¡Dejemos de hablar tanto y tomemos tiempo para escuchar! Escuchemos la Palabra de Dios. Quédemonos en silencio y dejemos que Él nos hable. Y cuando estémos en silencio esperando en Él, escucharáremos un susurro, una suave voz.
Elias supo de ese silencio cuando escuchó " Y tras el fuego se escuchó un silbo apacible y delicado".
El Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre. Si tú conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: “Dame de beber”, tú le habrías pedido a El, y El te hubiera dado agua viva.
Pide a Dios que te ayude a vivir libre y diariamente con un corazón lleno de agradecimiento hacia Él, y una contínua melodía en tus labios, llena de notas musicales.
Un Hombro Para Llorar.
Aquel que sufre no espera sólo nuestros consejos o
nuestros buenos deseos. Sencillamente necesita un hombro sobre el cual llorar, una mirada que preste atención y dos oídos dispuestos a escuchar.