En el AT ya empezamos a encontrar insinuaciones del Misterio de la Santisima Trinidad.
No debemos esperar que la mención de la Trinidad este amplia y explicita porque ya sabemos que el AT es figura de la del Nuevo (Hebr 10, 1), únicamente vamos a encontrar alusiónes veladas.
Dios habla de sí mismo usando con frecuencia el plural; "Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza" Gen 1:26 cf. Gen 3:22; 11:7 el nombre Elohím sabemos que es plural y Eloah singular. Los santos padres interpretaron estos pasajes a la luz del Nuevo Testamento, entendiendo que la primera persona hablaba a la segunda o a la segunda y tercera;
El Ángel de Yahvé de las teofanías del Antiguo Testamento es llamado Yahvé, El y Elohim, y se manifiesta como Elohim y Yahvé. Con ello parece que se indica que hay dos Personas que son Dios: la que envía y la que es enviada ; cf. Gen 16, 7-13 ; Ex 3, 2-14. Los padres de la Iglesia primitiva, teniendo en cuenta el pasaje de Isaías 9, 6y Mal, 3 1, entendieron por Ángel de Yahvé al Logos. Los santos padres posteriores, principalmente San Agustín y los autores escolásticos, opinaron que el Logos se servía de un ángel creado.
Las profecías mesiánicas suponen distinción de personas en Dios al anunciar de forma sugerente al Mesías, enviado por Dios, como Dios e Hijo de Dios; Salm 2, 7: «Díjome Yahvé: Tú eres mi hijo, hoy te he engendrado» ; Is 9, 6 (M 9, 5) : «...que tiene sobre su hombro la soberanía, y que se llamará maravilloso consejero, Dios fuerte, Padre sempiterno, Príncipe de la Paz» ; Is 35, 4: «...viene Él mismo [Dios] y Él nos salvará» ; cf. Salm 109, 1-3 ; 44, 7; Is 7, 14 (Emmanuel = Dios con nosotros) ; Mich 5, 2.
Los libros sapienciales nos hablan de la Sabiduría divina como de una hipóstasis junto a Yahvé. Ella procede de Dios desde toda la eternidad (según Prov 8, 24 s procede por generación), y colaboró en la creación del mundo; cf. Prov 8, 22-31; Eccli 24, 3-22 ; Sab 7, 22 — 8, 1 ; 8, 3-8. A la luz del Nuevo Testamento podemos ver en la Sabiduría de que nos hablan los libros del Antiguo Testamento una alusión a la persona divina del Logos.
El Antiguo Testamento nos habla con mucha frecuencia del Espíritu de Dios o del «Espíritu Santo». Esta expresión no se refiere a una Persona divina, sino que expresa «una virtud procedente de Dios, que confiere la vida, la fortaleza, y que ilumina e impulsa al bien» (P. Heinisch) ; cf. Gen 1, 2; Salm 32, 6; 50, 13; 103, 30; 138, 7; 142, 10; Is 11, 2; 42, 1; 61, 1; 63, 10; Ez 11, 5 36, 27; Sab 1, 5 y 7. A la luz de la revelación neotestamentaria, los padres y la liturgia aplican muchos de estos pasajes a la Persona del Espíritu Santo, principalmente Salm 103, 30; Is 11, 2; Ez 36, 27; Joel 2, 28; Sab 1, 7; cf. Act 2, 16 ss.
el Logos de San Juan es el Hijo eterno y consustancial de Dios y, por tanto, verdadera persona» (A. WIRENHAUSER, Das Evangelium nach Johannes, Re 1948, 47).
En el Nuevo Testamento, en particular, en los evangelios. La teofanía que tuvo lugar después del bautismo de Jesús lleva consigo una revelación de la Trinidad ; Mt 3, 16 s : «Vio al Espíritu de Dios (pneuma theou; Mc 1, 10: to pneuma Lc 3, 22: to pneuma to agion; Ioh 1, 32; to pneuma descender como paloma y venir sobre él, mientras una voz del cielo decía : Este es mi Hijo amado, en quien tengo mis complacencias». El que habla es Dios Padre. Jesús es el Hijo de Dios, su Hijo único, por lo tanto, el verdadero y propiamente dicho Hijo de Dios. «Hijo amado», efectivamente, según la terminología bíblica, significa «hijo único» (cf. Gen 22, 2, 12 y 16, según M y G ; Mc 12, 6). El Espíritu Santo aparece bajo símbolo especial como esencia sustancial, personal, junto al Padre y al Hijo.
