La falibilidad de los ministros.
J C Ryle.
El Obispo Ryle fue uno de los valientes defensores del cristianismo en la Iglesia de Inglaterra a mediados del siglo XIX. "La falibilidad de los Ministros" es un capitulo de su libro, titulado Warning to the Churches (Amonestaciones para las iglesias). Fue Obispo de la Iglesia Anglicana baja. {la rama evangélica de la misma iglesia}
Gálatas 2: 11-16
¿Hemos considerado, alguna vez, lo que el apóstol Pedro hizo en Antioquía? Este es un asunto que merece seria consideración... Los seis versículos del texto que está ante nosotros son impresionantes por muchas razones. Son impresionantes si consideramos la situación que describen.... ¡aquí está un apóstol reprendido a otro! Ellos son impresionantes cuando pensamos quiénes son los dos hombres: ¡Pablo, el mas joven, reprende a Pedro, el anciano! Los versículos son también impresionantes cuando observamos la ocasión: esta no era una falta deslumbrante, no era un pecado escandaloso o enorme. A primera vista, ¡lo que Pedro había cometido no era algo así! No obstante, el apóstol Pablo dice: "...le resistí cara a cara, porque era de condenar". Y va todavía mas allá, reprueba públicamente a Pedro, su error, delante de toda la iglesia de Antioquía. Y para remate, escribe un relato del asunto, el cual es leído ahora en doscientos idiomas en todo el mundo.
Creo firmemente que el Espíritu Santo desea que prestemos atención cuidadosa a este texto de las Sagradas Escrituras. Si el cristianismo fuera un invento humano, situaciones como esta no hubiera sido registradas nunca. Un impostor, como Mahoma, hubiera echado tierra a este desacuerdo entre los dos apóstoles. El Espíritu de verdad hizo que estos versículos fuesen escritos para nuestra amonestación y haremos bien en ir con cuidado para ver lo que contienen.
Hay tres grandes lecciones que podemos sacar de este incidente de Antioquía:
I. La primera lección es: grandes ministros cometen grandes errores.
II. La segunda lección es: mantener la verdad de Cristo en Su iglesia es mas importante que mantener la paz.
III. La tercera lección es: no hay otra doctrina sobre la cual deberíamos ser tan celosos como la doctrina de la justificación por la fe, sin las obras de la ley.
I. Los grandes ministros cometen grandes errores.
La primera gran lección que aprendemos de Antioquía es que los grandes ministros cometen grandes errores.
¿Qué prueba mas clara podemos tener que lo está colocado ante nosotros en este texto? Pedro era, sin duda, uno de los mas importantes en el grupo de los apóstoles. Era un discípulo antiguo, un discípulo que había recibido ventajas y privilegios peculiares. Había sido un compañero constante del Señor Jesús. Lo había oído predicar, lo había visto realizar milagros, había disfrutado el beneficio de Su enseñanza privada, había sido contado entre Sus amigos íntimos, y entraba y salía con El durante todo el tiempo que El ministró sobre la tierra. Fue el apóstol al cual le fueron entregadas las llaves del reino, y por su mano fueron usadas esas llaves por primera vez. Fue el primero que abrió la puerta de la fe para los judíos, predicándoles el día de Pentecostés. Fue el primero que abrió la puerta de la fe a los gentiles, yendo a la casa de Cornelio y recibiéndolo en la Iglesia. Pedro fue el primero en levantarse en el Concilio de Hechos 15 y decir: "Ahora, pues, ¿por qué tentáis a Dios, poniendo sobre la cerviz de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar?" Y aquí vemos a este mismo Pedro, a este mismo apóstol, caer tan claramente en un gran error. El apóstol Pablo nos dice "le resistí cara a cara". Nos dice que "era de condenar". Nos declara que Pedro "tenia miedo de los de la circuncisión". Añade que Pedro y sus compañeros "no andaban rectamente conforme a la verdad del evangelio". Y habla de la "simulación" de ellos. Afirma que por esta simulación hasta Bernabé, su antiguo compañero de trabajos misioneros, fue "también arrastrado".
