Purgatorio en los Padres de la Iglesia
Carta a Diagoneto (c.150)
“Entonces, cuando hayas llegado a tener conocimiento de aquel fuego (del infierno), admirarás a los que por causa de la justicia soportan este fuego temporal, y los tendrás por bienaventurados…” (Cap 10)
Clemente de Alejandría (150-217)
“El creyente a través de gran disciplina se despoja de sus pasiones y pasa a la mansión mejor que la anterior, pasa por el mayor de los tormentos tomando sobre sí el arrepentimiento de las faltas que pudiera haber cometido después de su bautismo. Es torturado entonces todavía más al ver que no ha logrado lo que otros ya han adquirido. Los mayores tormentos son asignados al creyente porque la Justicia de Dios es buena y su bondad es justa y estos castigos completan el curso de la expiación y purificación de cada uno.” (Stromata 6:14)
"Pero nosotros decimos que el fuego santifica no la carne, sino las almas pecadoras; refiriéndose no al fuego vulgar sino al de la sabiduría, que penetra el alma que pasa por el fuego" (Stromata 8:6)
Tertuliano (160-220)
"Por esto es muy conveniente que el alma, sin esperar a la carne, sufra un castigo por lo que haya cometido sin la complicidad de la carne. E igualmente es justo que, en recompensa de los buenos y piadosos pensamientos que ha tenido sin cooperación de la carne, reciba consuelos sin la carne. Más aún, las mismas obras realizadas con la carne, ella es la primera en concebir, disponer, ordenar y ponerlas en acto. Y aun en aquellos casos en que ella no consiente en ponerlas en obra, es, sin embargo, la primera en examinar lo que luego efectuará el cuerpo. En fin, la conciencia no será nunca posterior al hecho. Por consiguiente, también desde este punto de vista es conveniente que la substancia que ha sido la primera en merecer la recompensa, sea también la primera en recibirla. En una palabra, ya que por este calabozo que nos enseña el Evangelio entendemos el infierno, ya que "por esta deuda, que hay que pagar hasta el último maravedí," comprendemos que es necesario purificarse en esos mismos lugares de las faltas más ligeras, en el intervalo que inedia antes de la resurrección, nadie podrá dudar que el alma reciba ya algún castigo en el infierno sin perjuicio de la plenitud de la resurrección, cuando recibirá la recompensa juntamente con la carne" (Sobre el alma, 58: PL 2,751)
"Al dejar su cuerpo, nadie va inmediatamente a vivir a la presencia del Señor, excepto por la prerrogativa del martirio, pues entonces adquiere una morada en el paraíso, no en las regiones inferiores" (Sobre la resurrección de la carne. 43)
"Ciertamente, ella ruega por el alma de su marido. Pide que durante este intervalo él pueda hallar descanso y participar de la primera resurrección. Ofrece cada año el sacrificio en el aniversario de su dormición" (La monogamia. 10)
"El sacramento de la Eucaristía, encomendado por el Señor en el tiempo de la cena y para todos, lo recibimos en las asambleas de antes del amanecer, y no de mano de otros que no sean los que presiden. Hacemos oblaciones por los difuntos en los días de aniversario de cada año" (De la corona, 3, PL 2,79)
Los Hechos de Pablo y Tecla (año 160)
“Y después de la exhibición, Tryfaena nuevamente la recibe. Su hija Falconilla había muerto, y dijo a ella en sueños: Madre, tú deberías tener esta extranjera Tecla en mi lugar, para que ore por mí, y yo pueda ser transferida a el lugar de los justos.” (Hechos de Pablo y Tecla)
Hipólito de Roma (170-235)