En el sermón de despedida, Jesús promete otro Abogado (Paraclitus), el Espíritu Santo o Espíritu de verdad, que él mismo y su Padre enviarán ; cf. Jn 14, 16: «Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Abogado que estará con vosotros para siempre» ; cf. Ioh 14, 26 y 15, 26. El Espíritu Santo, que es enviado, se distingue claramente como persona del Padre y del Hijo que lo envían. La denominación de «Paraclitus» y las actividades que se le asignan (enseñar, dar testimonio) suponen una subsistencia personal.
San Pedro, al comienzo de su primera carta, usa una fórmula trinitaria de salutación; 1 Ped 1, 1 s: «A los elegidos extranjeros... según la presencia de Dios Padre, en la santificación del Espíritu, para la obediencia y la aspersión de la sangre de Jesucristo.»
San Pablo concluye su segunda carta a los Corintios con una bendición trinitaria; 2 Cor 13, 13: «La gracia del Señor Jesucristo y la caridad de Dios y la comunicación del Espíritu Santo sean con todos vosotros» (cf. 2 Cor 1, 21 s).
c) San Pablo enumera tres clases distintas de dones del Espíritu refiriéndolos a tres dispensadores, el Espíritu, el Señor (Cristo) y Dios; 1 Cor 12, 4 ss: «Hay diversidad de dones, pero uno mismo es el Espíritu. Hay diversidad de ministerios, pero uno mismo es el Señor. Hay diversidad de operaciones, pero uno mismo es Dios, que obra todas las cosas en todos». Queda indicada la unidad sustancial de las tres personas, porque esos mismos efectos se atribuyen solamente al Espíritu en el v 11; cf. Ef 1, 3-14 (elección por Dios Padre, redención por la sangre de Cristo, sigilación con el Espíritu Santo) ; Ef 4, 4-6 (un Espíritu, un Señor, un Dios).
No debemos esperar que la mención de la Trinidad este amplia y explicita porque ya sabemos que el AT es figura de la del Nuevo (Hebr 10, 1), únicamente vamos a encontrar alusiónes veladas.
Dios habla de sí mismo usando con frecuencia el plural; "Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza" Gen 1:26 cf. Gen 3:22; 11:7 el nombre Elohím sabemos que es plural y Eloah singular. Los santos padres interpretaron estos pasajes a la luz del Nuevo Testamento, entendiendo que la primera persona hablaba a la segunda o a la segunda y tercera;
El Ángel de Yahvé de las teofanías del Antiguo Testamento es llamado Yahvé, El y Elohim, y se manifiesta como Elohim y Yahvé. Con ello parece que se indica que hay dos Personas que son Dios: la que envía y la que es enviada ; cf. Gen 16, 7-13 ; Ex 3, 2-14. Los padres de la Iglesia primitiva, teniendo en cuenta el pasaje de Isaías 9, 6y Mal, 3 1, entendieron por Ángel de Yahvé al Logos. Los santos padres posteriores, principalmente San Agustín y los autores escolásticos, opinaron que el Logos se servía de un ángel creado.
Las profecías mesiánicas suponen distinción de personas en Dios al anunciar de forma sugerente al Mesías, enviado por Dios, como Dios e Hijo de Dios; Salm 2, 7: «Díjome Yahvé: Tú eres mi hijo, hoy te he engendrado» ; Is 9, 6 (M 9, 5) : «...que tiene sobre su hombro la soberanía, y que se llamará maravilloso consejero, Dios fuerte, Padre sempiterno, Príncipe de la Paz» ; Is 35, 4: «...viene Él mismo [Dios] y Él nos salvará» ; cf. Salm 109, 1-3 ; 44, 7; Is 7, 14 (Emmanuel = Dios con nosotros) ; Mich 5, 2.
