Estimado hermano:
Para continuar el tema, respondo a Tejano acerca del libro citado a propósito de Ignacio de Antioquía.
Mientras tanto, aguardo con curiosidad las mismas respuestas que usted sigue esperando.
Bendiciones en Cristo,
Jetonius
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Del 1er Tomo de la
Obra "Textos Eucarísticos Primitivos" (BAC, Jesús Solano).
Al final del texto de Solano aparecen las citas de los escritos del santo.
San Ignacio de Antioquía (+ c.110)
...snip...
La carta de los fieles de Efeso, en el Asia Menor, hoy Turquía, nos habla de la Eucaristía como centro de las reuniones de los cristianos bajo el obispo y los presbíteros; a mediados del siglo II encontramos bellamente realizada esta práctica en Roma.
(Jetonius) Sin entrar a discutir por el momento si la palabra “eucaristía” poseía ya en Ignacio el sentido específico referido a la santa comunión que es atestiguado en textos posteriores, hay que notar que la fuente primaria para conocer cómo se celebraba en Roma en la segunda mitad del siglo II es la descripción de Hipólito de Roma en su obra La tradición apostólica.
Es muy significativo que en esta obra, que describe las creencias y prácticas de la Iglesia de Roma del siglo II, no se halla la más mínima alusión a una transformación del pan y del vino; por el contrario, se dice expresamente que representan el cuerpo y la sangre de Cristo, como un memorial o anamnesis.
Hipólito (c.170-235) fue el último gran escritor romano en escribir en griego. Muchas de sus obras se han perdido, pero en el tema que nos ocupa revisten interés algunas partes de “La Tradición Apostólica”, obra cuyo contenido es esencialmente litúrgico. Ya que escribió en Roma, resulta de particular interés su referencia eucarística a los “símbolos” que “representan” el cuerpo y la sangre del Señor. Lo que se ofrece con acción de gracias es pan y vino.
Cito de la versión directa (bilingüe) efectuada por el cuerpo de traductores de Editorial Lumen, Buenos Aires 1981; las negritas se han añadido para dar énfasis a algunos pasajes.
La tradición apostólica
4. ...
Mientras él ofrendaba su sufrimiento voluntario a fin de destruir la muerte y romper las cadenas del diablo, para hollar con sus pies el infierno, para conducir a los justos a la luz, para fijar las reglas de la fe y manifestar la resurrección, tomando el pan te agradecía, diciendo: “Tomad, comed, este es mi cuerpo que he partido por vosotros”; y del mismo modo el cáliz, diciendo: “Esta es mi sangre que se ha vertido por vosotros. Cuando hacéis esto, hacedlo en mi memoria.”
Recordando, entonces, su muerte y su resurrección, nosotros te ofrecemos este pan y este cáliz, dándote las gracias por habernos juzgado dignos de estar ante ti y servirte como sacerdotes.
Y te pedimos que envíes tu Espíritu Santo sobre la oblación de la santa Iglesia. Reuniéndolos, da a todos el derecho de participar en tus santos misterios para estar henchidos del Espíritu Santo, para la afirmación de su fe en la verdad, a fin de que te alabemos y glorifiquemos por tu Hijo Jesucristo, que tiene tu gloria y tu honor con el Espíritu Santo en tu santa Iglesia, ahora y por los siglos. Amén.
21.
... Entonces será presentada la oblación al obispo y él dará gracias sobre el pan porque es el símbolo del cuerpo de Cristo; sobre el cáliz de vino mezclado, porque es la imagen de la sangre que se derramó por todos los que creen en él ...
Todas estas cosas el obispo las explicará a los que reciben la comunión. Cuando parte el pan, al presentar cada trozo, dirá: “El pan del cielo en Cristo Jesús” y el que recibe responderá: “Amén.”
... si es necesario recordar alguna otra cosa, el obispo lo dirá bajo el [sello del] secreto a los que recibieron la Eucaristía. Los infieles no deben tener conocimiento de todo esto. Sólo podrán tenerlo después de recibir la Eucaristía. Esta es la piedra blanca de la que Juan dijo: “Un nombre nuevo está escrito allí, que nadie lo conozca a excepción de aquél que recibirá la piedra” [Apocalipsis 2:7].
41.