En cuanto al estado de los justos, escribe: "Y allí moran los justos desde el principio, no gobernados por la necesidad, sino disfrutando siempre de la contemplación de las bendiciones que están a su vista, y deleitándose con la expectativa de otras siempre nuevas, y considerandolas siempre mejores que éstas. Y ese lugar no les trae problemas. Allí no hay ni calor, ni frío, ni espinas; pero el rostro de los padres y de los justos se ve siempre sonriente, mientras esperan el descanso y el renacimiento eterno en el cielo que sucede a este lugar. Y lo llamamos por el nombre de "El seno de Abraham". (Contra Platón, Sobre la Causa del Universo, 1)
Santa Perpetua (181-203)
“Sin ninguna demora, en esa misma noche, esto se me mostró en una visión. Yo vi a Dinocrate saliendo de un lugar sombrío, donde estaban también otras personas, y él estaba reseco y muy sediento, con una apariencia sucia y pálida, con la herida de su rostro que tenía cuando había muerto. Dinocrate había sido mi hermano en la carne, hace siete años, quien murió de una terrible enfermedad…Pero yo confié que mi oración había ayudado a su sufrimiento, y oré por él cada día hasta que nosotros pasamos al campo de prisioneros…hice mi oración por mi hermano día y noche, gimiendo y lamentando para que me fuera concedido. Entonces, un día, estando todavía prisioneros esto se me mostró. Vi que el lugar que había observado previamente sombrío estaba ahora iluminado, y Dinocrate, con un cuerpo limpio y bien vestido, estaba buscando algo para refrescarse. Y donde había estado la herida, yo vi una cicatriz; y esa piscina que había visto antes, vi sus niveles descendidos hasta el ombligo del muchacho. Y uno extraía agua de la tina incesantemente, y cerca de la orilla había una copa llena de agua; y Dinocrate se acerco y empezó a beber de ella, y la copa no falló. Y cuando él estaba satisfecho, se fue del agua a jugar felizmente, como lo hacen los niños y entonces desperté. Entonces entendí que habia sido trasladado del lugar del castigo.” (La pasión de Perpetua y Felicitas, 2:3-4)
Abercio de Hierápolis (?-200)
“El ciudadano de una prominente ciudad, la que erigí mientras vivía, para que pudiera tener un lugar de descanso para mi cuerpo. Abercio es mi nombre, un discípulo del pastor casto que alimenta sus ovejas en las montañas y los campos, cuyos grandes ojos los vigilan todo, que me enseñó los fieles escritos de la vida. Estando listo, yo, Abercio, ordené que esto fuera escrito, en mi septuagésimo segundo año. Que cada uno que esté de acuerdo con esto y quien lo entienda ore por Abercio.” (Inscripción de Abercio)
Orígenes (185-254)
“Porque si sobre la base de Cristo, haz construido no sólo oro y plata sino piedras preciosas; sino también madera, caña o paja ¿qué es lo que esperas cuando el alma sea separada del cuerpo? ¿Entrarías al cielo con tu madera y caña y paja y de este modo manchar el reino de Dios? ¿O en razón de estos obstáculos podrías quedarte sin recibir premio por tu oro y plata y piedras preciosas? Ninguno de estos casos es justo. Queda entonces, que serás sometido al fuego que quemará los materiales livianos; para nuestro Dios, a aquellos que pueden comprender las cosas del cielo está llamado el fuego purificador. Pero este fuego no consume a la creatura, sino lo que ella ha construido, madera, caña o paja. Es manifiesto que el fuego destruye la madera de nuestras trasgresiones y luego nos devuelve con el premio de nuestras grandes obras.” (Homilías en Jeremías Pg. 13:445-448)
Cipriano de Cartago (200-258)
“Una cosa es pedir perdón, otra cosa alcanzar la gloria. Una cosa es estar prisionero sin poder salir hasta que haya sido pagado el último centavo y otra recibir al mismo tiempo el salario de la fe y el valor. Una cosa es ser torturado con el largo sufrimiento por los pecados, para ser limpiado y completamente purgado por el fuego, otra es haber sido purgado de todos los pecados por el sufrimiento. Una cosa es estar en suspenso hasta la sentencia de Dios en el Día del Juicio, otra ser coronado por el Señor.” (Para Antonianus. Epístola 51,20)
