LA FE

Bart

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24 Enero 2001
35.323
4.201

Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón.
Esta es la palabra de fe que predicamos:
que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor,
y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos,
serás salvo.
Romanos 10:8-9
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LA FE

Dios habla. ¿No dirá la verdad?
¿Y acaso no es el único que puede decirla?
Dudar de su Palabra, es hacerle mentiroso.

El hombre es responsable de recibir el testimonio de Dios.
Es algo muy distinto a una simple creencia o a un barniz religioso.
Esto se llama fe.

No existe la fe de un país ni de la familia.
La fe es una actitud personal que conduce a cada individuo
a tomar humildemente el lugar que la Palabra de Dios le asigna:
la de un pecador ante el Dios santo.

Por ser Dios quien habla, la fe impone silencio a los razonamientos y, cuando es necesario, a los sentimientos humanos. Acepta lo que Dios dice del hombre y al hombre.
Recibe lo que dice Jesucristo.

La fe es inteligente, paciente, obediente.
Juzga el pasado, acepta el presente y mira de arriba abajo
un porvenir que pronto le dará la razón.

La fe reconoce los derechos de Dios sobre el mundo en general
y sobre cada ser humano en particular.
Aprende que él es el Dios de justicia,
pero también el Dios que hoy ofrece su gracia.

La fe es el conocimiento personal de un Dios que se reveló en su Hijo, de un Dios que habla, escucha y contesta.

La fe es una relación viva con ese Dios, hecho nuestro Padre,
y con su Hijo Jesús, nuestro Salvador.




© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)
 
La fe es una actitud personal
:confused:


Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios (Ef 2:8)





¿ La fe es una actitud personal o es un don de Dios ? :cool:
 
Y Dios, que conoce los corazones, les dio testimonio, dándoles el Espíritu Santo lo mismo que a nosotros; y ninguna diferencia hizo entre nosotros y ellos, purificando por la fe sus corazones (Hechos 15:8)
 
mas al que no obra, sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia. (Ro 4:5)
 
Originalmente enviado por: Maripaz
:confused:


Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios (Ef 2:8)





¿ La fe es una actitud personal o es un don de Dios ? :cool:


Paz.

Inclusive hay don de Fe.
Esto me recuerda cuando Jesus le dice a Pedro que satanas le ha pedido sarandearlo, y jesus le dice...pero he orado para que tu falte....

Dios fortalece nuestra Fe.


La duda que ha carcomido mi mente es la medida de Fe.
cuando Jesus reprende a Pedro en Mateo 14:31, cuando pedro comenzo a undirse en el mar.

Jesus adjudica esto a la duda de Pedro, aun cuando no era una señal para los gentiles, o alguna sanacion.

Es como cuando uno ora por una persona y no sana, y dice " es que asi es la voluntad de Dios ", realmente es asi? o es que el que oraba dudo? es una buena pregunta..


Paz Y bendiciones en Cristo....:radiante:
 
correccion

correccion

donde dice:

Para que tu fe falte....

debe decir:

para que tu fe no falte..


disculpas, paz en Cristo...:radiante:
 


La fe es una actitud personal... cuando sirve sólo para discutir.

La fe es una actitud personal... cuando sirve sólo para creernos superiores a los demás.

La fe es una actitud personal... cuando cogemos un manojo de doctrinas o dogmas para golpear al que está enfrente.

La fe es una actitud personal... es decir: cuando la utilizamos para justificar nuestro desamor para con los demás.

La fe es una actitud personal... cuando con ella justificamos nuestro vivir pecaminoso sin arrepentimiento.

La fe es una actitud personal... cuando sólo da los frutos de la carne.

La fe es una actitud personal... cuando sólo sirve de anestesia para nuestra conciencia.

La fe es una actitud personal... cuando es sólo religión, normas, dogmas, teologías, doctrinas muertas, (que no llevan Vida.)

La fe es una actitud personal... cuando da tus propios frutos, los frutos de la carne.

La fe es una actitud personal... cuando nace de nosotros.


La Fe que Nace de Dios es una Fe que engendra Vida, es una Semilla implantada por el Padre en tu corazón, es un Don de Dios plantado en la Tierra(tú] por Su Palabra, que lleva fruto en abundancia, que nos santifica y nos convierte en Sus hijos, que nos hace nacer a una nueva Vida cuando estábamos muertos.

1Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, 2en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, 3entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás. 4Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, 5aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos), 6y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús, 7para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús. 8Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; 9no por obras, para que nadie se gloríe. 10Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas. Efe. 2:1-10


No hay privilegio mas grande e inmerecido que el Don de la Fe. El hombre la puede imitar, pero sus frutos siempre serán los de la carne, esta fe es sólo religión, qué mas da cómo se llame. La religión no te salva, te salva Cristo, ¡Os es necesario nacer de nuevo! Y eso para el hombre es imposible, pero para Dios no, ¡Ese es Su milagro!, Cristo Viviendo en nosotros.


3Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios. 4Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer? 5Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. 6Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. 7No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo. 8El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu. 9Respondió Nicodemo y le dijo: ¿Cómo puede hacerse esto? 10Respondió Jesús y le dijo: ¿Eres tú maestro de Israel, y no sabes esto? Jn. 3:3-10.



La Fe que Dios Da lleva los frutos de Su Santo Espíritu. Y hace la obras de Cristo pues es Cristo obrando en nosotros. Y Jesús dijo: “por sus frutos los conoceréis”.


Las obras de la carne y el fruto del Espíritu
16Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne. 17Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis. 18Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley. 19Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, 20idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, 21envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios. 22Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, 23mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley. 24Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos.
25Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu. 26No nos hagamos vanagloriosos, irritándonos unos a otros, envidiándonos unos a otros.
Gá. 5:16-25.

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Viviendo en el Espíritu

1Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. 2Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte. 3Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne; 4para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. 5Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu. 6Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz. 7Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden; 8y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios.
9Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él. 10Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, mas el espíritu vive a causa de la justicia. 11Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros.
12Así que, hermanos, deudores somos, no a la carne, para que vivamos conforme a la carne; 13porque si vivís conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis. 14Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios. 15Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! 16El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. 17Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados.
18Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse. 19Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios. 20Porque la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza; 21porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios. 22Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora; 23y no sólo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo. 24Porque en esperanza fuimos salvos; pero la esperanza que se ve, no es esperanza; porque lo que alguno ve, ¿a qué esperarlo? 25Pero si esperamos lo que no vemos, con paciencia lo aguardamos.
26Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. 27Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos.

Romanos 8.



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Quiera Dios en Su Infinita Misericordia librarnos de nuestra fe, para que andemos en Su Fe, la que Él Da.

Bendiciones

Bart
 
Quiera Dios en Su Infinita Misericordia librarnos de nuestra fe, para que andemos en Su Fe, la que Él Da.


A M E N :angel:
 
Originalmente enviado por: Bart
  • La fe es una actitud personal... cuando sirve sólo para discutir.
  • La fe es una actitud personal... cuando sirve sólo para creernos superiores a los demás.
  • La fe es una actitud personal... cuando cogemos un manojo de doctrinas o dogmas para golpear al que está enfrente.
  • La fe es una actitud personal... es decir: cuando la utilizamos para justificar nuestro desamor para con los demás.
  • La fe es una actitud personal... cuando con ella justificamos nuestro vivir pecaminoso sin arrepentimiento.
  • La fe es una actitud personal... cuando sólo da los frutos de la carne.
  • La fe es una actitud personal... cuando sólo sirve de anestesia para nuestra conciencia.
  • La fe es una actitud personal... cuando es sólo religión, normas, dogmas, teologías, doctrinas muertas, (que no llevan Vida.)
  • La fe es una actitud personal... cuando da tus propios frutos, los frutos de la carne.
  • La fe es una actitud personal... cuando nace de nosotros.
La Fe que Nace de Dios es una Fe que engendra Vida, es una Semilla implantada por el Padre en tu corazón, es un Don de Dios plantado en la Tierra(tú] por Su Palabra, que lleva fruto en abundancia, que nos santifica y nos convierte en Sus hijos, que nos hace nacer a una nueva Vida cuando estábamos muertos.
Quiera Dios en Su Infinita Misericordia librarnos de nuestra fe, para que andemos en Su Fe, la que Él Da.
Una vez más gracias a nuestro Señor Jesucristo por ti, gracias sean dadas a Él por el modo cómo te ha tomado y te usa; maleable instrumento eres en Sus manos.

¡Tremendo mensaje se ha gozado en darnos hoy el Espíritu a tú través! ¡Definitamente conduntente! Lo imprimiré íntegro de inmediato y desde ahora y en adelante me gozaré en su lectura y meditación. ¡Gracias a nuestro Señor por Su Palabra de abundante y generosa vida!

Hermano, aunque tú ya sabes que me eres de gran bendición, es menester para mí hacértelo saber una vez más.

Recibe un fortísimo abrazo de tu hermano por la PURA GRACIA DE NUESTRO PAPÁ,

Caleb Joshua
 
Bendito escrito el que Dios te inspiró, d.Bart.

Me aplico el escrito ahora mismo a mi vida, con la esperanza de que Dios lo torne algún día una realidad en Él.

¡Dios te siga inspirando para bien de Su cuerpo!

Saludos.

PD: el especialista en "fes" como actitudes personales. Dios me perdone.
 
¡ALELUYA! ¡ÉL VIVE!

¡ALELUYA! ¡ÉL VIVE!

Las expresiones de Maripaz y Samuel, además de las de mi esposa y un muy amado hermano con quien acabo de hablar por teléfono, no hacen sino confirmarme que no soy el único conmovido.

Bart, amado hermano, quise pasar una vez más por estos predios para agradecer al Señor por este TREMENDO MENSAJE y por tu preciosa vida. Estoy profundamente conmovido.

Con tu venia, he de traducirlo al otro idioma que me ha dado el Señor para que se beneficie del mismo todo aquel que Él, en Su voluntad, quiera que así sea. A menos que sea por razones profesionales, jamás envio mensajes colectivos. En el Señor espero que Él me indique al necesitado. Yo necesitaba un mensaje de tal contundencia que abriera aún más mi duro corazón. Así Él, en su infinita misericordia, me lo ha provisto por tu intermedio, mi hermano.