¡Qué cosa tan impresionante! ¡Este es Pedro, Simón, Pedro! Este es el tercer error de él que el Espíritu Santo consideró que tenia importancia para ser registrado. Ya una vez lo encontramos intentando detener a nuestro Señor, mantenerlo tan lejos como podía de la gran obra de la cruz, y fue severamente reprendido. Después lo hallamos negando al Señor tres veces, y ello bajo juramento. Aquí, nuevamente, lo vemos poniendo en peligro la preeminente verdad del evangelio de Cristo. De cierto, podemos decir, "Señor, ¿qué es el hombre para que de él te acuerdes?"
Todo esto está aquí con la intención de enseñarnos que hasta los apóstoles, cuando no están escribiendo bajo la inspiración del Espíritu Santo, estuvieron a veces propensos al error. Este incidente fue registrado con la intención de enseñarnos que los mejores hombres son débiles y falibles mientras estén en el cuerpo. A menos que la gracia de Dios los detenga, cualquiera de ellos puede extraviarse en cualquier momento. Esto es algo muy humillante, pero es muy cierto. Los verdaderos cristianos son convertidos, justificados y santificados, son miembros vivos de Cristo, amados hijos de Dios, y herederos de la vida eterna. Son electos, escogidos, llamados, y preservados para salvación. Tienen el Espíritu, pero no son infalibles.
¿Acaso la posición y dignidad no confieren infalibilidad? No, ¡no la dan! No importa como se llame: puede ser Zar, Emperador, Rey o Príncipe. Puede ser Papa o Cardenal, Arzobispo u Obispo, Deán o Archidiácono, Sacerdote o Diácono, y aun así, es un hombre falible. Ni la corona, ni la diadema, ni el aceite de la unción, ni la mitra, ni la imposición de manos, pueden impedir que un hombre cometa errores.
¿Acaso los números no confieren infalibilidad? No, ¡no la dan! Usted puede congregar Príncipes por montones, y obispos por centenares, pero cuando están reunidos son todavía susceptibles de error. Puede llamarlos concilio, asamblea, conferencia, o como quiera. No importa, sus conclusiones todavía serán conclusiones de hombres falibles. La sabiduría colectiva todavía puede cometer enormes errores. bien dice el Articulo 21 de la Iglesia de Inglaterra (la Iglesia Anglicana): "Los Concilios Generales pueden errar, y a veces se han equivocado, aun en las cosas pertenecientes a Dios".
El ejemplo del apóstol Pedro en Antioquía es uno de esos errores que permanecen aislados. Es un paralelo de muchos otros casos que hallamos escritos, para nuestra enseñanza, en la Biblia ¿Recordamos al padre de los fieles, Abraham, siguiendo el consejo de Sara y tomando por esposa a Agar? ¿Recordamos a Aarón, el primer sumo sacerdote, escuchando a los hijos de Israel y haciendo un becerro de oro? ¿No recordamos a Natán, el profeta, diciéndole a David que construya un templo? ¿No nos acordamos de Salomón, el mas sabio de todos los hombres, permitiendo que sus esposas edificasen sus lugares altos? ¿Nos olvidamos de Asa, el buen rey de Judá, quien en vez de procurar al Senor buscó a los médicos? ¿No recordamos a Josafat, el rey bueno, descendiendo para ayudar al impío Acab? ¿Podemos olvidarnos de Ezequías, otro rey bueno,m recibiendo a los embajadores de Babilonia? ¿No nos acordamos de Josías, el último de los reyes piadosos de Judá, saliendo para luchar con el faraón? ¿Nos olvidamos, por acaso, de Santiago y Juan cuando desean que caiga fuego del cielo? Estos acontecimientos merecen ser recordados , ellos no fueron escritos sin razón, y gritan en voz alta: ¡No hay infalibilidad!".....
Esta es una lección que todos necesitamos. Todos tenemos la inclinación natural de apoyarnos en hombres a los cuales podemos ver, en vez de hacerlo en Dios-- a Quien no vemos. En forma natural, nos encanta confiar en los ministros de la iglesia visible, en vez de apoyarnos en el Señor Jesucristo, el Gran Pastor, Obispo y Sumo Sacerdote, Quien es invisible. Necesitamos ser advertidos continuamente en cuanto a esto, y permanecer prevenidos contra ello.