"…Ofrecemos por ellos sacrificios, como os acordáis, siempre que en la conmemoración anual celebramos los días de la pasión de los mártires." (Epístola 33,3)
"…Y por eso Víctor, puesto que contra la forma prescrita hace poco en el concilio por los sacerdotes, se ha atrevido a constituir tutor al presbítero Geminio Faustino, no hay por qué se haga entre vosotros la oblación por su muerte o se rece alguna oración por él en la Iglesia, para que se observemos nosotros el decreto de los sacerdotes elaborado religiosamente y por necesidad, y al mismo tiempo se de ejemplo a los demás hermanos, para que nadie llame a las molestias mundanas a los sacerdotes y ministros de Dios dedicados a su altar y a su Iglesia." (Epístola 65,2)
Lactancio (250-317)
“Pero también, cuando Dios juzgue a los justos, del mismo modo en el fuego los va a probar. Entonces aquellos cuyos pecados sean más superiores, ya sea por su gravedad o su número, serán reunidos por el fuego y serán quemados. Aquellos, sin embargo, que se han impregnado de plena justicia y la madurez de la virtud, no sentirán el fuego, porque ellos tienen algo de Dios en ellos que repelen y hacen retroceder la fuerza de la flama.” (Instituciones divinas,7,21)
Efrén de Siria (306-373)
“Cuando se cumple el día trigésimo, [después de mi muerte], acordaos de mí, hermanos. Los difuntos, en efecto, reciben ayuda gracias a la ofrenda que hacen los vivientes[…] Si tal como está escrito, los hombres de Matatías encargados del culto para el ejército, con las ofrendas, expiaron las culpas de aquellos que habían perecido y eran impíos por sus costumbres, cuánto más los sacerdotes de Cristo con sus santas ofrendas y sus oraciones expiarán los pecados de los difuntos.” (Testamento, 72-28)
Cirilo de Jerusalén (315-386)
“Recordamos también a todos los que ya durmieron, en primer lugar, los patriarcas, los profetas, los apóstoles, los mártires, para que, por sus preces y su intercesión, Dios acoja nuestra oración. Después, también por los santos padres y obispos difuntos y, en general, por todos cuya vida transcurrió entre nosotros, creyendo que ello será de la mayor ayuda para aquellos por quienes se reza. Quiero aclararos esto con un ejemplo, puesto que a muchos les he oído decir: ¿de qué le sirve a un alma salir de este mundo con o sin pecados si después se hace mención de ella en la oración? Supongamos, por ejemplo, que un rey envía al destierro a quienes le han ofendido, pero después sus parientes, afligidos por la pena, le ofrecen una corona: ¿Acaso no se lo agradecerá con una rebaja de los castigos? Del mismo modo, también nosotros presentamos súplicas a Dios por los difuntos, aunque sean pecadores. Y no ofrecemos una corona, sino que ofrecemos a Cristo muerto por nuestros pecados, pretendiendo que el Dios misericordioso se compadezca y sea propicio tanto con ellos como con nosotros.” (Conferencia Catequética 23:9,10)
Epifanio de Salamina (315-403)
“En cuanto a la recitación de los nombres de los difuntos, ¿qué puede haber que resulte más útil y que sea más oportuno y digno de alabanza, a fin de que los presentes se den cuenta de que los difuntos siguen viviendo y no han quedado reducidos a la nada, sino que siguen existiendo y viven junto al Señor, y así quede afianzada la esperanza de aquellos que rezan por sus hermanos difuntos considerándolos como si hubieran emigrado a otro país? Son útiles, en efecto, las preces que se hacen en su favor, aunque no puedan eliminar todas sus culpas.” (Panarion, 75, 8: Pag 42, 513)
San Basilio de Cesarea (330-379)
