La Doctrina De La Transubstanciación refutada

Re: La Doctrina De La Transubstanciación refutada

:lol:

Respondan je je je
Ahora nos corresponde estudiar la conversión del pan y del vino en el cuerpo y en la sangre de Cristo.
Esta cuestión plantea y exige respuesta a ocho problemas:
Artículo 1: En este sacramento, ¿está el cuerpo de Cristo en verdad, sólo en figura o como signo? lat
Objeciones por las que parece que en este sacramento no está el cuerpo de Cristo en realidad, sino sólo en figura o como signo.
1. Se dice en Jn 6,54.61.64 que cuando el Señor dijo: Si no comiereis la carne del hijo del hombre y no bebiereis su sangre, etc., muchos de sus discípulos al oírlo dijeron: Duro es este lenguaje, a quienes él respondió: El Espíritu es lo que vivifica, la carne no sirve para nada. Como si dijera, según la explicación de San Agustín Super Quartum Psalmus: Entended en sentido espiritual lo que os he dicho, pues no tendréis que comer este cuerpo que veis, ni tendréis que beber la sangre que me harán derramar los que me crucifiquen. Os he comunicado un misterio. Entendido espiritualmente os vivificará. Pero la carne no sirve para nada.
2. Aún más: el Señor dice en Mt 28,20: He aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta la consumación del mundo. Y San Agustín lo explica así: Hasta que el mundo se acabe el Señor está en el cielo. Sin embargo, también aquí está con nosotros la verdad del Señor. Porque el cuerpo con que resucitó no puede estar más que en un solo lugar. Pero su verdad en todas partes se encuentra. Luego el cuerpo de Cristo no se encuentra en este sacramento en su realidad, sino sólo como signo.
3. Ningún cuerpo puede estar a la vez en varios lugares, ya que ni siquiera un ángel puede hacerlo. Y si pudiera, podría estar también en todas partes. Pero el cuerpo de Cristo es verdadero cuerpo, y está en el cielo. Luego parece que no está en su realidad en el sacramento del altar, sino solamente como en signo.
4. Los sacramentos de la Iglesia están destinados a la utilidad de los fieles. Pero según San Gregorio en una Homilía, el régulo fue reprendido por reclamar la presencia corporal de Cristo. Además, el apego que los apóstoles tenían a su presencia corporal impedía que recibiesen el Espíritu Santo, como dice San Agustín comentando aquello de Jn 16,7: Si no me marcho no vendrá a vosotros el Paráclito. Luego Cristo no está en el sacramento del altar con presencia corporal.
Contra esto: dice San Hilario en el VIII De Trin.: No hay lugar a dudas sobre la realidad de la carne y de la sangre de Cristo. Nuestro Señor enseña y nuestra fe acepta que ahora su carne es verdadera comida y su sangre es verdadera bebida. Y San Ambrosio en el VI De Sacramentes afirma: Como el Señor Jesucristo es verdadero Hijo de Dios, así es verdadera carne de Cristo la que nosotros recibimos y es verdadera su sangre.
Respondo: Que en este sacramento está el verdadero cuerpo de Cristo y su sangre, no lo pueden verificar los sentidos, sino la sola fe, que se funda en la autoridad divina. Por lo que acerca de las palabras de Lc 22,19: Esto es mi cuerpo que se entrega por vosotros, dice San Cirilo: No dudes de que esto sea verdad, sino recibe con fe las palabras del Salvador, ya que, siendo la verdad, no miente.
Ahora bien, esta presencia se ajusta, en primer lugar, a la perfección de la ley nueva. Porque los sacrificios de la antigua ley contenían ese verdadero sacrificio de la pasión de Cristo solamente en figura, de acuerdo con lo que se dice en Heb 10,1: La ley tiene la sombra de los bienes futuros, y no la forma de la misma realidad. Era justo, por tanto, que el sacrificio de la nueva ley, instituido por Cristo, tuviese algo más, o sea, que contuviese al mismo Cristo crucificado, no solamente significado o en figura, sino también en su realidad. Y, por eso, este sacramento que contiene realmente al mismo Cristo, como dice Dionisio en III De Eccl. Hier., es perfectivo de todos los sacramentos, que solamente contienen la virtud de Cristo.
Segundo, esta presencia se ajusta a la caridad de Cristo, por la que asumió un cuerpo real de la misma naturaleza que la nuestra para nuestra salvación. Y, porque es connatural a la amistad compartir la vida con los amigos, como dice el Filósofo en IX Ethic., Cristo nos ha prometido su presencia corporal, como premio, en el texto de Mt 24,28: donde está el cuerpo allí se reúnen las águilas. Mientras tanto, sin embargo, no ha querido privarnos de su presencia corporal en el tiempo de la peregrinación, sino que nos une con él en este sacramento por la realidad de su cuerpo y de su sangre. Por eso dice en Jn 6,57: Quien come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí y yo en él. Por tanto, este sacramento es signo de la más grande caridad y aliento de nuestra esperanza, por la unión tan familiar de Cristo con nosotros.
Tercero, esta presencia se ajusta a la perfección de la fe, que tiene por objeto tanto la divinidad de Cristo como la humanidad, según las palabras de Jn 14,11: Creed en Dios y creed en mí. Y, puesto que la fe es acerca de las cosas invisibles, de la misma manera que Cristo nos propone su divinidad invisible, así en este sacramento nos propone su carne de modo invisible. Y, por no considerar estas razones, algunos sostuvieron la opinión de que el cuerpo y la sangre de Cristo no están en este sacramento más que como signo. Pero ha de ser rechazada esta opinión como herética por ser contraria a las palabras de Cristo. De ahí que Berengario, primer inventor de este error, fuese obligado a retractarse después, y confesase la verdad de la fe.

A las objeciones:
1. Los herejes que acabamos de mencionar han tomado ocasión para su error de la autoridad de San Agustín, interpretando mal sus palabras. Porque, cuando dice San Agustín: No tendréis que comer este cuerpo que veis, no pretende excluir la realidad del cuerpo de Cristo, sino solamente afirmar que no le habían de comer en la misma forma en que ellos le veían. Cuando dice: Os he comunicado un misterio. Entendido espiritualmente, os vivificará, no pretende decir que el cuerpo de Cristo está en este sacramento en sentido místico solamente, sino que está espiritualmente, o sea, invisiblemente y con las propiedades del espíritu. Por eso en Super lo., explicando las palabras: la carne no sirve para nada, afirma: del modo que ellos lo entendieron. Porque ellos entendieron que habían de comer su carne como se desgarra a trozos de un cadáver o como se vende en la carnicería, y no como animada por el espíritu. Que descienda el espíritu sobre la carne y servirá para mucho. Porque si la carne no sirve para nada, el Verbo no se hubiese hecho carne para habitar entre nosotros.
2. A la segunda hay que decir: Las palabras de San Agustín y otras semejantes han de entenderse del cuerpo de Cristo físicamente visible, del modo que el mismo Señor dice en Mt 26,12: A mí no siempre me tendréis. Invisiblemente, sin embargo, bajo los elementos de este sacramento, está donde quiera que se realice este sacramento.
3. El cuerpo de Cristo no está en este sacramento como un cuerpo está en un lugar con el que coinciden todas sus dimensiones, sino del modo especial y propio de este sacramento. De ahí que digamos que el cuerpo de Cristo está en diversos altares, no como distintos lugares, sino como está en el sacramento. Lo cual no quiere decir que Cristo esté allí solamente como signo, aunque el sacramento pertenezca a la categoría de los signos, sino que entendemos que el cuerpo de Cristo está ahí, como ya se ha dicho, del modo propio y peculiar de este sacramento.
4. La objeción es válida si se refiere a la presencia del cuerpo de Cristo físicamente entendida, o sea, en su semblanza visible, pero no si se refiere a la presencia espiritual, o sea, invisible, según el modo y las propiedades del espíritu. Por lo que San Agustín dice en Super lo.: Si has entendido espiritualmente las palabras de Cristo sobre su carne, serán para ti espíritu y vida. Si las has entendido carnalmente, también son espíritu y vida, pero no lo son para ti.

Artículo 2: La sustancia del pan y del vino, ¿permanece en este sacramento después de la consagración? lat
Objeciones por las que parece que la sustancia del pan y del vino permanece en este sacramento después de la consagración.
1. Dice San Juan Damasceno en el libro IV: Puesto que es costumbre entre los hombres comer pan y beber vino, unió Dios a estas cosas la divinidad y las ha hecho su cuerpo y su sangre. Y más abajo: El pan de la comunión no es un simple pan sino un pan unido a la divinidad. Ahora bien, la unión tiene lugar entre cosas que simultáneamente existen. Luego en este sacramento el pan y el vino coexisten con el cuerpo y la sangre de Cristo.
2. Entre los sacramentos de la Iglesia debe haber uniformidad. Ahora bien, en los otros sacramentos permanece la sustancia de cada materia: en el bautismo, por ej., permanece la sustancia del agua, y en la confirmación, la del crisma. Luego en este sacramento permanece también la sustancia del pan y del vino.
3. El pan y el vino en este sacramento se emplean como signo de la unidad de la Iglesia, ya que, como dice San Agustín en su libro De Symbolo, un pan se hace de muchos granos, y un vino, de muchos racimos. Pero la sustancia del pan y del vino se requieren para este significado de unidad. Luego la sustancia del pan y del vino permanecen en este sacramento.
Contra esto: dice San Ambrosio en el libro De Sacramentis: Aunque lo que se ve es la forma externa de pan y de vino, hemos de creer, sin embargo, que después de la consagración, lo único que hay es la carne y la sangre de Cristo.
Respondo: Algunos sostuvieron que en este sacramento permanece la sustancia del pan y del vino después de la consagración. Pero esta opinión no se puede sustentar. Primero, porque esta opinión hace desaparecer la verdad de este sacramento, según la cual el verdadero cuerpo de Cristo está presente en la eucaristía. Pero no está en ella antes de la consagración. Y una cosa no se hace presente donde no estaba antes más que por cambio de lugar o porque otra cosa se convierte en ella, como es el caso, por ejemplo, del fuego, que comienza en una casa porque lo llevan allí o porque se produce allí. Por supuesto que el cuerpo de Cristo no comienza a estar en este sacramento por cambio de lugar. En primer lugar, porque de ahí se seguiría que dejaría de estar en el cielo, ya que lo que se mueve localmente no se hace presente en un lugar sin abandonar el que ocupaba. En segundo lugar, porque todo cuerpo que se mueve localmente tiene que pasar por los lugares intermedios. Cosa que aquí no se puede afirmar. En tercer lugar, porque es imposible que un movimiento, ejercido sobre un cuerpo que se mueve localmente, tenga como punto de llegada simultáneamente diversos lugares, ya que el cuerpo de Cristo comienza a estar en varios lugares al mismo tiempo bajo este sacramento. Por tanto, no queda más solución que la de que el cuerpo de Cristo no puede hacerse presente en el sacramento más que por conversión de la sustancia del pan y del vino en él. Ahora bien, lo que se convierte en otra cosa, una vez que se hace la conversión, ya no permanece. Por consiguiente, para salvar la verdad de este sacramento, no queda más que afirmar que la sustancia del pan, después de la consagración, no puede permanecer.
Segundo, porque esta opinión está en contradicción con la forma de este sacramento, en la que se dice: Esto es mi cuerpo. Lo cual no será cierto si la sustancia del pan permanece allí, ya que la sustancia del pan nunca es el cuerpo de Cristo, en cuyo caso habría que decir: Aquí está mi cuerpo.
Tercero, porque esta opinión sería incompatible con el culto tributado a este sacramento, en el caso de que hubiese en él una sustancia que no pudiese ser adorada con adoración de latría.
Cuarto, porque esta opinión sería contraria a la prescripción de la Iglesia según la cual no se permite recibir el cuerpo de Cristo después de haber ingerido alimento sólido, mientras que después de asumir una hostia consagrada se puede asumir otra. Por consiguiente, hay que rechazar esta opinión como herética.

A las objeciones:
1. Dios ha unido su divinidad, o sea, su poder divino, al pan y al vino, no para que permanezcan en este sacramento, sino para hacer de ellos su cuerpo y su sangre.
2. En los otros sacramentos no está Cristo realmente, como en éste. Por lo que en los otros sacramentos permanece la sustancia de la correspondiente materia. Pero en éste no.
3. Los elementos que permanecen en este sacramento, como después se dirá (a.3), bastan para el significado de este sacramento, ya que por los accidentes se conoce la naturaleza de la sustancia.

Artículo 3: La sustancia del pan después de la consagración, ¿es aniquilada o queda reducida a la materia primitiva? lat
Objeciones por las que parece que la sustancia del pan, después de la consagración, es aniquilada o queda reducida a la materia primitiva.
1. Lo que es corporal tiene que ocupar algún lugar. Pero la sustancia del pan, que es corporal, no permanece en este sacramento, como se acaba de decir (a.2), ni tampoco se le puede señalar el lugar en que se encuentre. Luego después de la consagración no es nada. Por tanto, es aniquilada o queda reducida a la materia primitiva.
2. En cualquier mutación el punto de partida no permanece si no es en la potencia de la materia, como es el caso, por ej., del aire, que cuando se convierte en fuego, la forma de aire no permanece más que en la potencia de la materia. Y lo mismo se diga cuando lo blanco se convierte en negro. Ahora bien, en este sacramento la sustancia del pan y del vino es como el punto de partida, mientras que el cuerpo y la sangre de Cristo son como el punto de llegada. Dice, en efecto, San Ambrosio en su libro De oficüsTM: Antes de la consagración recibe el nombre de otra cosa, después de la consagración está significando el cuerpo. Por tanto, una vez hecha la consagración, la sustancia del pan y del vino no permanece más que reducida a su propia materia.
3. De dos proposiciones contradictorias una tiene que ser verdadera. Pero ésta es falsa: Después de la consagración la sustancia del pan y del vino es algo. Luego esta otra es verdadera: La sustancia del pan y del vino es nada.
Contra esto: dice San Agustín en su libro Octonnta trium Ouaestionum: Dios no es causa de la tendencia al no ser. Pero es el poder divino el que realiza este sacramento. Luego en este sacramento no se aniquila la sustancia del pan y del vino.
Respondo: Puesto que la sustancia del pan y del vino no permanecen en este sacramento, algunos teniendo por imposible que se convierta en el cuerpo y en la sangre de Cristo, opinaron que, en virtud de la consagración, la sustancia del pan y del vino queda reducida a la materia preexistente o es aniquilada.
Ahora bien, la materia preexistente, a la que los cuerpos compuestos pueden quedar reducidos, son los cuatro elementos. Porque la reducción no se puede hacer a la materia prima, de tal forma que ésta exista sin forma, ya que la materia no puede subsistir sin una forma. Y, como después de la consagración, bajo las especies sacramentales, no queda más que el cuerpo y la sangre, será necesario decir que los elementos, a los que queda reducida la sustancia del pan y del vino, salen de allí con movimiento local. Lo cual sería perceptible por los sentidos. Además, la sustancia del pan y del vino tiene que permanecer hasta el último instante de la consagración. Ahora bien, en el último instante de la consagración ya está allí la sustancia, bien del cuerpo, bien de la sangre de Cristo, como en el último instante de la generación ya está allí la forma engendrada. Luego no hay un instante en que la materia preexistente esté allí. Porque no puede decirse que la sustancia del pan y del vino se va reduciendo poco a poco a la materia preexistente, o que de manera sucesiva vaya saliendo de los respectivos elementos que quedan allí. Porque si esto comenzara a verificarse en el último instante de la consagración, bajo alguna parte de la hostia, estaría al mismo tiempo el cuerpo de Cristo y la sustancia del pan, lo cual es contrario a lo que acabamos de demostrar (a.2). Pero si esa paulatina reducción o salida comenzase a verificarse antes de la consagración, habría que conceder un tiempo en el que, bajo alguna parte de la hostia, no estuviera ni la sustancia del pan ni el cuerpo de Cristo. Lo cual es inaceptable.
Pues bien, parece que estos mismos autores se dieron cuenta de este inconveniente y propusieron el otro término de la alternativa: la aniquilación. Pero tampoco esta solución es posible. Porque no hay otro modo de que el verdadero cuerpo de Cristo comience a estar en el sacramento que no sea la conversión de la sustancia del pan en él. Y esta conversión no se podrá verificar si se mantiene la aniquilación o la reducción del pan a la materia preexistente. Igualmente, tampoco se podría asignar a esta reducción o aniquilación en este sacramento una causa, ya que el efecto del sacramento queda significado por la forma, y ninguna de estas dos acciones queda significada con las palabras de la forma: Esto es mi cuerpo. Luego queda claro que estas opiniones son falsas.

A las objeciones:
1. La sustancia del pan y del vino, después de la consagración, no permanece ni bajo los elementos sacramentales ni en ninguna otra parte. Ahora bien, esto no quiere decir que sea aniquilada, sino que se convierte en el cuerpo y en la sangre de Cristo. Como tampoco se sigue que el aire, del que se genera el fuego, si no está aquí o allí, haya sido aniquilado.
2. La forma que es punto de partida no se convierte en otra forma, sino que una sucede a la otra en el mismo sujeto. Por eso, la primera no permanece más que en la potencia de la materia. Pero aquí la sustancia del pan se convierte en el cuerpo de Cristo, como se ha dicho (c.; a.2). Luego la comparación no es válida.
3. Aunque, después de la consagración, esta proposición: la sustancia del pan es algo, sea falsa, sin embargo, aquello en que se convierte la sustancia del pan es algo. Y, por tanto, la sustancia del pan no es aniquilada.

Artículo 4: ¿Puede el pan convertirse en el cuerpo de Cristo? lat
Objeciones por las que parece que el pan no puede convertirse en el cuerpo de Cristo.
1. La conversión es una mutación. Pero toda mutación requiere un sujeto, que primeramente está en potencia, y después en acto, porque, como se dice en III Physic., el movimiento es el acto de un ser en potencia. Ahora bien, no se puede asignar otro sujeto a la sustancia del pan y del cuerpo de Cristo, ya que es propio de la sustancia no estar en un sujeto, como se dice en Praedicamentis. Luego toda la sustancia del pan se convierte en el cuerpo de Cristo.
2. La forma resultante de una conversión comienza a existir en la materia que sostenía la forma precedente, como es el caso del aire que, al convertirse en fuego, fuego que antes no existía, la forma de fuego comienza a estar en la materia del aire. Igualmente, cuando el alimento se convierte en hombre, un hombre que antes no existía, la forma de hombre comienza a estar en la materia del alimento. Luego si el pan se convierte en el cuerpo de Cristo, es necesario que la forma del cuerpo de Cristo comience a estar en la materia del pan, lo cual es falso. Luego el pan no se convierte en la sustancia del cuerpo de Cristo.
3. Cuando dos cosas son radicalmente opuestas, nunca se transforma una en otra, como por ej., la blancura nunca se transforma en negritud, sino que el sujeto de la blancura deviene sujeto de la negritud, como se dice en I Physic.. Ahora bien, de la misma manera que dos formas contrarias son radicalmente opuestas, como principios que son de diferencia formal, así dos materias determinadas son radicalmente opuestas, por ser principios de diferencia material. Luego es imposible que esta materia determinada de pan se transforme en otra materia por la que el cuerpo de Cristo es individuo. Por consiguiente, es imposible que la sustancia de este pan se convierta en la sustancia del cuerpo de Cristo.
Contra esto: dice Eusebio Emiseno: No tiene que resultarte extraño ni imposible el hecho de que lo terreno y mortal se convierta en la sustancia de Cristo.
Respondo: Puesto que, como se ha dicho ya (a.2), en este sacramento está realmente el cuerpo de Cristo, y no comienza a estar en él por movimiento local, ya que el cuerpo de Cristo tampoco está allí localizado, como se deduce de lo dicho (a.1 ad 3), es necesario decir que comienza a estar en el sacramento por conversión de la sustancia del pan en él.
Esta conversión, sin embargo, no es como las conversiones naturales, sino que es totalmente sobrenatural y realizada por el solo poder de Dios. Por lo que dice San Ambrosio en su libro De Sacramentes: Es claro que la Virgen engendró al margen del orden natural. Y lo que consagramos es el cuerpo nacido de la Virgen. Por consiguiente, ¿a qué buscas orden natural en el cuerpo de Cristo, cuando el mismo Señor Jesús ha nacido de la Virgen al margen del orden natural? Y San Juan Crisóstomo comentando aquello de Jn 6,64: Las palabras que os he dicho, o sea, a propósito de este sacramento, son espíritu y vida, dice: Es decir, son palabras espirituales que nada tienen de carnal, ni siguen un proceso natural, ya que están libres de toda necesidad terrena y de las leyes que rigen aquí abajo.
Es claro, efectivamente, que todo agente actúa en cuanto que él tiene su ser en acto. Pero todo agente creado está determinado en su obrar, ya que él pertenece a un determinado género y a una determinada especie. De ahí que su acción esté también limitada a un determinado acto. Ahora bien, la determinación de una cosa cualquiera en su ser actual es por la forma. Por consiguiente, ningún agente natural o creado tiene un poder superior al de cambiar una forma. Por eso, las conversiones que tienen lugar siguiendo el proceso de la naturaleza son formales. Pero Dios es acto infinito, como se ha demostrado en la Primera Parte (q.7 a.1; q.25 a.2). Luego su acción abarca todos los niveles del ser. Por tanto, no sólo puede producir conversiones formales, por las que diversas formas se suceden en un mismo sujeto, sino que puede producir la conversión de todo el ser por la que toda sustancia de un ser se convierte en toda la sustancia de otro. Y esto es lo que sucede por el poder divino en este sacramento. Porque toda la sustancia del pan se convierte en toda la sustancia del cuerpo de Cristo, y toda la sustancia del vino, en toda la sustancia de la sangre de Cristo. Por donde se ve que esta conversión no es formal, sino sustancial, y no está contenida entre las conversiones que siguen el curso de la naturaleza, por lo que puede decirse que su nombre propio es el de transubstanciación.

A las objeciones:
1. La objeción se refiere a la mutación formal, porque es propio de la forma estar en la materia o sujeto. Pero no es esto lo que sucede en la conversión de toda la sustancia. Por tanto, como esta conversión sustancial lleva consigo un cierto orden entre las sustancias, convirtiéndose una en otra, tiene en cierto modo su sujeto en cada una de las sustancias, como ocurre entre el orden y el número.
2. También esta objeción se refiere a la conversión formal o mutación, ya que como acabamos de decir (ad 1), es necesario que la forma esté en la materia o sujeto. Sin embargo, no es esto lo que tiene lugar en la conversión de toda sustancia, bajo la cual no hay ningún otro sujeto.
3. La virtud de un agente finito no puede cambiar una forma en otra ni una materia en otra. Pero la virtud del agente infinito, cuyo poder abarca todos los niveles del ser, sí puede realizar esta conversión, porque tanto las dos formas como las dos materias tienen algo en común: su pertenencia al ser. Y el autor del ser puede cambiar lo que hay de ser en una a lo que hay de ser en otra, eliminando lo que distinguía a una de otra.

Artículo 5: ¿Permanecen en este sacramento los accidentes de pan y vino? lat
Objeciones por las que parece que en este sacramento no permanecen los accidentes del pan y del vino.
1. Si se hace desaparecer lo primero, desaparece también lo que viene después. Pero la sustancia es naturalmente anterior al accidente, como se demuestra en VII Metaphys. Luego como después de la consagración no permanece la sustancia en este sacramento, parece que tampoco pueden permanecer sus accidentes.
2. En el sacramento de la verdad no debe haber lugar para ningún engaño. Ahora bien, por los accidentes juzgamos de la sustancia. Parece, pues, que quedaría engañado el juicio humano si permaneciesen los accidentes y no permaneciese la sustancia del pan. Luego esta permanencia es incompatible con este sacramento.
3. Aunque la fe no esté sometida a la razón, no está contra la razón sino sobre ella, como al principio de esta obra se dijo (I q.l a.6 ad 2; a.8). Ahora bien, nuestra razón tiene su origen en los sentidos. Luego nuestra fe no debe estar contra los sentidos juzgando éstos que es pan lo que la fe cree que es la sustancia del cuerpo de Cristo. Luego no conviene a este sacramento que los accidentes de pan, objeto de los sentidos, permanezcan, y la sustancia del pan no.
4. Lo que permanece después de la conversión parece que debe ser el sujeto de la mutación. Luego si permanecen los accidentes del pan después de la conversión, parece que han de ser estos accidentes el sujeto de la conversión. Lo cual es imposible, porque no hay accidente de otro accidente. Luego en este sacramento no deben permanecer los accidentes del pan y del vino.
Contra esto: dice San Agustín en el libro Sententiarum Prosperí: Bajo los elementos de pan y vino que vemos, nosotros veneramos cosas invisibles, o sea, la carne y la sangre.
Respondo: Consta por el testimonio de los sentidos que, después de la consagración, los accidentes del pan y del vino permanecen. Y esto lo ha dispuesto así sabiamente la divina providencia. Primero, porque no es habitual entre los hombres, sino cosa horrible, comer y beber carne y sangre humanas, se nos ofrece la carne y la sangre de Cristo bajo las especies de unos alimentos que son los más frecuentemente utilizados por los hombres, o sea, el pan y el vino. Segundo, para no exponer este sacramento a la burla de los infieles, cosa que sucedería si comiéramos al Señor en su estado físico. Tercero, para que el hecho de recibir invisiblemente el cuerpo y la sangre del Señor aumente el mérito de nuestra fe.
A las objeciones:
1. El efecto, como se dice en el libro De Causis, depende más de la primera causa que de la segunda. De ahí que por el poder de Dios, que es la primera causa de todas las cosas, puedan permanecer cosas posteriores, habiendo desaparecido las anteriores.
2. No hay engaño alguno en este sacramento, porque los sentidos juzgan acerca de los accidentes, y éstos están ahí en toda su realidad. Ahora bien, la inteligencia, cuyo objeto propio es la sustancia, como se dice en III De anima, es preservada del engaño por la fe.
3. Con esto se responde a la tercera objeción. Porque la fe no se opone a los sentidos, sino que a ella le conciernen cosas que los sentidos no pueden detectar.
4. Propiamente hablando, esta conversión no tiene sujeto, como se ha dicho antes (a.4 ad 1). No obstante, los accidentes que permanecen, tienen una cierta semejanza con él.

Artículo 6: ¿Permanece en este sacramento la forma sustancial del pan después de la consagración? lat
Objeciones por las que parece que en este sacramento permanece la forma sustancial del pan después de la consagración.
1. Ya hemos dicho (a.5) que después de la consagración permanecen los accidentes. Pero, puesto que el pan es algo artificial, también su forma es un accidente. Luego después de la consagración, permanece.
2. La forma del cuerpo de Cristo es su alma, pues se dice en II De Anima que el alma es acto del cuerpo físico que tiene vida en potencia. Pero no puede decirse que la forma sustancial del pan se convierta en el alma de Cristo. Luego parece que la forma sustancial del pan permanece después de la consagración.
3. La propia operación de cada cosa se deriva de su propia forma sustancial. Ahora bien, lo que permanece en este sacramento nutre y produce todos los efectos que produciría el pan. Luego la forma sustancial del pan permanece en este sacramento después de la consagración.
Contra esto: la forma sustancial del pan es parte de la sustancia del pan. Pero la sustancia del pan se convierte en el cuerpo de Cristo, como se ha dicho ya (a.2-4). Luego la forma sustancial del pan no permanece.
Respondo: Algunos opinaron que, después de la consagración, no sólo permanecen los accidentes del pan, sino también la forma sustancial del pan. Pero esto no puede ser. Primero, porque si permaneciese la forma sustancial, se convertiría en el cuerpo de Cristo solamente la materia del pan. Y de ahí se seguiría que la conversión no se haría a todo el cuerpo de Cristo, sino solamente a su materia. Lo cual es incompatible con la forma del sacramento que dice: Esto es mi cuerpo. Segundo, porque si permaneciese la forma sustancial del pan, permanecería o unida a la materia o separada de ella. Ahora bien, lo primero no puede ser, porque si permaneciese unida a la materia del pan, permanecería entonces toda la sustancia del pan, lo cual está en contradicción con lo dicho (a.2). Pero tampoco puede permanecer unida a otra materia, porque cada forma está unida a la propia materia. Y si permaneciera separada de la materia, ya sería una forma actualmente inteligible, y también inteligente, porque todas las formas separadas de la materia son así. Tercero, esa permanencia sería inconciliable con este sacramento, porque los accidentes del pan permanecen en este sacramento para que se vea bajo ellos el cuerpo de Cristo, pero no en su figura física, como más arriba se ha dicho (a.5). Por consiguiente, hay que decir que la forma sustancial del pan no permanece.
A las objeciones:
1. Nada hay que impida hacer artificialmente algo cuya forma no sea accidental, sino forma sustancial. Artificialmente, por ejemplo, pueden producirse ranas y serpientes, ya que la artesanía no produce estas formas por su propia virtud, sino por virtud de los principios naturales. Y así es como el panadero produce la forma sustancial del pan, por la virtud del fuego que cuece la masa, hecha de harina y de agua.
2. El alma es la forma del cuerpo, y es lo que confiere a éste toda la estructura del ser perfecto, como es el ser, el ser corpóreo, el ser animado, etc. La forma del pan se convierte, pues, en la forma del cuerpo de Cristo para darle el ser corpóreo, pero no para darle el ser animado con tal alma.
3. Algunas de las operaciones del pan proceden de él por razón de sus accidentes, como es el impresionar nuestros sentidos. Y estas operaciones se encuentran en los elementos del pan después de la consagración, puesto que permanecen los accidentes. Otras operaciones, sin embargo, proceden del pan por razón de la materia, como es el convertirse en otro, o por razón de la forma sustancial, como es la operación derivada de su especie, por ejemplo, vigorizar el corazón del hombre. Y tales operaciones se encuentran en este sacramento no porque permanezca la forma o la materia, sino porque se comunican milagrosamente a los accidentes, como se dirá después (q.77 a.3 ad 2.3; a.5.6).

Artículo 7: Esta conversión, ¿es instantánea o se hace paulatinamente? lat
Objeciones por las que parece que esta conversión no es instantánea, sino que se hace paulatinamente.
1. En esta conversión está primeramente la sustancia del pan, y después la sustancia del cuerpo de Cristo. Luego no están las dos en el mismo instante, sino en dos instantes. Pero entre dos instantes hay un tiempo intermedio. Luego esta conversión se hace en el proceso de un tiempo que transcurre entre el último instante en que está presente el pan y el primer instante en que está presente el cuerpo de Cristo.
2. En toda conversión hay un hacerse y un estar hecho. Pero estas dos cosas no se dan a la vez, porque lo que se hace no es todavía, y lo que está hecho ya es. Luego en esta conversión hay un antes y un después. Luego no puede ser instantánea, sino sucesiva.
3. San Ambrosio dice en su libro De Sacramentis que este sacramento se realiza con las palabras de Cristo. Pero estas palabras se pronuncian sucesivamente. Luego esta conversión se hace sucesivamente.
Contra esto: esta conversión se realiza por el poder infinito, y es propio de este poder obrar instantáneamente.
Respondo: Una mutación puede ser instantánea por tres razones. Primera, por parte de la forma que es punto de llegada en esta mutación. Porque si se trata de una forma que admite un más y un menos, como es la salud, el sujeto la adquiere de modo sucesivo. Pero como la forma sustancial no admite un más y un menos, su introducción en la materia es instantánea. Segunda, por parte del sujeto, que a veces se va preparando gradualmente para recibir la forma, como es el caso del agua que se va calentando poco a poco. Pero cuando el sujeto está en la última disposición para recibir la forma, súbitamente la recibe. Así, un cuerpo diáfano se ilumina instantáneamente. Tercera, por parte del agente de poder infinito, que puede disponer la materia para recibir la forma instantáneamente, como lo que se lee en Mc 7,34-35, cuando Cristo dijo: Efetá, que significa abrir, y al instante se abrieron los oídos del hombre, y se le soltó la traba de la lengua. Y por estas tres razones esta conversión es instantánea. Primero, porque la sustancia del cuerpo de Cristo, punto de llegada de esta conversión, no admite un más y un menos. Segundo, porque en esta conversión no hay un sujeto que se vaya preparando sucesivamente. Tercero, porque se realiza por el poder infinito de Dios.

A las objeciones:
1. Hay algunos que no conceden que entre dos instantes haya un tiempo intermedio. Esto tiene lugar —dicen ellos-entre dos instantes que pertenecen al mismo movimiento, pero no entre dos instantes que se refieren a movimientos distintos. Así, entre el instante que señala el fin del reposo y el otro instante que señala el principio del movimiento, no hay un tiempo intermedio. Pero en esto se equivocan. Porque la identidad del tiempo y del instante, o su diversidad, no se toman por relación a cualquier movimiento, sino por relación al primer movimiento del cielo, que es la medida de todo el movimiento y de todo el reposo.
Por eso, otros conceden la existencia del tiempo intermedio en el tiempo que mide el movimiento dependiente del movimiento del cielo. Ahora bien, hay movimientos no dependientes del movimiento del cielo, y que no están mensurados por él, como se dijo en la Primera Parte (q.53 a.3) hablando del movimiento de los ángeles. Por eso, entre dos instantes correspondientes a estos movimientos, no hay un tiempo intermedio. Pero esto no hace al caso. Porque, aunque esta conversión, de suyo, no tenga relación con el movimiento del cielo, sigue, sin embargo, a la pronunciación de las palabras, pronunciación que necesariamente está mensurada por el movimiento del cielo. Por tanto, es indispensable que entre dos instantes cualesquiera de la conversión haya un tiempo intermedio.
Por eso, otros afirman que el último instante en que está presente el pan, y el primero en que está presente el cuerpo de Cristo, son dos con relación a las realidades medidas, pero es uno solo con relación al tiempo mensurante, como, cuando dos líneas se tocan, son dos puntos por parte de las dos líneas, pero es uno solo por parte del lugar que las contiene. Pero aquí el caso es distinto. Porque el instante y el tiempo no es una medida intrínseca en los movimientos particulares, como lo es la línea y el punto en los cuerpos, sino sólo extrínseca, como lo es el lugar para los cuerpos.
Por eso, otros dicen que el instante es idéntico en la realidad, aunque la mente lo conciba como doble. Pero de aquí se seguiría que dos cosas realmente opuestas coexistirían en el mismo sujeto. Porque la duplicidad mental de los instantes no haría variar la realidad. Por consiguiente, hay que decir que, como ya hemos dicho (a.3), esta conversión se realiza por las palabras de Cristo, proferidas por el sacerdote, de tal modo que el último instante de la pronunciación de las palabras es el primer instante en que está presente el cuerpo de Cristo en el sacramento. Y en todo el tiempo anterior está allí la sustancia del pan. En este tiempo no se puede considerar un instante que precedería inmediatamente al último, porque el tiempo, como se prueba en VI Physic., no se compone de instantes que se suceden unos a otros. En consecuencia, puede precisarse un instante en que el cuerpo de Cristo está presente, pero no se puede precisar el último instante de la presencia del pan, aunque sí se puede precisar un último tiempo. Por lo demás, esto es lo que acontece también en las mutaciones naturales, como demuestra el Filósofo en VIII Physicorum.

2. En las mutaciones instantáneas hay coincidencia entre el hacerse y el estar hecho, como la hay entre iluminarse y estar iluminado. En estas mutaciones, en efecto, se dice estar hecho en cuanto que ya es, y se dice hacerse en cuanto que antes no era.
3. Esta conversión, como se ha dicho ya (ad 1), se realiza en el último instante en que se pronuncian las palabras, porque es entonces cuando se completa su significado, un significado que es eficaz en las formas de los sacramentos. Y de aquí no se sigue que esta conversión sea sucesiva.

Artículo 8: ¿Es verdadera la proposición «del pan se hace el cuerpo de Cristo?» lat
Objeciones por las que parece que la proposición del pan se hace el cuerpo de Cristo es falsa.
1. Todo aquello de lo cual se obtiene otra cosa, se hace esa cosa. Pero no viceversa. Decimos, en efecto, que de lo blanco se hace el negro, y que lo blanco se hace negro. Pero, aunque digamos que un hombre se hace negro, no decimos, sin embargo, que del hombre se hace lo negro, como consta en I Physic.. Por tanto, si es verdad que del pan se hace el cuerpo de Cristo, también será verdad que el pan se hace el cuerpo de Cristo, lo cual parece falso, porque el pan no es el sujeto de ese cambio, sino su punto de partida. Luego no es verdad que del pan se hace el cuerpo de Cristo.
2. El hacerse termina en el ser o en estar hecho. Pero esta proposición no es verdadera: El pan es el cuerpo de Cristo, ni ésta: El pan se ha hecho el cuerpo de Cristo, ni esta otra: El pan será el cuerpo de Cristo. Luego parece que tampoco es verdadera la proposición: Del pan se hace el cuerpo de Cristo.
3. Todo aquello de lo cual se hace una cosa, se convierte en la cosa que se hace de ello. Pero esta proposición parece que es falsa: El pan se convierte en el cuerpo de Cristo, ya que esta conversión parece que es más milagrosa que la creación, hablando de la cual, sin embargo, no se dice que el no ser se convierta en el ser. Luego parece que también esta proposición: Del pan se hace el cuerpo de Cristo es falsa.
4. Una cosa de la cual se hace otra, puede ser esa otra. Pero esta proposición es falsa: El pan puede ser el cuerpo de Cristo. Luego también ésta es falsa: Del pan se hace el cuerpo de Cristo.
Contra esto: dice San Ambrosio en el libro De Sacramentis: Cuando viene la consagración, del pan se hace el cuerpo de Cristo.
Respondo: Esta conversión del pan en el cuerpo de Cristo es en cierto aspecto semejante a la creación y a la transmutación natural, y, en otro aspecto, difiere de las dos. Es, efectivamente, común a las tres la sucesión de términos, o sea, el que una cosa venga después que otra. Porque en la creación viene el ser después del no ser: en este sacramento viene el cuerpo de Cristo después de la sustancia del pan; y en la transmutación natural viene lo blanco después de lo negro, o el fuego después del aire. Y es común a ellas también el que los términos no coexisten a la vez.
La conversión de que hablamos es semejante a la creación porque en ninguna de las dos hay un sujeto común para ambos extremos: al contrario de lo que ocurre en las transmutaciones naturales.
No obstante, esta conversión tiene semejanza con las transmutaciones naturales en dos cosas, aunque de modo diverso. Primera, porque en ambas uno de los extremos se cambia en el otro, como el pan se cambia en el cuerpo de Cristo, y el aire, en el fuego; mientras que el no ser no se convierte en el ser. Sin embargo, este cambio se realiza de distinta manera en una y en otra. Porque en el sacramento toda la sustancia del pan se cambia en todo el cuerpo de Cristo, mientras que en la transmutación natural la materia de una cosa recibe la forma de otra, una vez desechada la forma precedente. Segunda, en la una y en la otra permanece algo que les es común, lo cual no sucede en la creación. Hay, sin embargo, diferencias. Porque en la transmutación natural permanece la misma materia o sujeto, mientras que en este sacramento permanecen los mismos accidentes.
Pues, por todas estas razones, se colige que nuestro lenguaje en cada caso debe ser muy diferente. Puesto que, efectivamente, en ninguno de los tres casos coexisten simultáneamente los extremos, o sea, los puntos de partida y de llegada, en ninguno de los tres casos puede predicarse un extremo del otro con el verbo sustantivo de presente, por lo que no decimos: el no ser es ser, o el pan es el cuerpo de Cristo, o el aire es fuego, o lo blanco es negro.
Pero teniendo en cuenta que los extremos se suceden, en los tres casos podemos utilizar la preposición de para designar la sucesión. Podemos, en efecto, decir con propiedad y verdad: del no ser se hace el ser, del pan se hace el cuerpo de Cristo, del aire se hace el fuego, y de lo blanco se hace lo negro.
Pero, puesto que en la creación uno de los dos extremos no se cambia en el otro, hablando de ella no podemos utilizar la palabra conversión diciendo que el no ser se convierte en el ser. Pero sí que podemos utilizarla en este sacramento y en las transmutaciones naturales. Mas, como en este sacramento toda una sustancia se cambia en toda otra sustancia, a esta conversión se la llama propiamente transustanciación.
Más aún. Puesto que en esta conversión no hay sujeto, todo lo que acontece en la conversión natural por razón del sujeto no es aplicable a esta conversión. En primer lugar, es claro que la potencia de pasar a un término opuesto, presupone la existencia de un sujeto, por cuya razón decimos que lo blanco puede ser negro o el aire puede ser fuego, aunque esta segunda expresión no sea tan propia como la primera, porque el sujeto de lo blanco, en el que está la potencia para la negrura, es toda la sustancia de lo blanco, y la blancura no es parte de esta sustancia; mientras que el sujeto de la forma del aire es parte de la sustancia del aire. Por lo que decir: el aire puede ser fuego es una proposición verdadera por sinécdoque, o sea, tomando la parte por el todo. Porque en esta conversión, como en la creación, no hay sujeto común, por lo que no se dice que un extremo puede ser otro. Por ejemplo, no se dice que el no ser puede ser ser o que el pan puede ser el cuerpo de Cristo. Y, por la misma razón, no se puede decir con propiedad que el no ser se hace el ser, o que del pan se hace el cuerpo de Cristo, porque la preposición de indica una causa consustancial, y tal consustancialidad de los extremos en las transmutaciones naturales depende de idéntico sujeto. Y, por la misma razón, no está permitido decir que el pan será el cuerpo de Cristo o que el pan se haga el cuerpo de Cristo, como tampoco, hablando de la creación, puede decirse que el no ser será el ser o que el no ser se haga el ser, porque esta manera de hablar tiene lugar en las mutaciones naturales por razón del sujeto, como cuando decimos que lo blanco se hace negro o que lo blanco será negro. Pero, porque en este sacramento, después de la conversión, queda algo de lo que había antes, o sea, los accidentes del pan, como se ha dicho ya (a.5), pueden admitirse con cierta semejanza algunas de las locuciones siguientes: El pan sea el cuerpo de Cristo, o el pan será el cuerpo de Cristo, o del pan se hace el cuerpo de Cristo, con tal de que con el nombre pan no se sobreentienda la sustancia del pan, sino en general esto que se contiene bajo los elementos de pan, bajo los cuales primeramente estaba contenida la sustancia de] pan, y, después, el cuerpo de Cristo.

A las objeciones:
1. Aquello de lo cual se hace otra cosa, algunas veces indica el sujeto juntamente con uno de los extremos de la mutación, como cuando decimos de lo blanco se hace lo negro. Otras veces, sin embargo, indica solamente lo opuesto o el otro extremo, como cuando se dice: de la mañana se hace el día. En estos casos no se quiere decir que esto se hace aquello, o sea, que de la mañana se haga el día. Y lo mismo sucede aquí. Aunque propiamente se diga que del pan se hace el cuerpo de Cristo, no es propia, sin embargo, la expresión el pan se hace cuerpo de Cristo, sino solamente semejante, como se ha dicho (c.).
2. Aquello de lo cual se hace una cosa, alguna vez será esa cosa por razón del sujeto presupuesto. Y, por eso, como en la conversión sacramental no se da este sujeto, la comparación no vale.
3. En esta conversión hay cosas más difíciles que en la creación, en la que solamente es difícil esto: que hay algo que se hace de nada, lo cual, sin embargo, pertenece al modo propio de obrar de la causa primera, que no presupone nada para su actuación. Pero en esta conversión no solamente es difícil que este todo se convierta en otro todo, de modo que nada quede del anterior, cosa que no pertenece al modo común de producirse una cosa, sino que tiene esta otra dificultad, y es que permanecen los accidentes una vez desaparecida la sustancia, y muchas más, de las que hablaremos después (q.77). A pesar de todo, la palabra conversión es aceptable para este sacramento, mientras que para la creación, no, como se ha dicho (c.).
4. Como ya se ha dicho (Ib.), la potencia de ser una cosa u otra radica en el sujeto, sujeto que en esta conversión no se da. Por eso no se puede decir que el pan puede ser el cuerpo de Cristo, ya que la conversión sacramental no se hace por la potencia pasiva de la creatura, sino por la sola potencia activa de Dios.
 
Re: La Doctrina De La Transubstanciación refutada

Yo soy cristiano. No puedo mandar groserías ni utilizar un lenguaje soez. Eso desdibuja mi testimonio.

Si mal no recuerdo, me habías bloqueado del privado o no?

Pues no, pero me refiero a correo privado, hay una opción que permite eso.

Pax.
 
Re: La Doctrina De La Transubstanciación refutada

Ahora nos corresponde estudiar la conversión del pan y del vino en el cuerpo y en la sangre de Cristo.
Esta cuestión plantea y exige respuesta a ocho problemas:
Artículo 1: En este sacramento, ¿está el cuerpo de Cristo en verdad, sólo en figura o como signo? lat
Objeciones por las que parece que en este sacramento no está el cuerpo de Cristo en realidad, sino sólo en figura o como signo.
1. Se dice en Jn 6,54.61.64 que cuando el Señor dijo: Si no comiereis la carne del hijo del hombre y no bebiereis su sangre, etc., muchos de sus discípulos al oírlo dijeron: Duro es este lenguaje, a quienes él respondió: El Espíritu es lo que vivifica, la carne no sirve para nada. Como si dijera, según la explicación de San Agustín Super Quartum Psalmus: Entended en sentido espiritual lo que os he dicho, pues no tendréis que comer este cuerpo que veis, ni tendréis que beber la sangre que me harán derramar los que me crucifiquen. Os he comunicado un misterio. Entendido espiritualmente os vivificará. Pero la carne no sirve para nada.
2. Aún más: el Señor dice en Mt 28,20: He aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta la consumación del mundo. Y San Agustín lo explica así: Hasta que el mundo se acabe el Señor está en el cielo. Sin embargo, también aquí está con nosotros la verdad del Señor. Porque el cuerpo con que resucitó no puede estar más que en un solo lugar. Pero su verdad en todas partes se encuentra. Luego el cuerpo de Cristo no se encuentra en este sacramento en su realidad, sino sólo como signo.
3. Ningún cuerpo puede estar a la vez en varios lugares, ya que ni siquiera un ángel puede hacerlo. Y si pudiera, podría estar también en todas partes. Pero el cuerpo de Cristo es verdadero cuerpo, y está en el cielo. Luego parece que no está en su realidad en el sacramento del altar, sino solamente como en signo.
4. Los sacramentos de la Iglesia están destinados a la utilidad de los fieles. Pero según San Gregorio en una Homilía, el régulo fue reprendido por reclamar la presencia corporal de Cristo. Además, el apego que los apóstoles tenían a su presencia corporal impedía que recibiesen el Espíritu Santo, como dice San Agustín comentando aquello de Jn 16,7: Si no me marcho no vendrá a vosotros el Paráclito. Luego Cristo no está en el sacramento del altar con presencia corporal.
Contra esto: dice San Hilario en el VIII De Trin.: No hay lugar a dudas sobre la realidad de la carne y de la sangre de Cristo. Nuestro Señor enseña y nuestra fe acepta que ahora su carne es verdadera comida y su sangre es verdadera bebida. Y San Ambrosio en el VI De Sacramentes afirma: Como el Señor Jesucristo es verdadero Hijo de Dios, así es verdadera carne de Cristo la que nosotros recibimos y es verdadera su sangre.
Respondo: Que en este sacramento está el verdadero cuerpo de Cristo y su sangre, no lo pueden verificar los sentidos, sino la sola fe, que se funda en la autoridad divina. Por lo que acerca de las palabras de Lc 22,19: Esto es mi cuerpo que se entrega por vosotros, dice San Cirilo: No dudes de que esto sea verdad, sino recibe con fe las palabras del Salvador, ya que, siendo la verdad, no miente.
Ahora bien, esta presencia se ajusta, en primer lugar, a la perfección de la ley nueva. Porque los sacrificios de la antigua ley contenían ese verdadero sacrificio de la pasión de Cristo solamente en figura, de acuerdo con lo que se dice en Heb 10,1: La ley tiene la sombra de los bienes futuros, y no la forma de la misma realidad. Era justo, por tanto, que el sacrificio de la nueva ley, instituido por Cristo, tuviese algo más, o sea, que contuviese al mismo Cristo crucificado, no solamente significado o en figura, sino también en su realidad. Y, por eso, este sacramento que contiene realmente al mismo Cristo, como dice Dionisio en III De Eccl. Hier., es perfectivo de todos los sacramentos, que solamente contienen la virtud de Cristo.
Segundo, esta presencia se ajusta a la caridad de Cristo, por la que asumió un cuerpo real de la misma naturaleza que la nuestra para nuestra salvación. Y, porque es connatural a la amistad compartir la vida con los amigos, como dice el Filósofo en IX Ethic., Cristo nos ha prometido su presencia corporal, como premio, en el texto de Mt 24,28: donde está el cuerpo allí se reúnen las águilas. Mientras tanto, sin embargo, no ha querido privarnos de su presencia corporal en el tiempo de la peregrinación, sino que nos une con él en este sacramento por la realidad de su cuerpo y de su sangre. Por eso dice en Jn 6,57: Quien come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí y yo en él. Por tanto, este sacramento es signo de la más grande caridad y aliento de nuestra esperanza, por la unión tan familiar de Cristo con nosotros.
Tercero, esta presencia se ajusta a la perfección de la fe, que tiene por objeto tanto la divinidad de Cristo como la humanidad, según las palabras de Jn 14,11: Creed en Dios y creed en mí. Y, puesto que la fe es acerca de las cosas invisibles, de la misma manera que Cristo nos propone su divinidad invisible, así en este sacramento nos propone su carne de modo invisible. Y, por no considerar estas razones, algunos sostuvieron la opinión de que el cuerpo y la sangre de Cristo no están en este sacramento más que como signo. Pero ha de ser rechazada esta opinión como herética por ser contraria a las palabras de Cristo. De ahí que Berengario, primer inventor de este error, fuese obligado a retractarse después, y confesase la verdad de la fe.

A las objeciones:
1. Los herejes que acabamos de mencionar han tomado ocasión para su error de la autoridad de San Agustín, interpretando mal sus palabras. Porque, cuando dice San Agustín: No tendréis que comer este cuerpo que veis, no pretende excluir la realidad del cuerpo de Cristo, sino solamente afirmar que no le habían de comer en la misma forma en que ellos le veían. Cuando dice: Os he comunicado un misterio. Entendido espiritualmente, os vivificará, no pretende decir que el cuerpo de Cristo está en este sacramento en sentido místico solamente, sino que está espiritualmente, o sea, invisiblemente y con las propiedades del espíritu. Por eso en Super lo., explicando las palabras: la carne no sirve para nada, afirma: del modo que ellos lo entendieron. Porque ellos entendieron que habían de comer su carne como se desgarra a trozos de un cadáver o como se vende en la carnicería, y no como animada por el espíritu. Que descienda el espíritu sobre la carne y servirá para mucho. Porque si la carne no sirve para nada, el Verbo no se hubiese hecho carne para habitar entre nosotros.
2. A la segunda hay que decir: Las palabras de San Agustín y otras semejantes han de entenderse del cuerpo de Cristo físicamente visible, del modo que el mismo Señor dice en Mt 26,12: A mí no siempre me tendréis. Invisiblemente, sin embargo, bajo los elementos de este sacramento, está donde quiera que se realice este sacramento.
3. El cuerpo de Cristo no está en este sacramento como un cuerpo está en un lugar con el que coinciden todas sus dimensiones, sino del modo especial y propio de este sacramento. De ahí que digamos que el cuerpo de Cristo está en diversos altares, no como distintos lugares, sino como está en el sacramento. Lo cual no quiere decir que Cristo esté allí solamente como signo, aunque el sacramento pertenezca a la categoría de los signos, sino que entendemos que el cuerpo de Cristo está ahí, como ya se ha dicho, del modo propio y peculiar de este sacramento.
4. La objeción es válida si se refiere a la presencia del cuerpo de Cristo físicamente entendida, o sea, en su semblanza visible, pero no si se refiere a la presencia espiritual, o sea, invisible, según el modo y las propiedades del espíritu. Por lo que San Agustín dice en Super lo.: Si has entendido espiritualmente las palabras de Cristo sobre su carne, serán para ti espíritu y vida. Si las has entendido carnalmente, también son espíritu y vida, pero no lo son para ti.

Artículo 2: La sustancia del pan y del vino, ¿permanece en este sacramento después de la consagración? lat
Objeciones por las que parece que la sustancia del pan y del vino permanece en este sacramento después de la consagración.
1. Dice San Juan Damasceno en el libro IV: Puesto que es costumbre entre los hombres comer pan y beber vino, unió Dios a estas cosas la divinidad y las ha hecho su cuerpo y su sangre. Y más abajo: El pan de la comunión no es un simple pan sino un pan unido a la divinidad. Ahora bien, la unión tiene lugar entre cosas que simultáneamente existen. Luego en este sacramento el pan y el vino coexisten con el cuerpo y la sangre de Cristo.
2. Entre los sacramentos de la Iglesia debe haber uniformidad. Ahora bien, en los otros sacramentos permanece la sustancia de cada materia: en el bautismo, por ej., permanece la sustancia del agua, y en la confirmación, la del crisma. Luego en este sacramento permanece también la sustancia del pan y del vino.
3. El pan y el vino en este sacramento se emplean como signo de la unidad de la Iglesia, ya que, como dice San Agustín en su libro De Symbolo, un pan se hace de muchos granos, y un vino, de muchos racimos. Pero la sustancia del pan y del vino se requieren para este significado de unidad. Luego la sustancia del pan y del vino permanecen en este sacramento.
Contra esto: dice San Ambrosio en el libro De Sacramentis: Aunque lo que se ve es la forma externa de pan y de vino, hemos de creer, sin embargo, que después de la consagración, lo único que hay es la carne y la sangre de Cristo.
Respondo: Algunos sostuvieron que en este sacramento permanece la sustancia del pan y del vino después de la consagración. Pero esta opinión no se puede sustentar. Primero, porque esta opinión hace desaparecer la verdad de este sacramento, según la cual el verdadero cuerpo de Cristo está presente en la eucaristía. Pero no está en ella antes de la consagración. Y una cosa no se hace presente donde no estaba antes más que por cambio de lugar o porque otra cosa se convierte en ella, como es el caso, por ejemplo, del fuego, que comienza en una casa porque lo llevan allí o porque se produce allí. Por supuesto que el cuerpo de Cristo no comienza a estar en este sacramento por cambio de lugar. En primer lugar, porque de ahí se seguiría que dejaría de estar en el cielo, ya que lo que se mueve localmente no se hace presente en un lugar sin abandonar el que ocupaba. En segundo lugar, porque todo cuerpo que se mueve localmente tiene que pasar por los lugares intermedios. Cosa que aquí no se puede afirmar. En tercer lugar, porque es imposible que un movimiento, ejercido sobre un cuerpo que se mueve localmente, tenga como punto de llegada simultáneamente diversos lugares, ya que el cuerpo de Cristo comienza a estar en varios lugares al mismo tiempo bajo este sacramento. Por tanto, no queda más solución que la de que el cuerpo de Cristo no puede hacerse presente en el sacramento más que por conversión de la sustancia del pan y del vino en él. Ahora bien, lo que se convierte en otra cosa, una vez que se hace la conversión, ya no permanece. Por consiguiente, para salvar la verdad de este sacramento, no queda más que afirmar que la sustancia del pan, después de la consagración, no puede permanecer.
Segundo, porque esta opinión está en contradicción con la forma de este sacramento, en la que se dice: Esto es mi cuerpo. Lo cual no será cierto si la sustancia del pan permanece allí, ya que la sustancia del pan nunca es el cuerpo de Cristo, en cuyo caso habría que decir: Aquí está mi cuerpo.
Tercero, porque esta opinión sería incompatible con el culto tributado a este sacramento, en el caso de que hubiese en él una sustancia que no pudiese ser adorada con adoración de latría.
Cuarto, porque esta opinión sería contraria a la prescripción de la Iglesia según la cual no se permite recibir el cuerpo de Cristo después de haber ingerido alimento sólido, mientras que después de asumir una hostia consagrada se puede asumir otra. Por consiguiente, hay que rechazar esta opinión como herética.

A las objeciones:
1. Dios ha unido su divinidad, o sea, su poder divino, al pan y al vino, no para que permanezcan en este sacramento, sino para hacer de ellos su cuerpo y su sangre.
2. En los otros sacramentos no está Cristo realmente, como en éste. Por lo que en los otros sacramentos permanece la sustancia de la correspondiente materia. Pero en éste no.
3. Los elementos que permanecen en este sacramento, como después se dirá (a.3), bastan para el significado de este sacramento, ya que por los accidentes se conoce la naturaleza de la sustancia.

Artículo 3: La sustancia del pan después de la consagración, ¿es aniquilada o queda reducida a la materia primitiva? lat
Objeciones por las que parece que la sustancia del pan, después de la consagración, es aniquilada o queda reducida a la materia primitiva.
1. Lo que es corporal tiene que ocupar algún lugar. Pero la sustancia del pan, que es corporal, no permanece en este sacramento, como se acaba de decir (a.2), ni tampoco se le puede señalar el lugar en que se encuentre. Luego después de la consagración no es nada. Por tanto, es aniquilada o queda reducida a la materia primitiva.
2. En cualquier mutación el punto de partida no permanece si no es en la potencia de la materia, como es el caso, por ej., del aire, que cuando se convierte en fuego, la forma de aire no permanece más que en la potencia de la materia. Y lo mismo se diga cuando lo blanco se convierte en negro. Ahora bien, en este sacramento la sustancia del pan y del vino es como el punto de partida, mientras que el cuerpo y la sangre de Cristo son como el punto de llegada. Dice, en efecto, San Ambrosio en su libro De oficüsTM: Antes de la consagración recibe el nombre de otra cosa, después de la consagración está significando el cuerpo. Por tanto, una vez hecha la consagración, la sustancia del pan y del vino no permanece más que reducida a su propia materia.
3. De dos proposiciones contradictorias una tiene que ser verdadera. Pero ésta es falsa: Después de la consagración la sustancia del pan y del vino es algo. Luego esta otra es verdadera: La sustancia del pan y del vino es nada.
Contra esto: dice San Agustín en su libro Octonnta trium Ouaestionum: Dios no es causa de la tendencia al no ser. Pero es el poder divino el que realiza este sacramento. Luego en este sacramento no se aniquila la sustancia del pan y del vino.
Respondo: Puesto que la sustancia del pan y del vino no permanecen en este sacramento, algunos teniendo por imposible que se convierta en el cuerpo y en la sangre de Cristo, opinaron que, en virtud de la consagración, la sustancia del pan y del vino queda reducida a la materia preexistente o es aniquilada.
Ahora bien, la materia preexistente, a la que los cuerpos compuestos pueden quedar reducidos, son los cuatro elementos. Porque la reducción no se puede hacer a la materia prima, de tal forma que ésta exista sin forma, ya que la materia no puede subsistir sin una forma. Y, como después de la consagración, bajo las especies sacramentales, no queda más que el cuerpo y la sangre, será necesario decir que los elementos, a los que queda reducida la sustancia del pan y del vino, salen de allí con movimiento local. Lo cual sería perceptible por los sentidos. Además, la sustancia del pan y del vino tiene que permanecer hasta el último instante de la consagración. Ahora bien, en el último instante de la consagración ya está allí la sustancia, bien del cuerpo, bien de la sangre de Cristo, como en el último instante de la generación ya está allí la forma engendrada. Luego no hay un instante en que la materia preexistente esté allí. Porque no puede decirse que la sustancia del pan y del vino se va reduciendo poco a poco a la materia preexistente, o que de manera sucesiva vaya saliendo de los respectivos elementos que quedan allí. Porque si esto comenzara a verificarse en el último instante de la consagración, bajo alguna parte de la hostia, estaría al mismo tiempo el cuerpo de Cristo y la sustancia del pan, lo cual es contrario a lo que acabamos de demostrar (a.2). Pero si esa paulatina reducción o salida comenzase a verificarse antes de la consagración, habría que conceder un tiempo en el que, bajo alguna parte de la hostia, no estuviera ni la sustancia del pan ni el cuerpo de Cristo. Lo cual es inaceptable.
Pues bien, parece que estos mismos autores se dieron cuenta de este inconveniente y propusieron el otro término de la alternativa: la aniquilación. Pero tampoco esta solución es posible. Porque no hay otro modo de que el verdadero cuerpo de Cristo comience a estar en el sacramento que no sea la conversión de la sustancia del pan en él. Y esta conversión no se podrá verificar si se mantiene la aniquilación o la reducción del pan a la materia preexistente. Igualmente, tampoco se podría asignar a esta reducción o aniquilación en este sacramento una causa, ya que el efecto del sacramento queda significado por la forma, y ninguna de estas dos acciones queda significada con las palabras de la forma: Esto es mi cuerpo. Luego queda claro que estas opiniones son falsas.