En todas partes veo esta tendencia a apoyarse en el hombre. no conozco ni una rama de la iglesia protestante de Cristo que no necesite ser advertida al respecto de esto. Es una trampa, por ejemplo, para el anglicano inglés hacer ídolos del Obispo Pearson y el "Juiciosos Hooker". Paa el escocés presbiteriano la trampa está en depositar su fe en Juan Knox, los Pactistas y el Dr. Chalmers. Para los metodistas de nuestros días el lazo puede ser adorar la memoria de Juan Wesley. Para el independiente el riesgo está en no ver ni una falla en cualquier opinión de Owen y Dodderidge. La trampa para el bautista está en exagerar la sabiduría de Gill, Fuller, Roberto Hall. {énfasis del traductor} ¡Todas estas son trampas, y cuántos caen en ellas!
A todos nos encanta, naturalmente, tener nuestro propio papa. Estamos muy dispuestos a pensar que porque algún gran ministro o algún hombre erudito dice algo, o nuestro propio pastor-- a quien amamos-- afirma algo, debe ser correcto, sin examinar si está en la Biblia o no. La mayoría siente aversión a pensar por sí mismo. Les gusta mas seguir un líder. Son como ovejas: cuando una cae en el hueco, el resto la sigue. Aquí en Antioquía, hasta Bernabé fue desviado. Bien podemos imaginar a aquellos piadosos hombre diciendo: "Un apóstol con experiencia, como Pedro, seguramente no puede estar errado. Siguiéndolo, nonos equivocaremos."
Lecciones Prácticas.
Y ahora veamos qué lecciones prácticas podemos aprender de esta parte de nuestro asunto.
a) De una vez por todas, aprendamos a no poder implícitamente nuestra confianza en la opinión de cualquier hombre, sólo porque vivió> hace muchos cientos de años. Pedro fue un hombre que vivió en la misma época de Cristo, y aun así se equivocó. En nuestros días hay muchos que hablan demasiado sobre "la voz de la Iglesia Primitiva". Para ellos, nosotros tendríamos que creer que quienes vivieron mas cerca de la época de los apóstoles deben --desde luego-- saber mas acerca de la verdad que nosotros. No hay base para tal opinión. Es un hecho que los mas antiguos escritores de la iglesia de Cristo (N del T: se refiere a los llamados "padres de la iglesia" hasta el siglo V) están frecuentemente en desacuerdo. Es un hecho que con frecuencia mudaban de forma de pensar y se retractaban de sus mismas opiniones anteriores. también es una realidad que muchas veces escribieron cosas ridículas y sin argumento, mostrando gran ignorancia en sus explicaciones acerca de las Sagradas Escrituras. Es en vano el esperar hallarlos libres de equívocos. La infalibilidad no se encuentra en los primeros padres de la iglesia, sino en la Biblia.
b) Por otro lado, aprendemos a no confiar implícitamente en la opinión de cualquier hombre sólo porque su profesión es ser ministro. Pedro era uno de los principales apóstoles, y aun así podía errar.
Este es punto en el cual los hombres se han desviado continuamente. Es la piedra en la cual tropezó la iglesia primitiva. Los humanos se adhirieron rápidamente al dicho siguiente: "No hagas nada contrario a la forma de pensar del obispo". Pero --¿Qué son los obispos, los sacerdotes y los diáconos? ¿Qué son los mejores ministros a no ser hombres--polvo, ceniza y barro-- hombres que tienen pasiones como nosotros, expuestas a las tentaciones, propensos a las debilidades e inestabilidades? ¿Qué dice la Biblia? "¿Qué, pues, es Pablo, y qué es Apolos? Servidores por medio de los cuales habéis creído; y eso según lo que a cada uno concedió el Señor". I Cor 3.5.
