La falsa tregua del mal
Eta acaba de anunciar una tregua. Nihil novum sub sole. Es la séptima tregua de la banda terrorista. No es definitiva sino permanente. Siguen pidiendo lo mismo que han pedido siempre. Siguen sin abandonar definitivamente las armas. Siguen sin pedir perdón por sus asesinatos. Siguen siendo los mismos.
Que la tregua se declare justo tras la aprobación del estatuto catalán en la ponencia constitucional del Congreso es muestra clara de lo unidos que van esos dos procesos de deconstrucción de una nación llamada España. Deconstrucción que nunca podría llevarse a cabo sin la complicidad traidora de Rodríguez Zapatero. Si hoy anuncian una tregua es porque creen que podrán obtener los réditos políticos que un gobernante decente y un parlamento fiel a la nación española jamás les concedería.
Si consiguen la autodeterminación, la sangre de miles de inocentes habrá sido en vano. Porque si al final logran lo que quieren, ¿de qué ha servido esa sangre? ¿no habría sido mejor rendirse antes de que mataran a toda esa gente?
¿Cómo abordar estos sucesos desde la perspectiva cristiana?
Dice el profeta Isaías que “el efecto de la justicia será paz; y la labor de la justicia, reposo y seguridad para siempre” (Is 32,17). La verdadera paz sólo nos llega por la justicia, no por una tregua táctica del mal. Y la verdadera justicia exige la reparación por el daño causado. Con el mal no se negocia. Se le vence por medio del bien. Y el bien, en toda sociedad que se precie de ser civilizada, pasa por el respeto a leyes justas, por el castigo de los que atacan el bien común y por la salvaguarda de la dignidad de aquellos que han sido víctimas directas del mal.
Eta, y con ella todos aquellos que comparten sus objetivos políticos, sigue siendo uno de los principales enemigos de la paz y la justicia de este país todavía llamado España. Se engaña todo aquel que se deje embaucar por un optimismo cobarde e iluso que cree que, así porque sí, aquellos que han servido al ídolo de la violencia y el nacionalismo separatista que quiere quebrar siglos de convivencia común entre todos los españoles, van a abandonar su causa sin mostrar el más mínimo asomo de arrepentimiento por todo el daño que han causado. No sólo no nos piden disculpas sino que son tan hipócritas como para “perdonarnos” la vida temporalmente. Porque la tregua es una especie de sentencia de muerte aplazada: yo no te mato ahora para ver si haces lo que te pido.
Los magistrados de un país libre deben seguir cumpliendo su labor. Dice San Pablo que ellos son servidores de Dios para hacer el bien, pues llevan la espada (código penal) para castigar al que hace lo malo (Rom 13,4). Lo único que los verdaderos pastores del rebaño de Cristo deben hacer respecto a Eta es exigir su disolución y que todos sus miembros pidan perdón por sus crímenes. De ninguna manera es posible el perdón en nombre de las víctimas que ya no tienen voz si no media arrepentimiento previo. Porque de igual forma que un sacerdote no puede dar la absolución a un pecador que no se arrepiente de sus pecados, ningún obispo o sacerdote puede pretender que los españoles como pueblo, al menos los católicos, perdonemos a Eta si la banda terrorista no pide perdón y no se compromete a no volver a causar más dolor y sufrimiento a este pueblo. Sólo entonces podremos ser generosos.
Es deber cristiano perdonar a quien pide perdón. Es deber cristiano no tomarse la justicia por la mano y no ser vencidos de lo malo sino vencer con el bien al mal (Rom 12,19-21). Pero ceder ante el chantaje terrorista, humillarse ante una tregua táctica de una banda terrorista no es usar el bien para vencer el mal. Es arrodillarse ante el mal y negarse a plantarle cara con la justicia.