A las objeciones:
1. La sustancia del pan y del vino, después de la consagración, no permanece ni bajo los elementos sacramentales ni en ninguna otra parte. Ahora bien, esto no quiere decir que sea aniquilada, sino que se convierte en el cuerpo y en la sangre de Cristo. Como tampoco se sigue que el aire, del que se genera el fuego, si no está aquí o allí, haya sido aniquilado.
2. La forma que es punto de partida no se convierte en otra forma, sino que una sucede a la otra en el mismo sujeto. Por eso, la primera no permanece más que en la potencia de la materia. Pero aquí la sustancia del pan se convierte en el cuerpo de Cristo, como se ha dicho (c.; a.2). Luego la comparación no es válida.
3. Aunque, después de la consagración, esta proposición: la sustancia del pan es algo, sea falsa, sin embargo, aquello en que se convierte la sustancia del pan es algo. Y, por tanto, la sustancia del pan no es aniquilada.

Artículo 4: ¿Puede el pan convertirse en el cuerpo de Cristo? lat
Objeciones por las que parece que el pan no puede convertirse en el cuerpo de Cristo.
1. La conversión es una mutación. Pero toda mutación requiere un sujeto, que primeramente está en potencia, y después en acto, porque, como se dice en III Physic., el movimiento es el acto de un ser en potencia. Ahora bien, no se puede asignar otro sujeto a la sustancia del pan y del cuerpo de Cristo, ya que es propio de la sustancia no estar en un sujeto, como se dice en Praedicamentis. Luego toda la sustancia del pan se convierte en el cuerpo de Cristo.
2. La forma resultante de una conversión comienza a existir en la materia que sostenía la forma precedente, como es el caso del aire que, al convertirse en fuego, fuego que antes no existía, la forma de fuego comienza a estar en la materia del aire. Igualmente, cuando el alimento se convierte en hombre, un hombre que antes no existía, la forma de hombre comienza a estar en la materia del alimento. Luego si el pan se convierte en el cuerpo de Cristo, es necesario que la forma del cuerpo de Cristo comience a estar en la materia del pan, lo cual es falso. Luego el pan no se convierte en la sustancia del cuerpo de Cristo.
3. Cuando dos cosas son radicalmente opuestas, nunca se transforma una en otra, como por ej., la blancura nunca se transforma en negritud, sino que el sujeto de la blancura deviene sujeto de la negritud, como se dice en I Physic.. Ahora bien, de la misma manera que dos formas contrarias son radicalmente opuestas, como principios que son de diferencia formal, así dos materias determinadas son radicalmente opuestas, por ser principios de diferencia material. Luego es imposible que esta materia determinada de pan se transforme en otra materia por la que el cuerpo de Cristo es individuo. Por consiguiente, es imposible que la sustancia de este pan se convierta en la sustancia del cuerpo de Cristo.
Contra esto: dice Eusebio Emiseno: No tiene que resultarte extraño ni imposible el hecho de que lo terreno y mortal se convierta en la sustancia de Cristo.
Respondo: Puesto que, como se ha dicho ya (a.2), en este sacramento está realmente el cuerpo de Cristo, y no comienza a estar en él por movimiento local, ya que el cuerpo de Cristo tampoco está allí localizado, como se deduce de lo dicho (a.1 ad 3), es necesario decir que comienza a estar en el sacramento por conversión de la sustancia del pan en él.
Esta conversión, sin embargo, no es como las conversiones naturales, sino que es totalmente sobrenatural y realizada por el solo poder de Dios. Por lo que dice San Ambrosio en su libro De Sacramentes: Es claro que la Virgen engendró al margen del orden natural. Y lo que consagramos es el cuerpo nacido de la Virgen. Por consiguiente, ¿a qué buscas orden natural en el cuerpo de Cristo, cuando el mismo Señor Jesús ha nacido de la Virgen al margen del orden natural? Y San Juan Crisóstomo comentando aquello de Jn 6,64: Las palabras que os he dicho, o sea, a propósito de este sacramento, son espíritu y vida, dice: Es decir, son palabras espirituales que nada tienen de carnal, ni siguen un proceso natural, ya que están libres de toda necesidad terrena y de las leyes que rigen aquí abajo.
Es claro, efectivamente, que todo agente actúa en cuanto que él tiene su ser en acto. Pero todo agente creado está determinado en su obrar, ya que él pertenece a un determinado género y a una determinada especie. De ahí que su acción esté también limitada a un determinado acto. Ahora bien, la determinación de una cosa cualquiera en su ser actual es por la forma. Por consiguiente, ningún agente natural o creado tiene un poder superior al de cambiar una forma. Por eso, las conversiones que tienen lugar siguiendo el proceso de la naturaleza son formales. Pero Dios es acto infinito, como se ha demostrado en la Primera Parte (q.7 a.1; q.25 a.2). Luego su acción abarca todos los niveles del ser. Por tanto, no sólo puede producir conversiones formales, por las que diversas formas se suceden en un mismo sujeto, sino que puede producir la conversión de todo el ser por la que toda sustancia de un ser se convierte en toda la sustancia de otro. Y esto es lo que sucede por el poder divino en este sacramento. Porque toda la sustancia del pan se convierte en toda la sustancia del cuerpo de Cristo, y toda la sustancia del vino, en toda la sustancia de la sangre de Cristo. Por donde se ve que esta conversión no es formal, sino sustancial, y no está contenida entre las conversiones que siguen el curso de la naturaleza, por lo que puede decirse que su nombre propio es el de transubstanciación.

A las objeciones:
1. La objeción se refiere a la mutación formal, porque es propio de la forma estar en la materia o sujeto. Pero no es esto lo que sucede en la conversión de toda la sustancia. Por tanto, como esta conversión sustancial lleva consigo un cierto orden entre las sustancias, convirtiéndose una en otra, tiene en cierto modo su sujeto en cada una de las sustancias, como ocurre entre el orden y el número.
2. También esta objeción se refiere a la conversión formal o mutación, ya que como acabamos de decir (ad 1), es necesario que la forma esté en la materia o sujeto. Sin embargo, no es esto lo que tiene lugar en la conversión de toda sustancia, bajo la cual no hay ningún otro sujeto.
3. La virtud de un agente finito no puede cambiar una forma en otra ni una materia en otra. Pero la virtud del agente infinito, cuyo poder abarca todos los niveles del ser, sí puede realizar esta conversión, porque tanto las dos formas como las dos materias tienen algo en común: su pertenencia al ser. Y el autor del ser puede cambiar lo que hay de ser en una a lo que hay de ser en otra, eliminando lo que distinguía a una de otra.

Artículo 5: ¿Permanecen en este sacramento los accidentes de pan y vino? lat
Objeciones por las que parece que en este sacramento no permanecen los accidentes del pan y del vino.
1. Si se hace desaparecer lo primero, desaparece también lo que viene después. Pero la sustancia es naturalmente anterior al accidente, como se demuestra en VII Metaphys. Luego como después de la consagración no permanece la sustancia en este sacramento, parece que tampoco pueden permanecer sus accidentes.
2. En el sacramento de la verdad no debe haber lugar para ningún engaño. Ahora bien, por los accidentes juzgamos de la sustancia. Parece, pues, que quedaría engañado el juicio humano si permaneciesen los accidentes y no permaneciese la sustancia del pan. Luego esta permanencia es incompatible con este sacramento.
3. Aunque la fe no esté sometida a la razón, no está contra la razón sino sobre ella, como al principio de esta obra se dijo (I q.l a.6 ad 2; a.8). Ahora bien, nuestra razón tiene su origen en los sentidos. Luego nuestra fe no debe estar contra los sentidos juzgando éstos que es pan lo que la fe cree que es la sustancia del cuerpo de Cristo. Luego no conviene a este sacramento que los accidentes de pan, objeto de los sentidos, permanezcan, y la sustancia del pan no.
4. Lo que permanece después de la conversión parece que debe ser el sujeto de la mutación. Luego si permanecen los accidentes del pan después de la conversión, parece que han de ser estos accidentes el sujeto de la conversión. Lo cual es imposible, porque no hay accidente de otro accidente. Luego en este sacramento no deben permanecer los accidentes del pan y del vino.
Contra esto: dice San Agustín en el libro Sententiarum Prosperí: Bajo los elementos de pan y vino que vemos, nosotros veneramos cosas invisibles, o sea, la carne y la sangre.
Respondo: Consta por el testimonio de los sentidos que, después de la consagración, los accidentes del pan y del vino permanecen. Y esto lo ha dispuesto así sabiamente la divina providencia. Primero, porque no es habitual entre los hombres, sino cosa horrible, comer y beber carne y sangre humanas, se nos ofrece la carne y la sangre de Cristo bajo las especies de unos alimentos que son los más frecuentemente utilizados por los hombres, o sea, el pan y el vino. Segundo, para no exponer este sacramento a la burla de los infieles, cosa que sucedería si comiéramos al Señor en su estado físico. Tercero, para que el hecho de recibir invisiblemente el cuerpo y la sangre del Señor aumente el mérito de nuestra fe.
A las objeciones:
1. El efecto, como se dice en el libro De Causis, depende más de la primera causa que de la segunda. De ahí que por el poder de Dios, que es la primera causa de todas las cosas, puedan permanecer cosas posteriores, habiendo desaparecido las anteriores.
2. No hay engaño alguno en este sacramento, porque los sentidos juzgan acerca de los accidentes, y éstos están ahí en toda su realidad. Ahora bien, la inteligencia, cuyo objeto propio es la sustancia, como se dice en III De anima, es preservada del engaño por la fe.
3. Con esto se responde a la tercera objeción. Porque la fe no se opone a los sentidos, sino que a ella le conciernen cosas que los sentidos no pueden detectar.
4. Propiamente hablando, esta conversión no tiene sujeto, como se ha dicho antes (a.4 ad 1). No obstante, los accidentes que permanecen, tienen una cierta semejanza con él.

Artículo 6: ¿Permanece en este sacramento la forma sustancial del pan después de la consagración? lat
Objeciones por las que parece que en este sacramento permanece la forma sustancial del pan después de la consagración.
1. Ya hemos dicho (a.5) que después de la consagración permanecen los accidentes. Pero, puesto que el pan es algo artificial, también su forma es un accidente. Luego después de la consagración, permanece.
2. La forma del cuerpo de Cristo es su alma, pues se dice en II De Anima que el alma es acto del cuerpo físico que tiene vida en potencia. Pero no puede decirse que la forma sustancial del pan se convierta en el alma de Cristo. Luego parece que la forma sustancial del pan permanece después de la consagración.
3. La propia operación de cada cosa se deriva de su propia forma sustancial. Ahora bien, lo que permanece en este sacramento nutre y produce todos los efectos que produciría el pan. Luego la forma sustancial del pan permanece en este sacramento después de la consagración.
Contra esto: la forma sustancial del pan es parte de la sustancia del pan. Pero la sustancia del pan se convierte en el cuerpo de Cristo, como se ha dicho ya (a.2-4). Luego la forma sustancial del pan no permanece.
Respondo: Algunos opinaron que, después de la consagración, no sólo permanecen los accidentes del pan, sino también la forma sustancial del pan. Pero esto no puede ser. Primero, porque si permaneciese la forma sustancial, se convertiría en el cuerpo de Cristo solamente la materia del pan. Y de ahí se seguiría que la conversión no se haría a todo el cuerpo de Cristo, sino solamente a su materia. Lo cual es incompatible con la forma del sacramento que dice: Esto es mi cuerpo. Segundo, porque si permaneciese la forma sustancial del pan, permanecería o unida a la materia o separada de ella. Ahora bien, lo primero no puede ser, porque si permaneciese unida a la materia del pan, permanecería entonces toda la sustancia del pan, lo cual está en contradicción con lo dicho (a.2). Pero tampoco puede permanecer unida a otra materia, porque cada forma está unida a la propia materia. Y si permaneciera separada de la materia, ya sería una forma actualmente inteligible, y también inteligente, porque todas las formas separadas de la materia son así. Tercero, esa permanencia sería inconciliable con este sacramento, porque los accidentes del pan permanecen en este sacramento para que se vea bajo ellos el cuerpo de Cristo, pero no en su figura física, como más arriba se ha dicho (a.5). Por consiguiente, hay que decir que la forma sustancial del pan no permanece.
A las objeciones:
1. Nada hay que impida hacer artificialmente algo cuya forma no sea accidental, sino forma sustancial. Artificialmente, por ejemplo, pueden producirse ranas y serpientes, ya que la artesanía no produce estas formas por su propia virtud, sino por virtud de los principios naturales. Y así es como el panadero produce la forma sustancial del pan, por la virtud del fuego que cuece la masa, hecha de harina y de agua.
2. El alma es la forma del cuerpo, y es lo que confiere a éste toda la estructura del ser perfecto, como es el ser, el ser corpóreo, el ser animado, etc. La forma del pan se convierte, pues, en la forma del cuerpo de Cristo para darle el ser corpóreo, pero no para darle el ser animado con tal alma.
3. Algunas de las operaciones del pan proceden de él por razón de sus accidentes, como es el impresionar nuestros sentidos. Y estas operaciones se encuentran en los elementos del pan después de la consagración, puesto que permanecen los accidentes. Otras operaciones, sin embargo, proceden del pan por razón de la materia, como es el convertirse en otro, o por razón de la forma sustancial, como es la operación derivada de su especie, por ejemplo, vigorizar el corazón del hombre. Y tales operaciones se encuentran en este sacramento no porque permanezca la forma o la materia, sino porque se comunican milagrosamente a los accidentes, como se dirá después (q.77 a.3 ad 2.3; a.5.6).

Artículo 7: Esta conversión, ¿es instantánea o se hace paulatinamente? lat
Objeciones por las que parece que esta conversión no es instantánea, sino que se hace paulatinamente.
1. En esta conversión está primeramente la sustancia del pan, y después la sustancia del cuerpo de Cristo. Luego no están las dos en el mismo instante, sino en dos instantes. Pero entre dos instantes hay un tiempo intermedio. Luego esta conversión se hace en el proceso de un tiempo que transcurre entre el último instante en que está presente el pan y el primer instante en que está presente el cuerpo de Cristo.
2. En toda conversión hay un hacerse y un estar hecho. Pero estas dos cosas no se dan a la vez, porque lo que se hace no es todavía, y lo que está hecho ya es. Luego en esta conversión hay un antes y un después. Luego no puede ser instantánea, sino sucesiva.
3. San Ambrosio dice en su libro De Sacramentis que este sacramento se realiza con las palabras de Cristo. Pero estas palabras se pronuncian sucesivamente. Luego esta conversión se hace sucesivamente.
Contra esto: esta conversión se realiza por el poder infinito, y es propio de este poder obrar instantáneamente.
Respondo: Una mutación puede ser instantánea por tres razones. Primera, por parte de la forma que es punto de llegada en esta mutación. Porque si se trata de una forma que admite un más y un menos, como es la salud, el sujeto la adquiere de modo sucesivo. Pero como la forma sustancial no admite un más y un menos, su introducción en la materia es instantánea. Segunda, por parte del sujeto, que a veces se va preparando gradualmente para recibir la forma, como es el caso del agua que se va calentando poco a poco. Pero cuando el sujeto está en la última disposición para recibir la forma, súbitamente la recibe. Así, un cuerpo diáfano se ilumina instantáneamente. Tercera, por parte del agente de poder infinito, que puede disponer la materia para recibir la forma instantáneamente, como lo que se lee en Mc 7,34-35, cuando Cristo dijo: Efetá, que significa abrir, y al instante se abrieron los oídos del hombre, y se le soltó la traba de la lengua. Y por estas tres razones esta conversión es instantánea. Primero, porque la sustancia del cuerpo de Cristo, punto de llegada de esta conversión, no admite un más y un menos. Segundo, porque en esta conversión no hay un sujeto que se vaya preparando sucesivamente. Tercero, porque se realiza por el poder infinito de Dios.

A las objeciones:
1. Hay algunos que no conceden que entre dos instantes haya un tiempo intermedio. Esto tiene lugar —dicen ellos-entre dos instantes que pertenecen al mismo movimiento, pero no entre dos instantes que se refieren a movimientos distintos. Así, entre el instante que señala el fin del reposo y el otro instante que señala el principio del movimiento, no hay un tiempo intermedio. Pero en esto se equivocan. Porque la identidad del tiempo y del instante, o su diversidad, no se toman por relación a cualquier movimiento, sino por relación al primer movimiento del cielo, que es la medida de todo el movimiento y de todo el reposo.
Por eso, otros conceden la existencia del tiempo intermedio en el tiempo que mide el movimiento dependiente del movimiento del cielo. Ahora bien, hay movimientos no dependientes del movimiento del cielo, y que no están mensurados por él, como se dijo en la Primera Parte (q.53 a.3) hablando del movimiento de los ángeles. Por eso, entre dos instantes correspondientes a estos movimientos, no hay un tiempo intermedio. Pero esto no hace al caso. Porque, aunque esta conversión, de suyo, no tenga relación con el movimiento del cielo, sigue, sin embargo, a la pronunciación de las palabras, pronunciación que necesariamente está mensurada por el movimiento del cielo. Por tanto, es indispensable que entre dos instantes cualesquiera de la conversión haya un tiempo intermedio.
Por eso, otros afirman que el último instante en que está presente el pan, y el primero en que está presente el cuerpo de Cristo, son dos con relación a las realidades medidas, pero es uno solo con relación al tiempo mensurante, como, cuando dos líneas se tocan, son dos puntos por parte de las dos líneas, pero es uno solo por parte del lugar que las contiene. Pero aquí el caso es distinto. Porque el instante y el tiempo no es una medida intrínseca en los movimientos particulares, como lo es la línea y el punto en los cuerpos, sino sólo extrínseca, como lo es el lugar para los cuerpos.
Por eso, otros dicen que el instante es idéntico en la realidad, aunque la mente lo conciba como doble. Pero de aquí se seguiría que dos cosas realmente opuestas coexistirían en el mismo sujeto. Porque la duplicidad mental de los instantes no haría variar la realidad. Por consiguiente, hay que decir que, como ya hemos dicho (a.3), esta conversión se realiza por las palabras de Cristo, proferidas por el sacerdote, de tal modo que el último instante de la pronunciación de las palabras es el primer instante en que está presente el cuerpo de Cristo en el sacramento. Y en todo el tiempo anterior está allí la sustancia del pan. En este tiempo no se puede considerar un instante que precedería inmediatamente al último, porque el tiempo, como se prueba en VI Physic., no se compone de instantes que se suceden unos a otros. En consecuencia, puede precisarse un instante en que el cuerpo de Cristo está presente, pero no se puede precisar el último instante de la presencia del pan, aunque sí se puede precisar un último tiempo. Por lo demás, esto es lo que acontece también en las mutaciones naturales, como demuestra el Filósofo en VIII Physicorum.

2. En las mutaciones instantáneas hay coincidencia entre el hacerse y el estar hecho, como la hay entre iluminarse y estar iluminado. En estas mutaciones, en efecto, se dice estar hecho en cuanto que ya es, y se dice hacerse en cuanto que antes no era.
3. Esta conversión, como se ha dicho ya (ad 1), se realiza en el último instante en que se pronuncian las palabras, porque es entonces cuando se completa su significado, un significado que es eficaz en las formas de los sacramentos. Y de aquí no se sigue que esta conversión sea sucesiva.

Artículo 8: ¿Es verdadera la proposición «del pan se hace el cuerpo de Cristo?» lat
Objeciones por las que parece que la proposición del pan se hace el cuerpo de Cristo es falsa.
1. Todo aquello de lo cual se obtiene otra cosa, se hace esa cosa. Pero no viceversa. Decimos, en efecto, que de lo blanco se hace el negro, y que lo blanco se hace negro. Pero, aunque digamos que un hombre se hace negro, no decimos, sin embargo, que del hombre se hace lo negro, como consta en I Physic.. Por tanto, si es verdad que del pan se hace el cuerpo de Cristo, también será verdad que el pan se hace el cuerpo de Cristo, lo cual parece falso, porque el pan no es el sujeto de ese cambio, sino su punto de partida. Luego no es verdad que del pan se hace el cuerpo de Cristo.
2. El hacerse termina en el ser o en estar hecho. Pero esta proposición no es verdadera: El pan es el cuerpo de Cristo, ni ésta: El pan se ha hecho el cuerpo de Cristo, ni esta otra: El pan será el cuerpo de Cristo. Luego parece que tampoco es verdadera la proposición: Del pan se hace el cuerpo de Cristo.
3. Todo aquello de lo cual se hace una cosa, se convierte en la cosa que se hace de ello. Pero esta proposición parece que es falsa: El pan se convierte en el cuerpo de Cristo, ya que esta conversión parece que es más milagrosa que la creación, hablando de la cual, sin embargo, no se dice que el no ser se convierta en el ser. Luego parece que también esta proposición: Del pan se hace el cuerpo de Cristo es falsa.
4. Una cosa de la cual se hace otra, puede ser esa otra. Pero esta proposición es falsa: El pan puede ser el cuerpo de Cristo. Luego también ésta es falsa: Del pan se hace el cuerpo de Cristo.
Contra esto: dice San Ambrosio en el libro De Sacramentis: Cuando viene la consagración, del pan se hace el cuerpo de Cristo.
Respondo: Esta conversión del pan en el cuerpo de Cristo es en cierto aspecto semejante a la creación y a la transmutación natural, y, en otro aspecto, difiere de las dos. Es, efectivamente, común a las tres la sucesión de términos, o sea, el que una cosa venga después que otra. Porque en la creación viene el ser después del no ser: en este sacramento viene el cuerpo de Cristo después de la sustancia del pan; y en la transmutación natural viene lo blanco después de lo negro, o el fuego después del aire. Y es común a ellas también el que los términos no coexisten a la vez.
La conversión de que hablamos es semejante a la creación porque en ninguna de las dos hay un sujeto común para ambos extremos: al contrario de lo que ocurre en las transmutaciones naturales.
No obstante, esta conversión tiene semejanza con las transmutaciones naturales en dos cosas, aunque de modo diverso. Primera, porque en ambas uno de los extremos se cambia en el otro, como el pan se cambia en el cuerpo de Cristo, y el aire, en el fuego; mientras que el no ser no se convierte en el ser. Sin embargo, este cambio se realiza de distinta manera en una y en otra. Porque en el sacramento toda la sustancia del pan se cambia en todo el cuerpo de Cristo, mientras que en la transmutación natural la materia de una cosa recibe la forma de otra, una vez desechada la forma precedente. Segunda, en la una y en la otra permanece algo que les es común, lo cual no sucede en la creación. Hay, sin embargo, diferencias. Porque en la transmutación natural permanece la misma materia o sujeto, mientras que en este sacramento permanecen los mismos accidentes.
Pues, por todas estas razones, se colige que nuestro lenguaje en cada caso debe ser muy diferente. Puesto que, efectivamente, en ninguno de los tres casos coexisten simultáneamente los extremos, o sea, los puntos de partida y de llegada, en ninguno de los tres casos puede predicarse un extremo del otro con el verbo sustantivo de presente, por lo que no decimos: el no ser es ser, o el pan es el cuerpo de Cristo, o el aire es fuego, o lo blanco es negro.
Pero teniendo en cuenta que los extremos se suceden, en los tres casos podemos utilizar la preposición de para designar la sucesión. Podemos, en efecto, decir con propiedad y verdad: del no ser se hace el ser, del pan se hace el cuerpo de Cristo, del aire se hace el fuego, y de lo blanco se hace lo negro.
Pero, puesto que en la creación uno de los dos extremos no se cambia en el otro, hablando de ella no podemos utilizar la palabra conversión diciendo que el no ser se convierte en el ser. Pero sí que podemos utilizarla en este sacramento y en las transmutaciones naturales. Mas, como en este sacramento toda una sustancia se cambia en toda otra sustancia, a esta conversión se la llama propiamente transustanciación.
Más aún. Puesto que en esta conversión no hay sujeto, todo lo que acontece en la conversión natural por razón del sujeto no es aplicable a esta conversión. En primer lugar, es claro que la potencia de pasar a un término opuesto, presupone la existencia de un sujeto, por cuya razón decimos que lo blanco puede ser negro o el aire puede ser fuego, aunque esta segunda expresión no sea tan propia como la primera, porque el sujeto de lo blanco, en el que está la potencia para la negrura, es toda la sustancia de lo blanco, y la blancura no es parte de esta sustancia; mientras que el sujeto de la forma del aire es parte de la sustancia del aire. Por lo que decir: el aire puede ser fuego es una proposición verdadera por sinécdoque, o sea, tomando la parte por el todo. Porque en esta conversión, como en la creación, no hay sujeto común, por lo que no se dice que un extremo puede ser otro. Por ejemplo, no se dice que el no ser puede ser ser o que el pan puede ser el cuerpo de Cristo. Y, por la misma razón, no se puede decir con propiedad que el no ser se hace el ser, o que del pan se hace el cuerpo de Cristo, porque la preposición de indica una causa consustancial, y tal consustancialidad de los extremos en las transmutaciones naturales depende de idéntico sujeto. Y, por la misma razón, no está permitido decir que el pan será el cuerpo de Cristo o que el pan se haga el cuerpo de Cristo, como tampoco, hablando de la creación, puede decirse que el no ser será el ser o que el no ser se haga el ser, porque esta manera de hablar tiene lugar en las mutaciones naturales por razón del sujeto, como cuando decimos que lo blanco se hace negro o que lo blanco será negro. Pero, porque en este sacramento, después de la conversión, queda algo de lo que había antes, o sea, los accidentes del pan, como se ha dicho ya (a.5), pueden admitirse con cierta semejanza algunas de las locuciones siguientes: El pan sea el cuerpo de Cristo, o el pan será el cuerpo de Cristo, o del pan se hace el cuerpo de Cristo, con tal de que con el nombre pan no se sobreentienda la sustancia del pan, sino en general esto que se contiene bajo los elementos de pan, bajo los cuales primeramente estaba contenida la sustancia de] pan, y, después, el cuerpo de Cristo.

A las objeciones:
1. Aquello de lo cual se hace otra cosa, algunas veces indica el sujeto juntamente con uno de los extremos de la mutación, como cuando decimos de lo blanco se hace lo negro. Otras veces, sin embargo, indica solamente lo opuesto o el otro extremo, como cuando se dice: de la mañana se hace el día. En estos casos no se quiere decir que esto se hace aquello, o sea, que de la mañana se haga el día. Y lo mismo sucede aquí. Aunque propiamente se diga que del pan se hace el cuerpo de Cristo, no es propia, sin embargo, la expresión el pan se hace cuerpo de Cristo, sino solamente semejante, como se ha dicho (c.).
2. Aquello de lo cual se hace una cosa, alguna vez será esa cosa por razón del sujeto presupuesto. Y, por eso, como en la conversión sacramental no se da este sujeto, la comparación no vale.
3. En esta conversión hay cosas más difíciles que en la creación, en la que solamente es difícil esto: que hay algo que se hace de nada, lo cual, sin embargo, pertenece al modo propio de obrar de la causa primera, que no presupone nada para su actuación. Pero en esta conversión no solamente es difícil que este todo se convierta en otro todo, de modo que nada quede del anterior, cosa que no pertenece al modo común de producirse una cosa, sino que tiene esta otra dificultad, y es que permanecen los accidentes una vez desaparecida la sustancia, y muchas más, de las que hablaremos después (q.77). A pesar de todo, la palabra conversión es aceptable para este sacramento, mientras que para la creación, no, como se ha dicho (c.).
4. Como ya se ha dicho (Ib.), la potencia de ser una cosa u otra radica en el sujeto, sujeto que en esta conversión no se da. Por eso no se puede decir que el pan puede ser el cuerpo de Cristo, ya que la conversión sacramental no se hace por la potencia pasiva de la creatura, sino por la sola potencia activa de Dios.

Ya lei todo eso, y fue a ese rticulo que respondi, asi que deberas refutar mi estudio, ¿podras hacerlo?

Te lo cito de nuevo:

La Doctrina De La Transubstanciación

El Concilio de Trento afirma: "Porque Cristo, nuestro Redentor, dijo que lo que ofrecía bajo la especie de pan era verdaderamente su Cuerpo, se ha mantenido siempre en la Iglesia esta convicción, que declara de nuevo el Santo Concilio: por la consagración del pan y del vino se opera el cambio de toda la substancia del pan en la substancia del Cuerpo de Cristo nuestro Señor y de toda la substancia del vino en la substancia de su sangre; la Iglesia Católica ha llamado justa y apropiadamente a este cambio transubstanciación” (CIC, 1376).

El catecismo dice: “Sólo los presbíteros válidamente ordenados pueden presidir la Eucaristía y consagrar el pan y el vino para que se conviertan en el Cuerpo y la Sangre del Señor” (CIC N° 1411).

La iglesia católica basa la doctrina de la transubstanciación en Juan 6:53. El pasaje dice asi: “Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros”.

Otro pasaje de la biblia que la iglesia católica usa para basar su doctrina es este: "Porque yo recibí del Señor lo que también os he enseñado: Que el Señor Jesús, la noche que fue entregado, tomó pan; y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí. Asimismo tomó también la copa, después de haber cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre; haced esto todas las veces que la bebiereis, en memoria de mí" (1 Corintios 11:23-25).

La iglesia católica cree que Jesus hablaba literalmente. Pero eso es absurdo. Si entendemos de manera literal que el pan y el vino es Jesus mismo literalmente en toda su humanidad y deidad, entonces Jesus enseño a blasfemar.

Si el pan y el vino es el Señor Jesus por la consagración, entonces:

1. Si Jesus es comido con cuerpo, alma y naturaleza Divina entonces el catolico es canibal.

Los únicos, en la biblia, que comieron un cuerpo humano con sangre, fueron los perros que comieron a Jezabel y personas que se apartaron de Dios.
Isaías 9:20 dice: "Cada uno hurtará a la mano derecha, y tendrá hambre, y comerá a la izquierda, y no se saciará; cada cual comerá la carne de su brazo".
Este pasaje habla de hurtar y de comer. Si hurtar es malo, comer la carne humana es pecado.

Levítico 26:29 dice: “Comeréis la carne de vuestros hijos, y la carne de vuestras hijas comeréis”.

Este pasaje habla de personas desobedientes que como consecuencia de su pecado y rebelión sufrirán las consecuencias y castigos de Dios. En el mismo capitulo se advierte que eso sucedera sidesdeñareis mis decretos, y vuestra alma menospreciare mis estatutos, no ejecutando todos mis mandamientos, e invalidando mi pacto” (Levitico 26:15).

Jeremias 19:9 dice: “Y les haré comer la carne de sus hijos y la carne de sus hijas, y cada uno comerá la carne de su amigo durante el sitio y en la aflicción con que les afligirán sus enemigos y los que buscan su vida”.

Estos pasajes no aprueban el canibalismo, sino que son consecuencias y castigos por haber pecado.

Lamentaciones 4:10 dice: “Las manos de mujeres compasivas cocieron a sus propios hijos, que les sirvieron de comida a causa de la destrucción de la hija de mi pueblo”.

Estos pasajes hablan de como mujeres que eran compasivas llegaron en su desesperación a hacer algo tan abominable, como cocinar a sus propios hijos y comerlos.

Flavio Josefo, hablando sobre la destrucción de Jerusalén por los romanos al mando del general Tito dice: “Mientras tanto, incontables miles de judíos morían de hambre. En cada casa donde había el menor bocado de comida, los parientes luchaban por él. Transidos de hambre, los proscritos husmeaban como perros enloquecidos, royendolo lo que fuera: cinturones, zapatos e incluso el cuero de sus escudos. Otros devoraban manojos de paja, y luego sucedió el horroroso caso de María de Betezuba. Distinguida en familia y fortuna, María había huido a Perea a Jerusalén, pero sus propiedades habían sido saqueadas por los tiranos durante el asedio, y su comida por los registros diarios de sus seguidores. Enloquecida por el hambre, tomó a su bebé que tenía en su pecho, y dijo: “ìPobre bebé! ¿Por qué debería preservarte para la guerra, el hambre y la rebellion? Ven, sé mi alimento (…) con esto, mató a su pequeño, asó su cuerpo, y devoró la mitad del mismo, ocultando el resto. Los rebeldes llegaron al instante (…) amenazándola si no les entregaba lo que había preparado (…) destapando los restos del bebé. Ellos se quedaron paralizados de horror (…) y les dijo: Servíos porque yo ya he tenido mi parte (…) pero si sois melindrosos y no aprobáis mi sacrificio, dejadme el entonces el resto para mí. Ellos salieron temblando (…) mientras que los romanos quedaban horrorizados –por el – canibalismo infantil…” (Guerra de los judíos, libro VII, caps. VII-VIII, sec. 223-225, Adaptación de Paul L. Maier).

Josefo dice que los romanos se horrorizaron por el canibalismo.

2. Si el pan y el vino son el cuerpo y sangre de Cristo de manera literal, entonces cuando el cristiano lo come, lo que esta haciendo es asesinar a Cristo con los dientes. El apóstol Pedro condeno a lo judíos por haber matado a Cristo, asi que si un católico cree en la doctrina de la transubstanciación, lo que debe de creer es que matar a Jesus es algo moral y bueno, y asi contradecir al apostol Pedro.

3. Si Jesús esta en la boca y por alguna razon no intencionada se vomita ese pan y vino, entonces el catolico echa de su boca a Jesus en el suelo. Lo cual no puede ser posible. Jesus no puede estar en una situación asi.

4. Es absurda, si uno participa de la eucaristia y en ese momento alguien se come el pan y el vino, entonces los muchos otros que participan en ese mismo tiempo tienen tambien a Jesus en sus bocas y asi hay muchos Jesus. Jesus solo como Espiritu puede ser omnipresente, pero su cuerpo fisico no, eso no es posible, por lo tanto la doctrina catolica en realidad hace que haya mas de un Jesús físico.Asi que eso significaria que hay muchos Jesus. Si todas las galletas y jugos de uva son un solo Jesus, entonces toda esa comida junta hace del cuerpo de Cristo uno muy grande a diferencia del cuerpo de Cristo, lo que solo contradeciría la misma postura católica.

5. Cuando se participa de la eucaristia, al comer a Jesus, lo que se hace es mezclar la naturaleza carnal heredada de Adan con la naturaleza Santa e inmaculada de Jesus.Los católicos no aceptan que Maria haya tenidoun cuerpo pecaminoso para engendrar a Jesús, pero si creen que Jesus se mezcla con una naturaleza pecaminosa, cuando Jesus es comido, supuestamente de manera literal. Lo que ellos hacen es solo contradecirse.

6. Se vuelve blasfema, porque Jesús estaria en medio de excremento y gusanos. Jesus en ese caso estaría en una situacion que solo un catolico puede concebir y aceptar con alegría.

7. Esta creencia hace que uno se convierta en un vampirista. Dios prohibe el comer sangre. La iglesia ordeno que los creyentes no coman sangre (Hechos 15:28-29).

Dios no prohibio comer sangre de animal solamente. La razón por la que una persona no puede comer sangre es que la vida de la carne esta en la sangre. Levítico 17:10-12 deja esto bien claro: "Si cualquier varón de la casa de Israel, o de los extranjeros que moran entre ellos, comiere alguna sangre, yo pondré mi rostro contra la persona que comiere sangre, y la cortaré de entre su pueblo. Porque la vida de la carne en la sangre está, y yo os la he dado para hacer expiación sobre el altar por vuestras almas; y la misma sangre hará expiación por la persona. Por tanto, he dicho a los hijos de Israel: Ninguna persona de vosotros comerá sangre, ni el extranjero que mora entre vosotros comerá sangre".

La vida de la carne humana tambien esta en la sangre, asi pues la sangre humana tampoco se puede comer por la misma razón que no se puede comer la sangre de animales.

Otra razón por la que no se debe comer la sangre de Cristo de manera literal es porque su sangre era para hacer expiación, lo mismo que la sangre de los animales que eran para expiación.

8. Esta creencia catolica, supone que este pan y vino son literalmente Jesus en toda su deidad y humanidad; pero con sabores distintos, lo que solo resulta ser solo una contradiccion, pero al catolico le parece suficiente con decir que ese pan y ese vino es un Cristo literal en toda su deidad y humanidad, pero que el sabor no lo sea, eso es absurdo. Un Cristo que es literalmente Dios hombre, no puede tener accidentes.

9. Esta creencia supone que un catolico (al creerla y aceptarla) abandonó su derecho a pensar y espera que sus lideres principales piensen por ellos.

No pueden tomarse de manera literal las palabras de Jesus en Juan 6 cuando dice: "Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros" (Juan 6:53). El Señor acostumbraba hablar de manera figurada, por ejemplo decía “vosotros sois la sal” “Yo soy el pan de vida” (Juan 6:48); “Yo soy la resurrección y la vida” (Juan 11:25); “Yo soy la vid verdadera(Juan 15:1), "Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo" (Juan 10:9), “Ustedes son la sal del mundo” (Mateo 5:13), etc.

Cuando Jesus hablo de comer su cuerpo y beber su sangre estaba hablando de creer en El. Jesús dijo: "Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; yel que en mí cree, no tendrá sed jamás" (Juan 6:35).

En este pasaje podemos ver de manera muy clara que Jesus esta hablando de "el que a mi viene" y del "que en mi cree" no tendra hambre ni tendra sed jamas.
Siendo Jesus el pan y su sangre el vino (jugo de uva) tiene sentido de que al "ir a El" y "creer en El" se sacia nuestra hambre y sed. Por lo tanto el comer y el beber significan creer en Cristo. Creo que este pasaje aclara si este "comer" y "beber" es algo literal o tiene un significado figurado, a saber "ir a Cristo", "creer en Cristo" como lo dice el mismo pasaje.

Cuando el Señor Jesus dijo: "Mi comida es que haga la voluntad del que me envió" (Juan 4:34). "Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia" (Mateo 5:6) no hablaba de comer literalmente. Tampoco debemos de entender de manera literal el que Jesus dijera que el pan era su cuerpo y el vino su sangre.

Un católico me dijo una vez que cada vez que la biblia usa los terminos comer y beber en sentido figurado siempre se hace en sentido negativo. Pero como podemos ver, Jesus en Juan 4:34, no usa la palabra comer en sentido negativo. En Isaias 55 tampoco se usa en sentido negativo.

El Señor Jesus, había hablado a sus discípulos en alegorías. "Estas cosas os he hablado en alegorias" (Juan 16:25). ¿Qué le hace pensar al católico que el Señor Jesus no pudo haber hablado en sentido figurado?

Cuando Jesus dijo: “Destruyan este templo y lo levantare de nuevo en tres dias"(Juan 2:19) los judios interpretaron esta declaración de Jesus de manera literal, el mismo error en el que los catolicos caen cuando interpretan Juan 6 sobre el pan y el vino como cuerpo y sangre de Cristo.

Los católicos citan Lucas 22:19 para demostrar que el pan era literalmente el cuerpo de Cristo. El pasaje dice: “Y tomó el pan y dio gracias, y lo partió y les dio, diciendo: Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado; haced esto en memoria de mí”.

Pero como dice Norman Geisler y Thomas Howe: El contexto se opone a tomar esto literalmente. Todos concuerdan en que, cuando Jesús dijo esto, se refería al pan. Lucas dice: "Tomó el pan, dio gracias, lo partió... diciendo "este es mi cuerpo" (Luc. 22:19). Pero era obvio para todos que el cuerpo verdadero de Jesús estaba sosteniendo el pan con sus manos. Así, pues, ninguno de los discípulos presentes podría haber interpretado que Jesús quería decir que el pan era su cuerpo verdadero”(Cuando los críticos preguntan).

Ademas el mismo pasaje nos dice que se hacían en memoria de Cristo.

Ademas de lo dicho, Jesus, cada vez que se llamo a si mismo con un titulo comenzando con los términos “Yo soy” siempre fue en lenguaje figurado en el evangelio de Juan. Lo que demostraría que cuando El se llama a si mismo “El pan de Vida” El debe haber estado hablando en lenguaje figurado.
Veamos unos ejemplos:

1. Yo soy la Luz del mundo (Juan 8:12). Esto es lenguaje figurado.
2. Yo soy la Puerta (Juan 10:9). Esto es lenguaje figurado.
3. Yo soy el Buen Pastor (Juan 10:11).Esto es lenguaje figurado.
4. Yo soy la Resurrección y la Vida (Juan 11:25-26). Esto es lenguaje figurado.
5. Yo soy el Camino, y la Verdad, y la Vida (Juan 14:6).Esto es lenguaje figurado.
6. Yo soy la Vid (Juan 15:5).Esto es lenguaje figurado.

Pese a la evidencia, la iglesia católica quiere que creamos que es literal la afirmación que Jesus hace de si, al llamarse “Yo soy el Pan de Vida” (Juan 6:35).No, no podemos creer lo que a todas luces se entiende de manera figurada.

El historiador y experto en Civilizaciones Will Durant escribio que la creencia en la transubstaciacion como se enseña en el catolicismo romano es "una de las ceremonias mas antiguas de las religiones primitivas" (Will Durant, Historia de la Civilizacion pag.741).

En 1 Corintios 11:26 se refuta la falsa doctrina de la transubstanciación. "Porque todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que venga". La frase, "hasta que venga," nos dice que Cristo no esta en la tierra físicamente. Eso quiere decir que Cristo no es literalmente ese pan ni ese vino.

En 1 Corintios 11:28 leemos: "Por tanto pruébese cada uno a si mismo, y coma así de aquel pan, y beba de aquella copa”. Si el pan fue convertido en el cuerpo de Cristo, y la copa en la sangre de él, ¿por qué no dijo Pablo: "coma así de aquel cuerpo, y beba de aquella sangre"?

El Papa Virgilio escribió unas palabras que perturban a los católicos, las que quiero citar. Estas son: "La Carne de Cristo cuando estaba en la tierra no estaba en el cielo, y ahora porque esta en el cielo no esta en la tierra" (Cont. Eutiques 1, II).Este papa contradijo la enseñanza de la transubstanciacion.
Una noticia que lei decía: "Buenos Aires, 11 de Febrero de 2002. En una nota titulada «Profanación», el arzobispo de Paraná, Estanislao Karlik, denunció que el viernes «una persona, que llevaba la hostia consagrada a un enfermo imposibilitado de salir de su hogar, fue asaltada por un delincuente que le arrebató la cartera con violencia y huyó con su compañero llevándose el Sacramento de la Eucaristía, que constituye el tesoro más grande de la Iglesia, porque contiene al mismo Jesucristo Nuestro Señor»..."
(http://www.zenit.org/spanish/visualizza.phtml?sid=16479).

¿Se robaron al Señor Jesucristo, el cual es Dios-hombre? Eso es absurdo, pero cabe en la mente católica.

Charles Chíniquy escribió esta anécdota: ¿Nos ha dado Dios oídos para oír, ojos para ver e inteligencia para entender? ¡El Papa dice que no! Pero el Hijo de Dios dice que sí: No entendéis ni comprendéis? ¿Aún tenéis endurecido vuestro corazón? ¿Teniendo ojos no veis y teniendo oídos no oís? ¿Y no recordáis?” (Mc. 8: 17 y 18). Esta apelación solemne de nuestro Salvador a nuestro sentido común derriba la estructura completa de Roma. El Papa lo sabe, por tanto, los Católico-romanos son advertidos a no confiar en el testimonio de sus oídos, ojos e inteligencia. En la JeuneLorette vivía un sacerdote jubilado que estaba ciego. Para ayudarle, los sacerdotes. Alrededor de Qüebec lo cuidaban por turnos en sus casas parroquiales. Los concilios de Roma han prohibido a los sacerdotes ciegos decir la misa, pero a causa de su elevada piedad, él obtuvo del Papa el privilegio de celebrar la misa corta de la Virgen que sabía perfectamente de memoria. Una mañana, el sacerdote anciano estaba en el altar diciendo su misa. Yo estaba en la sacristía escuchando confesiones, cuando el joven sirviente vino y me dijo: –Le llama el Padre Daule, por favor, venga pronto. Temiendo que algo hubiera sucedido a mi anciano amigo, corrí a él. Lo encontré palpando nerviosamente al altar con sus manos como en búsqueda de algo muy precioso. Llegando cerca de él, le pregunté: –¿Qué desea usted? El respondió con un grito de angustia: –¡El buen dios ha desaparecido del altar! ¡Está perdido! Con la esperanza de que estaba equivocado y que sólo había dejado caer al suelo, por algún accidente, al buen dios (Le Bon Dieu), hicimos la búsqueda más minuciosa, pero no encontramos al buen dios. Al principio, acordándome de los miles de milagros que había leído de desapariciones y maravillosos cambios de las formas del dios oblea, llegó a mi mente que habíamos presenciado un gran milagro. Pero pronto cambié de opinión. La iglesia de Beauport estaba habitada por las ratas más audaces einsolentes que jamás he visto. Muchas veces al decir la misa, yo había visto las trompas feas de variasde ellas. Fueron atraídas por el olor de la oblea recién hecha. Querían desayunar el cuerpo, sangre, alma y divinidad de mi Cristo. Pero como yo estaba constantemente moviéndome y rezando en voz alta, las ratas invariablemente se asustaban y huían a sus escondites secretos.El Padre Daule sinceramente creía lo que todo sacerdote de Roma está obligado a creer: que él tenía el poder para convertir la oblea en dios. Inclinando mi cabeza al angustiado sacerdote anciano, le pregunté: –¿No ha quedado, como suele, un largo tiempo sin moverse en la adoración del buen dios después de la consagración? Prontamente contestó: –Sí, pero, ¿Qué relación tiene eso con la pérdida del buen dios? Repliqué en una voz baja, pero con un acento honesto de angustia y asombro: –¡Algunas ratas arrastraron y comieron al buen dios! –¿Qué me dice? –replicó el Padre Daule, –¿El buen dios, arrastrado y comido por ratas? –Sí, –contesté, –no tengo la menor duda. –¡Dios mío, Dios mío! ¡Qué calamidad tan horrible me ha ocurrido! –exclamó el anciano, levantando sus manos y ojos al cielo, –¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué no me quitaste la vida antes que me ocurriera semejante desgracia? No pudo hablar más, su voz fue ahogado por sus sollozos. Al principio, yo no sabía qué decir. Mil pensamientos, algunos serios y otros sumamente absurdos,cruzaron mi mente. El sacerdote anciano lloraba como un niño. Me preguntó con una voz quebrantada por sollozos: –¿Qué debo hacer? Le respondí: –La Iglesia ha previsto sucesos de esta índole y ha provisto para ellos. Lo único que tiene que hacer es conseguir una oblea nueva, consagrarla y continuar su misa como si nada extraño hubiera sucedido. Yo iré y le traeré una oblea nueva.Corrí a la sacristía y le llevé una oblea nueva, la cual consagró y convirtió en un nuevo dios y terminó su misa como le aconsejé. Después que terminó, llevé al desconsolado sacerdote anciano por la mano a mi casa parroquial. Intenté calmar sus sentimientos diciéndole que no era culpa suya; que este extraño y triste suceso no era el primero; que había sido previsto por la Iglesia, la cual nos dice qué hacer en estas circunstancias y que no había falta ni ofensa contra Dios ni los hombres de parte suya. Esperaba que el sentido común de mis palabras le ayudarían a vencer sus sentimientos, pero estaba equivocado. Sus lamentaciones eran tan amargas y largas como las de Jeremías. Por fin, perdí mi paciencia y dije: –Mi querido Padre Daule, a nuestro gran y justo Dios no le agradasemejante exceso de dolor y pesar por algo que estaba única y enteramente bajo el control de su poder y sabiduría eterna. –Señor Chíniquy, –contestó, –veo que faltas la atención y experiencia que tan frecuentemente falta entre los sacerdotes jóvenes. ¿No comprendes la terrible calamidad que acaba de ocurrir en tu iglesia? Si tuvieras más fe y piedad, llorarías conmigo. ¿Cómo puedes hablar tranquilamente de algo que hace llorar a los ángeles? ¡Nuestro Salvador arrastrado y comido por ratas! ¡Ay, gran Dios! ¿No sobrepasa esto la humillación y los horrores del Calvario? –Mi querido Padre Daule, –respondí, –permíteme decirle respetuosamente que sí entiendo, igual que usted, la naturaleza deplorable del evento de esta mañana y yo hubiera derramado mi sangre paraimpedirlo, pero hay que ver el hecho en su propia luz. No dependió de nuestra voluntad. Dios es el único que podría haberlo previsto o impedido. Le diré claramente mi propia opinión: si yo fuera Dios Todopoderoso y una miserable rata se acercara a mí para comerme, yo la mataría antes que pudiera tocarme” (Cincuenta años en la Iglesia de Roma).
 
Re: La Doctrina De La Transubstanciación refutada

Ya lei todo eso, y fue a ese rticulo que respondi, asi que deberas refutar mi estudio, ¿podras hacerlo?

Ahora nos corresponde tratar del modo de estar Cristo en este sacramento (q.74 intr).
Esta cuestión plantea y exige respuesta a ocho problemas:
Artículo 1: ¿Está contenido Cristo por entero en este sacramento? lat
Objeciones por las que parece que Cristo no está contenido por entero en este sacramento.
1. Cristo comienza a estar en este sacramento por la conversión del pan y del vino. Pero es claro que el pan y el vino no se pueden convertir ni en la divinidad de Cristo ni en su alma. Ahora bien, como se ha dicho ya (q.2 a.5; q.5 a.1-3), Cristo se compone de estas tres sustancias: la divinidad, el alma y el cuerpo. Luego parece que Cristo no está por entero en este sacramento.
2. Cristo está en este sacramento para alimento de los fieles, un alimento que consta de comida y bebida, como queda dicho (q.74 a.1). Pero dice el Señor en Jn 6,56: Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. Luego en este sacramento se contiene sólo la carne y la sangre. Pero el cuerpo de Cristo se compone también de otras partes, como los nervios, los huesos, etc. Luego en este sacramento no está contenido Cristo por entero.
3. Un cuerpo de grandes dimensiones no puede ser contenido, todo entero, en otro de dimensiones menores. Pero las dimensiones del pan y del vino consagrados son mucho menores que las dimensiones propias del cuerpo de Cristo. No es posible, por tanto, que Cristo esté por entero en este sacramento.
Contra esto: dice San Ambrosio en su libro De Oficiisz: Cristo está en este sacramento.
Respondo: Es necesario confesar según la fe católica que Cristo está por entero en este sacramento. Ha de tenerse en cuenta, sin embargo, que cada una de las partes de Cristo se encuentra en este sacramento de dos maneras: una, por la propia virtud del sacramento; otra, por la natural concomitancia. En virtud del sacramento, está bajo las especies de este sacramento aquello en lo que se convierte la preexistente sustancia del pan y del vino, tal y como queda significado en las palabras de la forma, que aquí, como en los otros sacramentos, son eficaces, como cuando se dice: Esto es mi cuerpo, Esta es mi sangre. Por natural concomitancia, sin embargo, está en este sacramento aquello que realmente está unido a lo que es punto de llegada en la conversión. Porque cuando dos cosas están realmente unidas, donde está una realmente, ha de estar la otra también. Solamente el pensamiento puede separar las cosas que realmente están unidas.
A las objeciones:
1. Puesto que la conversión del pan y del vino no tienen como punto de llegada la divinidad ni el alma de Cristo, es lógico que la divinidad y el alma de Cristo no se encuentren en este sacramento en virtud del sacramento, sino por real concomitancia. Puesto que la divinidad nunca abandonó el cuerpo asumido, donde quiera que está el cuerpo de Cristo es necesario que esté también su divinidad. Por eso se lee en el Concilio de Efeso: Nos hacemos partícipes del cuerpo y de la sangre de Cristo no por ingerir una carne común ni la de un varón santificado y unido al Verbo a título de honor, sino por ingerir una carne verdaderamente vivificadora, que se ha hecho la carne propia del mismo Verbo. El alma, sin embargo, fue realmente separada del cuerpo, como ya se dijo (q.50 a.5). Y, por eso, si se hubiese celebrado este sacramento en el triduo de la muerte, el alma no hubiese estado allí ni en virtud del sacramento ni por la real concomitancia. Pero, como Cristo resucitado de entre los muertos ya no muere., como se dice en Rom 6,9, su alma siempre está realmente unida a su cuerpo. Por lo que en este sacramento el cuerpo se hace presente en virtud del sacramento, mientras que el alma está presente por real concomitancia.

2. En virtud del sacramento, en este sacramento se contiene, en lo que se refiere a los alimentos del pan, no solamente la carne, sino todo el cuerpo de Cristo, o sea, los huesos, los nervios, etc. Y esto se deduce por la forma de este sacramento, en la que no se dice ésta es mi carne, sino esto es mi cuerpo. Y, por eso, cuando dice el Señor en Jn 6,56: Mi carne es verdadera comida, la palabra carne se toma allí por todo el cuerpo, ya que, hablando de comer, parece que la palabra carne se acomoda mejor al uso humano. De hecho, los hombres comen de ordinario carne de animales, no huesos ni partes semejantes.
3. Como se ha dicho ya (q.75 a.5), después de la conversión del pan en el cuerpo de Cristo, y del vino en su sangre, los accidentes de ambos permanecen. De donde se deduce que las dimensiones del pan y del vino no se convierten en las dimensiones del cuerpo de Cristo, sino que la conversión se hace de sustancia a sustancia. Y así, la sustancia del cuerpo de Cristo o de su sangre está en este sacramento en virtud del sacramento, pero no las dimensiones del cuerpo y de la sangre de Cristo. Por consiguiente, el cuerpo de Cristo está en el sacramento a modo de sustancia y no a modo de cantidad. Ahora bien, la totalidad propia de la sustancia se contiene indiferentemente en una cantidad grande o pequeña, como toda la naturaleza del aire se contiene en un volumen grande o pequeño de aire, y como toda la naturaleza humana se contiene en un hombre grande o pequeño. Luego también toda la sustancia del cuerpo de Cristo y de su sangre se contiene en este sacramento después de la consagración, de la misma manera que antes de la consagración se contenía a la sustancia del pan y del vino.

Artículo 2: ¿Está Cristo contenido por entero bajo cada una de las especies? lat
Objeciones por las que parece que Cristo no está contenido por entero bajo cada una de las especies.
1. Este sacramento está destinado a la salvación de los fieles, no por virtud de las especies, sino en virtud de quien está contenido en las especies, porque las especies ya existían antes de la consagración, a partir de la cual tiene poder este sacramento. Luego si una especie no contiene nada que no contenga otra, y Cristo por entero está contenido en la una y en la otra, parece que cada una de las dos es superflua.
2. Acabamos de decir (a.1 ad 2) que con el nombre de carne se sobreentienden también las otras partes del cuerpo humano, como dice Aristóteles en el libro A.nimaliumz. Luego si la sangre de Cristo se contiene en la especie de pan, como se contiene en ella las otras partes del cuerpo, no debería consagrarse la sangre por separado, como tampoco se consagran separadamente las otras partes del cuerpo.
3. Lo que ya está hecho no puede hacerse de nuevo. Pero el cuerpo de Cristo ya comenzó a estar en este sacramento por la consagración del pan. Luego no puede comenzar a estar de nuevo por la consagración del vino. Por lo que en la especie del vino no estará contenido el cuerpo de Cristo ni, en consecuencia, Cristo por entero. Luego Cristo no está contenido por entero en cada una de las especies.
Contra esto: dice la Glosa'', comentando las palabras cáliz etc., de 1 Cor 11,25, que bajo una y otra especie, o sea, del pan y del vino, se recibe lo mismo. Por consiguiente, parece que Cristo está por entero bajo una y otra especie.
Respondo: Por lo que se ha dicho antes (a.1), ha de afirmarse con toda seguridad que Cristo está por entero bajo cada una de las especies del sacramento, aunque de diverso modo. Porque bajo los elementos del pan está el cuerpo de Cristo en virtud del sacramento, mientras que la sangre está por real concomitancia, como se ha dicho antes respecto del alma y de la divinidad de Cristo. Y bajo las especies del vino está la sangre de Cristo en virtud del sacramento, mientras que el cuerpo está por real concomitancia, como el alma y la divinidad, ya que ahora la sangre de Cristo no está separada de su cuerpo como lo estuvo en el tiempo de la pasión y de la muerte. Por lo que si entonces se hubiese celebrado este sacramento, hubiese estado bajo las especies de pan el cuerpo sin la sangre, y bajo las especies de vino la sangre sin el cuerpo, porque así es como estaba en la realidad.
A las objeciones:
1. Cristo está por entero bajo cada una de las especies, y no sin razón. Porque, en primer lugar, esto sirve para representar la pasión de Cristo, en la que la sangre fue separada de su cuerpo, por lo que en la forma de la consagración de la sangre se menciona su derramamiento. En segundo lugar, esto es congruente con el uso del sacramento, de tal manera que separadamente se ofrezca a los fieles el cuerpo de Cristo como comida, y la sangre, como bebida. En tercer lugar, por lo que se refiere al efecto. Ya hemos visto anteriormente (q.74 a.1) que el cuerpo se nos da para la salud del cuerpo, y la sangre para la salud del alma.
2. En la pasión de Cristo, de la que este sacramento es memorial, las otras partes del cuerpo no fueron separadas las unas de las otras, como la sangre, sino que el cuerpo permaneció íntegro, en conformidad con las palabras del Ex 12,46: No le quebraréis ningún hueso. Por eso, en este sacramento se consagra la sangre separadamente del cuerpo, pero no una parte separadamente de la otra.
3. Como se acaba de decir (c.), el cuerpo de Cristo no está bajo la especie del vino en virtud del sacramento, sino por real concomitancia. Y, por eso, por la consagración del vino no se hace allí presente el cuerpo de Cristo directamente, sino por concomitancia.

Artículo 3: ¿Está Cristo por entero bajo cada parte de las especies de pan o de vino? lat
Objeciones por las que parece que Cristo no está por entero bajo cada parte de las especies de pan o de vino.
1. Esas especies pueden dividirse hasta el infinito. Luego si Cristo estuviese por entero en cada una de ellas, estaría infinitas veces en este sacramento. Lo cual es inadmisible, porque lo infinito es incompatible no sólo con la naturaleza, sino también con la gracia.
2. Puesto que el cuerpo de Cristo es un cuerpo orgánico, tiene partes proporcionalmente distanciadas, ya que en un cuerpo orgánico siempre se da una determinada distancia entre cada una de sus partes, como la que tiene lugar entre un ojo y otro, o entre un ojo y el oído. Pero esto sería imposible si en cada parte de las especies estuviese Cristo por entero, porque entonces sucedería que en cada parte de las especies estaría cualquier parte de su cuerpo, con lo que resultaría que donde estuviese una parte estaría también otra. Luego es imposible que esté Cristo por entero en cada una de las partes de la hostia o del vino que contiene el cáliz.
3. El cuerpo de Cristo conserva siempre la verdadera naturaleza de cuerpo, y no se convierte en espíritu. Ahora bien, es esencial a la noción de cuerpo que sea una cantidad que tiene posición, como se dice en Praedicamentis. Pero pertenece a la esencia de la cantidad el que las diversas partes ocupen diversas partes de un lugar. Luego es imposible, por lo que parece, que esté Cristo por entero bajo cada parte de las especies.
Contra esto: dice San Agustín en un Sermón: Cada uno recibe a Cristo el Señor, y él está por entero en cada porción. No disminuye en cada fragmento, sino que se da todo entero en cada uno de ellos.
Respondo: Como hemos dicho ya (a.1 ad 3), puesto que en este sacramento la sustancia del cuerpo de Cristo se hace presente en virtud del sacramento, y su cantidad dimensiva, por real concomitancia, el cuerpo de Cristo está en este sacramento a modo de sustancia, esto es, como está la sustancia presente bajo las propias dimensiones, y no según sus dimensiones, o sea, no como está la cantidad dimensiva de un cuerpo en la cantidad dimensiva de un lugar. Ahora bien, está claro que la naturaleza de la sustancia está toda ella en cada parte de las dimensiones que la contienen, como en cada una de las partes del aire está toda la naturaleza del aire, y en cada una de las partes del pan está toda la naturaleza del pan. Y esto vale para el caso en que las dimensiones están, de hecho, divididas, como cuando se divide el aire, o se corta el pan, y también para el caso en que las dimensiones no están divididas y sean divisibles en potencia. Está claro, por tanto, que Cristo está presente por entero bajo cada parte de las especies del pan, aunque la hostia no se parta, y no sólo cuando se parte, como dicen algunos, ilustrando su opinión con el ejemplo de la imagen que aparece en el espejo, que es una si el espejo está entero, mientras que si el espejo está roto aparecen tantas imágenes cuantos son los trozos del espejo. Pero la comparación no vale. Porque la multiplicación de las imágenes en el espejo roto depende de las diversas refracciones a las distintas partes del espejo, mientras que aquí no hay más que una consagración por la que el cuerpo de Cristo está presente en el sacramento.
A las objeciones:
1. El número sigue a la división. Por consiguiente, mientras que la cantidad permanece indivisa, ni la sustancia de una cosa está varias veces bajo las propias dimensiones, ni tampoco el cuerpo de Cristo bajo las dimensiones del pan. Por tanto, tampoco infinitas veces, sino tantas veces cuantas sean las partes en que se divide.
2. Esa determinada distancia entre las partes de un cuerpo orgánico está fundada en la cantidad dimensiva del mismo. Ahora bien, la naturaleza de la sustancia precede también a la cantidad dimensiva. Y, puesto que la conversión del pan tiene como punto de llegada directamente la sustancia del cuerpo de Cristo, y este cuerpo de Cristo está propia y directamente como sustancia en este sacramento, esa distancia entre las partes del cuerpo orgánico se encuentra sin duda en el cuerpo de Cristo verdadero. Pero este cuerpo no se relaciona con este sacramento en base a estas distancias, sino en base a su propia sustancia, como se ha dicho ya (c.; a.l ad 1).
3. El argumento parte de la naturaleza del cuerpo que tiene una cantidad dimensiva. Pero ya hemos dicho (c.; ad 2) que el cuerpo de Cristo no se relaciona con este sacramento en base a la cantidad dimensiva, sino en base a la sustancia.