Los obispos frecuentemente han llevado la verdad rumbo al desierto, decretando ser verdadero lo que es falso. Los mayores errores fueron iniciados por ministros. Ofni y Finees, los hijos del sumo sacerdote, hicieron que los hijos de Israel aborrecieran la religión. Anás y Caifás, aunque procedían directamente de la descendencia de Aarón, el gran hereje, era ministro. es absurdo suponer que los hombre, porque están ordenados, no pueden equivocarse. Deberíamos seguirlos en cuanto enseñen de acuerdo con la Biblia, pero no más allá. Deberíamos creerles mientras digan "Así está escrito" o "Así dice el Señor"-- pero no ir con ellos ni un palmo mas adelante de esto. La infalibilidad no se encuentra en hombres ordenados, sino en la Biblia.
c) Aprendamos, además, a no poner nuestra confianza implícita en la opinión de cualquier hombre, meramente por su erudición. Pedro era un hombre que tenía dones milagrosos, y podía hablar en lenguas. Aun así erró.
Este es, una vez mas, un punto en el cual podemos equivocarnos. esta es la piedra en la cual tropezaron muchos de la Edad Media. Los hombres veían a Tomas de Aquino, Duns Escoto, Pedro Lombardo y muchos de sus compañeros como siendo casi inspirados. Como muestra de su admiración, les colocaron epítetos hablando de ellos como "el doctor incomparable", "el doctor seráfico", "el doctor irrefutable", y parecían pensar que, sin importar lo que estos doctores dijeran, lo que decían, ¡debería ser verdad! Pero, ¿qué puede ser el más erudito de los hombres si no es enseñado por el Espíritu Santo? ¿Qué es el más sabio de todos los clérigos, en su mejor expresión, sino un mero hijo de Adán, falible? El vasto conocimiento de libros y la gran ignorancia de la verdad de Dios pueden ir juntos. Así ha sido, así es y así será en todas las épocas. Yo me comprometería a decir que los dos volúmenes de las "Memorias y Sermones" de Roberto M'Cheyne han hecho más bien a las almas de los hombres que cualquier obra que Orígenes (padre de la iglesia del siglo III) o Cipriano hayan escrito. No dudo que la obra El Peregrino, escrita por un hombre que difícilmente conocería otro libro aparte de su Biblia, y que no sabía ni griego ni latín, mostrará en el día final haber sido más útil para el beneficio del mundo que todas las obras de los hombres de letras. Aprender es una capacidad que no debería ser despreciada. Es malo cuando los libros no son apreciados en la Iglesia. Pero también es impresionante observar cuán grandes pueden ser los logros intelectuales de un hombre, y aun así ver qué poco puede saber de la gracia de Dios. No tengo dudas de que las autoridades de Oxford en el siglo pasado (siglo 18) sabían mas hebreo, griego y latín que Wesley, Whitefield, Berridge, o Venn. Pero ellas sabían poco del evangelio de Cristo. La infalibilidad no se encuentra entre los hombres eruditos, sino en la Biblia.
d) Aprendamos, también, a no poner nuestra confianza implícita en la opinión de nuestro propio pastor, sin importar cuando piadoso pueda ser. Pedro era un hombre de muchísima gracia, y aun así se equivocó.
Su pastor puede ser realmente un hombre de Dios y digno de todo honor por su predicación y práctica, pero no lo convierta en un papa. No coloque su palabra como siendo tan importante como la Palabra de Dios. No lo eche a perder por medio de lisonjas. No permita que él suponga que no se equivoca. No apoye todo su peso sobre la opinión de su pastor, o se dará cuenta --a costa de usted mismo-- que él puede errar.
Está escrito de Joás, rey de Juda, que hizo "lo recto ante los ojos de Jehová todos los días de Joiada el sacerdote", (II Cro 24.2). Joiada murió, y con él murió la religión de Joás. Igualmente puede morir su pastor y con él la religión de usted. La religión de él puede cambiar, y sucederá lo mismo con la suya. Puede acontecer que la de él se vaya, y la espiritualidad de usted parta también. Nunca se sienta satisfecho con la religión edificada sobre un hombre. No se contente con decir "Tengo esperanza porque mi propio pastor me ha dicho esto y esto". Procure poder decir: "Tengo esperanza porque la hallé escrita así y así en la Palabra de Dios". Para que su paz sea sólida, debe ir por si mismo a la fuente de toda verdad. Si quiere que su consuelo sea duradero, debe visitar por si mismo el pozo de la vida y sacar agua fresca para su propia alma. Los ministros pueden desviarse de la fe. La iglesia visible puede ser disuelta, pero aquel que tiene escrita la Palabra de Dios en su corazón, tiene una base firme debajo de sus pies, que nunca fallará. Honre a su ministro como un embajador fiel de Cristo, téngalo en alta estima y amor por causa de la obra que realiza, pero nunca se olvide que la infalibilidad no se encuentra en los ministros piadosos, sino en la Biblia.
