En medio de las tormentas de la vida —cuando la ansiedad, el miedo y la incertidumbre amenazan con hundir nuestro corazón— la fe se convierte en el ancla que nos sostiene firmes. No siempre podemos evitar las olas, pero sí podemos confiar en Aquel que tiene el poder de calmarlas. Cristo no promete ausencia de pruebas, sino Su presencia en medio de ellas. En Él encontramos la paz que el mundo no puede ofrecer, una paz que trasciende todo entendimiento y que nos recuerda que, aun en la tempestad, nunca estamos solos.