Artículo 4: ¿Está en este sacramento toda la cantidad dimensiva del cuerpo de Cristo? lat
Objeciones por las que parece que en este sacramento no está toda la cantidad dimensiva del cuerpo de Cristo.
1. Acabamos de decir (a.3) que el cuerpo de Cristo está contenido por entero bajo cada una de las partes de la hostia consagrada. Pero no hay cantidad dimensiva que esté contenida toda ella en un todo y en cada una de las partes de ese todo. Luego es imposible que la cantidad dimensiva del cuerpo de Cristo esté contenida en este sacramento.
2. Es imposible que dos cantidades dimensivas ocupen el mismo lugar, aunque una esté separada y la otra unida a su cuerpo natural, como explica el Filósofo en III Metaphys.. Pero en este sacramento permanece la cantidad dimensiva del pan, como se ve a simple vista. Luego ahí no está la cantidad dimensiva del cuerpo de Cristo.
3. Si colocamos dos cantidades dimensivas desiguales, la una junto a la otra, la mayor sobrepasa a la menor. Pero la cantidad dimensiva del cuerpo de Cristo es mucho mayor que la cantidad dimensiva de la hostia consagrada. Luego, si en este sacramento está la cantidad dimensiva del cuerpo de Cristo y la cantidad dimensiva de la hostia, la cantidad dimensiva del cuerpo de Cristo sobrepasará la cantidad de la hostia. Una cantidad de la que no está ausente, sin embargo, la sustancia del cuerpo de Cristo. Luego la sustancia del cuerpo de Cristo estará en el sacramento también fuera de las especies del pan. Lo que es inadmisible, puesto que la sustancia del cuerpo de Cristo no está en este sacramento más que por la consagración del pan, como se ha dicho ya (a.2). Es imposible, por tanto, que esté en este sacramento toda la cantidad del cuerpo de Cristo.
Contra esto: la cantidad dimensiva de cualquier cuerpo forma un solo ser con su sustancia, y nunca se separa de ella. Pero en este sacramento está toda la sustancia del cuerpo de Cristo, como se ha dicho antes (a.1.3). Luego en él está también toda la cantidad dimensiva del cuerpo de Cristo.
Respondo: Como se ha dicho ya (a.1), cada una de las partes de Cristo está en este sacramento de dos modos: uno, en virtud del sacramento; otro, por natural concomitancia. En virtud del sacramento, no se encuentra, ciertamente, en este sacramento la cantidad dimensiva del cuerpo de Cristo. Porque en virtud del sacramento se encuentra en él lo que directamente es el punto de llegada de la conversión. Ahora bien, la conversión que tiene lugar en este sacramento tiene como punto de llegada directamente la sustancia del cuerpo de Cristo, y no sus dimensiones. Lo cual se demuestra por el hecho de que la cantidad dimensiva permanece después de la consagración, cambiándose solamente la sustancia. Con todo, puesto que la sustancia del cuerpo de Cristo no queda despojada realmente de su cantidad dimensiva ni de los otros accidentes, por real concomitancia está en este sacramento toda la cantidad dimensiva del cuerpo de Cristo y todos los demás accidentes.
A las objeciones:
1. El modo de existir de una cosa se determina por lo que en ella son factores esenciales, y no meramente accidentales. Un cuerpo, por ejemplo, está presente en la retina por su blancura, pero no por su dulzura, aunque acontezca que el cuerpo es blanco y dulce. Esto quiere decir que la dulzura está en la retina a modo de blancura, y no en cuanto dulce. Pues bien, puesto que en virtud del sacramento está presente en el altar la sustancia del cuerpo de Cristo, y su cantidad dimensiva está presente por real concomitancia y como accidentalmente, esta cantidad dimensiva del cuerpo de Cristo está en este sacramento no según el modo que corresponde a la cantidad: a saber, toda en el todo y cada parte en cada parte, sino que está allí a modo de sustancia, a cuya naturaleza corresponde el estar toda en el todo, y toda en cada parte.
2. Dos cantidades dimensivas no pueden ocupar naturalmente el mismo lugar a la vez, de tal modo que las dos estén según el modo propio de la cantidad dimensiva. Ahora bien, en este sacramento la cantidad dimensiva del pan está según su modo propio, o sea, según sus dimensiones mensurables, mientras que la cantidad dimensiva del cuerpo de Cristo está según el modo de la sustancia, como se ha dicho ya (a.1).
3. La cantidad dimensiva del cuerpo de Cristo no está en este sacramento según sus dimensiones mensurables, que es el modo propio de estar una cantidad, a lo cual pertenece el que una cantidad mayor sobrepase a una menor. Esta cantidad está aquí del modo expuesto (ad 1.2).

Artículo 5: ¿Está el cuerpo de Cristo localmente en este sacramento? lat
Objeciones por las que parece que el cuerpo de Cristo está localmente en este sacramento.
1. Estar en algún sitio delimitada y circunscriptivamente forma parte de lo que se llama estar localmente. Es así que el cuerpo de Cristo parece estar delimitadamente en este sacramento, porque así es como está donde están las especies del pan o del vino sin estar en las otras partes del altar. Y parece, además, que está circunscriptivamente porque así es como está en la superficie de la hostia consagrada sin sobrepasarla ni ser sobrepasado por ella. Luego el cuerpo de Cristo está en este sacramento localmente.
2. El lugar de las especies del pan no está vacío, porque la naturaleza aborrece el vacío. Pero tampoco está en él la sustancia del pan, como se ha dicho antes (q.75 a.2), sino que ahí está solamente el cuerpo de Cristo. Luego el cuerpo de Cristo llena ese lugar. Ahora bien, todo lo que llena un lugar está en él localmente. Luego el cuerpo de Cristo está en este sacramento localmente.
3. En este sacramento, como se ha dicho ya (a.4), está el cuerpo de Cristo con su cantidad dimensiva y con todos sus accidentes. Pero estar localmente es un accidente del cuerpo, de tal manera que el donde es una de las nueve categorías del accidente. Luego el cuerpo de Cristo está en este sacramento localmente.
Contra esto: el lugar y lo localizado deben corresponder exactamente, como dice el Filósofo en IV Physic.. Pero el lugar en que está este sacramento es mucho menor que el cuerpo de Cristo. Luego el cuerpo de Cristo no está en este sacramento localmente.
Respondo: Como se ha dicho ya (a.1 ad 3; a.3), el cuerpo de Cristo no está en este sacramento según el modo propio de la cantidad dimensiva, sino más bien a modo de sustancia. Ahora bien, todo cuerpo localizado está en el lugar según el modo de la cantidad dimensiva, o sea, conmensurando con ese lugar su propia cantidad dimensiva. De donde se deduce que el cuerpo de Cristo no está en este sacramento localmente, sino a modo de sustancia, o sea, del mismo modo que la sustancia está contenida por sus propias dimensiones. Porque en este sacramento la sustancia del cuerpo de Cristo sucede a la sustancia del pan. Luego, de la misma manera que la sustancia del pan no estaba bajo sus dimensiones localmente, así la sustancia del cuerpo de Cristo tampoco lo está. Sin embargo, la sustancia del cuerpo de Cristo no es el sujeto de esas dimensiones como lo era la sustancia del pan. Y, por eso, el pan, por razón de sus dimensiones, estaba allí localmente, porque se relacionaba con el lugar a través de sus propias dimensiones. Pero la sustancia de Cristo se relaciona con ese lugar a través de dimensiones ajenas, de tal manera que las dimensiones propias del cuerpo de Cristo se relacionan con ese lugar a través de la sustancia. Lo cual es contrario a la naturaleza de un cuerpo localizado. Luego de ningún modo el cuerpo de Cristo está en el sacramento localmente.
A las objeciones:
1. El cuerpo de Cristo no está en este sacramento de modo delimitado, porque si estuviese así no estaría presente más que en el altar en que se hace este sacramento. Y, sin embargo, está en el cielo en su propia naturaleza, y en otros muchos altares bajo las especies sacramentales. Igualmente está claro que tampoco está de modo circunscriptivo, porque no está en el sacramento conmensurando la propia cantidad al lugar, como ya se ha dicho (c.; a.4 ad 1-3). Y hay que decir también que el no sobrepasar la superficie del sacramento, y el no estar en otra parte del altar, no depende de la presencia delimitante o circunscriptiva, sino del hecho de que comienza a estar allí por la consagración y la conversión del pan y del vino, como se ha dicho antes (a.1; q.75 a.2-6).
2. El lugar en que está el cuerpo de Cristo no está vacío. Y, propiamente hablando, tampoco está lleno de la sustancia del cuerpo de Cristo, que no está allí localmente, como se acaba de decir (c.). Está lleno con las especies sacramentales que son capaces de llenar ese lugar con sus dimensiones naturales o, al menos, milagrosamente, como milagrosamente subsisten a modo de sustancia.
3. Los accidentes del cuerpo de Cristo están en este sacramento, como se acaba de decir (a.4), por real concomitancia. Por eso, están presentes en este sacramento los accidentes que le son intrínsecos a este cuerpo. Ahora bien, estar localmente es un accidente relativo al continente extrínseco. Luego no se sigue que Cristo esté en este sacramento localmente.

Artículo 6: ¿Puede moverse el cuerpo de Cristo en este sacramento? lat
Objeciones por las que parece que el cuerpo de Cristo puede moverse en este sacramento.
1. Dice el Filósofo en II Topic. que cuando nosotros nos movemos, con nosotros se mueve todo lo que hay en nosotros. Y esto vale, incluso, para la sustancia espiritual del alma. Pero Cristo está en este sacramento, como hemos visto ya (q.74 a.1). Luego Cristo se mueve al mover este sacramento.
2. La verdad debe corresponder a la figura. Pero del cordero pascual, que era la figura de este sacramento, no debía quedar nada para el día siguiente, como se prescribe en Ex 12,10. Luego tampoco está Cristo en este sacramento si se le reserva para el día siguiente. De donde se deduce que no está en este sacramento de modo inmóvil.
3. Si el cuerpo de Cristo permaneciese en este sacramento hasta el día siguiente, por la misma razón permanecería también por siempre, ya que no puede decirse que deje de estar ahí al desaparecer las especies, dado que el ser del cuerpo de Cristo no depende de esas especies. Ahora bien, Cristo no permanece en este sacramento por todo el tiempo futuro. Luego parece que, ya sea al día siguiente, ya poco tiempo después, abandonará este sacramento. Por consiguiente, parece que en él tiene capacidad de movimiento.
Contra esto: es imposible que una misma cosa esté quieta y se mueva, porque de esta manera sería verdad lo contradictorio en un mismo sujeto. Pero el cuerpo de Cristo está en el cielo en estado de quietud. Luego en este sacramento no se mueve.
Respondo: Cuando una cosa tiene unidad de sujeto y pluralidad de aspectos, no hay inconveniente en admitir que, en cierto modo, se mueva y, en cierto modo, esté quieta. Para un cuerpo, por ej., es cosa distinta el ser blanco y el ser grande, por lo que puede alterarse en lo que al ser blanco se refiere, y permanecer inalterado respecto de su magnitud. Pues bien, en lo que se refiere a Cristo, no es lo mismo su ser natural que su ser sacramental. El ser sacramental de Cristo no hace más que indicar una relación de él con este sacramento. Así pues, según este ser sacramental Cristo no tiene un movimiento autónomo y local, sino solamente accidental. Porque Cristo no se hace presente en el sacramento como en un lugar, como se ha dicho ya (a.5). Ahora bien, lo que no está localizado no se mueve por sí mismo localmente, sino según el movimiento del ser en que se encuentra.
E, igualmente, según este ser sacramental, tampoco goza de movimiento autónomo con respecto a las otras clases de movimientos, como es el dejar de estar en el sacramento. Porque lo que es indefectible no puede ser principio de deficiencia, sino que, dada la desaparición del otro, éste deja de estar en él. En este sentido, Dios, cuyo ser es indefectible e inmortal, deja de estar en una creatura corruptible porque la creatura deja de existir. Del mismo modo, puesto que Cristo tiene un ser indefectible e incorruptible, no deja de estar en este sacramento porque él mismo deje de existir, ni por propio movimiento local, como consta por lo dicho, sino solamente por la desaparición de las especies sacramentales. Luego, propiamente hablando, Cristo está en este sacramento inmóvilmente.

A las objeciones:
1. El argumento está basado en el movimiento accidental, según el cual, cuando nos movemos nosotros se mueven también las cosas que hay en nosotros. Sin embargo, aun así, no sucede lo mismo con las cosas que de suyo no pueden ocupar un lugar, como son las formas y las sustancias espirituales. Pues bien, a esta última clase de movimiento se puede reducir el movimiento accidental que atribuimos a Cristo según el ser que tiene en el sacramento, donde no está localizado.
2. Esa parece ser que ha sido la razón que movió a algunos a decir que el cuerpo de Cristo no permanece en este sacramento si se le reserva para el día siguiente. Contra ellos dice San Cirilo: Pierden la razón los que dicen que la mística bendición pierde la fuerza santificadora si quedasen trozos para el día siguiente. Porque el sacrosanto cuerpo de Cristo no está sujeto a cambio, sino que la virtud de la bendición y la gracia vivificadora están perennemente en él. Por otra parte, las demás consagraciones permanecen también establemente mientras permanecen las cosas consagradas, por lo que no se reiteran. Aunque la verdad corresponda a la figura, no puede adecuarse a ella.
3. El cuerpo de Cristo permanece en este sacramento no sólo hasta el día siguiente, sino también por tiempo indefinido, mientras permanecen las especies sacramentales. Al desaparecer éstas deja de estar el cuerpo de Cristo en ellas, no porque dependa de ellas, sino porque desaparece la relación del cuerpo de Cristo a esas especies. De la misma manera que Dios deja de ser Señor de la creatura cuando ésta desaparece.

Artículo 7: ¿Puede el cuerpo de Cristo en este sacramento ser visto con los ojos, al menos glorificados? lat
Objeciones por las que parece que el cuerpo de Cristo en este sacramento puede ser visto con los ojos, al menos glorificados.
1. Nuestros ojos no ven el cuerpo de Cristo en este sacramento a causa de las especies sacramentales que lo velan. Pero nada puede impedir que los cuerpos glorificados vean los cuerpos como son. Luego los ojos glorificados pueden ver el cuerpo de Cristo en este sacramento.
2. Los cuerpos gloriosos de los santos serán configurados con el cuerpo de la claridad de Cristo, como se dice en Flp 3,21. Pero Cristo con sus ojos se ve a sí mismo en este sacramento. Luego, por la misma razón, cualesquier otros ojos glorificados pueden verle a él.
3. Los santos en la resurrección serán como los ángeles, según se dice en Lc 20,36. Pero los ángeles ven el cuerpo de Cristo en este sacramento, porque también se dice que los demonios respetan y temen este sacramento. Luego, por la misma razón, los ojos glorificados pueden ver el cuerpo de Cristo en este sacramento.
Contra esto: no puede una misma cosa ser vista por un mismo observador de diversas maneras. Ahora bien, los ojos glorificados siempre ven a Cristo en su propia naturaleza, según aquello de Is 13,17: verán al rey en su esplendor. Luego parece que los ojos glorificados no ven a Cristo tal y como está en el sacramento.
Respondo: Hay dos clases de ojos: los corporales, propiamente dichos, y los intelectuales, llamados así en sentido metafórico. Ningún ojo corporal puede ver el cuerpo de Cristo, tal y como está en el sacramento. En primer lugar, porque el cuerpo se hace visible reflejándose en el aire ambiental a través de los accidentes. Ahora bien, los accidentes del cuerpo de Cristo están en este sacramento a través de la sustancia, de tal manera que los accidentes del cuerpo de Cristo no tienen una relación inmediata ni con las especies de este sacramento ni con el ambiente que le circunda. Por lo que no pueden reflejarse en el aire ambiental de tal modo que puedan ser vistos con los ojos corporales. En segundo lugar, porque, como se ha dicho antes (a.1 ad 3; a.3), el cuerpo de Cristo está en este sacramento a modo de sustancia. Ahora bien, la sustancia, en cuanto tal, no es visible a los ojos corporales, ni captable por ningún otro sentido, ni por la imaginación, sino solamente por la inteligencia, que tiene por objeto propio lo que es la cosa, como se dice en III De Anima. Y, por eso, propiamente hablando, el cuerpo de Cristo en su presencia sacramental no es perceptible ni por los sentidos ni por la imaginación, sino solamente por la inteligencia, llamada ojo espiritual. Sin embargo, es percibido de diverso modo por las diversas inteligencias. Puesto que el modo de estar Cristo en este sacramento es totalmente sobrenatural, es directamente visible para la inteligencia sobrenatural, o sea, la divina; y es visible, de modo consecuente, para las inteligencias bienaventuradas, tanto del ángel como del hombre, quienes participando la luz de la inteligencia divina, ven las cosas sobrenaturales en la visión de la divina esencia. Pero la inteligencia del hombre viador no puede verle más que por la fe, como las demás cosas sobrenaturales. Pero es que ni siquiera la inteligencia angélica es capaz de percibirlo por sus medios naturales. Luego tampoco los demonios pueden ver intelectualmente a Cristo en este sacramento, sino solamente por la fe, a la que asienten no voluntariamente, sino constreñidos por la evidencia de los signos, según se dice en Sant 2,19: Los demonios creen y se estremecen.

A las objeciones:
1. Nuestros ojos corporales no pueden ver el cuerpo de Cristo por impedírselo las especies sacramentales, bajo las cuales está, y no sólo porque lo cubren como un velo —a la manera que unos velos corporales nos impiden ver lo velado—, sino también porque el cuerpo de Cristo no tiene ninguna relación con el medio ambiente que lo rodea a través de sus propios accidentes, sino a través de las especies sacramentales.
2. Los ojos corporales de Cristo le ven a él en el sacramento, pero no pueden ver su propio modo de estar en este sacramento, que es objeto de la inteligencia. Mas no puede decirse lo mismo de cualesquier otros ojos gloriosos, porque también los ojos de Cristo están en este sacramento, mientras que los demás ojos gloriosos, no.
3. Ni los ángeles buenos ni los ángeles malos pueden ver nada con los ojos corporales, sino sólo con los ojos intelectuales. Luego el argumento no vale, como se acaba de decir (c.).

Artículo 8: Cuando en este sacramento aparece milagrosamente carne o un niño, ¿está en él verdaderamente el cuerpo de Cristo? lat
Objeciones por las que parece que cuando en este sacramento aparece milagrosamente carne o un niño no está en él el cuerpo de Cristo.
1. El cuerpo de Cristo deja de estar en este sacramento cuando desaparecen las especies sacramentales, como se ha dicho ya (a.6). Es así que cuando aparece carne o un niño desaparecen las especies sacramentales. Luego no está allí el cuerpo de Cristo.
2. Donde quiera que esté el cuerpo de Cristo, está o con su propia naturaleza o bajo las especies sacramentales. Pero cuando tienen lugar tales apariciones es claro que Cristo no está ahí con su propia naturaleza, porque en este sacramento está contenido Cristo por entero, que permanece íntegro en la forma en que ascendió al cielo, mientras que lo que milagrosamente aparece en este sacramento, algunas veces tiene la figura de un poco de carne, y, otras, de un niño pequeño. Pero también es claro que eso no es estar bajo las especies del sacramento, que son de pan y de vino. Luego parece que el cuerpo de Cristo no está allí de ninguna manera.
3. El cuerpo de Cristo comienza a estar en este sacramento con la consagración y la conversión, como se ha dicho ya (a.1; q.75 a.2-6). Pero la carne o la sangre que milagrosamente aparecen no están consagradas ni convertidas en el verdadero cuerpo y sangre de Cristo. Luego bajo estas especies no está el cuerpo o la sangre de Cristo.
Contra esto: en tales apariciones se tributa a lo que aparece la misma reverencia que antes, lo cual, ciertamente, no se haría si no estuviese allí Cristo, a quien damos culto de latría. Luego también está Cristo en este sacramento cuando tienen lugar tales apariciones.
Respondo: De dos maneras se verifican las apariciones en las que, a veces, se ven milagrosamente en este sacramento carne, sangre o un niño. Algunas veces, en efecto, se realiza el fenómeno como una visión subjetiva, en la que los ojos de los videntes quedan impresionados como si, efectivamente, viesen de una manera objetiva carne, sangre o un niño, sin que en el sacramento tenga lugar ninguna inmutación. Y esto parece ser que acontece cuando uno ve la figura de carne o un niño, y otros, sin embargo, ven las especies del pan; o cuando una misma persona ve durante unos instantes la figura de carne o de un niño, y, después, las especies de pan. No se trata aquí, sin embargo, de un fenómeno ilusorio, como el que tiene lugar en las prestidigitaciones de los magos, porque estas figuras se forman por disposición divina en los ojos para manifestar una verdad, a saber, que en este sacramento está el verdadero cuerpo de Cristo. Y así es como se apareció Cristo, sin que hubiese fenómeno ilusorio, a los discípulos que iban a Emaús. Dice a este propósito San Agustín en su libro De Quaestionibus Evangelii que cuando las imágenes que nosotros nos formamos tienen un significado, no hay mendacidad en ellas, sino que son una representación de la verdad. Y, puesto que en estos casos no se da ninguna inmutación en el sacramento, es claro que por estas apariciones Cristo no deja de estar en este sacramento.
Otras veces, sin embargo, se realiza la aparición no como mera visión subjetiva, sino tomando existencia real y objetiva la figura que se ve. Y tal fenómeno acontece cuando todos ven esa figura, y esa figura permanece no sólo por unos instantes, sino por un tiempo prolongado. En estos casos, algunos dicen que se trata de la figura real del cuerpo de Cristo, sin que obste el hecho de que alguna vez no se vea allí a Cristo por entero, sino solamente alguna parte de su carne, o que no se vea en figura juvenil, sino en figura de niño, porque el cuerpo glorioso tiene potestad, como después se dirá, de aparecerse a los ojos no glorificados como un todo o como una parte, en figura propia o ajena, como veremos después.
Pero esta explicación no parece aceptable. En primer lugar, porque el cuerpo de Cristo no puede ser visto en su propia figura natural más que en un lugar, en el que está localizado. Y como así lo ven y lo adoran en el cielo, en el sacramento no puede ser visto de este modo. En segundo lugar, porque el cuerpo glorioso se aparece cuando quiere y, después de la aparición, desaparece también cuando quiere, como se dice del Señor en Lc 24,3 que desapareció de los ojos de los discípulos. Ahora bien, lo que aparece en el sacramento con la figura de carne permanece largo tiempo. E, incluso, algunas veces se lee que, siguiendo el consejo de obispos, ha sido reservado en una píxide; y esto es absurdo pensarlo de Cristo en su propia y natural figura. Por eso hay que decir que permanece la anterior cantidad dimensiva sacramental, y que se inmutan milagrosamente otros accidentes, como la figura, el color, etc., para que se vea carne, sangre o la figura de un niño. Y, como se acaba de decir, no se trata aquí de un fenómeno ilusorio, porque esto acontece para indicar una verdad, a saber, para demostrar con esta aparición milagrosa que en este sacramento está verdaderamente el cuerpo y la sangre de Cristo. Y de este modo se explica que, permaneciendo la cantidad dimensiva, que, como veremos en seguida (q.77 a.2), es el fundamento de los otros accidentes, permanece verdaderamente el cuerpo de Cristo.

A las objeciones:
1. Cuando se producen estas apariciones, las especies sacramentales permanecen, a veces, en su totalidad, y, a veces, permanecen en sus elementos principales, como se ha dicho (ib.).
i. A la segunda hay que decir. En estas apariciones, como se ha dicho ya (c.), no se ve la figura natural de Cristo, sino la figura milagrosamente formada en los ojos de quienes la ven o en las mismas dimensiones sacramentales (ib.). 3. A. la tercera hay que decir: Las dimensiones del pan y del vino consagrado permanecen, mientras que la inmutación milagrosa se realiza, como hemos dicho ya (ib.), sobre los otros accidentes.
 
Re: La Doctrina De La Transubstanciación refutada

La Doctrina De La Transubstanciación refutada

El Concilio de Trento afirma: "Porque Cristo, nuestro Redentor, dijo que lo que ofrecía bajo la especie de pan era verdaderamente su Cuerpo, se ha mantenido siempre en la Iglesia esta convicción, que declara de nuevo el Santo Concilio: por la consagración del pan y del vino se opera el cambio de toda la substancia del pan en la substancia del Cuerpo de Cristo nuestro Señor y de toda la substancia del vino en la substancia de su sangre; la Iglesia Católica ha llamado justa y apropiadamente a este cambio transubstanciación” (CIC, 1376).

El catecismo dice: “Sólo los presbíteros válidamente ordenados pueden presidir la Eucaristía y consagrar el pan y el vino para que se conviertan en el Cuerpo y la Sangre del Señor” (CIC N° 1411).

La iglesia católica basa la doctrina de la transubstanciación en Juan 6:53. El pasaje dice asi: “Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros”.

Otro pasaje de la biblia que la iglesia católica usa para basar su doctrina es este: "Porque yo recibí del Señor lo que también os he enseñado: Que el Señor Jesús, la noche que fue entregado, tomó pan; y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí. Asimismo tomó también la copa, después de haber cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre; haced esto todas las veces que la bebiereis, en memoria de mí" (1 Corintios 11:23-25).

La iglesia católica cree que Jesus hablaba literalmente. Pero eso es absurdo. Si entendemos de manera literal que el pan y el vino es Jesus mismo literalmente en toda su humanidad y deidad, entonces Jesus enseño a blasfemar.

Si el pan y el vino es el Señor Jesus por la consagración, entonces:

1. Si Jesus es comido con cuerpo, alma y naturaleza Divina entonces el catolico es canibal.

Los únicos, en la biblia, que comieron un cuerpo humano con sangre, fueron los perros que comieron a Jezabel y personas que se apartaron de Dios.
Isaías 9:20 dice: "Cada uno hurtará a la mano derecha, y tendrá hambre, y comerá a la izquierda, y no se saciará; cada cual comerá la carne de su brazo".
Este pasaje habla de hurtar y de comer. Si hurtar es malo, comer la carne humana es pecado.

Levítico 26:29 dice: “Comeréis la carne de vuestros hijos, y la carne de vuestras hijas comeréis”.

Este pasaje habla de personas desobedientes que como consecuencia de su pecado y rebelión sufrirán las consecuencias y castigos de Dios. En el mismo capitulo se advierte que eso sucedera sidesdeñareis mis decretos, y vuestra alma menospreciare mis estatutos, no ejecutando todos mis mandamientos, e invalidando mi pacto” (Levitico 26:15).

Jeremias 19:9 dice: “Y les haré comer la carne de sus hijos y la carne de sus hijas, y cada uno comerá la carne de su amigo durante el sitio y en la aflicción con que les afligirán sus enemigos y los que buscan su vida”.

Estos pasajes no aprueban el canibalismo, sino que son consecuencias y castigos por haber pecado.

Lamentaciones 4:10 dice: “Las manos de mujeres compasivas cocieron a sus propios hijos, que les sirvieron de comida a causa de la destrucción de la hija de mi pueblo”.

Estos pasajes hablan de como mujeres que eran compasivas llegaron en su desesperación a hacer algo tan abominable, como cocinar a sus propios hijos y comerlos.

Flavio Josefo, hablando sobre la destrucción de Jerusalén por los romanos al mando del general Tito dice: “Mientras tanto, incontables miles de judíos morían de hambre. En cada casa donde había el menor bocado de comida, los parientes luchaban por él. Transidos de hambre, los proscritos husmeaban como perros enloquecidos, royendolo lo que fuera: cinturones, zapatos e incluso el cuero de sus escudos. Otros devoraban manojos de paja, y luego sucedió el horroroso caso de María de Betezuba. Distinguida en familia y fortuna, María había huido a Perea a Jerusalén, pero sus propiedades habían sido saqueadas por los tiranos durante el asedio, y su comida por los registros diarios de sus seguidores. Enloquecida por el hambre, tomó a su bebé que tenía en su pecho, y dijo: “ìPobre bebé! ¿Por qué debería preservarte para la guerra, el hambre y la rebellion? Ven, sé mi alimento (…) con esto, mató a su pequeño, asó su cuerpo, y devoró la mitad del mismo, ocultando el resto. Los rebeldes llegaron al instante (…) amenazándola si no les entregaba lo que había preparado (…) destapando los restos del bebé. Ellos se quedaron paralizados de horror (…) y les dijo: Servíos porque yo ya he tenido mi parte (…) pero si sois melindrosos y no aprobáis mi sacrificio, dejadme el entonces el resto para mí. Ellos salieron temblando (…) mientras que los romanos quedaban horrorizados –por el – canibalismo infantil…” (Guerra de los judíos, libro VII, caps. VII-VIII, sec. 223-225, Adaptación de Paul L. Maier).

Josefo dice que los romanos se horrorizaron por el canibalismo.

2. Si el pan y el vino son el cuerpo y sangre de Cristo de manera literal, entonces cuando el cristiano lo come, lo que esta haciendo es asesinar a Cristo con los dientes. El apóstol Pedro condeno a lo judíos por haber matado a Cristo, asi que si un católico cree en la doctrina de la transubstanciación, lo que debe de creer es que matar a Jesus es algo moral y bueno, y asi contradecir al apostol Pedro.

3. Si Jesús esta en la boca y por alguna razon no intencionada se vomita ese pan y vino, entonces el catolico echa de su boca a Jesus en el suelo. Lo cual no puede ser posible. Jesus no puede estar en una situación asi.

4. Es absurda, si uno participa de la eucaristia y en ese momento alguien se come el pan y el vino, entonces los muchos otros que participan en ese mismo tiempo tienen tambien a Jesus en sus bocas y asi hay muchos Jesus. Jesus solo como Espiritu puede ser omnipresente, pero su cuerpo fisico no, eso no es posible, por lo tanto la doctrina catolica en realidad hace que haya mas de un Jesús físico.Asi que eso significaria que hay muchos Jesus. Si todas las galletas y jugos de uva son un solo Jesus, entonces toda esa comida junta hace del cuerpo de Cristo uno muy grande a diferencia del cuerpo de Cristo, lo que solo contradeciría la misma postura católica.

5. Cuando se participa de la eucaristia, al comer a Jesus, lo que se hace es mezclar la naturaleza carnal heredada de Adan con la naturaleza Santa e inmaculada de Jesus.Los católicos no aceptan que Maria haya tenidoun cuerpo pecaminoso para engendrar a Jesús, pero si creen que Jesus se mezcla con una naturaleza pecaminosa, cuando Jesus es comido, supuestamente de manera literal. Lo que ellos hacen es solo contradecirse.

6. Se vuelve blasfema, porque Jesús estaria en medio de excremento y gusanos. Jesus en ese caso estaría en una situacion que solo un catolico puede concebir y aceptar con alegría.

7. Esta creencia hace que uno se convierta en un vampirista. Dios prohibe el comer sangre. La iglesia ordeno que los creyentes no coman sangre (Hechos 15:28-29).

Dios no prohibio comer sangre de animal solamente. La razón por la que una persona no puede comer sangre es que la vida de la carne esta en la sangre. Levítico 17:10-12 deja esto bien claro: "Si cualquier varón de la casa de Israel, o de los extranjeros que moran entre ellos, comiere alguna sangre, yo pondré mi rostro contra la persona que comiere sangre, y la cortaré de entre su pueblo. Porque la vida de la carne en la sangre está, y yo os la he dado para hacer expiación sobre el altar por vuestras almas; y la misma sangre hará expiación por la persona. Por tanto, he dicho a los hijos de Israel: Ninguna persona de vosotros comerá sangre, ni el extranjero que mora entre vosotros comerá sangre".

La vida de la carne humana tambien esta en la sangre, asi pues la sangre humana tampoco se puede comer por la misma razón que no se puede comer la sangre de animales.

Otra razón por la que no se debe comer la sangre de Cristo de manera literal es porque su sangre era para hacer expiación, lo mismo que la sangre de los animales que eran para expiación.

8. Esta creencia catolica, supone que este pan y vino son literalmente Jesus en toda su deidad y humanidad; pero con sabores distintos, lo que solo resulta ser solo una contradiccion, pero al catolico le parece suficiente con decir que ese pan y ese vino es un Cristo literal en toda su deidad y humanidad, pero que el sabor no lo sea, eso es absurdo. Un Cristo que es literalmente Dios hombre, no puede tener accidentes.

9. Esta creencia supone que un catolico (al creerla y aceptarla) abandonó su derecho a pensar y espera que sus lideres principales piensen por ellos.

No pueden tomarse de manera literal las palabras de Jesus en Juan 6 cuando dice: "Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros" (Juan 6:53). El Señor acostumbraba hablar de manera figurada, por ejemplo decía “vosotros sois la sal” “Yo soy el pan de vida” (Juan 6:48); “Yo soy la resurrección y la vida” (Juan 11:25); “Yo soy la vid verdadera(Juan 15:1), "Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo" (Juan 10:9), “Ustedes son la sal del mundo” (Mateo 5:13), etc.

Cuando Jesus hablo de comer su cuerpo y beber su sangre estaba hablando de creer en El. Jesús dijo: "Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; yel que en mí cree, no tendrá sed jamás" (Juan 6:35).

En este pasaje podemos ver de manera muy clara que Jesus esta hablando de "el que a mi viene" y del "que en mi cree" no tendra hambre ni tendra sed jamas.
Siendo Jesus el pan y su sangre el vino (jugo de uva) tiene sentido de que al "ir a El" y "creer en El" se sacia nuestra hambre y sed. Por lo tanto el comer y el beber significan creer en Cristo. Creo que este pasaje aclara si este "comer" y "beber" es algo literal o tiene un significado figurado, a saber "ir a Cristo", "creer en Cristo" como lo dice el mismo pasaje.

Cuando el Señor Jesus dijo: "Mi comida es que haga la voluntad del que me envió" (Juan 4:34). "Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia" (Mateo 5:6) no hablaba de comer literalmente. Tampoco debemos de entender de manera literal el que Jesus dijera que el pan era su cuerpo y el vino su sangre.

Un católico me dijo una vez que cada vez que la biblia usa los terminos comer y beber en sentido figurado siempre se hace en sentido negativo. Pero como podemos ver, Jesus en Juan 4:34, no usa la palabra comer en sentido negativo. En Isaias 55 tampoco se usa en sentido negativo.

El Señor Jesus, había hablado a sus discípulos en alegorías. "Estas cosas os he hablado en alegorias" (Juan 16:25). ¿Qué le hace pensar al católico que el Señor Jesus no pudo haber hablado en sentido figurado?

Cuando Jesus dijo: “Destruyan este templo y lo levantare de nuevo en tres dias"(Juan 2:19) los judios interpretaron esta declaración de Jesus de manera literal, el mismo error en el que los catolicos caen cuando interpretan Juan 6 sobre el pan y el vino como cuerpo y sangre de Cristo.

Los católicos citan Lucas 22:19 para demostrar que el pan era literalmente el cuerpo de Cristo. El pasaje dice: “Y tomó el pan y dio gracias, y lo partió y les dio, diciendo: Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado; haced esto en memoria de mí”.

Pero como dice Norman Geisler y Thomas Howe: El contexto se opone a tomar esto literalmente. Todos concuerdan en que, cuando Jesús dijo esto, se refería al pan. Lucas dice: "Tomó el pan, dio gracias, lo partió... diciendo "este es mi cuerpo" (Luc. 22:19). Pero era obvio para todos que el cuerpo verdadero de Jesús estaba sosteniendo el pan con sus manos. Así, pues, ninguno de los discípulos presentes podría haber interpretado que Jesús quería decir que el pan era su cuerpo verdadero”(Cuando los críticos preguntan).

Ademas el mismo pasaje nos dice que se hacían en memoria de Cristo.

Ademas de lo dicho, Jesus, cada vez que se llamo a si mismo con un titulo comenzando con los términos “Yo soy” siempre fue en lenguaje figurado en el evangelio de Juan. Lo que demostraría que cuando El se llama a si mismo “El pan de Vida” El debe haber estado hablando en lenguaje figurado.
Veamos unos ejemplos:

1. Yo soy la Luz del mundo (Juan 8:12). Esto es lenguaje figurado.
2. Yo soy la Puerta (Juan 10:9). Esto es lenguaje figurado.
3. Yo soy el Buen Pastor (Juan 10:11).Esto es lenguaje figurado.
4. Yo soy la Resurrección y la Vida (Juan 11:25-26). Esto es lenguaje figurado.
5. Yo soy el Camino, y la Verdad, y la Vida (Juan 14:6).Esto es lenguaje figurado.
6. Yo soy la Vid (Juan 15:5).Esto es lenguaje figurado.

Pese a la evidencia, la iglesia católica quiere que creamos que es literal la afirmación que Jesus hace de si, al llamarse “Yo soy el Pan de Vida” (Juan 6:35).No, no podemos creer lo que a todas luces se entiende de manera figurada.

El historiador y experto en Civilizaciones Will Durant escribio que la creencia en la transubstaciacion como se enseña en el catolicismo romano es "una de las ceremonias mas antiguas de las religiones primitivas" (Will Durant, Historia de la Civilizacion pag.741).

En 1 Corintios 11:26 se refuta la falsa doctrina de la transubstanciación. "Porque todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que venga". La frase, "hasta que venga," nos dice que Cristo no esta en la tierra físicamente. Eso quiere decir que Cristo no es literalmente ese pan ni ese vino.

En 1 Corintios 11:28 leemos: "Por tanto pruébese cada uno a si mismo, y coma así de aquel pan, y beba de aquella copa”. Si el pan fue convertido en el cuerpo de Cristo, y la copa en la sangre de él, ¿por qué no dijo Pablo: "coma así de aquel cuerpo, y beba de aquella sangre"?

El Papa Virgilio escribió unas palabras que perturban a los católicos, las que quiero citar. Estas son: "La Carne de Cristo cuando estaba en la tierra no estaba en el cielo, y ahora porque esta en el cielo no esta en la tierra" (Cont. Eutiques 1, II).Este papa contradijo la enseñanza de la transubstanciacion.
Una noticia que lei decía: "Buenos Aires, 11 de Febrero de 2002. En una nota titulada «Profanación», el arzobispo de Paraná, Estanislao Karlik, denunció que el viernes «una persona, que llevaba la hostia consagrada a un enfermo imposibilitado de salir de su hogar, fue asaltada por un delincuente que le arrebató la cartera con violencia y huyó con su compañero llevándose el Sacramento de la Eucaristía, que constituye el tesoro más grande de la Iglesia, porque contiene al mismo Jesucristo Nuestro Señor»..."
(http://www.zenit.org/spanish/visualizza.phtml?sid=16479).

¿Se robaron al Señor Jesucristo, el cual es Dios-hombre? Eso es absurdo, pero cabe en la mente católica.

Charles Chíniquy escribió esta anécdota: ¿Nos ha dado Dios oídos para oír, ojos para ver e inteligencia para entender? ¡El Papa dice que no! Pero el Hijo de Dios dice que sí: No entendéis ni comprendéis? ¿Aún tenéis endurecido vuestro corazón? ¿Teniendo ojos no veis y teniendo oídos no oís? ¿Y no recordáis?” (Mc. 8: 17 y 18). Esta apelación solemne de nuestro Salvador a nuestro sentido común derriba la estructura completa de Roma. El Papa lo sabe, por tanto, los Católico-romanos son advertidos a no confiar en el testimonio de sus oídos, ojos e inteligencia. En la JeuneLorette vivía un sacerdote jubilado que estaba ciego. Para ayudarle, los sacerdotes. Alrededor de Qüebec lo cuidaban por turnos en sus casas parroquiales. Los concilios de Roma han prohibido a los sacerdotes ciegos decir la misa, pero a causa de su elevada piedad, él obtuvo del Papa el privilegio de celebrar la misa corta de la Virgen que sabía perfectamente de memoria. Una mañana, el sacerdote anciano estaba en el altar diciendo su misa. Yo estaba en la sacristía escuchando confesiones, cuando el joven sirviente vino y me dijo: –Le llama el Padre Daule, por favor, venga pronto. Temiendo que algo hubiera sucedido a mi anciano amigo, corrí a él. Lo encontré palpando nerviosamente al altar con sus manos como en búsqueda de algo muy precioso. Llegando cerca de él, le pregunté: –¿Qué desea usted? El respondió con un grito de angustia: –¡El buen dios ha desaparecido del altar! ¡Está perdido! Con la esperanza de que estaba equivocado y que sólo había dejado caer al suelo, por algún accidente, al buen dios (Le Bon Dieu), hicimos la búsqueda más minuciosa, pero no encontramos al buen dios. Al principio, acordándome de los miles de milagros que había leído de desapariciones y maravillosos cambios de las formas del dios oblea, llegó a mi mente que habíamos presenciado un gran milagro. Pero pronto cambié de opinión. La iglesia de Beauport estaba habitada por las ratas más audaces einsolentes que jamás he visto. Muchas veces al decir la misa, yo había visto las trompas feas de variasde ellas. Fueron atraídas por el olor de la oblea recién hecha. Querían desayunar el cuerpo, sangre, alma y divinidad de mi Cristo. Pero como yo estaba constantemente moviéndome y rezando en voz alta, las ratas invariablemente se asustaban y huían a sus escondites secretos.El Padre Daule sinceramente creía lo que todo sacerdote de Roma está obligado a creer: que él tenía el poder para convertir la oblea en dios. Inclinando mi cabeza al angustiado sacerdote anciano, le pregunté: –¿No ha quedado, como suele, un largo tiempo sin moverse en la adoración del buen dios después de la consagración? Prontamente contestó: –Sí, pero, ¿Qué relación tiene eso con la pérdida del buen dios? Repliqué en una voz baja, pero con un acento honesto de angustia y asombro: –¡Algunas ratas arrastraron y comieron al buen dios! –¿Qué me dice? –replicó el Padre Daule, –¿El buen dios, arrastrado y comido por ratas? –Sí, –contesté, –no tengo la menor duda. –¡Dios mío, Dios mío! ¡Qué calamidad tan horrible me ha ocurrido! –exclamó el anciano, levantando sus manos y ojos al cielo, –¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué no me quitaste la vida antes que me ocurriera semejante desgracia? No pudo hablar más, su voz fue ahogado por sus sollozos. Al principio, yo no sabía qué decir. Mil pensamientos, algunos serios y otros sumamente absurdos,cruzaron mi mente. El sacerdote anciano lloraba como un niño. Me preguntó con una voz quebrantada por sollozos: –¿Qué debo hacer? Le respondí: –La Iglesia ha previsto sucesos de esta índole y ha provisto para ellos. Lo único que tiene que hacer es conseguir una oblea nueva, consagrarla y continuar su misa como si nada extraño hubiera sucedido. Yo iré y le traeré una oblea nueva.Corrí a la sacristía y le llevé una oblea nueva, la cual consagró y convirtió en un nuevo dios y terminó su misa como le aconsejé. Después que terminó, llevé al desconsolado sacerdote anciano por la mano a mi casa parroquial. Intenté calmar sus sentimientos diciéndole que no era culpa suya; que este extraño y triste suceso no era el primero; que había sido previsto por la Iglesia, la cual nos dice qué hacer en estas circunstancias y que no había falta ni ofensa contra Dios ni los hombres de parte suya. Esperaba que el sentido común de mis palabras le ayudarían a vencer sus sentimientos, pero estaba equivocado. Sus lamentaciones eran tan amargas y largas como las de Jeremías. Por fin, perdí mi paciencia y dije: –Mi querido Padre Daule, a nuestro gran y justo Dios no le agradasemejante exceso de dolor y pesar por algo que estaba única y enteramente bajo el control de su poder y sabiduría eterna. –Señor Chíniquy, –contestó, –veo que faltas la atención y experiencia que tan frecuentemente falta entre los sacerdotes jóvenes. ¿No comprendes la terrible calamidad que acaba de ocurrir en tu iglesia? Si tuvieras más fe y piedad, llorarías conmigo. ¿Cómo puedes hablar tranquilamente de algo que hace llorar a los ángeles? ¡Nuestro Salvador arrastrado y comido por ratas! ¡Ay, gran Dios! ¿No sobrepasa esto la humillación y los horrores del Calvario? –Mi querido Padre Daule, –respondí, –permíteme decirle respetuosamente que sí entiendo, igual que usted, la naturaleza deplorable del evento de esta mañana y yo hubiera derramado mi sangre paraimpedirlo, pero hay que ver el hecho en su propia luz. No dependió de nuestra voluntad. Dios es el único que podría haberlo previsto o impedido. Le diré claramente mi propia opinión: si yo fuera Dios Todopoderoso y una miserable rata se acercara a mí para comerme, yo la mataría antes que pudiera tocarme” (Cincuenta años en la Iglesia de Roma).
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Re: La Doctrina De La Transubstanciación refutada

:lol:

Respondan je je je

A continuación vamos a estudiar la cuestión de la permanencia de los accidentes en este sacramento (q.74 intr).
Esta cuestión plantea y exige respuesta a ocho problemas:
Artículo 1: ¿Permanecen los accidentes en este sacramento? lat
Objeciones por las que parece que en este sacramento los accidentes no permanecen sin sujeto.
1. Nada fuera de orden o falso debe haber en este sacramento, que es el sacramento de la verdad. Pero estar los accidentes sin su propio sujeto es algo que está contra el orden fijado por Dios a la naturaleza. Parece, además, que es una especie de engaño, puesto que los accidentes son el signo de la naturaleza del sujeto. Luego en este sacramento no están los accidentes sin sujeto.
2. Ni milagrosamente puede suceder que a una cosa se la prive de su definición o que la definición de una cosa sea adecuada para definir otra, como, por ej., que el hombre, permaneciendo hombre, sea animal irracional. De aquí se seguiría la simultaneidad de cosas contradictorias, pues, como se dice en IV Metaphys. I lo que significa el nombre de una cosa es su definición. Ahora bien, la definición del accidente implica el estar en un sujeto, mientras que la definición de la sustancia implica el subsistir por sí misma, y no en un sujeto. Luego en este sacramento no puede suceder que los accidentes estén sin sujeto ni milagrosamente.
3. El accidente queda individuado por su sujeto. Luego si los accidentes permanecen en este sacramento sin sujeto no serán realidades individuadas, sino universales. Lo cual es claramente falso, porque en ese caso no serían realidades sensibles, sino solamente inteligibles.
4. La consagración de este sacramento no confiere a los accidentes ninguna composición. Pero antes de la consagración no estaban compuestos ni de materia ni de forma, ni de naturaleza y realidad individuada. Luego después de la consagración tampoco estarán compuestos de ninguno de estos modos. Pero esto es insostenible, porque si estuviesen así tendrían una naturaleza más simple que la de los ángeles, aun cuando son accidentes sensibles. Luego estos accidentes no permanecen sin sujeto.
Contra esto: dice San Gregorio en una Homilía Pascual: Las especies sacramentales conservan el nombre de las cosas que hubo antes, o sea, de pan y vino. Y, como no permanece la sustancia del pan y del vino, parece que estas especies están sin sujeto.
Respondo: Los accidentes de pan y vino, cuya permanencia después de la consagración atestiguan los sentidos, no tienen por sujeto la sustancia del pan y del vino, que no permanece, como queda dicho (q.75 a.2). Tampoco la forma sustancial, que desaparece (Ib., a.6); y, aunque permaneciese, no podría ser sujeto, como demuestra Boecio en su libro De Trin.. Es obvio que tampoco tienen por sujeto la sustancia del cuerpo y de la sangre de Cristo, porque la sustancia del cuerpo humano no puede, en modo alguno, ser determinada por estos accidentes; ni tampoco es posible que el cuerpo de Cristo, glorioso e impasible como es su estado actual, sea alterado para recibir estos accidentes.
Algunos dicen que tienen como sujeto el aire circundante. Pero tampoco esto es posible. Primero, porque el aire es incapaz de recibirlos como accidentes. Segundo, porque estos accidentes no están donde está el aire. Es más, al movimiento de estas especies, el aire se contrae. Tercero, porque los accidentes no pasan de un sujeto a otro, de tal manera que un accidente, numéricamente el mismo, primero esté en un sujeto y después en otro, pues el accidente toma categoría de número por el sujeto. Por lo que no puede ser que, numéricamente el mismo, unas veces esté numéricamente en uno, y otras, en otro sujeto. Cuarto, porque al no perder el aire sus propios accidentes, tendría al mismo tiempo los accidentes propios y los ajenos. Y tampoco puede afirmarse que esto suceda milagrosamente en virtud de la consagración, porque las palabras de la consagración no lo significan, y sólo realizan lo que significan. Por consiguiente, hay que concluir que los accidentes en este sacramento permanecen sin sujeto. Lo cual puede realizarse por virtud divina. Pues, como el efecto depende más de la causa primera que de la causa segunda, Dios, que es la causa primera de la sustancia y del accidente, puede, por su infinita virtud, conservar el ser del accidente cuando desaparece la sustancia, que es la que le conservaba como causa propia, de la misma manera que puede producir otros efectos de causas naturales sin esas mismas causas, como formó el cuerpo humano en el seno de la Virgen sin semen viril.

A las objeciones:
1. No hay inconveniente en que una cosa esté ordenada según la ley común de la naturaleza, y que su contraria esté ordenada según un privilegio especial de la gracia, como ocurre en la resurrección de los muertos y en la devolución de la vista a los ciegos, de la misma manera que en las relaciones humanas a algunos se les conceden ciertas cosas por especial privilegio, al margen de la ley común. Y así, aunque, según el orden común de la naturaleza, los accidentes subsistan en un sujeto, por una especial razón, según el orden de la gracia, los accidentes subsisten en este sacramento sin sujeto, por las razones en otro lugar indicadas (q.75 a.5).
2. Puesto que el ente no es un género, el ser no puede constituir la esencia de la sustancia o del accidente. Luego la definición de la sustancia no es un ente que existe por sí mismo sin sujeto, ni la definición del accidente: un ente que existe en un sujeto, sino más bien, que a la quididad o esencia de la sustancia le compete existir sin sujeto, y a la quididad o esencia del accidente le compete existir en un sujeto. Ahora bien, en este sacramento no se concede a los accidentes existir sin sujeto en virtud de su esencia, sino que les sustenta la virtud divina. Y, por tanto, no dejan de ser accidentes, porque no se les priva de la definición de accidentes, ni tampoco se les da la definición de sustancia.
3. Estos accidentes adquirieron su individualidad en la sustancia del pan y del vino, y, una vez que ésta se ha convertido en el cuerpo y en la sangre de Cristo, permanecen los accidentes, por virtud divina, en el ser individuado que antes tenían. Por lo que siguen siendo singulares y sensibles.
4. Estos accidentes, como todos los demás, mientras permanecía la sustancia del pan y del vino, no tenían un ser autónomo, sino que existían con el ser de la sustancia, como la nieve es blanca por la blancura. Pero después de la consagración los accidentes que permanecen tienen ser. Luego están compuestos de existencia y de lo que existe, como se dijo en la Primera Parte, hablando de los ángeles. Y están compuestos, además, de partes cuantitativas.

Artículo 2: La cantidad dimensiva del pan y del vino, ¿es en este sacramento sujeto de los otros accidentes? lat
Objeciones por las que parece que la cantidad dimensiva del pan y del vino no es en este sacramento sujeto de los demás accidentes.
1. No hay accidente del accidente, porque ninguna forma puede ser sujeto, ya que ser sujeto es una propiedad más bien de la materia. Pero la cantidad dimensiva es un accidente. Luego la cantidad dimensiva no puede ser sujeto de los otros accidentes.
2. De la misma manera que la cantidad, también los otros accidentes son individuados por la sustancia. Luego si la cantidad dimensiva del pan y del vino conserva la individuación con el mismo ser que antes tenía, también los otros accidentes permanecerán individuados con el ser que previamente tenían en la sustancia. Luego no están en la cantidad dimensiva como en su propio sujeto, ya que todo accidente se individúa por su sujeto.
3. Entre los accidentes del pan y del vino que permanecen, los sentidos perciben también lo tenue y lo denso. Pero estas cualidades no pueden subsistir en la cantidad dimensiva prescindiendo de la materia, porque tenue es lo que tiene poca materia en grandes dimensiones, y denso es lo que tiene mucha materia en dimensiones reducidas, como se dice en IV Physic.. Luego parece que la cantidad dimensiva no puede ser sujeto de los accidentes que permanecen en este sacramento.
4. Y todavía más: la cantidad separada del sujeto parece que es la cantidad matemática, que no es sujeto de cualidades sensibles. Ahora bien, puesto que los accidentes que permanecen en este sacramento son sensibles, parece que no pueden tener como sujeto la cantidad, o sea, las dimensiones del pan y del vino que permanecen en el sacramento.
Contra esto: las cualidades no son divisibles más que indirectamente, o sea, por la división del sujeto. Ahora bien, las cualidades que permanecen en este sacramento se dividen por la división de la cantidad dimensiva, como atestiguan los sentidos. Luego la cantidad dimensiva es el sujeto de los accidentes que permanecen en este sacramento.
Respondo: Es necesario afirmar que los otros accidentes que permanecen en este sacramento tienen como sujeto la cantidad dimensiva del pan y del vino. En primer lugar, porque los sentidos detectan ahí algo cuanto que tiene color y otras cualidades. En segundo lugar, porque la primera disposición de la materia es la cantidad dimensiva, por lo que Platón estableció como primeras diferencias de la materia lo grande y lo pequeño. Y, puesto que el primer sujeto es la materia, todos los demás accidentes se asientan en ella mediante la cantidad dimensiva, de la misma manera que el primer sujeto del color es la superficie, por cuya razón algunos opinaron que las dimensiones eran sustancias corporales, como se dice en III Metaphys.. Y puesto que, desaparecido el sujeto, continúan los accidentes con el mismo ser que antes tenían, es lógico que todos los accidentes continúen basados en la cantidad dimensiva. En tercer lugar, porque, siendo el sujeto principio de individuación de los accidentes, es lógico que lo que hace de sujeto de algunos accidentes, tenga que ser, en cierto modo, principio de individuación. Ahora bien, es característica propia del individuo el no poder estar en varios sujetos. Lo cual sucede por dos razones. Primera, porque su propia naturaleza le impide estar en un sujeto, y éste es el caso de las formas inmateriales separadas, que subsisten por sí mismas y se individúan también por sí mismas. Segunda, porque tanto las formas sustanciales como las accidentales tienen como exigencia el existir en un sujeto, y no en varios, como es el caso de esta blancura, que está en este cuerpo. En lo que se refiere a la primera razón, la materia es principio de individuación para todas las formas inherentes a ella. Y puesto que estas formas tienen como exigencia natural el existir en otro como en su propio sujeto, por el que son recibidas en una materia, no estando esta materia sustentada en otro, tampoco esas formas se sustentarán en otro. En lo que se refiere a la segunda razón, hay que decir que el principió de individuación es la cantidad dimensiva. Porque una cosa tiene exigencia natural para estar en un solo sujeto en la medida en que ese sujeto es indivisible y distinto de cualquier otro. Ahora bien, la división afecta a la sustancia por razón de la cantidad, como se dice en I Phys.. Por eso, la misma cantidad dimensiva es principio de individuación para estas formas, en el sentido de que formas numéricamente diversas están en distintas partes de la materia. Por consiguiente, la misma cantidad dimensiva tiene en sí misma una cierta individuación, de tal modo que podemos imaginar varias líneas del mismo tipo, pero diferentes en posición, una posición que es parte de la noción de esta cantidad, pues la dimensión se define como una cantidad que tiene posición. Por esta razón la cantidad dimensiva puede ser sujeto de los demás accidentes, más bien que al contrario.

A las objeciones:
1. Un accidente, de suyo, no puede ser sujeto de otro accidente, porque no tiene un ser autónomo. Ahora bien, teniendo en cuenta que está en un sujeto, un accidente es sujeto de otro en cuanto que un accidente es recibido en un sujeto a través de otro. Así, se dice que la superficie es el sujeto del color. Por tanto, cuando a un accidente Dios le concede el existir autónomo, también le puede conceder el ser sujeto de otro accidente.
2. Los otros accidentes, aun cuando estaban en la sustancia del pan, se individuaban a través de la cantidad dimensiva, como se acaba de decir (c.). Por lo que es más lógico que la cantidad dimensiva sea sujeto de otros accidentes que permanecen en este sacramento que al contrario.
3. Lo tenue y lo denso son cualidades derivadas de los cuerpos por tener poca o mucha materia en sus propias dimensiones, como los otros accidentes se derivan también de los principios sustanciales por otras razones. Por eso, de la misma manera que, desaparecida la sustancia, permanecen los accidentes por virtud divina, así, por virtud divina también, desaparecida la materia, se conservan las cualidades dimanantes de la materia, como lo tenue y lo denso.
4. La cantidad matemática no prescinde de la materia inteligible, sino de la materia sensible, como se dice en VII Metaphys.. Ahora bien, se dice materia sensible por estar revestida de cualidades sensibles. Por lo que es claro que la cantidad dimensiva, que permanece en este sacramento sin sujeto, no es la cantidad matemática.

Artículo 3: ¿Pueden las especies que permanecen en este sacramento ejercer alguna acción sobre algo externo? lat
Objeciones por las que parece que las especies que permanecen en este sacramento no pueden ejercer ninguna acción sobre algo externo.
1. En VII Metaphys. se prueba que las formas que hay en la materia provienen de formas que están en la materia, y no de formas ya separadas de la materia, porque lo semejante procede de lo semejante. Pero las especies sacramentales son especies sin materia, porque permanecen sin sujeto, como se ha dicho ya (a.1). Luego no pueden ejercer acción alguna exterior por la que provoquen alguna forma.
2. Una vez que cesa la acción del primer agente, necesariamente cesa también la acción del instrumento, de la misma manera que si se para el carpintero se para también el martillo. Pero todas las formas accidentales actúan instrumentalmente en virtud de la forma sustancial que es el agente principal. Luego, puesto que en este sacramento no permanece la forma sustancial del pan y del vino, como se ha dicho antes (q.75 a.6), parece que las formas accidentales que permanecen en él no podrán ejercer acción alguna sobre ninguna materia exterior.
3. Ningún ser actúa más allá de los límites fijados por la naturaleza, ya que el efecto no puede ser superior a la causa. Pero todas las especies sacramentales son accidentes. Luego no pueden ejercer acción alguna sobre una materia exterior, al menos para poder cambiarla la forma exterior.
Contra esto: si no pudieran ejercer ninguna acción sobre cuerpos externos, tampoco podrían ser percibidas por los sentidos, porque la percepción sensible consiste en ser afectado el sentido por lo sensible, como se dice en II De anima.
Respondo: Puesto que una cosa actúa en la medida en que actualmente tiene ser, es lógico que la relación de una cosa con su actividad corresponda a la relación con su ser. Ahora bien, puesto que a las especies sacramentales se les concede, por virtud divina, según lo dicho (a.1), permanecer en el ser que tenían con la sustancia del pan y del vino, es lógico que también se les conceda permanecer en su actuación. Por consiguiente, todas las funciones que podían ejercer cuando estaba presente la sustancia del pan y del vino, pueden ejercerlas igualmente cuando la sustancia del pan y del vino se cambia en el cuerpo y en la sangre de Cristo. Luego no hay duda de que pueden ejercer alguna acción sobre cuerpos externos.
A las objeciones:
1. Las especies sacramentales, aunque sean formas que existen sin materia, conservan, no obstante, el mismo ser que tenían antes en ellas. Y, por eso, en base a este su ser, se asemejan a las formas que están en la materia.
2. La acción de la forma accidental depende de la acción de la forma sustancial, como el ser accidental depende del ser sustancial. Por eso, como por la virtud divina se concede a las especies sacramentales el que puedan existir sin sustancia, así también se les concede el que puedan actuar sin forma sustancial, por la virtud de Dios, de quien depende, como del primer agente, toda la acción de la forma, ya sea sustancial o accidental.
3. El cambio que afecta a la forma sustancial, no se produce por la forma sustancial directamente, sino mediante las cualidades activas y pasivas que actúan en virtud de la forma sustancial. Ahora bien, esta virtud instrumental se conserva en las especies sacramentales, por la virtud divina, lo mismo que antes. Luego pueden actuar instrumentalmente en el cambio de una forma sustancial, de la misma manera que una cosa puede actuar más allá de los límites fijados por la propia especie, no por su propia virtud, sino por virtud del agente principal.