Las cosas que he mencionado son dignas de tenerlas en mente y de recordarlas. No las olvidemos y habremos aprendido una lección de Antioquía.
II. La verdad es más importante que la paz.
Paso ahora a la segunda lección que aprendemos de Antioquía. Esa lección es: mantener la verdad de Cristo en Su Iglesia es mas importante que mantener la paz.
Supongo que ningún hombre conocía mejor el valor de la paz y la unidad que el apóstol Pablo. El fue el apóstol que escribió a los corintios sobre el amor, él fue el apóstol que dijo "Unánimes entre vosotros"; "Tened paz entre vosotros"; "sintamos una misma cosa"; "el obispo... no [debe ser] pendenciero"; "[hay] un cuerpo y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación; un Señor, una fe, un bautismo". El fue el apóstol que dijo: "a todos me he hecho de todo, para que de todos modos salve a algunos". (Rom 12.16; I Tes 5.13; Fil 3.16; I Tim 3.3; Efe 4.4,5 ; I Cor 9.22). Sin embargo ¡vean cómo actúa aquí!. Resiste a Pedro en la cara, públicamente lo reprende, corre el riesgo de todas las consecuencias que puedan desatarse. Se arriesga a que los enemigos de la iglesia de Antioquía se aprovechen de esto y lo usen contra la iglesia. Sobre todo, escribe esto para que sea recordado siempre, para que nunca sea olvidado, y para que en todo lugar donde sea predicado el evangelio, sea conocida y leída por todos esta reprensión pública a un apóstol equivocado.
Ahora, ¿por qué hizo esto? Porque sentía pavor de la falsa doctrina, --porque sabía que un poco de levadura fermenta toda la masa, --porque eventualmente iba a enseñarnos que debemos contender celosamente por la verdad, y a temer más a la pérdida de la verdad que a la pérdida de la paz.
El ejemplo de San Pablo es uno que haríamos bien en recordar en nuestros días, cuando muchos se conforman con cualquier cosa en religión, con tal de tener una vida tranquila. Ellos tienen un miedo horrible de cualquier situación que puedan llamar "controversial". Sienten espanto de lo que denominan, en forma vaga, "espíritu partidista". Están poseídos de un deseo insano de mantener la paz, y de hacer de todas las cosas algo suave y placentero, aunque sea a expensas de la verdad. Mientras disfrutan de calma exterior, tranquilidad, quietud y orden, parecen contentos de dejar de lado cualquier otra cosa. Creo que ellos habrían ayudado a los príncipes de Judá cuando pusieron a Jeremías en prisión, para acallar su boca. No tengo dudas de que muchos de estos hombres de los cuales estoy hablando, habrían pensado que Pablo fue un hombre imprudente en Antioquía, ¡ y que se excedió !
Me parece que todas esas formas de pensar están erradas. Nada diferente al puro evangelio de Cristo, sin mezcla y sin adulteraciones --el mismo evangelio que fue enseñado por los apóstoles-- hará bien a las almas de los hombres. No tenemos derecho a esperar que algo al contrario las ayudará. Creo que para mantener esta verdad pura en la iglesia los hombres deberían estar prontos a cualquier sacrificio, a arriesgar la paz, a estar en peligro de disensión, a correr el riesgo de la división. No deberían tolerar más la falsa doctrina de lo que tolerarían el pecado. Deberían ponerse en contra de cualquier añadidura o desviación del sencillo mensaje del evangelio de Cristo.
Por causa de la verdad, nuestro Señor Jesucristo denunció a los fariseos aunque ellos se sentaban en la cátedra de Moisés y eran señalados y autorizados profesores de los hombres.
"Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas", dice Jesús ocho veces en el capitulo 23 de Mateo. ¿Y quién se atreve a sugerir cualquier sospecha de que estaba errado?
