La justicia puede transformar a una persona en....

21 Marzo 2000
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Tesis 6
La justicia puede transformar a una persona en un ser moral, pero la moralidad no la puede convertir en una persona justa.

¡Dios no está en contra de la moralidad! El no reprende a los laodicenses a causa de su moralidad, en Apocalipsis 3. Los reprende porque en su vida tratan de sustituir la justicia divina con su moralidad propia.

¡Usted puede no estar en contra de las uvas de plástico! Puede ser que las encuentre muy atractivas cuando las ve arregladas en un centro de mesa. La fruta de plástico tiene su lugar, y algunas de las imitaciones que se encuentran en el mercado son muy atractivas. Pero cuando alguien le pone uvas de plástico a la ensalada de frutas, sin duda le resultarán desagradables y se sentirá decepcionado. Nunca podrán reemplazar a la fruta verdadera.

¡Dios no está en contra de la moralidad! Si usted lleva una vida moral se mantendrá fuera de la cárcel. Su cerebro se mantendrá claro. No perderá su trabajo fácilmente. Mejorarán tanto su reputación como su posición en la comunidad. Los que lo rodeen no sufrirán las consecuencias de su conducta inmoral. Sin lugar a dudas, la moralidad tiene sus ventajas. Pero el reproche que Dios hace a la iglesia de Laodicea se basa en la premisa de que la moralidad nunca puede ser un sustituto para la justicia.

“Muchos de los que se llaman cristianos, son meros moralistas humanos”. Nótese que esta declaración no se refiere a los que sé auto consideran como moralistas. Más bien describe a quienes se llaman cristianos, pero no lo son.
En la parábola del hombre que no vestía la túnica de bodas (Mateo 22), notamos el mismo principio. En lugar de asistir a la boda, este hombre podría haber elegido permanecer en su casa, donde su vestido común no habría despertado ningún comentario. El rey lo invitó a la boda, pero no lo obligó a asistir. El problema de este hombre fue que trató de sustituir con su propia ropa el vestido de fiesta que el rey le había dado, y de todos modos asistir a la boda.

En los días de Cristo la gente había perfeccionado una religión basada únicamente en la moralidad. El fariseo que oraba de pie en el templo era víctima de la moralidad como sustituto de la justicia. Estaba haciendo sonar su propio tambor moral. Le recitó a Dios una lista de las acciones que consideraba que lo recomendarían para el cielo. Su seguridad radicaba en el hecho de que él no hacía lo que el publicano había hecho. Era un conductista.
Y nuevamente comprobó que la moralidad no sólo es incapaz de hacer justa a una persona, sino que realmente le puede impedir acercarse a la justicia genuina.

¡Dios no está en contra de la moralidad! “La educación, la cultura, el ejercicio de la voluntad, el esfuerzo humano, todos tienen su propia esfera, pero aquí no tienen poder. Estas cosas pueden producir un cambio exterior en la conducta, pero no pueden cambiar el corazón’.
No debemos descartar la moralidad, pero necesitamos comprenderla correctamente. La moralidad es un resultado de la justicia. La moralidad no conduce a la justicia. Nunca es su causa. El cristiano genuino será indefectiblemente una persona moral. Mientras procuramos la justicia genuina, nunca debemos temer que la moralidad quede afuera. Si bien es posible poseer sólo bondad externa, siempre será imposible poseer solamente bondad interna. Cuando el corazón es transformado, el resultado inevitable será un cambio de la conducta. La justicia siempre lo transformará en una persona moral. “Si permanecemos en Cristo, si el amor de Dios mora en nosotros, nuestros sentimientos, nuestros pensamientos, nuestros propósitos, nuestras acciones, estarán en armonía con la voluntad de Dios expresada en los preceptos de su santa ley”.

¡Dios no está en contra de la moralidad! Pero nos amonesta en contra de aceptarla como sustituto de la justicia. En lugar de ello nos invita a aceptar la justicia de Cristo, que se concede gratuitamente a todo aquel que acude a Dios por intermedio de él.

Manuel
 
Bendiciones Manuel

Me gustò muchos este enfoque que haces, muy pastoral por cierto, sencillo y al fondo. Me ha gustado el estilo, creeme.

M ellam amucjho la atenciòn el asunto del invitado a la boda...mique llega aun a la boda misma (cuan lejos llegò), imagina la caida ¡que fuerte!

Los bestidos de la moral religiosa son encantadores, lucen esplèndidos, son deslumbrantes pero...suelen despertar el orgullo del inidviduo y peor si lo baniza de piedad y por dentro pura moral propia, puro esfuerzo propio, pura diciplina religiosa, mental, social...brilla como oro...pero al ser puesto en el crisol, resulta ser hojarazca. ¡Que descepciòn!

Algo asi nos recuerda la salvaciòn basada en obras; son buenas nadie lo niega, las buenas obras claro que son bienvenidas, pero por si solas, sin la justicia que es en Cristo Jesùs, nada son, son dice la escritura como trapos de inmundicia delante de nuestro Dios, y deben saber igual de insìpidas que aquells uvas de plastico...alguien de este foro dijo que parecìan "sandias de caballo" semejantes a las originales pero que no sirven para nada.

Mas justificados por aquel, el ùnico en quien podemos ser justificados; lavados en Su sangre preciosa somos considerados como justos y no por nuestra propia justicia sino por la justicia de El, de ahì que identificarnos con el ùnico que pudo alcanzar justicia, el ùnico que es digno, el ùnico que es fiel y verdadero, Cristo Jesùs es que somos aceptos en el Señor.

Esto tan grande, tan cierto es muchas veces pervertido por la moral de los religiosos de todos los tiempos que piensan que por sus buenas obras habràn de ser justificados sin considerar primeramente al Justo pagando por los injustos.

Un saludo.