El que estuviere en su casa, que ore y alabe a Dios en la hora tercera. El que en ese momento estuviera en otra parte, que eleve una plegaria a Dios en su propio corazón, ya que en esa hora se vio a Cristo atado al madero. También en el Antiguo Testamento, la Ley prescribió ofrecer y presentar el pan de la proposición en la hora tercera, como símbolo del cuerpo y de la sangre de Cristo: la inmolación del irracional cordero es la representación del cordero perfecto. Siendo Cristo el Pastor, es también el maná que descendió del cielo.
(Sigue el texto de Tejano sobre Ignacio)
Presenta San Ignacio a la Eucaristía como "medicina de inmortalidad". ¿Pensará el Santo aquí no sólo en la preservación de la muerte del alma, sino en la resurrección de la carne como efecto de la Eucaristía? Sería, en tal caso, el primero en presentar una idea que repetirán San Justino, San Ireneo y tantos otros Padres, y que no hace sino recoger la promesa eucarística del Señor: "El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo le resucitaré en el último día” (Jn 6,54).
(Jetonius) He aquí el texto en cuestión:
Efesios 20:2
Si os congregáis, repito, para mostrar vuestra obediencia al obispo y al colegio de ancianos con indivisible pensamiento, rompiendo un solo pan, que es medicina de inmortalidad, antídoto contra la muerte y alimento para vivir por siempre en Jesucristo.
Habría que notar el tono fuertemente especulativo de nuestro autor católico, que pregunta en lugar de afirmar, y luego se lanza a conjeturar libremente. Esto es desde luego comprensible, porque el texto no da tanto de sí. Ignacio habla claramente del pan , sin sugerir en modo alguno su transformación. Y por cierto, no dice que el pan consagrado sea Jesucristo. Por tanto, cabe pensar que, como dirían luego Justino e Hipólito, la clave está en la acción de gracias (Eucaristía) que hacen del pan algo más que pan ordinario y representa nuestra unión con Cristo para vida eterna. Por cierto que es posible que, como sugiere Solano, Ignacio estuviese pensando en Juan 6, ya que la Eucaristía representa sacramentalmente la realidad espiritual enseñada allí por el Señor.
(Sigue el texto de Tejano sobre Ignacio)
Insiste en esta unión que han de tener todos los fieles con su obispo y con sus presbíteros y diáconos para celebrar la Eucaristía en la carta a los de Filadelfia, ciudad no muy distante de la actual Esmirna de Turquía. Da como razón que una es la carne de Nuestro Señor Jesucristo, uno el cáliz que nos une con su sangre y uno el altar. Esta razón prueba obviamente que para San Ignacio la Eucaristía era la carne de Jesucristo, y que el beber el cáliz durante la celebración eucarística se unían los cristianos con la sangre del Señor.
(Jetonius) He aquí el texto de Ignacio:
Filadelfos 4:1.
Poned, pues, todo ahínco en usar de una sola Eucaristía, pues una sola es la carne de nuestro Señor Jesucristo y un solo cáliz para unirnos con su sangre; un solo altar, así como no hay más que un solo obispo, juntamente con el colegio de ancianos y con los diáconos, consiervos míos. De esta manera, todo cuanto hiciereis, lo haréis según Dios.
El obvio propósito del texto es subrayar la unidad de la congregación : una sola acción de gracias (= eucaristía) , una sola carne de Jesucristo, un solo cáliz, un solo altar, un solo obispo... Lo justifica porque la carne de Jesucristo es una , lo que nos recuerda las palabras del Apóstol Pablo, “¿Acaso está Cristo dividido?” El cáliz, dice, tiene como propósito que nos unamos con su sangre. ¿Habrá que entenderlo en sentido craso o misterioso? Dado el estilo y el pensamiento de Ignacio, lo último es mucho más probable.
A los mismos filadelfos los saluda “en la sangre de Jesucristo” [en haimati ‘Iêsou Jristou] . En Magnesios 13:2 habla del sometimiento al obispo y los unos a los otros, “al modo que Jesucristo está sometido, según la carne [kata sarka] a su Padre, y los Apóstoles a Cristo y al Padre y al Espíritu, a fin de que haya unidad tanto carnal como espiritual”.
De igual modo, a los tralianos les recomienda “que uséis sólo del alimento cristiano y os abstengáis de toda hierba ajena, que es la herejía” (Tral. 6:1). Se refiere aquí a la doctrina.