Artículo 4: ¿Pueden corromperse las especies sacramentales?' lat
Objeciones por las que parece que las especies sacramentales no pueden corromperse.
1. La corrupción proviene porque la forma se separa de la materia. Pero la materia del pan no permanece en este sacramento, como se ha dicho ya (q.75 a.4.8). Luego estas especies no se pueden corromper.
2. Ninguna forma se corrompe más que indirectamente por la corrupción del sujeto. Es por lo que las formas subsistentes por sí mismas son incorruptibles, como es el caso de las sustancias espirituales. Pero las especies sacramentales son formas sin sujeto. Luego no pueden corromperse.
3. Si las especies se corrompen, esto sucederá de modo natural o por milagro. Ahora bien, de modo natural no, porque ahí no hay un sujeto de la corrupción que permanezca cuando la corrupción termina. Y por milagro tampoco, porque los milagros que se dan en este sacramento tienen lugar en virtud de la consagración, que es la que hace que las especies sacramentales se conserven, y una misma cosa no puede ser causa de la conservación y de la corrupción. Luego en modo alguno pueden corromperse las especies sacramentales.
Contra esto: los sentidos perciben que las hostias consagradas se pudren y se corrompen.
Respondo: La corrupción es un movimiento del ser al no ser. Ahora bien, se ha dicho anteriormente (a.3) que las especies sacramentales conservan el mismo ser que tenían cuando existía la sustancia del pan y del vino. Y, por eso, de la misma manera que el ser de estos accidentes podía corromperse con la presencia de la sustancia del pan y del vino, así este ser puede corromperse también una vez desaparecida ésta.
Ahora bien, antes podían corromperse estos accidentes de dos modos: directamente e indirectamente. Directamente, tanto por alteración de las cualidades como por aumento y disminución de la cantidad. Por supuesto que este aumento y esta disminución no se realizan por crecimiento o decrecimiento, como en los seres animados, «algo que las sustancias del pan y del vino no son», sino por adición o división. Porque, como se dice en III Metaphys., con la división una dimensión se destruye y se convierte en dos, mientras que con la adición, dos se convierten en una. Pues bien, es claro que de este modo estos accidentes pueden corromperse después de la consagración, porque también la cantidad dimensiva que permanece es susceptible de división y adición, y porque al ser dicha cantidad sujeto de las cualidades sensibles, como se ha dicho (a.2), puede ser también sujeto de sus alteraciones, por ej., de la alteración del color o del sabor del pan y del vino.
Y podían corromperse también indirectamente por corrupción del sujeto. Y de este modo pueden corromperse también después de la consagración. Porque, aunque no permanezca el sujeto, permanece, sin embargo, el ser que estos accidentes tenían en el sujeto, un ser propio y connatural al sujeto. Por eso, este ser puede corromperse por un agente contrario, lo mismo que se corrompía la sustancia del pan y del vino, aunque esta corrupción no se daba si no iba precedida de la alteración de los accidentes. Con todo, es preciso distinguir estos dos modos de corrupción. Porque ya que el cuerpo de Cristo y su sangre suceden en este sacramento a la sustancia del pan y del vino, si los accidentes sufren una inmutación que no es suficiente para corromper el pan y el vino, esta inmutación no provoca la desaparición del cuerpo y de la sangre de Cristo en este sacramento, ya sea la inmutación por parte de la cualidad, como cuando cambia un poco el color o el sabor del vino o del pan, ya sea por parte de la cantidad, como cuando se divide el pan o el vino en unas partes en que se salva todavía la naturaleza del pan y del vino. Pero si la inmutación es tan profunda que la sustancia del pan y del vino se corrompe, no permanece el cuerpo y la sangre de Cristo en este sacramento. Y esto, tanto por parte de las cualidades: como cuando cambian tanto el color, el sabor y las otras cualidades del pan y del vino que en modo alguno se hacen compatibles con la naturaleza del pan y del vino, como por parte de la cantidad: como si se pulveriza el pan o se minimiza tanto el vino que ya no quedan allí las especies de pan y de vino.

A las objeciones:
1. Porque la corrupción directa consiste en la desaparición del ser de una cosa, cuya forma existe en una materia, es lógico que por la corrupción la forma se separe de la materia. Ahora bien, si este ser no estuviese en una materia, pero fuese semejante al ser que está en la materia, podría desaparecer por la corrupción aunque no existiese la materia. Y es lo que sucede en este sacramento, como se ha dicho.
2. Las especies sacramentales, aunque sean formas que no existen en una materia, tienen, sin embargo, el mismo ser que antes tenían en la materia.
3. La corrupción de las especies sacramentales no es milagrosa, sino natural. Sin embargo, presupone el milagro de la consagración, es decir, que esas especies sacramentales mantengan sin el sujeto el ser que antes tenían en el sujeto, de la misma manera que un ciego, curado milagrosamente, ve de modo natural.

Artículo 5: ¿Puede engendrarse algo de las especies sacramentales? lat
Objeciones por las que parece que de las especies sacramentales no puede engendrarse nada.
1. Todo lo que se engendra procede de alguna materia. Porque de la nada, nada sale, aunque de la nada sí provenga alguna cosa por creación. Pero bajo las especies sacramentales no hay ninguna materia más que la del cuerpo de Cristo, que es incorruptible. Luego parece que de las especies sacramentales nada se puede engendrar.
2. Dos seres que no son del mismo género no pueden engendrar el uno al otro. Porque de la blancura, por ej., no se produce la línea. Pero el accidente y la sustancia son de distinto género. Luego, puesto que las especies sacramentales son accidentes, no parece que se pueda engendrar de ellas una sustancia.
3. Si de las especies se engendrase alguna sustancia corpórea no sería sin sus accidentes. Luego si de las especies sacramentales se engendrase una sustancia corpórea, del accidente debería engendrarse la sustancia y el accidente, o sea, dos cosas de una, lo cual es imposible. Luego es imposible que de las especies sacramentales se genere una sustancia corpórea.
Contra esto: el testimonio de los sentidos nos dice que de las especies sacramentales se engendran algunas cosas, como cenizas, si se queman; gusanos, si se corrompen; o polvo, si se trituran.
Respondo: Puesto que la corrupción de una cosa es la generación de otra, como se dice en I De Generat., es inevitable que de las especies sacramentales haya de engendrarse algo cuando se corrompen, como se acaba de decir (a.4). De hecho, nunca se corrompen de tal modo que desaparezcan totalmente, como si fuesen aniquiladas, sino que claramente algo sensible aparece después.
Ahora bien, es difícil comprender cómo pueda engendrarse algo de ellas. Es claro que del cuerpo y de la sangre de Cristo, ahí presentes, no se engendra nada, puesto que son incorruptibles. Pero, si permaneciese en este sacramento la sustancia del pan y del vino, o sus respectivas materias, sería fácil colegir que es de ellas de donde se engendra la cosa sensible que aparece después, como algunos opinaron. Pero esto es falso, como se ha demostrado más arriba (q.75 a.2.4.8).
Por eso, algunos afirmaron que lo que se engendra, no procede de las especies sacramentales, sino del aire circundante. Pero esto resulta imposible por muchas razones. Primera, porque cuando se engendra una cosa de otra, esta última aparece anteriormente alterada y corrupta. Sin embargo, en el aire circundante no aparece antes ninguna alteración o corrupción, por lo que de él no se pueden engendrar los gusanos y las cenizas. Segunda, porque la naturaleza del aire no es apta para producir de él con tales alteraciones tales cosas. Tercera, porque podría acontecer que se quemasen o corrompiesen en gran cantidad hostias consagradas, y no sería posible generar del aire tantos residuos corpóreos, a no ser que se formase una gran y apreciable condensación de aire. Cuarta, porque lo mismo podría suceder con los cuerpos sólidos que las sostienen, como el hierro o la piedra, unos cuerpos que, sin embargo, permanecen íntegros, después de este proceso generativo. Por consiguiente, esta opinión es insostenible porque está en contradicción con lo que constatan nuestros sentidos.
Por este motivo otros opinaron que en el momento de la corrupción de las especies retorna la sustancia del pan y del vino, y que de ella se generan las cenizas, los gusanos, etc. Pero tampoco esta opinión parece aceptable. Primero, porque si la sustancia del pan y del vino se ha convertido en el cuerpo y en la sangre, como antes se dijo (q.75 a.2.4), esta sustancia no puede retornar más que por la reconversión del cuerpo y de la sangre en la sustancia del pan y del vino, lo cual es imposible, de la misma manera que si el aire se convirtiese en fuego, el aire no volvería a estar allí si el fuego no se convirtiese de nuevo en el aire. Ahora bien, si la sustancia del pan y del vino hubiese sido aniquilada, no podría tornar de nuevo, porque lo que se aniquila no vuelve a ser numéricamente lo mismo, a no ser que se diga que vuelve la anterior sustancia porque Dios crea una nueva sustancia en lugar de la primera. Segundo, esto parece imposible porque no se puede fijar el momento en que vuelve la sustancia. Está demostrado, en efecto, por lo dicho (a.4; q.76 a.6 ad 3), que mientras permanecen las especies del pan y del vino, permanece el cuerpo y la sangre de Cristo, cuya presencia en este sacramento no se simultanea con la sustancia del pan y del vino, según lo dicho (q.75 a.2). Por lo que mientras permanezcan las especies sacramentales, la sustancia del pan y del vino no puede volver. Pero tampoco podría volver si desapareciesen las especies, porque entonces la sustancia del pan y del vino estaría sin sus propios accidentes, lo cual es imposible.
A no ser que se diga que en el último instante de la corrupción de las especies retorna no la sustancia del pan y del vino —porque ese último instante es el primero en que tienen que ser las sustancias generadas de las especies—, sino la materia del pan y del vino, en cuyo caso, para hablar con propiedad, más que de retorno habría que hablar de creación de esa materia. Y, en este sentido, podría mantenerse esta opinión. Pero, puesto que no parece razonable admitir más milagros en este sacramento que el de la consagración, que no lleva consigo ni creación ni retorno de la materia, parece mejor afirmar que en la misma consagración se concede milagrosamente a la cantidad dimensiva del pan y del vino el ser sujeto propio de las formas sucesivas. Ahora bien, esto es propio de la materia. Y, por tanto, se concede a esta cantidad dimensiva todo lo que pertenece a la materia. Por consiguiente, todo lo que pudiese generarse de la materia del pan y del vino, si estuviera, puede engendrarse también de la cantidad dimensiva del pan y del vino, no por un nuevo milagro, sino en virtud del milagro anteriormente realizado.

A las objeciones:
1. Aunque allí no haya una materia de la que se engendre algo, la cantidad dimensiva, sin embargo, hace las veces de la materia, como se ha dicho.
2. Cierto que las especies sacramentales son accidentes, pero tienen la función y el poder de la sustancia.
3. La cantidad dimensiva del pan y del vino tiene su propia naturaleza y recibe milagrosamente el poder y la propiedad de la sustancia. Por eso, puede convertirse en las dos, en sustancia y en dimensión.

Artículo 6: ¿Pueden alimentar las especies sacramentales? lat
Objeciones por las que parece que las especies sacramentales no pueden alimentar.
1. Dice San Ambrosio en el libro De Sacramentis: Este pan no está destinado al cuerpo, sino que es el pan de la vida eterna que alimenta la sustancia de nuestra alma. Pero todo lo que alimenta está destinado al cuerpo. Luego este pan no alimenta, y lo mismo se diga del vino.
2. Se dice en el libro De Generat.: Nos alimentamos de lo que somos. Ahora bien, las especies sacramentales son accidentes, y el hombre no está constituido de accidentes, pues el accidente no es parte de la sustancia. Luego parece que las especies sacramentales no pueden alimentar.
3. Dice el Filósofo en II De Anima que el alimento nutre porque es una sustancia, y hace crecer porque es algo cuanto. Pero las especies sacramentales no son sustancia. Luego no pueden alimentar.
Contra esto: dice el Apóstol en 1 Cor 11,21, hablando de este sacramento: Mientras uno está hambriento, otro se embriaga. Y la Glosa comenta: Se refiere a aquellos que después de la celebración del sagrado misterio y de la consagración del pan y del vino, hadan sus propias oh/aciones, y, sin dar parte a los demás, las comían ellos solos, de tal modo que hasta llegaban a emborracharse. Lo cual no podría acontecer si las especies sacramentales no alimentasen. Luego las especies sacramentales alimentan.
Respondo: Esta cuestión no tiene dificultad, después de haber solucionado la anterior. Como se dice en II De Anima z, la comida alimenta en la medida en que se convierte en la sustancia de quien se alimenta. Ahora bien, se ha dicho antes (a.5) que las especies sacramentales pueden convertirse en una sustancia que se genera de ellas. Pero, por la misma razón que pueden convertirse en cenizas y en gusanos, pueden convertirse en el cuerpo humano. Luego es claro que alimentan.
La opinión de algunos según la cual las especies no alimentan en el sentido de convertirse en el cuerpo humano, sino que reparan y confortan a través de los sentidos —como cuando uno se conforta con el olor de la comida, o se embriaga con el olor del vino—, resulta falsa por el testimonio mismo de los sentidos. Porque esa clase de refección no es duradera para el hombre, cuyo cuerpo necesita alimentación por el continuo desgaste. Y, sin embargo, el hombre puede sustentarse por largo tiempo si se aumenta con hostias y vino consagrados en buena cantidad. Y tampoco puede admitirse la opinión de quienes afirman que las especies sacramentales alimentan porque la forma sustancial del pan y del vino permanece. Y no se puede admitir, tanto porque no permanece, como se ha probado ya (q.75 a.6), como porque nutrir no es competencia de la forma, sino de la materia, que es la que recibe la forma de quien se nutre al tiempo que pierde la forma del alimento. Por lo que se dice en el II De Anima z que el alimento al principio es distinto, y al final es semejante.

A las objeciones:
1. Después de la consagración, en este sacramento se puede hablar de pan de dos maneras. Una, indicando como pan a las especies de pan, que mantienen el nombre de la sustancia que tenían, como dice san Gregorio en una homilía pascual. Otra, puede llamarse pan el mismo cuerpo de Cristo, que es el pan místico que ha descendido del cielo. Por tanto, cuando San Ambrosio dice que este pan no está destinado al cuerpo, utiliza el nombre de pan en el segundo sentido, porque el cuerpo de Cristo no se convierte en el cuerpo del hombre, sino que conforta su espíritu. Y no habla del pan en el primer sentido.
2. Aunque las especies sacramentales no sean el constitutivo del cuerpo del hombre, sin embargo se convierten en él.
3. Aunque las especies sacramentales no sean sustancia, tienen, sin embargo, el poder de la sustancia, como se ha dicho ya (a.3 ad 3; a.5 ad 2).

Artículo 7: ¿Se fraccionan las especies sacramentales en este sacramento? lat
Objeciones por las que parece que las especies sacramentales no se fraccionan en este sacramento.
1. Dice el Filósofo en VI Meteor. que la fragilidad de los cuerpos depende de su porosidad, una porosidad que no puede atribuirse a las especies sacramentales. Luego las especies sacramentales no pueden partirse.
2. La fracción es acompañada de un sonido. Pero las especies sacramentales no producen sonidos, ya que dice el Filósofo en II De Anima que lo sonoro es un cuerpo duro con superficie lisa. Luego las especies sacramentales no se rompen.
3. Parece que es lo mismo lo que se rompe y lo que se mastica. Pero lo que aquí se come es el verdadero cuerpo de Cristo, de acuerdo con las palabras de Jn 6,55.57: quien como mi carne y bebe mi sangre. Luego el cuerpo de Cristo es lo que se rompe y lo que se mastica. Por lo que se dice también en la confesión de Berengario: Reconozco con la santa Iglesia romana y confieso con el corazón y con la boca, que el pan y el vino que se ponen sobre el altar, después de la consagración, son el verdadero cuerpo y la verdadera sangre de Cristo, que es tocado en verdad con las manos de los sacerdotes, y que es partido y masticado por los dientes de los fieles. Por consiguiente, la fracción no debe atribuirse a las especies sacramentales.
Contra esto: la fracción se hace por la división de lo cuanto. Pero lo cuanto que aquí se divide es las especies sacramentales, ya que no se divide el cuerpo de Cristo, que es incorruptible, ni la sustancia del pan, que no permanece. Luego son las especies sacramentales las que se fraccionan.
Respondo: Entre los antiguos hubo muchas opiniones sobre este particular. Algunos dijeron, en efecto, que en este sacramento no había una fracción objetiva, sino sólo aparente por parte de los que lo ven. Pero esta opinión es insostenible. Porque en este sacramento de la verdad los sentidos no se engañan sobre los objetos de su competencia, entre los que se encuentra la fracción, por la que de una cosa se hacen muchas. Y esto lo aprecian así varios sentidos, como se demuestra en el libro De Anima.
Por eso, otros dijeron que ahí había una verdadera fracción sin sujeto fraccionado. Pero también esto está en contradicción con los sentidos, porque en este sacramento aparece algo cuanto, existiendo primeramente como un solo ser, y fraccionado después en muchos trozos. Pues bien, esto cuanto tiene que ser el sujeto de la fracción. Ahora bien, no se puede decir que el verdadero cuerpo de Cristo se fraccione. Primero, porque es incorruptible e impasible. Segundo, porque está todo entero en cada una de las partes, como se ha dicho ya (q.76 a.3). Todo lo cual es incompatible con que sea fraccionado. Luego solamente queda que la fracción, como los otros accidentes, tenga como sujeto la cantidad dimensiva del pan. Y, como las especies sacramentales son el verdadero cuerpo de Cristo, así la fracción de estas especies es el sacramento de la pasión del Señor, pasión que tuvo lugar en el verdadero cuerpo de Cristo.

A las objeciones:
1. Pe la misma manera que en las especies sacramentales permanece lo tenue y lo denso, como se ha dicho ya (a.2 ad 3), así también permanece en él la porosidad, y, en consecuencia, la fragilidad.
2. La densidad incluye la dureza; como en las especies sacramentales permanece la densidad, también la dureza, y por consiguiente el sonido.
3. Lo que se come en su propio ser se rompe y se mastica en su propio ser. Pero el cuerpo de Cristo no se come en su propio ser, sino en su ser sacramental. Por eso, comentando las palabras de Jn 6,64: la carne no aprovecha para nada, San Agustín dice: Con estas palabras se refería a los que entendían esto de una manera carnal, porque habían entendido que se trataba de una carne como la que se trocea de un cadáver, o la que se vende en el mercado. Por tanto, el cuerpo de Cristo no queda fraccionado, sino la especie sacramental. Y la confesión de Berengario ha de ser entendida de modo que la fracción y la trituración dental se refiera a las especies sacramentales, bajo las cuales está el verdadero cuerpo de Cristo.

Artículo 8: ¿Puede mezclarse con el vino consagrado algún otro líquido? lat
Objeciones por las que parece que con el vino consagrado no se puede mezclar ningún otro licor.
1. Todo lo que se mezcla con otro asume su cualidad. Ahora bien, ningún líquido puede recibir la cualidad de las especies sacramentales, por ser éstas unos accidentes sin sujeto, como se ha dicho ya (a.1). Luego parece que ningún líquido puede mezclarse con las especies sacramentales del vino.
2. Si se mezclase algún líquido con las especies sacramentales, el resultado sería un solo ser. Pero no puede resultar un solo ser del líquido, que es una sustancia, y las especies sacramentales, que son accidentes; ni tampoco del líquido y de la sangre de Cristo, que por ser incorruptible no admite adición ni disminución. Luego ningún líquido puede mezclarse con el vino consagrado.
3. Si se añadiese algún líquido al vino consagrado, parece que también ese líquido quedaría consagrado, como cuando se añade agua al agua bendita, que también queda bendita. Pero el vino consagrado es verdaderamente la sangre de Cristo. Luego también el líquido mezclado sería la sangre de Cristo. De donde se deduciría que una cosa llegara a ser la sangre de Cristo de modo distinto a la conversión. Lo cual es inadmisible. Luego con el vino consagrado no se puede mezclar ningún líquido.
4. Si una de las dos cosas de un compuesto se corrompe, desaparece el compuesto, como se dice en I De Generat.. Pero con la mezcla de cualquier líquido parece que las especies sacramentales del vino se corrompen, de tal manera que deja de estar en ellas la sangre de Cristo, ya porque lo mucho y lo poco son diferencias cuantitativas que diversifican la cantidad, como lo blanco y lo negro diversifican el color, ya porque el líquido mezclado, al no encontrar obstáculo, se difunde en el todo, por lo que la sangre de Cristo deja de estar allí, ya que no puede estar simultáneamente con otra sustancia. Luego no se puede mezclar otro líquido con el vino consagrado.
Contra esto: los sentidos constatan que puede mezclarse cualquier otro líquido con el vino después de la consagración, lo mismo que antes.
Respondo: La verdadera solución a este problema consta ya en lo dicho anteriormente. Hemos visto (a.3.5 ad 2), en efecto, que las especies que permanecen en este sacramento, de la misma manera que en virtud de la consagración adquieren el modo de ser de la sustancia, así también adquieren, como ella, el modo activo y pasivo, o sea, la capacidad de hacer o de recibir cuanto haría o recibiría la sustancia si estuviese allí presente. Ahora bien, es evidente que si estuviese ahí la sustancia del vino podría mezclarse con él algún líquido.
El efecto de esta mezcla, sin embargo, sería diverso según la naturaleza y la cantidad del líquido mezclado. Porque si se mezclase un líquido en tal cantidad que pudiese difundirse por todo el vino, todo quedaría mezclado. Ahora bien, lo que se compone de dos cosas, no es ni la una ni la otra, sino que tanto la una como la otra se convierten en una tercera como resultado de las dos. De donde se seguiría que el vino que había antes dejaría de ser vino, si el líquido mezclado con él no fuese vino. Pero si el líquido mezclado fuese de la misma naturaleza, por ej. si un vino se mezclase con otro vino, el resultado de la mezcla sería vino, aunque no sería numéricamente el mismo, como lo demuestra la variedad de accidentes en el caso, por ej., de que uno sea blanco y otro tinto.
Pero si la cantidad del líquido mezclado fuese tan pequeña que no pudiera difundirse por todo el vino, no quedaría todo el vino mezclado, sino sólo una parte de él. Ciertamente que esta parte no quedaría numéricamente la misma, a causa de la mezcla con la otra materia. Pero específicamente sí permanecería la misma, no sólo en el caso de que la pequeña cantidad del líquido añadido fuese de la misma especie, sino también en el caso de que fuese distinta especie, porque, como se dice en el I De Generat., una gota de agua mezclada en una gran cantidad de vino se convierte en vino. Pues bien, ya quedó demostrado (a.4; q.76 ad 3) que el cuerpo y la sangre de Cristo permanecen en este sacramento todo el tiempo que las especies permanecen numéricamente las mismas, porque lo que se consagró fue este pan y este vino. Por consiguiente, si la mezcla se hiciese con tal cantidad de cualquier líquido que se difundiese por todo el vino consagrado produciendo un compuesto, desaparecería la identidad numéricamente, y la sangre de Cristo desaparecería de allí también. Pero si la cantidad del líquido mezclado es tan pequeña que no puede difundirse por el todo, sino a una parte de las especies, dejaría de estar la sangre de Cristo en esa parte del vino consagrado, pero permanecería en las demás.

A las objeciones:
1. Dice Inocencio III en una Decretalz: Parece que los accidentes influyen sobre el vino añadido, porque si se añadiese agua, ésta asumiría el sabor del vino. Acontece, pues, que los accidentes cambian la sustancia, como también sucede que la sustancia cambia los accidentes. De esta manera, la naturaleza cede ante el milagro, y la virtud divina opera sobre el acontecer ordinario. Sin embargo, esto no se ha de entender en el sentido de que un accidente, el mismo numéricamente que estuvo en el vino antes de la consagración, pase después al vino añadido, sino que este cambio es el resultado de una acción. Porque los accidentes del vino que permanecen, conservan la actividad de la sustancia, como se ha dicho, por lo que con una acción transmutadora influyen sobre el líquido añadido.
2. El líquido añadido al vino consagrado no se mezcla con la sustancia de la sangre de Cristo. Se mezcla, sin embargo, con las especies sacramentales. Pero de tal manera que, después de la mezcla, se corrompen las especies total o parcialmente en conformidad con lo dicho anteriormente (a.5) sobre la posibilidad de generarse algo de estas especies. Si la corrupción es total no hay problema, porque ahí habrá un todo uniforme. Pero si la corrupción es parcial, ahí habrá, cierto, una dimensión si nos fijamos en la cantidad que es continua, pero no habrá una dimensión si nos fijamos en el modo de existir dicha cantidad, porque una parte de ella está sin sujeto, y otra, estará en su sujeto. De la misma manera que si se forma un solo cuerpo de dos metales: es un solo cuerpo cuantitativamente hablando, pero no es un solo cuerpo si nos fijamos en la naturaleza de los dos metales.
3. Dice Inocencio III en la Decretal anteriormente citada: Si después de la consagración del cáliz se echa más vino en él, este nuevo vino no se convierte en la sangre, ni se mezcla con la sangre, sino que mellándose con los accidentes del vino anterior, circunda por todas partes a la sangre que está bajo ellos, sin mezclarse con ella. Esto se ha de entender, por supuesto, en el caso de que la cantidad de líquido extraño mezclado no sea tanta que haga cesar totalmente la presencia de la sangre de Cristo. Así, pues, se dice que circunda por todas partes no porque toque la sangre de Cristo en sus propias dimensiones, sino en sus dimensiones sacramentales, bajo las cuales está contenida. Y no es éste el caso del agua bendita. Porque la bendición del agua no produce ningún cambio en la sustancia del agua, como sucede con la consagración del vino.
4. Algunos afirmaron que por muy pequeña que sea la cantidad del líquido extraño mezclado, la sustancia del cuerpo de Cristo deja de estar bajo el todo. Y esto por la razón aducida (n.32), que, sin embargo, no convence. Porque lo mucho y lo poco diversifican la cantidad dimensiva, no en su esencia, sino en sus dimensiones. Igualmente, el líquido añadido puede ser tan escaso que no pueda difundirse del todo, a causa de su parquedad y no sólo porque se lo impidan las dimensiones, que, aunque estén sin sujeto, hacen resistencia a la penetración de otro líquido como si la sustancia estuviese allí, de acuerdo con lo expuesto.
 
Re: La Doctrina De La Transubstanciación refutada

La Doctrina De La Transubstanciación refutada

El Concilio de Trento afirma: "Porque Cristo, nuestro Redentor, dijo que lo que ofrecía bajo la especie de pan era verdaderamente su Cuerpo, se ha mantenido siempre en la Iglesia esta convicción, que declara de nuevo el Santo Concilio: por la consagración del pan y del vino se opera el cambio de toda la substancia del pan en la substancia del Cuerpo de Cristo nuestro Señor y de toda la substancia del vino en la substancia de su sangre; la Iglesia Católica ha llamado justa y apropiadamente a este cambio transubstanciación” (CIC, 1376).

El catecismo dice: “Sólo los presbíteros válidamente ordenados pueden presidir la Eucaristía y consagrar el pan y el vino para que se conviertan en el Cuerpo y la Sangre del Señor” (CIC N° 1411).

La iglesia católica basa la doctrina de la transubstanciación en Juan 6:53. El pasaje dice asi: “Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros”.

Otro pasaje de la biblia que la iglesia católica usa para basar su doctrina es este: "Porque yo recibí del Señor lo que también os he enseñado: Que el Señor Jesús, la noche que fue entregado, tomó pan; y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí. Asimismo tomó también la copa, después de haber cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre; haced esto todas las veces que la bebiereis, en memoria de mí" (1 Corintios 11:23-25).

La iglesia católica cree que Jesus hablaba literalmente. Pero eso es absurdo. Si entendemos de manera literal que el pan y el vino es Jesus mismo literalmente en toda su humanidad y deidad, entonces Jesus enseño a blasfemar.

Si el pan y el vino es el Señor Jesus por la consagración, entonces:

1. Si Jesus es comido con cuerpo, alma y naturaleza Divina entonces el catolico es canibal.

Los únicos, en la biblia, que comieron un cuerpo humano con sangre, fueron los perros que comieron a Jezabel y personas que se apartaron de Dios.
Isaías 9:20 dice: "Cada uno hurtará a la mano derecha, y tendrá hambre, y comerá a la izquierda, y no se saciará; cada cual comerá la carne de su brazo".
Este pasaje habla de hurtar y de comer. Si hurtar es malo, comer la carne humana es pecado.

Levítico 26:29 dice: “Comeréis la carne de vuestros hijos, y la carne de vuestras hijas comeréis”.

Este pasaje habla de personas desobedientes que como consecuencia de su pecado y rebelión sufrirán las consecuencias y castigos de Dios. En el mismo capitulo se advierte que eso sucedera sidesdeñareis mis decretos, y vuestra alma menospreciare mis estatutos, no ejecutando todos mis mandamientos, e invalidando mi pacto” (Levitico 26:15).

Jeremias 19:9 dice: “Y les haré comer la carne de sus hijos y la carne de sus hijas, y cada uno comerá la carne de su amigo durante el sitio y en la aflicción con que les afligirán sus enemigos y los que buscan su vida”.

Estos pasajes no aprueban el canibalismo, sino que son consecuencias y castigos por haber pecado.

Lamentaciones 4:10 dice: “Las manos de mujeres compasivas cocieron a sus propios hijos, que les sirvieron de comida a causa de la destrucción de la hija de mi pueblo”.

Estos pasajes hablan de como mujeres que eran compasivas llegaron en su desesperación a hacer algo tan abominable, como cocinar a sus propios hijos y comerlos.

Flavio Josefo, hablando sobre la destrucción de Jerusalén por los romanos al mando del general Tito dice: “Mientras tanto, incontables miles de judíos morían de hambre. En cada casa donde había el menor bocado de comida, los parientes luchaban por él. Transidos de hambre, los proscritos husmeaban como perros enloquecidos, royendolo lo que fuera: cinturones, zapatos e incluso el cuero de sus escudos. Otros devoraban manojos de paja, y luego sucedió el horroroso caso de María de Betezuba. Distinguida en familia y fortuna, María había huido a Perea a Jerusalén, pero sus propiedades habían sido saqueadas por los tiranos durante el asedio, y su comida por los registros diarios de sus seguidores. Enloquecida por el hambre, tomó a su bebé que tenía en su pecho, y dijo: “ìPobre bebé! ¿Por qué debería preservarte para la guerra, el hambre y la rebellion? Ven, sé mi alimento (…) con esto, mató a su pequeño, asó su cuerpo, y devoró la mitad del mismo, ocultando el resto. Los rebeldes llegaron al instante (…) amenazándola si no les entregaba lo que había preparado (…) destapando los restos del bebé. Ellos se quedaron paralizados de horror (…) y les dijo: Servíos porque yo ya he tenido mi parte (…) pero si sois melindrosos y no aprobáis mi sacrificio, dejadme el entonces el resto para mí. Ellos salieron temblando (…) mientras que los romanos quedaban horrorizados –por el – canibalismo infantil…” (Guerra de los judíos, libro VII, caps. VII-VIII, sec. 223-225, Adaptación de Paul L. Maier).

Josefo dice que los romanos se horrorizaron por el canibalismo.

2. Si el pan y el vino son el cuerpo y sangre de Cristo de manera literal, entonces cuando el cristiano lo come, lo que esta haciendo es asesinar a Cristo con los dientes. El apóstol Pedro condeno a lo judíos por haber matado a Cristo, asi que si un católico cree en la doctrina de la transubstanciación, lo que debe de creer es que matar a Jesus es algo moral y bueno, y asi contradecir al apostol Pedro.

3. Si Jesús esta en la boca y por alguna razon no intencionada se vomita ese pan y vino, entonces el catolico echa de su boca a Jesus en el suelo. Lo cual no puede ser posible. Jesus no puede estar en una situación asi.

4. Es absurda, si uno participa de la eucaristia y en ese momento alguien se come el pan y el vino, entonces los muchos otros que participan en ese mismo tiempo tienen tambien a Jesus en sus bocas y asi hay muchos Jesus. Jesus solo como Espiritu puede ser omnipresente, pero su cuerpo fisico no, eso no es posible, por lo tanto la doctrina catolica en realidad hace que haya mas de un Jesús físico.Asi que eso significaria que hay muchos Jesus. Si todas las galletas y jugos de uva son un solo Jesus, entonces toda esa comida junta hace del cuerpo de Cristo uno muy grande a diferencia del cuerpo de Cristo, lo que solo contradeciría la misma postura católica.

5. Cuando se participa de la eucaristia, al comer a Jesus, lo que se hace es mezclar la naturaleza carnal heredada de Adan con la naturaleza Santa e inmaculada de Jesus.Los católicos no aceptan que Maria haya tenidoun cuerpo pecaminoso para engendrar a Jesús, pero si creen que Jesus se mezcla con una naturaleza pecaminosa, cuando Jesus es comido, supuestamente de manera literal. Lo que ellos hacen es solo contradecirse.

6. Se vuelve blasfema, porque Jesús estaria en medio de excremento y gusanos. Jesus en ese caso estaría en una situacion que solo un catolico puede concebir y aceptar con alegría.

7. Esta creencia hace que uno se convierta en un vampirista. Dios prohibe el comer sangre. La iglesia ordeno que los creyentes no coman sangre (Hechos 15:28-29).

Dios no prohibio comer sangre de animal solamente. La razón por la que una persona no puede comer sangre es que la vida de la carne esta en la sangre. Levítico 17:10-12 deja esto bien claro: "Si cualquier varón de la casa de Israel, o de los extranjeros que moran entre ellos, comiere alguna sangre, yo pondré mi rostro contra la persona que comiere sangre, y la cortaré de entre su pueblo. Porque la vida de la carne en la sangre está, y yo os la he dado para hacer expiación sobre el altar por vuestras almas; y la misma sangre hará expiación por la persona. Por tanto, he dicho a los hijos de Israel: Ninguna persona de vosotros comerá sangre, ni el extranjero que mora entre vosotros comerá sangre".

La vida de la carne humana tambien esta en la sangre, asi pues la sangre humana tampoco se puede comer por la misma razón que no se puede comer la sangre de animales.

Otra razón por la que no se debe comer la sangre de Cristo de manera literal es porque su sangre era para hacer expiación, lo mismo que la sangre de los animales que eran para expiación.

8. Esta creencia catolica, supone que este pan y vino son literalmente Jesus en toda su deidad y humanidad; pero con sabores distintos, lo que solo resulta ser solo una contradiccion, pero al catolico le parece suficiente con decir que ese pan y ese vino es un Cristo literal en toda su deidad y humanidad, pero que el sabor no lo sea, eso es absurdo. Un Cristo que es literalmente Dios hombre, no puede tener accidentes.

9. Esta creencia supone que un catolico (al creerla y aceptarla) abandonó su derecho a pensar y espera que sus lideres principales piensen por ellos.

No pueden tomarse de manera literal las palabras de Jesus en Juan 6 cuando dice: "Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros" (Juan 6:53). El Señor acostumbraba hablar de manera figurada, por ejemplo decía “vosotros sois la sal” “Yo soy el pan de vida” (Juan 6:48); “Yo soy la resurrección y la vida” (Juan 11:25); “Yo soy la vid verdadera(Juan 15:1), "Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo" (Juan 10:9), “Ustedes son la sal del mundo” (Mateo 5:13), etc.

Cuando Jesus hablo de comer su cuerpo y beber su sangre estaba hablando de creer en El. Jesús dijo: "Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; yel que en mí cree, no tendrá sed jamás" (Juan 6:35).

En este pasaje podemos ver de manera muy clara que Jesus esta hablando de "el que a mi viene" y del "que en mi cree" no tendra hambre ni tendra sed jamas.
Siendo Jesus el pan y su sangre el vino (jugo de uva) tiene sentido de que al "ir a El" y "creer en El" se sacia nuestra hambre y sed. Por lo tanto el comer y el beber significan creer en Cristo. Creo que este pasaje aclara si este "comer" y "beber" es algo literal o tiene un significado figurado, a saber "ir a Cristo", "creer en Cristo" como lo dice el mismo pasaje.

Cuando el Señor Jesus dijo: "Mi comida es que haga la voluntad del que me envió" (Juan 4:34). "Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia" (Mateo 5:6) no hablaba de comer literalmente. Tampoco debemos de entender de manera literal el que Jesus dijera que el pan era su cuerpo y el vino su sangre.

Un católico me dijo una vez que cada vez que la biblia usa los terminos comer y beber en sentido figurado siempre se hace en sentido negativo. Pero como podemos ver, Jesus en Juan 4:34, no usa la palabra comer en sentido negativo. En Isaias 55 tampoco se usa en sentido negativo.

El Señor Jesus, había hablado a sus discípulos en alegorías. "Estas cosas os he hablado en alegorias" (Juan 16:25). ¿Qué le hace pensar al católico que el Señor Jesus no pudo haber hablado en sentido figurado?

Cuando Jesus dijo: “Destruyan este templo y lo levantare de nuevo en tres dias"(Juan 2:19) los judios interpretaron esta declaración de Jesus de manera literal, el mismo error en el que los catolicos caen cuando interpretan Juan 6 sobre el pan y el vino como cuerpo y sangre de Cristo.

Los católicos citan Lucas 22:19 para demostrar que el pan era literalmente el cuerpo de Cristo. El pasaje dice: “Y tomó el pan y dio gracias, y lo partió y les dio, diciendo: Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado; haced esto en memoria de mí”.

Pero como dice Norman Geisler y Thomas Howe: El contexto se opone a tomar esto literalmente. Todos concuerdan en que, cuando Jesús dijo esto, se refería al pan. Lucas dice: "Tomó el pan, dio gracias, lo partió... diciendo "este es mi cuerpo" (Luc. 22:19). Pero era obvio para todos que el cuerpo verdadero de Jesús estaba sosteniendo el pan con sus manos. Así, pues, ninguno de los discípulos presentes podría haber interpretado que Jesús quería decir que el pan era su cuerpo verdadero”(Cuando los críticos preguntan).

Ademas el mismo pasaje nos dice que se hacían en memoria de Cristo.

Ademas de lo dicho, Jesus, cada vez que se llamo a si mismo con un titulo comenzando con los términos “Yo soy” siempre fue en lenguaje figurado en el evangelio de Juan. Lo que demostraría que cuando El se llama a si mismo “El pan de Vida” El debe haber estado hablando en lenguaje figurado.
Veamos unos ejemplos:

1. Yo soy la Luz del mundo (Juan 8:12). Esto es lenguaje figurado.
2. Yo soy la Puerta (Juan 10:9). Esto es lenguaje figurado.
3. Yo soy el Buen Pastor (Juan 10:11).Esto es lenguaje figurado.
4. Yo soy la Resurrección y la Vida (Juan 11:25-26). Esto es lenguaje figurado.
5. Yo soy el Camino, y la Verdad, y la Vida (Juan 14:6).Esto es lenguaje figurado.
6. Yo soy la Vid (Juan 15:5).Esto es lenguaje figurado.

Pese a la evidencia, la iglesia católica quiere que creamos que es literal la afirmación que Jesus hace de si, al llamarse “Yo soy el Pan de Vida” (Juan 6:35).No, no podemos creer lo que a todas luces se entiende de manera figurada.

El historiador y experto en Civilizaciones Will Durant escribio que la creencia en la transubstaciacion como se enseña en el catolicismo romano es "una de las ceremonias mas antiguas de las religiones primitivas" (Will Durant, Historia de la Civilizacion pag.741).

En 1 Corintios 11:26 se refuta la falsa doctrina de la transubstanciación. "Porque todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que venga". La frase, "hasta que venga," nos dice que Cristo no esta en la tierra físicamente. Eso quiere decir que Cristo no es literalmente ese pan ni ese vino.

En 1 Corintios 11:28 leemos: "Por tanto pruébese cada uno a si mismo, y coma así de aquel pan, y beba de aquella copa”. Si el pan fue convertido en el cuerpo de Cristo, y la copa en la sangre de él, ¿por qué no dijo Pablo: "coma así de aquel cuerpo, y beba de aquella sangre"?

El Papa Virgilio escribió unas palabras que perturban a los católicos, las que quiero citar. Estas son: "La Carne de Cristo cuando estaba en la tierra no estaba en el cielo, y ahora porque esta en el cielo no esta en la tierra" (Cont. Eutiques 1, II).Este papa contradijo la enseñanza de la transubstanciacion.
Una noticia que lei decía: "Buenos Aires, 11 de Febrero de 2002. En una nota titulada «Profanación», el arzobispo de Paraná, Estanislao Karlik, denunció que el viernes «una persona, que llevaba la hostia consagrada a un enfermo imposibilitado de salir de su hogar, fue asaltada por un delincuente que le arrebató la cartera con violencia y huyó con su compañero llevándose el Sacramento de la Eucaristía, que constituye el tesoro más grande de la Iglesia, porque contiene al mismo Jesucristo Nuestro Señor»..."
(http://www.zenit.org/spanish/visualizza.phtml?sid=16479).

¿Se robaron al Señor Jesucristo, el cual es Dios-hombre? Eso es absurdo, pero cabe en la mente católica.

Charles Chíniquy escribió esta anécdota: ¿Nos ha dado Dios oídos para oír, ojos para ver e inteligencia para entender? ¡El Papa dice que no! Pero el Hijo de Dios dice que sí: No entendéis ni comprendéis? ¿Aún tenéis endurecido vuestro corazón? ¿Teniendo ojos no veis y teniendo oídos no oís? ¿Y no recordáis?” (Mc. 8: 17 y 18). Esta apelación solemne de nuestro Salvador a nuestro sentido común derriba la estructura completa de Roma. El Papa lo sabe, por tanto, los Católico-romanos son advertidos a no confiar en el testimonio de sus oídos, ojos e inteligencia. En la JeuneLorette vivía un sacerdote jubilado que estaba ciego. Para ayudarle, los sacerdotes. Alrededor de Qüebec lo cuidaban por turnos en sus casas parroquiales. Los concilios de Roma han prohibido a los sacerdotes ciegos decir la misa, pero a causa de su elevada piedad, él obtuvo del Papa el privilegio de celebrar la misa corta de la Virgen que sabía perfectamente de memoria. Una mañana, el sacerdote anciano estaba en el altar diciendo su misa. Yo estaba en la sacristía escuchando confesiones, cuando el joven sirviente vino y me dijo: –Le llama el Padre Daule, por favor, venga pronto. Temiendo que algo hubiera sucedido a mi anciano amigo, corrí a él. Lo encontré palpando nerviosamente al altar con sus manos como en búsqueda de algo muy precioso. Llegando cerca de él, le pregunté: –¿Qué desea usted? El respondió con un grito de angustia: –¡El buen dios ha desaparecido del altar! ¡Está perdido! Con la esperanza de que estaba equivocado y que sólo había dejado caer al suelo, por algún accidente, al buen dios (Le Bon Dieu), hicimos la búsqueda más minuciosa, pero no encontramos al buen dios. Al principio, acordándome de los miles de milagros que había leído de desapariciones y maravillosos cambios de las formas del dios oblea, llegó a mi mente que habíamos presenciado un gran milagro. Pero pronto cambié de opinión. La iglesia de Beauport estaba habitada por las ratas más audaces einsolentes que jamás he visto. Muchas veces al decir la misa, yo había visto las trompas feas de variasde ellas. Fueron atraídas por el olor de la oblea recién hecha. Querían desayunar el cuerpo, sangre, alma y divinidad de mi Cristo. Pero como yo estaba constantemente moviéndome y rezando en voz alta, las ratas invariablemente se asustaban y huían a sus escondites secretos.El Padre Daule sinceramente creía lo que todo sacerdote de Roma está obligado a creer: que él tenía el poder para convertir la oblea en dios. Inclinando mi cabeza al angustiado sacerdote anciano, le pregunté: –¿No ha quedado, como suele, un largo tiempo sin moverse en la adoración del buen dios después de la consagración? Prontamente contestó: –Sí, pero, ¿Qué relación tiene eso con la pérdida del buen dios? Repliqué en una voz baja, pero con un acento honesto de angustia y asombro: –¡Algunas ratas arrastraron y comieron al buen dios! –¿Qué me dice? –replicó el Padre Daule, –¿El buen dios, arrastrado y comido por ratas? –Sí, –contesté, –no tengo la menor duda. –¡Dios mío, Dios mío! ¡Qué calamidad tan horrible me ha ocurrido! –exclamó el anciano, levantando sus manos y ojos al cielo, –¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué no me quitaste la vida antes que me ocurriera semejante desgracia? No pudo hablar más, su voz fue ahogado por sus sollozos. Al principio, yo no sabía qué decir. Mil pensamientos, algunos serios y otros sumamente absurdos,cruzaron mi mente. El sacerdote anciano lloraba como un niño. Me preguntó con una voz quebrantada por sollozos: –¿Qué debo hacer? Le respondí: –La Iglesia ha previsto sucesos de esta índole y ha provisto para ellos. Lo único que tiene que hacer es conseguir una oblea nueva, consagrarla y continuar su misa como si nada extraño hubiera sucedido. Yo iré y le traeré una oblea nueva.Corrí a la sacristía y le llevé una oblea nueva, la cual consagró y convirtió en un nuevo dios y terminó su misa como le aconsejé. Después que terminó, llevé al desconsolado sacerdote anciano por la mano a mi casa parroquial. Intenté calmar sus sentimientos diciéndole que no era culpa suya; que este extraño y triste suceso no era el primero; que había sido previsto por la Iglesia, la cual nos dice qué hacer en estas circunstancias y que no había falta ni ofensa contra Dios ni los hombres de parte suya. Esperaba que el sentido común de mis palabras le ayudarían a vencer sus sentimientos, pero estaba equivocado. Sus lamentaciones eran tan amargas y largas como las de Jeremías. Por fin, perdí mi paciencia y dije: –Mi querido Padre Daule, a nuestro gran y justo Dios no le agradasemejante exceso de dolor y pesar por algo que estaba única y enteramente bajo el control de su poder y sabiduría eterna. –Señor Chíniquy, –contestó, –veo que faltas la atención y experiencia que tan frecuentemente falta entre los sacerdotes jóvenes. ¿No comprendes la terrible calamidad que acaba de ocurrir en tu iglesia? Si tuvieras más fe y piedad, llorarías conmigo. ¿Cómo puedes hablar tranquilamente de algo que hace llorar a los ángeles? ¡Nuestro Salvador arrastrado y comido por ratas! ¡Ay, gran Dios! ¿No sobrepasa esto la humillación y los horrores del Calvario? –Mi querido Padre Daule, –respondí, –permíteme decirle respetuosamente que sí entiendo, igual que usted, la naturaleza deplorable del evento de esta mañana y yo hubiera derramado mi sangre paraimpedirlo, pero hay que ver el hecho en su propia luz. No dependió de nuestra voluntad. Dios es el único que podría haberlo previsto o impedido. Le diré claramente mi propia opinión: si yo fuera Dios Todopoderoso y una miserable rata se acercara a mí para comerme, yo la mataría antes que pudiera tocarme” (Cincuenta años en la Iglesia de Roma).
 
Re: La Doctrina De La Transubstanciación refutada

No se, tengo ganas de reportarte.
 
Re: La Doctrina De La Transubstanciación refutada

Lo se, pero mejor sera que te de ganas de refutarme porque todos ven que no puedes dar una respuesta a los argumentos que aqui se esgrimen

A continuación nos corresponde estudiar la forma de este sacramento (q.73 intr). Esta cuestión plantea y exige respuesta a seis problemas:
Artículo 1: ¿Es la forma de este sacramento: «esto es mi cuerpo» y «éste es el cáliz de mi sangre»? lat
Objeciones por las que parece que las palabras: éste es mi cuerpo y éste es el cáliz de mi sangre no son la forma de este sacramento.
1. Esas palabras parece que pertenecen a la forma con la que Cristo consagró su cuerpo y su sangre. Pero Cristo, como se dice en Mt 26,26, primeramente bendijo el pan que había tomado en sus manos, y después dijo: Tomad y comed, éste es mi cuerpo, y lo mismo hizo con el cáliz (v.27-28). Luego esas palabras no son la forma de este sacramento.
2. Dice Eusebio Emiseno que el invisible sacerdote convierte las maturas visibles en su cuerpo cuando dice: Tomad y comed, éste es mi cuerpo. Luego parece que toda la frase pertenece a la forma del sacramento. Y dígase lo mismo de las palabras pertenecientes a la sangre.
3. En la forma del bautismo se indica la persona del ministro y su acción, cuando se dice: Yo te bautizo. Pero en las sub socuchas palabras no se hace mención del ministro ni de su acción. Luego no es adecuada la forma del sacramento.
4. La forma del sacramento no es suficiente por sí misma para realizar el sacramento, por lo que el sacramento del bautismo puede conferirse a veces con las palabras de la forma solamente, y omitidas las demás. Luego si las palabras indicadas son la forma de este sacramento, parece que alguna vez se podrá celebrar este sacramento profiriendo solamente esas palabras, y omitiendo todas las demás que se dicen en la misa. Lo cual, sin embargo, parece que es falso. Porque, si se omiten las otras palabras, las palabras en cuestión se entenderían como si el sacerdote las pronunciase en nombre propio, mientras que el pan y el vino no se convierten en su cuerpo y en su sangre. Por tanto, esas palabras no son la forma de este sacramento.
Contra esto: dice San Ambrosio en el libro De Sacramentis: La consagración se hace con las palabras y con las afirmaciones del Señor Jesús. Porque con todas las demás palabras se alaba a Dios, se suplica por el pueblo, por los reyes y por los demás. Pero cuando el sacerdote realiza el sacramento ya no se sirve de las propias palabras, sino de las palabras de Cristo. Luego es la palabra de Cristo la que realiza este sacramento.
Respondo: Este sacramento difiere de los otros en dos cosas. Primera, por el hecho de que este sacramento se realiza consagrando la materia, mientras que los otros se realizan utilizando la materia consagrada. Segunda, porque en los otros sacramentos la consagración de la materia consiste sólo en una bendición, por la que la materia consagrada recibe instrumentalmente una virtud espiritual que a través del ministro —que es el instrumento animado— puede pasar al instrumento inanimado. Pero en este sacramento la consagración de la materia consiste en una milagrosa conversión de la sustancia, que sólo Dios puede realizar. Por lo que el ministro, al realizar este sacramento, no desempeña más acción que la de proferir las palabras.
Y puesto que la forma debe corresponder a la cosa, la forma de este sacramento difiere de las formas de los otros sacramentos en dos puntos.
Primero, porque las formas de los otros sacramentos llevan consigo el uso de la materia, como sucede, por ej., en el bautismo o en la confirmación, mientras que la forma de este sacramento lleva consigo solamente la consagración de la materia, que consiste en la transustanciación, como cuando se dice: éste es mi cuerpo o éste es el cáliz de mi sangre. Segundo, porque las formas de los otros sacramentos se profieren en nombre de la persona del ministro, a quien se designa como realizador de un acto, como cuando se dice: yo te bautizo o yo te confirmo; o imperando el acto, como sucede en el sacramento del orden al decir: recibe la potestad, etc.; o deprecativamente, como sucede en el sacramento de la extremaunción, cuando se dice: por esta unción y nuestra intercesión, etc. Pero la forma de este sacramento se profiere en nombre de la persona del mismo Cristo que habla, para dar a entender que el ministro en la realización de este sacramento no hace más que proferir las palabras.

A las objeciones:
1. Acerca de este problema ha habido muchas opiniones. Algunos, en efecto, dijeron que Cristo, que tenía potestad de excelencia sobre los sacramentos, realizó este sacramento sin utilizar palabra alguna, y que después pronunció las palabras con que otros habrían de consagrar después. Y esto es lo que parece afirmar Inocencio III cuando dice: Puede razonablemente afirmarse que Cristo consagró por su divino poder, y que después expresó la forma con la que bendecirían los que habían de sucederle. Pero contra esta interpretación están expresamente las palabras del Evangelio, en las que se dice que Cristo bendijo, una bendición que se hizo ciertamente con palabras. Por lo que estas palabras del papa Inocencio han de tomarse como opinión más que como determinación.
Otros, por el contrario, opinaron que aquella bendición se hizo con unas palabras que no conocemos. Pero tampoco esto es admisible. Porque la bendición de la consagración se realiza ahora por la repetición de lo que entonces se hizo. Luego, si la consagración no se hizo entonces con estas palabras, tampoco ahora se hace.
Por eso otros afirmaron que aquella bendición se hizo entonces con las mismas palabras que ahora, pero Cristo pronunció estas palabras dos veces: una en secreto, para consagrar; otra en voz alta, para instruir. Pero tampoco esto es sostenible. Porque el sacerdote consagra profiriendo estas palabras no como dichas por Cristo en una bendición oculta, sino públicamente pronunciadas. Y, puesto que estas palabras no tienen eficacia más que por haberlas pronunciado Cristo, parece que también Cristo debe haber consagrado pronunciándolas manifiestamente.
Por eso otros dijeron que los evangelistas, al relatar las cosas que sucedieron, no siempre guardaron el mismo orden cronológico, como consta por San Agustín en el libro De Consensu Evangelistarum. Por lo que el orden cronológico de los hechos podría reconstruirse así: Tomando pan, lo bendijo diciendo: éste es mi cuerpo, y después lo partió y se lo dio a sus discípulos. Pero puede encontrarse este mismo sentido en las palabras evangélicas sin cambiarlas. Porque el participio diciendo indica una cierta continuidad de las palabras que se pronuncian con las que preceden. Ahora bien, no es necesario que esta continuidad se entienda solamente respecto de la última palabra pronunciada, como si Cristo hubiese pronunciado estas palabras cuando dio a sus discípulos el pan, sino que puede entenderse la continuidad con respecto a todo lo que precede, en cuyo caso el sentido sería: Mientras bendecía y partía y daba a sus discípulos, dijo estas palabras: Tomad, etc..

2. Las palabras Tomad y comed indican el uso de la materia consagrada, uso que no es necesario en este sacramento, como más arriba se dijo (q.74 a.7). Por tanto, tampoco estas palabras pertenecen a la esencia de la forma. Sin embargo, puesto que el uso de la materia consagrada contribuye a la perfección del sacramento, en el sentido de que la operación no pertenece a la primera sino a la segunda perfección de la cosa, por eso todas estas palabras expresan toda la perfección de este sacramento. Y es así como Eusebio entendió el requerimiento de esas palabras en la confección del sacramento, o sea, en cuanto a su primera y su segunda perfección.

3. En el sacramento del bautismo el ministro realiza un acto que concierne al uso de la materia y que es esencial en este sacramento. Pero el uso no es esencial en la eucaristía. Luego son cosas distintas.
4. Algunos dijeron que este sacramento no se puede celebrar pronunciando solamente las palabras en cuestión, y haciendo caso omiso de las otras, muy especialmente las del canon de la misa. Pero esto, evidentemente, es falso, ya por las palabras de San Ambrosio, anteriormente citadas (e.c.), ya porque el canon de la misa no es lo mismo en todas partes, ni lo fue en todo tiempo, sino que fueron añadidas las distintas cosas por distintas personas. Por consiguiente, es necesario afirmar que si el sacerdote profiriese solamente las palabras referidas con intención de realizar el sacramento, lo realizaría, porque la intención haría que se entendieran como dichas por la persona misma de Cristo, aunque no se dijesen las palabras que preceden. Sin embargo, pecaría gravemente el sacerdote que realizase el sacramento de este modo, por no atenerse al rito de la Iglesia. Y no es lo mismo el caso del bautismo, que es un sacramento necesario, mientras que la recepción de este sacramento puede suplirse con la comunión espiritual, como dice San Agustín (q.75 a.3 ad 1).


Artículo 2: ¿Es la forma adecuada de la consagración del pan «éste es mi cuerpo»? lat
Objeciones por las que parece que las palabras éste es mi cuerpo no son la forma adecuada de la consagración del pan.
1. La forma debe expresar los efectos del sacramento. Pero el efecto que resulta de la consagración del pan es la conversión de la sustancia del pan en el cuerpo de Cristo, conversión que se expresa mejor con el verbo se hace que con el verbo es. Luego en la forma de la consagración debería decirse esto se hace mi cuerpo.
2. Aún más: dice San Ambrosio en el libro De Sacramentis: la palabra de Cristo realiza el sacramento. ¿Qué palabra de Cristo? La que hizo todas las cosas. El Señor lo mandó y se hizo el cielo y la tierra. Luego resultaría más adecuada la forma de este sacramento con el verbo en imperativo, diciendo: Sea esto mi cuerpo.
3. El sujeto de esta frase es lo que se convierte, de la misma manera que el predicado es el término de la conversión. Ahora bien, como está determinado aquello en lo cual la cosa se convierte, que es el cuerpo de Cristo, así está determinado aquello que se convierte, que es el pan. Por tanto, como el predicado se expresa con un sustantivo, también el sujeto debería indicarse con un sustantivo, diciendo: Este pan es mi cuerpo.
4. El término de la conversión pertenece a una determinada naturaleza, ya que es un cuerpo, pero también pertenece a una determinada persona. Luego para indicar la determinada persona debería decirse: éste es el cuerpo de Cristo.
5. En las palabras de la forma no debería entrar nada que no fuese esencial. Luego inadecuadamente se añade en algunos libros la conjunción porque, que no pertenece a la esencia de la forma.
Contra esto: el Señor utilizó esa forma en la consagración, como consta en Mt 26,26.
Respondo: Esta es la forma adecuada de la consagración del pan. Ya se ha dicho (a.1), en efecto, que esta consagración consiste en la conversión de la sustancia del pan en el cuerpo de Cristo. Ahora bien, es necesario que la forma del sacramento signifique lo que el sacramento hace. Por lo que la forma de la consagración del pan tiene que significar esa conversión del pan en el cuerpo de Cristo. Y en esta conversión hemos de considerar tres cosas: la conversión, el punto de partida y el punto de llegada.
Pues bien, la conversión puede ser considerada de dos maneras: una, realizándose; otra, ya hecha. Pero esta forma no debía significar la conversión realizándose, sino ya realizada. Primero, porque esta conversión no es sucesiva, como se ha dicho antes (q.75 a.7), sino instantánea, y en las mutaciones instantáneas el hacerse se identifica con el estar realizado. Segundo, porque las formas sacramentales sirven para significar el efecto del sacramento, como las formas artísticas sirven para representar el efecto del arte. Pues bien, la forma artística es semejanza del efecto acabado, hacia el cual tiende la intención del artista, como la forma del arte en la mente del arquitecto es principalmente la forma de la casa edificada, y sólo secundariamente la forma de la casa en construcción. Por tanto, también en esta forma la conversión debe ser indicada como ya realizada, que es a lo que se dirige la intención. Y porque en esta forma se expresa la conversión como ya terminada, es necesario indicar los extremos de la conversión tal y como están en el momento de la conversión ya realizada. Pues bien, el punto de llegada tiene la naturaleza propia de su sustancia. Pero el punto de partida no conserva su sustancia, sino sólo sus accidentes, con lo que se somete a los sentidos, y según los cuales los sentidos pueden discernir sobre él. Es justo, pues, indicar el punto de partida de la conversión con el pronombre demostrativo, referido a los accidentes sensibles que permanecen. Mientras que el punto de llegada se indica con un sustantivo, que expresa la naturaleza de aquello en lo cual la cosa se convierte, y que es, como ya se ha dicho (q.76 a.1 ad 2), el cuerpo de Cristo en su integridad, y no la sola carne. Por consiguiente, la forma: éste es mi cuerpo es adecuadísima.

