Const. Dogm. Lumen Gentium, Conc. Vat. II
CAPÍTULO I: EL MISTERIO DE LA IGLESIA
punto 8.
LA IGLESIA, VISIBLE Y ESPIRITUAL A UN TIEMPO
Cristo, Mediador único, estableció su Iglesia santa, comunidad de fe, de esperanza y de caridad en este mundo como una trabazón visible y la sustenta constantemente[9], y por ella comunica a todos la verdad y la gracia.
Pero la sociedad dotada de órganos jerárquicos y el Cuerpo místico de Cristo, la reunión visible y la comunidad espiritual, la Iglesia terrestre y la Iglesia dotada de bienes celestiales, no han de considerarse como dos cosas, porque forma una realidad completa, constituida por un elemento humano y otro divino[10].
Por esta profunda analogía se asimila al Misterio del Verbo encarnado.
Pues como la naturaleza asumida sirve al Verbo divino como órgano de salvación a El indisolublemente unido, de forma semejante la unión social de la Iglesia sirve al Espíritu de Cristo, que la vivifica, para el incremento del cuerpo (cf. Ef., 4, 16)[11].
Esta es la única Iglesia de Cristo, que en el Símbolo confesamos una, santa, católica y apostólica[12], la que nuestro Salvador confió después de su resurrección a Pedro para que la apacentara (Jn., 24, 17), confiándole a él y a los demás Apóstoles su difusión y gobierno (cf. Mt., 28, 18, etc.), y la erigió para siempre como "columna y fundamento de la verdad" (I Tim., 3, 15).
Esta Iglesia, constituida y ordenada en este mundo como una sociedad, subsiste en la Iglesia católica, gobernada por el sucesor de Pedro y por los Obispos en comunión con él[13], aunque puedan encontrarse fuera de ella muchos elementos de santificación y de verdad que, como dones propios de la Iglesia de Cristo, inducen hacia la unidad católica.
Mas como Cristo cumplió la redención en la pobreza y en la persecución, así la Iglesia es llamada a seguir ese mismo camino para comunicar a los hombres los frutos de la salvación.
Cristo Jesús, "existiendo en la forma de Dios, se anonadó a sí mismo, tomando la forma de siervo" (Filp., 2, 6) y por nosotros "se hizo pobre, siendo rico" (2 Cor., 8, 9); así la Iglesia aunque en el cumplimiento de su misión exige recursos humanos, no está constituida para buscar la gloria de este mundo, sino para predicar la humildad y la abnegación incluso con su ejemplo.
Cristo fue enviado por el Padre a "evangelizar a los pobres, y levantar a los oprimidos" (Lc., 4, 18), "para buscar y salvar lo que estaba perdido" (Lc., 19, 10); de manera semejante la Iglesia abraza a todos los afligidos por la debilidad humana, más aún, reconoce en los pobres y en los que sufren la imagen de su Fundador pobre y paciente, se esfuerza en aliviar sus necesidades, y pretende servir en ellos a Cristo.
Pues mientras Cristo, santo, inocente, inmaculado (Heb., 7, 26) no conoció el pecado (2 Cor., 5, 21), sino que vino a expiar sólo los pecados del pueblo (cf. Heb., 2, 17), la Iglesia, recibiendo en su propio seno a los pecadores, santa al mismo tiempo que necesitada de purificación constante, busca sin cesar la penitencia y la renovación.
La Iglesia "va peregrinando entre las persecuciones del mundo y los consuelos de Dios"[14], anunciando la cruz y la muerte del Señor, hasta que El venga (cf. 1 Cor., 11, 26).
Se vigoriza con la fuerza del Señor resucitado, para vencer con paciencia y con caridad sus propios sufrimientos y dificultades internas y externas, y manifiesta fielmente en el mundo el misterio de Cristo, aunque entre penumbras, hasta que al fin de los tiempos se descubra con todo esplendor.
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Comentario:
Si la Iglesia peregrina está necesitada de penitencia es porque todos sus miembros seguimos siendo pecadores.
Y en este sentido, se puede decir que
la Iglesia es a la vez Santa y Pecadora.
Pues sólo los pecadores necesitan penitencia y purificación.
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Notas:
[9] León XIII, Litt. Encycl. Sapientiae christianae, 10 jun. 1890: ASS 22 (1889-90), p. 392. Id. Epist. Encycl. Satis cognitum, 29 jun. 1896: ASS 28 (1895-96), pp. 710 y 724 ss Pío XII, Litt. Encycl. Mystici Corporis, l. c., pp. 199-200.
[10] Cf. Pío XII. Litt. Encycl. Mystici Corporis, l. c., página 221 ss. Id. Litt. Encycl. Humani generis, 12 agos. 1950: AAS 42 (1950), p. 571.
[11] León XIII, Epist. Encycl. Satis cognitum, l. c. p. 713.
[12] Cf. Symbolum Apostolicum: Denz., 6-9 (10-13): Symb. Nic. - Const.: Denz., 86 (41): coll. Prof. fidei Trid.: Denz., 994 et 999 (1862 et 1868).
[13] Se llama "Santa (católica apostólica) Romana Iglesia": en Prof. fidei Trid., 1, c., et Conc. Vat. I. Ses. III. Const. dogm. de fide cath.: Denz., 1782 (3001).
[14] S. Agustín, Civ. Dei., XVIII, 51, 2: PL 41, 614.