En la misma carta exhorta más adelante: “Así, pues, revestidos de mansedumbre, convertíos en nuevas criaturas por la fe, que es la carne del Señor, y por la caridad, que es la sangre del Señor (Tral 8:1).
(Sigue el texto de Tejano sobre Ignacio)
El hablar de "un altar" nos hace pensar en la idea de un sacrificio litúrgico. A los diáconos aquí mencionados llama en otra carta: "ministros que son de los misterios de Jesucristo"
(Tralianos 2,3 que cita 1 Cor 4,1). ¿Aludirá también a su oficio de distribuir la Eucaristía, cosa que aparece evidente en San Justino?
(Jetonius) Con respecto a la última pregunta, la respuesta es probablemente no. A los diáconos tralianos les recuerda Ignacio que “no son ministros de comidas y bebidas, sino servidores de Dios” (Tral. 2:3). Con referencia a lo primero, antes de saltar a conclusiones injustificadas , hay que ver cómo emplea Ignacio el término “altar” [thysiastêrion].
En Efesios 5:2 declara que “Si alguno no está dentro del ámbito del altar, se priva del pan de Dios” (Cristo). En Magnesios 7:2 dice que hay “un solo templo, un solo altar, un solo Jesucristo, del solo Padre”. A los tralianos les enseña que “El que está dentro del altar es puro” (Tral. 7:2), y por el contexto se refiere a la Iglesia en comunión, no a un presunto “sacrificio eucarístico”. Por tanto, la referencia al altar se relaciona primariamente con el núcleo de la nueva comunidad de fe, a la que llama “templo” y “altar”.
(Sigue el texto de Tejano sobre Ignacio)
Ruega con otra carta a los fieles de Roma que no intercedan por su libertad, pues no desea sino morir. "Dejadme ser pasto de las fieras, por las cuales se alcanza a mi Dios. Trigo soy del Señor, y en los dientes de las fieras debe ser molido para convertirme en pan
purísimo para Cristo". El pensamiento de que ningún sabor tienen ya para él los manjares terrenos trae a su pluma el recuerdo de aquel pan de Dios que es la carne de Cristo, y de la bebida de su sangre.
¿Se refería el santo a su unión con Jesús en el cielo? Es posible. Pero emplea expresiones que suponen que hay un pan, que es la carne del Señor, y una bebida, que es su sangre.
(Jetonius)
Según el testimonio expreso del obispo de Antioquía, su único deseo –yo diría su obsesión- era padecer el martirio para de ese modo imitar a Jesús y ser digno de él (noción que habrá que ponderar cuidadosamente en otra ocasión; una cosa es estar dispuesto al martirio, y otra anhelarlo fervientemente como el buen Ignacio). Les ruega a los romanos: “No me procuréis otra cosa fuera de permitirme inmolar por Dios, mientras hay todavía un altar preparado...” (2:2). A los tralianos escribió, “Por vosotros se ofrece como víctima mi espíritu” (13:3); y a los efesios, “Víctima vuestra soy y por vosotros me ofrezco en sacrificio, ¡oh efesios!, iglesia celebrada por los siglos” y “Yo soy precio de rescate por vosotros y por los que mandasteis ... a Esmirna”(Efesios 8:1; 21:1).
A los tralianos exhortaba Ignacio:
Así, pues, revestidos de mansedumbre, convertíos en nuevas criaturas por la fe, que es la carne del Señor, y por la caridad, que es la sangre del Señor (Tral 8:1).
En cuanto al texto en cuestión, es el siguiente:
Romanos 7: 2-3.
... Mi amor está crucificado y no queda ya en mí fuego que busque alimentarse de materia; sí, en cambio, un agua viva que murmura dentro de mí y desde lo íntimo me está diciendo: «Ven al Padre».
No siento placer por la comida corruptible ni me atraen los deleites de esta vida. El pan de Dios quiero, que es la carne de Jesucristo, del linaje de David; su sangre quiero por bebida, que es amor incorruptible.
El autor Solano admite la posibilidad de que Ignacio se refiriese a su anhelo de unirse con Jesús en el cielo, mas objeta, sin citar precisamente el texto: “Pero emplea expresiones que suponen que hay un pan, que es la carne del Señor, y una bebida, que es su sangre”.