A las objeciones:
1. El último efecto de esta consagración no es el hacerse, sino el estar hecho, como se acaba de decir (e.). Y es este aspecto el que debe expresar la forma.
2. Es la palabra de Dios la que hizo la creación y la que hace la consagración, aunque de distinta manera. Porque aquí opera sacramentalmente, o sea, ateniéndose al valor significativo. Y, por eso, es preciso indicar con esta palabra el último efecto de la conversión con un verbo sustantivo, de modo indicativo y de tiempo presente. Pero en la creación esta palabra de Dios operó solamente de modo efectivo, y la eficiencia es el resultado del imperio de su sabiduría. Por lo que en la creación de las cosas la palabra del Señor se expresa con el verbo de modo imperativo, tal y como se dice en Gen 1,3: Hágase la luz y se hizo la luz.
3. Cuando la conversión se ha realizado, el punto de partida no conserva la naturaleza de su sustancia, como el punto de llegada. Por lo que no vale la comparación.
4. Con el adjetivo mi, que indica la demostración de la primera persona, o sea, de la persona que habla, está bien expresada la persona de Cristo, en cuyo nombre, como hemos dicho (a.1), se profieren las palabras.
5. La conjunción porque se añade a esta forma por la costumbre de la Iglesia romana, que la heredó de San Pedro Apóstol. Y se añadió para expresar la continuidad con las palabras anteriores. Por eso no pertenece a la forma, como tampoco pertenecen a la forma las palabras que preceden a la misma.

Artículo 3: ¿Es la forma adecuada de la consagración del vino «éste es el cáliz de mi sangre»? lat
Objeciones por las que parece que las palabras: éste es el cáliz de mi sangre, del nuevo y eterno testamento, misterio de fe, que será derramada por vosotros y por muchos para el perdón de los pecados, no son la forma adecuada de la consagración del vino.
1. Como el pan se convierte en el cuerpo de Cristo en virtud de la consagración, así también el vino en la sangre de Cristo, como se ha demostrado anteriormente (q.76 a.1.2). Pero en la forma de la consagración del pan se indica directamente el cuerpo de Cristo, sin añadir nada más. Luego inadecuadamente se indica en esta forma la sangre de Cristo de modo indirecto, al añadir cáliz directamente diciendo: Este es el cáliz de mi sangre.
2. Aún más: no son de mayor eficacia las palabras que se dicen para la consagración del pan que las que se dicen para la consagración del vino, ya que las unas y las otras son palabras de Cristo. Pero inmediatamente de decir: Esto es mi cuerpo, queda realizada la consagración del pan. Luego nada más decir: Este es el cáliz de mi sangre, queda realizada la consagración de la sangre. En cuyo caso, no parece que las palabras que siguen sean parte esencial de la forma, tanto más cuanto que pertenecen a las propiedades de este sacramento.
3. El Nuevo Testamento parece pertenecer al mundo de la inspiración interior, como consta por el Apóstol en Heb 8,8.10, cuando cita las palabras de Jer 31, 31.33: Pactaré con la casa de Israel una alianza nueva..., pondré mi ley en su interior. El sacramento, sin embargo, se celebra de forma visible y externa. Luego no es adecuado que se diga en la forma del sacramento del Nuevo Testamento.
4. Se dice que una cosa es nueva cuando todavía está cercana al principio de su existencia. Pero lo eterno no tiene principio en su existencia. Luego inadecuadamente se dice: del nuevo y eterno, pues parece implicar contradicción.
5. Es preciso evitar a los hombres las ocasiones de error, tal y como se recomienda en Is 57,14: Quitad los obstáculos del camino a mi pueblo. Pero algunos erraron al pensar que el cuerpo y la sangre de Cristo están en este sacramento en sentido místico solamente (q.75 a.1). Luego es inadecuado que en esta fórmula se diga: Misterio de fe.
6. Más arriba se ha dicho que de la misma manera que el bautismo es el sacramento de la fe, así la eucaristía es el sacramento de la caridad. Luego en esta forma debería haberse puesto caridad, y no fe.
7. Todavía más: todo este sacramento, en lo que se refiere al cuerpo y en lo que se refiere a la sangre, es el memorial de la pasión del Señor, según el texto de 1 Cor 11,26: cada vez que comáis este pan y bebáis este cáliz anunciaréis la muerte del Señor. Luego no debió hacerse mención de la pasión de Cristo y de su fruto sólo en la forma de la consagración de la sangre, y no en la forma de la consagración del cuerpo, teniendo en cuenta sobre todo que en Lc 22,19 dijo el Señor: Esto es mi cuerpo que será entregado por vosotros (1 Cor 11,24).
8. La pasión de Cristo, como se ha dicho (q.48 a.2; q.49 a.3), fue suficiente para todos y de su eficacia se aprovecharon muchos. De aquí que se debió decir «será derramada por todos» o «por muchos», sin que se añadiera «por vosotros».
9. Las palabras con que se consagra este sacramento tienen eficacia por la institución de Cristo. Pero ningún evangelista escribe que Cristo haya dicho todas estas palabras. Luego no es adecuada la forma de la consagración del vino. En cambio la Iglesia, instruida por los Apóstoles, utiliza esta forma de la consagración del vino.


Respondo: Acerca de esta forma hay dos opiniones. Unos, efectivamente, afirmaron que lo esencial de esta forma está constituido por las palabras: éste es el cáliz de mi sangre, y no por lo demás. Pero esta opinión no parece exacta porque las palabras que siguen son determinaciones del predicado, o sea, de la sangre de Cristo, y por ello pertenecen a la integridad de la frase.
Por eso otros, con mejor criterio, sostienen que todo lo que sigue pertenece a la esencia de la forma, hasta la proposición: cada vez que hiciereis esto, que pertenece al uso de este sacramento, por lo que esta proposición ya no es de la esencia de la forma. Y es por esto por lo que el sacerdote pronuncia todas las palabras que siguen con el mismo rito y con el mismo gesto, o sea, teniendo el cáliz entre las manos. Por otra parte, también en Lc 22,20 se intercalan las palabras que siguen entre las palabras de la primera parte, cuando se dice: Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre. Hay que decir, por tanto, que todas estas palabras pertenecen a la esencia de la forma. Pero las primeras palabras: Este es el cáliz de mi sangre, significan precisamente la conversión del vino en la sangre, del modo que ya se dijo (a.2) en la forma de la consagración del pan. Y las palabras siguientes designan el poder de la sangre derramada en la pasión, un poder que se efectúa en este sacramento y que se ordena a tres cosas. La primera y principal, a alcanzar la vida eterna, según el texto de Heb 10,19: Tenemos plena seguridad de entrar en el santuario por el poder de su sangre. Y para indicar esto dice: nueva y eterna alianza. Segunda, a la justificación de la gracia, que es el fruto de la fe, como se dice en Rom 3,25-26: A quien Dios ha propuesto como medio de propiciación por la fe en su sangre... para que él sea justo y justificador de los que creen en Jesús. Y para indicar esto se pone: misterio de fe. Y tercera, para remover los obstáculos que impiden conseguir las dos cosas precedentes, o sea, remover los pecados, conforme a lo que se dice en Heb 9,14: La sangre de Cristo... purificará nuestra conciencia de las obras muertas, o sea, de nuestros pecados. Y para indicar esto añade: que será derramada por vosotros y por muchos para el perdón de los pecados.

A las objeciones:
1. La frase Este es el cáliz de mi sangre es una expresión figurativa y puede entenderse de dos maneras. Una, como metonimia, tomando el continente por el contenido, en cuyo caso el sentido es: Esta es mi sangre contenida en el cáliz. Se hace aquí mención del cáliz porque la sangre de Cristo se consagra en este sacramento como bebida de los fieles, algo que no es propio de la sangre, y por eso era necesario que se indicase aquí la sangre por el vaso del que uno se sirve para beber. Otra, como una metáfora, en el sentido de que por cáliz se entiende figurativamente la pasión de Cristo, la cual embriaga como un cáliz, al decir de Lam 3,15: Me ha llenado de amargura y me ha embriagado de ajenjo. Por lo que el Señor llamó cáliz a su propia pasión en Mt 26,39 cuando dice: Pase de mí este cáliz cuyo sentido sería: Este es el cáliz de mi pasión. Y de esta pasión se hace mención en la consagración de la sangre por separado del cuerpo, porque la sangre se separó del cuerpo por la pasión.
2. Puesto que, como se ha dicho ya (ad 1; q.76 a.2 ad 1), la sangre consagrada por separado representa claramente la pasión de Cristo, el efecto de la pasión debía ser mencionado mejor en la consagración de la sangre que en la consagración del cuerpo, que es el que padeció. Lo cual también se indica cuando el Señor dice: que será entregado por vosotros, como queriendo decir: que por vosotros será sometido a la pasión.
3. El testamento consiste en disponer de la herencia. Ahora bien, Dios dispuso que había de dar a los hombres la herencia celestial por la virtud de la sangre de Jesucristo, porque, como se dice en Heb 9,16: Donde hay un testamento es necesario que intervenga la muerte del testador. Pero la sangre de Cristo se nos ha dado a los hombres de dos maneras. Una, en figura, lo cual pertenece al antiguo testamento. Por eso el Apóstol, en el mismo lugar (v.18), concluye: Por donde ni el primer testamento fue ratificado sin sangre. Lo cual consta por lo que se lee en Ex 24,7-8: Después de haber leído todo lo mandado por la ley, Moisés asperjó a todo el pueblo diciendo: Esta es la sangre del testamento que el Señor ha concluido con vosotros. Otra, en su realidad, y esto pertenece al nuevo testamento, y es de lo que habla el Apóstol en el mismo lugar (v.15) cuando dice: Por consiguiente, Cristo es el mediador del nuevo testamento, para que, ocurrida la muerte, alcancen la promesa los que han sido llamados a la herencia eterna. Por tanto, aquí se dice en la forma: sangre del nuevo testamento, porque ésta se nos da no ya en figura, sino en su realidad. Por eso se añade: que será derramada por vosotros. La inspiración interior deriva de la virtud de la sangre en el sentido de que somos justificados por la pasión de Cristo.

4. Este testamento es nuevo por la novedad de su donación sacramental. Y se le llama eterno porque Dios lo tenía decretado desde la eternidad, y porque con él se consigna la herencia eterna. Además, la misma persona de Cristo, con cuya sangre se nos otorga el testamento, es eterna.
5. La palabra misterio se utiliza aquí no para excluir la verdad, sino para destacar su ocultamiento. Porque en este sacramento la misma sangre de Cristo está presente de modo oculto, y porque la pasión de Cristo fue prefigurada en el antiguo testamento de modo oculto también.
6. La eucaristía es sacramento de la fe en el sentido de que es objeto de fe. Porque que la sangre de Cristo esté realmente presente en este sacramento, solamente puede afirmarse por la fe. La misma pasión de Cristo justifica por la fe. Al bautismo, sin embargo, se le llama sacramento de la fe porque lleva consigo una profesión de fe. Pero a este sacramento se le llama sacramento de la caridad porque la significa y la causa.
7. Ya hemos dicho (ad 2) que la sangre consagrada separadamente del cuerpo representa más claramente la pasión de Cristo. Y, por eso, se hace mención de la pasión de Cristo y de su fruto en la consagración de la sangre, y no en la consagración del cuerpo.
8. La sangre de la pasión de Cristo no sólo tiene eficacia para los judíos elegidos, a quienes se les dio la sangre del antiguo testamento, sino también para los gentiles; y no sólo para los sacerdotes que realizan este sacramento, y para aquellos que lo reciben, sino también para aquellos a quienes se ofrece. Por eso señaladamente se dice: por vosotros judíos, y por muchos, o sea, gentiles. O también por vosotros, que lo coméis, y por muchos, por quienes se ofrece.
9. Los evangelistas no intentaban transmitirnos las formas de los sacramentos, unas formas que convenía mantener ocultas en la primitiva Iglesia, como dice Dionisio al final de Ecclesiasticae Hierarchiae, sino que intentaron tejer la historia de Cristo. Y, sin embargo, casi todas estas palabras pueden encontrarse en los diversos lugares de la Escritura. Porque la locución éste es el cáliz se encuentra en Lc 22,20 y en 1 Cor 11,25. En Mt 26,28 se dice: Esta es mi sangre del nuevo testamento que será derramada por vosotros para el perdón de los pecados. Las adiciones de eterno y misterio de fe se derivan de la tradición del Señor, llegada a la Iglesia a través de los Apóstoles, de acuerdo con lo que se dice en 1 Cor 11,23: Yo recibí del Señor lo que os he transmitido.


Artículo 4: ¿Hay en las palabras de las formas un poder creado realizador de la consagración ? lat
Objeciones por las que parece que en las palabras de las formas no hay un poder creado realizador de la consagración.
1. Dice San Juan Damasceno en el IV libro: Por el solo poder del Espíritu Santo se realiza la conversión del pan en el cuerpo de Cristo. Pero la virtud del Espíritu Santo es una virtud increada. Luego por ningún poder de esas palabras se realiza este sacramento.
2. Las obras milagrosas no se realizan por poder creado alguno, sino sólo por el poder divino, como se dijo en la Primera Parte (q.110 a.4). Pero la conversión del pan y del vino en el cuerpo y la sangre de Cristo es una obra no menos milagrosa que la creación de las cosas, o que la formación del cuerpo de Cristo en las entrañas virginales, cosa que ningún poder creado pudo realizar. Luego tampoco se consagra este sacramento por poder creado alguno de estas palabras.
3. Las palabras de las formas no son palabras simples, sino compuestas de frases, y que no se pronuncian simultáneamente, sino de modo sucesivo. Ahora bien, la conversión, como se ha dicho ya (q.75 a.7), es instantánea, por lo que debe realizarse por un poder simple o indiviso. Luego no se realiza por el poder de estas palabras.
Contra esto: dice San Ambrosio en el libro De Sacramentisz: Si la palabra del Señor tiene tanto poder como para que comience a existir lo que antes no existía, cuánto más lo tendrá para que siga existiendo lo que ya existía y para cambiarlo en otra cosa. Y así, lo que era pan antes de la consagración, es ya cuerpo de Cristo después de la consagración, porque la palabra de Cristo cambia la creatura.
Respondo: Algunos (q.72 a.1) afirmaron que no hay poder creado alguno en las palabras de la consagración para realizar la transustanciación, ni tampoco en las otras formas sacramentales, ni en los mismos sacramentos para producir sus respectivos efectos. Esta opinión, como se ha dicho ya (Ib.), está en contradicción con las afirmaciones de los Santos Padres y con la dignidad de los sacramentos de la nueva ley. Por tanto, puesto que este sacramento posee una dignidad mayor que los otros, como dijimos más arriba (q.75 a.3), es claro que en las palabras de su forma tiene que haber un poder creado capaz de realizar la conversión de este sacramento. Este poder, sin embargo, es instrumental, lo mismo que en los otros, según lo dicho (q.64 a.3.4). Pues bien, puesto que estas palabras se profieren en la persona misma de Cristo, es del mandato de Cristo de quien reciben el poder instrumental, de la misma manera que todas sus acciones y palabras poseen instrumentalmente un poder salvador, como se dijo en otro lugar (q.48 a.6; q.36 a.1 ad 3).
A las objeciones:
1. Cuando se dice que el pan se convierte en el cuerpo de Cristo por el solo poder del Espíritu Santo, no se excluye el poder instrumental que está en la forma del sacramento, como cuando se dice que el herrero hace el cuchillo él solo, no se excluye el poder del martillo.
2. Ninguna creatura puede hacer obras milagrosas como agente principal. Puede hacerlas, sin embargo, de modo instrumental, como el tacto de la mano de Cristo sanó al leproso. Pues bien, sus palabras convierten el pan en el cuerpo de Cristo de este segundo modo. Pero esto no ha podido ocurrir en la concepción del cuerpo de Cristo en el momento de su formación, de tal manera que algo procedente del cuerpo de Cristo tuviera un poder instrumental para formar aquel mismo cuerpo, y tampoco en la creación hubo ningún punto de partida sobre el que la acción instrumental de la creatura pudiese recaer.
3. Las palabras con que se hace la consagración actúan sacramentalmente. Por tanto, el poder conversivo que hay en las formas de este sacramento sigue al significado de las mismas, un significado que queda realizado con la pronunciación de la última palabra. Por eso, en el último instante de la pronunciación de las palabras, estas palabras reciben el poder instrumental. Pero en relación con lo que precede. Y este poder es simple con respecto a lo que significan, aunque en las palabras proferidas externamente haya una cierta composición.

Artículo 5: ¿Son estas formas verdaderas? lat
Objeciones por las que parece que estas formas (a.1-3) no son verdaderas.
1. Cuando se dice: Esto es mi cuerpo, el pronombre esto se está refiriendo a la sustancia. Pero, de acuerdo con lo explicado (I q.75 a.2 y 7), en el momento de decir: esto, todavía está ahí la sustancia del pan, puesto que la transustanciación se realiza en el último instante en que se pronuncian las palabras. Ahora bien, la proposición: el pan es el cuerpo de Cristo es falsa. Luego también es falsa la proposición: esto es mi cuerpo.
2. Aún más: el pronombre esto hace referencia a lo que captan los sentidos. Ahora bien, los elementos sensibles de este sacramento no son el cuerpo de Cristo ni los accidentes del cuerpo de Cristo. Luego la locución: esto es mi cuerpo no puede ser verdadera.
3. Estas palabras, como acabamos de ver (a.4 ad 3), realizan por su significado la conversión del pan en el cuerpo de Cristo. Pero la causa eficiente precede al efecto. Por tanto, el significado de estas palabras precede a la conversión del pan en el cuerpo de Cristo. Pero antes de la conversión esta locución: esto es mi cuerpo es falsa. Luego debe calificarse como falsa en absoluto. Y dígase lo mismo de esta otra: éste es el cáliz de mi sangre, etc.
Contra esto: estas palabras se profieren en la persona misma de Cristo, que dice de sí mismo en Jn 14,16: yo soy la verdad.
Respondo: En torno a este problema ha habido muchas opiniones. Algunos, efectivamente, dijeron que en la locución esto es mi cuerpo, el término esto es un pronombre demostrativo gramaticalmente hablando, pero no tiene fuerza efectiva en este caso, ya que toda la proposición tendría un valor material por ser proferida como haciendo referencia a algo que ha ocurrido. De hecho el sacerdote dice que dijo Cristo: esto es mi cuerpo.
Pero esta opinión no se puede sostener, porque en este caso, las palabras no se aplicarían a la materia corporal presente, con lo cual no se realizaría el sacramento. Dice, en efecto, San Agustín en Super lo.: Cae la palabra sobre el elemento y se hace el sacramento. Además, con esa explicación tampoco se supera la dificultad de este problema, porque las mismas razones valen para la primera vez que Cristo pronunció estas palabras, ya que entonces es claro que no las pronunció materialmente, sino ateniéndose a su significado. Por tanto, es coherente decir que cuando las pronuncia el sacerdote tienen un valor significativo, y no meramente material. Y no importa que el sacerdote las pronuncie de modo narrativo, como dichas por el Señor. Porque el infinito poder de Cristo hace que, de la misma manera que el contacto de su carne comunicó fuerza regenerativa no sólo a las aguas que le tocaban, sino a todas las aguas de la tierra por los siglos venideros, así también por haberlas pronunciado Cristo, estas palabras recibieron un poder consecratorio, cualquiera sea el sacerdote que las diga, como si el mismo Cristo presencialmente las pronunciase.
Por eso, otros afirmaron que el término esto en esta proposición es un pronombre demostrativo no referido a los sentidos, sino al entendimiento, de tal manera que el sentido de esto es mi cuerpo sería: lo que esto significa es mi cuerpo.
Pero tampoco es admisible. Porque como los sacramentos realizan lo que significan, la forma no haría que el cuerpo de Cristo estuviera en el sacramento realmente, sino sólo como signo, lo cual es herético, como se ha dicho ya (q.75 a.1).
En consecuencia, otros sostuvieron que el término esto es un pronombre demostrativo referido a los sentidos, pero entendida esta referencia no para el momento en que se pronuncia esta palabra, sino para el último momento de toda la locución, como si, por ej., uno dijera: ahora me callo, el adverbio ahora hace referencia al sustantivo inmediatamente posterior a la locución entera, en cuyo caso el sentido sería: nada más decir estas palabras me callo.
Pero tampoco esta opinión es admisible, porque según esta explicación el sentido de la frase sería éste: mi cuerpo es mi cuerpo. Pero no es éste el propósito de esta proposición, porque esto ya era así antes de pronunciar las palabras. Por lo que tampoco es éste el significado de la locución en cuestión. Por todo lo cual, hay que afirmar, en contrario, que, como acabamos de decir (a.4), esta locución tiene un poder efectivo para convertir el pan en el cuerpo de Cristo. Por eso se compara a otras locuciones que tienen un poder significativo y no operativo, como se compara la idea de la inteligencia práctica, que es la realizadora de la cosa, con la idea de la inteligencia especulativa, captada directamente de las cosas. Porque, como dice el Filósofo, las palabras son los signos de los conceptos. Por tanto, como los conceptos de la inteligencia práctica no presuponen la cosa que conciben, sino que la realizan, así la verdad de esta locución no presupone la cosa significada, sino que la realiza. Así es, en realidad, la relación de la palabra de Dios con las cosas que produce. Ahora bien, esta conversión no se hace de modo sucesivo, sino de modo instantáneo, como se ha dicho ya (q.75 a.7). Por eso, es preciso entender la proposición en cuestión en relación con el instante conclusivo de la pronunciación de las palabras, no presuponiendo en el sujeto lo que es punto de llegada en la conversión, o sea, que el cuerpo de Cristo sea el cuerpo de Cristo, ni tampoco debe presuponer en el sujeto lo que era punto de partida antes de la conversión, o sea, el pan, sino que se debe entender en el sujeto lo que es común a las dos cosas, o sea, lo contenido en general bajo estas especies. Porque estas palabras no hacen que el cuerpo de Cristo sea el cuerpo de Cristo, ni que el pan sea el cuerpo de Cristo, sino que lo contenido bajo estas especies, que antes era pan, sea el cuerpo de Cristo. Por eso, significativamente, el Señor no dice: este pan es mi cuerpo, como entiende la segunda opinión; ni este cuerpo mío es mi cuerpo, como lo entiende la tercera opinión; sino en general: esto es mi cuerpo, sin especificar el sujeto con un sustantivo, y haciendo de sujeto el solo pronombre, que indica la sustancia en general sin especificar, o sea, sin una forma determinada.

A las objeciones:
1. El término esto se está refiriendo a la sustancia sin determinación de su naturaleza, como se acaba de decir (c.).
2. El pronombre esto no hace referencia a los accidentes, sino a la sustancia contenida bajo los accidentes. La cual primeramente fue pan y, después, el cuerpo de Cristo. El cual, aunque no esté afectado por ellos, está, sin embargo, contenido en ellos.
3. La significación de esta locución precede a la cosa significada en el orden de la naturaleza —como la causa precede naturalmente al efecto—, pero no en el orden del tiempo, porque esta causa implica simultaneidad con el efecto. Y esto basta para que la referida proposición sea verdadera.

Artículo 6: ¿Produce su efecto la forma de la consagración del pan antes que se termine la consagración del vino? lat
Objeciones por las que parece que la forma de la consagración del pan no produce su efecto hasta que se termina la consagración del vino.
1. Como por la consagración del pan empieza a estar el cuerpo de Cristo en el sacramento, por la consagración del vino empieza a estar su sangre. Luego si las palabras de la consagración del pan produjesen su efecto antes de la consagración del vino, se seguiría que en este sacramento comenzaría a estar el cuerpo de Cristo sin su sangre. Lo que no es admisible.
2. Lo que es un solo sacramento no puede tener más que una sola terminación. Y así, aunque en el bautismo haya tres inmersiones, la primera no consigue su efecto hasta que se termina la tercera. Pero todo este sacramento es uno, como se dijo en su lugar (q.73 a.2). Luego las palabras con que se consagra el pan no consiguen su efecto sin las palabras sacramentales con que se consagra el vino.
3. En la forma de la consagración del pan hay varias palabras, las primeras de las cuales no consiguen su efecto hasta que se dice la última, como se ha dicho. Luego, por la misma razón, tampoco las palabras con que se consagra el cuerpo de Cristo producen su efecto hasta que se pronuncien las que consagran la sangre.
Contra esto: nada más pronunciar las palabras de la consagración del pan, se muestra la hostia consagrada al pueblo para que la adore, lo cual no se haría si no estuviese allí el cuerpo de Cristo. De lo contrario sería un acto de idolatría. Luego las palabras de la consagración del pan producen su efecto antes de que se pronuncien las palabras de la consagración del vino.
Respondo: Algunos doctores antiguos dijeron que estas dos formas, o sea, la de la consagración del pan y la del vino, se esperan mutuamente para obrar, por lo que una no produce su efecto hasta que se dice la otra.
Pero esta opinión es inadmisible. Porque, como se ha dicho ya (a.5 ad 3), para que la proposición esto es mi cuerpo sea verdadera, se requiere, al estar el verbo en presente, que la cosa significada sea simultánea con la misma significación de la locución. De otra manera, si la cosa significada se esperase para más adelante, se pondría el verbo en futuro, y no en presente, con lo que no se diría esto es mi cuerpo, sino esto será mi cuerpo. Ahora bien, la significación de esta frase se realiza nada más terminar de pronunciar las palabras. Por tanto, es preciso que la cosa significada se haga presente inmediatamente, pues ella es efecto de este sacramento. De otro modo, la locución no sería verdadera. Esta opinión, además, está en contradicción con el rito de la Iglesia, que al instante de pronunciar las palabras, adora el cuerpo de Cristo. Hay que decir, por consiguiente, que la primera forma no espera a la segunda para obrar, sino que produce el efecto de inmediato.

A las objeciones:
1. Los que defendieron la anterior opinión (c.) parece que fueron inducidos a error por esta razón. Tenemos que recordar, por tanto, que después de la consagración del pan, el cuerpo de Cristo está allí en virtud del sacramento, y la sangre por real concomitancia. Pero después de la consagración del vino, se hace presente, por el contrario, la sangre de Cristo en virtud del sacramento, y el cuerpo de Cristo por real concomitancia. De tal modo que Cristo está por entero en cada una de las especies, como ya dijimos (q.76 a.2).
2. Este sacramento es uno por su perfección, como se ha dicho ya (q.73 a.2), en el sentido de que se constituye de dos cosas, a saber, de comida y de bebida, cada una de las cuales posee en sí misma su propia perfección. En cambio, las tres inmersiones del bautismo están ordenadas a producir un único efecto.
3. Las distintas palabras de la forma de la consagración del pan concurren a dar sentido a una sola frase. Pero esta unidad de sentido no la dan las palabras de las diversas formas. Por lo que el caso es distinto.
 
Re: La Doctrina De La Transubstanciación refutada

Yo lo pienso hacer, el spamming esta mal. Esto es un foro de debate, no un chat.

Pax.

¿cuando te atreveras a dar una respuesta?

Nada impedira que exija respuesta de ustdes, se que soy una piedra en sus zapatos sino no tratarian de reportarme. No tiene razones solo enojo y odio por que soy incisivo y saben que jamas podran darme una respuesta que haga feliz al catolico
 
Re: La Doctrina De La Transubstanciación refutada

A continuación nos corresponde estudiar la forma de este sacramento (q.73 intr). Esta cuestión plantea y exige respuesta a seis problemas:
Artículo 1: ¿Es la forma de este sacramento: «esto es mi cuerpo» y «éste es el cáliz de mi sangre»? lat
Objeciones por las que parece que las palabras: éste es mi cuerpo y éste es el cáliz de mi sangre no son la forma de este sacramento.
1. Esas palabras parece que pertenecen a la forma con la que Cristo consagró su cuerpo y su sangre. Pero Cristo, como se dice en Mt 26,26, primeramente bendijo el pan que había tomado en sus manos, y después dijo: Tomad y comed, éste es mi cuerpo, y lo mismo hizo con el cáliz (v.27-28). Luego esas palabras no son la forma de este sacramento.
2. Dice Eusebio Emiseno que el invisible sacerdote convierte las maturas visibles en su cuerpo cuando dice: Tomad y comed, éste es mi cuerpo. Luego parece que toda la frase pertenece a la forma del sacramento. Y dígase lo mismo de las palabras pertenecientes a la sangre.
3. En la forma del bautismo se indica la persona del ministro y su acción, cuando se dice: Yo te bautizo. Pero en las sub socuchas palabras no se hace mención del ministro ni de su acción. Luego no es adecuada la forma del sacramento.
4. La forma del sacramento no es suficiente por sí misma para realizar el sacramento, por lo que el sacramento del bautismo puede conferirse a veces con las palabras de la forma solamente, y omitidas las demás. Luego si las palabras indicadas son la forma de este sacramento, parece que alguna vez se podrá celebrar este sacramento profiriendo solamente esas palabras, y omitiendo todas las demás que se dicen en la misa. Lo cual, sin embargo, parece que es falso. Porque, si se omiten las otras palabras, las palabras en cuestión se entenderían como si el sacerdote las pronunciase en nombre propio, mientras que el pan y el vino no se convierten en su cuerpo y en su sangre. Por tanto, esas palabras no son la forma de este sacramento.
Contra esto: dice San Ambrosio en el libro De Sacramentis: La consagración se hace con las palabras y con las afirmaciones del Señor Jesús. Porque con todas las demás palabras se alaba a Dios, se suplica por el pueblo, por los reyes y por los demás. Pero cuando el sacerdote realiza el sacramento ya no se sirve de las propias palabras, sino de las palabras de Cristo. Luego es la palabra de Cristo la que realiza este sacramento.
Respondo: Este sacramento difiere de los otros en dos cosas. Primera, por el hecho de que este sacramento se realiza consagrando la materia, mientras que los otros se realizan utilizando la materia consagrada. Segunda, porque en los otros sacramentos la consagración de la materia consiste sólo en una bendición, por la que la materia consagrada recibe instrumentalmente una virtud espiritual que a través del ministro —que es el instrumento animado— puede pasar al instrumento inanimado. Pero en este sacramento la consagración de la materia consiste en una milagrosa conversión de la sustancia, que sólo Dios puede realizar. Por lo que el ministro, al realizar este sacramento, no desempeña más acción que la de proferir las palabras.
Y puesto que la forma debe corresponder a la cosa, la forma de este sacramento difiere de las formas de los otros sacramentos en dos puntos.
Primero, porque las formas de los otros sacramentos llevan consigo el uso de la materia, como sucede, por ej., en el bautismo o en la confirmación, mientras que la forma de este sacramento lleva consigo solamente la consagración de la materia, que consiste en la transustanciación, como cuando se dice: éste es mi cuerpo o éste es el cáliz de mi sangre. Segundo, porque las formas de los otros sacramentos se profieren en nombre de la persona del ministro, a quien se designa como realizador de un acto, como cuando se dice: yo te bautizo o yo te confirmo; o imperando el acto, como sucede en el sacramento del orden al decir: recibe la potestad, etc.; o deprecativamente, como sucede en el sacramento de la extremaunción, cuando se dice: por esta unción y nuestra intercesión, etc. Pero la forma de este sacramento se profiere en nombre de la persona del mismo Cristo que habla, para dar a entender que el ministro en la realización de este sacramento no hace más que proferir las palabras.

A las objeciones:
1. Acerca de este problema ha habido muchas opiniones. Algunos, en efecto, dijeron que Cristo, que tenía potestad de excelencia sobre los sacramentos, realizó este sacramento sin utilizar palabra alguna, y que después pronunció las palabras con que otros habrían de consagrar después. Y esto es lo que parece afirmar Inocencio III cuando dice: Puede razonablemente afirmarse que Cristo consagró por su divino poder, y que después expresó la forma con la que bendecirían los que habían de sucederle. Pero contra esta interpretación están expresamente las palabras del Evangelio, en las que se dice que Cristo bendijo, una bendición que se hizo ciertamente con palabras. Por lo que estas palabras del papa Inocencio han de tomarse como opinión más que como determinación.
Otros, por el contrario, opinaron que aquella bendición se hizo con unas palabras que no conocemos. Pero tampoco esto es admisible. Porque la bendición de la consagración se realiza ahora por la repetición de lo que entonces se hizo. Luego, si la consagración no se hizo entonces con estas palabras, tampoco ahora se hace.
Por eso otros afirmaron que aquella bendición se hizo entonces con las mismas palabras que ahora, pero Cristo pronunció estas palabras dos veces: una en secreto, para consagrar; otra en voz alta, para instruir. Pero tampoco esto es sostenible. Porque el sacerdote consagra profiriendo estas palabras no como dichas por Cristo en una bendición oculta, sino públicamente pronunciadas. Y, puesto que estas palabras no tienen eficacia más que por haberlas pronunciado Cristo, parece que también Cristo debe haber consagrado pronunciándolas manifiestamente.
Por eso otros dijeron que los evangelistas, al relatar las cosas que sucedieron, no siempre guardaron el mismo orden cronológico, como consta por San Agustín en el libro De Consensu Evangelistarum. Por lo que el orden cronológico de los hechos podría reconstruirse así: Tomando pan, lo bendijo diciendo: éste es mi cuerpo, y después lo partió y se lo dio a sus discípulos. Pero puede encontrarse este mismo sentido en las palabras evangélicas sin cambiarlas. Porque el participio diciendo indica una cierta continuidad de las palabras que se pronuncian con las que preceden. Ahora bien, no es necesario que esta continuidad se entienda solamente respecto de la última palabra pronunciada, como si Cristo hubiese pronunciado estas palabras cuando dio a sus discípulos el pan, sino que puede entenderse la continuidad con respecto a todo lo que precede, en cuyo caso el sentido sería: Mientras bendecía y partía y daba a sus discípulos, dijo estas palabras: Tomad, etc..

2. Las palabras Tomad y comed indican el uso de la materia consagrada, uso que no es necesario en este sacramento, como más arriba se dijo (q.74 a.7). Por tanto, tampoco estas palabras pertenecen a la esencia de la forma. Sin embargo, puesto que el uso de la materia consagrada contribuye a la perfección del sacramento, en el sentido de que la operación no pertenece a la primera sino a la segunda perfección de la cosa, por eso todas estas palabras expresan toda la perfección de este sacramento. Y es así como Eusebio entendió el requerimiento de esas palabras en la confección del sacramento, o sea, en cuanto a su primera y su segunda perfección.

3. En el sacramento del bautismo el ministro realiza un acto que concierne al uso de la materia y que es esencial en este sacramento. Pero el uso no es esencial en la eucaristía. Luego son cosas distintas.
4. Algunos dijeron que este sacramento no se puede celebrar pronunciando solamente las palabras en cuestión, y haciendo caso omiso de las otras, muy especialmente las del canon de la misa. Pero esto, evidentemente, es falso, ya por las palabras de San Ambrosio, anteriormente citadas (e.c.), ya porque el canon de la misa no es lo mismo en todas partes, ni lo fue en todo tiempo, sino que fueron añadidas las distintas cosas por distintas personas. Por consiguiente, es necesario afirmar que si el sacerdote profiriese solamente las palabras referidas con intención de realizar el sacramento, lo realizaría, porque la intención haría que se entendieran como dichas por la persona misma de Cristo, aunque no se dijesen las palabras que preceden. Sin embargo, pecaría gravemente el sacerdote que realizase el sacramento de este modo, por no atenerse al rito de la Iglesia. Y no es lo mismo el caso del bautismo, que es un sacramento necesario, mientras que la recepción de este sacramento puede suplirse con la comunión espiritual, como dice San Agustín (q.75 a.3 ad 1).


Artículo 2: ¿Es la forma adecuada de la consagración del pan «éste es mi cuerpo»? lat
Objeciones por las que parece que las palabras éste es mi cuerpo no son la forma adecuada de la consagración del pan.
1. La forma debe expresar los efectos del sacramento. Pero el efecto que resulta de la consagración del pan es la conversión de la sustancia del pan en el cuerpo de Cristo, conversión que se expresa mejor con el verbo se hace que con el verbo es. Luego en la forma de la consagración debería decirse esto se hace mi cuerpo.
2. Aún más: dice San Ambrosio en el libro De Sacramentis: la palabra de Cristo realiza el sacramento. ¿Qué palabra de Cristo? La que hizo todas las cosas. El Señor lo mandó y se hizo el cielo y la tierra. Luego resultaría más adecuada la forma de este sacramento con el verbo en imperativo, diciendo: Sea esto mi cuerpo.
3. El sujeto de esta frase es lo que se convierte, de la misma manera que el predicado es el término de la conversión. Ahora bien, como está determinado aquello en lo cual la cosa se convierte, que es el cuerpo de Cristo, así está determinado aquello que se convierte, que es el pan. Por tanto, como el predicado se expresa con un sustantivo, también el sujeto debería indicarse con un sustantivo, diciendo: Este pan es mi cuerpo.
4. El término de la conversión pertenece a una determinada naturaleza, ya que es un cuerpo, pero también pertenece a una determinada persona. Luego para indicar la determinada persona debería decirse: éste es el cuerpo de Cristo.
5. En las palabras de la forma no debería entrar nada que no fuese esencial. Luego inadecuadamente se añade en algunos libros la conjunción porque, que no pertenece a la esencia de la forma.
Contra esto: el Señor utilizó esa forma en la consagración, como consta en Mt 26,26.
Respondo: Esta es la forma adecuada de la consagración del pan. Ya se ha dicho (a.1), en efecto, que esta consagración consiste en la conversión de la sustancia del pan en el cuerpo de Cristo. Ahora bien, es necesario que la forma del sacramento signifique lo que el sacramento hace. Por lo que la forma de la consagración del pan tiene que significar esa conversión del pan en el cuerpo de Cristo. Y en esta conversión hemos de considerar tres cosas: la conversión, el punto de partida y el punto de llegada.
Pues bien, la conversión puede ser considerada de dos maneras: una, realizándose; otra, ya hecha. Pero esta forma no debía significar la conversión realizándose, sino ya realizada. Primero, porque esta conversión no es sucesiva, como se ha dicho antes (q.75 a.7), sino instantánea, y en las mutaciones instantáneas el hacerse se identifica con el estar realizado. Segundo, porque las formas sacramentales sirven para significar el efecto del sacramento, como las formas artísticas sirven para representar el efecto del arte. Pues bien, la forma artística es semejanza del efecto acabado, hacia el cual tiende la intención del artista, como la forma del arte en la mente del arquitecto es principalmente la forma de la casa edificada, y sólo secundariamente la forma de la casa en construcción. Por tanto, también en esta forma la conversión debe ser indicada como ya realizada, que es a lo que se dirige la intención. Y porque en esta forma se expresa la conversión como ya terminada, es necesario indicar los extremos de la conversión tal y como están en el momento de la conversión ya realizada. Pues bien, el punto de llegada tiene la naturaleza propia de su sustancia. Pero el punto de partida no conserva su sustancia, sino sólo sus accidentes, con lo que se somete a los sentidos, y según los cuales los sentidos pueden discernir sobre él. Es justo, pues, indicar el punto de partida de la conversión con el pronombre demostrativo, referido a los accidentes sensibles que permanecen. Mientras que el punto de llegada se indica con un sustantivo, que expresa la naturaleza de aquello en lo cual la cosa se convierte, y que es, como ya se ha dicho (q.76 a.1 ad 2), el cuerpo de Cristo en su integridad, y no la sola carne. Por consiguiente, la forma: éste es mi cuerpo es adecuadísima.

A las objeciones:
1. El último efecto de esta consagración no es el hacerse, sino el estar hecho, como se acaba de decir (e.). Y es este aspecto el que debe expresar la forma.
2. Es la palabra de Dios la que hizo la creación y la que hace la consagración, aunque de distinta manera. Porque aquí opera sacramentalmente, o sea, ateniéndose al valor significativo. Y, por eso, es preciso indicar con esta palabra el último efecto de la conversión con un verbo sustantivo, de modo indicativo y de tiempo presente. Pero en la creación esta palabra de Dios operó solamente de modo efectivo, y la eficiencia es el resultado del imperio de su sabiduría. Por lo que en la creación de las cosas la palabra del Señor se expresa con el verbo de modo imperativo, tal y como se dice en Gen 1,3: Hágase la luz y se hizo la luz.
3. Cuando la conversión se ha realizado, el punto de partida no conserva la naturaleza de su sustancia, como el punto de llegada. Por lo que no vale la comparación.
4. Con el adjetivo mi, que indica la demostración de la primera persona, o sea, de la persona que habla, está bien expresada la persona de Cristo, en cuyo nombre, como hemos dicho (a.1), se profieren las palabras.
5. La conjunción porque se añade a esta forma por la costumbre de la Iglesia romana, que la heredó de San Pedro Apóstol. Y se añadió para expresar la continuidad con las palabras anteriores. Por eso no pertenece a la forma, como tampoco pertenecen a la forma las palabras que preceden a la misma.

Artículo 3: ¿Es la forma adecuada de la consagración del vino «éste es el cáliz de mi sangre»? lat
Objeciones por las que parece que las palabras: éste es el cáliz de mi sangre, del nuevo y eterno testamento, misterio de fe, que será derramada por vosotros y por muchos para el perdón de los pecados, no son la forma adecuada de la consagración del vino.
1. Como el pan se convierte en el cuerpo de Cristo en virtud de la consagración, así también el vino en la sangre de Cristo, como se ha demostrado anteriormente (q.76 a.1.2). Pero en la forma de la consagración del pan se indica directamente el cuerpo de Cristo, sin añadir nada más. Luego inadecuadamente se indica en esta forma la sangre de Cristo de modo indirecto, al añadir cáliz directamente diciendo: Este es el cáliz de mi sangre.
2. Aún más: no son de mayor eficacia las palabras que se dicen para la consagración del pan que las que se dicen para la consagración del vino, ya que las unas y las otras son palabras de Cristo. Pero inmediatamente de decir: Esto es mi cuerpo, queda realizada la consagración del pan. Luego nada más decir: Este es el cáliz de mi sangre, queda realizada la consagración de la sangre. En cuyo caso, no parece que las palabras que siguen sean parte esencial de la forma, tanto más cuanto que pertenecen a las propiedades de este sacramento.
3. El Nuevo Testamento parece pertenecer al mundo de la inspiración interior, como consta por el Apóstol en Heb 8,8.10, cuando cita las palabras de Jer 31, 31.33: Pactaré con la casa de Israel una alianza nueva..., pondré mi ley en su interior. El sacramento, sin embargo, se celebra de forma visible y externa. Luego no es adecuado que se diga en la forma del sacramento del Nuevo Testamento.
4. Se dice que una cosa es nueva cuando todavía está cercana al principio de su existencia. Pero lo eterno no tiene principio en su existencia. Luego inadecuadamente se dice: del nuevo y eterno, pues parece implicar contradicción.
5. Es preciso evitar a los hombres las ocasiones de error, tal y como se recomienda en Is 57,14: Quitad los obstáculos del camino a mi pueblo. Pero algunos erraron al pensar que el cuerpo y la sangre de Cristo están en este sacramento en sentido místico solamente (q.75 a.1). Luego es inadecuado que en esta fórmula se diga: Misterio de fe.
6. Más arriba se ha dicho que de la misma manera que el bautismo es el sacramento de la fe, así la eucaristía es el sacramento de la caridad. Luego en esta forma debería haberse puesto caridad, y no fe.
7. Todavía más: todo este sacramento, en lo que se refiere al cuerpo y en lo que se refiere a la sangre, es el memorial de la pasión del Señor, según el texto de 1 Cor 11,26: cada vez que comáis este pan y bebáis este cáliz anunciaréis la muerte del Señor. Luego no debió hacerse mención de la pasión de Cristo y de su fruto sólo en la forma de la consagración de la sangre, y no en la forma de la consagración del cuerpo, teniendo en cuenta sobre todo que en Lc 22,19 dijo el Señor: Esto es mi cuerpo que será entregado por vosotros (1 Cor 11,24).
8. La pasión de Cristo, como se ha dicho (q.48 a.2; q.49 a.3), fue suficiente para todos y de su eficacia se aprovecharon muchos. De aquí que se debió decir «será derramada por todos» o «por muchos», sin que se añadiera «por vosotros».
9. Las palabras con que se consagra este sacramento tienen eficacia por la institución de Cristo. Pero ningún evangelista escribe que Cristo haya dicho todas estas palabras. Luego no es adecuada la forma de la consagración del vino. En cambio la Iglesia, instruida por los Apóstoles, utiliza esta forma de la consagración del vino.


Respondo: Acerca de esta forma hay dos opiniones. Unos, efectivamente, afirmaron que lo esencial de esta forma está constituido por las palabras: éste es el cáliz de mi sangre, y no por lo demás. Pero esta opinión no parece exacta porque las palabras que siguen son determinaciones del predicado, o sea, de la sangre de Cristo, y por ello pertenecen a la integridad de la frase.
Por eso otros, con mejor criterio, sostienen que todo lo que sigue pertenece a la esencia de la forma, hasta la proposición: cada vez que hiciereis esto, que pertenece al uso de este sacramento, por lo que esta proposición ya no es de la esencia de la forma. Y es por esto por lo que el sacerdote pronuncia todas las palabras que siguen con el mismo rito y con el mismo gesto, o sea, teniendo el cáliz entre las manos. Por otra parte, también en Lc 22,20 se intercalan las palabras que siguen entre las palabras de la primera parte, cuando se dice: Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre. Hay que decir, por tanto, que todas estas palabras pertenecen a la esencia de la forma. Pero las primeras palabras: Este es el cáliz de mi sangre, significan precisamente la conversión del vino en la sangre, del modo que ya se dijo (a.2) en la forma de la consagración del pan. Y las palabras siguientes designan el poder de la sangre derramada en la pasión, un poder que se efectúa en este sacramento y que se ordena a tres cosas. La primera y principal, a alcanzar la vida eterna, según el texto de Heb 10,19: Tenemos plena seguridad de entrar en el santuario por el poder de su sangre. Y para indicar esto dice: nueva y eterna alianza. Segunda, a la justificación de la gracia, que es el fruto de la fe, como se dice en Rom 3,25-26: A quien Dios ha propuesto como medio de propiciación por la fe en su sangre... para que él sea justo y justificador de los que creen en Jesús. Y para indicar esto se pone: misterio de fe. Y tercera, para remover los obstáculos que impiden conseguir las dos cosas precedentes, o sea, remover los pecados, conforme a lo que se dice en Heb 9,14: La sangre de Cristo... purificará nuestra conciencia de las obras muertas, o sea, de nuestros pecados. Y para indicar esto añade: que será derramada por vosotros y por muchos para el perdón de los pecados.

A las objeciones:
1. La frase Este es el cáliz de mi sangre es una expresión figurativa y puede entenderse de dos maneras. Una, como metonimia, tomando el continente por el contenido, en cuyo caso el sentido es: Esta es mi sangre contenida en el cáliz. Se hace aquí mención del cáliz porque la sangre de Cristo se consagra en este sacramento como bebida de los fieles, algo que no es propio de la sangre, y por eso era necesario que se indicase aquí la sangre por el vaso del que uno se sirve para beber. Otra, como una metáfora, en el sentido de que por cáliz se entiende figurativamente la pasión de Cristo, la cual embriaga como un cáliz, al decir de Lam 3,15: Me ha llenado de amargura y me ha embriagado de ajenjo. Por lo que el Señor llamó cáliz a su propia pasión en Mt 26,39 cuando dice: Pase de mí este cáliz cuyo sentido sería: Este es el cáliz de mi pasión. Y de esta pasión se hace mención en la consagración de la sangre por separado del cuerpo, porque la sangre se separó del cuerpo por la pasión.
2. Puesto que, como se ha dicho ya (ad 1; q.76 a.2 ad 1), la sangre consagrada por separado representa claramente la pasión de Cristo, el efecto de la pasión debía ser mencionado mejor en la consagración de la sangre que en la consagración del cuerpo, que es el que padeció. Lo cual también se indica cuando el Señor dice: que será entregado por vosotros, como queriendo decir: que por vosotros será sometido a la pasión.
3. El testamento consiste en disponer de la herencia. Ahora bien, Dios dispuso que había de dar a los hombres la herencia celestial por la virtud de la sangre de Jesucristo, porque, como se dice en Heb 9,16: Donde hay un testamento es necesario que intervenga la muerte del testador. Pero la sangre de Cristo se nos ha dado a los hombres de dos maneras. Una, en figura, lo cual pertenece al antiguo testamento. Por eso el Apóstol, en el mismo lugar (v.18), concluye: Por donde ni el primer testamento fue ratificado sin sangre. Lo cual consta por lo que se lee en Ex 24,7-8: Después de haber leído todo lo mandado por la ley, Moisés asperjó a todo el pueblo diciendo: Esta es la sangre del testamento que el Señor ha concluido con vosotros. Otra, en su realidad, y esto pertenece al nuevo testamento, y es de lo que habla el Apóstol en el mismo lugar (v.15) cuando dice: Por consiguiente, Cristo es el mediador del nuevo testamento, para que, ocurrida la muerte, alcancen la promesa los que han sido llamados a la herencia eterna. Por tanto, aquí se dice en la forma: sangre del nuevo testamento, porque ésta se nos da no ya en figura, sino en su realidad. Por eso se añade: que será derramada por vosotros. La inspiración interior deriva de la virtud de la sangre en el sentido de que somos justificados por la pasión de Cristo.

4. Este testamento es nuevo por la novedad de su donación sacramental. Y se le llama eterno porque Dios lo tenía decretado desde la eternidad, y porque con él se consigna la herencia eterna. Además, la misma persona de Cristo, con cuya sangre se nos otorga el testamento, es eterna.
5. La palabra misterio se utiliza aquí no para excluir la verdad, sino para destacar su ocultamiento. Porque en este sacramento la misma sangre de Cristo está presente de modo oculto, y porque la pasión de Cristo fue prefigurada en el antiguo testamento de modo oculto también.
6. La eucaristía es sacramento de la fe en el sentido de que es objeto de fe. Porque que la sangre de Cristo esté realmente presente en este sacramento, solamente puede afirmarse por la fe. La misma pasión de Cristo justifica por la fe. Al bautismo, sin embargo, se le llama sacramento de la fe porque lleva consigo una profesión de fe. Pero a este sacramento se le llama sacramento de la caridad porque la significa y la causa.
7. Ya hemos dicho (ad 2) que la sangre consagrada separadamente del cuerpo representa más claramente la pasión de Cristo. Y, por eso, se hace mención de la pasión de Cristo y de su fruto en la consagración de la sangre, y no en la consagración del cuerpo.
8. La sangre de la pasión de Cristo no sólo tiene eficacia para los judíos elegidos, a quienes se les dio la sangre del antiguo testamento, sino también para los gentiles; y no sólo para los sacerdotes que realizan este sacramento, y para aquellos que lo reciben, sino también para aquellos a quienes se ofrece. Por eso señaladamente se dice: por vosotros judíos, y por muchos, o sea, gentiles. O también por vosotros, que lo coméis, y por muchos, por quienes se ofrece.
9. Los evangelistas no intentaban transmitirnos las formas de los sacramentos, unas formas que convenía mantener ocultas en la primitiva Iglesia, como dice Dionisio al final de Ecclesiasticae Hierarchiae, sino que intentaron tejer la historia de Cristo. Y, sin embargo, casi todas estas palabras pueden encontrarse en los diversos lugares de la Escritura. Porque la locución éste es el cáliz se encuentra en Lc 22,20 y en 1 Cor 11,25. En Mt 26,28 se dice: Esta es mi sangre del nuevo testamento que será derramada por vosotros para el perdón de los pecados. Las adiciones de eterno y misterio de fe se derivan de la tradición del Señor, llegada a la Iglesia a través de los Apóstoles, de acuerdo con lo que se dice en 1 Cor 11,23: Yo recibí del Señor lo que os he transmitido.


Artículo 4: ¿Hay en las palabras de las formas un poder creado realizador de la consagración ? lat
Objeciones por las que parece que en las palabras de las formas no hay un poder creado realizador de la consagración.
1. Dice San Juan Damasceno en el IV libro: Por el solo poder del Espíritu Santo se realiza la conversión del pan en el cuerpo de Cristo. Pero la virtud del Espíritu Santo es una virtud increada. Luego por ningún poder de esas palabras se realiza este sacramento.
2. Las obras milagrosas no se realizan por poder creado alguno, sino sólo por el poder divino, como se dijo en la Primera Parte (q.110 a.4). Pero la conversión del pan y del vino en el cuerpo y la sangre de Cristo es una obra no menos milagrosa que la creación de las cosas, o que la formación del cuerpo de Cristo en las entrañas virginales, cosa que ningún poder creado pudo realizar. Luego tampoco se consagra este sacramento por poder creado alguno de estas palabras.
3. Las palabras de las formas no son palabras simples, sino compuestas de frases, y que no se pronuncian simultáneamente, sino de modo sucesivo. Ahora bien, la conversión, como se ha dicho ya (q.75 a.7), es instantánea, por lo que debe realizarse por un poder simple o indiviso. Luego no se realiza por el poder de estas palabras.
Contra esto: dice San Ambrosio en el libro De Sacramentisz: Si la palabra del Señor tiene tanto poder como para que comience a existir lo que antes no existía, cuánto más lo tendrá para que siga existiendo lo que ya existía y para cambiarlo en otra cosa. Y así, lo que era pan antes de la consagración, es ya cuerpo de Cristo después de la consagración, porque la palabra de Cristo cambia la creatura.
Respondo: Algunos (q.72 a.1) afirmaron que no hay poder creado alguno en las palabras de la consagración para realizar la transustanciación, ni tampoco en las otras formas sacramentales, ni en los mismos sacramentos para producir sus respectivos efectos. Esta opinión, como se ha dicho ya (Ib.), está en contradicción con las afirmaciones de los Santos Padres y con la dignidad de los sacramentos de la nueva ley. Por tanto, puesto que este sacramento posee una dignidad mayor que los otros, como dijimos más arriba (q.75 a.3), es claro que en las palabras de su forma tiene que haber un poder creado capaz de realizar la conversión de este sacramento. Este poder, sin embargo, es instrumental, lo mismo que en los otros, según lo dicho (q.64 a.3.4). Pues bien, puesto que estas palabras se profieren en la persona misma de Cristo, es del mandato de Cristo de quien reciben el poder instrumental, de la misma manera que todas sus acciones y palabras poseen instrumentalmente un poder salvador, como se dijo en otro lugar (q.48 a.6; q.36 a.1 ad 3).
A las objeciones:
1. Cuando se dice que el pan se convierte en el cuerpo de Cristo por el solo poder del Espíritu Santo, no se excluye el poder instrumental que está en la forma del sacramento, como cuando se dice que el herrero hace el cuchillo él solo, no se excluye el poder del martillo.
2. Ninguna creatura puede hacer obras milagrosas como agente principal. Puede hacerlas, sin embargo, de modo instrumental, como el tacto de la mano de Cristo sanó al leproso. Pues bien, sus palabras convierten el pan en el cuerpo de Cristo de este segundo modo. Pero esto no ha podido ocurrir en la concepción del cuerpo de Cristo en el momento de su formación, de tal manera que algo procedente del cuerpo de Cristo tuviera un poder instrumental para formar aquel mismo cuerpo, y tampoco en la creación hubo ningún punto de partida sobre el que la acción instrumental de la creatura pudiese recaer.
3. Las palabras con que se hace la consagración actúan sacramentalmente. Por tanto, el poder conversivo que hay en las formas de este sacramento sigue al significado de las mismas, un significado que queda realizado con la pronunciación de la última palabra. Por eso, en el último instante de la pronunciación de las palabras, estas palabras reciben el poder instrumental. Pero en relación con lo que precede. Y este poder es simple con respecto a lo que significan, aunque en las palabras proferidas externamente haya una cierta composición.

Artículo 5: ¿Son estas formas verdaderas? lat
Objeciones por las que parece que estas formas (a.1-3) no son verdaderas.
1. Cuando se dice: Esto es mi cuerpo, el pronombre esto se está refiriendo a la sustancia. Pero, de acuerdo con lo explicado (I q.75 a.2 y 7), en el momento de decir: esto, todavía está ahí la sustancia del pan, puesto que la transustanciación se realiza en el último instante en que se pronuncian las palabras. Ahora bien, la proposición: el pan es el cuerpo de Cristo es falsa. Luego también es falsa la proposición: esto es mi cuerpo.
2. Aún más: el pronombre esto hace referencia a lo que captan los sentidos. Ahora bien, los elementos sensibles de este sacramento no son el cuerpo de Cristo ni los accidentes del cuerpo de Cristo. Luego la locución: esto es mi cuerpo no puede ser verdadera.
3. Estas palabras, como acabamos de ver (a.4 ad 3), realizan por su significado la conversión del pan en el cuerpo de Cristo. Pero la causa eficiente precede al efecto. Por tanto, el significado de estas palabras precede a la conversión del pan en el cuerpo de Cristo. Pero antes de la conversión esta locución: esto es mi cuerpo es falsa. Luego debe calificarse como falsa en absoluto. Y dígase lo mismo de esta otra: éste es el cáliz de mi sangre, etc.
Contra esto: estas palabras se profieren en la persona misma de Cristo, que dice de sí mismo en Jn 14,16: yo soy la verdad.
Respondo: En torno a este problema ha habido muchas opiniones. Algunos, efectivamente, dijeron que en la locución esto es mi cuerpo, el término esto es un pronombre demostrativo gramaticalmente hablando, pero no tiene fuerza efectiva en este caso, ya que toda la proposición tendría un valor material por ser proferida como haciendo referencia a algo que ha ocurrido. De hecho el sacerdote dice que dijo Cristo: esto es mi cuerpo.
Pero esta opinión no se puede sostener, porque en este caso, las palabras no se aplicarían a la materia corporal presente, con lo cual no se realizaría el sacramento. Dice, en efecto, San Agustín en Super lo.: Cae la palabra sobre el elemento y se hace el sacramento. Además, con esa explicación tampoco se supera la dificultad de este problema, porque las mismas razones valen para la primera vez que Cristo pronunció estas palabras, ya que entonces es claro que no las pronunció materialmente, sino ateniéndose a su significado. Por tanto, es coherente decir que cuando las pronuncia el sacerdote tienen un valor significativo, y no meramente material. Y no importa que el sacerdote las pronuncie de modo narrativo, como dichas por el Señor. Porque el infinito poder de Cristo hace que, de la misma manera que el contacto de su carne comunicó fuerza regenerativa no sólo a las aguas que le tocaban, sino a todas las aguas de la tierra por los siglos venideros, así también por haberlas pronunciado Cristo, estas palabras recibieron un poder consecratorio, cualquiera sea el sacerdote que las diga, como si el mismo Cristo presencialmente las pronunciase.
Por eso, otros afirmaron que el término esto en esta proposición es un pronombre demostrativo no referido a los sentidos, sino al entendimiento, de tal manera que el sentido de esto es mi cuerpo sería: lo que esto significa es mi cuerpo.
Pero tampoco es admisible. Porque como los sacramentos realizan lo que significan, la forma no haría que el cuerpo de Cristo estuviera en el sacramento realmente, sino sólo como signo, lo cual es herético, como se ha dicho ya (q.75 a.1).
En consecuencia, otros sostuvieron que el término esto es un pronombre demostrativo referido a los sentidos, pero entendida esta referencia no para el momento en que se pronuncia esta palabra, sino para el último momento de toda la locución, como si, por ej., uno dijera: ahora me callo, el adverbio ahora hace referencia al sustantivo inmediatamente posterior a la locución entera, en cuyo caso el sentido sería: nada más decir estas palabras me callo.
Pero tampoco esta opinión es admisible, porque según esta explicación el sentido de la frase sería éste: mi cuerpo es mi cuerpo. Pero no es éste el propósito de esta proposición, porque esto ya era así antes de pronunciar las palabras. Por lo que tampoco es éste el significado de la locución en cuestión. Por todo lo cual, hay que afirmar, en contrario, que, como acabamos de decir (a.4), esta locución tiene un poder efectivo para convertir el pan en el cuerpo de Cristo. Por eso se compara a otras locuciones que tienen un poder significativo y no operativo, como se compara la idea de la inteligencia práctica, que es la realizadora de la cosa, con la idea de la inteligencia especulativa, captada directamente de las cosas. Porque, como dice el Filósofo, las palabras son los signos de los conceptos. Por tanto, como los conceptos de la inteligencia práctica no presuponen la cosa que conciben, sino que la realizan, así la verdad de esta locución no presupone la cosa significada, sino que la realiza. Así es, en realidad, la relación de la palabra de Dios con las cosas que produce. Ahora bien, esta conversión no se hace de modo sucesivo, sino de modo instantáneo, como se ha dicho ya (q.75 a.7). Por eso, es preciso entender la proposición en cuestión en relación con el instante conclusivo de la pronunciación de las palabras, no presuponiendo en el sujeto lo que es punto de llegada en la conversión, o sea, que el cuerpo de Cristo sea el cuerpo de Cristo, ni tampoco debe presuponer en el sujeto lo que era punto de partida antes de la conversión, o sea, el pan, sino que se debe entender en el sujeto lo que es común a las dos cosas, o sea, lo contenido en general bajo estas especies. Porque estas palabras no hacen que el cuerpo de Cristo sea el cuerpo de Cristo, ni que el pan sea el cuerpo de Cristo, sino que lo contenido bajo estas especies, que antes era pan, sea el cuerpo de Cristo. Por eso, significativamente, el Señor no dice: este pan es mi cuerpo, como entiende la segunda opinión; ni este cuerpo mío es mi cuerpo, como lo entiende la tercera opinión; sino en general: esto es mi cuerpo, sin especificar el sujeto con un sustantivo, y haciendo de sujeto el solo pronombre, que indica la sustancia en general sin especificar, o sea, sin una forma determinada.