Este mensaje es ALIMENTO PURO PARA NUESTRA ALMA errante acostumbrada a pastar en Babilonia, la cual se resiste a vomitar los terribles brebajes que ha ingerido de ésta. Este mensaje nos invita a que volteemos nuestros corazones hacia el DIOS VIVO TODOPODEROSO, el DIOS DE ISRAEL, el DIOS MANIFESTADO EN LA CARNE EN LA PERSONA DE CRISTO JESÚS. ¡Oh, Señor cúrame de mi SOBERBIA!

Como dije más arriba, acabo de terminar una maravillosa "reunión" telefónica con un hermano en Cristo que se encuentra a gran distancia física de mí. Aun cuando no es usual que sostenga llamadas tan largas, las dos horas, que fueron INVERTIDAS para deleitarnos en NUESTRO SEÑOR, volaron. Quien no conozca a Cristo en Espíritu y Verdad y esté leyendo estas líneas, pudiera pensar que estos tíos si son religiosos. ¡No, todo lo contrario! ¡Qué bello, qué grandioso que es el haber sido librados, entre tantas otras cosas, de las ataduras de la religión! Estas dos horas han sido preciosas en el goce, ¡enorme goce!, en las cosas de nuestro Papá. Ya para los 20 minutos finales de nuestra conversación, le dije a nuestro hermano: "Escucha esto con atención". ¡Cómo se regocijó este hombre! ¡Aleluya!

Una vez leído el texto de tu mensaje y manifestado el gran gozo de mi hermano por el mismo y justo antes de colgar el auricular, no hubo más palabra sino para cantar una estrofa del viejo y bellísimo himno:

"On Christ the solid Rock I stand
All other ground is sinking sand
All other ground is sinking sand"

¡EL SEÑOR DERRAME SUS BENDICIONES SOBRE TODOS VOSOTROS, MIS HERMANOS!

En Cristo Jesús

Caleb J.
P.D. Gracias al Señor por tu testimonio, Sam
 


Hermanos gracias por vuestras palabras, gracias a nuestro Padre por encontrarnos en este sitio para poder compartir de Sus maravillas.

Muchas veces defendemos y anunciamos cómo la fe de Dios, lo que sólo es la fe de dios con minúsculas, el dios de nuestros pensamientos, que sin darnos cuenta ocupan el lugar que sólo corresponde a Dios, y nos convertimos en adoradores de nosotros mismos, está es la peor de las idolatrías. Es a través de los pensamientos que Satanás susurra al hombre haciéndose pasar por ángel de luz. Asumiendo como nuestro lo que es insuflado por el Enemigo.

Al mundo vinimos desnudos y con nuestros pensamientos en blanco, éramos cómo un libro sin escribir, el mundo y la religión escribieron su contenido dentro de nosotros, y nosotros lo corroboramos con nuestra experiencia, y pasó a ser nuestra verdad, esta nuestra verdad, no tiene porqué coincidir con la Verdad de Dios.

El mundo y la religión engendraron dentro de nosotros lo que somos, fueron nuestro padre y nuestra madre en la vieja naturaleza. Y cuando ese libro que somos nosotros empezó a escribirse, conocimos el bien y el mal. Entonces dejamos de ser niños (“de los niños es el Reino de los Cielos”) y pasamos a formar parte de una humanidad engañada, y cegada por el enemigo de Dios.

Jesús nos llama a renunciar a lo que conformó nuestra vieja naturaleza, lo que nosotros teníamos cómo valioso. Él nos llama a aborrecerlo:


Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo.” Luc 14:26.


No se refiere aquí el Señor a tus queridos padres que te dieron el ser, ni a tu prójimo. El Señor dice:


19Honra a tu padre y a tu madre; y, Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Mat. 19:19.

15Todo aquel que aborrece a su hermano es homicida; y sabéis que ningún homicida tiene vida eterna permanente en él. 16En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos. 1Jn. 3:15-16.

El aborrecer a tus hermanos, tu padre o tu madre te convierte en homicida, se refiere a tus amores y afectos por el mundo, donde fuiste engendrado en esa amalgama de mundo-religión-filosofía que es el pensamiento del hombre en rebelión al Creador. Padre y madre que nos engendraron en muerte.

Es el sistema que gobierna este mundo y que en otro tiempo nos gobernó a nosotros. Y que hacía que fuéramos de acá para allá a merced de sus olas.

Hasta que oímos Su Voz, y la Mano del Padre nos llevó a la Roca, Cristo, y Cristo al Padre. Ahora consciente de tu nueva Vida, estás enamorado de Él y objeto de Su Amor, no hay dicha mas grande, gozo en medio de la tribulación. El cielo vino a nosotros. Y Jesús habita en nosotros. Su Amor es para siempre. ¡ Bendito es el Señor !



Hoy Cristo, llama a Su Iglesia para que le abra las puertas y tomar lo que es Suyo.

¿Le abrirás tu puerta o vivirás una religión nominal sin Cristo?

Con Cristo en la calle golpeando tu puerta.


14Y escribe al ángel de la iglesia en Laodicea:
He aquí el Amén, el testigo fiel y verdadero,
el principio de la creación de Dios, dice esto:
15Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente.
¡Ojalá fueses frío o caliente!
16Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca.
17Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido,
y de ninguna cosa tengo necesidad;
y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo.
18Por tanto, yo te aconsejo que de mí compres oro refinado en fuego,
para que seas rico, y vestiduras blancas para vestirte,
y que no se descubra la vergüenza de tu desnudez;
y unge tus ojos con colirio, para que veas.
19Yo reprendo y castigo a todos los que amo; sé, pues, celoso, y arrepiéntete.
20He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta,
entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo.

21Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono,
así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono.
22El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.

Apoc. 3:14-22.

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Un fuerte abrazo, vuestro hermano.

Bart

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14Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo, 15de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra, 16para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu; 17para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor, 18seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, 19y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios.
20Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros, 21a él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amén
. Ef. 3.

 
El que no tiene fé, no tiene nada...

El que no tiene fé, no tiene nada...

Pero sin fé es imposible agradar a Dios...

El que no tiene fé, no tiene nada...

Dios los bendice...:beso:
 

http://www.aguasvivas.cl/centenario/21_laodicea.htm

Laodicea

Domingo 25 de agosto de 2002

El mensaje del Señor a Laodicea es una queja amorosa a la iglesia apóstata, y una maravillosa promesa a los vencedores que hay en ella.

Rolando Figueroa E.

Quisiera compartir en esta mañana acerca de una de las cartas que el Señor en Apocalipsis a través del apóstol Juan -el mismo que escribió el evangelio y las epístolas- mandaba a una de sus iglesias.

La carta de la cual quiero compartir es la última de ellas, el mensaje a Laodicea, contenido en el capítulo 3 de Apocalipsis, versículos 14 al 22. A modo de introducción, podemos decir que en general se ha interpretado que Filadelfia y Laodicea son iglesias que desde un punto de vista dispensacionalista -de dispensación: el Antiguo Pacto, el Nuevo Pacto, el Reino-, estarán presentes para la venida del Señor. Y se ha identificado a la iglesia de Filadelfia (de la cual no estamos hablando hoy) como de una iglesia fiel, de la cual no hay queja.

En cambio, se ha relacionado a Laodicea como la iglesia apóstata. Algo hemos hablado nosotros y hemos escuchado al Señor por su palabra acerca de la apostasía, de las cosas que se desvirtúan, de las cosas que no vienen a ser conforme al modelo del Dios, de las cosas que se vuelven insípidas, sin discernir el corazón ni la voluntad de Dios para el tiempo presente.

A la iglesia de Laodicea se la ha relacionado, entonces, con la iglesia apóstata. Y esta iglesia, a dife-rencia de todas las otras, no recibe ninguna palabra de reconocimiento. Sin embargo, también en esta iglesia existen palabras muy tiernas y tal vez más tiernas que en las demás; palabras de comprensión y tal vez de más comprensión que a las otras iglesias; palabras dulces, y tal vez más dulces que las dichas a las otras iglesias por parte del Señor Jesucristo, que es el que escribe y es el que manda a su siervo que escriba estas cartas a las iglesias.

Es el Señor el que se pasea en medio de los candeleros, y es el que ve cómo están sus iglesias, el que, con sus ojos, escudriña todas las cosas, y es el que habla también aquí.

Algunos antecedentes

Quisiéramos decir brevemente que Laodicea se consideraba una metrópoli de las más ricas en aquel entonces. Era más rica que todas las otras localidades de las otras iglesias del Asia. Tenía reconocimiento porque tenía una gran industria. De allí salía mucha lana con la cual hacían vestiduras hermosas. Había una escuela de medicina donde habían conseguido obtener una sustancia que nosotros llamamos comúnmente colirio, que servía para ayudar en la visión. Y, en general, los creyentes de esa localidad se caracterizaban por ser gente muy pudiente, gente con muchos recursos económicos humanamente hablando, gente con mucha riqueza, lujo y comodidad, muy satisfechos de sí mismos.

Era una iglesia arrogante y autosuficiente. Pero, para el Señor que todo lo escudriña... todas las cosas materiales que ella hubiera podido tener, todos los edificios que ella hubiera podido comprar... porque si de ella necesitaba un edificio, seguramente tenían un local de reunión muy grande y hermoso que todas las demás. Pero, lo que esta iglesia pudo ver y comprar y hacer, llegó a ser tan valioso para ellos que se olvidaron de las cosas que son verdaderamente importantes para Dios.

Muy poco se conoce de esta iglesia, pero hay algunos párrafos en la Escritura que nos la refieren y de la cual podemos sacar como para ir hilvanando este compartir.

Colosenses 2:1-3. "Porque quiero que sepáis cuán gran lucha sostengo por vosotros, y por los que están en Laodicea, y por todos los que nunca han visto mi rostro, para que sean consolados sus corazones, unidos en amor, hasta alcanzar todas las riquezas de pleno entendimiento, a fin de conocer el misterio de Dios el Padre, y de Cristo, en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento". ¡Aleluya!

Aquí se menciona a Laodicea. Dice que el apóstol ora con una gran lucha, no sólo por Colosas, sino también por los que están en Laodicea, precisamente para que tenga cumplimiento esto, y ellos conozcan las riquezas de pleno entendimiento. Porque, sin duda, el apóstol sabía que los de Laodicea eran muy ricos, no necesitaban mucho que se les hablara de eso. Pero él quería que ellos tuvieran la verdadera riqueza, la riqueza de Cristo, la riqueza del misterio escondido antes de los siglos y edades, pero que en estos tiempos postreros se ha manifestado por amor a nosotros. "Todas las riquezas", dice el apóstol, las riquezas de pleno entendimiento, porque éstas son las que valen, las de Dios, no las de la tierra.