Ahora bien, como vimos antes, Ignacio llama “la carne del Señor” a la fe, y a la caridad, “la sangre del Señor” (Tral. 8:1). La expresión “pan de Dios” [arton theon] se refiere sin duda a Jesucristo, y sugiere que está pensando en Juan 6:33 antes que en la celebración eucarística. Esto queda corroborado por el hecho de que “la bebida, que es su sangre” es expresamente llamada “amor incorruptible”. De todo el pasaje debiera resultar evidente que Ignacio no tiene aquí la mente en la celebración de la cena del Señor, sino en la más plena comunión con Cristo, con su carne y con su sangre, a través de su propio martirio a imagen de la pasión del Señor.
(Sigue el texto de Tejano sobre Ignacio)
El testimonio más expreso de la realidad eucarística nos lo ofrece la carta a los cristianos de la entonces, y también hoy, populosa ciudad del Asia Menor Esmirna, junto al mar Egeo. Pone en guardia a los fieles contra el docetismo, error que nos es conocido por diversas
fuentes de estos primeros siglos, y del que parecen encontrarse trazos marcados en alguna alusión de las cartas del mismo apóstol San Juan. Según los gnósticos docetas, Jesús no había tenido cuerpo verdadero, sino solo aparente; por este error, dice San Ignacio, no
querían tomar parte en las reuniones cristianas, en las que a la oración acompañaba la celebración de la Eucaristía; así morían espiritualmente por resistirse a recibir el don de Dios.Por de pronto aparecen los docetas separándose del pueblo cristiano, el cual frecuentaba la Eucaristía en la persuasión de que aquella era la verdadera carne del Señor. Tal era, pues, la fe en la Iglesia, según San Ignacio.
(Jetonius)
Precisamente este contexto antidocético es el que deberá tenerse muy en cuenta para entender rectamente este texto de Ignacio. En sus cartas el mártir insiste una y otra vez en la realidad humana y corporal de Jesucristo:
Efesios 7:2
Un médico hay, sin embargo, que es carnal a par que espiritual, engendrado y no engendrado, en la carne hecho Dios, hijo de María e hijo de Dios, primero pasible y luego impasible.
También insiste en que los cristianos han de estar unidos a Jesucristo, como diríamos hoy, “en cuerpo y alma”; pero su expresión es “carnal y espiritualmente” (sarkikôs kai pneumatikôs):
...que en toda castidad y templanza permanezcáis en Jesucristo corporal [carnalmente = sarkikôs] y espiritualmente. (Efesios 10:3)
...en estas cadenas ... voy entonando un himno a las Iglesias, en las que hago votos por la unión con la carne y el espíritu de Jesucristo [sarkos kai pneumatos ‘Iêsou Jristou], vida nuestra que es para siempre; unión, otrosí, en la fe y la caridad, a la que nada puede preferirse y, lo que es más principal, con Jesús y con el Padre. (Magnesios 1:2)
Someteos a vuestro obispo, y también los unos a los otros, al modo que Jesucristo está sometido, según la carne [kata sarka], a su Padre, y los Apóstoles a Cristo y al Padre y al Espíritu, a fin de que haya unidad tanto corporal [ “carnal” = sarkikê] como espiritual (Magnesios 13:2).
Yo glorifico a Jesucristo, Dios, que es quien hasta tal punto os ha hecho sabios; pues muy bien me di cuenta de cuán aprecibidos estáis con fe inconmovible, bien así como s estuviérais clavados, en carne y en espíritu [sarki te kai pneumati] sobre la cruz de Cristo, y qué afianzados en la caridad por la sangre del mismo Cristo (Esmirn. 1:1)
De igual modo, en su saludo a los tralianos declara “que goza de paz en la carne y en el espíritu [en sarki kai pneumati] por la pasión de Jesucristo”. Y de los cristianos fieles dice: “¡Que a ellos los honre el Señor Jesucristo, en quien esperan con cuerpo [carne = sarki], alma, espíritu, fe, caridad, concordia!”
(Sigue el texto de Tejano sobre Ignacio)
La frase del santo es bien categórica: "La Eucaristía es la carne de nuestro Señor Jesucristo". Ofrece, sin embargo, un reparo serio el hecho de que San Ignacio llama “carne de Jesucristo” a cosas que ciertamente no lo eran en sentido propio. En la carta a los
filadelfios dice: "Adhiriéndome al Evangelio como a la carne de Jesucristo" [V,1]. A los de Trales escribe: "Vosotros, revistiéndoos de mansedumbre, regeneraos por la fe, que es la sangre del Señor, y por la caridad, que es la sangre de Jesucristo". Recojamos, para ser
completos, un texto de la carta a los filadelfios, del que, sin embargo, caben varias lecturas: "a la que [a la Iglesia] saludo yo en la sangre de Jesucristo, la cual es mi gozo eterno e imperturbable". Pero más razonable y más fiel al texto original es referir "la cual" a Iglesia, no a sangre.