A las objeciones:
1. El término esto se está refiriendo a la sustancia sin determinación de su naturaleza, como se acaba de decir (c.).
2. El pronombre esto no hace referencia a los accidentes, sino a la sustancia contenida bajo los accidentes. La cual primeramente fue pan y, después, el cuerpo de Cristo. El cual, aunque no esté afectado por ellos, está, sin embargo, contenido en ellos.
3. La significación de esta locución precede a la cosa significada en el orden de la naturaleza —como la causa precede naturalmente al efecto—, pero no en el orden del tiempo, porque esta causa implica simultaneidad con el efecto. Y esto basta para que la referida proposición sea verdadera.

Artículo 6: ¿Produce su efecto la forma de la consagración del pan antes que se termine la consagración del vino? lat
Objeciones por las que parece que la forma de la consagración del pan no produce su efecto hasta que se termina la consagración del vino.
1. Como por la consagración del pan empieza a estar el cuerpo de Cristo en el sacramento, por la consagración del vino empieza a estar su sangre. Luego si las palabras de la consagración del pan produjesen su efecto antes de la consagración del vino, se seguiría que en este sacramento comenzaría a estar el cuerpo de Cristo sin su sangre. Lo que no es admisible.
2. Lo que es un solo sacramento no puede tener más que una sola terminación. Y así, aunque en el bautismo haya tres inmersiones, la primera no consigue su efecto hasta que se termina la tercera. Pero todo este sacramento es uno, como se dijo en su lugar (q.73 a.2). Luego las palabras con que se consagra el pan no consiguen su efecto sin las palabras sacramentales con que se consagra el vino.
3. En la forma de la consagración del pan hay varias palabras, las primeras de las cuales no consiguen su efecto hasta que se dice la última, como se ha dicho. Luego, por la misma razón, tampoco las palabras con que se consagra el cuerpo de Cristo producen su efecto hasta que se pronuncien las que consagran la sangre.
Contra esto: nada más pronunciar las palabras de la consagración del pan, se muestra la hostia consagrada al pueblo para que la adore, lo cual no se haría si no estuviese allí el cuerpo de Cristo. De lo contrario sería un acto de idolatría. Luego las palabras de la consagración del pan producen su efecto antes de que se pronuncien las palabras de la consagración del vino.
Respondo: Algunos doctores antiguos dijeron que estas dos formas, o sea, la de la consagración del pan y la del vino, se esperan mutuamente para obrar, por lo que una no produce su efecto hasta que se dice la otra.
Pero esta opinión es inadmisible. Porque, como se ha dicho ya (a.5 ad 3), para que la proposición esto es mi cuerpo sea verdadera, se requiere, al estar el verbo en presente, que la cosa significada sea simultánea con la misma significación de la locución. De otra manera, si la cosa significada se esperase para más adelante, se pondría el verbo en futuro, y no en presente, con lo que no se diría esto es mi cuerpo, sino esto será mi cuerpo. Ahora bien, la significación de esta frase se realiza nada más terminar de pronunciar las palabras. Por tanto, es preciso que la cosa significada se haga presente inmediatamente, pues ella es efecto de este sacramento. De otro modo, la locución no sería verdadera. Esta opinión, además, está en contradicción con el rito de la Iglesia, que al instante de pronunciar las palabras, adora el cuerpo de Cristo. Hay que decir, por consiguiente, que la primera forma no espera a la segunda para obrar, sino que produce el efecto de inmediato.

A las objeciones:
1. Los que defendieron la anterior opinión (c.) parece que fueron inducidos a error por esta razón. Tenemos que recordar, por tanto, que después de la consagración del pan, el cuerpo de Cristo está allí en virtud del sacramento, y la sangre por real concomitancia. Pero después de la consagración del vino, se hace presente, por el contrario, la sangre de Cristo en virtud del sacramento, y el cuerpo de Cristo por real concomitancia. De tal modo que Cristo está por entero en cada una de las especies, como ya dijimos (q.76 a.2).
2. Este sacramento es uno por su perfección, como se ha dicho ya (q.73 a.2), en el sentido de que se constituye de dos cosas, a saber, de comida y de bebida, cada una de las cuales posee en sí misma su propia perfección. En cambio, las tres inmersiones del bautismo están ordenadas a producir un único efecto.
3. Las distintas palabras de la forma de la consagración del pan concurren a dar sentido a una sola frase. Pero esta unidad de sentido no la dan las palabras de las diversas formas. Por lo que el caso es distinto.

Sigue asi, a ti no te reportaran je je je jeeeeee
 
Re: La Doctrina De La Transubstanciación refutada

Sigue asi, a ti no te reportaran je je je jeeeeee


Ahora nos corresponde estudiar los efectos de este sacramento (q.73 intr).
Esta cuestión plantea y exige respuesta a ocho problemas:
Artículo 1: ¿Confiere este sacramento la gracia? lat
Objeciones por las que parece que este sacramento no confiere la gracia.
1. Este sacramento es alimento espiritual. Ahora bien, el alimento no se da más que al que vive. Luego, puesto que la vida espiritual viene de la gracia, compete este sacramento a quien tiene ya la gracia. Luego este sacramento no confiere la gracia primera. Ni tampoco la aumenta, porque el aumento espiritual pertenece al sacramento de la confirmación, como se ha dicho ya (q.65 a.1; q.72 a.1). Luego este sacramento no confiere la gracia.
2. Este sacramento se recibe como un sustento espiritual. Pero el sustento espiritual parece que es más un ejercicio de la gracia que una consecuencia de la misma. Luego parece que este sacramento no confiere la gracia.
3. Como se ha dicho más arriba (q.74 a.1), en este sacramento el cuerpo de Cristo se ofrece por el bien del cuerpo;y la sangre, por el bien del alma. Pero el cuerpo no es susceptible de la gracia, sino que lo es el alma, como se dijo en la Segunda Parte (1-2, q.110 a.4). Luego al menos en lo que se refiere al cuerpo este sacramento no confiere la gracia.
Contra esto: dice el Señor en Jn 6,52: El pan que yo le daré es mi carne para la vida del mundo. Pero la vida espiritual viene de la gracia. Luego este sacramento confiere la gracia.
Respondo: El efecto de este sacramento debe deducirse primero y principalmente de lo que está contenido en él, que es Cristo, quien, de la misma manera que al venir al mundo trajo para el mundo la vida de la gracia, según las palabras de Jn 1,17: La gracia y la verdad vinieron por Jesucristo, así al venir al hombre en el sacramento, le da la vida de la gracia, según las palabras de Jn 6,58: Quien me coma vivirá por mí. Por lo que escribe San Cirilo: El Verbo vivificante de Dios, uniéndose a su propia carne, la tomó vivificante también. Convenía, pues, que él se uniera a nuestros cuerpos a través de su sagrada carne y de su preciosa sangre, que nosotros recibimos por una bendición vivificante, en el pan y en el vino,
Segundo, el efecto de este sacramento se deduce de lo que este sacramento representa, que es la pasión de Cristo, como se dijo más arriba (q.74 a.1; q.76 a.2 ad 1). Por eso, el efecto que la pasión de Cristo produjo en el mundo, lo produce este sacramento en el hombre. Y así, comentando las palabras de Jn 19,34: Inmediatamente salió sangre y agua, dice San Juan Crisóstomo: Puesto que aquí tienen principio los sagrados misterios, cuando te acerques al cáliz tremendo, acércate como si bebieras del costado mismo de Cristo. Por lo que el mismo Señor dice en Mt 26,28: Esta es mi sangre que será derramada por vosotros para el perdón de los pecados.
Tercero, el efecto de este sacramento se deduce del modo de darse, pues se da a modo de comida y de bebida. Por lo que todos los efectos que producen la comida y la bebida material en la vida corporal, como son el sustentar, el crecer, el reparar y el deleitar, los produce este sacramento en la vida espiritual. Por eso dice San Ambrosio en su libro De Sacramentis: Este es el pan de la vida eterna y sustenta la sustancia de nuestra alma. Y San Juan Crisóstomo en Super lo.: Se nos da a quienes le deseamos para que le palpemos, le comamos y le abracemos. Por lo que el mismo Señor dice en Jn 6,56: Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida.
Cuarto, el efecto de este sacramento se deriva de las especies con las que se da. De ahí que San Agustín diga: Nuestro Señor nos entregó su cuerpo y su sangre en unos elementos que se reagrupan en un solo ser a partir de muchos, porque uno, el pan, es un solo ser procedente de muchos granos;y el otro, el vino, es un solo líquido procedente de muchos racimos. Por lo que el mismo santo afirma en Super lo.: Oh sacramento de piedad, signo de unidad, vínculo de caridad. Y puesto que Cristo y su pasión son causa de la gracia, y sin la gracia no puede haber sustento espiritual ni caridad, resulta de todo lo dicho que este sacramento confiere la gracia.

A las objeciones:
1. Este sacramento tiene, de suyo, la virtud de conferir la gracia, hasta el punto de que nadie la posee antes de recibir este sacramento, al menos en deseo: personal, en el caso de los adultos; o de la Iglesia, en el caso de los niños, como ya se dijo (q.73 a.3). Por tanto, es tal la eficacia de su poder que, con su solo deseo, uno consigue la gracia por la que es vivificado espiritualmente. Sólo queda, pues, que cuando se recibe realmente el sacramento, aumente la gracia y se perfeccione la vida espiritual. Pero esto sucede aquí diversamente de como sucede en el sacramento de la confirmación, en el que la gracia aumenta y se perfecciona para resistir los ataques externos de los enemigos de Cristo. Este sacramento, sin embargo, aumenta la gracia y perfecciona la vida espiritual para que el hombre sea perfecto en sí mismo uniéndose a Dios.

2. Este sacramento confiere espiritualmente la gracia junto con la virtud de la caridad, por lo que San Juan Damasceno compara este sacramento con el carbón encendido que Isaías vio en Is 6,6: porque como el carbón no es simplemente madera, sino madera con fuego, así el pan de la comunión no es simplemente pan, sino pan unido a la divinidad. Ahora bien, como dice San Gregorio en una Homilía de Pentecostés, el amor de Dios no permanece ocioso, porque hace grandes cosas, si existe. Por lo que con este sacramento, en lo que depende de su eficacia, no solamente se confiere el hábito de la gracia y de las virtudes, sino también la moción al acto, de acuerdo con las palabras de 2 Cor 5,14: El amor de Cristo nos apremia. De ahí que la virtud de este sacramento sustente espiritualmente al alma, al tiempo que la deleita y en cierto modo la embriaga con la dulzura de la bondad divina, según aquellas palabras del Cant 5,1: Comed, amigos, y bebed, embriagaos, carísimos.
3. Puesto que los sacramentos operan semejanza de lo que significan, nos valemos de una comparación para decir que en este sacramento el cuerpo se ofrece por el bien del cuerpo, y la sangre por el bien del alma, aunque el uno y el otro produzcan el bien de los dos, puesto que Cristo está por entero en el uno y en el otro, como se dijo ya (q.76 a.2). Y aunque el cuerpo no sea el sujeto inmediato de la gracia, desde el alma redunda el efecto de la gracia sobre él, puesto que en la vida presente ofrecemos nuestros miembros como armas de justicia al servicio de Dios, como se dice en Rom 6,13; y en la vida futura nuestro cuerpo participará de la incorruptibilidad de la gloria del alma.

Artículo 2: ¿Es efecto de este sacramento la consecución de la gloria? lat
Objeciones por las que parece que el efecto de este sacramento no es la consecución de la gloria.
1. El efecto es proporcionado a su causa. Pero este sacramento es propio de los viadores, por lo que se llama viático. Luego, puesto que los viadores no son capaces todavía de la gloria, parece que este sacramento no causa la consecución de la gloria.
2. Puesta la causa suficiente, se sigue el efecto. Pero hay muchos que reciben este sacramento y que nunca llegarán a la gloria, como afirma San Agustín en XXI De Civ. Dei. Luego este sacramento no causa la consecución de la gloria.
3. Lo superior no es efecto de lo inferior, porque nadie sobrepasa los límites de su especie. Pero es inferior recibir a Cristo en especie ajena, como sucede en este sacramento, que disfrutar de él en su propia especie, como sucede en la gloria. Luego este sacramento no causa la consecución de la gloria.
Contra esto: se dice en Jn 6,52: El que come de este pan vivirá eternamente. Pero la vida eterna es la vida de la gloria. Luego el efecto de este sacramento es la consecución de la gloria.
Respondo: En este sacramento se puede considerar: aquello de donde procede el efecto, y que es el mismo Cristo contenido y su pasión representada; y aquello por lo que viene el efecto, o sea, el uso del sacramento y las especies sacramentales. Pues bien, bajo los dos aspectos es propio de este sacramento causar la consecución de la vida eterna. Porque fue el mismo Cristo quien nos abrió por su propia pasión las puertas de la vida eterna, según aquellas palabras de Heb 9,15: Es el mediador de la nueva alianza, para que, por su muerte, reciban los llamados la promesa de la herencia eterna. Por lo que en la forma de este sacramento se lee: Este es el cáliz de mi sangre, de la nueva y eterna alianza. Y, de la misma manera, el sustento de la comida espiritual y la unidad significada por las especies del pan y del vino, ya se obtienen en la vida presente, aunque de modo imperfecto. Pero se obtendrán de modo perfecto en la gloria. Por lo que San Agustín, comentando las palabras de Jn 6,26: Mi carne es verdadera comida, dice: Los hombres desean la comida y la bebida para no tener hambre y para no tener sed. Pero esta hartura, en realidad, no la otorgan más que esta comida y esta bebida, que convierten a sus consumidores en inmortales e incorruptibles en la sociedad de los santos, donde habrá paz y unidad plena y perfecta.

A las objeciones:
1. Como la pasión de Cristo, por cuya virtud actúa este sacramento, es causa suficiente de la gloria —no que nos introduzca inmediatamente en ella, porque antes tenemos que padecer juntamente con Cristo para ser después con él glorificados, como se dice en Rom 8,17—, así este sacramento no nos introduce inmediatamente en la gloria, sino que nos da la capacidad de entrar en la gloria. Por eso, se le llama viático, del que tenemos una figura en 3 Re 19,8, donde se lee que Elias comió y bebió y caminó con la energía de aquella comida durante cuarenta días y cuarenta noches hasta el monte de Dios, en Horeb.
2. Como la pasión de Cristo no produce su efecto en los que no se comportan con respecto a ella como deben, así tampoco por este sacramento consiguen la gloria los que le reciben indignamente. Por lo que San Agustín en Super lo., comentando las palabras de Jn 6,49: Comieron el maná y murieron, dice: Una cosa es el sacramento y otra la virtud del sacramento. Muchos lo toman del altar, y comiéndolo mueren. Comed, pues, espiritualmente el pan celestial, llevad al altar vuestra inocencia. Por consiguiente, no hay que maravillarse si los que no conservan la inocencia, no consiguen el efecto de este sacramento.
3. Tomar a Cristo en especie ajena es lo propio de este sacramento, el cual actúa instrumentalmente. Ahora bien, nada impide que una causa instrumental produzca un efecto superior a ella, como ya se dijo (q.77 a.3 ad 3).

Artículo 3: ¿Es efecto de este sacramento la remisión del pecado mortal? lat
Objeciones por las que parece que el efecto de este sacramento es la remisión de los pecados mortales.
1. Se dice en una colecta: Sea este sacramento purificación de nuestros crímenes. Pero los crímenes son pecados mortales. Luego este sacramento purifica los pecados mortales.
2. Este sacramento opera en virtud de la pasión de Cristo, lo mismo que el bautismo. Pero el bautismo remite los pecados mortales, como se ha dicho ya (q.69 a.1). Luego también este sacramento, tanto más cuanto que en la forma de este sacramento se dice: que será derramada por muchos para el perdón de los pecados.
3. Este sacramento confiere la gracia, como se acaba de decir (a.1). Pero la gracia justifica al hombre de los pecados mortales, como se dice en Rom 3,24: Justificados gratuitamente por su gracia. Luego este sacramento remite los pecados mortales.
Contra esto: se dice en 1 Cor 11,29: Quien lo come y lo bebe indignamente, come y bebe su propio juicio. Y comenta la Glosa: Lo come y bebe indignamente quien persiste en el crimen o lo trata con irreverencia. Quien así obra se come y se bebe su propio juicio, o sea, su propia condena. Por consiguiente, quien está en pecado mortal y recibe este sacramento, en lugar de conseguir la remisión de su pecado, acumula sobre sí un pecado más.
Respondo: La eficacia de este sacramento puede ser considerada de dos maneras. Una, en sí misma, y en este sentido este sacramento es eficaz para redimir cualquier pecado por virtud de la pasión de Cristo, que es fuente y causa de la remisión de los pecados.
Otra, en relación con quien recibe este sacramento, según se encuentre o no con impedimento para recibirlo. Ahora bien, todo el que tiene conciencia de pecado mortal, tiene en sí mismo impedimento para recibir el efecto de este sacramento, por no estar preparado para recibirle: sea porque espiritualmente no tiene vida, en cuyo caso no debe recibir alimento espiritual, ya que éste es sólo para los que tienen vida; sea porque no puede unirse a Cristo —es lo que procura este sacramento-mientras perdura el afecto al pecado mortal. De ahí que se diga en el libro De Ecclesiast. Dogmat.: Si el alma tiene afecto al pecado y recibe la Eucaristía, su estado empeora en lugar de purificarse. Luego este sacramento no produce la remisión del pecado en quien le recibe con conciencia de pecado mortal. Puede, sin embargo, este sacramento producir la remisión del pecado de dos maneras. Una, no recibiéndolo en acto, sino con el deseo, como es el caso de quien obtiene por primera vez la justificación de sus pecados. Otra, recibiéndolo en pecado mortal, pero sin conciencia ni afecto a este pecado. Puede darse, en efecto, que en principio uno no esté suficientemente contrito, pero que acercándose devota y reverentemente a este sacramento, consiga de él la gracia de la caridad, que perfeccionará su contrición y le otorgará la remisión del pecado.

A las objeciones:
1. Cuando pedimos que este sacramento nos purifique de los crímenes, nos referimos a aquellos de los que no tenemos conciencia, según las palabras de Sal 18,13: De mis pecados ocultos purifícame, Señor; o pedimos el perfeccionamiento de nuestra contrición para la remisión de nuestros pecados; o que se nos dé la fuerza de evitarlos.
2. El bautismo es una generación espiritual, el paso del no ser espiritual al ser espiritual. Y se nos da en forma de ablución. Por tanto, por ninguna de las dos razones hay inconveniente en que uno se acerque al bautismo con conciencia de pecado mortal. Pero en este sacramento se recibe a Cristo en forma de alimento espiritual, un alimento que no se da a quien está muerto por sus pecados. Por eso no vale la comparación.
3. La gracia es causa suficiente para remitir los pecados mortales. Pero no los remite, de hecho, más que cuando se da por primera vez al pecador. Ahora bien, no se da de esta manera en este sacramento. Luego el argumento no concluye.

Artículo 4: ¿Se perdonan los pecados veniales con este sacramento? lat
Objeciones por las que parece que este sacramento no perdona los pecados veniales.
1. Este sacramento, como dice San Agustín en Super lo., es el sacramento de la caridad. Pero los pecados veniales no son contrarios a la caridad, como se demostró en la Segunda Parte. Luego, puesto que los contrarios se curan con sus contrarios, parece que con este sacramento no se perdonan los pecados veniales.
2. Si con este sacramento se perdonasen los pecados veniales, por la misma razón que se perdona uno, se perdonarían todos. Pero no parece que puedan perdonarse todos, porque de ser así, frecuentemente alguien estaría sin pecado venial, lo cual está en contradicción con lo que se dice en 1 Jn 1,8: Si decimos que no tenemos pecado nos engañamos. Luego con este sacramento no se perdona ningún pecado venial.
3. Los contrarios se excluyen recíprocamente. Pero los pecados veniales no impiden la recepción de este sacramento. San Agustín, de hecho, comentando aquellas palabras de Jn 6,50-52: Si alguno come de este pan vivirá eternamente, dice: Aportad inocencia al altar, que los pecados, aunque sean cotidianos, no sean mortíferos. Luego tampoco los pecados veniales se perdonan con este sacramento.
Contra esto: dice Inocencio III que este sacramento borra los pecados veniales y evita los mortales.
Respondo: En este sacramento se pueden considerar dos cosas: el sacramento mismo y su efecto. Y bajo los dos aspectos se aprecia que este sacramento tiene virtud para perdonar los pecados veniales. Porque se le recibe en forma de alimento que nutre. Ahora bien, el alimento de la comida es necesario al cuerpo para reparar el desgaste cotidiano producido por el calor natural. Pero también espiritualmente todos los días sufrimos un desgaste producido por el calor de la concupiscencia en los pecados veniales, que disminuyen el fervor de la caridad, como fue demostrado en la Segunda Parte (2-2, q.24 a.10; 54 a.3). Por eso, es competencia de este sacramento el perdonar los pecados veniales. De ahí que San Ambrosio en su libro De Sacramentis diga que este pan cotidiano se toma para remedio de la cotidiana debilidad. Y el efecto de este sacramento es la caridad no sólo considerada como hábito, sino también como acto que, impulsado por este sacramento, elimina los pecados veniales. Por consiguiente, es claro que la virtud de este sacramento perdona los pecados veniales.

A las objeciones:
1. Los pecados veniales, aunque no son contrarios al hábito de la caridad, son contrarios, sin embargo, al fervor de sus actos, que tienen un incentivo en este sacramento. Y es precisamente este fervor el que hace desaparecer los pecados veniales.
2. Este texto no ha de entenderse en el sentido de que el hombre pueda encontrarse alguna vez sin pecado venial, sino en el sentido de que los santos en el curso de su vida no pueden evitar los pecados veniales.
3. La eficacia de la caridad que produce este sacramento es mayor que la fuerza de los pecados veniales. Mientras que éstos no pueden impedir completamente el acto de la caridad. Y la misma razón vale para este sacramento.

Artículo 5: ¿Remite este sacramento toda la pena debida al pecado? lat
Objeciones por las que parece que este sacramento remite toda la pena debida al pecado.
1. Con este sacramento, lo hemos dicho ya (a.1.2), el hombre recibe en sí el efecto de la pasión de Cristo, lo mismo que con el bautismo. Pero con el bautismo recibe la remisión de toda la pena en virtud de la pasión de Cristo, la cual satisfizo plenamente por todos los pecados, como se ha dicho más arriba (q.69 a.5). Luego parece que con este sacramento se obtiene la remisión de toda la pena debida al pecado.
2. Dice el papa Alejandro: No puede haber sacrificio mayor que el del cuerpo y la sangre de Cristo. Pero con los sacrificios de la antigua ley el hombre satisfacía por sus pecados, ya que se dice en Lev 4 y 5: Si un hombre pecase ofrecerá (esto o lo otro) por su pecado y se le perdonará. Luego, mucho más vale este sacramento para la remisión de toda la pena.
3. Consta que este sacramento remite algo del reato de la pena, puesto que a algunos se les impone como satisfacción la celebración de misas. Pero por la misma razón de que remite una parte de la pena, puede remitirse también la otra, ya que la virtud de Cristo, contenida en este sacramento, es infinita. Luego parece que este sacramento remite toda la pena.
Contra esto: si fuera así, no haría falta imponer al hombre otras penas, como no se imponen al bautizado.
Respondo: La eucaristía es a la vez sacrificio y sacramento. Tiene razón de sacrificio en cuanto que se ofrece, y tiene razón de sacramento en cuanto que se recibe. Y, por eso, tiene efecto de sacramento en quien la recibe, y efecto de sacrificio en quien lo ofrece o en aquellos por quienes se ofrece.
Si, pues, se la considera como sacramento, la eucaristía produce su efecto de dos maneras: una, directamente por la propia virtud del sacramento; otra, por una cierta concomitancia, como ya se dijo al hablar del contenido del sacramento (q.76 a.1.2).
Por la propia virtud del sacramento la eucaristía produce el efecto para el que fue instituida. Pues bien, no ha sido instituida para satisfacer, sino para alimentar espiritualmente por la unión con Cristo y con sus miembros, de la misma manera que el alimento se une a quien se nutre de él. Pero como esta unión se alcanza por la caridad, cuyo fervor obtiene la remisión no sólo de la culpa, sino también de la pena, de ahí que, como consecuencia, por una cierta concomitancia con el efecto principal, el hombre consiga la remisión de la pena, no de toda, sino de la que alcancen su devoción y su fervor. Considerada como sacrificio, sin embargo, la eucaristía tiene efecto satisfactorio. Pero en la satisfacción pesa más la disposición del oferente que la grandeza de las cosas ofrecidas, por lo que el Señor en Lc 21,4 dijo de la viuda que echó dos monedas, que había echado más que nadie. Por consiguiente, aunque esta oblación, por la grandeza de lo ofrecido, sea suficiente para satisfacer toda la pena, se hace satisfactoria, no obstante, sólo para aquellos por quienes se ofrece, o para aquellos que lo ofrecen, según la medida de su devoción, y no por toda la pena a ellos debida.

A las objeciones:
1. El sacramento del bautismo está directamente destinado a la remisión de la culpa y de la pena, pero no la eucaristía. Porque el bautismo se da al hombre como asociado a la muerte de Cristo, mientras que la eucaristía se le da como necesitado de alimento y de perfección por medio de Cristo. Luego la comparación no vale.
2. Los otros sacrificios y las otras oblaciones, a diferencia del sacrificio eucarístico, no producían la remisión de toda la pena ni por la grandeza de la cosa ofrecida ni por la devoción del hombre. Y por esta devoción sucede que tampoco ahora queda remitida toda la pena.
3. El hecho de que con este sacramento se condone solamente parte de la pena y no toda, no depende de la insuficiencia de la virtud de Cristo, sino de la insuficiencia de la devoción humana.

Artículo 6: ¿Preserva al hombre este sacramento de los pecados futuros? lat
Objeciones por las que parece que este sacramento no preserva al hombre de los pecados futuros.
1. Muchos de los que reciben dignamente este sacramento caen después en pecado. Lo cual no sucedería si este sacramento preservase de los pecados futuros. Luego el efecto de este sacramento no es preservar de los pecados futuros.
2. La eucaristía es el sacramento de la caridad, como antes se ha dicho. Pero no parece que la caridad preserve de los pecados futuros, porque, una vez obtenida, se puede perder por el pecado, como se dijo en la Segunda Parte (2-2, q.24 a.11). Luego parece que tampoco este sacramento preserva al hombre del pecado.
3. El origen del pecado en nosotros es la ley del pecado que está en nuestros miembros, como dice el Apóstol en Rom 7,23. Pero la mitigación del impulso pecador, que es la ley del pecado, no se encuentra entre los efectos de este sacramento, sino más bien entre los del bautismo. Luego preservar de los pecados futuros no es efecto de este sacramento.
Contra esto: dice el Señor en Jn 6,50: Este es el pan que ha bajado del cielo para que, si alguno come de él, no muera. Lo cual, claro es, no ha de entenderse de la muerte corporal. Luego debe entenderse que este sacramento preserva de la muerte espiritual, causada por el pecado.
Respondo: El pecado es una especie de muerte espiritual del alma. Por tanto, uno se preserva del pecado futuro como preserva su cuerpo de la muerte futura. Lo cual acontece de dos maneras. Una, dando vigor interior a la naturaleza humana contra los agentes internos de corrupción, y así, lo preserva de la muerte con la comida y la medicina. Otra, defendiéndole de los enemigos exteriores, y así, lo preserva con las armas de que está dotado su cuerpo.
Pues bien, de una y otra manera preserva del pecado este sacramento. Primera, porque uniendo a Cristo por la gracia robustece la vida espiritual del hombre como alimento espiritual y medicina espiritual, según aquello del Sal 103,15: El pan refuerza el corazón del hombre. Y San Agustín dice en Superlo.: Acércate confiado, es pan y no veneno. Segunda, en cuanto que es signo de la pasión de Cristo, por la que han sido vencidos los demonios. Por lo que San Juan Crisóstomo dice en Super lo.: Volvemos de esa mesa como leones lanzando llamas, convertidos en seres terribles para el mismo diablo.

A las objeciones:
1. El efecto de este sacramento se percibe en el hombre según la condición humana, como el influjo de toda causa activa se recibe en la materia según la condición de la materia. Ahora bien, el hombre viador es de tal condición que su libre albedrío puede doblegarse al bien o al mal. Por eso, aunque este sacramento tenga en sí mismo la fuerza de preservar del pecado, no le quita al hombre la posibilidad de pecar.
2. También la caridad, de suyo, preserva al hombre del pecado, según se dice en Rom 13,10: El amor del prójimo no hace el mal. Pero la mutabilidad del libre albedrío es lo que hace que uno peque, después de haber estado en posesión de la caridad, como después de haber recibido este sacramento.
3. Aunque este sacramento no esté destinado directamente a disminuir el impulso pecador, lo disminuye, sin embargo, como consecuencia, al aumentar la caridad. Porque, como dice San Agustín en su libro Octoginta Trium Quaestionum: El aumento de la caridad es disminución de la pasión. Ahora bien, directamente este sacramento confirma el corazón del hombre en el bien. Por lo que también preserva al hombre del pecado.

Artículo 7: ¿Aprovecha este sacramento a alguien más de aquellos que lo toman? lat
Objeciones por las que parece que este sacramento solamente aprovecha a quien lo toma.
1. Este sacramento es del mismo género que los otros, puesto que se enumera como uno de ellos. Pero los otros sacramentos no aprovechan más que a quienes los reciben: el efecto del bautismo, por ej., no aprovecha más que a quien se bautiza. Luego tampoco este sacramento aprovecha más que a aquellos que lo toman.
2. El efecto de este sacramento es la consecución de la gracia y la gloria, y la remisión de la culpa, al menos venial. Luego si este sacramento produjese efecto en alguien más que en aquellos que lo toman, podría acontecer que alguien consiguiese la gloria y la gracia y la remisión de la culpa sin participar activa ni pasivamente en él, sino sólo porque otros le ofrecen o le reciben.
3. Multiplicada la causa, se multiplica el efecto. Luego si este sacramento aprovecha a más de quienes lo reciben, se seguiría que aprovecharía más a uno comulgando con muchas hostias consagradas en una misa, lo cual está en desacuerdo con el pensamiento de la Iglesia, como también lo está el que muchos comulguen por la salud de uno. Luego no parece que este sacramento aproveche más que a quien lo recibe.
Contra esto: en la celebración de este sacramento se ruega por otros muchos, lo cual sería inútil si con este sacramento no se les pudiese ayudar. Luego este sacramento aprovecha no sólo a los que le reciben.
Respondo: Como se ha dicho antes (a.5), la eucaristía no sólo es sacramento, sino también sacrificio. Este sacramento, en efecto, en cuanto representa la pasión de Cristo, en la que Cristo se ofreció a sí mismo como víctima a Dios, como se dice en Ef 5,2, tiene razón de sacrificio. Pero en cuanto que otorga la gracia invisible a través de especies visibles, tiene razón de sacramento. Así, pues, la eucaristía aprovecha como sacramento y como sacrificio a quienes la reciben, porque se ofrece por todos ellos. Se dice, efectivamente, en el Canon de la misa: para que cuantos recibimos el cuerpo y la sangre de tu Hijo, al participar aquí de este altar, bendecidos con tu gracia, tengamos también parte en la plenitud de tu reino. Pero a quienes no lo reciben les aprovecha como sacrificio, ya que se ofrece también por su salvación. Por lo que en el Canon de la misa se dice: Acuérdate, Señor, de tus siervos y siervas, por quienes te ofrecemos o que ellos mismos te ofrecen este sacrificio de alabanza: por ellos y por todos los suyos, por la redención de sus almas, por la esperanza de su salvación y glorificación. Uno y otro modo de aprovechar los expresó el Señor cuando dijo en Mt 26,28: que por vosotros, o sea, los que le recibían, y por muchos, los demás, será derramada para la remisión de los pecados.
A las objeciones:
1. Este sacramento, a diferencia de los otros, es también sacrificio. Luego la comparación no vale.
2. Como la pasión de Cristo aprovecha a todos para la remisión de la culpa y la obtención de la gracia y de la gloria, pero no tiene efecto más que en quienes se unen a la pasión de Cristo por la fe y la caridad, así este sacrificio, que es memorial de la pasión del Señor, tampoco tiene efecto más que en quienes se unen a este sacramento por la fe y la caridad. Por eso dice San Agustín en Ad Renatum: ¿Por quién se ofrecerá el cuerpo de Cristo, sino por aquellos que son sus miembros? De ahí que en el Canon de la misa no se ore por los que están fuera de la iglesia. No obstante, también a éstos les aprovecha más o menos, en la medida de su devoción.
3. La comunión pertenece a la razón de sacramento, pero la oblación pertenece a la razón de sacrificio. Por tanto, el hecho de que sean uno o varios los que comulgan no ayuda a los otros más. De la misma manera que porque un sacerdote consagre más hostias en una misa tampoco se multiplican los efectos de este sacramento, ya que ahí no hay más que un sacrificio. Porque en muchas hostias consagradas no hay más virtud que en una sola, pues en todas y cada una está Cristo por entero. Por lo que si alguien en una misa comulgase con muchas hostias consagradas tampoco percibiría en mayor cuantía el efecto del sacramento. En diversas misas, sin embargo, se multiplica la oblación del sacrificio, en cuyo caso se multiplica el efecto del sacrificio y del sacramento.

Artículo 8: ¿Impide el pecado venial el efecto del sacramento? lat
Objeciones por las que parece que el pecado venial no impide el efecto de este sacramento.
1. San Agustín, comentando las palabras de Jn 6,50-52: Si uno come de este pan, etc., dice: Comed espiritualmente el pan celeste, aportad inocencia al altar, que vuestros pecados, aunque sean cotidianos, no sean mortíferos. De donde se deduce que los pecados cotidianos, que se llaman pecados veniales, no impiden el alimento espiritual. Pero los que se alimentan espiritualmente reciben el efecto de este sacramento. Luego los pecados veniales no impiden el efecto de este sacramento.
2. Este sacramento no posee menos virtud que el bautismo. Pero, como se ha dicho ya (q.69 a.9.10), el efecto del bautismo solamente es impedido por la ficción, en cuya categoría no están los pecados veniales, porque, como se dice en Sab 1,5: El Espíritu Santo, que nos educa, huye de la doblez¡ el cual, sin embargo, no huye con los pecados veniales. Luego tampoco los pecados veniales impiden el efecto de este sacramento.
3. Lo que queda eliminado por la acción de una causa, no puede impedir el efecto de esa causa. Pero los pecados veniales quedan eliminados por la acción de este sacramento. Luego no impiden su efecto.
Contra esto: dice San Juan Damasceno en su IV libro: Que el fuego de nuestro deseo, que está en nosotros, asumiendo la llama que viene de esta brasa, o sea, de este sacramento, abrase nuestros pecados e ilumine nuestros corazones, para que con la participación del fuego divino seamos inflamados y deificados. Pero el fuego de nuestro deseo o de nuestro amor se ve impedido por los pecados veniales, que impiden el fervor de la caridad, como se demostró en la Segunda Parte (2-2, q.24 a.10; q.54 a.3). Luego los pecados veniales impiden el efecto de este sacramento.
Respondo: Los pecados veniales pueden ser considerados de dos maneras: una, como pecados; otra, como actualmente cometidos. Bajo el primer punto de vista, los pecados veniales no impiden de ningún modo el efecto de este sacramento. Puede suceder, en efecto, que uno, después de cometer muchos pecados veniales, se acerque devotamente a este sacramento, y consiga el efecto de este sacramento plenamente. Bajo el segundo punto de vista, los pecados veniales no impiden totalmente el efecto de este sacramento, sino sólo en parte. Ya se dijo, en efecto, que el efecto de este sacramento no es solamente la consecución habitual de la gracia y de la caridad, sino también un cierto sustento actual de dulzura espiritual. Un sustento que queda impedido cuando alguien se acerca a este sacramento con la mente entretenida en pecados veniales. Pero no impide el aumento de la gracia habitual o de la caridad.

A las objeciones:
1. Quien se acerca a este sacramento en estado de pecado venial, le come espiritualmente de modo habitual, pero no actual. Por lo que percibe el efecto habitual de este sacramento, pero no el actual.
2. El bautismo no está destinado, como éste, al efecto actual, que es el fervor de la caridad. Porque el bautismo es una regeneración espiritual por la que se adquiere la primera perfección, que es el hábito o la forma. Mientras que este sacramento es una comida espiritual que lleva consigo un deleite actual.
3. El argumento vale para los pecados veniales pasados, que desaparecen con este sacramento.
 
Re: La Doctrina De La Transubstanciación refutada

¿cuando te atreveras a dar una respuesta?

Nada impedira que exija respuesta de ustdes, se que soy una piedra en sus zapatos sino no tratarian de reportarme. No tiene razones solo enojo y odio por que soy incisivo y saben que jamas podran darme una respuesta que haga feliz al catolico

Respuesta ya se te dieron. Vino Tinto y Caminante lo hicieron, ¿que haces tu? Repetir y repetir. Eso no es incisivo, eso es ser únicamente repetitivo. Alguien incisivo debate y no se basa en el copy&paste. Pero si quieres construir castillos en tu mente, hazlo, total, si nadie te contesta es porque eres repetitivo, aburrido y solo haces perder el tiempo.

Pax.
 
Re: La Doctrina De La Transubstanciación refutada

Ahora nos corresponde estudiar los efectos de este sacramento (q.73 intr).
Esta cuestión plantea y exige respuesta a ocho problemas:
Artículo 1: ¿Confiere este sacramento la gracia? lat
Objeciones por las que parece que este sacramento no confiere la gracia.
1. Este sacramento es alimento espiritual. Ahora bien, el alimento no se da más que al que vive. Luego, puesto que la vida espiritual viene de la gracia, compete este sacramento a quien tiene ya la gracia. Luego este sacramento no confiere la gracia primera. Ni tampoco la aumenta, porque el aumento espiritual pertenece al sacramento de la confirmación, como se ha dicho ya (q.65 a.1; q.72 a.1). Luego este sacramento no confiere la gracia.
2. Este sacramento se recibe como un sustento espiritual. Pero el sustento espiritual parece que es más un ejercicio de la gracia que una consecuencia de la misma. Luego parece que este sacramento no confiere la gracia.
3. Como se ha dicho más arriba (q.74 a.1), en este sacramento el cuerpo de Cristo se ofrece por el bien del cuerpo;y la sangre, por el bien del alma. Pero el cuerpo no es susceptible de la gracia, sino que lo es el alma, como se dijo en la Segunda Parte (1-2, q.110 a.4). Luego al menos en lo que se refiere al cuerpo este sacramento no confiere la gracia.
Contra esto: dice el Señor en Jn 6,52: El pan que yo le daré es mi carne para la vida del mundo. Pero la vida espiritual viene de la gracia. Luego este sacramento confiere la gracia.
Respondo: El efecto de este sacramento debe deducirse primero y principalmente de lo que está contenido en él, que es Cristo, quien, de la misma manera que al venir al mundo trajo para el mundo la vida de la gracia, según las palabras de Jn 1,17: La gracia y la verdad vinieron por Jesucristo, así al venir al hombre en el sacramento, le da la vida de la gracia, según las palabras de Jn 6,58: Quien me coma vivirá por mí. Por lo que escribe San Cirilo: El Verbo vivificante de Dios, uniéndose a su propia carne, la tomó vivificante también. Convenía, pues, que él se uniera a nuestros cuerpos a través de su sagrada carne y de su preciosa sangre, que nosotros recibimos por una bendición vivificante, en el pan y en el vino,
Segundo, el efecto de este sacramento se deduce de lo que este sacramento representa, que es la pasión de Cristo, como se dijo más arriba (q.74 a.1; q.76 a.2 ad 1). Por eso, el efecto que la pasión de Cristo produjo en el mundo, lo produce este sacramento en el hombre. Y así, comentando las palabras de Jn 19,34: Inmediatamente salió sangre y agua, dice San Juan Crisóstomo: Puesto que aquí tienen principio los sagrados misterios, cuando te acerques al cáliz tremendo, acércate como si bebieras del costado mismo de Cristo. Por lo que el mismo Señor dice en Mt 26,28: Esta es mi sangre que será derramada por vosotros para el perdón de los pecados.
Tercero, el efecto de este sacramento se deduce del modo de darse, pues se da a modo de comida y de bebida. Por lo que todos los efectos que producen la comida y la bebida material en la vida corporal, como son el sustentar, el crecer, el reparar y el deleitar, los produce este sacramento en la vida espiritual. Por eso dice San Ambrosio en su libro De Sacramentis: Este es el pan de la vida eterna y sustenta la sustancia de nuestra alma. Y San Juan Crisóstomo en Super lo.: Se nos da a quienes le deseamos para que le palpemos, le comamos y le abracemos. Por lo que el mismo Señor dice en Jn 6,56: Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida.
Cuarto, el efecto de este sacramento se deriva de las especies con las que se da. De ahí que San Agustín diga: Nuestro Señor nos entregó su cuerpo y su sangre en unos elementos que se reagrupan en un solo ser a partir de muchos, porque uno, el pan, es un solo ser procedente de muchos granos;y el otro, el vino, es un solo líquido procedente de muchos racimos. Por lo que el mismo santo afirma en Super lo.: Oh sacramento de piedad, signo de unidad, vínculo de caridad. Y puesto que Cristo y su pasión son causa de la gracia, y sin la gracia no puede haber sustento espiritual ni caridad, resulta de todo lo dicho que este sacramento confiere la gracia.

A las objeciones:
1. Este sacramento tiene, de suyo, la virtud de conferir la gracia, hasta el punto de que nadie la posee antes de recibir este sacramento, al menos en deseo: personal, en el caso de los adultos; o de la Iglesia, en el caso de los niños, como ya se dijo (q.73 a.3). Por tanto, es tal la eficacia de su poder que, con su solo deseo, uno consigue la gracia por la que es vivificado espiritualmente. Sólo queda, pues, que cuando se recibe realmente el sacramento, aumente la gracia y se perfeccione la vida espiritual. Pero esto sucede aquí diversamente de como sucede en el sacramento de la confirmación, en el que la gracia aumenta y se perfecciona para resistir los ataques externos de los enemigos de Cristo. Este sacramento, sin embargo, aumenta la gracia y perfecciona la vida espiritual para que el hombre sea perfecto en sí mismo uniéndose a Dios.

2. Este sacramento confiere espiritualmente la gracia junto con la virtud de la caridad, por lo que San Juan Damasceno compara este sacramento con el carbón encendido que Isaías vio en Is 6,6: porque como el carbón no es simplemente madera, sino madera con fuego, así el pan de la comunión no es simplemente pan, sino pan unido a la divinidad. Ahora bien, como dice San Gregorio en una Homilía de Pentecostés, el amor de Dios no permanece ocioso, porque hace grandes cosas, si existe. Por lo que con este sacramento, en lo que depende de su eficacia, no solamente se confiere el hábito de la gracia y de las virtudes, sino también la moción al acto, de acuerdo con las palabras de 2 Cor 5,14: El amor de Cristo nos apremia. De ahí que la virtud de este sacramento sustente espiritualmente al alma, al tiempo que la deleita y en cierto modo la embriaga con la dulzura de la bondad divina, según aquellas palabras del Cant 5,1: Comed, amigos, y bebed, embriagaos, carísimos.
3. Puesto que los sacramentos operan semejanza de lo que significan, nos valemos de una comparación para decir que en este sacramento el cuerpo se ofrece por el bien del cuerpo, y la sangre por el bien del alma, aunque el uno y el otro produzcan el bien de los dos, puesto que Cristo está por entero en el uno y en el otro, como se dijo ya (q.76 a.2). Y aunque el cuerpo no sea el sujeto inmediato de la gracia, desde el alma redunda el efecto de la gracia sobre él, puesto que en la vida presente ofrecemos nuestros miembros como armas de justicia al servicio de Dios, como se dice en Rom 6,13; y en la vida futura nuestro cuerpo participará de la incorruptibilidad de la gloria del alma.

Artículo 2: ¿Es efecto de este sacramento la consecución de la gloria? lat
Objeciones por las que parece que el efecto de este sacramento no es la consecución de la gloria.
1. El efecto es proporcionado a su causa. Pero este sacramento es propio de los viadores, por lo que se llama viático. Luego, puesto que los viadores no son capaces todavía de la gloria, parece que este sacramento no causa la consecución de la gloria.
2. Puesta la causa suficiente, se sigue el efecto. Pero hay muchos que reciben este sacramento y que nunca llegarán a la gloria, como afirma San Agustín en XXI De Civ. Dei. Luego este sacramento no causa la consecución de la gloria.
3. Lo superior no es efecto de lo inferior, porque nadie sobrepasa los límites de su especie. Pero es inferior recibir a Cristo en especie ajena, como sucede en este sacramento, que disfrutar de él en su propia especie, como sucede en la gloria. Luego este sacramento no causa la consecución de la gloria.
Contra esto: se dice en Jn 6,52: El que come de este pan vivirá eternamente. Pero la vida eterna es la vida de la gloria. Luego el efecto de este sacramento es la consecución de la gloria.
Respondo: En este sacramento se puede considerar: aquello de donde procede el efecto, y que es el mismo Cristo contenido y su pasión representada; y aquello por lo que viene el efecto, o sea, el uso del sacramento y las especies sacramentales. Pues bien, bajo los dos aspectos es propio de este sacramento causar la consecución de la vida eterna. Porque fue el mismo Cristo quien nos abrió por su propia pasión las puertas de la vida eterna, según aquellas palabras de Heb 9,15: Es el mediador de la nueva alianza, para que, por su muerte, reciban los llamados la promesa de la herencia eterna. Por lo que en la forma de este sacramento se lee: Este es el cáliz de mi sangre, de la nueva y eterna alianza. Y, de la misma manera, el sustento de la comida espiritual y la unidad significada por las especies del pan y del vino, ya se obtienen en la vida presente, aunque de modo imperfecto. Pero se obtendrán de modo perfecto en la gloria. Por lo que San Agustín, comentando las palabras de Jn 6,26: Mi carne es verdadera comida, dice: Los hombres desean la comida y la bebida para no tener hambre y para no tener sed. Pero esta hartura, en realidad, no la otorgan más que esta comida y esta bebida, que convierten a sus consumidores en inmortales e incorruptibles en la sociedad de los santos, donde habrá paz y unidad plena y perfecta.

A las objeciones:
1. Como la pasión de Cristo, por cuya virtud actúa este sacramento, es causa suficiente de la gloria —no que nos introduzca inmediatamente en ella, porque antes tenemos que padecer juntamente con Cristo para ser después con él glorificados, como se dice en Rom 8,17—, así este sacramento no nos introduce inmediatamente en la gloria, sino que nos da la capacidad de entrar en la gloria. Por eso, se le llama viático, del que tenemos una figura en 3 Re 19,8, donde se lee que Elias comió y bebió y caminó con la energía de aquella comida durante cuarenta días y cuarenta noches hasta el monte de Dios, en Horeb.
2. Como la pasión de Cristo no produce su efecto en los que no se comportan con respecto a ella como deben, así tampoco por este sacramento consiguen la gloria los que le reciben indignamente. Por lo que San Agustín en Super lo., comentando las palabras de Jn 6,49: Comieron el maná y murieron, dice: Una cosa es el sacramento y otra la virtud del sacramento. Muchos lo toman del altar, y comiéndolo mueren. Comed, pues, espiritualmente el pan celestial, llevad al altar vuestra inocencia. Por consiguiente, no hay que maravillarse si los que no conservan la inocencia, no consiguen el efecto de este sacramento.
3. Tomar a Cristo en especie ajena es lo propio de este sacramento, el cual actúa instrumentalmente. Ahora bien, nada impide que una causa instrumental produzca un efecto superior a ella, como ya se dijo (q.77 a.3 ad 3).

Artículo 3: ¿Es efecto de este sacramento la remisión del pecado mortal? lat
Objeciones por las que parece que el efecto de este sacramento es la remisión de los pecados mortales.
1. Se dice en una colecta: Sea este sacramento purificación de nuestros crímenes. Pero los crímenes son pecados mortales. Luego este sacramento purifica los pecados mortales.
2. Este sacramento opera en virtud de la pasión de Cristo, lo mismo que el bautismo. Pero el bautismo remite los pecados mortales, como se ha dicho ya (q.69 a.1). Luego también este sacramento, tanto más cuanto que en la forma de este sacramento se dice: que será derramada por muchos para el perdón de los pecados.
3. Este sacramento confiere la gracia, como se acaba de decir (a.1). Pero la gracia justifica al hombre de los pecados mortales, como se dice en Rom 3,24: Justificados gratuitamente por su gracia. Luego este sacramento remite los pecados mortales.
Contra esto: se dice en 1 Cor 11,29: Quien lo come y lo bebe indignamente, come y bebe su propio juicio. Y comenta la Glosa: Lo come y bebe indignamente quien persiste en el crimen o lo trata con irreverencia. Quien así obra se come y se bebe su propio juicio, o sea, su propia condena. Por consiguiente, quien está en pecado mortal y recibe este sacramento, en lugar de conseguir la remisión de su pecado, acumula sobre sí un pecado más.
Respondo: La eficacia de este sacramento puede ser considerada de dos maneras. Una, en sí misma, y en este sentido este sacramento es eficaz para redimir cualquier pecado por virtud de la pasión de Cristo, que es fuente y causa de la remisión de los pecados.
Otra, en relación con quien recibe este sacramento, según se encuentre o no con impedimento para recibirlo. Ahora bien, todo el que tiene conciencia de pecado mortal, tiene en sí mismo impedimento para recibir el efecto de este sacramento, por no estar preparado para recibirle: sea porque espiritualmente no tiene vida, en cuyo caso no debe recibir alimento espiritual, ya que éste es sólo para los que tienen vida; sea porque no puede unirse a Cristo —es lo que procura este sacramento-mientras perdura el afecto al pecado mortal. De ahí que se diga en el libro De Ecclesiast. Dogmat.: Si el alma tiene afecto al pecado y recibe la Eucaristía, su estado empeora en lugar de purificarse. Luego este sacramento no produce la remisión del pecado en quien le recibe con conciencia de pecado mortal. Puede, sin embargo, este sacramento producir la remisión del pecado de dos maneras. Una, no recibiéndolo en acto, sino con el deseo, como es el caso de quien obtiene por primera vez la justificación de sus pecados. Otra, recibiéndolo en pecado mortal, pero sin conciencia ni afecto a este pecado. Puede darse, en efecto, que en principio uno no esté suficientemente contrito, pero que acercándose devota y reverentemente a este sacramento, consiga de él la gracia de la caridad, que perfeccionará su contrición y le otorgará la remisión del pecado.

A las objeciones:
1. Cuando pedimos que este sacramento nos purifique de los crímenes, nos referimos a aquellos de los que no tenemos conciencia, según las palabras de Sal 18,13: De mis pecados ocultos purifícame, Señor; o pedimos el perfeccionamiento de nuestra contrición para la remisión de nuestros pecados; o que se nos dé la fuerza de evitarlos.
2. El bautismo es una generación espiritual, el paso del no ser espiritual al ser espiritual. Y se nos da en forma de ablución. Por tanto, por ninguna de las dos razones hay inconveniente en que uno se acerque al bautismo con conciencia de pecado mortal. Pero en este sacramento se recibe a Cristo en forma de alimento espiritual, un alimento que no se da a quien está muerto por sus pecados. Por eso no vale la comparación.
3. La gracia es causa suficiente para remitir los pecados mortales. Pero no los remite, de hecho, más que cuando se da por primera vez al pecador. Ahora bien, no se da de esta manera en este sacramento. Luego el argumento no concluye.

Artículo 4: ¿Se perdonan los pecados veniales con este sacramento? lat
Objeciones por las que parece que este sacramento no perdona los pecados veniales.
1. Este sacramento, como dice San Agustín en Super lo., es el sacramento de la caridad. Pero los pecados veniales no son contrarios a la caridad, como se demostró en la Segunda Parte. Luego, puesto que los contrarios se curan con sus contrarios, parece que con este sacramento no se perdonan los pecados veniales.
2. Si con este sacramento se perdonasen los pecados veniales, por la misma razón que se perdona uno, se perdonarían todos. Pero no parece que puedan perdonarse todos, porque de ser así, frecuentemente alguien estaría sin pecado venial, lo cual está en contradicción con lo que se dice en 1 Jn 1,8: Si decimos que no tenemos pecado nos engañamos. Luego con este sacramento no se perdona ningún pecado venial.
3. Los contrarios se excluyen recíprocamente. Pero los pecados veniales no impiden la recepción de este sacramento. San Agustín, de hecho, comentando aquellas palabras de Jn 6,50-52: Si alguno come de este pan vivirá eternamente, dice: Aportad inocencia al altar, que los pecados, aunque sean cotidianos, no sean mortíferos. Luego tampoco los pecados veniales se perdonan con este sacramento.
Contra esto: dice Inocencio III que este sacramento borra los pecados veniales y evita los mortales.
Respondo: En este sacramento se pueden considerar dos cosas: el sacramento mismo y su efecto. Y bajo los dos aspectos se aprecia que este sacramento tiene virtud para perdonar los pecados veniales. Porque se le recibe en forma de alimento que nutre. Ahora bien, el alimento de la comida es necesario al cuerpo para reparar el desgaste cotidiano producido por el calor natural. Pero también espiritualmente todos los días sufrimos un desgaste producido por el calor de la concupiscencia en los pecados veniales, que disminuyen el fervor de la caridad, como fue demostrado en la Segunda Parte (2-2, q.24 a.10; 54 a.3). Por eso, es competencia de este sacramento el perdonar los pecados veniales. De ahí que San Ambrosio en su libro De Sacramentis diga que este pan cotidiano se toma para remedio de la cotidiana debilidad. Y el efecto de este sacramento es la caridad no sólo considerada como hábito, sino también como acto que, impulsado por este sacramento, elimina los pecados veniales. Por consiguiente, es claro que la virtud de este sacramento perdona los pecados veniales.

A las objeciones:
1. Los pecados veniales, aunque no son contrarios al hábito de la caridad, son contrarios, sin embargo, al fervor de sus actos, que tienen un incentivo en este sacramento. Y es precisamente este fervor el que hace desaparecer los pecados veniales.
2. Este texto no ha de entenderse en el sentido de que el hombre pueda encontrarse alguna vez sin pecado venial, sino en el sentido de que los santos en el curso de su vida no pueden evitar los pecados veniales.
3. La eficacia de la caridad que produce este sacramento es mayor que la fuerza de los pecados veniales. Mientras que éstos no pueden impedir completamente el acto de la caridad. Y la misma razón vale para este sacramento.

Artículo 5: ¿Remite este sacramento toda la pena debida al pecado? lat
Objeciones por las que parece que este sacramento remite toda la pena debida al pecado.
1. Con este sacramento, lo hemos dicho ya (a.1.2), el hombre recibe en sí el efecto de la pasión de Cristo, lo mismo que con el bautismo. Pero con el bautismo recibe la remisión de toda la pena en virtud de la pasión de Cristo, la cual satisfizo plenamente por todos los pecados, como se ha dicho más arriba (q.69 a.5). Luego parece que con este sacramento se obtiene la remisión de toda la pena debida al pecado.
2. Dice el papa Alejandro: No puede haber sacrificio mayor que el del cuerpo y la sangre de Cristo. Pero con los sacrificios de la antigua ley el hombre satisfacía por sus pecados, ya que se dice en Lev 4 y 5: Si un hombre pecase ofrecerá (esto o lo otro) por su pecado y se le perdonará. Luego, mucho más vale este sacramento para la remisión de toda la pena.
3. Consta que este sacramento remite algo del reato de la pena, puesto que a algunos se les impone como satisfacción la celebración de misas. Pero por la misma razón de que remite una parte de la pena, puede remitirse también la otra, ya que la virtud de Cristo, contenida en este sacramento, es infinita. Luego parece que este sacramento remite toda la pena.
Contra esto: si fuera así, no haría falta imponer al hombre otras penas, como no se imponen al bautizado.
Respondo: La eucaristía es a la vez sacrificio y sacramento. Tiene razón de sacrificio en cuanto que se ofrece, y tiene razón de sacramento en cuanto que se recibe. Y, por eso, tiene efecto de sacramento en quien la recibe, y efecto de sacrificio en quien lo ofrece o en aquellos por quienes se ofrece.
Si, pues, se la considera como sacramento, la eucaristía produce su efecto de dos maneras: una, directamente por la propia virtud del sacramento; otra, por una cierta concomitancia, como ya se dijo al hablar del contenido del sacramento (q.76 a.1.2).
Por la propia virtud del sacramento la eucaristía produce el efecto para el que fue instituida. Pues bien, no ha sido instituida para satisfacer, sino para alimentar espiritualmente por la unión con Cristo y con sus miembros, de la misma manera que el alimento se une a quien se nutre de él. Pero como esta unión se alcanza por la caridad, cuyo fervor obtiene la remisión no sólo de la culpa, sino también de la pena, de ahí que, como consecuencia, por una cierta concomitancia con el efecto principal, el hombre consiga la remisión de la pena, no de toda, sino de la que alcancen su devoción y su fervor. Considerada como sacrificio, sin embargo, la eucaristía tiene efecto satisfactorio. Pero en la satisfacción pesa más la disposición del oferente que la grandeza de las cosas ofrecidas, por lo que el Señor en Lc 21,4 dijo de la viuda que echó dos monedas, que había echado más que nadie. Por consiguiente, aunque esta oblación, por la grandeza de lo ofrecido, sea suficiente para satisfacer toda la pena, se hace satisfactoria, no obstante, sólo para aquellos por quienes se ofrece, o para aquellos que lo ofrecen, según la medida de su devoción, y no por toda la pena a ellos debida.

A las objeciones:
1. El sacramento del bautismo está directamente destinado a la remisión de la culpa y de la pena, pero no la eucaristía. Porque el bautismo se da al hombre como asociado a la muerte de Cristo, mientras que la eucaristía se le da como necesitado de alimento y de perfección por medio de Cristo. Luego la comparación no vale.
2. Los otros sacrificios y las otras oblaciones, a diferencia del sacrificio eucarístico, no producían la remisión de toda la pena ni por la grandeza de la cosa ofrecida ni por la devoción del hombre. Y por esta devoción sucede que tampoco ahora queda remitida toda la pena.
3. El hecho de que con este sacramento se condone solamente parte de la pena y no toda, no depende de la insuficiencia de la virtud de Cristo, sino de la insuficiencia de la devoción humana.

Artículo 6: ¿Preserva al hombre este sacramento de los pecados futuros? lat
Objeciones por las que parece que este sacramento no preserva al hombre de los pecados futuros.
1. Muchos de los que reciben dignamente este sacramento caen después en pecado. Lo cual no sucedería si este sacramento preservase de los pecados futuros. Luego el efecto de este sacramento no es preservar de los pecados futuros.
2. La eucaristía es el sacramento de la caridad, como antes se ha dicho. Pero no parece que la caridad preserve de los pecados futuros, porque, una vez obtenida, se puede perder por el pecado, como se dijo en la Segunda Parte (2-2, q.24 a.11). Luego parece que tampoco este sacramento preserva al hombre del pecado.
3. El origen del pecado en nosotros es la ley del pecado que está en nuestros miembros, como dice el Apóstol en Rom 7,23. Pero la mitigación del impulso pecador, que es la ley del pecado, no se encuentra entre los efectos de este sacramento, sino más bien entre los del bautismo. Luego preservar de los pecados futuros no es efecto de este sacramento.
Contra esto: dice el Señor en Jn 6,50: Este es el pan que ha bajado del cielo para que, si alguno come de él, no muera. Lo cual, claro es, no ha de entenderse de la muerte corporal. Luego debe entenderse que este sacramento preserva de la muerte espiritual, causada por el pecado.
Respondo: El pecado es una especie de muerte espiritual del alma. Por tanto, uno se preserva del pecado futuro como preserva su cuerpo de la muerte futura. Lo cual acontece de dos maneras. Una, dando vigor interior a la naturaleza humana contra los agentes internos de corrupción, y así, lo preserva de la muerte con la comida y la medicina. Otra, defendiéndole de los enemigos exteriores, y así, lo preserva con las armas de que está dotado su cuerpo.
Pues bien, de una y otra manera preserva del pecado este sacramento. Primera, porque uniendo a Cristo por la gracia robustece la vida espiritual del hombre como alimento espiritual y medicina espiritual, según aquello del Sal 103,15: El pan refuerza el corazón del hombre. Y San Agustín dice en Superlo.: Acércate confiado, es pan y no veneno. Segunda, en cuanto que es signo de la pasión de Cristo, por la que han sido vencidos los demonios. Por lo que San Juan Crisóstomo dice en Super lo.: Volvemos de esa mesa como leones lanzando llamas, convertidos en seres terribles para el mismo diablo.