Y cuando hablamos de riqueza pudiera ser -y esto siempre ronda en mi corazón y sé que no les va a ser desconocido- que para nosotros también estas riquezas materiales fueran traducidas como las riquezas de conocimiento, de revelación que tenemos, pero que en general en nuestra vida práctica no dan fruto alguno. Y decimos: lo tenemos todo, porque es verdad que lo tenemos todo. Pero también esto que tenemos todo no se manifiesta de ninguna manera, y entonces es como que no tuviéramos necesidad de él. "Porque no necesito orar, porque lo tengo todo; porque no necesito humillarme, porque lo tengo todo; porque no necesito hacer nada porque lo tengo todo". Eso tampoco es algo del Señor. Y quizá sea eso más lo que nos quiere hablar el Señor a nosotros o nos quiera recordar, para que no lo olvidemos. Porque si miro aquí veo que ninguno de nosotros somos ni muy ricos ni muy poderosos ni nobles. Pero que el Señor haga como quiera. Amén.

Una conclusión de esto es que la iglesia de Laodicea era una iglesia conocida por el apóstol. Era muy amada por el apóstol, era una iglesia respecto de la cual el apóstol oraba y sostenía una lucha muy fuerte. Que el Señor nos socorra para entender estas cosas porque son espirituales. Él batallaba ardientemente por Colosas, por Laodicea, y aún por los que nunca habían visto su rostro, para esto: para que ellos fuesen enriquecidos.

La presentación

Entonces, dentro de este marco, podemos entrar directamente a la carta en sí. Y parte con unas palabras descriptivas que hace el Señor, muy interesantes, muy especiales, a las cuales hacemos bien en estar atentos. "He aquí el Amén, el testigo fiel y verdadero, el principio de la creación de Dios, dice esto..." En esta declaración, hermanos, no aparece ninguna figura como la estrella resplandeciente, o algo simbólico que manifieste el poder de Dios. No aparece. Aquí se va al grano -como nosotros pudiéramos decir-, va a lo concreto, va a lo fundamental, no se desvía con ninguna figura decorativa.

Lo esencial: "He aquí el Amén". Es una declaración de su verdadera gloria, pero sin ninguna forma externa. Clara y simplemente, "el Amén", que incluso está sin traducción del hebreo en los originales y que tiene un significado de dos acepciones. Una es como la madre que cría, como una crianza de un hijo y también como algo que se está desarrollando, que se está criando. Pero también tiene el significado que se le ha venido a dar después, de algo ya establecido, algo firme, algo que es inconmovible, algo completamente positivo, completamente efectuado. Y por eso, nosotros a veces, cuando decimos 'amén' decimos "así es", "así sea". Estas dos cosas están reunidas en una, de tal modo que cuando el Señor se manifiesta a esta iglesia como "el Amén", en el fondo está diciendo que él es la verdad absoluta, está diciendo: "Yo soy... la verdad".

Miren todo lo que Dios ha pensado, ha hablado y ha hecho, el Amén, lo absoluto. Cuando estuvo el Señor en la tierra, dijo: "Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí" (Juan 14:6). La verdad. Él no enseñó acerca de la verdad, como los demás maestros. El no dijo: Este es el camino de la verdad. No explicó la verdad como diciendo una cosa externa. Dijo: "Yo soy la verdad, el primero y el último". ¡Aleluya! Es algo absoluto, es algo que no admite ninguna réplica: Yo soy el Amén ¡Aleluya! Es la conclusión, es la crianza finalizada, la edificación perfecta, la última palabra, el fin al cual nada se le puede agregar. El es la seguridad. Jesús es la seguridad. Jesús es la finalidad. Jesús es la ratificación de todas las promesas de Dios. Jesús es la autoridad última, él es el Amén. ¡Gloria a su nombre! ¡Bendito es Jesús! ¡Aleluya!

Así se plantea ante esta iglesia. Lo que él es no puede ser impugnado. Además de eso, y como consecuencia de eso, se presenta y dice: "el testigo fiel y verdadero". ¿Qué es un testigo? Un testigo es el que da testimonio de algo que ha visto, oído, de algo que sabe. Lo sabe y lo testifica para que otros hombres tomen conocimiento de lo que él ha visto u oído. Y él se presenta como el testigo fiel y verdadero. Si él no hubiese dicho nada, si no hubiese hablado nada, si no hubiese expresado ninguna cosa, igual sigue siendo "el Amén", es decir, la verdad absoluta. Pero cuando él viene y habla y se expresa y manifiesta ("A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer", Juan 1:18), cuando él habla, se constituye en testigo, y lo que él dice es verdad, porque él es "el Amén". Es decir, que el testigo fiel y verdadero se funda en lo que primero ha dicho. ¡Aleluya!

Y cuando él habla, no hay ninguna exageración en lo que dice. Tampoco hay ninguna aminoración, porque él es la verdad, él no exagera. Nosotros los hombres podemos exagerar, podemos equivocarnos, podemos ir más allá, podemos quedarnos cortos, pero él no. Él es la verdad, lo que dice está bien dicho, no hay apelación. Es el testigo fiel y verdadero...

La última frase de esta presentación dice: "...el principio de la creación de Dios". Colosenses 1:15 dice que "él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación. Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él. Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten; y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia..." ¡Aleluya!

Dice: "el primogénito de toda creación". Alguien pudiera entender con eso que él fue creado, pero la traducción literal se refiere a que es la fuente y origen de toda creación, porque en él, por él y para él fueron hechas todas las cosas. Es el motor impulsor, es la fuente, es el origen de todas las cosas. Antes que el mundo existiera, él estaba. Antes que las estrellas reluciesen, él estaba, porque él es Dios. ¡Aleluya! ¡Bendito sea el Señor! ¡Aleluya! ¡El primogénito, el principio de la creación de Dios, porque él la hizo! ¡Aleluya!

Cuando se acerca a Laodicea, viene como aquel cuya jerarquía no es sólo de rey ni de sacerdote, ni de un eminente hombre, ni de un profeta; sino que cuando habla a Laodicea habla como el que hizo todas las cosas, habla como el Amén, habla como la verdad absoluta. Nada menos que eso. "En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios" (Juan 1:1). "Todas las cosas por él fueron hechas" (Juan 1:3). Así se presenta ante la iglesia de Laodicea, por si acaso alguno quisiera discutirle algo.

Sus huellas pueden trazarse a través de toda la creación, y cada toque de hermosura demuestra la obra de sus dedos. Consideremos esto, hermanos. No hay flor que no dé testimonio de él, ni panorama maravilloso o majestuoso que deleite la vista del hombre que no cante el solemne himno de su poder y hermosura. En la precisión de las cosas creadas... Cuando alguien ve un programa de televisión, y ve las cosas grandes y pequeñas que los científicos descubren, que no son otras que las que estaban escritas en el libro del Señor... Y nosotros nos asombramos de lo minúsculo, o de esas grandes cosas. En el transcurrir de las estaciones, cuando se empieza a desnudar el invierno para dar lugar a la primavera y nosotros vemos por las calles esas flores rosadas y blancas, ¡allí está él!

Al amanecer del día, está él. Cuando el Sol se levanta levemente, lentamente, allá de atrás de las montañas y nos ilumina, y a nosotros nos parece tan hermoso, allí está él. Y cuando venimos atravesando el puente de Padre Las Casas, una tarde, y miramos hacia el poniente y vemos un color púrpura, con dorado, con blanco, y esa majestuosidad tan grande; cuando vemos los volcanes con esa nieve eterna en la cumbre, ¡allí, allí está él! ¡Bendito sea el Señor! Al atravesar el otoño con su ropaje bronceado y glorioso, se descubre en todo ello, en todo ello, el poder del nuestro Señor. ¡Aleluya!

A la iglesia de Laodicea, que está sin vida, indiferente, autosuficiente, independiente... "No tengo necesidad de nada, soy autosuficiente, lo tengo todo. No necesito el cuerpo, no necesito a los apóstoles, no necesito a los ancianos, no necesito nada. Total, yo y el Señor", él viene sin ninguna palabra de aprobación, como ya habíamos dicho. Sin embargo, son muchas las palabras de esperanza que pronuncia. Su consejo y su queja van a la par.

Las quejas del Señor

La queja del Señor está en tres partes. Primero, "Ni eres..." Esta es la condición general de la iglesia, como el Señor la puede descubrir, porque él es el Amén. "Ni eres..."

La segunda queja: "Tú dices..." Esto es, a la iglesia como ella cree que es. La está estableciendo aquí el testigo fiel y verdadero, el Amén.

Tercera queja: "Tú eres..." Que revela en forma minuciosa y detallada todo lo que verdaderamente es. Aquí no nos podemos esconder, aquí están las cosas desnudas ante aquel a quien hemos de dar cuenta. ¡Bendito sea el Señor!

Primero: "Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente". Segunda queja: "Tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad". Tercera queja: "No sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo". Pero lo voy a decir de otra manera, mejor. Como que el Señor me dice que no lo diga así. (En forma pausada, y con voz más suave): "No sabes que tú eres un desventurado... miserable... pobre... ciego y desnudo".

La tibieza

Primera queja (con la misma entonación anterior): "Ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente!". La iglesia no se caracterizaba por una completa frialdad. No; ellos creían en el Señor, se congregaban, cantaban tal vez hermosos himnos, y tal vez con tantos recursos económicos, tenían instrumentos hermosos, un coro muy hermoso, perfecto, que cantaba muy bien, sin desentonar nada. No eran completamente fríos, cantaban, oraban… De repente, pedían auxilio al Señor: "Ayúdame en esta situación, en este negocio, para ganar más dinero…" Pero tampoco era caliente, no se caracterizaba por su fervor, era como indiferente, así (con voz inexpresiva): "Sí, hola, hermano... Gloria a Dios... Qué bueno que nos juntamos..." Y cada cual para su casa.

Su condición era de tibieza, y el Señor prefiere que seamos fríos. Y esto no lo digo yo, lo dice el Testigo Fiel y Verdadero. El Señor prefiere que seamos fríos, que si no creemos, reneguemos y nos vayamos, y seamos fríos de verdad. Y que si queremos al mundo, nos vayamos al mundo y disfrutemos el mundo, y que estemos fríos de verdad. Oh, ¡nos quiere calientes, ardientes, comprometidos! Pero, lamentablemente, no nos quiere tibios. Para el Señor es algo aborrecible la tibieza. Y esto no lo digo yo, está aquí. Si hay algo que aborrece el corazón de Cristo, es una iglesia tibia. Preferiría tener una iglesia helada o caliente, pero no tibia.