CAPÍTULO I: EL MISTERIO DE LA IGLESIA
punto 8.
LA IGLESIA, VISIBLE Y ESPIRITUAL A UN TIEMPO
Cristo, Mediador único, estableció su Iglesia santa, comunidad de fe, de esperanza y de caridad en este mundo como una trabazón visible y la sustenta constantemente[9], y por ella comunica a todos la verdad y la gracia.
Pero la sociedad dotada de órganos jerárquicos y el Cuerpo místico de Cristo, la reunión visible y la comunidad espiritual, la Iglesia terrestre y la Iglesia dotada de bienes celestiales, no han de considerarse como dos cosas, porque forma una realidad completa, constituida por un elemento humano y otro divino[10].
Por esta profunda analogía se asimila al Misterio del Verbo encarnado.
Pues como la naturaleza asumida sirve al Verbo divino como órgano de salvación a El indisolublemente unido, de forma semejante la unión social de la Iglesia sirve al Espíritu de Cristo, que la vivifica, para el incremento del cuerpo (cf. Ef., 4, 16)[11].
Esta es la única Iglesia de Cristo, que en el Símbolo confesamos una, santa, católica y apostólica[12], la que nuestro Salvador confió después de su resurrección a Pedro para que la apacentara (Jn., 24, 17), confiándole a él y a los demás Apóstoles su difusión y gobierno (cf. Mt., 28, 18, etc.), y la erigió para siempre como "columna y fundamento de la verdad" (I Tim., 3, 15).
Esta Iglesia, constituida y ordenada en este mundo como una sociedad, subsiste en la Iglesia católica, gobernada por el sucesor de Pedro y por los Obispos en comunión con él[13], aunque puedan encontrarse fuera de ella muchos elementos de santificación y de verdad que, como dones propios de la Iglesia de Cristo, inducen hacia la unidad católica.
Mas como Cristo cumplió la redención en la pobreza y en la persecución, así la Iglesia es llamada a seguir ese mismo camino para comunicar a los hombres los frutos de la salvación.
Cristo Jesús, "existiendo en la forma de Dios, se anonadó a sí mismo, tomando la forma de siervo" (Filp., 2, 6) y por nosotros "se hizo pobre, siendo rico" (2 Cor., 8, 9); así la Iglesia aunque en el cumplimiento de su misión exige recursos humanos, no está constituida para buscar la gloria de este mundo, sino para predicar la humildad y la abnegación incluso con su ejemplo.
Cristo fue enviado por el Padre a "evangelizar a los pobres, y levantar a los oprimidos" (Lc., 4, 18), "para buscar y salvar lo que estaba perdido" (Lc., 19, 10); de manera semejante la Iglesia abraza a todos los afligidos por la debilidad humana, más aún, reconoce en los pobres y en los que sufren la imagen de su Fundador pobre y paciente, se esfuerza en aliviar sus necesidades, y pretende servir en ellos a Cristo.
Pues mientras Cristo, santo, inocente, inmaculado (Heb., 7, 26) no conoció el pecado (2 Cor., 5, 21), sino que vino a expiar sólo los pecados del pueblo (cf. Heb., 2, 17), la Iglesia, recibiendo en su propio seno a los pecadores, santa al mismo tiempo que necesitada de purificación constante, busca sin cesar la penitencia y la renovación.
La Iglesia "va peregrinando entre las persecuciones del mundo y los consuelos de Dios"[14], anunciando la cruz y la muerte del Señor, hasta que El venga (cf. 1 Cor., 11, 26).
Se vigoriza con la fuerza del Señor resucitado, para vencer con paciencia y con caridad sus propios sufrimientos y dificultades internas y externas, y manifiesta fielmente en el mundo el misterio de Cristo, aunque entre penumbras, hasta que al fin de los tiempos se descubra con todo esplendor.
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Comentario:
Si la Iglesia peregrina está necesitada de penitencia es porque todos sus miembros seguimos siendo pecadores.
Y en este sentido, se puede decir que
la Iglesia es a la vez Santa y Pecadora.
Pues sólo los pecadores necesitan penitencia y purificación.
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Notas:
[9] León XIII, Litt. Encycl. Sapientiae christianae, 10 jun. 1890: ASS 22 (1889-90), p. 392. Id. Epist. Encycl. Satis cognitum, 29 jun. 1896: ASS 28 (1895-96), pp. 710 y 724 ss Pío XII, Litt. Encycl. Mystici Corporis, l. c., pp. 199-200.
[10] Cf. Pío XII. Litt. Encycl. Mystici Corporis, l. c., página 221 ss. Id. Litt. Encycl. Humani generis, 12 agos. 1950: AAS 42 (1950), p. 571.
[11] León XIII, Epist. Encycl. Satis cognitum, l. c. p. 713.
[12] Cf. Symbolum Apostolicum: Denz., 6-9 (10-13): Symb. Nic. - Const.: Denz., 86 (41): coll. Prof. fidei Trid.: Denz., 994 et 999 (1862 et 1868).
[13] Se llama "Santa (católica apostólica) Romana Iglesia": en Prof. fidei Trid., 1, c., et Conc. Vat. I. Ses. III. Const. dogm. de fide cath.: Denz., 1782 (3001).
[14] S. Agustín, Civ. Dei., XVIII, 51, 2: PL 41, 614.