A las objeciones:
1. El efecto de este sacramento se percibe en el hombre según la condición humana, como el influjo de toda causa activa se recibe en la materia según la condición de la materia. Ahora bien, el hombre viador es de tal condición que su libre albedrío puede doblegarse al bien o al mal. Por eso, aunque este sacramento tenga en sí mismo la fuerza de preservar del pecado, no le quita al hombre la posibilidad de pecar.
2. También la caridad, de suyo, preserva al hombre del pecado, según se dice en Rom 13,10: El amor del prójimo no hace el mal. Pero la mutabilidad del libre albedrío es lo que hace que uno peque, después de haber estado en posesión de la caridad, como después de haber recibido este sacramento.
3. Aunque este sacramento no esté destinado directamente a disminuir el impulso pecador, lo disminuye, sin embargo, como consecuencia, al aumentar la caridad. Porque, como dice San Agustín en su libro Octoginta Trium Quaestionum: El aumento de la caridad es disminución de la pasión. Ahora bien, directamente este sacramento confirma el corazón del hombre en el bien. Por lo que también preserva al hombre del pecado.

Artículo 7: ¿Aprovecha este sacramento a alguien más de aquellos que lo toman? lat
Objeciones por las que parece que este sacramento solamente aprovecha a quien lo toma.
1. Este sacramento es del mismo género que los otros, puesto que se enumera como uno de ellos. Pero los otros sacramentos no aprovechan más que a quienes los reciben: el efecto del bautismo, por ej., no aprovecha más que a quien se bautiza. Luego tampoco este sacramento aprovecha más que a aquellos que lo toman.
2. El efecto de este sacramento es la consecución de la gracia y la gloria, y la remisión de la culpa, al menos venial. Luego si este sacramento produjese efecto en alguien más que en aquellos que lo toman, podría acontecer que alguien consiguiese la gloria y la gracia y la remisión de la culpa sin participar activa ni pasivamente en él, sino sólo porque otros le ofrecen o le reciben.
3. Multiplicada la causa, se multiplica el efecto. Luego si este sacramento aprovecha a más de quienes lo reciben, se seguiría que aprovecharía más a uno comulgando con muchas hostias consagradas en una misa, lo cual está en desacuerdo con el pensamiento de la Iglesia, como también lo está el que muchos comulguen por la salud de uno. Luego no parece que este sacramento aproveche más que a quien lo recibe.
Contra esto: en la celebración de este sacramento se ruega por otros muchos, lo cual sería inútil si con este sacramento no se les pudiese ayudar. Luego este sacramento aprovecha no sólo a los que le reciben.
Respondo: Como se ha dicho antes (a.5), la eucaristía no sólo es sacramento, sino también sacrificio. Este sacramento, en efecto, en cuanto representa la pasión de Cristo, en la que Cristo se ofreció a sí mismo como víctima a Dios, como se dice en Ef 5,2, tiene razón de sacrificio. Pero en cuanto que otorga la gracia invisible a través de especies visibles, tiene razón de sacramento. Así, pues, la eucaristía aprovecha como sacramento y como sacrificio a quienes la reciben, porque se ofrece por todos ellos. Se dice, efectivamente, en el Canon de la misa: para que cuantos recibimos el cuerpo y la sangre de tu Hijo, al participar aquí de este altar, bendecidos con tu gracia, tengamos también parte en la plenitud de tu reino. Pero a quienes no lo reciben les aprovecha como sacrificio, ya que se ofrece también por su salvación. Por lo que en el Canon de la misa se dice: Acuérdate, Señor, de tus siervos y siervas, por quienes te ofrecemos o que ellos mismos te ofrecen este sacrificio de alabanza: por ellos y por todos los suyos, por la redención de sus almas, por la esperanza de su salvación y glorificación. Uno y otro modo de aprovechar los expresó el Señor cuando dijo en Mt 26,28: que por vosotros, o sea, los que le recibían, y por muchos, los demás, será derramada para la remisión de los pecados.
A las objeciones:
1. Este sacramento, a diferencia de los otros, es también sacrificio. Luego la comparación no vale.
2. Como la pasión de Cristo aprovecha a todos para la remisión de la culpa y la obtención de la gracia y de la gloria, pero no tiene efecto más que en quienes se unen a la pasión de Cristo por la fe y la caridad, así este sacrificio, que es memorial de la pasión del Señor, tampoco tiene efecto más que en quienes se unen a este sacramento por la fe y la caridad. Por eso dice San Agustín en Ad Renatum: ¿Por quién se ofrecerá el cuerpo de Cristo, sino por aquellos que son sus miembros? De ahí que en el Canon de la misa no se ore por los que están fuera de la iglesia. No obstante, también a éstos les aprovecha más o menos, en la medida de su devoción.
3. La comunión pertenece a la razón de sacramento, pero la oblación pertenece a la razón de sacrificio. Por tanto, el hecho de que sean uno o varios los que comulgan no ayuda a los otros más. De la misma manera que porque un sacerdote consagre más hostias en una misa tampoco se multiplican los efectos de este sacramento, ya que ahí no hay más que un sacrificio. Porque en muchas hostias consagradas no hay más virtud que en una sola, pues en todas y cada una está Cristo por entero. Por lo que si alguien en una misa comulgase con muchas hostias consagradas tampoco percibiría en mayor cuantía el efecto del sacramento. En diversas misas, sin embargo, se multiplica la oblación del sacrificio, en cuyo caso se multiplica el efecto del sacrificio y del sacramento.

Artículo 8: ¿Impide el pecado venial el efecto del sacramento? lat
Objeciones por las que parece que el pecado venial no impide el efecto de este sacramento.
1. San Agustín, comentando las palabras de Jn 6,50-52: Si uno come de este pan, etc., dice: Comed espiritualmente el pan celeste, aportad inocencia al altar, que vuestros pecados, aunque sean cotidianos, no sean mortíferos. De donde se deduce que los pecados cotidianos, que se llaman pecados veniales, no impiden el alimento espiritual. Pero los que se alimentan espiritualmente reciben el efecto de este sacramento. Luego los pecados veniales no impiden el efecto de este sacramento.
2. Este sacramento no posee menos virtud que el bautismo. Pero, como se ha dicho ya (q.69 a.9.10), el efecto del bautismo solamente es impedido por la ficción, en cuya categoría no están los pecados veniales, porque, como se dice en Sab 1,5: El Espíritu Santo, que nos educa, huye de la doblez¡ el cual, sin embargo, no huye con los pecados veniales. Luego tampoco los pecados veniales impiden el efecto de este sacramento.
3. Lo que queda eliminado por la acción de una causa, no puede impedir el efecto de esa causa. Pero los pecados veniales quedan eliminados por la acción de este sacramento. Luego no impiden su efecto.
Contra esto: dice San Juan Damasceno en su IV libro: Que el fuego de nuestro deseo, que está en nosotros, asumiendo la llama que viene de esta brasa, o sea, de este sacramento, abrase nuestros pecados e ilumine nuestros corazones, para que con la participación del fuego divino seamos inflamados y deificados. Pero el fuego de nuestro deseo o de nuestro amor se ve impedido por los pecados veniales, que impiden el fervor de la caridad, como se demostró en la Segunda Parte (2-2, q.24 a.10; q.54 a.3). Luego los pecados veniales impiden el efecto de este sacramento.
Respondo: Los pecados veniales pueden ser considerados de dos maneras: una, como pecados; otra, como actualmente cometidos. Bajo el primer punto de vista, los pecados veniales no impiden de ningún modo el efecto de este sacramento. Puede suceder, en efecto, que uno, después de cometer muchos pecados veniales, se acerque devotamente a este sacramento, y consiga el efecto de este sacramento plenamente. Bajo el segundo punto de vista, los pecados veniales no impiden totalmente el efecto de este sacramento, sino sólo en parte. Ya se dijo, en efecto, que el efecto de este sacramento no es solamente la consecución habitual de la gracia y de la caridad, sino también un cierto sustento actual de dulzura espiritual. Un sustento que queda impedido cuando alguien se acerca a este sacramento con la mente entretenida en pecados veniales. Pero no impide el aumento de la gracia habitual o de la caridad.

A las objeciones:
1. Quien se acerca a este sacramento en estado de pecado venial, le come espiritualmente de modo habitual, pero no actual. Por lo que percibe el efecto habitual de este sacramento, pero no el actual.
2. El bautismo no está destinado, como éste, al efecto actual, que es el fervor de la caridad. Porque el bautismo es una regeneración espiritual por la que se adquiere la primera perfección, que es el hábito o la forma. Mientras que este sacramento es una comida espiritual que lleva consigo un deleite actual.
3. El argumento vale para los pecados veniales pasados, que desaparecen con este sacramento.

Sigue asi, a ti no te reportaran Novohispano ni nadie je je je jeeeeee
 
Re: La Doctrina De La Transubstanciación refutada

La Doctrina De La Transubstanciación

El Concilio de Trento afirma: "Porque Cristo, nuestro Redentor, dijo que lo que ofrecía bajo la especie de pan era verdaderamente su Cuerpo, se ha mantenido siempre en la Iglesia esta convicción, que declara de nuevo el Santo Concilio: por la consagración del pan y del vino se opera el cambio de toda la substancia del pan en la substancia del Cuerpo de Cristo nuestro Señor y de toda la substancia del vino en la substancia de su sangre; la Iglesia Católica ha llamado justa y apropiadamente a este cambio transubstanciación” (CIC, 1376).

El catecismo dice: “Sólo los presbíteros válidamente ordenados pueden presidir la Eucaristía y consagrar el pan y el vino para que se conviertan en el Cuerpo y la Sangre del Señor” (CIC N° 1411).

La iglesia católica basa la doctrina de la transubstanciación en Juan 6:53. El pasaje dice asi: “Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros”.

Otro pasaje de la biblia que la iglesia católica usa para basar su doctrina es este: "Porque yo recibí del Señor lo que también os he enseñado: Que el Señor Jesús, la noche que fue entregado, tomó pan; y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí. Asimismo tomó también la copa, después de haber cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre; haced esto todas las veces que la bebiereis, en memoria de mí" (1 Corintios 11:23-25).

La iglesia católica cree que Jesus hablaba literalmente. Pero eso es absurdo. Si entendemos de manera literal que el pan y el vino es Jesus mismo literalmente en toda su humanidad y deidad, entonces Jesus enseño a blasfemar.

Si el pan y el vino es el Señor Jesus por la consagración, entonces:

1. Si Jesus es comido con cuerpo, alma y naturaleza Divina entonces el catolico es canibal.

Los únicos, en la biblia, que comieron un cuerpo humano con sangre, fueron los perros que comieron a Jezabel y personas que se apartaron de Dios.
Isaías 9:20 dice: "Cada uno hurtará a la mano derecha, y tendrá hambre, y comerá a la izquierda, y no se saciará; cada cual comerá la carne de su brazo".
Este pasaje habla de hurtar y de comer. Si hurtar es malo, comer la carne humana es pecado.

Levítico 26:29 dice: “Comeréis la carne de vuestros hijos, y la carne de vuestras hijas comeréis”.

Este pasaje habla de personas desobedientes que como consecuencia de su pecado y rebelión sufrirán las consecuencias y castigos de Dios. En el mismo capitulo se advierte que eso sucedera sidesdeñareis mis decretos, y vuestra alma menospreciare mis estatutos, no ejecutando todos mis mandamientos, e invalidando mi pacto” (Levitico 26:15).

Jeremias 19:9 dice: “Y les haré comer la carne de sus hijos y la carne de sus hijas, y cada uno comerá la carne de su amigo durante el sitio y en la aflicción con que les afligirán sus enemigos y los que buscan su vida”.

Estos pasajes no aprueban el canibalismo, sino que son consecuencias y castigos por haber pecado.

Lamentaciones 4:10 dice: “Las manos de mujeres compasivas cocieron a sus propios hijos, que les sirvieron de comida a causa de la destrucción de la hija de mi pueblo”.

Estos pasajes hablan de como mujeres que eran compasivas llegaron en su desesperación a hacer algo tan abominable, como cocinar a sus propios hijos y comerlos.

Flavio Josefo, hablando sobre la destrucción de Jerusalén por los romanos al mando del general Tito dice: “Mientras tanto, incontables miles de judíos morían de hambre. En cada casa donde había el menor bocado de comida, los parientes luchaban por él. Transidos de hambre, los proscritos husmeaban como perros enloquecidos, royendolo lo que fuera: cinturones, zapatos e incluso el cuero de sus escudos. Otros devoraban manojos de paja, y luego sucedió el horroroso caso de María de Betezuba. Distinguida en familia y fortuna, María había huido a Perea a Jerusalén, pero sus propiedades habían sido saqueadas por los tiranos durante el asedio, y su comida por los registros diarios de sus seguidores. Enloquecida por el hambre, tomó a su bebé que tenía en su pecho, y dijo: “ìPobre bebé! ¿Por qué debería preservarte para la guerra, el hambre y la rebellion? Ven, sé mi alimento (…) con esto, mató a su pequeño, asó su cuerpo, y devoró la mitad del mismo, ocultando el resto. Los rebeldes llegaron al instante (…) amenazándola si no les entregaba lo que había preparado (…) destapando los restos del bebé. Ellos se quedaron paralizados de horror (…) y les dijo: Servíos porque yo ya he tenido mi parte (…) pero si sois melindrosos y no aprobáis mi sacrificio, dejadme el entonces el resto para mí. Ellos salieron temblando (…) mientras que los romanos quedaban horrorizados –por el – canibalismo infantil…” (Guerra de los judíos, libro VII, caps. VII-VIII, sec. 223-225, Adaptación de Paul L. Maier).

Josefo dice que los romanos se horrorizaron por el canibalismo.

2. Si el pan y el vino son el cuerpo y sangre de Cristo de manera literal, entonces cuando el cristiano lo come, lo que esta haciendo es asesinar a Cristo con los dientes. El apóstol Pedro condeno a lo judíos por haber matado a Cristo, asi que si un católico cree en la doctrina de la transubstanciación, lo que debe de creer es que matar a Jesus es algo moral y bueno, y asi contradecir al apostol Pedro.

3. Si Jesús esta en la boca y por alguna razon no intencionada se vomita ese pan y vino, entonces el catolico echa de su boca a Jesus en el suelo. Lo cual no puede ser posible. Jesus no puede estar en una situación asi.

4. Es absurda, si uno participa de la eucaristia y en ese momento alguien se come el pan y el vino, entonces los muchos otros que participan en ese mismo tiempo tienen tambien a Jesus en sus bocas y asi hay muchos Jesus. Jesus solo como Espiritu puede ser omnipresente, pero su cuerpo fisico no, eso no es posible, por lo tanto la doctrina catolica en realidad hace que haya mas de un Jesús físico.Asi que eso significaria que hay muchos Jesus. Si todas las galletas y jugos de uva son un solo Jesus, entonces toda esa comida junta hace del cuerpo de Cristo uno muy grande a diferencia del cuerpo de Cristo, lo que solo contradeciría la misma postura católica.

5. Cuando se participa de la eucaristia, al comer a Jesus, lo que se hace es mezclar la naturaleza carnal heredada de Adan con la naturaleza Santa e inmaculada de Jesus.Los católicos no aceptan que Maria haya tenidoun cuerpo pecaminoso para engendrar a Jesús, pero si creen que Jesus se mezcla con una naturaleza pecaminosa, cuando Jesus es comido, supuestamente de manera literal. Lo que ellos hacen es solo contradecirse.

6. Se vuelve blasfema, porque Jesús estaria en medio de excremento y gusanos. Jesus en ese caso estaría en una situacion que solo un catolico puede concebir y aceptar con alegría.

7. Esta creencia hace que uno se convierta en un vampirista. Dios prohibe el comer sangre. La iglesia ordeno que los creyentes no coman sangre (Hechos 15:28-29).

Dios no prohibio comer sangre de animal solamente. La razón por la que una persona no puede comer sangre es que la vida de la carne esta en la sangre. Levítico 17:10-12 deja esto bien claro: "Si cualquier varón de la casa de Israel, o de los extranjeros que moran entre ellos, comiere alguna sangre, yo pondré mi rostro contra la persona que comiere sangre, y la cortaré de entre su pueblo. Porque la vida de la carne en la sangre está, y yo os la he dado para hacer expiación sobre el altar por vuestras almas; y la misma sangre hará expiación por la persona. Por tanto, he dicho a los hijos de Israel: Ninguna persona de vosotros comerá sangre, ni el extranjero que mora entre vosotros comerá sangre".

La vida de la carne humana tambien esta en la sangre, asi pues la sangre humana tampoco se puede comer por la misma razón que no se puede comer la sangre de animales.

Otra razón por la que no se debe comer la sangre de Cristo de manera literal es porque su sangre era para hacer expiación, lo mismo que la sangre de los animales que eran para expiación.

8. Esta creencia catolica, supone que este pan y vino son literalmente Jesus en toda su deidad y humanidad; pero con sabores distintos, lo que solo resulta ser solo una contradiccion, pero al catolico le parece suficiente con decir que ese pan y ese vino es un Cristo literal en toda su deidad y humanidad, pero que el sabor no lo sea, eso es absurdo. Un Cristo que es literalmente Dios hombre, no puede tener accidentes.

9. Esta creencia supone que un catolico (al creerla y aceptarla) abandonó su derecho a pensar y espera que sus lideres principales piensen por ellos.

No pueden tomarse de manera literal las palabras de Jesus en Juan 6 cuando dice: "Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros" (Juan 6:53). El Señor acostumbraba hablar de manera figurada, por ejemplo decía “vosotros sois la sal” “Yo soy el pan de vida” (Juan 6:48); “Yo soy la resurrección y la vida” (Juan 11:25); “Yo soy la vid verdadera(Juan 15:1), "Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo" (Juan 10:9), “Ustedes son la sal del mundo” (Mateo 5:13), etc.

Cuando Jesus hablo de comer su cuerpo y beber su sangre estaba hablando de creer en El. Jesús dijo: "Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; yel que en mí cree, no tendrá sed jamás" (Juan 6:35).

En este pasaje podemos ver de manera muy clara que Jesus esta hablando de "el que a mi viene" y del "que en mi cree" no tendra hambre ni tendra sed jamas.
Siendo Jesus el pan y su sangre el vino (jugo de uva) tiene sentido de que al "ir a El" y "creer en El" se sacia nuestra hambre y sed. Por lo tanto el comer y el beber significan creer en Cristo. Creo que este pasaje aclara si este "comer" y "beber" es algo literal o tiene un significado figurado, a saber "ir a Cristo", "creer en Cristo" como lo dice el mismo pasaje.

Cuando el Señor Jesus dijo: "Mi comida es que haga la voluntad del que me envió" (Juan 4:34). "Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia" (Mateo 5:6) no hablaba de comer literalmente. Tampoco debemos de entender de manera literal el que Jesus dijera que el pan era su cuerpo y el vino su sangre.

Un católico me dijo una vez que cada vez que la biblia usa los terminos comer y beber en sentido figurado siempre se hace en sentido negativo. Pero como podemos ver, Jesus en Juan 4:34, no usa la palabra comer en sentido negativo. En Isaias 55 tampoco se usa en sentido negativo.

El Señor Jesus, había hablado a sus discípulos en alegorías. "Estas cosas os he hablado en alegorias" (Juan 16:25). ¿Qué le hace pensar al católico que el Señor Jesus no pudo haber hablado en sentido figurado?

Cuando Jesus dijo: “Destruyan este templo y lo levantare de nuevo en tres dias"(Juan 2:19) los judios interpretaron esta declaración de Jesus de manera literal, el mismo error en el que los catolicos caen cuando interpretan Juan 6 sobre el pan y el vino como cuerpo y sangre de Cristo.

Los católicos citan Lucas 22:19 para demostrar que el pan era literalmente el cuerpo de Cristo. El pasaje dice: “Y tomó el pan y dio gracias, y lo partió y les dio, diciendo: Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado; haced esto en memoria de mí”.

Pero como dice Norman Geisler y Thomas Howe: El contexto se opone a tomar esto literalmente. Todos concuerdan en que, cuando Jesús dijo esto, se refería al pan. Lucas dice: "Tomó el pan, dio gracias, lo partió... diciendo "este es mi cuerpo" (Luc. 22:19). Pero era obvio para todos que el cuerpo verdadero de Jesús estaba sosteniendo el pan con sus manos. Así, pues, ninguno de los discípulos presentes podría haber interpretado que Jesús quería decir que el pan era su cuerpo verdadero”(Cuando los críticos preguntan).

Ademas el mismo pasaje nos dice que se hacían en memoria de Cristo.

Ademas de lo dicho, Jesus, cada vez que se llamo a si mismo con un titulo comenzando con los términos “Yo soy” siempre fue en lenguaje figurado en el evangelio de Juan. Lo que demostraría que cuando El se llama a si mismo “El pan de Vida” El debe haber estado hablando en lenguaje figurado.
Veamos unos ejemplos:

1. Yo soy la Luz del mundo (Juan 8:12). Esto es lenguaje figurado.
2. Yo soy la Puerta (Juan 10:9). Esto es lenguaje figurado.
3. Yo soy el Buen Pastor (Juan 10:11).Esto es lenguaje figurado.
4. Yo soy la Resurrección y la Vida (Juan 11:25-26). Esto es lenguaje figurado.
5. Yo soy el Camino, y la Verdad, y la Vida (Juan 14:6).Esto es lenguaje figurado.
6. Yo soy la Vid (Juan 15:5).Esto es lenguaje figurado.

Pese a la evidencia, la iglesia católica quiere que creamos que es literal la afirmación que Jesus hace de si, al llamarse “Yo soy el Pan de Vida” (Juan 6:35).No, no podemos creer lo que a todas luces se entiende de manera figurada.

El historiador y experto en Civilizaciones Will Durant escribio que la creencia en la transubstaciacion como se enseña en el catolicismo romano es "una de las ceremonias mas antiguas de las religiones primitivas" (Will Durant, Historia de la Civilizacion pag.741).

En 1 Corintios 11:26 se refuta la falsa doctrina de la transubstanciación. "Porque todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que venga". La frase, "hasta que venga," nos dice que Cristo no esta en la tierra físicamente. Eso quiere decir que Cristo no es literalmente ese pan ni ese vino.

En 1 Corintios 11:28 leemos: "Por tanto pruébese cada uno a si mismo, y coma así de aquel pan, y beba de aquella copa”. Si el pan fue convertido en el cuerpo de Cristo, y la copa en la sangre de él, ¿por qué no dijo Pablo: "coma así de aquel cuerpo, y beba de aquella sangre"?

El Papa Virgilio escribió unas palabras que perturban a los católicos, las que quiero citar. Estas son: "La Carne de Cristo cuando estaba en la tierra no estaba en el cielo, y ahora porque esta en el cielo no esta en la tierra" (Cont. Eutiques 1, II).Este papa contradijo la enseñanza de la transubstanciacion.
Una noticia que lei decía: "Buenos Aires, 11 de Febrero de 2002. En una nota titulada «Profanación», el arzobispo de Paraná, Estanislao Karlik, denunció que el viernes «una persona, que llevaba la hostia consagrada a un enfermo imposibilitado de salir de su hogar, fue asaltada por un delincuente que le arrebató la cartera con violencia y huyó con su compañero llevándose el Sacramento de la Eucaristía, que constituye el tesoro más grande de la Iglesia, porque contiene al mismo Jesucristo Nuestro Señor»..."
(http://www.zenit.org/spanish/visualizza.phtml?sid=16479).

¿Se robaron al Señor Jesucristo, el cual es Dios-hombre? Eso es absurdo, pero cabe en la mente católica.

Charles Chíniquy escribió esta anécdota: ¿Nos ha dado Dios oídos para oír, ojos para ver e inteligencia para entender? ¡El Papa dice que no! Pero el Hijo de Dios dice que sí: No entendéis ni comprendéis? ¿Aún tenéis endurecido vuestro corazón? ¿Teniendo ojos no veis y teniendo oídos no oís? ¿Y no recordáis?” (Mc. 8: 17 y 18). Esta apelación solemne de nuestro Salvador a nuestro sentido común derriba la estructura completa de Roma. El Papa lo sabe, por tanto, los Católico-romanos son advertidos a no confiar en el testimonio de sus oídos, ojos e inteligencia. En la JeuneLorette vivía un sacerdote jubilado que estaba ciego. Para ayudarle, los sacerdotes. Alrededor de Qüebec lo cuidaban por turnos en sus casas parroquiales. Los concilios de Roma han prohibido a los sacerdotes ciegos decir la misa, pero a causa de su elevada piedad, él obtuvo del Papa el privilegio de celebrar la misa corta de la Virgen que sabía perfectamente de memoria. Una mañana, el sacerdote anciano estaba en el altar diciendo su misa. Yo estaba en la sacristía escuchando confesiones, cuando el joven sirviente vino y me dijo: –Le llama el Padre Daule, por favor, venga pronto. Temiendo que algo hubiera sucedido a mi anciano amigo, corrí a él. Lo encontré palpando nerviosamente al altar con sus manos como en búsqueda de algo muy precioso. Llegando cerca de él, le pregunté: –¿Qué desea usted? El respondió con un grito de angustia: –¡El buen dios ha desaparecido del altar! ¡Está perdido! Con la esperanza de que estaba equivocado y que sólo había dejado caer al suelo, por algún accidente, al buen dios (Le Bon Dieu), hicimos la búsqueda más minuciosa, pero no encontramos al buen dios. Al principio, acordándome de los miles de milagros que había leído de desapariciones y maravillosos cambios de las formas del dios oblea, llegó a mi mente que habíamos presenciado un gran milagro. Pero pronto cambié de opinión. La iglesia de Beauport estaba habitada por las ratas más audaces einsolentes que jamás he visto. Muchas veces al decir la misa, yo había visto las trompas feas de variasde ellas. Fueron atraídas por el olor de la oblea recién hecha. Querían desayunar el cuerpo, sangre, alma y divinidad de mi Cristo. Pero como yo estaba constantemente moviéndome y rezando en voz alta, las ratas invariablemente se asustaban y huían a sus escondites secretos.El Padre Daule sinceramente creía lo que todo sacerdote de Roma está obligado a creer: que él tenía el poder para convertir la oblea en dios. Inclinando mi cabeza al angustiado sacerdote anciano, le pregunté: –¿No ha quedado, como suele, un largo tiempo sin moverse en la adoración del buen dios después de la consagración? Prontamente contestó: –Sí, pero, ¿Qué relación tiene eso con la pérdida del buen dios? Repliqué en una voz baja, pero con un acento honesto de angustia y asombro: –¡Algunas ratas arrastraron y comieron al buen dios! –¿Qué me dice? –replicó el Padre Daule, –¿El buen dios, arrastrado y comido por ratas? –Sí, –contesté, –no tengo la menor duda. –¡Dios mío, Dios mío! ¡Qué calamidad tan horrible me ha ocurrido! –exclamó el anciano, levantando sus manos y ojos al cielo, –¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué no me quitaste la vida antes que me ocurriera semejante desgracia? No pudo hablar más, su voz fue ahogado por sus sollozos. Al principio, yo no sabía qué decir. Mil pensamientos, algunos serios y otros sumamente absurdos,cruzaron mi mente. El sacerdote anciano lloraba como un niño. Me preguntó con una voz quebrantada por sollozos: –¿Qué debo hacer? Le respondí: –La Iglesia ha previsto sucesos de esta índole y ha provisto para ellos. Lo único que tiene que hacer es conseguir una oblea nueva, consagrarla y continuar su misa como si nada extraño hubiera sucedido. Yo iré y le traeré una oblea nueva.Corrí a la sacristía y le llevé una oblea nueva, la cual consagró y convirtió en un nuevo dios y terminó su misa como le aconsejé. Después que terminó, llevé al desconsolado sacerdote anciano por la mano a mi casa parroquial. Intenté calmar sus sentimientos diciéndole que no era culpa suya; que este extraño y triste suceso no era el primero; que había sido previsto por la Iglesia, la cual nos dice qué hacer en estas circunstancias y que no había falta ni ofensa contra Dios ni los hombres de parte suya. Esperaba que el sentido común de mis palabras le ayudarían a vencer sus sentimientos, pero estaba equivocado. Sus lamentaciones eran tan amargas y largas como las de Jeremías. Por fin, perdí mi paciencia y dije: –Mi querido Padre Daule, a nuestro gran y justo Dios no le agradasemejante exceso de dolor y pesar por algo que estaba única y enteramente bajo el control de su poder y sabiduría eterna. –Señor Chíniquy, –contestó, –veo que faltas la atención y experiencia que tan frecuentemente falta entre los sacerdotes jóvenes. ¿No comprendes la terrible calamidad que acaba de ocurrir en tu iglesia? Si tuvieras más fe y piedad, llorarías conmigo. ¿Cómo puedes hablar tranquilamente de algo que hace llorar a los ángeles? ¡Nuestro Salvador arrastrado y comido por ratas! ¡Ay, gran Dios! ¿No sobrepasa esto la humillación y los horrores del Calvario? –Mi querido Padre Daule, –respondí, –permíteme decirle respetuosamente que sí entiendo, igual que usted, la naturaleza deplorable del evento de esta mañana y yo hubiera derramado mi sangre paraimpedirlo, pero hay que ver el hecho en su propia luz. No dependió de nuestra voluntad. Dios es el único que podría haberlo previsto o impedido. Le diré claramente mi propia opinión: si yo fuera Dios Todopoderoso y una miserable rata se acercara a mí para comerme, yo la mataría antes que pudiera tocarme” (Cincuenta años en la Iglesia de Roma).
 
Re: La Doctrina De La Transubstanciación refutada

Sigue asi, a ti no te reportaran Novohispano ni nadie je je je jeeeeee

Ahora nos corresponde tratar del uso o recepción de este sacramento (q.73 intr). Primero, en general (q.80). Segundo, del uso que hizo Cristo de este sacramento (q.81).
Esta cuestión plantea y exige respuesta a doce problemas:
Artículo 1: ¿Deben distinguirse dos modos de recibir el cuerpo de Cristo, a saber, corporal o espiritualmente? lat
Objeciones por las que parece que no deben distinguirse dos modos de recibir el cuerpo de Cristo, a saber, espiritual y sacramentalmente.
1. El bautismo es una regeneración espiritual, según lo que se dice en Jn 3,5: El que no renazca del agua y del Espíritu, etc., de la misma manera que este sacramento es un alimento espiritual, por lo que el Señor, refiriéndose a este sacramento, afirma en Jn 6,64: Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Pero acerca del bautismo no se distingue un doble modo de recibirlo, sacramentalmente uno, y espiritualmente el otro. Luego tampoco en este sacramento debe hacerse esta distinción.
2. No deben contraponerse dos cosas entre sí cuando una de ellas está ordenada a la otra, ya que la primera recibe la especie de la segunda. Pero la recepción sacramental está ordenada a la espiritual como a su fin. Luego no deben contraponerse la recepción sacramental y la espiritual.
3. No deben contraponerse dos cosas cuando una no puede existir sin la otra. Pero parece que nadie puede comulgar espiritualmente sin comulgar también sacramentalmente. De otro modo, los antiguos patriarcas habrían recibido espiritualmente este sacramento. Además, sería inútil la recepción sacramental si se pudiese tener sin ella la espiritual. Luego no se debe distinguir la doble recepción, o sea, la sacramental y la espiritual.
Contra esto: al comentar aquellas palabras de 1 Cor 11,29: Quien come y bebe indignamente, etc., dice la Glosa: Hay dos modos de comerle: uno sacramental, y otro espiritual.
Respondo: En la recepción de este sacramento hay que considerar dos cosas, a saber: el mismo sacramento y su efecto, de las que ya hemos hablado (1.7379). Pues bien, el modo perfecto de recibirlo es cuando uno lo recibe de tal manera que recibe también el efecto. Ahora bien, acontece algunas veces, como se ha dicho más arriba (1.79, a.3.8), que uno es impedido de recibir el efecto de este sacramento, y tal recepción es imperfecta. Y, como lo perfecto se contrapone a lo imperfecto, así la recepción sacramental, en la que sólo se recibe el sacramento sin su efecto, se contrapone a la recepción espiritual, en la que se recibe el efecto de este sacramento, efecto por el que el hombre se une a Cristo por la fe y la caridad.
A las objeciones:
1. También en el bautismo, como en los otros sacramentos, se da una distinción parecida, porque algunos reciben solamente el sacramento, mientras que otros reciben el sacramento y su efecto. Hay aquí, sin embargo, una diferencia, porque, como los otros sacramentos se realizan con el uso de la materia, recibir el sacramento equivale a realizarlo. Mientras que este sacramento se realiza en la consagración de la materia, por lo que tanto el uso sacramental como el espiritual es posterior al sacramento. Ahora bien, en el bautismo y en los otros sacramentos que imprimen carácter, los que reciben el sacramento reciben siempre un efecto espiritual, que es el carácter, cosa que aquí no sucede. Por eso, en este sacramento se distingue más el uso sacramental y el espiritual que en el bautismo.
2. La recepción sacramental que produce la recepción espiritual no se contrapone a ésta, sino que la incluye. Pero la recepción sacramental que no produce el efecto espiritual sí se contrapone a la espiritual, de la misma manera que lo imperfecto, que no alcanza la perfección de la especie, se contrapone a lo perfecto.
3. Como se ha afirmado ya (1.68 a.2; 73 a.3), se puede recibir el efecto del sacramento si se desea recibir el sacramento, aunque no se reciba de hecho. Y, por esto, de la misma manera que algunos son bautizados con el bautismo de deseo por el ansia que tienen del bautismo antes de recibir el bautismo de agua, así también algunos reciben espiritualmente este sacramento antes de recibirlo sacramentalmente. Pero esto acontece de dos maneras. Una, por el deseo de recibir el sacramento mismo. Y de este modo se bautizan y comulgan espiritualmente, y no sacramentalmente, los que desean recibir estos sacramentos después de su institución. Otra, figurativamente. Dice, en efecto, el Apóstol en 1 Cor 10,2ss que los Padres antiguos fueron bautizados en la nube y en el mar y que comieron la comida espiritual y bebieron la bebida espiritual. Con todo, no es inútil la comunión sacramental, porque la recepción del sacramento produce más plenamente el efecto del mismo que el solo deseo, como se dijo más arriba hablando del bautismo (1.69 a.4 ad2).

Artículo 2: ¿Solamente el hombre puede recibir espiritualmente este sacramento o pueden recibirlo también los ángeles? lat
Objeciones por las que parece que no solamente el hombre puede recibir espiritualmente este sacramento, sino que también pueden recibirlo los ángeles.
1. Comentando las palabras de Sal 77,25: El hombre comió pan de ángeles, dice la Glosa: o sea, el cuerpo de Cristo, que es verdaderamente alimento de los ángeles. Pero esto sería falso si los ángeles no comiesen espiritualmente a Cristo. Luego los ángeles comen espiritualmente a Cristo.
2. Dice San Agustín en Super lo.: El Señor quiere darnos a entender que esta comida y esta bebida es la sociedad del cuerpo y de sus miembros, que es la Iglesia de los predestinados. Pero a esta sociedad no solamente pertenecen los hombres, sino también los santos ángeles. Luego también los santos ángeles comen espiritualmente.
3. En su libro De Verbis Dominiz dice San Agustín: Tenemos que alimentarnos espiritualmente de Cristo, pues, como él mismo ha dicho, «quien come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él». Pero esta permanencia se verifica no sólo con los hombres, sino también con los santos ángeles, en quienes Cristo está y ellos en él por la caridad. Luego parece que alimentarse espiritualmente no sólo es cosa de los hombres, sino también de los ángeles.
Contra esto: dice San Agustín en Super lo.: Comed espiritualmente el pan del altar, aportad inocencia al altar. Pero no es propio de los ángeles acercarse al altar para tomar algo de él. Luego los ángeles no se alimentan espiritualmente.
Respondo: Cristo está contenido en este sacramento no en estado natural, sino en estado sacramental. Por tanto, el alimento espiritual puede verificarse de dos modos. Primero, alimentándose de Cristo en su estado natural. Y así es como los ángeles se alimentan espiritualmente de Cristo, uniéndose a él con la fruición de la caridad perfecta y con la clara visión (éste es el pan que nos espera en la patria) y no por la fe, como nosotros nos unimos a él aquí en la tierra. Segundo, es posible alimentarse espiritualmente de Cristo, en cuanto que está presente bajo las especies de este sacramento, creyendo en él y deseando recibirlo sacramentalmente. Y esto es no sólo alimentarse de Cristo espiritualmente, sino también recibir espiritualmente este sacramento. Cosa que los ángeles no pueden hacer. Por consiguiente, aunque los ángeles se alimenten espiritualmente de Cristo, ellos no pueden recibir espiritualmente este sacramento.

A las objeciones:
1. La recepción de Cristo en este sacramento está destinada, como a su fin, a la fruición de la patria, en la que los ángeles gozan de él. Y, puesto que las cosas que están destinadas a un fin están subordinadas a ese fin, se sigue que la recepción de Cristo, por la que nosotros comulgamos con él en este sacramento, está subordinada, en cierto modo, a aquella recepción por la cual gozan de Cristo los ángeles en la patria. Por eso se dice que el hombre come pan de ángeles, porque primero y principalmente es de los ángeles que gozan de él en su estado natural, y, después, de los hombres que reciben a Cristo en este sacramento.
2. A la sociedad del cuerpo místico pertenecen los hombres por la fe, y los ángeles por la clara visión. Pero los sacramentos están adecuados a la fe, por la que se ve la verdad como en un espejo y confusamente (1 Cor 13,12). Por lo tanto, aquí en la tierra, propiamente hablando, no corresponde a los ángeles, sino a los hombres, alimentarse con este sacramento.
3. Aquí en la tierra Cristo está en los hombres a través de la fe. Pero en los ángeles está por la clara visión. Luego la comparación no vale, como se ha dicho ya (ad 2).

Artículo 3: ¿Solamente el hombre justo puede recibir a Cristo sacramentalmente? lat
Objeciones por las que parece que solamente el hombre justo puede recibir a Cristo sacramentalmente.
1. Dice San Agustín en su libro De Remedio Poenitentiaez: ¿Para qué preparas los dientes y el estómago? Cree y ya habrás comido. Porque creer en él es comer este pan vivo. Pero el pecador no cree en él, ya que no tiene una fe formada que consiste en creer en Dios, como se dijo en la Segunda Parte (2-2, q.2 a.2; q.4 a.5). Luego el pecador no puede alimentarse con este sacramento, que es pan vivo.
2. Aún más: este sacramento es por antonomasia el sacramento de la caridad, como se dijo más arriba. Pero de la misma manera que los infieles carecen de la fe, así también todos los pecadores carecen de la caridad. Ahora bien, no parece que los infieles puedan recibir sacramentalmente este sacramento, ya que en la forma de este sacramento se dice que es misterio de fe. Luego, por la misma razón, tampoco puede un pecador alimentarse con el cuerpo de Cristo.
3. El pecador es más abominable para Dios que la criatura irracional. Se dice, en efecto, en Sal 48,21 del hombre pecador: El hombre en los honores no comprende, se asemeja a la bestia enmudecida. Pero los animales brutos, como el ratón o el perro, no pueden recibir este sacramento, como tampoco pueden recibir el bautismo. Luego parece que, por la misma razón, tampoco los pecadores podrán recibir este sacramento.
Contra esto: comentando las palabras de Jn 6,50: Para que quien lo coma no muera, dice San Agustín: Muchos lo reciben del altar, y recibiéndolo mueren, por lo que dice el Apóstol: Comen y beben su propia condena. Pero no mueren al comerlo más que los pecadores. Luego los pecadores reciben sacramentalmente el cuerpo de Cristo, y no solamente los justos.
Respondo: Acerca de este problema, algunos antiguos se equivocaron al afirmar que los pecadores no reciben el cuerpo de Cristo ni siquiera sacramentalmente, sino que, tan pronto como toma contacto con los labios del pecador, deja de estar el cuerpo de Cristo en las especies sacramentales. Pero ésta es una opinión errónea. Porque deroga la verdad de este sacramento según la cual, como hemos visto (q.76 a.6 ad 3; q.77 a.8), mientras permanecen las especies, el cuerpo de Cristo no deja de estar en ellas. Ahora bien, las especies permanecen todo el tiempo que permaneciese la sustancia del pan si estuviese allí, como se ha dicho ya (q.77 a.4). Pero es claro que la sustancia del pan que asume el pecador no deja al instante de existir, sino que permanece hasta que sea digerida por el calor natural. Por tanto, todo ese tiempo permanece el cuerpo de Cristo en las especies sacramentales recibidas por el pecador. Por consiguiente, hay que decir que el pecador puede recibir sacramentalmente el cuerpo de Cristo, y no solamente los justos.
A las objeciones:
1. Estas palabras y otras semejantes han de entenderse como dichas de la comunión espiritual, que no reciben los pecadores. Y, por eso, el error anteriormente indicado (c.) parece que procedía de una mala inteligencia de estas palabras, al no saber distinguir entre la comunión corporal y la espiritual.
2. Aunque un infiel reciba las especies sacramentales, recibe el cuerpo de Cristo en el sacramento. Por tanto, come a Cristo sacramentalmente si la palabra sacramentalmente se refiere a lo comido. Pero si se refiere a quien lo come, propiamente hablando no lo come sacramentalmente, porque no lo toma como sacramento, sino como una comida corriente. A no ser que el infiel intentase recibir lo que ofrece la Iglesia, aunque no tuviera fe verdadera acerca de los otros artículos, o, incluso, acerca de este sacramento.
3. Aunque un ratón o un perro se comiesen una hostia consagrada, la sustancia del cuerpo de Cristo no dejaría de estar bajo las especies todo el tiempo que esas especies permanecen, o sea, todo el tiempo que permaneciese la sustancia del pan. Lo mismo que si se la arrojase al fango. Y esto no merma la dignidad del cuerpo de Cristo, que quiso ser crucificado por los pecadores sin que por ello disminuyese en nada su dignidad, tanto más cuanto que el ratón o el perro no entran en contacto con el cuerpo de Cristo en su estado natural, sino solamente en las especies sacramentales.
Algunos, sin embargo, han afirmado que, en el momento en que el ratón o el perro tocasen el sacramento, el cuerpo de Cristo dejaría de estar allí. Lo cual también derogaría la verdad de este sacramento, como se acaba de decir (c.). Pero tampoco puede decirse que un animal bruto coma el cuerpo de Cristo sacramentalmente, porque él no puede utilizarle como sacramento. Por lo que comería el cuerpo de Cristo no sacramentalmente, sino de modo accidental, como si lo comiese uno que come una hostia consagrada sin saber que está consagrada. Y puesto que lo que sucede accidentalmente no se clasifica en ningún género, resulta que este modo de comer el cuerpo de Cristo no es uno más, además del sacramental y el espiritual.


Artículo 4: ¿Comete pecado el pecador que recibe el cuerpo de Cristo sacramentalmente? lat
Objeciones por las que parece que el pecador que recibe el cuerpo de Cristo sacramentalmente no comete pecado.
1. No goza Cristo de mayor dignidad bajo las especies sacramentales que en su estado natural. Pero los pecadores que tocaban el cuerpo de Cristo en su estado natural no pecaban, antes bien obtenían el perdón de sus pecados, como se lee en Lc 7,36ss de la mujer pecadora, y en Mt 4,36, donde se dice que quienes tocaban la orla de su manto quedaban curados. Luego no sólo no pecan, sino que alcanzan la salud recibiendo el sacramento del cuerpo de Cristo.
2. Este sacramento, como los otros, es una medicina espiritual. Pero la medicina se da a los enfermos para que sanen, según aquello de Mt 9,12: No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. Ahora bien, los enfermos o indispuestos espiritualmente son los pecadores. Luego este sacramento puede recibirse sin culpa.
3. Puesto que este sacramento contiene en sí al mismo Cristo, ha de ser enumerado entre los máximos bienes. Ahora bien, los mayores bienes, como dice San Agustín en su libro De Lib. Azrb., son aquellos de los que nadie puede usar mal. Pero nadie peca si no es abusando de alguna cosa. Luego ningún pecador recibiendo este sacramento comete ningún pecado.
4. De la misma manera que este sacramento es percibido por el gusto y el tacto, así también es percibido por la vista. Luego si el pecador comete pecado por percibirlo con el gusto y el tacto, parece que también pecaría mirándolo. Lo cual, evidentemente, es falso, puesto que la Iglesia lo propone para ser visto y adorado por todos. Luego el pecador no comete pecado recibiendo este sacramento.
5. A veces sucede que el pecador no es consciente de su pecado. Pero es que parece que este pecador no cometería pecado recibiendo el cuerpo de Cristo, porque, si pecara, todos los que le reciben pecarían por exponerse al peligro de tener pecado, ya que dice el Apóstol en 1 Cor 4,4: Cierto que de nada me arguye la conciencia, mas no por eso me creo justificado. No parece, pues, que el pecador caiga en culpa recibiendo este sacramento.
Contra esto: dice el Apóstol en 1 Cor 11,29: Quien lo come y lo bebe indignamente, come y bebe su propia condena. Y comenta la Glosa: LO come y lo bebe indignamente quien vive en pecado y lo trata de modo irreverente. Luego quien está en pecado mortal y recibe este sacramento, merece la condena por pecar mortalmente.
Respondo: En este sacramento, como en los otros, lo que es sacramento es signo de lo que es la cosa producida por el sacramento. Ahora bien, la cosa producida por este sacramento es doble, como se ha dicho ya (q.60 a.3 s.q.; q.73 a.6). Una, significada y contenida en el sacramento, y que es el mismo Cristo. Otra, significada y no contenida, y que es el cuerpo místico de Cristo: la sociedad de los santos. Por tanto, quienquiera que recibe este sacramento, por el mero hecho de hacerlo, significa que está unido a Cristo e incorporado a sus miembros. Pero esto se realiza a través de una fe formada, fe que nadie que esté en pecado mortal tiene. Es claro, pues, que quienquiera que reciba este sacramento en pecado mortal, comete una falsedad con él. Por lo que incurre en sacrilegio como violador del sacramento y, consiguientemente, peca mortalmente.
A las objeciones:
1. Cuando Cristo vivía entre los hombres no se dejaba tocar por ellos como signo de unión espiritual con él, que es como se ofrece aquí en este sacramento. Por eso, los pecadores que le tocaban entonces no incurrían en el pecado de falsedad hacia las cosas divinas, como incurren los pecadores que le reciben en este sacramento. Además, Cristo presentaba entonces una carne semejante a la del pecado (Rom 8,3), por lo que era normal que se dejase tocar de los pecadores. Pero, una vez eliminada la semejanza del pecado en su carne por la gloria de la resurrección, prohibió que le tocase la mujer que tenía dudas acerca de él, según se dice en Jn 20,17: No me toques, que todavía no he subido a mi Padre, a saber, en tu corazón, como explica San Agustín. Por consiguiente, los pecadores que no tienen fe formada acerca de él son excluidos del contacto con este sacramento.
2. No todas las medicinas son buenas para todas las enfermedades. Porque una medicina que se da a quienes se han librado de la fiebre para fortalecerles, dañaría a los que tienen fiebre todavía. Pues así, el bautismo y la penitencia son como medicinas purgativas, que se suministran para quitar la fiebre del pecado. Mientras que este sacramento es una medicina reconfortante, que no debe suministrarse más que a los que se han librado del pecado.
3. Por máximos bienes entiende ahí San Agustín las virtudes del alma, de las que nadie usa mal como principios de mal uso, como es evidente en el caso de quien se ensoberbece de su virtud. Pues así este sacramento, que, de suyo, no es principio de mal uso, sino objeto. Por lo que dice San Agustín: El hecho de que muchos reciben indignamente el cuerpo del Señor nos advierte de cómo debemos evitar recibir mal el bien. He aquí que el bien se convierte en mal cuando el bien se recibe mal. Por el contrario, para el Apóstol el mal se convirtió en bien por recibir bien el mal, o sea, por soportar pacientemente el estímulo de Satanás.
4. La vista no percibe el cuerpo mismo de Cristo, sino solamente su sacramento, ya que la vista no penetra hasta la sustancia del cuerpo de Cristo, sino sólo a las especies sacramentales, como se ha dicho ya (q.76 a.7). Pero quien comulga, no sólo recibe las especies sacramentales, sino también a Cristo, que está bajo ellas. Por eso, a ninguno que haya recibido el sacramento de Cristo, o sea, a ningún bautizado, se le prohíbe ver el cuerpo de Cristo. A los no bautizados, sin embargo, no se les ha de admitir ni siquiera a la visión de este sacramento, como dice Dionisio en su obra Eccles. Hier.. Pero a la comunión solamente se han de admitir los que están unidos a Cristo no sólo sacramentalmente, sino también realmente.
5. El no tener conciencia de su pecado puede acontecerle a uno de dos maneras. Primera, por su culpa, bien porque ignorando la ley, con una ignorancia que no excusa de la culpa, piensa que no es pecado lo que es pecado, por ej., si un fornicador pensase que la simple fornicación no es pecado mortal, o por negligencia en el examen de sí mismo, contra lo cual previene el Apóstol, cuando dice en 1 Cor 11,28: Examínese cada uno a sí mismo antes de comer este pan y beber este cáliz. En tales condiciones, el pecador que recibe el cuerpo de Cristo peca aunque no tenga conciencia de su pecado, porque esa ignorancia es para él un pecado.
Segunda, sin culpa suya, como cuando uno se arrepiente de su pecado, pero no está suficientemente contrito. En tal caso, no peca por recibir el cuerpo de Cristo, pues el hombre nunca sabe con certeza si está verdaderamente contrito. Le basta, sin embargo, encontrar en sí mismo los signos de la contrición, como dolerse de los pecados pasados y proponerse evitar los pecados futuros.
Pero si ignora que lo que hizo es un pecado, con ignorancia de hecho, la cual excusa (n.13), como quien se acerca a otra mujer pensando que era la suya, no se le ha de considerar por esto pecador. Igualmente, si uno se olvida completamente de su pecado, basta para que se le perdone la contrición general, como después se dirá (véase Supl. q.2 a.3 ad 2). En cuyo caso no debe considerarse pecador.


Artículo 5: Acercarse a este sacramento con conciencia de pecado, ¿es el más grave de todos los pecados? lat
Objeciones por las que parece que acercarse a este sacramento con conciencia de pecado es el más grave de todos los pecados.
1. Dice el Apóstol en 1 Cor 11,27: Quien comiere el pan y el cáliz del Señor indignamente, será reo del cuerpo y de la sangre del Señor. Y comenta la Glosa: Será castigado como si hubiese matado a Cristo. Pero parece que el pecado de los que mataron a Cristo fue el más grave de todos. Luego también este pecado, por el que uno se acerca a la mesa del Señor con conciencia de pecado, será el más grave de todos.
2. Pregunta San Jerónimo en una Carta: ¿Qué tienes tú que ver con las mujeres, tú que hablas con Dios en el altar? Dime, sacerdote; dime, clérigo, ¿cómo besas al Hijo de Dios con los mismos labios con que besas a la hija de una meretriz? Oh, Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del hombre? Por donde se ve que el fornicario, acercándose a la mesa de Cristo, peca como Judas pecó, cuyo pecado fue gravísimo. Pero hay otros muchos pecados más graves que el pecado de fornicación, especialmente el pecado de incredulidad. Luego el pecado de cualquier pecador que se acerca a la mesa de Cristo es gravísimo.
3. Es más abominable para Dios la inmundicia espiritual que la corporal. Pero si alguien arrojase el cuerpo de Cristo al fango o al estercolero, su pecado sería considerado como gravísimo. Luego peca más gravemente recibiéndole en estado de pecado, por ser éste una inmundicia espiritual.
Contra esto: comentando el texto de Jn 15,22: Si no hubiese venido y no les hubiese hablado no tendrían pecado, dice San Agustín que esto hay que entenderlo del pecado de incredulidad, el cual contiene todos los pecados. Por lo que se ve que éste no es el pecado más grave, sino que es más grave el de la incredulidad.
Respondo: Como ya se manifestó en la Segunda Parte, un pecado puede ser más grave que otro de dos maneras. Una, por sí mismo; otra, por las circunstancias. Por sí mismo, en razón de su especie, especie que viene designada por el objeto. Y, en este sentido, cuanto más importante es aquello contra lo cual se peca, tanto más grave es el pecado. Y puesto que la divinidad de Cristo es más importante que su humanidad, y puesto que la misma humanidad es más importante también que el sacramento de la humanidad, los pecados más graves son los que se cometen contra la misma divinidad, como es el pecado de la incredulidad y el de la blasfemia. Por orden de gravedad vienen, en segundo lugar, los pecados que se cometen contra la humanidad de Cristo. Por lo que en Mt 12,32 se dice: Al que diga una palabra contra el Hijo del hombre, se le perdonará. Pero al que la diga contra el Espíritu Santo, no se le perdonará ni en este mundo ni en el otro. En tercer lugar están los pecados que se cometen contra los sacramentos que pertenecen a la humanidad de Cristo. Y, por último, están los pecados contra las criaturas.
Por las circunstancias, un pecado es más grave que otro por parte de quien peca: un pecado de ignorancia, por ejemplo, o de debilidad es más leve que un pecado de desprecio o cometido con pleno conocimiento. Y dígase lo mismo de otras circunstancias. En este sentido, el pecado de que hablamos en algunos puede ser más grave: por ej., en aquellos que por puro desprecio se acercan a este sacramento con conciencia de pecado. En otros, sin embargo, es menos grave: por ej., en aquellos que reciben este sacramento con conciencia de pecado por miedo a pasar ante los demás como pecadores. Por todo lo cual, es evidente que este pecado es específicamente más grave que otros muchos, pero no es el más grave de todos.

A las objeciones:
1. El pecado de quienes reciben indignamente este sacramento se compara al de los que dieron muerte a Cristo por una cierta semejanza, porque ambos se cometen contra el cuerpo de Cristo, pero no porque la gravedad del crimen sea la misma, pues el pecado de los que mataron a Cristo fue mucho más grave. Primero, porque ese pecado se cometió contra el cuerpo de Cristo en estado natural, mientras que éste se comete contra el cuerpo de Cristo en las especies sacramentales. Segundo, porque aquel pecado se cometió con la intención de dañar a Cristo, cosa que no se da aquí.
2. Al fornicario que comulga se le compara con Judas besando a Cristo por semejanza de los dos pecados, ya que tanto uno como otro ofenden a Cristo a través del signo del amor, pero no por la gravedad de los mismos, como acabamos de decir (ad 1). Pero este tipo de semejanza puede hacerse tanto con los fornicarios como con los otros pecadores, pues también los otros pecados mortales se oponen a la caridad de Cristo —de la cual es signo este sacramento—, y tanto más cuanto más graves son los pecados. En cierto sentido, sin embargo, el pecado de fornicación hace al hombre más inepto para recibir este sacramento, ya que este pecado es el que más somete el espíritu a la carne, con lo que se impide el fervor de la caridad que se requiere en este sacramento. Pero pesa más el impedimento que va contra la caridad misma que contra su fervor. Por eso, el pecado de incredulidad, que separa radicalmente al hombre de la unidad de la Iglesia, hablando en absoluto, es el que hace al hombre más inepto para recibir este sacramento, que es el sacramento de la unidad de la Iglesia, como ya se dijo. De donde se deduce que peca más gravemente el infiel que recibe este sacramento que el pecador fiel; el infiel, además, ultraja más a Cristo, presente en este sacramento, muy especialmente si no cree que Cristo está verdaderamente presente en él, porque, en lo que de él depende, disminuye la santidad de este sacramento y la virtud de Cristo que opera en él, que es ultrajar el sacramento en sí mismo. Sin embargo, el fiel que comulga con conciencia de pecado, no ultraja este sacramento en sí mismo, sino en su uso, por recibirlo indignamente. Por eso el Apóstol en 1 Cor 11,29, dando la razón de ese pecado, dice: No discerniendo el cuerpo del Señor, o sea, no distinguiéndole de los otros alimentos. Y esto hace, sobre todo, quien no cree que Cristo está presente en este sacramento.

3. Quien tirase al lodo este sacramento pecaría más gravemente que quien se acercase a él con conciencia de pecado mortal. En primer lugar, porque lo haría con la intención de ultrajar este sacramento, cosa que no pretende quien recibe indignamente el cuerpo del Señor. Segundo, porque el hombre pecador es capaz de la gracia, por lo que también es más apto para recibir este sacramento que cualquier criatura irracional. Por eso abusaría al máximo de este sacramento quien se lo echase a los perros o lo tirase al fango para ser pisoteado.

Artículo 6: ¿Debe el sacerdote negar la comunión al pecador que se la pide? lat
Objeciones por las que parece que el sacerdote debe negar la comunión al pecador que se la pide.
1. No se puede violar un precepto de Cristo para evitar el escándalo o la infamia de nadie. Pero el Señor nos ha dado este precepto en Mt 7,6: No echéis lo santo a los perros. Ahora bien, se echa lo santo a los perros sobre todo cuando se da este sacramento a los pecadores. Luego, ni para evitar el escándalo ni para evitar la infamia de nadie debe darse este sacramento al pecador que lo pide.
2. De dos males hay que escoger el menor. Pero la infamia del pecador o la entrega de una hostia no consagrada parece que es menos malo que el pecado mortal que cometería el pecador recibiendo el cuerpo de Cristo. Luego parece que se ha de elegir o la infamia del pecador que pide el cuerpo de Cristo o darle una hostia sin consagrar.
3. A veces se da el cuerpo de Cristo a los que son sospechosos de un delito para desenmascararlos. Se lee, en efecto, en Decretis, II q.4: Acontece con frecuencia que en los monasterios de monjes se cometen robos. Por consiguiente, establecemos que, debiendo librarse los mismos monjes de tales imputaciones, celebre una misa el abad o uno de los hermanos presentes y, terminada la misa, comulguen todos diciéndoles estas palabras: El cuerpo de Cristo te sirva hoy de prueba. Y más adelante: Si se imputare algún maleficio a un obispo o sacerdote, por cada imputación debe celebrar misa y comulgar y declararse inocente por cada una de las imputaciones. Pero no conviene descubrir a los pecadores ocultos, porque, como dice San Agustín en su libro De Verbis Domini, si arrojan la máscara de la vergüenza, pecarán con más descaro. Luego no hay que dar el cuerpo de Cristo a los pecadores ocultos aunque lo pidan.
Contra esto: comentando aquellas palabras de Sal 21,30: Comieron y adoraron todos los opulentos de la tierra, dice San Agustín: El que distribuye el sacramento no excluya de la mesa del Señor a los opulentos, o sea, a los pecadores.
Respondo: Al hablar de pecadores hay que distinguir. Algunos, en efecto, son ocultos, mientras que otros son manifiestos, o por la evidencia de los hechos, como son los usureros públicos y los rateros públicos, o por sentencia de un tribunal eclesiástico o civil. Pues bien, a los pecadores públicos no se les debe dar la sagrada comunión aunque la pidan. Por lo que San Cipriano escribe: Por la estima en que me tienes has querido pedirme mi parecer sobre los cómicos y sobre ese gran mago que, afincado entre vosotros, continúa todavía ejerciendo su vergonzoso arte: si debe darse a éstos la sagrada comunión, como a los demás cristianos. Pienso que desdice de la majestad divina y de la doctrina evangélica el dejar contaminar la santidad y el honor de la Iglesia con esa peste tan torpe y tan infame.
Pero si los pecadores no son notorios, sino ocultos, no se les puede negar la sagrada comunión cuando la piden. Puesto que a todo cristiano, por el mero hecho de estar bautizado, se le admite a la mesa del Señor, no se le puede privar de su derecho si no es por una causa manifiesta. Por lo que, comentando aquello de 1 Cor 5,11: Si uno entre vosotros, llamándose hermano, etc., dice la Glosa agustiniana: No podemos prohibir la comunión a nadie a no ser que espontáneamente haya confesado su culpa o haya sido procesado o condenado por un tribunal eclesiástico o civil. Puede, sin embargo, el sacerdote que está al corriente de la culpa amonestar privadamente al pecador oculto, o advertir genéricamente a todos en público de que no deben acercarse a la mesa del Señor antes de arrepentirse de sus pecados y de reconciliarse con la Iglesia. Porque después de la penitencia y de la reconciliación no se puede negar la comunión tampoco a los pecadores públicos, especialmente en trance de morir. Por eso se lee en el Concilio de Cartago: No se niegue la reconciliación con Dios a las gentes del teatro, a los cómicos, ni a otras personas semejantes, ni a los apóstatas que se han convertido a Dios.

