La fe 10 de Abraham y su prueba final
Gen. 21:22-32 El hombre de fe hace la paz con sus enemigos con un pacto.
Es interesante que el hombre impío Abimelec, reconoce algo grande en Abraham: "Dios está contigo en todo cuanto haces" y es por eso que le hace una petición para asegurar la bondad sobre sus descendientes. Abraham aprovecha para recuperar su pozo de Berseba, en ese lugar ambos juraron con pacto y se fueron Abimelec y Ficol, príncipe de su ejército, a tierra de los filisteos.
Cumplió a cabalidad lo que dice en proverbios 16:7 "Cuando los caminos del hombre son agradables a Jehová, Aun a sus enemigos hace estar en paz con él"
En Génesis 22:1-14 ofrece a Isaac. Qué gran prueba! El hombre de Dios puso en primer lugar a Dios antes que su heredero, antes que su amado hijo. No había hecho de su hijo un ídolo. Amaba a Dios por sobre todas las cosas, como debe ser el orden divino, Dios 1o., La familia 2o. (conyugue 1o., luego los hijos) luego el trabajo, ministerio, la iglesia, parientes, los dientes, etc. Obedeció a la orden de sacrificar a su hijo pensando que poderoso era Dios para levantar de los muertos a su hijo, donde en sentido figurado le volvió a recibir. hebreos 11:17-19
¡Que figura celestial cumplieron Abraham e Isaac su hijo!
Ambos subieron al Monte Moriah, seguramente iban en silencio. Puso la leña sobre su hijo para el sacrificio. Representando así ese cuadro a futuro de Jesús cargando su madero, quien siempre fue acompañado por el Padre celestial.
Isaac sabía adorar a Dios como su padre, sabía que faltaba un elemento, el cordero para ofrecer. Aun así, se dejó amarrar por ese débil anciano, Isaac no era un niñito como nos lo pintan en la escuelita dominical, era un joven fuerte quien pudo haber detenido fácilmente al viejo, pero no. Isaac amaba a su padre, confiaba en lo que él hacía, pero sobre todo amaba al Dios de su padre. Ambos fueron un cumplimiento de lo que muchos años después iba a cumplirse en la cruz.
Si Abraham no se hubiera atrevido a pasar por tan dura prueba para ofrecer a su hijo, habría perdido la oportunidad de haber sido una figura del Padre celestial dispuesto a ofrecer a su amado Hijo, quien gustosamente se entregó en la cruz, al deseo y plan de su Padre.
¡Me quito el sombrero y me inclino ante este señorón de la fe!