Luis Fernando Pérez Bustamante
http://blogs.periodistadigital.com/laciguena.php/2006/03/24/p19090#more19090
Eta acaba de anunciar una tregua. Nihil novum sub sole. Es la séptima tregua de la banda terrorista. No es definitiva sino permanente. Siguen pidiendo lo mismo que han pedido siempre. Siguen sin abandonar definitivamente las armas. Siguen sin pedir perdón por sus asesinatos. Siguen siendo los mismos.
Que la tregua se declare justo tras la aprobación del estatuto catalán en la ponencia constitucional del Congreso es muestra clara de lo unidos que van esos dos procesos de deconstrucción de una nación llamada España. Deconstrucción que nunca podría llevarse a cabo sin la complicidad traidora de Rodríguez Zapatero. Si hoy anuncian una tregua es porque creen que podrán obtener los réditos políticos que un gobernante decente y un parlamento fiel a la nación española jamás les concedería.
Si consiguen la autodeterminación, la sangre de miles de inocentes habrá sido en vano. Porque si al final logran lo que quieren, ¿de qué ha servido esa sangre? ¿no habría sido mejor rendirse antes de que mataran a toda esa gente?
¿Cómo abordar estos sucesos desde la perspectiva cristiana?
Dice el profeta Isaías que “el efecto de la justicia será paz; y la labor de la justicia, reposo y seguridad para siempre” (Is 32,17). La verdadera paz sólo nos llega por la justicia, no por una tregua táctica del mal. Y la verdadera justicia exige la reparación por el daño causado. Con el mal no se negocia. Se le vence por medio del bien. Y el bien, en toda sociedad que se precie de ser civilizada, pasa por el respeto a leyes justas, por el castigo de los que atacan el bien común y por la salvaguarda de la dignidad de aquellos que han sido víctimas directas del mal.
Eta, y con ella todos aquellos que comparten sus objetivos políticos, sigue siendo uno de los principales enemigos de la paz y la justicia de este país todavía llamado España. Se engaña todo aquel que se deje embaucar por un optimismo cobarde e iluso que cree que, así porque sí, aquellos que han servido al ídolo de la violencia y el nacionalismo separatista que quiere quebrar siglos de convivencia común entre todos los españoles, van a abandonar su causa sin mostrar el más mínimo asomo de arrepentimiento por todo el daño que han causado. No sólo no nos piden disculpas sino que son tan hipócritas como para “perdonarnos” la vida temporalmente. Porque la tregua es una especie de sentencia de muerte aplazada: yo no te mato ahora para ver si haces lo que te pido.
Los magistrados de un país libre deben seguir cumpliendo su labor. Dice San Pablo que ellos son servidores de Dios para hacer el bien, pues llevan la espada (código penal) para castigar al que hace lo malo (Rom 13,4). Lo único que los verdaderos pastores del rebaño de Cristo deben hacer respecto a Eta es exigir su disolución y que todos sus miembros pidan perdón por sus crímenes. De ninguna manera es posible el perdón en nombre de las víctimas que ya no tienen voz si no media arrepentimiento previo. Porque de igual forma que un sacerdote no puede dar la absolución a un pecador que no se arrepiente de sus pecados, ningún obispo o sacerdote puede pretender que los españoles como pueblo, al menos los católicos, perdonemos a Eta si la banda terrorista no pide perdón y no se compromete a no volver a causar más dolor y sufrimiento a este pueblo. Sólo entonces podremos ser generosos.
Es deber cristiano perdonar a quien pide perdón. Es deber cristiano no tomarse la justicia por la mano y no ser vencidos de lo malo sino vencer con el bien al mal (Rom 12,19-21). Pero ceder ante el chantaje terrorista, humillarse ante una tregua táctica de una banda terrorista no es usar el bien para vencer el mal. Es arrodillarse ante el mal y negarse a plantarle cara con la justicia.
Luis Fernando Pérez Bustamante
http://blogs.periodistadigital.com/laciguena.php/2006/03/24/p19090#more19090