A las objeciones:
1. Está prohibido echar lo santo a los perros, o sea, a los pecadores públicos. Pero las culpas ocultas no pueden ser castigadas públicamente, sino que han de ser relegadas al juicio divino.
2. Aunque sea peor para un pecador oculto pecar mortalmente comulgando que ser difamado, sin embargo para el sacerdote que da la comunión es peor pecar mortalmente difamando injustamente a un pecador oculto que dejar que éste peque mortalmente. Porque nadie puede cometer un pecado mortal para librar a otro de pecar. Por lo que San Agustín dice en el libro Quaestionum Super Gen.: Es una compensación sumamente peligrosa cometer nosotros un mal para evitar que otro haga una cosa peor. Sin embargo, el pecador oculto debería elegir antes la infamia que acercarse indignamente a la mesa del Señor. Pero en ningún caso debe darse una hostia no consagrada por una consagrada, porque el sacerdote que hiciese esto se haría responsable, por su parte, de la idolatría cometida por cuantos creerían consagrada aquella hostia, ya fueran las personas presentes o el mismo que la recibiera, ya que, como dice San Agustín: Que nadie tome la carne de Cristo sin antes adorarla. A propósito de lo cual se dice en Extra, De celebratione missarum, cap. 7: De hominez: Aunque peque gravemente quien, teniendo conciencia de pecado y, juzgándose indigno, se acerca a comulgar, pecaría más gravemente quien de manera fraudulenta osase simular el sacramento.

3. Esos decretos han sido abrogados por documentos emanados de los romanos Pontífices en sentido contrario. Dice, efectivamente, el papa Esteban: Los sagrados cánones no permiten arrancar una confesión valiéndose de la prueba del hierro candente o del agua hirviendo. En nuestro derecho hemos de juzgar los delitos, admitidos por confesión espontánea o hechos públicos por la acreditación de testigos. Esos delitos ocultos o ignotos han de ser relegados a quien conoce el corazón de los hijos de los hombres. Y las mismas normas se encuentran en Extra, De purgationibus, cap. 8: Ex tuarumz. En todos estos casos, efectivamente, parece que se tienta a Dios, por lo que no se puede hacer sin pecado. Y más grave sería, al parecer, que en este sacramento, instituido como remedio de salvación, alguien encontrase un juicio de muerte. Por eso, en ningún caso debe darse este sacramento a nadie que sea sospechoso de crimen como medio de inquisición.

Artículo 7: ¿Impide recibir el cuerpo de Cristo la polución nocturna? lat
Objeciones por las que parece que la polución nocturna no impide recibir el cuerpo de Cristo.
1. A nadie le está prohibida la recepción del cuerpo de Cristo si no es porque está en pecado. Dice, en efecto, San Agustín en XII Super Gen. ad Litt.: La imagen que se produce en la mente de quien habla se hace tan viva en la visión del que sueña, que no se distingue entre la cópula carnal soñada y la verdadera. La carne se excita, y, a tal excitación, sigue lo que suele seguir. Todo esto acaece tan sin pecado como sin pecado se cuenta al despertar, aunque para decirlo tenga que pensarse en ello. Luego la polución nocturna no impide que el hombre reciba el sacramento.
2. Dice San Gregorio en su carta Ad Augustinum episcopum anglorumz: Si alguien se llega a su mujer no por el deseo del placer, sino solamente por la procreación de los hijos, debemos dejarle libre para que su conciencia juzgue si es digno de entrar en la Iglesia o de recibir el misterio del cuerpo del Señor, porque no debemos prohibir que lo reciba quien, estando en contacto con el fuego, no tiene conciencia de quemarse. Por donde se ve que la polución carnal, aun durante la vigilia, si tiene lugar sin pecado, no es obstáculo para que el hombre reciba el cuerpo de Cristo. Luego mucho menos será obstáculo la polución nocturna del que duerme.
3. La polución nocturna parece que comporta solamente una inmundicia corporal. Pero otras inmundicias corporales que impedían —según la ley-la entrada al santuario (Lev 12 y 15), en la nueva ley no impiden la recepción del cuerpo de Cristo, como es el caso de la mujer puérpera, menstruante o que padece flujo de sangre, como recuerda San Gregorio a San Agustín, obispo de los anglos. Luego parece que la polución nocturna tampoco impide al hombre la recepción de este sacramento.
4. El pecado venial no impide al hombre recibir este sacramento, ni tampoco el pecado mortal después de la penitencia. Pero aun en el caso de que la polución nocturna proviniese de un pecado precedente, o de crápula, o de malos pensamientos, este pecado la mayor parte de las veces es venial, y si eventualmente fuese mortal, puede suceder que a la mañana siguiente uno se arrepienta y se confiese. Luego parece que no impide recibir este sacramento.
5. Es más grave el pecado de homicidio que el de fornicación. Pero si uno sueña por la noche que ha cometido un homicidio, un robo o cualquier otro pecado, no es obstáculo para que reciba el cuerpo de Cristo. Luego parece que mucho menos una fornicación soñada, seguida de polución, sea impedimento para recibir este sacramento. En cambio se dice en Lev 15,16: El varón que haya tenido emisión de esperma será inmundo hasta la tarde. Pero el inmundo no tiene acceso libre a los sacramentos. Luego parece que la polución nocturna impide la recepción de éste, que es el máximo sacramento.


Respondo: Acerca de la polución nocturna hay que afirmar dos cosas. Una, por razón de la cual el hombre queda impedido necesariamente de recibir este sacramento. Otra, por razón de la cual el hombre queda impedido no necesariamente, sino por una cierta congruencia, de recibir este sacramento.
Necesariamente impide al hombre recibir este sacramento sólo el pecado mortal. Y aunque la polución nocturna, considerada en sí misma, no puede ser pecado mortal, no obstante, por razón de la causa, tiene, a veces, conexión con el pecado mortal. Por lo que es preciso considerar la causa de la polución nocturna. Algunas veces proviene de una causa espiritual exterior, como los demonios, quienes, como se dijo en la Primera Parte (q.111 a.3), pueden influir en la fantasía y suscitar imágenes, de las que se sigue en ocasiones la polución. En otras ocasiones, la polución proviene de una causa intrínseca espiritual, como los pensamientos precedentes. Y otras veces proviene de una causa intrínseca corporal, como es la sobreabundancia de semen, la debilidad de la naturaleza, el exceso de comida o el exceso de bebida. Pues bien, cada una de estas tres causas puede darse sin pecado, con pecado venial o con pecado mortal. Y si se da sin pecado o con pecado venial, no impide necesariamente la comunión eucarística, de tal manera que el hombre, acercándose a ese sacramento, sea reo del cuerpo y de la sangre del Señor (1 Cor 11,21). Pero si se da con pecado mortal, sí que impide necesariamente la recepción de este sacramento.
La sugestión del demonio proviene, a veces, de la negligencia en disponerse para la devoción, una negligencia que puede ser pecado mortal o venial. Algunas veces, sin embargo, proviene de la sola malicia del demonio, interesado en impedir que el hombre reciba este sacramento. Por lo que se lee en Collationibus Patrumz que, padeciendo un monje polución siempre en coincidencia con las fiestas en que comulgaba, los más ancianos, dándose cuenta de que él no tenía ninguna responsabilidad en la cosa, decidieron que por eso no se abstuviera de la comunión, y así cesó la sugestión del demonio.
Del mismo modo, también los pensamientos precedentes lascivos pudieran tenerse sin ningún pecado, como, por ej., cuando uno se ve obligado a tenerlos por motivos de estudio o de controversia. Y si esto se hace sin concupiscencia ni complacencia, ésos no serán pensamientos inmundos, sino honestos, de los que, no obstante, puede seguirse la polución, como se ve por el texto antes citado de San Agustín. Algunas veces, sin embargo, los pensamientos precedentes tienen lugar con concupiscencia y complacencia. Pues bien, si en este caso hay consentimiento, hay pecado mortal, pero si no lo hay, será venial.
Igualmente, la causa corporal algunas veces se da sin pecado, como sucede, por ej., con la debilidad de la naturaleza, por la que, aun durante la vigilia y sin pecado, algunos padecen flujo seminal; o también cuando proviene de la abundancia de semen: de la misma manera que se da una sobreabundancia de sangre sin pecado, así también se da una sobreabundancia de semen, la cual, según el Filósofo, depende de la sobreabundancia de la sangre. En otras ocasiones, sin embargo, esta causa corporal se da con pecado, como cuando la cosa depende, por ej., de un exceso en la comida o en la bebida. Y esto, a su vez, puede ser también pecado venial o mortal, si bien el pecado mortal se da con más frecuencia en los pensamientos torpes, por la facilidad de consentir, que en el curso de la comida y la bebida. Por eso San Gregorio, escribiendo a San Agustín, obispo de los anglos, dice que uno se debe abstener de la comunión cuando la polución proviene de pensamientos lascivos, pero no cuando proviene del exceso de comer y beber, muy especialmente si se hace con necesidad.
Por consiguiente, se ha de tener en cuenta la causa de la polución, para juzgar si la polución nocturna impide necesariamente recibir el sacramento.
Por razón de una cierta congruencia, la polución nocturna impide la recepción de este sacramento por dos cosas. La primera, que siempre acompaña, es una cierta suciedad corporal, con la que, por respeto al sacramento, no es decente acercarse al altar, como lo demuestra el hecho de que quien quiere tocar algo sagrado primeramente se lava las manos, a no ser que dicha inmundicia sea perpetua o constante, como es la lepra o la hemorragia o algo parecido. La segunda es la divagación mental que sigue a la polución nocturna, sobre todo cuando acontece con imaginaciones obscenas. Con todo, este argumento, tomado de la congruencia, puede posponerse a razones de necesidad, conforme a lo que dice San Gregorio: Cuando lo exija la fiesta del día o haya que ejercer un ministerio porque falta un sacerdote, la necesidad se impone.

A las objeciones:
1. Nadie está necesariamente impedido de recibir este sacramento si no es por estar en pecado mortal. Pero, por una cierta congruencia, como se acaba de decir (c.), sí son varias las causas que a uno se lo pueden impedir.
2. El coito conyugal, cuando se realiza sin pecado, por ejemplo para engendrar prole o para cumplir con el débito, no impide la comunión eucarística más que en la medida en que la impida, como se acaba de decir, la polución nocturna tenida sin pecado, o sea, por inmundicia corporal y por distracción de la mente. Por cuya razón dice San Jerónimo en Super Mt.: Si no podían comer los panes de la proposición quienes habían tenido contacto con sus mujeres, cuánto menos podrá ser violado y tocado el pan que ha descendido del cielo, por los que poco antes han estado unidos en abrazos conyugales. Y no es que condenemos el matrimonio, sino que debemos abstenernos de las obras de la carne en el tiempo en que nos disponemos para comer la carne del cordero. Pero como esto se ha de entender por razones de congruencia, y no de necesidad, dice San Gregorio que a cada cual se le deje con su criterio. Mas si en el acto prevalece el deleite, y no el amor de la procreación, como ahí mismo añade San Gregorio, entonces debe prohibirse el acceso a este sacramento.
3. Como afirma San Gregorio en la carta anteriormente citada Ad Augustinum anglorum episcopum, en el Antiguo Testamento algunos eran declarados impuros de modo figurativo, y el pueblo de la nueva alianza lo entendió de modo espiritual. Por lo que estas inmundicias corporales, si son perpetuas o continuas, no impiden la recepción de este sacramento de salvación, como impedían el acceso a los sacramentos figurativos. Pero si son pasajeras, como las inmundicias de la polución nocturna, impiden la comunión por una cierta congruencia en el día en que ha tenido lugar la polución. Por eso se lee en Dt 23,10-11: Si hubiese entre vosotros un hombre que haya tenido polución durante el sueño, que salga del campamento y no vuelva basta la tarde, después de haberse lavado con agua.
4. Aunque la contrición y la confesión borren el reato de la culpa, no desaparecen, sin embargo, la inmundicia corporal y la distracción de la mente que acompañan a la polución.
5. El sueño de un homicidio no comporta una impureza corporal ni proporciona tanta distracción de la mente como un sueño fornicario, dada la intensidad del placer. Pero si el sueño de un homicidio tiene como causa un pecado, especialmente mortal, sí que impide la recepción de este sacramento en razón de su causa.

Artículo 8: La comida y la bebida tomadas anteriormente, ¿impiden la recepción de este sacramento? lat
Objeciones por las que parece que la comida o la bebida, tomadas anteriormente, no impiden la recepción del sacramento.
1. Este sacramento fue instituido por el Señor en la cena. Pero el Señor se lo dio a los discípulos después de la cena, como se dice en Lc 22,20 y en 1 Cor 11,25. Luego parece que también nosotros deberíamos tomar este sacramento después de tomar otros alimentos.
2. En 1 Cor 11,33-34 se dice lo siguiente: Cuando os reunís para comer, o sea, el cuerpo del Señor, esperaos unos a otros. Pero si alguno tiene hambre, que coma en su casa. De lo cual se deduce que, después de haber comido en su casa, uno puede recibir en la Iglesia el cuerpo de Cristo.
3. Se lee en el Concilio de Cartago, y que se encuentra en De Consecr. dist.1: El sacramento del altar debe celebrarse en ayunas, excepto el día aniversario en que se celebra la cena del Señor. Luego, al menos ese día, se puede recibir el cuerpo de Cristo después de tomar otros alimentos.
4. Tomar agua o medicina u otra comida o bebida en insignificante cantidad, o un resto de comida quedado en la boca, ni quebranta el ayuno eclesiástico ni hace desaparecer la sobriedad requerida para recibir este sacramento. Luego ninguna de estas cosas impide la recepción de este sacramento.
5. Algunos comen o beben bien entrada la noche, y, habiendo pasado, tal vez, una noche de insomnio, por la mañana temprano reciben los sagrados misterios sin haber hecho todavía la digestión. Pues bien, quedaría a salvo mejor la sobriedad requerida si estas personas comiesen un poco por la mañana temprano y comulgasen después sobre las tres de la tarde, teniendo en cuenta que, a veces, la distancia de tiempo es mayor. Luego parece que una comida así no impediría recibir este sacramento.
6. No se debe menor respeto a este sacramento antes que después de haberlo recibido. Pero, una vez recibido, se puede comer y beber. Luego también antes de recibirlo.
Contra esto: dice San Agustín en su libro Responsionum adjanuarium: Plugo al Espíritu Santo que, como honor aun sacramento tan grande, entrase en la boca de un cristiano el cuerpo del Señor antes que cualquier otro alimento.
Respondo: Una cosa puede impedir la recepción de este sacramento de dos maneras. Una, por su misma naturaleza, como es el pecado mortal, que está en oposición con el significado de este sacramento, como se ha dicho antes (a.4). Otra, por la prohibición de la Iglesia. Y la Iglesia prohibe recibir este sacramento después de haber comido o bebido por tres razones. Primera, por respeto a este sacramento, según dice San Agustín, para que entre en la boca del hombre antes que ésta se contamine con la comida o la bebida. Segunda, por su significado, dando a entender que Cristo, que es la realidad contenida en este sacramento, y su caridad deben fundamentarse en primer lugar en nuestros corazones, según aquello de Mt 6,33: Buscad ante todo el reino de Dios. Tercera, para evitar el peligro del vómito y de la embriaguez, cosas que a veces suceden por no comer los hombres con moderación, según la observación del Apóstol en 1 Cor 11,21: Mientras que uno pasa hambre, el otro se emborracha. Quedan exceptuados, sin embargo, de esta regla general los enfermos, a los que se ha de dar la comunión seguidamente, incluso después de la comida, cuando su vida corre peligro, para que no mueran sin la comunión, porque la necesidad no tiene leyes. De ahí que se diga en De Consecr. dist.II: Que el presbítero dé la comunión seguidamente al enfermo, para que no muera sin comulgar.

A las objeciones:
1. Como manifiesta San Agustín en el mismo libro: El hecho de que el Señor les diese la eucaristía después de la cena no quiere decir que los hermanos deban reunirse para recibir este sacramento después de haber comido o cenado, o que deban mezclarlo con la comida ordinaria, como lo hacían aquellos a quienes el Apóstol desaprueba y condena. Porque el Salvador, para encarecer la importancia de este misterio, quiso grabarlo en el corazón y en la memoria de los discípulos en último lugar. Pero no mandó que en adelante se guardase ese orden, sino que dejó esta decisión en manos de los Apóstoles, por quienes había de organizar las Iglesias.
2. Ese texto de San Pablo lo explica la Glosa de la manera siguiente: Si alguno tiene tanta hambre que no quiere esperar a los demás, que coma en su casa sus propios alimentos, o sea, que se alimente de pan terreno, y no tome después la eucaristía.
3. Esa norma se refiere a la costumbre que en algún tiempo se observaba en algún sitio, según la cual se recibía el cuerpo de Cristo sin estar en ayunas en el día en que se conmemoraba la cena del Señor. Pero esa misma norma ya ha sido abrogada. Porque, como dice San Agustín en el libro anteriormente citado, en todo el mundo se ha introducido este uso, es decir, de recibir el cuerpo de Cristo en ayunas.
4. Como ya se demostró en la Segunda Parte (q.147 a.6 ad 2), hay dos clases de ayuno: el primero es un ayuno natural, que lleva consigo la exclusión de todo lo que pueda tomarse como comida o bebida. Y este ayuno es el que se requiere para recibir este sacramento, según lo dicho (c.). Y por eso no se permite recibirlo después de tomar agua, comida, bebida o medicina ni siquiera en pequeña cantidad. Y no importa el hecho de que las cosas que se toman alimenten o no alimenten, o que se tomen solas o con otra cosa más, mientras se tomen como alimento o bebida. Sin embargo, los restos de comida que quedan en la boca, en el caso de que se ingieran, no impiden la recepción de este sacramento, pues no se ingieren como comida, sino como saliva. Y dígase lo mismo acerca de los restos de agua o de vino con los que uno se enjuaga la boca, mientras no se ingieran en cantidad apreciable, sino mezclados con la saliva, lo cual es imposible evitar. El otro es el ayuno eclesiástico, instituido para mortificación de la carne. Y este ayuno no se quebranta con las cosas que acabamos de decir porque no son nutritivas, y se toman sólo para favorecer la digestión.

5. Cuando se afirma: Este sacramento ha de entrar en la boca del cristiano antes que otro alimento, no se ha de entender en absoluto y respecto de todo tiempo. De otra manera, el que comiese y bebiese una vez, nunca podría recibir ya este sacramento. La frase debe entenderse dentro del mismo día. Y, aunque el principio del día sea distinto para unos y otros pueblos —para unos es el mediodía; para otros, el ocaso; para otros, la medianoche; para otros, la salida del sol—, la Iglesia, sin embargo, siguiendo el uso romano, lo hace coincidir con la medianoche. Por tanto, si después de la medianoche uno tomase como alimento algo de comida o bebida, no podría recibir este sacramento en el mismo día. Pero sí que podría si lo tomase antes de la medianoche. Y no importa, en lo que concierne al precepto, que, después de haber comido o bebido, uno haya dormido y hecho la digestión. Pero sí que importa la perturbación mental que algunos hombres padecen a causa del insomnio o de la indigestión. Por lo que si la perturbación es muy notoria, el hombre se incapacita para recibir el sacramento.

6. En el momento de recibir este sacramento se requiere la máxima devoción, porque es entonces cuando se recibe el efecto del sacramento. Ahora bien, esta devoción es obstaculizada más por cuanto precede a la comunión que por lo que sigue. Y ésta es la razón de que se haya establecido que los hombres ayunen antes de la comunión mejor que después. Sin embargo, debe existir un intervalo de tiempo entre la comunión y la ingestión de otros alimentos. Por eso se dice en la misa la oración de acción de gracias después de la comunión, y los que comulgan dicen sus oraciones privadas. Sin embargo, se estableció en los antiguos cánones por el papa Clemente, y que se encuentra en De Consecr. dist.II, que si se recibe la porción del Señor por la mañana temprano, los ministros que la recibieren deben ayunar hasta la hora sexta. Y si la reciben en la tercia o cuarta hora, que ayunen hasta la hora de vísperas. Antiguamente, no obstante, era más rara la celebración de la misa, y se hacía con mayor preparación. Pero ahora, por tener que celebrar con más frecuencia los sagrados misterios, no es fácil observar la antigua disciplina. Por eso ha quedado abrogada por la costumbre contraria.


Artículo 9: ¿Deben recibir este sacramento los que no tienen uso de razón? lat
Objeciones por las que parece que no deben recibir este sacramento los que no tienen uso de razón.
1. Para acercarse uno a este sacramento se requiere la devoción y haberse examinado a sí mismo, de acuerdo con el texto de 1 Cor 11,28: Examínese el hombre a sí mismo y coma entonces de este pan y beba de este cáliz. Pero esto no pueden hacerlo los que no tienen uso de razón. Luego a éstos no se les debe dar este sacramento.
2. Entre los que no tienen uso de razón se encuentran los obsesos, llamados también energúmenos. Pero a éstos se les priva, incluso, de mirar este sacramento, según atestigua Dionisio en su libro De Eccl. Hier.. Luego a los que carecen del uso de la razón no se les puede dar este sacramento.
3. Entre los que carecen del uso de la razón parece que los niños son los más inocentes. Pero a los niños no se les da este sacramento. Luego mucho menos a otros que carecen del uso de la razón.
Contra esto: se lee en el Concilio de Orange, y que se encuentra en Decretis XXVI q.6: Debe darse a los dementes todo lo que se orienta a la piedad. Por eso se les ha de dar la eucaristía, que es sacramento de la piedad.
Respondo: Hay dos modos de no tener uso de razón. Uno, porque se tiene débil el uso de la razón, como de quien ve mal se dice que no ve. Y puesto que éstos pueden percibir una cierta devoción hacia la eucaristía, no se les ha de negar. Otro, el de aquellos que carecen totalmente del uso de la razón, o porque nunca tuvieron uso de razón, sino que están así desde su nacimiento —en cuyo caso a éstos no se les puede dar la eucaristía, porque nunca se ha despertado en ellos la devoción a este sacramento—, o no siempre carecieron de la razón. Pues bien, si éstos, anteriormente, cuando se encontraban en estado de lucidez, dieron signos de devoción a este sacramento, debe dárseles la eucaristía en el trance de la muerte, a no ser que se tema un acceso de vómito o de expectoración. Por lo que se lee en el Concilio IV de Cartago, y que se encuentra en Decretis XXVI q.6: El enfermo que pide la penitencia, si, acaso, mientras llega el sacerdote a quien llamó, vencido por la enfermedad, perdiese el habla y la razón, den testimonio quienes le oyeron, y reciba la penitencia, y si se teme su muerte, reconcilíesele con la imposición de las manos e introdúzcasele en la boca la eucaristía.
A las objeciones:
1. Entre los que carecen del uso de la razón, unos pueden tener devoción actual al sacramento de la eucaristía; otros pueden haberla tenido en el pasado.
2. Dionisio habla así de los energúmenos no bautizados todavía, de quienes no ha desaparecido aún el poder del demonio, presente todavía en ellos por el pecado original. Pero los bautizados, que son vejados corporalmente por los espíritus inmundos, están en el mismo caso que los demás dementes. Por lo cual Casiano dice: No recordamos que nuestros mayores hayan negado nunca la comunión sacrosanta a éstos, o sea, a los vejados por los espíritus inmundos.
3. Los niños recién nacidos se encuentran en la misma situación de los dementes que nunca tuvieron uso de razón. Por eso no se les han de dar los sagrados misterios, aunque algunos griegos hagan lo contrario, por decir Dionisio, en II De Eccl. Hier., que a los bautizados se les ha de dar la sagrada comunión, por no entender que Dionisio ahí hablaba de los adultos. Pero no por esta recusación sufre detrimento la vida de los niños. Es cierto que el Señor dice en Jn 6,54: Si no comiereis la carne del Hijo del hombre y no bebiereis su sangre, no tendréis vida en vosotros. Pero dice San Agustín escribiendo a Bonifacio: Cada uno de los fieles se hace partícipe, o sea, espiritualmente, del cuerpo y de la sangre del Señor, cuando en el bautismo se convirtió en miembro de Cristo. Pero cuando los niños comienzan a tener algún uso de razón, de tal manera que puedan concebir devoción a este sacramento, entonces se les puede dar la eucaristía.


Artículo 10: ¿Está permitido recibir diariamente este sacramento? lat
Objeciones por las que parece que no está permitido recibir diariamente este sacramento.
1. Este sacramento, lo mismo que el bautismo, representa la pasión del Señor. Pero no está permitido bautizar varias veces, sino solamente una, porque Cristo, como se dice en 1 Pe 3,18, murió por nuestros pecados una sola vez. Luego parece que no está permitido recibir este sacramento diariamente.
2. La verdad debe corresponder a la figura. Pero el cordero pascual, que fue la figura principal de este sacramento, como se dijo ya (q.73 a.6), no se comía más que una vez al año. Y la Iglesia misma celebra la pasión de Cristo, de la que este sacramento es memorial, una vez al año. Luego parece que no está permitido recibir este sacramento diariamente, sino una vez al año.
3. A este sacramento, en que Cristo está contenido por entero, se le debe la máxima reverencia. Ahora bien, pertenece a la reverencia el que uno se abstenga de este sacramento, por lo que el Centurión es alabado cuando dijo, según Mt 8,8: Señor, no soy digno de que entres en mi casa; e, igualmente, Pedro cuando dijo, según Lc 5,8: Apártate de mí, Señor, que soy un hombre pecador. Luego no es laudable que el hombre reciba este sacramento todos los días.
4. Si fuese cosa laudable recibir frecuentemente este sacramento, cuanto más frecuentemente se reciba, tanto más laudable será. Pero la frecuencia sería mayor si se recibiera varias veces al día. Luego sería de alabar quien comulgase varias veces al día. Pero esto no lo admite la costumbre de la Iglesia. Luego no parece que sea de alabar el que uno reciba diariamente este sacramento.
5. La Iglesia busca con sus leyes la utilidad de los fieles. Pero las leyes de la Iglesia obligan a comulgar una sola vez al año, por lo que se dice en los Cánones, De Poenit. et Remiss.: Todo fiel, de uno y otro sexo, reciba con reverencia el sacramento de la eucaristía por lo menos en Pascua, a no ser que, por consejo del sacerdote o por una causa razonable, se creyera oportuno abstenerse de ella temporalmente. Por tanto, no es laudable recibir este sacramento todos los días.
Contra esto: dice San Agustín en su libro De Verbis Domini: Este es el pan cotidiano, recibe diariamente lo que diariamente te aprovecha.
Respondo: En el uso de este sacramento pueden considerarse dos cosas. Una, por parte del sacramento mismo, cuya virtud es saludable para los hombres, por lo que es útil acercarse a él diariamente para recibir diariamente su fruto. Por eso dice San Ambrosio en su libro De Sacramentis: Si cada vez que se derrama la sangre de Cristo, se derrama para la remisión de los pecados, yo, que peco continuamente, debo recibirla siempre, siempre debo recibir la medicina. Otra, por parte de quien lo recibe, del cual se requiere que se acerque a este sacramento con gran devoción y reverencia. Por lo que si uno se encuentra preparado para recibirle todos los días, es laudable que diariamente lo reciba. Por eso San Agustín, después de decir: Recibe lo que diariamente te aprovecha, añade: Vive de tal suerte que merezcas recibirlo todos los días. Pero, como en muchos hombres se presentan muchos obstáculos para esta devoción en muchas ocasiones, por indisposición del cuerpo o del alma, no es provechoso para todos los hombres acercarse todos los días a este sacramento, sino cuantas veces se encuentre uno preparado para ello. Por eso se dice en el libro De ecclesiasticis dogmatibus: Ni alabo ni vitupero el recibir todos los días la comunión de la eucaristía.
A las objeciones:
1. Por el sacramento del bautismo el hombre se configura a la muerte de Cristo recibiendo su carácter. Por lo tanto, como Cristo murió una sola vez una sola vez también debe bautizarse el hombre. Pero en este sacramento no se recibe el carácter de Cristo, sino al mismo Cristo, cuyo poder permanece eternamente. Y así se dice en Heb 10,14: Con una sola oblación ha llevado a la perfección para siempre a los santificados. Y como el hombre tiene necesidad todos los días de la virtud salvífica de Cristo, puede recibir laudablemente este sacramento todos los días. Y, puesto que el bautismo es principalmente una regeneración espiritual, de la misma manera que el hombre nace carnalmente una sola vez, así también espiritualmente debe renacer con el bautismo una sola vez, tal y como lo dice San Agustín comentando el texto de Jn 3,4: Cómo puede el hombre nacer siendo viejo. Pero este sacramento es una comida espiritual. Por lo que, de la misma manera que se toma el alimento corporal todos los días, así también es laudable recibir este sacramento todos los días. Por eso el Señor nos enseña a pedir en Lc 11,3: Danos hoy nuestro pan de cada día, para lo cual San Agustín, en su libro De Verbis Domini, tiene el siguiente comentario: Si le recibes, o sea, este sacramento, cada día, cada día es para ti hoy, cada día Cristo resucita para ti, pues es hoy cuando Cristo resucita.

2. El cordero pascual fue la figura principal de la eucaristía en cuanto a la pasión de Cristo, representada por este sacramento. Por eso se comía una sola vez al año, porque Cristo ha muerto una sola vez (1 Pe 3,18). Y, por eso, también la Iglesia celebra la memoria de la pasión de Cristo una sola vez al año. Pero en este sacramento se nos da el memorial de la pasión de Cristo en forma de comida, la cual se toma todos los días. Por tanto, en este aspecto está mejor prefigurado por el maná que se daba todos los días al pueblo en el desierto (Ex 16,12).
3. La reverencia hacia este sacramento lleva el temor unido al amor. Por eso el temor reverencial a Dios se llama temor filial, como se dijo en la Segunda Parte. De hecho, del amor nace el deseo de recibirle, mientras que del temor surge la humildad de reverenciarlo. Por consiguiente, ambas cosas pertenecen a la reverencia de este sacramento: el recibirle todos los días y el abstenerse de él alguna vez. Por eso dice San Agustín: Si alguno dice que no hay que recibir diariamente la eucaristía, y otro afirma que se la ha de recibir todos los días, que cada uno obre según lo que su buena fe le aconseje. Porque no litigaron entre sí Zaqueo y el Centurión, recibiendo uno guasamente al Señor, y diciendo el atrojo no soy digno de que entres en mi morada. Uno y otro honraron al Señor, aunque cada cual a su manera. Con todo, el amor y la esperanza, a los cuales nos llama la Escritura, son preferibles al temor. Por eso al decir Pedro: Apártate de mí, Señor, que soy un hombre pecador, Jesús le respondió: No temas.
4. Porque el Señor afirme: Danos hoy nuestro pan de cada día (Lc 11,3), no hay que comulgar varias veces al día. Comulgando una sola vez al día se representa la unidad de la pasión de Cristo.
5. De acuerdo con las diversas situaciones, la Iglesia ha establecido diversas normas. Porque en la Iglesia primitiva, cuando más fuerte era el fervor de la fe cristiana, se estableció que los fieles comulgaran diariamente. Y así dice el papa Anacleto: Realizada la consagración, comulguen todos los que no quieran mantenerse fuera de la Iglesia. Pues así lo establecieron los Apóstoles, y así lo observa la santa Iglesia romana. Pero, mermado con el tiempo el fervor de la fe, el papa Fabián permitió que todos comulgasen, si no tan frecuentemente, al menos tres veces al año, a saber, en Pascua, en Pentecostés y en la Natividad del Señor. El papa Otero dice que también se ha de comulgar en la Cena del Señor, tal y como se dispone en Decretis, De Consecr. dist.II. Pero después, al crecer cada vez más la iniquidad y enfriarse la candad de la mayoría (Mt 24,12), Inocencio III determinó que los fieles comulgasen una vez al año al menos, o sea, en tiempo de Pascua. Sin embargo, en el libro De ecclesiasticis dogmatibus se aconseja que se comulgue todos los domingos.

Artículo 11: ¿Está permitido abstenerse por completo de la comunión? lat
Objeciones por las que parece que está permitido abstenerse por completo de la comunión.
1. El Centurión es alabado por decir, según Mt 8,8: Señor,yo no soy digno de que entres en mi casa. Y con él se compara a quien cree que debe abstenerse de la comunión, como acabamos de decir (a.10 ad 3). Ahora bien, como en ninguna parte se lee que Cristo haya entrado en su casa, parece que a uno le pueda estar permitido abstenerse de la comunión durante toda la vida.
2. A cualquiera le está permitido abstenerse de lo que no es necesario para la salvación. Pero este sacramento no es necesario para la salvación, como se dijo (q.73 a.3). Luego es lícito abstenerse de la comunión de por vida.
3. Los pecadores no están obligados a comulgar, por lo que el papa Fabián, al decir que todos comulguen tres veces al año, añadió: a no ser que uno esté impedido por delitos graves. Luego, si los que no están en pecado tienen la obligación de comulgar, parece que los pecadores se encuentran en condiciones más favorables que los justos, lo cual no es razonable. Por tanto, parece que también a los justos les está permitido dejar de comulgar.
Contra esto: dice el Señor en Jn 6,54: Si no comiereis la carne del Hijo del hombre y no bebiereis su sangre, no tendréis vida en vosotros.
Respondo: Como se ha manifestado antes (a.1), hay dos modos de recibir este sacramento: uno espiritual y otro sacramental. Ahora bien, es claro que todos están obligados a recibirlo al menos espiritualmente, porque esto es incorporarse a Cristo, según las explicaciones dadas (a.9 ad 3; q.73 a.3 ad 1). Pero la comunión espiritual incluye el voto o deseo de recibir este sacramento, como se ha dicho ya (a.1 ad 3; a.2). Por tanto, sin el deseo de recibirlo no puede salvarse el hombre. Pero un deseo sería vano si no se cumpliese cuando se presenta la oportunidad de ello. Por consiguiente, es claro que hay obligación de recibirlo, no sólo porque lo manda la Iglesia, sino también porque lo manda el Señor cuando dice en Mt 26: Haced esto en conmemoración mía. La ley de la Iglesia no hace más que determinar los tiempos en que se debe cumplir este precepto de Cristo.
A las objeciones:
1. Es verdadera humildad, comenta San Gregorio en Pastoral, la que no se obstina en rechazar lo que útilmente está mandado. No puede ser, por tanto, laudable humildad la que se obstina en no comulgar, en contra del precepto de Cristo y de la Iglesia. Porque al Centurión no se le había mandado que recibiese a Cristo en su casa.
2. Se afirma que este sacramento no es necesario, como el bautismo, para los niños, los cuales pueden conseguir la salvación sin este sacramento, pero no sin el bautismo. Pero en lo que se refiere a los adultos son necesarios los dos.
3. Los pecadores sufren un gran daño por el hecho de ser excluidos de este sacramento, por lo que no puede decirse que se encuentren en condiciones más favorables. Y aunque los que persisten en el pecado no queden excusados de incumplir el precepto, quedan eximidos, sin embargo, de él los penitentes que, como dice Inocencio III, se abstienen por consejo del sacerdote.

Artículo 12: ¿Es lícito tomar el cuerpo de Cristo sin la sangre? lat
Objeciones por las que parece que no es lícito tomar el cuerpo de Cristo sin la sangre.
1. Dice el papa Gelasio, tal y como se contiene en De Consecr. dist.II: Nos hemos enterado de que algunos, recibida solemnemente la porción del cuerpo sagrado, se abstienen del cáliz de la sangre consagrada. Estos, conducidos, sin duda, por quién sabe qué superstición, deben recibir íntegramente el sacramento o abstenerse enteramente de él. Luego no está permitido recibir el cuerpo de Cristo sin la sangre.
2. Como hemos visto ya (q.73 a.2), a dar término cumplido a este sacramento concurren el comer el cuerpo y el beber la sangre. Luego si se toma el cuerpo sin la sangre, el sacramento quedará incompleto, lo cual puede considerarse como un sacrilegio. Por eso añade el papa Gelasio en el mismo lugar: Porque la división de un solo y único misterio no puede acontecer sin un enorme sacrilegio.
3. Este sacramento se celebra, como se ha dicho ya, en memoria de la pasión del Señor, y se recibe para la salvación del alma. Pero la pasión de Cristo se representa mejor con la sangre que con el cuerpo, además de que la sangre se ofrece por la salvación del alma, como anteriormente se dijo. Por tanto, habría que abstenerse más bien de tomar el cuerpo que de tomar la sangre. Luego quienes se acercan a este sacramento no deben tomar el cuerpo sin la sangre.
Contra esto: está el uso de muchas Iglesias en las que se da al que comulga el cuerpo de Cristo sin la sangre.
Respondo: Acerca del uso de este sacramento pueden considerarse dos cosas: una, por parte del mismo sacramento; otra, por parte de quienes lo reciben. Por parte del sacramento es conveniente que se reciban los dos elementos, o sea, el cuerpo y la sangre, porque la integridad del sacramento implica el uno y el otro. Y, por eso, porque pertenece al sacerdote consagrar y dar término cumplido a este sacramento, nunca debe éste asumir el cuerpo sin la sangre. Ahora bien, por parte de quienes lo reciben se requiere una gran reverencia y cautela para que no suceda nada que pueda ultrajar tan gran misterio. Pues bien, esto podría acontecer principalmente en la distribución de la sangre, ya que, si no se toman bien las precauciones, podría fácilmente derramarse. Y, puesto que en el pueblo cristiano hay ancianos, jóvenes y niños, algunos de los cuales no tienen tanta discreción que utilicen siempre las necesarias cautelas al recibir este sacramento, prudentemente en algunas Iglesias se tiene la norma de no dar al pueblo la comunión con la sangre, y la asume solamente el sacerdote.

A las objeciones:
1. El papa Gelasio habla refiriéndose a los sacerdotes, quienes, de la misma manera que consagran el sacramento por entero, así también deben asumirle por entero. Porque, como se lee en el Concilio de Toledo: ¿Qué clase de sacrificio será aquel en el que ni siquiera el mismo sacrificador participa?
2. Este sacramento tiene término cumplido no en el uso por parte de los fieles, sino en la consagración de la materia. Por tanto, no queda incompleto por el hecho de que el pueblo tome el cuerpo sin la sangre, con tal de que el sacerdote consagrante asuma uno y otro elemento.
3. La representación de la pasión del Señor se realiza en la misma consagración de este sacramento, en la que no se puede consagrar el cuerpo sin la sangre. El pueblo, sin embargo, puede recibir el cuerpo sin la sangre sin que por ello se derive ningún inconveniente. Porque el sacerdote ofrece y asume la sangre en nombre de todos, además de que, como queda dicho (q.76 a.2), Cristo está por entero bajo una y otra especie.
 
Re: La Doctrina De La Transubstanciación refutada

La Doctrina De La Transubstanciación

El Concilio de Trento afirma: "Porque Cristo, nuestro Redentor, dijo que lo que ofrecía bajo la especie de pan era verdaderamente su Cuerpo, se ha mantenido siempre en la Iglesia esta convicción, que declara de nuevo el Santo Concilio: por la consagración del pan y del vino se opera el cambio de toda la substancia del pan en la substancia del Cuerpo de Cristo nuestro Señor y de toda la substancia del vino en la substancia de su sangre; la Iglesia Católica ha llamado justa y apropiadamente a este cambio transubstanciación” (CIC, 1376).

El catecismo dice: “Sólo los presbíteros válidamente ordenados pueden presidir la Eucaristía y consagrar el pan y el vino para que se conviertan en el Cuerpo y la Sangre del Señor” (CIC N° 1411).

La iglesia católica basa la doctrina de la transubstanciación en Juan 6:53. El pasaje dice asi: “Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros”.

Otro pasaje de la biblia que la iglesia católica usa para basar su doctrina es este: "Porque yo recibí del Señor lo que también os he enseñado: Que el Señor Jesús, la noche que fue entregado, tomó pan; y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí. Asimismo tomó también la copa, después de haber cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre; haced esto todas las veces que la bebiereis, en memoria de mí" (1 Corintios 11:23-25).

La iglesia católica cree que Jesus hablaba literalmente. Pero eso es absurdo. Si entendemos de manera literal que el pan y el vino es Jesus mismo literalmente en toda su humanidad y deidad, entonces Jesus enseño a blasfemar.

Si el pan y el vino es el Señor Jesus por la consagración, entonces:

1. Si Jesus es comido con cuerpo, alma y naturaleza Divina entonces el catolico es canibal.

Los únicos, en la biblia, que comieron un cuerpo humano con sangre, fueron los perros que comieron a Jezabel y personas que se apartaron de Dios.
Isaías 9:20 dice: "Cada uno hurtará a la mano derecha, y tendrá hambre, y comerá a la izquierda, y no se saciará; cada cual comerá la carne de su brazo".
Este pasaje habla de hurtar y de comer. Si hurtar es malo, comer la carne humana es pecado.

Levítico 26:29 dice: “Comeréis la carne de vuestros hijos, y la carne de vuestras hijas comeréis”.

Este pasaje habla de personas desobedientes que como consecuencia de su pecado y rebelión sufrirán las consecuencias y castigos de Dios. En el mismo capitulo se advierte que eso sucedera sidesdeñareis mis decretos, y vuestra alma menospreciare mis estatutos, no ejecutando todos mis mandamientos, e invalidando mi pacto” (Levitico 26:15).

Jeremias 19:9 dice: “Y les haré comer la carne de sus hijos y la carne de sus hijas, y cada uno comerá la carne de su amigo durante el sitio y en la aflicción con que les afligirán sus enemigos y los que buscan su vida”.

Estos pasajes no aprueban el canibalismo, sino que son consecuencias y castigos por haber pecado.

Lamentaciones 4:10 dice: “Las manos de mujeres compasivas cocieron a sus propios hijos, que les sirvieron de comida a causa de la destrucción de la hija de mi pueblo”.

Estos pasajes hablan de como mujeres que eran compasivas llegaron en su desesperación a hacer algo tan abominable, como cocinar a sus propios hijos y comerlos.

Flavio Josefo, hablando sobre la destrucción de Jerusalén por los romanos al mando del general Tito dice: “Mientras tanto, incontables miles de judíos morían de hambre. En cada casa donde había el menor bocado de comida, los parientes luchaban por él. Transidos de hambre, los proscritos husmeaban como perros enloquecidos, royendolo lo que fuera: cinturones, zapatos e incluso el cuero de sus escudos. Otros devoraban manojos de paja, y luego sucedió el horroroso caso de María de Betezuba. Distinguida en familia y fortuna, María había huido a Perea a Jerusalén, pero sus propiedades habían sido saqueadas por los tiranos durante el asedio, y su comida por los registros diarios de sus seguidores. Enloquecida por el hambre, tomó a su bebé que tenía en su pecho, y dijo: “ìPobre bebé! ¿Por qué debería preservarte para la guerra, el hambre y la rebellion? Ven, sé mi alimento (…) con esto, mató a su pequeño, asó su cuerpo, y devoró la mitad del mismo, ocultando el resto. Los rebeldes llegaron al instante (…) amenazándola si no les entregaba lo que había preparado (…) destapando los restos del bebé. Ellos se quedaron paralizados de horror (…) y les dijo: Servíos porque yo ya he tenido mi parte (…) pero si sois melindrosos y no aprobáis mi sacrificio, dejadme el entonces el resto para mí. Ellos salieron temblando (…) mientras que los romanos quedaban horrorizados –por el – canibalismo infantil…” (Guerra de los judíos, libro VII, caps. VII-VIII, sec. 223-225, Adaptación de Paul L. Maier).

Josefo dice que los romanos se horrorizaron por el canibalismo.

2. Si el pan y el vino son el cuerpo y sangre de Cristo de manera literal, entonces cuando el cristiano lo come, lo que esta haciendo es asesinar a Cristo con los dientes. El apóstol Pedro condeno a lo judíos por haber matado a Cristo, asi que si un católico cree en la doctrina de la transubstanciación, lo que debe de creer es que matar a Jesus es algo moral y bueno, y asi contradecir al apostol Pedro.

3. Si Jesús esta en la boca y por alguna razon no intencionada se vomita ese pan y vino, entonces el catolico echa de su boca a Jesus en el suelo. Lo cual no puede ser posible. Jesus no puede estar en una situación asi.

4. Es absurda, si uno participa de la eucaristia y en ese momento alguien se come el pan y el vino, entonces los muchos otros que participan en ese mismo tiempo tienen tambien a Jesus en sus bocas y asi hay muchos Jesus. Jesus solo como Espiritu puede ser omnipresente, pero su cuerpo fisico no, eso no es posible, por lo tanto la doctrina catolica en realidad hace que haya mas de un Jesús físico.Asi que eso significaria que hay muchos Jesus. Si todas las galletas y jugos de uva son un solo Jesus, entonces toda esa comida junta hace del cuerpo de Cristo uno muy grande a diferencia del cuerpo de Cristo, lo que solo contradeciría la misma postura católica.

5. Cuando se participa de la eucaristia, al comer a Jesus, lo que se hace es mezclar la naturaleza carnal heredada de Adan con la naturaleza Santa e inmaculada de Jesus.Los católicos no aceptan que Maria haya tenidoun cuerpo pecaminoso para engendrar a Jesús, pero si creen que Jesus se mezcla con una naturaleza pecaminosa, cuando Jesus es comido, supuestamente de manera literal. Lo que ellos hacen es solo contradecirse.

6. Se vuelve blasfema, porque Jesús estaria en medio de excremento y gusanos. Jesus en ese caso estaría en una situacion que solo un catolico puede concebir y aceptar con alegría.

7. Esta creencia hace que uno se convierta en un vampirista. Dios prohibe el comer sangre. La iglesia ordeno que los creyentes no coman sangre (Hechos 15:28-29).

Dios no prohibio comer sangre de animal solamente. La razón por la que una persona no puede comer sangre es que la vida de la carne esta en la sangre. Levítico 17:10-12 deja esto bien claro: "Si cualquier varón de la casa de Israel, o de los extranjeros que moran entre ellos, comiere alguna sangre, yo pondré mi rostro contra la persona que comiere sangre, y la cortaré de entre su pueblo. Porque la vida de la carne en la sangre está, y yo os la he dado para hacer expiación sobre el altar por vuestras almas; y la misma sangre hará expiación por la persona. Por tanto, he dicho a los hijos de Israel: Ninguna persona de vosotros comerá sangre, ni el extranjero que mora entre vosotros comerá sangre".

La vida de la carne humana tambien esta en la sangre, asi pues la sangre humana tampoco se puede comer por la misma razón que no se puede comer la sangre de animales.

Otra razón por la que no se debe comer la sangre de Cristo de manera literal es porque su sangre era para hacer expiación, lo mismo que la sangre de los animales que eran para expiación.

8. Esta creencia catolica, supone que este pan y vino son literalmente Jesus en toda su deidad y humanidad; pero con sabores distintos, lo que solo resulta ser solo una contradiccion, pero al catolico le parece suficiente con decir que ese pan y ese vino es un Cristo literal en toda su deidad y humanidad, pero que el sabor no lo sea, eso es absurdo. Un Cristo que es literalmente Dios hombre, no puede tener accidentes.

9. Esta creencia supone que un catolico (al creerla y aceptarla) abandonó su derecho a pensar y espera que sus lideres principales piensen por ellos.

No pueden tomarse de manera literal las palabras de Jesus en Juan 6 cuando dice: "Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros" (Juan 6:53). El Señor acostumbraba hablar de manera figurada, por ejemplo decía “vosotros sois la sal” “Yo soy el pan de vida” (Juan 6:48); “Yo soy la resurrección y la vida” (Juan 11:25); “Yo soy la vid verdadera(Juan 15:1), "Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo" (Juan 10:9), “Ustedes son la sal del mundo” (Mateo 5:13), etc.

Cuando Jesus hablo de comer su cuerpo y beber su sangre estaba hablando de creer en El. Jesús dijo: "Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; yel que en mí cree, no tendrá sed jamás" (Juan 6:35).

En este pasaje podemos ver de manera muy clara que Jesus esta hablando de "el que a mi viene" y del "que en mi cree" no tendra hambre ni tendra sed jamas.
Siendo Jesus el pan y su sangre el vino (jugo de uva) tiene sentido de que al "ir a El" y "creer en El" se sacia nuestra hambre y sed. Por lo tanto el comer y el beber significan creer en Cristo. Creo que este pasaje aclara si este "comer" y "beber" es algo literal o tiene un significado figurado, a saber "ir a Cristo", "creer en Cristo" como lo dice el mismo pasaje.

Cuando el Señor Jesus dijo: "Mi comida es que haga la voluntad del que me envió" (Juan 4:34). "Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia" (Mateo 5:6) no hablaba de comer literalmente. Tampoco debemos de entender de manera literal el que Jesus dijera que el pan era su cuerpo y el vino su sangre.

Un católico me dijo una vez que cada vez que la biblia usa los terminos comer y beber en sentido figurado siempre se hace en sentido negativo. Pero como podemos ver, Jesus en Juan 4:34, no usa la palabra comer en sentido negativo. En Isaias 55 tampoco se usa en sentido negativo.

El Señor Jesus, había hablado a sus discípulos en alegorías. "Estas cosas os he hablado en alegorias" (Juan 16:25). ¿Qué le hace pensar al católico que el Señor Jesus no pudo haber hablado en sentido figurado?

Cuando Jesus dijo: “Destruyan este templo y lo levantare de nuevo en tres dias"(Juan 2:19) los judios interpretaron esta declaración de Jesus de manera literal, el mismo error en el que los catolicos caen cuando interpretan Juan 6 sobre el pan y el vino como cuerpo y sangre de Cristo.

Los católicos citan Lucas 22:19 para demostrar que el pan era literalmente el cuerpo de Cristo. El pasaje dice: “Y tomó el pan y dio gracias, y lo partió y les dio, diciendo: Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado; haced esto en memoria de mí”.

Pero como dice Norman Geisler y Thomas Howe: El contexto se opone a tomar esto literalmente. Todos concuerdan en que, cuando Jesús dijo esto, se refería al pan. Lucas dice: "Tomó el pan, dio gracias, lo partió... diciendo "este es mi cuerpo" (Luc. 22:19). Pero era obvio para todos que el cuerpo verdadero de Jesús estaba sosteniendo el pan con sus manos. Así, pues, ninguno de los discípulos presentes podría haber interpretado que Jesús quería decir que el pan era su cuerpo verdadero”(Cuando los críticos preguntan).

Ademas el mismo pasaje nos dice que se hacían en memoria de Cristo.

Ademas de lo dicho, Jesus, cada vez que se llamo a si mismo con un titulo comenzando con los términos “Yo soy” siempre fue en lenguaje figurado en el evangelio de Juan. Lo que demostraría que cuando El se llama a si mismo “El pan de Vida” El debe haber estado hablando en lenguaje figurado.
Veamos unos ejemplos:

1. Yo soy la Luz del mundo (Juan 8:12). Esto es lenguaje figurado.
2. Yo soy la Puerta (Juan 10:9). Esto es lenguaje figurado.
3. Yo soy el Buen Pastor (Juan 10:11).Esto es lenguaje figurado.
4. Yo soy la Resurrección y la Vida (Juan 11:25-26). Esto es lenguaje figurado.
5. Yo soy el Camino, y la Verdad, y la Vida (Juan 14:6).Esto es lenguaje figurado.
6. Yo soy la Vid (Juan 15:5).Esto es lenguaje figurado.

Pese a la evidencia, la iglesia católica quiere que creamos que es literal la afirmación que Jesus hace de si, al llamarse “Yo soy el Pan de Vida” (Juan 6:35).No, no podemos creer lo que a todas luces se entiende de manera figurada.

El historiador y experto en Civilizaciones Will Durant escribio que la creencia en la transubstaciacion como se enseña en el catolicismo romano es "una de las ceremonias mas antiguas de las religiones primitivas" (Will Durant, Historia de la Civilizacion pag.741).

En 1 Corintios 11:26 se refuta la falsa doctrina de la transubstanciación. "Porque todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que venga". La frase, "hasta que venga," nos dice que Cristo no esta en la tierra físicamente. Eso quiere decir que Cristo no es literalmente ese pan ni ese vino.

En 1 Corintios 11:28 leemos: "Por tanto pruébese cada uno a si mismo, y coma así de aquel pan, y beba de aquella copa”. Si el pan fue convertido en el cuerpo de Cristo, y la copa en la sangre de él, ¿por qué no dijo Pablo: "coma así de aquel cuerpo, y beba de aquella sangre"?

El Papa Virgilio escribió unas palabras que perturban a los católicos, las que quiero citar. Estas son: "La Carne de Cristo cuando estaba en la tierra no estaba en el cielo, y ahora porque esta en el cielo no esta en la tierra" (Cont. Eutiques 1, II).Este papa contradijo la enseñanza de la transubstanciacion.
Una noticia que lei decía: "Buenos Aires, 11 de Febrero de 2002. En una nota titulada «Profanación», el arzobispo de Paraná, Estanislao Karlik, denunció que el viernes «una persona, que llevaba la hostia consagrada a un enfermo imposibilitado de salir de su hogar, fue asaltada por un delincuente que le arrebató la cartera con violencia y huyó con su compañero llevándose el Sacramento de la Eucaristía, que constituye el tesoro más grande de la Iglesia, porque contiene al mismo Jesucristo Nuestro Señor»..."
(http://www.zenit.org/spanish/visualizza.phtml?sid=16479).

¿Se robaron al Señor Jesucristo, el cual es Dios-hombre? Eso es absurdo, pero cabe en la mente católica.

Charles Chíniquy escribió esta anécdota: ¿Nos ha dado Dios oídos para oír, ojos para ver e inteligencia para entender? ¡El Papa dice que no! Pero el Hijo de Dios dice que sí: No entendéis ni comprendéis? ¿Aún tenéis endurecido vuestro corazón? ¿Teniendo ojos no veis y teniendo oídos no oís? ¿Y no recordáis?” (Mc. 8: 17 y 18). Esta apelación solemne de nuestro Salvador a nuestro sentido común derriba la estructura completa de Roma. El Papa lo sabe, por tanto, los Católico-romanos son advertidos a no confiar en el testimonio de sus oídos, ojos e inteligencia. En la JeuneLorette vivía un sacerdote jubilado que estaba ciego. Para ayudarle, los sacerdotes. Alrededor de Qüebec lo cuidaban por turnos en sus casas parroquiales. Los concilios de Roma han prohibido a los sacerdotes ciegos decir la misa, pero a causa de su elevada piedad, él obtuvo del Papa el privilegio de celebrar la misa corta de la Virgen que sabía perfectamente de memoria. Una mañana, el sacerdote anciano estaba en el altar diciendo su misa. Yo estaba en la sacristía escuchando confesiones, cuando el joven sirviente vino y me dijo: –Le llama el Padre Daule, por favor, venga pronto. Temiendo que algo hubiera sucedido a mi anciano amigo, corrí a él. Lo encontré palpando nerviosamente al altar con sus manos como en búsqueda de algo muy precioso. Llegando cerca de él, le pregunté: –¿Qué desea usted? El respondió con un grito de angustia: –¡El buen dios ha desaparecido del altar! ¡Está perdido! Con la esperanza de que estaba equivocado y que sólo había dejado caer al suelo, por algún accidente, al buen dios (Le Bon Dieu), hicimos la búsqueda más minuciosa, pero no encontramos al buen dios. Al principio, acordándome de los miles de milagros que había leído de desapariciones y maravillosos cambios de las formas del dios oblea, llegó a mi mente que habíamos presenciado un gran milagro. Pero pronto cambié de opinión. La iglesia de Beauport estaba habitada por las ratas más audaces einsolentes que jamás he visto. Muchas veces al decir la misa, yo había visto las trompas feas de variasde ellas. Fueron atraídas por el olor de la oblea recién hecha. Querían desayunar el cuerpo, sangre, alma y divinidad de mi Cristo. Pero como yo estaba constantemente moviéndome y rezando en voz alta, las ratas invariablemente se asustaban y huían a sus escondites secretos.El Padre Daule sinceramente creía lo que todo sacerdote de Roma está obligado a creer: que él tenía el poder para convertir la oblea en dios. Inclinando mi cabeza al angustiado sacerdote anciano, le pregunté: –¿No ha quedado, como suele, un largo tiempo sin moverse en la adoración del buen dios después de la consagración? Prontamente contestó: –Sí, pero, ¿Qué relación tiene eso con la pérdida del buen dios? Repliqué en una voz baja, pero con un acento honesto de angustia y asombro: –¡Algunas ratas arrastraron y comieron al buen dios! –¿Qué me dice? –replicó el Padre Daule, –¿El buen dios, arrastrado y comido por ratas? –Sí, –contesté, –no tengo la menor duda. –¡Dios mío, Dios mío! ¡Qué calamidad tan horrible me ha ocurrido! –exclamó el anciano, levantando sus manos y ojos al cielo, –¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué no me quitaste la vida antes que me ocurriera semejante desgracia? No pudo hablar más, su voz fue ahogado por sus sollozos. Al principio, yo no sabía qué decir. Mil pensamientos, algunos serios y otros sumamente absurdos,cruzaron mi mente. El sacerdote anciano lloraba como un niño. Me preguntó con una voz quebrantada por sollozos: –¿Qué debo hacer? Le respondí: –La Iglesia ha previsto sucesos de esta índole y ha provisto para ellos. Lo único que tiene que hacer es conseguir una oblea nueva, consagrarla y continuar su misa como si nada extraño hubiera sucedido. Yo iré y le traeré una oblea nueva.Corrí a la sacristía y le llevé una oblea nueva, la cual consagró y convirtió en un nuevo dios y terminó su misa como le aconsejé. Después que terminó, llevé al desconsolado sacerdote anciano por la mano a mi casa parroquial. Intenté calmar sus sentimientos diciéndole que no era culpa suya; que este extraño y triste suceso no era el primero; que había sido previsto por la Iglesia, la cual nos dice qué hacer en estas circunstancias y que no había falta ni ofensa contra Dios ni los hombres de parte suya. Esperaba que el sentido común de mis palabras le ayudarían a vencer sus sentimientos, pero estaba equivocado. Sus lamentaciones eran tan amargas y largas como las de Jeremías. Por fin, perdí mi paciencia y dije: –Mi querido Padre Daule, a nuestro gran y justo Dios no le agradasemejante exceso de dolor y pesar por algo que estaba única y enteramente bajo el control de su poder y sabiduría eterna. –Señor Chíniquy, –contestó, –veo que faltas la atención y experiencia que tan frecuentemente falta entre los sacerdotes jóvenes. ¿No comprendes la terrible calamidad que acaba de ocurrir en tu iglesia? Si tuvieras más fe y piedad, llorarías conmigo. ¿Cómo puedes hablar tranquilamente de algo que hace llorar a los ángeles? ¡Nuestro Salvador arrastrado y comido por ratas! ¡Ay, gran Dios! ¿No sobrepasa esto la humillación y los horrores del Calvario? –Mi querido Padre Daule, –respondí, –permíteme decirle respetuosamente que sí entiendo, igual que usted, la naturaleza deplorable del evento de esta mañana y yo hubiera derramado mi sangre paraimpedirlo, pero hay que ver el hecho en su propia luz. No dependió de nuestra voluntad. Dios es el único que podría haberlo previsto o impedido. Le diré claramente mi propia opinión: si yo fuera Dios Todopoderoso y una miserable rata se acercara a mí para comerme, yo la mataría antes que pudiera tocarme” (Cincuenta años en la Iglesia de Roma).

Alguien que sea capaz de refutar lo que aqui se dijo?
 
Re: La Doctrina De La Transubstanciación refutada

Todos mis copy and paste solo es una parte muy pequena de tu interes por conocer la doctrina catolica, no es tu matraca que solo busca notar que eres un come catolicos.

Nada Nuevo existe en este mundo que ya los catolicos no nos hallamos enfrentado, no existen novedades aunque se vayan detras de ellas.