Si alguien cree en la ruina del hombre, en la redención provista por Cristo -decía un hermano-, y en las responsabilidades del hombre, y sin embargo no evangeliza, no comparte de alguna forma de su Señor, entonces es el peor traidor de las filas de Cristo. Está conforme con su salvación, está consciente que los otros están perdidos, que si no reciben al Señor se irán al infierno; pero le da vergüenza -para no quedar mal en la sociedad- compartir de Cristo, exponer su fe. ¡Es el peor traidor! Para eso, mejor fuera frío, y no hablara de Cristo. ¡Oh, Señor, socórrenos! Y hablo así con pasión, pero a mí también me alcanza esta palabra. ¡Bendito sea su nombre! ¡Él es el Testigo Fiel y Verdadero, él es el Amén! No soy yo, yo no soy nada, ¡Jesús es todo! (¡Amén!).

Tibio... Es aquella condición en que la convicción no llega a afectar a la conciencia, el corazón o la voluntad. Se mantiene en un estado difuso. Entre el mundo, el pecado, Cristo, la iglesia, todo es difuso. No niega la cruz, sabe muy bien toda la teoría de la cruz, sabe que el Señor murió en la Cruz, eso lo sabe. Sabe que la cruz tiene que hacer un trabajo en nuestros corazones, que es como una mengua, o como dijo Juan el Bautista: "Es necesario que él crezca, pero que yo mengüe" (Juan 3:30). A veces, tiene cruces colgadas. Algunos se las cuelgan en el pecho. Pero éstos que conocen tan bien la doctrina de la cruz y dicen: "Debo morir para que otros vivan", cuando les llega la hora de morir, se niegan a morir. No conocen una cruz de madera con clavos de hierro, ni una muerte agonizante. No. Cuando son tocados por un pelo, se rebelan. No están dispuestos a morir. Les gusta la doctrina, les gusta la salvación, pero no están dispuestos a morir, ni están calientes. Están tibios.

Una cruz de madera, como he dicho, con clavos de hierro y una muerte agonizante, es algo muy distinto a la teoría de la cruz. (El que entiende, entienda). Lo digo con firmeza, pero sé que a los que Dios ama los disciplina, y también sé que los que Dios ama, tarde o temprano, pasarán por estas experiencias. Si no has pasado, tampoco te asustes, porque finalmente lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios. Pero, si lo has pasado, tú entiendes a lo que me refiero. Y si lo estás pasando, que el Señor te socorra.

Cuando la cruz es un adorno, no hay muerte en ella. Cuando la cruz es una doctrina, no hay muerte. Pero, ¿sabes?, tampoco hay vida. Pero el Señor murió y nos dio vida. Y el apóstol luchaba ardientemente con esto. "Y cada día muero...", para que los otros tuviesen vida.

En cuanto al pecado, la iglesia tibia ciertamente admitía su existencia. "Sí, puede ser algo malo, es algo moralmente incorrecto, acepto que esto sea así". Pero no había una denuncia al pecado. Hablaban que los pecadores tenían que ser salvados ("Sí, porque la única forma de salvarlos es Cristo"), pero nadie movía un dedo para salvar a un pecador.

No se consideraba al pecado como lo que verdaderamente es, un veneno. ¡El pecado es un veneno! Es un veneno condenable, que socava los fundamentos de la vida, y que arrastra a un terrible cataclismo todas las cosas delicadas y hermosas que ha hecho el Señor. Todos estamos expuestos, todos somos tentados. Y no digo que la tentación sea pecado. Porque todos lo somos. El mismo Señor fue tentado en todo, pero sin pecado. Así que nadie se preocupe si es tentado. No es ése el problema. El problema es que no se juzgue el pecado, que no se aborrezca el pecado, que no se deseche el pecado, y que no tengamos conciencia que con el pecado no sólo nos afectamos nosotros, sino que afectamos a toda la casa, a todo el cuerpo, a todos los hermanos. Y afecta, trae consecuencias, yo soy testigo de las consecuencias. A veces, el Señor ha perdonado a personas que han pecado. Los ha perdonado, y ese perdón nadie se los puede quitar, y nadie les puede echar en cara su pecado, y si Satanás viene a recordarlo, bien lo podemos resistir con la sangre de Jesús. Pero hay consecuencias. Y yo las he visto, por eso hablo así. He visto dolor, he visto desgarro, he visto sufrimiento, he visto sangre, he visto las consecuencias. Tiene consecuencias ese pecado. ¡El Señor nos libre a nosotros! "Tibio". Esta es la queja.

La opinión de sí misma

En segundo lugar, la opinión que la iglesia tenía de sí misma. Y esto es terrible, porque esta opinión era verdad. El Señor lo está diciendo. La iglesia tenía esta íntima convicción, porque tenía recursos y todas estas cosas. Yo también de alguna forma las vinculo a veces estas riquezas con revelaciones espirituales, pero no vividas, no experimentadas bajo el poder del Señor.

¿Qué decía esta iglesia? "Yo soy rico, y me he enriquecido". El lenguaje de completa satisfacción propia: me he enriquecido, estoy lleno, no tengo necesidad de nada. ¿Quién me va a venir a hablar a mí? No tengo en necesidad de nada, de nada. Esto es independencia. Sería una iglesia independiente, con abundantes posesiones, una satisfacción propia. Tenían abundantes recursos, edificios. Si necesitaban otros, los edificaban. Nada de humillarse, ni orar, ni de reunirse para profundización de la vida espiritual. No necesitaban nada, lo tenían todo. ¿Sólo material o espiritual? ¿Nos hemos apropiado realmente de las cosas que el Señor nos ha dado? ¿Son una realidad de nuestra vida o son puro conocimiento mental?

Como veníamos diciendo, está el punto de vista del Señor. Y el Señor le dice que es un desventurado, esto es, una persona que está con una tremenda aflicción encima, con un tremendo peso, con una opresión, una carga. Esta carga para ellos era esa riqueza. Ellos suponían que con eso estaban salvados, pero la misma riqueza que ellos pensaban que tenían los estaba hundiendo, porque los hacía independientes, indiferentes. No se preocupaban de sus hermanos, no se preocupaban ni de la casa, ni menos de los demás de afuera, no se preocupaban de nada porque estaban ricos. Pero el Señor los ve como desventurados. Esta riqueza por la que ellos creían ser sostenidos, curiosamente, es lo que les estorbaba y degradaba, más curioso todavía. No estoy hablando aquí contra no tener ni trabajar. No me refiero a estas cosas. Me refiero a que ellos tenían su confianza en estas cosas.

Muchas veces hemos oído de iglesias que están cargadas con deudas, que están con los recursos justos, que parece que no les alcanza para una cosa y otra. Pero aquí es al revés, la riqueza viene a ser su carga. Y el corazón del Señor como diciéndole: "¡Miserable!". Pero se manifiesta así. Quiero que lo vean así, porque es así como se manifiesta, con compasión. "Tú eres un miserable, y no te das cuenta. Yo estoy sufriendo por eso, y no te das cuenta".

Las quejas amorosas del Señor

Tercero. "Tú eres pobre". La palabra transmite el sentido del mendigo que anda por la calle pidiendo. Debido al concepto del Señor en cuanto a riqueza, colocó a esta iglesia que aparentemente era tan rica en la condición de un vil mendigo, o como no poseyendo nada que realmente valiera la pena tener.

"Tú eres ciego". Le falta visión, no ve más que sus estrechos límites, en sus cosas bonitas, en sus apariencias externas, en su conocimiento tal vez, pero no ve nada más. No tiene visión para ver la obra del Señor alrededor del mundo, no tiene visión para ver más allá de los límites de su localidad. En un momento determinado, no tiene visión para ver a estos hermanos de los cuales se nos compartía el domingo pasado, que están presos, encadenados, las mujeres violadas, cuando Ezequiel fue y estuvo atónito. No tienen ojos para ver eso, porque están demasiado centrados en sí mismos y en lo de ellos, y en sus riquezas y en sus cosas. No tienen ojos para ver que otros se están perdiendo y que no hay quien los libre. "¿A quién enviaré, quién irá?", dice el Señor. Pero estamos muy entretenidos aquí. ¡El Señor nos socorra!

"Tú eres desnudo", dice finalmente. Tú eres desnudo, despojado del ropaje de gloria y hermosura que debiera adornar a la iglesia como a la novia de Jesucristo. Ese traje de lino fino que son las obras justas de los santos. No lo tenía, "porque de nada tengo necesidad".

Notemos sí, como lo he dicho, que todas estas palabras están impregnadas de compasión. Eso es bueno que lo veamos. Esta descripción que el Señor da está llena de compasión. No está enojado, no son palabras de enojo (aunque yo hablo un poco apasionado de repente). Por eso, quiero hacer la distinción. No está enojado con la situación en que se encuentra la iglesia, porque todo eso él puede remediarlo. ¡Aleluya! Su enojo radica, si pudiéramos hablar así, en que ellos están satisfechos con esas cosas. Eso sí es algo que puede enojar o doler, diría más bien, el corazón del Señor. Lo aflige.

"Desventurado". La condición que siempre apela a la simpatía. Una persona que está sufriendo, ¿Qué es lo que produce en un corazón sensible?: "Si pudiera ayudar en algo".

"Miserable..." Compasión.

"Ciego..." Uno que no puede andar por sí solo, tantea para que otro lo tome y lo lleve. Eso le da pena al Señor.

"Desnudo..." Dan ganas de tirarle un abrigo para que se cubra.

¡Tales personas están diciendo: "Rico soy y me he enriquecido, y no tengo necesidad de nada"!

Y aquí es donde descansa la nota más honda de miseria que más clama por una mayor compasión. El consejo del Señor dice así, que encuentra incluso un descubrimiento de lo amoroso, de lo benigno de su corazón. Primero, su deseo expresado: "Ojalá fueses frío o caliente" . Segundo, su intención: "Te vomitaré de mi boca". Por último, su consejo inmediato: "Compra de mí, compra de mí..." Hemos dicho ya que hay infinitamente más posibilidades para una persona que está fría que para uno tibio, porque el tibio piensa que está bien. El frío en un momento puede reaccionar y volverse al Señor de corazón. Pero el que esta tibio, no está ni aquí ni allá. "Estoy bien", dice, "no tengo necesidad de nada". El frío, de repente, pudiera ser que reaccione y se vuelva caliente. Hay más esperanzas para el frío que para el tibio. Hay más esperanzas para un hombre que está fuera de la iglesia que para un hombre que está dentro de la iglesia, suficientemente cerca del calor, pero sin apreciarlo.