Los libros sapienciales nos hablan de la Sabiduría divina como de una hipóstasis junto a Yahvé. Ella procede de Dios desde toda la eternidad (según Prov 8, 24 s procede por generación), y colaboró en la creación del mundo; cf. Prov 8, 22-31; Eccli 24, 3-22 ; Sab 7, 22 — 8, 1 ; 8, 3-8. A la luz del Nuevo Testamento podemos ver en la Sabiduría de que nos hablan los libros del Antiguo Testamento una alusión a la persona divina del Logos.
El Antiguo Testamento nos habla con mucha frecuencia del Espíritu de Dios o del «Espíritu Santo». Esta expresión no se refiere a una Persona divina, sino que expresa «una virtud procedente de Dios, que confiere la vida, la fortaleza, y que ilumina e impulsa al bien» (P. Heinisch) ; cf. Gen 1, 2; Salm 32, 6; 50, 13; 103, 30; 138, 7; 142, 10; Is 11, 2; 42, 1; 61, 1; 63, 10; Ez 11, 5 36, 27; Sab 1, 5 y 7. A la luz de la revelación neotestamentaria, los padres y la liturgia aplican muchos de estos pasajes a la Persona del Espíritu Santo, principalmente Salm 103, 30; Is 11, 2; Ez 36, 27; Joel 2, 28; Sab 1, 7; cf. Act 2, 16 ss.
el Logos de San Juan es el Hijo eterno y consustancial de Dios y, por tanto, verdadera persona» (A. WIRENHAUSER, Das Evangelium nach Johannes, Re 1948, 47).
En el Nuevo Testamento, en particular, en los evangelios. La teofanía que tuvo lugar después del bautismo de Jesús lleva consigo una revelación de la Trinidad ; Mt 3, 16 s : «Vio al Espíritu de Dios (pneuma theou; Mc 1, 10: to pneuma Lc 3, 22: to pneuma to agion; Ioh 1, 32; to pneuma descender como paloma y venir sobre él, mientras una voz del cielo decía : Este es mi Hijo amado, en quien tengo mis complacencias». El que habla es Dios Padre. Jesús es el Hijo de Dios, su Hijo único, por lo tanto, el verdadero y propiamente dicho Hijo de Dios. «Hijo amado», efectivamente, según la terminología bíblica, significa «hijo único» (cf. Gen 22, 2, 12 y 16, según M y G ; Mc 12, 6). El Espíritu Santo aparece bajo símbolo especial como esencia sustancial, personal, junto al Padre y al Hijo.
En el sermón de despedida, Jesús promete otro Abogado (Paraclitus), el Espíritu Santo o Espíritu de verdad, que él mismo y su Padre enviarán ; cf. Jn 14, 16: «Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Abogado que estará con vosotros para siempre» ; cf. Ioh 14, 26 y 15, 26. El Espíritu Santo, que es enviado, se distingue claramente como persona del Padre y del Hijo que lo envían. La denominación de «Paraclitus» y las actividades que se le asignan (enseñar, dar testimonio) suponen una subsistencia personal.
San Pedro, al comienzo de su primera carta, usa una fórmula trinitaria de salutación; 1 Ped 1, 1 s: «A los elegidos extranjeros... según la presencia de Dios Padre, en la santificación del Espíritu, para la obediencia y la aspersión de la sangre de Jesucristo.»
San Pablo concluye su segunda carta a los Corintios con una bendición trinitaria; 2 Cor 13, 13: «La gracia del Señor Jesucristo y la caridad de Dios y la comunicación del Espíritu Santo sean con todos vosotros» (cf. 2 Cor 1, 21 s).
c) San Pablo enumera tres clases distintas de dones del Espíritu refiriéndolos a tres dispensadores, el Espíritu, el Señor (Cristo) y Dios; 1 Cor 12, 4 ss: «Hay diversidad de dones, pero uno mismo es el Espíritu. Hay diversidad de ministerios, pero uno mismo es el Señor. Hay diversidad de operaciones, pero uno mismo es Dios, que obra todas las cosas en todos». Queda indicada la unidad sustancial de las tres personas, porque esos mismos efectos se atribuyen solamente al Espíritu en el v 11; cf. Ef 1, 3-14 (elección por Dios Padre, redención por la sangre de Cristo, sigilación con el Espíritu Santo) ; Ef 4, 4-6 (un Espíritu, un Señor, un Dios).