"Pienso que los valerosos atletas de Dios, los cuales durante toda su vida estuvieron frecuentemente en lucha contra enemigos invisibles, después de haber superado todos sus ataques al llegar al final de la vida serán examinados por el príncipe del siglo, a fin de que, si a consecuencia de las luchas, tienen algunas heridas o ciertas manchas o vestigios de pecado, sean detenidos; pero, si son hallados ilesos e incontaminados, como invictos y libres hallen el descanso junto a Cristo." (Homilías sobre los Salmos, 7,2: PG 29,232)
Gregorio de Nisa (335-395)
“Si un hombre se distingue en sí mismo lo que es peculiarmente humano de lo que es irracional, y si él ha estado en la mira de una vida de mayor urbanidad para sí mismo, en la vida presente se purificará a sí mismo de cualquier mal contraído, superando lo irracional por la razón. Si se ha inclinado a la presión irracional de las pasiones, utilizando por las pasiones de la piel cooperante de cosas irracionales, es posible que después de una manera muy diferente este muy interesado en lo que es mejor, cuando, después de que salga de su cuerpo, obtiene el conocimiento de la diferencia entre la virtud y el vicio y descubre que no es capaz de participar de la divinidad hasta que se haya purgado del contagio sucio en su alma por el fuego purificador.” (Sermón sobre la muerte Pg. 13:445,448)
San Ambrosio de Milán (340-397)
"Dale Señor el descanso a tu siervo Teodosio, ese descanso que Tú has preparado para tus santos… Yo lo amo, y por lo mismo también lo seguiré a la tierra de los vivientes, no lo voy a dejar hasta que por mis oraciones y lamentaciones sea admitido al monte santo del Señor…" (De Obit Theodosii Pl. 16:1397)
San Juan Crisóstomo (347-407)
"No sin razón quedó determinado, mediante leyes establecidas por los apóstoles, que en la celebración de los sagrados e impresionantes misterios se haga memoria de los que ya han pasado de esta vida. Sabían, en efecto, que con ello los difuntos obtienen mucho fruto y consiguen gran provecho. Cuando todo el pueblo y los sacerdotes están con las manos extendidas y se está celebrando el santo sacrificio, ¿acaso Dios no se mostrará propicio con aquellos en favor de los cuales le imploramos? Se trata de aquellos que han muerto conservándose en la fe" (Homilías sobre la Carta a los Filipenses, 3, 4: PG 62, 20)
"Si los hijos de Job fueron purificados por el sacrificio de su padre, ¿por qué deberíamos dudar que cuando nosotros también ofrecemos por los que han partido, algún consuelo reciben?. Desde que Dios acostumbra conceder las peticiones de aquellos que piden por los demás… No nos cansemos de ayudar a los difuntos, ofreciendo en su nombre y orando por ellos" (Homilías sobre la Primera carta a los Corintios 41,8)
San Agustín (354-430)
"Señor, no me arguyas en tu indignación. No me halle entre aquellos a quienes has de decir: id al fuego eterno que está preparado para el diablo y sus ángeles. Ni me corrijas en tu furor, sino purifícame en esta vida y vuélveme tal que ya no necesite de fuego corrector, atendiendo a los que han de salvarse, aunque, no obstante, como a través del fuego. ¿Por qué acontece esto si no es porque edifican aquí sobre el cimiento, leña, paja, heno? Si hubiesen edificado sobre el oro, plata, piedras preciosas, estarían libres de ambas clases de fuego, no sólo de aquel eterno, que ha de atormentar para siempre los impíos, sino también de aquel que corregirá a los que han de salvarse a través del fuego." (Enarraciones sobre los Salmos, 37,3: BAC 235, 654)
"Cuando uno padece algún mal, por la perversidad o el error de un tercero, peca, ciertamente, el hombre que por ignorancia o injusticia causa un mal a cualquiera; pero no peca Dios, quien por un justo, aunque oculto designio, permite que esto suceda. ." Pero hay penas temporales que unos las padecen solamente en esta vida, otros después de la muerte y otros ahora y después.". De todas maneras, estas penas se sufren antes de aquel severísimo y definitivo juicio. "Mas no todos los que han de sufrir tras la muerte penas temporales caerán en las eternas", que tendrán lugar después de juicio. Hará algunos, en efecto, a quienes se perdonará en el siglo futuro lo que no se les había perdonado en el presente; o sea, que no serán castigados con el suplicio eterno del siglo futuro, como hemos hablado más arriba" (La Cuidad de Dios, XXI, 13: BAC 172,791-792)