Hermanos, disculpen, yo también tengo que exhortar a mi alma. ¡Alabo al Señor! Pero, de repente, al mirar cuando estamos alabando al Señor, hay hermanos alabando, pero hay otros que parece que están en otro lado, como esperando que se termine la alabanza tal vez, para ver qué cosa nueva nos irán a decir, qué cosa nos irán a predicar, qué cosa entretenida... No están ordenando a su alma que alabe al Señor. A mí también me cuesta a veces. También le tengo que decir: "Alma mía, alaba al Señor", porque mi carne a veces me pesa también, como a todos. Pero una cosa sé: "¡Él es digno de ser alabado!". Y vamos a combatir, para alabarlo a él. Y cuando venga la opresión del enemigo para acusarnos de pecado, o a tentarnos, lo vamos a resistir en el nombre de Jesús, por la sangre de Jesús, y vamos a alabar al único que es digno. ¡Porque para eso nos escogió él, columna y baluarte de la verdad, para proclamar la verdad, para declararla, para que en este lugar su nombre sea glorificado, para que sus enemigos huyan, pero su nombre sea enaltecido!

"¡Ojalá fueses frío o caliente!" Es como un llanto. "Ojalá..." Me acuerdo del llanto del Señor, afuera de las puertas de Jerusalén. Ojalá... "Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste" (Mateo 23:37). ¡Ojalá fueses frío o caliente! Pero no tibio, porque tibio te tendré que vomitar. Te vomitaré, no puedo hacer de otra manera.

"Te vomitaré". Con esto, no trata de separar al cristiano de su relación con Cristo. Es un llamado a una iglesia que tiene un candelero, que da testimonio y que pudiera perder ese testimonio. Pero el Señor está allí, aún diciendo, dando el consejo, exhortando, manifestándose como él es, expresando que él no se pasa más allá, ni es más acá. Lo que él dice es justo, es verdadero: él es el testigo fiel y verdadero.

El Señor desea mostrarles que la verdadera riqueza, el verdadero ropaje, todo lo que ellos necesitan está en él y solamente en él. El único impedimento para la iglesia será que continúe con la vana ilusión que es rica y no tiene necesidad de nada. La iglesia retornará a la bendición si baja hasta el polvo, al lugar de la humillación, al lugar del corazón quebrantado, al lugar donde en verdad pueda decir "Yo soy pobre y miserable, ciego y desnudo, ¡pero el Señor es rico!" ¡Aleluya! Entonces, él consolará con el amor de su corazón y enriquecerá con sus indecibles riquezas y vestirá con su propio ropaje blanco, de lino fino que son las acciones justas de los santos. Porque cuando dice: "compra", hay una gracia allí y el Señor está dispuesto a dar la gracia. "El que busca, encuentra; el que pide, recibe; al que llama, se le abrirá".

Pero también hay un elemento sutil, porque si bien no estamos aquí hablando de la salvación... (Quiero que se entienda bien: no estamos hablando aquí de la salvación; la salvación la tenemos todos los que creemos. Todo aquel que ha recibido al Señor Jesús en su corazón, es salvo. Y a eso no hay vuelta que darle). Pero estamos hablando aquí del testimonio de una iglesia, de un testimonio en el mundo, de un candelero, al cual el Señor le está hablando. Pero que de alguna forma, por qué no decirlo, también nos toca a nosotros como personas naturales y nos hace revisar las cosas en nuestro corazón, para volvernos también al Señor en lo que no corresponda y cómo vamos a ir viendo adelante, según su propio consejo. Él dice en el fondo: "Busca todo en mí".

La luz brillante del amor

Y, de repente, como un relámpago, como fuera de contexto total, después de estas quejas, después de estos consejos, como una luz brillante que ilumina la iglesia en Laodicea y, con un corazón lleno de infinito amor, llega a esta declaración: "Yo reprendo y castigo a todos los que amo". ¡Yo reprendo y castigo a todos los que amo! ¡Aleluya! El Señor podría haber dejado a la iglesia, podría haberla abandonado, pero él la amó, ¡la amó! La amó a pesar de sus fracasos, la amó. Y su amor era la razón de esta reprensión y consejo. Su amor, ¡su amor! Su amor es la razón por la cual la exhorta, le dice las verdades. Es sólo su amor. No es porque quiera maltratarla, es porque la ama. La amó hasta dar su vida por ella, por eso le habla así.

Luego, siguen las palabras llenas de una gran urgencia: "Sé, pues, celoso, y arrepiéntete". Sé, pues, celoso y arrepiéntete… ¿Pero, cómo podrán retornar? Están tan lejos, se fueron tan lejos. ¿Podemos apreciar lo lejos que se fueron? Se fueron lejos, lejos. Pero, hermanos, no tienen que viajar mucho, aún cuando la distancia sea grande. No tienen que viajar mucho, aunque se hayan ido lejos. ¡Pues él está a nuestro lado!

El dolor del Cristo excluido

Escuchemos estas palabras llenas de gracia: "He aquí, yo estoy a la puerta, y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a el, y cenaré con él, y él conmigo". ¡Qué revelación más grande y sorprendente! Esto se ha dicho otras veces desde este púlpito, pero lo vuelvo a repetir ahora.

¿Sabes? La iglesia en Laodicea tenía todo lo material, no le faltaba nada. Pero, ¿sabes cuál era su desgracia? ¿Dónde está Cristo? Está afuera de la puerta. Está llamando afuera de la puerta. Es cierto que nosotros hemos usado este pasaje muchas veces para evangelizar a personas que no conocen al Señor: "Abre la puerta de tu corazón, y el Señor entrará". Está bien, pero en este le está hablando a una iglesia. ¡El Señor está afuera! Tienen coros, tienen sillas, piso alfombrado, tienen instrumentos, tienen canto, no son fríos completamente. Quizás tengan doctrinas correctas, ¡pero Cristo está afuera! Esa es la desgracia, esa es la revelación sorprendente: él está excluido. Tienen todo, excepto a Cristo Jesús: él esta afuera de la puerta.

"Y llamo..." Excluido, y llamo... ¡Oh, Señor! ¿Podemos entender esto, hermanos? Que el Señor nos ayude. Él hizo todas las cosas. Él dejó el cielo, dejó su trono de gloria por amor a nosotros, por amor al mundo ("De tal manera amó Dios al mundo que ha dado su hijo unigénito"). Y él vino. "¿A quién enviaré? Heme aquí, envíame a mí", dijo el Señor. "Yo voy, yo iré". Siendo rico, se hizo pobre, ¡bendito sea el Señor!, para enriquecernos a nosotros. Él dejó el cielo, se hizo como hombre, se humilló... ¡y su pueblo lo rechazó! El mundo que él había hecho lo rechazó. Lo crucificaron. Lo pusieron en la cruz, con clavos de hierro lo traspasaron. Cristo excluido de su mundo, de su pueblo Israel. Ellos le crucificaron a través del poder romano.

Pero, ahora, no sólo excluido de ellos. También, ¡oh, Señor!, excluido de la iglesia en Laodicea, fuera de la puerta y llamando. ¡Oh, Señor! Sin embargo, él espera. Y, ¿para qué? Para que un hombre o una mujer, ("si alguno oye mi voz"), le permita entrar. Y él dice: "...entraré a El, y cenaré con él, y él conmigo". "Y yo seré su huésped, cenaré con él, él será mi huésped, ¡aleluya!, y él conmigo. Me sentaré a la mesa de su amor que me abre el corazón, y satisfaré mi corazón", dice el Señor, porque su delicia está con los hijos de los hombres. Él quiere gobernar en nuestro corazón. Él nos ama, nos amó hasta el fin. Él se sentará a la mesa que mi amor proveerá, y satisfará su corazón. Es mutuo.

¡Oh, hermanos, ved la visión! La apostasía confrontada con la fidelidad. La falsedad contrastada con la verdad. La adornada pobreza cara a cara con la infinita riqueza. Una aparente riqueza pero que es una adornada pobreza frente a la verdadera riqueza, la cual es Cristo en nosotros, la esperanza de gloria. La tibieza y la hipocresía enfrentadas a la compasión y devoción.

"He aquí, yo estoy a la puerta y llamo". ¿Qué quieres tú, oh Señor coronado? ¿Qué quieres tú llamando a la puerta?: "Un hombre, solamente un hombre que abra la puerta para que yo pueda entrar a él, y cenar con él, y él conmigo".

Una gran promesa para grandes vencedores

Finalmente, hermanos, como último punto, notaremos la promesa para el vencedor: "Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono. El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias". Es una promesa sublime, ¡es una tremenda promesa! ¿Podemos captar lo que está diciendo, hermanos? Lo que está diciendo el Verdadero, el Amén: "¡Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono!". ¡Señor, qué promesa para el vencedor! Es como que el Señor se diera cuenta que a esta iglesia le toca la batalla más dura, que parece que salir de esto fuera lo más difícil. Y, en consecuencia, le da también una promesa para el que venciere, para el que abra la puerta: él le permitirá que se siente en el trono con él, como él se ha sentado en el trono con su Padre.

Habla con compasión. Sabe que la opresión que tienen es grande, pero él les da esta promesa, y en el fondo les dice: "No importa que estés tan lejos, porque yo estoy a la puerta y llamo, estoy aquí. Sólo tienes que abrir el corazón, y yo entraré. Deja tu tibieza, tu pecado, y ven a la luz, para que tus obras sean reprendidas y sean perdonadas". ¡Aleluya!

¿No hay en esas palabras una sugerencia de la misma tentación que el Señor Jesús tuvo que afrontar? Él dice: "Al que venciere ... como yo he vencido". ¿Cómo venció? ¿Qué quiere decir? Puede que se agolpen muchos pensamientos en nuestra mente en este momento, para contestar qué quiere decir. Pero, mira, él le está hablando a gente cuyo supremo mal es que tratan de ir por el camino fácil. Ellos no tienen compasión por nadie, no les importa el mundo perdido, ni sus hermanos encadenados. No tienen necesidad de nada, les bastan sus propias riquezas. No tienen compasión, no tienen entusiasmo tampoco por el Señor. Son tibios. Y él le dice a esta gente: "Venced, como yo también vencí".