Por la verdad, Pablo se enfrentó y culpó a Pedro, aunque era un hermano. ¿Dónde estaba la utilidad de la unidad cuando no había doctrina pura? Y ¿quién se atreve a decir que él estaba errado?
Por la verdad, Atanasio se puso firme contra el mundo para mantener pura la doctrina de la divinidad de Cristo, y sostuvo una controversia con la gran mayoría de la iglesia profesante. Y ¿quién osará decir que estaba errado?
Debido a la verdad, Lutero rompió la unidad de la iglesia en la cual había nacido, denunció al Papa y todos su métodos, y puso el fundamento de una nueva enseñanza. Y ¿quién se atreverá a decir que Lutero estaba equivocado?
Por la verdad, Cranmer, Ridley y Latimer, lo reformadores ingleses, aconsejaron a Enrique VIII y Eduardo VI que se separasen de Roma y se arriesgasen a ver las consecuencias de la división. Y ¿quién podrá decir que estaban errados?
Por causa de la verdad, Whitefield y Wesley, (año 1740) hace cien años denunciaron la predicación de moralidad meramente estéril de los clérigos de su época y salieron a las carreteras y caminos para salvar almas, sabiendo bien que iban a ser expulsados de la comunión de la Iglesia Anglicana. Y ¿quién se atreverá a decir que no estaban en lo cierto?
Sí, paz sin verdad es falsa paz; es la misma paz del diablo. unidad sin evangelio es unidad sin valor; es la misma unidad del infierno. Que nunca seamos engañados por aquellos que hablan de esto favorablemente. Recordemos las palabras de Cristo: "No penséis que he venido para traer paz a la tierra; no he venido para traer paz, sino espada" Mateo 10.34.
Recordemos el elogio que Él da a una de las iglesias en Apocalipsis: "Yo conozco tus obras, y tu arduo trabajo y paciencia; y que no puedes soportar a los malos, y has probado a los que se dicen ser apóstoles, y no lo son, y los has hallado mentirosos". Apoc 2.2. No olvidemos la acusación que hace contra otra: "...toleras que esa mujer Jezabel,... enseñe". Apoc 2.20. Nunca seamos culpables de sacrificar cualquier porción de la verdad sobre el altar de la paz. En vez de eso, seamos como los judíos, quienes, si encontraban alguna copia manuscrita del Antiguo Testamento que estaba incorrecta en una sola letra, la quemaban en su totalidad, en vez de correr el riesgo de perder una jota o una tilde de la Palabra de Dios. No nos contentemos con nada que sea menos que el evangelio de Cristo en su totalidad.
El uso práctico.
¿En qué forma utilizaremos en la práctica los principios generales que acabo de darles? Dejo con mis lectores un simple consejo, el cual creo que merece seria consideración: Advierto a cada uno que ama su alma que sea celoso en cuanto a la predicación que oye regularmente, y en cuanto al lugar de adoración al cual generalmente va. Aquel que deliberadamente se coloca a sí mismo bajo la influencia de cualquier ministro que no tiene sana doctrina es un hombre muy poco sabio. Yo nunca dudaría en decir lo que pienso a este respecto. Sé muy bien que muchos piensan que es escandalizador el que un hombre deje su iglesia. No puedo concordar con ellos. yo trazo una gran distinción entre la enseñanza que es defectuosa y la que es completamente falsa, entre la doctrina que se equivoca y aquella que es totalmente antibíblica. Pero creo también que si la falsa doctrina es enseñada inconfundiblemente en una iglesia, el miembro de ella que ama su alma está muy acertado en su actitud de no asistir más allá. Oír enseñanza antibíblica durante 52 domingos cada año es algo muy serio, es como un continuo y lento gotear de veneno, que va directamente a la mente. Pienso que es casi imposible para una persona someterse voluntariamente a esto y salir sin sufrir daño. Veo que en el Nuevo Testamento se nos dice claramente "Examinadlo todo", y "retened lo bueno". (I Tes 5.21).
También observo que en el libro de Proverbios se nos manda cesar de oír las "enseñanzas que te hacen divagar de las razones de sabiduría". (Prov.. 19.27). Si estas palabras no justifican el que alguien deje de adorar en una determinada iglesia, en la que se predica abiertamente la falsa doctrina, no sé qué otras palabras lo justificarían.