(Jetonius) Depende de lo que se entienda por razonable; a mí me parece más razonable pensar que la sangre de Cristo, y no una congregación local, son lo que Ignacio llama “gozo eterno e imperturbable”.
La cita de la carta a los tralianos está mal. Debe decir: “Así, pues, revestidos de mansedumbre, convertíos en nuevas criaturas por la fe, que es la carne del Señor, y por la caridad, que es la sangre del Señor (Tral 8:1).
Faltaría mencionar “para ser completos” como dice Solano, otros textos como el de la carta de Ignacio a los de Éfeso, donde dice que “han recobrado la vida por la sangre de Dios” (1:2); a los de Esmirna, cuando escribe que están “afianzados en el amor por la sangre del mismo Cristo” (1:1); cuando llama “amor incorruptible” a la sangre de Cristo (Rom 7:3).
Asimismo, es notable que Solano omita de su lista “completa” los siguientes textos:
...en estas cadenas ... voy entonando un himno a las Iglesias, en las que hago votos por la unión con la carne y el espíritu de Jesucristo [sarkos kai pneumatos ‘Iêsou Jristou], vida nuestra que es para siempre; unión, otrosí, en la fe y la caridad, a la que nada puede preferirse y, lo que es más principal, con Jesús y con el Padre. (Magnesios 1:2)
Saludo a vuestro obispo, digno de Dios; al divino colegio de ancianos, y a los diáconos, consiervos míos, y a todos los del pueblo en general, en nombre de Jesucristo, en su carne y en su sangre [kai tê sarki autou kai tô haimati], en su pasión y resurrección corporal [carnal = anastasei sarkikê] a par que espiritual, en la unidad de Dios y de vosotros... (Esmirn. 12:2).
Si alguno se siente capaz de permanecer en castidad para honrar la carne del Señor [tês sarkos tou kyriou], que permanezca sin engreimiento (Policarpo 5:2).
(Sigue el texto de Tejano sobre Ignacio)
De que un autor use a veces una palabra en sentido simbólico no se sigue que siempre la haya de usar en ese sentido. No menos de treinta y siete veces emplea San Ignacio la palabra "carne" y "sangre".
(Jetonius) Sí, yo cuento 39 ocasiones de las palabras “carne”, “carnal”, “carnalmente” y “sangre”. Para los interesados aquí va una lista:
Efesios 1:2 (la sangre de Dios)
Efesios 7:2 (carnal, carne)
Efesios 8:2 (según la carne)
Efesios 10:3 (carnalmente)
Efesios 16:2 (según la carne)
Efesios 20:2 (según la carne)
Magnesios 1:2 (la carne y el espíritu de Jesucristo)
Magnesios 3:2 (carne)
Magnesios 6:2 (según la carne)
Magnesios 13: 1 (en la carne y en el espíritu)
Magnesios 13:2 (según la carne; carnal y espiritual)
Tralianos Saludo (en la carne y en el espíritu)
Tralianos 8:1 (la fe, carne del Señor; la caridad, su sangre)
Romanos Saludo (carnal y espiritualmente)
Romanos 2:1 (amor a mi carne)
Romanos 7:3 (el pan de Dios, que es la carne de Jesucristo; su sangre... amor incorruptible)
Romanos 8:3 (según la carne)
Romanos 9:3 (carnalmente)
Filadelfos Saludo (mi saludo en la sangre de Jesucristo)
Filadelfos 4:1 (eucaristía, una sola carne, un solo cáliz para unirnos con su sangre)
Filadelfos 5:1 (refugiado en el Evangelio como en la carne de Jesús)
Filadelfos 7:1 (engañarme según la carne)
Filadelfos 11:2 (...esperan con carne, alma, espíritu, fe, caridad, concordia)
Esmirniotas 1:1 (en carne y espíritu; del linaje de Dios según la carne)
Esmirniotas 3:1,3 (en su carne ... era hombre de carne)
Esmirniotas 5:1 (confesar que lleva una carne)
Esmirniotas 6:1 (si no creen en la sangre de Cristo)
Esmirniotas 7:1 (la eucaristía es la carne de nuestro Salvador Jesucristo)
Esmirniotas 12:2 (en nombre de Jesucristo, en su carne y en su sangre)
Policarpo 1:2 (diligencia de carne y espíritu)
Policarpo 2:2 (eres carnal a par que espiritual)
Policarpo 5:1 (que se contenten con sus maridos en la carne y en el espíritu)
Policarpo 5:2 (castidad ... para honrar la carne del Señor)
(Sigue el texto de Tejano sobre Ignacio)
El último pasaje citado de la carta a los filadelfios en realidad no tiene sentido simbólico alguno, aun admitiendo la lectura menos probable que hace concordar "la cual" con "sangre". Se trataría simplemente de una metáfora como las que a cada paso usamos en la conversación. "La sangre de Cristo" es mi gozo; nadie piensa, al oír
esta frase, en identificar la sangre del Señor con el gozo subjetivo mío, sino todos entienden que la sangre –real, no simbólica- es causa u objeto de mi gozo.