¿No es evidente aquí que se recuerda una sutil tentación? Pongamos atención a esto último. ¿Qué tentación tuvo el Señor en el desierto, una de las principales? ¿Qué le dijo Satanás en el desierto el Señor? Le dijo que le daría todos los reinos de la tierra, si postrado le adoraba. No voy a profundizar sobre esto a estas alturas. Pero, en realidad, lo que le estaba diciendo allí era que le daba todo lo que él igual iba a tener, ¡pero sin dolor, sin clavos, sin vituperio, sin azotes, sin sangre y sin cruz!

Y esa sutileza no sólo fue allí, en el desierto. Cuando Pedro le dice: "Señor, ten compasión de ti mismo, en ninguna manera esto te acontezca", el Señor le dice: "Apártate de mí, Satanás". Viendo que la intención del enemigo era evitar eso. Que lo adorara, que se postrara a él. Alguien también podrá discurrir y decir: pero, bueno, ¿no dice acaso que si los príncipes de este mundo hubieran sabido, nunca hubieran crucificado al Señor de gloria? Lo que pasa es que ellos querían ganar esta primera batalla, que el Señor se doblegara ante Satanás y lo adorara como Dios. Pero el Señor dijo: "Al Señor tu Dios adorarás, y a él sólo servirás" (Lucas 4:8).

Y cuando esto no resultó, ni por la tentación en el desierto con Satanás, ni con Pedro y sus discípulos íntimos que lo trataban de sacar de la cruz, entonces ellos dijeron: "Bueno, lo mataremos, para que entonces se termine, porque yo soy el dios de este mundo, porque yo gané cuando vencí en el huerto del Edén, y tengo potestad sobre toda carne y el mundo me pertenece". Y Dios mismo dijo, hablando de Satanás, que es el dios de este mundo, y eso es verdad. Y eso mismo argumentan algunos que son adoradores conscientes o inconscientes de Satanás, y dicen: "Si el mismo Jesús dijo que el era dios de este mundo, entonces inclinémonos ante el dios de este mundo para que nos vaya bien". Pero él es el usurpador, porque Jesús ¡le venció! ¡Gloria al Señor! ¡Aleluya!

Finalmente, voy a decir algo con mucho cuidado. Es delicado, me expongo. Pero, el eco de esa tentación también lo podemos ver en el Getsemaní. Y por eso es que digo que la tentación no es pecado. Tentación no es pecado, ¿está claro? Así que no te asustes cuando eres tentado; no es pecado. Un eco, sólo un eco, como un fantasma, como un espectro en el huerto de Getsemaní, allí antes, antes de afrontar las cosas que venían: "Padre... Padre -en su humanidad-, si es posible, pase de mí esta copa". La copa era dura. Él iba a sufrir, porque era hombre. ¡Era hombre, hermanos! ¡Era hombre, como tú como yo, con sentimientos! Era perfecto. A él le dolía más que lo que nos duele a nosotros cuando somos heridos. A él le dolía más, porque era perfecto. "Si es posible, pase de mí esta copa". De alguna forma, el enemigo le decía: "No te sacrifiques, ¿por qué esta vida esforzada? ¿Por qué has de estar determinado para ir por la vía dolorosa? Adórame a mí". ¡Pero Jesús venció! "¡No se haga mi voluntad, sino la tuya!". ¡Pero él venció y se sentó con su padre en su trono! ¡Aleluya! ¡Gloria a Dios! ¡Aleluya! ¡Jesús venció! ¡Aleluya! Habiendo tomado el único camino que culminaría en la coronación, lo tomó el Señor. ¡Bendito sea su nombre para siempre! ¡Gracias, Señor!

Lo último, que quede esta figura del Cristo excluido. ¡Oh, como ha sufrido él y sufre aún! Por su propia voluntad, fue excluido de sus cielos para la salvación de los hombres perdidos y luego excluido de su nación por la ceguera de esa nación, y más tarde excluido de su mundo por la aparente victoria de las fuerzas del mal. Y ahora, pesa decirlo, excluido tantas veces de su propia iglesia por la tibia indiferencia de aquellos que se imaginan tener todo cuando no tienen nada.

Admitir nuevamente a Cristo

Por último, la incomparable paciencia y ternura de este mismo Hijo de Dios, insultado, excluido y a punto de escupir de su boca a aquello que le es completamente aborrecible, como es la tibieza. Él aún espera, porque todavía no ha llegado el castigo, todavía no ha dejado caer su mano. Todavía no ha llegado el vómito, pero llegará. Y él aún espera, llamando a la puerta, deseoso de entrar en una nueva comunión con algún hombre. ¡Aleluya! No se puede agregar nada que muestre mayor ternura. Sin embargo, aprendemos que el único remedio para la tibieza es admitir nuevamente al Cristo excluido.

La apostasía tiene que ser confrontada con su fidelidad, la ligereza con una convicción que emane de su autoridad, la pobreza con su riqueza, la frialdad con el grandioso fuego de su entusiasmo y la muerte con la vida divina que está contenida en su don que hemos recibido, y que ha recibido todo aquel que ha recibido a Jesús en su corazón.

No hay otro remedio para la nostalgia del cielo, para la maldad del mundo, para la tibieza de la iglesia, que el admitir nuevamente a Cristo en nuestros corazones. ¡Sea bendito su nombre! ¡Gloria al Señor! ¡Gracias, Señor! ¡Amén, gracias, Jesús!


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AGUAS VIVAS
http://www.aguasvivas.cl/
 

http://www.tscpulpitseries.org/spanish/ts020325.htm

La Fe Sin Intimidad No Es Fe
(Faith Without Intimacy Is Not Faith At All)


Por David Wilkerson
25 de marzo de 2002
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Siempre me ha asombrado la pregunta que Jesús hace en Lucas 18:8: “...Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallara fe en la tierra?” ¿A qué se refería el Señor con esto? Mientras observo la iglesia de Jesucristo hoy en día, pienso que ninguna otra generación ha estado tan centrada en la fe como la nuestra.

Todo el mundo parece estar hablando de la fe. Abundan los sermones sobre el tema. Clases y conferencias acerca de la fe toman lugar por todo el país. Libros sobre el tema llenan los libreros de las librerías cristianas. Multitudes de cristianos a tropel asisten reuniones para sostenerse y fortalecerse por un mensaje acerca de la fe.

En la actualidad, existen predicadores de fe, maestros de fe, movimientos de fe, hasta iglesias de fe. Claramente, si existe un tipo de especialización de temas en la iglesia hoy es sobre el asunto de la fe.

No obstante, tristemente, lo que la mayoría de las personas consideran como fe en la actualidad no es fe en absoluto. En efecto, Dios rechazará mucho de lo que es llamado y practicado como fe. Simplemente no lo aceptará. ¿Por qué? Es una fe corrompida.

En la actualidad, muchos predicadores humanizan totalmente el tópico de la fe. Ellos describen la fe como si tan sólo existiera para ganancia personal o para llenar necesidades propias. He escuchado a algunos pastores decir: “La fe no es acerca de pedirle a Dios lo que necesitas. Es acerca de pedirle lo que sueñas. Si lo puedes soñar, lo puedes tener”.

La fe que estos hombres predican está atada a la tierra, arraigada en este mundo, materialista. Anima a los creyentes a orar: “Señor, bendíceme, prospérame, dame.” No consideran las necesidades de un mundo perdido. No puedo enfatizarlo lo suficiente: esta clase de fe no es la que Dios está deseando de nosotros. No puede tratarse de ganancia sin santidad.

Existe una doctrina de fe particularmente peligrosa que está siendo defendida hoy en día. Ésta afirma que los creyentes más santos son aquellos que han “trabajado su fe” para obtener una vida cómoda para sí mismos. Según esta doctrina, las personas que debemos emular son aquellas que conducen los autos más grandes y caros, y que son dueños de las casas más grandes y lujosas.

Esto es una herejía absoluta. Si fuera así, entonces los creyentes más santos fueran aquellos que estafan a los demás en sus finanzas. Significaría que nuestra concentración diaria sería buscar cada oportunidad para ganancia propia. Eso simplemente no es el evangelio de Jesucristo.

Sin embargo, mi enfoque en este mensaje no es acerca de predicadores de prosperidad ni doctrinas de ganancia personal. Es acerca de aquellos que verdaderamente aman a Jesús, y quieren vivir por fe en una forma que le agrada a él. Mi mensaje a tales creyentes es este: toda fe verdadera nace de la intimidad con Cristo. En efecto, si tu fe no sale de esa intimidad, no es fe a la vista de Dios.

Hebreos 11 nos habla de un patrón
bíblico de intimidad.


Al leer Hebreos 11, encontramos un denominador común en las vidas de las personas mencionadas. Cada uno tenía una característica particular que denota la clase de fe que Dios ama. ¿Cuál era este elemento? Su fe nació de una intimidad profunda con el Señor.

El hecho es que es imposible tener una fe que agrada a Dios sin compartir intimidad con él. ¿Qué quiero decir con intimidad? Estoy hablando de una cercanía al Señor que sale de añorarlo. Esta clase de intimidad es un vínculo personal, una comunión. Viene cuando deseamos al Señor más que cualquier otra cosa en esta vida.

Miremos tan sólo cuatro ejemplos de siervos llenos de fe que caminaron cerca de Dios, como fueron mencionados en Hebreos 11:

1. Nuestro primer ejemplo es Abel. Las Escrituras declaran: “Por la fe Abel ofreció a Dios más excelente sacrificio que Caín, por lo cual alcanzó testimonio de que era justo, dando Dios testimonio de sus ofrendas; y muerto aún habla por ella.” (Hebreos 11:4)

Quiero mencionar varias cosas significativas acerca de este verso. Dios mismo testificó primero acerca de los regalos y ofrendas de Abel. (Note que hubo mas de una ofrenda. Claramente, Abel ofrecía sacrificios a Dios con frecuencia.)

Segundo, Abel tuvo que construir un altar al Señor, en el lugar donde hacía sus sacrificios. Y él no ofrecía tan sólo corderos sin mancha para el sacrificio, sino que también la grosura de esos corderos. Las Escrituras nos dicen: “Abel trajo también, de los primogénitos de sus ovejas y de lo más gordo de ellas.” (Gen. 4:4)

¿Qué significa lo gordo aquí? El libro de Levítico dice lo siguiente de la grosura: “vianda es de ofrenda que se quema en olor grato a Jehová; toda la grosura es de Jehová.” (Lev. 3:16) En resumen, la grosura es comida para Dios.

