misterio de lo divino y, por lo tanto, vivir en el asombro y la insertidumbre; implica renunciar al control. Tenemos la certeza de que Dios es amor, de que, por amor, nos llama a la existencia, y de que el Altísimo nos acepta incondicionalmente tal como somos y quiere que nuestras vidas lleguen a un desarrollo pleno y a una fecundidad abundante. Sin embargo, no sabemos por anticipado lo que esto significa concretamente y cómo da forma Dios a ese inmenso amor; sólo lo averiguamos a posterioiri. El misterio que Dios es está lleno de sorpresas, y sólo quienes se exponen al Santo con manos y corazón verdaderamente abiertos pueden vivir plenamente de la fe. (Piet van Breemen, Transparentar la Gloria de Dios).
IV
Lo mejor es quizás lo que menos entendemos. (C.S. Lewis, Una Pena Observada)
Aunque disfrazas tu rostro con nubes de indiferencia, a través de esa máscara conozco esos ojos, que aunque se aparten de mi a veces, nunca me despreciarán. (John Donne, A Hymn to Christ)
Si no hablas,
llenaré mi corazón de tu silencio
y lo guardaré conmigo.
Y esperaré quieto,
como la noche en su desvelo estrellado,
hundida pacientemente mi cabeza.
Vendrá sin duda la mañana
y se desvanecerá la sombra.
Y tu voz derramará
por todo el cielo
en arroyos de oro.
Y tus palabras volarán
cantando
de cada uno de mis nidos.
Y tus melodías estallarán en flores
por mis profusas enramadas.
(R. Tagore)
No hay hombre que con más o menos frecuencia, con una mayor o menor intensidad no sufra estos "procesos de purificación" que, fundamentalmente, son oleadas de oscuridad, nubes que cubren a Dios, como si una capa de cien atmósferas oprimiera el alma. Y agrega san Juan de la Cruz que si Dios nos retirara su mano, moriríamos. (Ignacio Larrañaga, Muéstrame Tu Rostro).
Si lo intentamos, podemos fácilmente aprender a soportar la
adversidad... La de los demás, quiero decir. (Mark Twain).
Dios no buscará en ustedes medallas,
títulos o diplomas, sino cicatrices. (Elbert Hubbard)
II
Y mientras, ¿donde está Dios? Este es uno de los síntomas más inquietantes. Cuando eres feliz, tan feliz que pierdes la sensación de necesitarlo a El, tan feliz que estás a punto de considerar que las exigencias que te hace son interrupciones, si te acuerdas de ti mismo y a El te vuelves agradecido y alabándolo, serás acogido - o así parece- con los brazos abiertos. Pero acércate a El cuando tu necesidad es desesperada, cuando toda otra ayuda es vana, ¿y qué te encuentras? Una puerta que te cierran en las narices, el sonido de una cerradura, de una cerradura doble, al otro lado. Y después silencio. Es posible que te marches. Mientras más esperas, más enfático resultará el silencio. (C.S. Lewis, Una Pena Observada)
Pasastes la noche entera en vigilia ante el Santísimo. Además de que solamente tú hablastes durante la noche y el interlocutor calló, cuando al amanecer salgas de la capilla cansado y somnoliento, no escucharás una palabra amable de gratitud o de cortesía. La noche entera el otro calló, y a la despedida también calle. (Ignacio Larrañaga, Muéstrame Tu Rostro).
III
Dejar a Dios ser Dios significa aceptar el misterio de lo divino y, por lo tanto, vivir en el asombro y la insertidumbre; implica renunciar al control. Tenemos la certeza de que Dios es amor, de que, por amor, nos llama a la existencia, y de que el Altísimo nos acepta incondicionalmente tal como somos y quiere que nuestras vidas lleguen a un desarrollo pleno y a una fecundidad abundante. Sin embargo, no sabemos por anticipado lo que esto significa concretamente y cómo da forma Dios a ese inmenso amor; sólo lo averiguamos a posterioiri. El misterio que Dios es está lleno de sorpresas, y sólo quienes se exponen al Santo con manos y corazón verdaderamente abiertos pueden vivir plenamente de la fe. (Piet van Breemen, Transparentar la Gloria de Dios).
IV
Lo mejor es quizás lo que menos entendemos. (C.S. Lewis, Una Pena Observada)
Aunque disfrazas tu rostro con nubes de indiferencia, a través de esa máscara conozco esos ojos, que aunque se aparten de mi a veces, nunca me despreciarán. (John Donne, A Hymn to Christ)
Si no hablas,
llenaré mi corazón de tu silencio
y lo guardaré conmigo.
Y esperaré quieto,
como la noche en su desvelo estrellado,
hundida pacientemente mi cabeza.
Vendrá sin duda la mañana
y se desvanecerá la sombra.
Y tu voz derramará
por todo el cielo
en arroyos de oro.
Y tus palabras volarán
cantando
de cada uno de mis nidos.
Y tus melodías estallarán en flores
por mis profusas enramadas.
(R. Tagore)