(Jetonius) Me cuesta seguir la idea del autor. Dice que no tiene nada de simbólico, pero a continuación explica que se trata de una metáfora, es decir, una figura del lenguaje. A menos que consideremos que Ignacio de veras se gozaba en los glóbulos y el plasma de nuestro Señor, deberemos entender que se refiere, naturalmente y por metonimia, a la expiación obrada por el derramamiento de la sangre de Cristo, es decir, por su muerte sacrificial.
(Sigue el texto de Tejano sobre Ignacio)
La primera cita de la carta a los filadelfios no identifica simplemente el evangelio y la carne del Señor, pues san Ignacio dice adherirse al evangelio COMO a la carne de Jesús. Acerca del único texto restante (Tralianos c8) no faltan autores en nuestros días que,
con razón, creen referirse en él San Ignacio precisamente a la Eucaristía, fundamentándose en la relación que existe, según el santo, entre la Eucaristía y la caridad. Y todavía hay otras
explicaciones. Pero admitamos la dificultad en toda su fuerza.
(Jetonius) Me parece muy honesto que el autor admita “la dificultad en toda su fuerza”. Si el texto de Tralianos 8:1 se refiere a la eucaristía, por cierto sería una comprensión plenamente espiritual de ella. Es cierto que la cita de Filadelfos 5:1 es una doble comparación:
Sin embargo, vuestra oración me hará perfecto ante Dios, para que alcance la herencia que misericordiosamente me cupo en suerte, después de haberme refugiado [prosfygôn en el evangelio como en la carne de Cristo [ôs sarki ‘Iêsou] y en los Apóstoles como en el senado [presbyteriô] de la iglesia.
Cabe señalar que aunque Solano entiende la acción como adhesión (“adhiriéndome”), del verbo griego prosfyô, tanto Ruiz Bueno como la serie Ante-Nicene Fathers (1: 82) entiende que proviene de prosfeugô, refugiarse. Ahora hay que preguntarse qué quiere decir Ignacio con “refugiarse en el Evangelio” y “refugiarse en la carne de Cristo”. A mi entender, se refiere a buscar consolación en la Buena Nueva de salvación, y en la verdad de la plena humanidad perfecta de nuestro Señor, respectivamente.
(Sigue el texto de Tejano sobre Ignacio)
El contexto deberá decidir. En los casos aducidos, el contexto mismo indica que "carne" no puede tener sentido real, pues se la identifica con cosas inmateriales que evidentemente no pueden ser la sangre del Señor en sentido real: "el evangelio" es la doctrina que predicaron
los apóstoles, "la fe" y la "caridad" son actos espirituales del creyente.
(Jetonius) El hecho de que en muy diversos textos las palabras ‘carne’ y sangre’ se empleen figuradamente no excluye obviamente su empleo en sentido, real, como lo muestra el hecho de que en diversas ocasiones Ignacio emplea ‘carne’ y vocablos derivados para referirse a lo humano, corporal o material. Pero obviamente, tal admisión tampoco demuestra en qué sentido lo usa en un caso en particular.
De todos modos, cabe subrayar que Ignacio emplea las expresiones carne y sangre en sentido no craso y referidas a Jesucristo o a Dios en numerosas oportunidades: Efesios 1:2; Tralianos 8:1; Filadelfos 1:2; 5:1; Esmirniotas 1:1, 12:2; Romanos 7:3; Magnesios 1:2; Policarpo 5:2.