Verás, la grosura era la parte del sacrificio que hacía ascender un dulce aroma. Esta parte del animal se encendía rápidamente y era consumido, trayendo un aroma dulce. El Señor dijo acerca de la grosura: “Estatuto perpetuo será por vuestras edades, dondequiera que habitéis, que ninguna grosura ni ninguna sangre comeréis.” (3:17) La grosura es del Señor.

Aquí la grosura es un tipo de oración o comunión que es aceptable a Dios. Representa nuestro ministerio al Señor en la habitación secreta de oración. Y el Señor mismo dice que tal adoración íntima sube a él como un aroma de dulce sabor.

Abel es mencionado en la Biblia como el primero que hizo este tipo de adoración. Abel permitió que el sacrificio y la grosura fueran consumidos en el altar del Señor. Eso significa que él esperó en la presencia de Dios hasta que su sacrificio subió al cielo.

Por esta razón Abel aparece en la lista de la sala de la fe en Hebreos 11. Él es el tipo de siervo que estaba en comunión con el Señor, ofreciéndole a él lo mejor que tenía. Como Hebreos declara, el ejemplo de Abel vive hoy como testimonio de una fe viviente y verdadera: “...muerto aún habla por ella.” (Hebreos 11:4)

¿Cómo obtuvo Abel tal fe? Piense en las asombrosas conversaciones que este joven escuchó entre sus padres, Adán y Eva. La pareja obviamente hablaba de sus primeros días en el jardín con el Señor. Sin duda, ellos mencionaron sus tiempos de comunión maravillosa con Dios, caminando y hablando con él durante el atardecer.

Imagínese lo que pasaría por la mente de Abel mientras él escuchaba estas historias. Probablemente, pensó: “Que maravilloso debió ser. Mi padre y mi madre tuvieron una relación viva con el Creador mismo.”

Mientras Abel consideraba esto, quizás tomó una decisión en su corazón: determinó que no viviría de la historia de sus padres. No se podía conformar con una mera tradición pasada a él. Él necesitaba tener su propio toque de Dios.

Podría ser que Abel se dijo a sí mismo: “No quiero escuchar más acerca de experiencias pasadas con el Señor. Quiero conocerlo ahora por mí mismo, hoy. Quiero una relación con él, tener compañerismo y comunión con él.”

Esta es la misma clase de “grosura” que debemos ofrecerle a Dios hoy. Como Abel, debemos darle lo mejor de nuestro tiempo, en nuestra habitación secreta de oración. Y debemos pasar suficiente tiempo allí, en su presencia, permitiéndole que consuma nuestras ofrendas de adoración y compañerismo íntimo.

Ahora, compara la ofrenda de Abel con la de su hermano, Caín. Caín le llevó fruta al Señor, una ofrenda que no requería un altar. No hubo grosura, ni aceite, nada para ser consumido. Como resultado, no hubo aroma dulce que subiera al cielo.

En otras palabras, no hubo intimidad, ningún intercambio personal entre Caín y el Señor. Ves, Caín llevó un sacrificio que no requería que el se quedara en la presencia de Dios, buscando su compañerismo. Por esta razón las Escrituras dicen que la ofrenda de Abel fue: “más excelente” que la de Caín.

Ahora bien, no se equivoque: Dios honró el sacrificio que Caín le llevo. Pero el Señor mira el corazón, y él sabía que Caín no añoraba estar en su presencia. Eso estaba claro por el sacrificio que Caín escogió para ofrecerle.

En mi opinión, Caín representa a muchos cristianos en la actualidad. Tales creyentes van a la iglesia cada semana, adorando a Dios y pidiéndole que les bendiga y prospere. Pero ellos no tienen deseos por intimidad con el Señor. Ellos quieren que su Padre celestial les conteste sus oraciones, pero no desean una relación con él. Ellos no buscan su rostro, ansían su cercanía, ni añoran su comunión. Como Caín, ellos simplemente no tienen deseos de quedarse en su presencia.

Por contraste, el siervo íntimo y fiel busca el toque de Dios en su vida. Como Abel, no se conformará con menos. Este siervo se dice a sí mismo: “He determinado darle al Señor todo el tiempo que él requiera de mí en compañerismo. Ansió escuchar su voz suave y apacible hablándome. Así que me voy a quedar en su presencia hasta que él me diga que esta satisfecho.”

2. Enoc también disfrutó de un compañerismo cercano con el Señor. En efecto, su comunión con Dios fue tan íntima, que el Señor le trasladó a la gloria con él, mucho antes que su vida hubiera terminado en la tierra. “Por la fe Enoc fue traspuesto para no ver muerte, y no fue hallado, porque lo traspuso Dios; y antes que fuese traspuesto, tuvo testimonio de haber agradado a Dios.” (Hebreos 11:5)

¿Por que el Señor escogió llevarse a Enoc? Las palabras de apertura de este verso nos dicen claramente porque: fue a causa de su fe. Además, la frase de cierre nos dice que la fe de Enoc agradó a Dios. La palabra raíz griega para agradar aquí significa plenamente unidos, completamente de acuerdo, en unidad total. En resumen, Enoc tuvo la comunión más cercana posible con el Señor que cualquier ser humano pudo disfrutar. Y este compañerismo íntimo era agradable a Dios.

La Biblia nos dice que Enoc comenzó a caminar con el Señor después que engendró a su hijo, Matusalén. Enoc tenia sesenta y cinco años en ese tiempo. Él entonces pasó los próximos 300 años compartiendo con Dios íntimamente. Hebreos aclara que Enoc estaba tan en contacto con el Padre, tan cerca de él durante horas de comunión, que Dios decidió llevarlo a casa con él. El Señor le dijo a Enoc, en esencia: “No deseo dejarte en la carne. Para aumentar mi intimidad contigo, tengo que traerte a mi lado.” Así que Dios se lo llevó rápidamente a la gloria.

Según las Escrituras, fue la intimidad con Enoc que tanto agradó a Dios. A nuestro conocimiento, este hombre nunca obró un milagro, nunca desarrolló una teología profunda, y nunca hizo grandes obras dignas de ser mencionadas en las Escrituras. En su lugar, leemos esta simple descripción de la vida de este fiel hombre: “Enoc caminó con Dios.”

Enoc tuvo comunión íntima con el Padre. Y su vida es aun otro testimonio de lo que significa caminar verdaderamente en fe.

3. Nuestro próximo ejemplo de un caminar de fe cercano con Dios es Noé. Hebreos nos dice: “Por la fe Noé, cuando fue advertido por Dios acerca de las cosas que aún no se veían, con temor preparó el arca en que su casa se salvase; y por esa fe condenó al mundo y fue hecho heredero de la justicia que viene por la fe.” (Hebreos 11:7)

Mientras leemos la historia de este hombre en Génesis, descubrimos que “Pero Noé halló gracia ante los ojos de Jehová.” (Gen. 6:8) El próximo verso nos dice como él encontró gracia: “...con Dios caminaba Noé” (6:9) Claramente, Noé conocía la voz de Dios. Cada vez que el Señor le hablaba, él obedecía. Una y otra vez leemos: “Entonces Dios dijo a Noé...” y “... Noé hizo conforme a todo lo que Jehová le había mandado.” (Vea 6:13, 22; 7:1, 5; 8:15, 18)

Trata de imaginarte el tiempo que Noé habrá pasado a solas con Dios. Después de todo, él tenía que recibir instrucciones detalladas del Señor acerca de cómo construir el arca. Sin embargo, la intimidad de Noé con Dios fue más allá de la dirección que recibió. Las Escrituras dicen que el Señor compartió su corazón con Noé, mostrándole la maldad en los corazones humanos. Y él le reveló sus planes a Noé para el futuro de la humanidad.

4. Abrahán también compartió un compañerismo íntimo con el Señor. Considera la forma en que Dios mismo describió su relación con este hombre: “...Abrahán, mi amigo” (Is. 41:8) De igual manera, el Nuevo Testamento nos dice: “Abrahán creyó a Dios...” “... y fue llamado amigo de Dios.” (Stgo. 2:23)

Que increíble elogio es ser llamado el amigo de Dios. Muchos cristianos han cantado el himno muy conocido: “Qué amigo tengo en Jesús.” Estos pasajes bíblicos hacen llegar esa verdad con poder. Que el Creador del universo llame a un hombre su amigo parece algo que va más allá de la comprensión humana. Sin embargo, esto sucedió con Abrahán. Es una señal de la gran intimidad de este hombre con Dios.

La palabra hebrea que Isaías usa para amigo aquí significa afecto y cercanía. Y en griego, las palabras de Santiago para amigo significan un asociado querido y cercano. Ambas insinúan una intimidad profunda y compartida.

El resultado de la intimidad no es tan
sólo un afecto cercano por el Señor,
sino que también es una creciente
separación de este mundo.


Mientras más cerca estamos de Cristo, más grande es nuestro deseo de vivir totalmente en su presencia. Además, comenzamos a ver más claramente que Jesús es nuestro único y verdadero fundamento.

La Biblia nos dice que Abrahán: “porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios.” (Hebreos 11:10). Para Abrahán, nada en esta vida era permanente. Las Escrituras dicen que el mundo era “un lugar extraño” para él. No era un lugar donde echar raíces.

Sin embargo, Abrahán no era un místico. Él no era un ascético con aires de santidad que vivía en una neblina espiritual. Este hombre vivió una vida sencilla, profundamente involucrado en los asuntos del mundo. Después de todo, él era dueño de miles de cabezas de ganado. Y él tenia suficientes sirvientes como para formar una pequeña milicia. Abrahán tuvo que ser un hombre muy ocupado, dirigiendo a sus sirvientes y comprando y vendiendo ganado, ovejas y chivos.

Todavía, de alguna manera, a pesar de sus muchos asuntos de negocios y responsabilidades, Abrahán encontró tiempo para tener intimidad con el Señor. Y porque él caminaba bien cerca con Dios, estaba cada vez más insatisfecho con este mundo. Abrahán era rico, próspero, con suficientes cosas buenas para mantenerlo ocupado. Sin embargo, nada en esta vida podía distraerlo de su anhelo por la ciudad celestial que estaba adelante. Cada día, él anhelaba más y más estar cerca de ese mejor lugar.

