Re: La Eucaristía romanista a la luz de las Escrituras
Llevas toda la razón Luis Fernando y para que conste envío otro texto que corrobora lo que dices:
CONCILIO ROMANO (Vl) DE 1079
Sobre la Eucaristía
[Juramento prestado por Berengario]
Yo, Berengario, creo de corazón y confieso de boca que el pan y el vino que se ponen en el altar, por el misterio de la sagrada oración y por las palabras de nuestro Redentor, se convierten sustancialmente en la verdadera, propia y vivificante carne y sangre de Jesucristo Nuestro Señor, y que después de la consagración son el verdadero cuerpo de Cristo que nació de la Virgen y que, ofrecido por la salvación del mundo, estuvo pendiente en la cruz y está sentado a la diestra del Padre; y la verdadera sangre de Cristo, que se derramó de su costado, no sólo por el signo y virtud del sacramento, sino en la propiedad de la naturaleza y verdad de la sustancia, como en este breve se contiene, y yo he leído y vosotros entendéis. Así lo creo y en adelante no enseñaré contra esta fe. Así Dios me ayude y estos santos Evangelios de Dios.
Luis Fernando dijo:Por si alguno tiene dudas sobre qué se ofrecía en el altar cristiano, San Cipriano de Cartago, en el siglo III, nos lo explica:
Carta 63, n17
Y porque hacemos mención en todos los sacrificios de su pasión, pues la pasión es el sacrificio del Señor que ofrecemos, no debemos hacer otra cosa que lo que Él hizo. Pues dice la Escritura que cuantas veces ofrecemos el cáliz en memoria del Señor y su pasión, hacemos aquello que consta que hizo el Señor....
Hale, nuevamente los católicos tenemos que agradecer al de siempre que nos de la oportunidad de exponer los fundamentos de nuestra fe, que son los mismos que los de los primeros cristianos.
Es impagabale la labor de este hombre,![]()
Llevas toda la razón Luis Fernando y para que conste envío otro texto que corrobora lo que dices:
CONCILIO ROMANO (Vl) DE 1079
Sobre la Eucaristía
[Juramento prestado por Berengario]
Yo, Berengario, creo de corazón y confieso de boca que el pan y el vino que se ponen en el altar, por el misterio de la sagrada oración y por las palabras de nuestro Redentor, se convierten sustancialmente en la verdadera, propia y vivificante carne y sangre de Jesucristo Nuestro Señor, y que después de la consagración son el verdadero cuerpo de Cristo que nació de la Virgen y que, ofrecido por la salvación del mundo, estuvo pendiente en la cruz y está sentado a la diestra del Padre; y la verdadera sangre de Cristo, que se derramó de su costado, no sólo por el signo y virtud del sacramento, sino en la propiedad de la naturaleza y verdad de la sustancia, como en este breve se contiene, y yo he leído y vosotros entendéis. Así lo creo y en adelante no enseñaré contra esta fe. Así Dios me ayude y estos santos Evangelios de Dios.