En ninguno de estos casos hay una referencia inequívoca a la carne o la sangre del Señor entendida en sentido literal. Las que existen en ese sentido son aquellas encaminadas a subrayar la realidad de la naturaleza humana de Jesús.
(Sigue el texto de Tejano sobre Ignacio)
El caso del texto eucarístico que estudiamos (Esmirneos c7) es enteramente diferente. Sabemos por otras fuentes literarias que los docetas negaban la realidad de la carne del Señor. Luego, cuando San Ignacio rechaza su doctrina, no va a entender "carne" en sentido
simbólico, ya que en tal sentido no la negaban los docetas. Además, desde el principio hasta el capítulo 7 inclusive, insiste San Ignacio con fuerza insuperable en la realidad de la carne del Señor, con expresiones como ésta: "plenamente poseídos de que el Señor nuestro
en verdad es de la familia de David según la carne.... [Rom 1,3] y que fue engendrado de verdad de una Virgen... y de verdad bajo Poncio Pilato y Herodes tetrarca fue enclavado por nosotros en carne... Y no padeció, como algunos incrédulos pretenden sólo en apariencia.... Yo, ciertamente sé, y en ello pongo mi fe, que también después de la
resurrección está en carne..." En este contexto, en el capítulo 7, tiene San Ignacio la afirmación de que la Eucaristía es la carne del Salvador; casi es imposible enmarcar esta frase en un contexto más realista y más alejado de toda mera apariencia y de todo simbolismo.
(Jetonius) Es cierto que en varias de sus cartas, y señaladamente a los esmirniotas, Ignacio subraya, contra los docetas, la realidad y la verdad de la encarnación, la muerte y la resurrección del Señor.
Y es que os vi llenos de certidumbre en lo tocante a nuestro Señor, el cual es, con toda verdad, del linaje de Dios según la carne..."”(1:1)
Yo, por mi parte, sé muy bien sabido, y en ello pongo mi fe, que, después de su resurrección, permaneció el Señor en su carne ... Es más, después de su resurrección, comió y bebió con ellos, como hombre de carne que era, si bien espiritualmente estaba hecho una cosa con el Padre (Esm 3:1,3).
Porque ¿de qué me aprovecha que alguien me alabe a mí, si maldice de mi Señor al no confesar que lleva una carne? (Esm 5:1)
Que nadie se lleve a engaño: aun las potestades celestes y la gloria de los ángeles y los príncipes, visibles o invisibles, si no creen en la sangre de Cristo están también sujetos a juicio (Esm. 6:1).
De aquí también la detallada despedida “en nombre de Jesucristo, en su carne y en su sangre, en su pasión y resurrección corporal a par que espiritual, en la unidad de Dios y de vosotros... (Esm. 12:2).
El autor afirma: “El caso del texto eucarístico que estudiamos (Esmirneos c7) es enteramente diferente. Sabemos por otras fuentes literarias que los docetas negaban la realidad de la carne del Señor. Luego, cuando San Ignacio rechaza su doctrina, no va a entender "carne" en sentido simbólico, ya que en tal sentido no la negaban los docetas.
El primer punto a considerar es que justamente habría que determinar si de veras se trata de un “texto eucarístico” (en el sentido técnico de referirse a la cena del Señor), cuestión sobre la cual el propio autor confiesa sus dudas más abajo.
El segundo aspecto es la cuestión de que bien puede estar pensando Ignacio en la carne de Jesús como la realidad, tal como lo ha enseñado en la misma y en otras cartas, y en la eucaristía como el símbolo patente de dicha realidad. Esta lectura no es por cierto incompatible con el resto de las expresiones corrientes en Ignacio
(Sigue el texto de Tejano sobre Ignacio)
Aún hay más. No contento con afirmar San Ignacio que la Eucaristía es la carne del Salvador, añade determinaciones concretísimas: "la que padeció por nuestros pecados, la que por bondad resucitó el Padre". Recordemos la insistencia del Santo en afirmar líneas más arriba que el Señor no padeció en apariencia y que resucitó en verdadera carne.
Sólo podría oponerse que la palabra "eucaristía" debe designar también en San Ignacio "acción de gracias", como en los libros del Nuevo Testamento y como pide la etimología y el sentido natural del término en aquella época .
