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<CENTER>La herencia</CENTER>
“El Espíritu mismo da testimonio juntamente con nuestro espíritu,
de que somos hijos de Dios; y si hijos, luego herederos de Dios,
y coherederos con Cristo” (Romanos 8:16-17, V.M).
En 1685, después de que el rey de Francia Luis XIV
hubo revocado un edicto que favorecía a los cristianos protestantes,
éstos fueron perseguidos y sus reuniones prohibidas.
No obstante, por las noches ellos se reunían
en los bosques u otros lugares secretos.
Una joven que iba a una de esas reuniones
fue detenida por un soldado del rey, quien le preguntó:
-¿Adónde vas tan tarde?
La joven temía provocar numerosas detenciones
si decía la verdad, y tampoco quería mentir.
Con presencia de ánimo contestó:
-Mi hermano ha muerto.
Tenemos una reunión familiar y vamos a leer su testamento.
Ella pudo proseguir su camino, pero al regresar
fue detenida nuevamente por el mismo soldado, quien le preguntó:
-Dime, ¿tu hermano fue generoso contigo?
-Sí, él me dio todo.
El Testamento leído en esa reunión le recordó
que el Hijo de Dios venido a la tierra había dado su vida por ella.
Ella creía esa buena nueva y era una hija de Dios,
según la promesa que leemos al principio del evangelio de Juan:
“A todos los que le recibieron (a Jesús como Salvador),
a los que creen en su nombre,
les dio potestad de ser hechos hijos de Dios” (Juan 1:12).
“Mirad cuál amor nos ha dado el Padre,
para que seamos llamados hijos de Dios” (1 Juan 3:1).
“Sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús” (Gálatas 3:26).
© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)
En el amor de Cristo
Mario Contreras T.
Aguas Vivas · Chile
www.aguasvivas.cl
<CENTER>La herencia</CENTER>
“El Espíritu mismo da testimonio juntamente con nuestro espíritu,
de que somos hijos de Dios; y si hijos, luego herederos de Dios,
y coherederos con Cristo” (Romanos 8:16-17, V.M).
En 1685, después de que el rey de Francia Luis XIV
hubo revocado un edicto que favorecía a los cristianos protestantes,
éstos fueron perseguidos y sus reuniones prohibidas.
No obstante, por las noches ellos se reunían
en los bosques u otros lugares secretos.
Una joven que iba a una de esas reuniones
fue detenida por un soldado del rey, quien le preguntó:
-¿Adónde vas tan tarde?
La joven temía provocar numerosas detenciones
si decía la verdad, y tampoco quería mentir.
Con presencia de ánimo contestó:
-Mi hermano ha muerto.
Tenemos una reunión familiar y vamos a leer su testamento.
Ella pudo proseguir su camino, pero al regresar
fue detenida nuevamente por el mismo soldado, quien le preguntó:
-Dime, ¿tu hermano fue generoso contigo?
-Sí, él me dio todo.
El Testamento leído en esa reunión le recordó
que el Hijo de Dios venido a la tierra había dado su vida por ella.
Ella creía esa buena nueva y era una hija de Dios,
según la promesa que leemos al principio del evangelio de Juan:
“A todos los que le recibieron (a Jesús como Salvador),
a los que creen en su nombre,
les dio potestad de ser hechos hijos de Dios” (Juan 1:12).
“Mirad cuál amor nos ha dado el Padre,
para que seamos llamados hijos de Dios” (1 Juan 3:1).
“Sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús” (Gálatas 3:26).
© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)
En el amor de Cristo
Mario Contreras T.
Aguas Vivas · Chile
www.aguasvivas.cl