La ciudad celestial por la cual Abrahán sentía anhelo no era un lugar literal. Mas bien, era estar en casa con el Padre. Verás, la palabra hebrea para esta frase: “ciudad celestial” es Pater. Sale de la palabra raíz que significa Padre. Así que la ciudad celestial que Abrahán buscaba era, literalmente, un lugar con el Padre.

¿Qué significa esto para nosotros hoy en día? Significa que movernos hacia esa ciudad celestial no es tan sólo acerca de lograr el cielo alguno día en el futuro. Es acerca de anhelar experimentar diariamente la presencia del Padre ahora mismo.

El libro de Hebreos nos dice que los cuatro hombres que mencioné - Abel, Enoc, Noé y Abrahán - murieron en fe (ver Hebreos 11). Cada hombre estaba separado del espíritu del tiempo en que vivían. Y cada uno estaba buscando una ciudad diferente. El mundo simplemente no era su hogar.

Sin embargo, esto no significaba que ellos estaban esperando hasta llegar al cielo para disfrutar de la cercanía con el Padre. Al contrario, como peregrinos pasando por esta vida, ellos continuamente buscaban la presencia de Dios. Nada en este mundo podía detenerlos de seguir adelante, buscando un caminar más profundo y cercano con el Padre.

Por sus fieles ejemplos, estos hombres estaban diciendo: “Estoy buscando un lugar más cercano a mi Padre. Y ese lugar esta más allá de lo que este mundo tiene que ofrecer. Aprecio los muchos dones santos que Dios me ha dado en mi amada familia y piadosas amistades. Nada en este mundo puede reemplazar el amor que tengo por ellos. Pero yo sé que existe un amor más grande para ser experimentado con el Padre.”

Hebreos 11 habla de muchos otros quienes su caminar de fe agradó al Señor. Por fe, estos siervos obraron grandes milagros e hicieron muchas cosas asombrosas. Y mientras examinamos sus vidas, vemos que ellos también compartieron un denominador común: ellos abandonaron este mundo y sus placeres para caminar más cerca de Dios.

¿Puede hacer esta misma declaración? ¿Su corazón anhela un caminar más cercano con el Señor? ¿Existe una creciente insatisfacción en usted con las cosas de este mundo? O, ¿está su corazón atado a las cosas temporales?

Sin intimidad, tu fe no es una fe
verdadera a los ojos de Dios.


Marcos 4 relata una historia con Jesús y sus discípulos en un barco, sacudidos por una tormenta en el mar. Al entrar en la escena, Cristo ha calmado las olas con una sola orden. Ahora él se vuelve a sus discípulos y les pregunta: “¿Cómo no tenéis fe?” (Marcos 4:40)

Quizás pienses que esto suena severo. Era humano tener temor en una tormenta como esa. Pero Jesús no los reprendía por esa razón. Mas bien, él les estaba diciendo: “Después de todo este tiempo conmigo, aun no saben quien soy. ¿Cómo es posible que caminen conmigo por tanto tiempo, y que no me conozcan íntimamente?”

En realidad, los discípulos estaban asombrados por el extraordinario milagro que Jesús acababa de hacer. Las Escrituras dicen: “Entonces aún temieron con gran temor y se decían el uno al otro: --¿Quién es éste, que hasta el viento y el mar le obedecen?” (4:41)

¿Puede imaginárselo? Los mismos discípulos de Jesús no le conocían. Él había llamado personalmente a cada uno de estos hombres para que le siguiera. Y ellos habían ministrado a su lado, a multitudes de gentes. Ellos habían hecho milagros de sanidad, y habían alimentado una concentración grande de gente hambrienta. Pero aún eran extraños acerca de quien realmente era su Maestro.

Trágicamente, lo mismo es cierto hoy. Multitudes de cristianos han viajado en el barco con Jesús, han ministrado a su lado, y han alcanzado multitudes en su nombre. Pero realmente no conocen a su Maestro. No han pasado un tiempo de intimidad con él. Nunca se han sentado calladamente en su presencia, abriendo su corazón a él, esperando y escuchando para comprender lo que él quiere decirles.

Vemos otra escena acerca de la fe de los discípulos en Lucas 17. Los discípulos fueron a Jesús, pidiendo: “¡Auméntanos la fe!” (Lucas 17:5)

Muchos cristianos hacen la misma pregunta en la actualidad: “¿Cómo puedo aumentar mi fe?” Pero no buscan al Señor por sí mismos por su respuesta. Al contrario, se apresuran a seminarios que afirman enseñarles a creyentes como aumentar su fe. O, compran un montón de libros que ofrecen diez pasos rápidos para aumentar la fe. O, viajan cientos de millas para escuchar conferencias acerca de la fe por evangelistas y maestros prominentes.

Les puedo decir sin lugar a dudas, que nunca aumentará su fe en estas formas. Si quiere que su fe aumente, tiene que hacer lo mismo que Jesús le dijo a sus discípulos en este pasaje. ¿Cómo contestó él a su pedido por fe? “...Prepárame cena, cíñete y sírveme hasta que haya comido y bebido...” (17:8)

Jesús estaba diciendo, en esencia: “Ponte tu vestidura de paciencia. Entonces ven a mi mesa y come conmigo. Quiero que me alimentes allí. Tu felizmente trabajas para mi todo el día. Ahora quiero que tengas comunión conmigo. Siéntate conmigo, abre tu corazón, y aprende de mí. Hay tantas cosas que deseo hablar a tu vida.”

No se conforme con más explicaciones teológicas de la fe. No busque más pasos para obtenerla. Váyase a solas con Jesús, y permita que él comparta su corazón con usted. La fe verdadera nace en la habitación secreta de oración íntima. Así que, vaya a Jesús y aprenda de él. Si pasa tiempo de calidad en su presencia, seguro que la fe vendrá. Él hará nacer la fe en su alma como nunca la conoció. Créame, cuando escuche su voz suave y apacible, la fe explotará dentro de usted.

Aquel país celestial - la ciudad con cimientos,
buscada por generaciones antes de nosotros – es el lugar donde vivimos ahora.


Ese lugar, esa ciudad, está en Cristo por fe. El descanso que nuestros padres anhelaban se encuentra en él. Hoy hemos recibido la promesa que ellos tan solo podían ver y abrazar de lejos por fe.

Jesús dijo: “Abrahán vuestro padre se gozó de que había de ver mi día; y lo vio y se gozó.” (Juan 8:56). Abrahán vio el día cuando Cristo vendría a la tierra y construiría el cimiento que él imaginó. Y el patriarca se regocijó al saber que un pueblo bendecido viviría en ese día. Él sabía que ellos disfrutarían acceso a una conversación celestial y comunión con Dios, sin interrupción.

Hoy, sin embargo, muchos cristianos están perdiendo esta promesa por completo. En su lugar, viven en un tumulto innecesario. Se apresuran de aquí para allá, tratando de trabajar una fe que “de resultados.” Están constantemente atrapados en un correr de actividades, haciendo cosas para Dios que al final son simplemente gravosas o cargas. Ellos nunca están en descanso pleno en Cristo. ¿Por qué? Ellos simplemente no se encierran con el Señor, para pasar un tiempo callado a solas con él.

Si esta enamorado de alguien, usted quiere estar en la presencia de esa persona. Ambos quieren compartir de sí mismos con el otro, abriendo sus corazones y siendo íntimos. Lo mismo es cierto de nuestra relación con Jesús. Si le amamos, debemos estar pensando constantemente: “Quiero estar con mi Señor. Quiero disfrutar su presencia. Así que me voy a acercar a él, y voy a esperar en su presencia hasta que sepa que él esta satisfecho. Me quedaré hasta que le escuche decir: “Vete ahora, y regocíjate en mi amor.”

En días recientes, he escuchado la voz suave y apacible del Señor susurrarme algo después de mis tiempos de oración con él. Él dice: “David, por favor no te vayas todavía. Quédate conmigo. Son tan pocos los que tienen comunión conmigo, tan pocos los que me aman, tan pocos los que se quedan a escuchar mi corazón. Y yo tengo tanto que compartir.” Es casi un clamor, una súplica que escucho en su voz.

Entonces el Señor me dice: “Déjame mostrarte donde encuentro tu fe, David. Es cuando vienes a mí. Es tu esperar por mí, ministrarme, hasta que escuchas y conoces mi corazón.”

“Tu fe está en tu deseo creciente de venir a mi presencia. Es en tu expectativa a nuestro próximo tiempo juntos. Es en ese sentido que has desarrollado, que estar a solas conmigo es el gozo de tu vida.”

“Ya no es pesado para ti acercarte a mí, ya no es una labor difícil. Ahora ansias ese tiempo todo el día. Tu sabes que cuando tus labores han terminado, vas a venir a mí, para alimentarme y tener comunión conmigo.”

Esto es fe verdadera.

 


http://www.palabrafiel.com.ar/actualidad/verdad_intimo.htm

La verdad en lo íntimo.

Salmos 51:6 He aquí, tú amas la verdad en lo íntimo...


En el evangelio de Juan 17:17 encontramos por definición que la Palabra de Dios es Verdad.

La Biblia es inspirada por Dios que ama la verdad, y nos proporciona sus pensamientos, propósitos y sentimientos a través de la Palabra escrita.

Pero esa verdad revelada está para penetrar en nuestros corazones. Y al ser “tocados” por esa verdad, nuestro corazón tendría que ser impelido a tener una “comunión de verdad” con Dios.

Podemos proclamar la verdad de la Palabra... podemos exhortar a otros con la verdad...podemos hablar mucho acerca de la verdad... pero la pregunta es:

¿Está la verdad arraigada en la intimidad de nuestro corazón?

¿Nuestra comunión con Dios es en profundidad: “una comunión de verdad”?

A veces en nuestras oraciones privadas sucede que nos distraemos, o que son breves o no hay una experiencia profunda. La falta de tiempo, las preocupaciones y las ocupaciones, hacen que la comunión diaria no cumpla las expectativas de una “intimidad con Dios”.

Cuando decimos que tenemos “intimidad” con alguien es porque, conocemos estrechamente a la persona, porque no ocultamos nuestros sentimiento ante ella, y porque hay una relación de confianza plena.

Por eso este texto, al expresarnos que “Dios ama la verdad en lo íntimo” nos desafía a que podamos corresponder a la cariñosa invitación del Señor a poder realmente tener una intimidad: amorosa y reverente... ¡y de verdad con Él.!

Juan 4:24 Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren.




Por Alejandro Riff - I.C.E. Bs As - Anexo Rosario

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