(Jetonius) Aquí no puedo menos que notar como Solano, honestamente, reconoce algunas importantes objeciones a su propio argumento:
1. La palabra “eucaristía” significa etimológicamente “acción de gracias”.
2. Se empleaba con dicho sentido en el Nuevo Testamento (Hechos 24:3; 1 Corintios 14:16; 2 Corintios 4:15; 9:11,12; Efesios 5:4; Filipenses 4:6; Colosenses 2:7; 4:2; 1 Tesalonicenses 3:9; 1 Timoteo 2:1; 4:3,4; Apocalipsis 4:9; 7:12). Lo mismo puede decirse del verbo respectivo. eujaristeô que se emplea 38 veces en el Nuevo Testamento.
3. Aparece en igual sentido en otros documentos contemporáneos. Por ejemplo, el sustantivo y el verbo se emplean –tanto en el contexto de la cena del Señor como fuera de ella- en la Didajê (9:1-3; 10:1,2,4, 7; 14:1).
(Sigue el texto de Tejano sobre Ignacio)
Tan convincente es el contexto y tan clara es la frase que analizamos, que nos veríamos forzados a decir que San Ignacio emplearía aquí ya el primero el término eucaristía, en sentido no de una acción de gracias, sino del alimento convertido en la carne del Señor, que es el sentido que posteriormente adquirió ese término. Pero no hace falta tanto.
(Jetonius) Nótese el uso de tiempo potencial. El autor probablemente percibe que es un anacronismo adjudicarle la idea de una transformación del pan en la carne de Cristo a Ignacio. Por eso también dice que “No hace falta tanto”. La simple verdad es que no es posible llegar tan lejos. No sobre la base de todo lo que Ignacio tiene para decir al respecto.
(Sigue el texto de Tejano sobre Ignacio)
El escritor judío Filón, muerto a mediados del siglo I, designa con el término "eucaristía" al sacrificio matutino y vespertino del templo de Jerusalén y a las víctimas mismas. Hacia el año 140, poco después de San Ignacio, la traducción griega de Aquila empleaba el mismo término para indicar una clase de sacrificios del Antiguo Testamento. San Justino escribirá con toda claridad, hacia el año 150: "Y este alimento entre nosotros se llama Eucaristía"
(Jetonius) De Justino ya nos hemos ocupado. En cuanto a Filón, en efecto en su tratado Sobre las leyes especiales (De Specialibus Legibus 1:171) dice:
“Más aún, el más fragante de todos los inciensos se ofrecía dos veces al día en el fuego, siendo quemado dentro del velo, tanto cuando sale como cuando se pone el sol, antes del sacrificio de la mañana y después del sacrificio de la tarde, de modo que los sacrificios de sangre demuestran nuestra gratitud por nosotros mismos como seres compuestos por sangre, pero las ofrendas de incienso muestran nuestra gratitud por la parte dominante en nosotros, nuestro espíritu racional, el cual fue formado según el modelo arquetípico de la imagen divina.”
Cabe subrayar que Filón da interpretaciones fuertemente alegóricas de todo el sistema sacrificial, en conformidad con sus ideas platónicas.
(Sigue el texto de Tejano sobre Ignacio)
El modo de hablar, tan fuertemente realista, de San Ignacio, que ve en el evangelio la carne de Cristo y en la fe y en la caridad su carne y su sangre parece ha de explicarse por la verdad que tan hondo había calado en su espíritu, de la realidad concreta de aquel Jesús
que, siendo Dios, se hizo verdadero hombre con verdadera carne y verdadera sangre.
Recogemos aquí un eco, en la edad subapostólica, de aquellas palabras nostálgicas y triunfadoras del anciano San Juan: "Lo que contemplamos y nuestras manos tocaron acerca del Verbo de la vida" (1 Jn 1,1)
(Jetonius) Bien, aquí tocamos terreno firme, en el cual se puede hacer pie en una coincidencia. Aunque haya requerido un largo rodeo y una serie de consideraciones particulares, concuerdo en que el modo de hablar de Ignacio, realista hasta la crudeza, se encamina a reconocer tanto los aspectos espirituales como los materiales de la obra de Cristo, y en consecuencia de nuestra redención. De allí a querer forzar sus vehementes palabras para transformarlo en testigo de una doctrina que se desarrolló siglos después de su muerte, hay una intransitable distancia.
Bendiciones en Cristo,
Jetonius
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