"La mayor parte [de las personas], una vez conocida la obligación de la ley, se ven vencidos primeramente por los vicios que llegan a dominar; así se hacen transgresores de la ley. Luego buscan refugio y ayuda en la gracia, con la cual recuperarán la victoria, mediante una amarga penitencia y una lucha más enérgica, sometiendo primero el espíritu a Dios y logrando después el dominio sobre la carne. Quien quiera, pues, evitar las penas eternas no debe solamente bautizarse. Deberá santificarse siguiendo a Cristo. Así es como pasará del diablo a Cristo". "En cuanto a las penas expiatorias, nadie piense en su existencia si no es antes del último y temible juicio" (La cuidad de Dios, 21, 16: BAC 172, 798)
"No se puede negar que las almas de los difuntos son aliviadas por la piedad de los parientes vivos, cuando se ofrece por ellas el sacrificio del Mediador o cuando se hacen limosnas en la Iglesia. Pero estas cosas aprovechan a aquellos que, cuando vivían, merecieron que les pudiesen aprovechar después. Pues hay un cierto modo de vivir, ni tan bueno que no eche de menos etas cosas después de la muerte, ni tan malo que no le aprovechen mas hay tal grado en el bien, que el que lo posee no las echa de menos, y, al contrario, lo hay tal en el mal, que no puede ser ayudado con ellas cuando pasare de esta vida. Por lo tanto aquí adquiere el hombre todo el mérito con que pueda ser aliviado u oprimido después de la muerte. Nadie espere merecer delante de Dios, cuando hubiere muerto, lo que durante la vida despreció" (De las ochos preguntas de Dulcicio, 2, 4: BAC 551, 389)
"Leemos en los Libros de los Macabeos que fue ofrecido un sacrificio por los difuntos. Y, a pesar de que en ningún otro lugar del Antiguo Testamento se lee esto, no es poca la autoridad de la Iglesia universal que se refleja en esta costumbre, cuando, en las oraciones que el sacerdote ofrece al Señor, nuestro Dios, sobre el altar, tiene su momento especial la conmemoración de los difuntos" (La piedad con los difuntos, 1, 3: BAC 551, 439)
"En la patria no habrá lugar alguno para la oración, sino sólo para la alabanza. ¿Por qué no para la oración? Porque nada faltará. Lo que aquí es objeto de fe, allí será objeto de visión; lo que aquí es objeto de fe, allí será objeto de visión; lo que aquí se espera, allí se poseerá; lo que aquí se pide, se recibe allí. Con todo, en esta vida existe una cierta perfección, alcanzada por los santos mártires. A esto se debe el uso eclesiástico, conocido por los fieles, de mencionar el nombre de los mártires ante el altar de Dios, y no para orar por ellos, sino por los restantes difuntos de quienes se hace mención. Es hacerle una injuria rogar por un mártir, a cuyas oraciones debemos encomendarnos nosotros. Él luchó contra el pecado hasta derramar su sangre. A algunos, imperfectos todavía, pero sin duda parcialmente justificados, dice el Apóstol en la carta a los Hebreos: Todavía no habéis resistido hasta derramar en vuestra lucha contra el pecado" (Sermón 159, 1: BAC 443, 498)
Cirilo de Alejandría (373-444)
"Recordamos también a todos los que ya durmieron, en primer lugar, los patriarcas, los profetas, los apóstoles, los mártires, para que, por sus preces y su intercesión, Dios acoja nuestra oración. Después, también por los santos padres y obispos difuntos y, en general, por todos cuya vida transcurrió entre nosotros, creyendo que ello será de la mayor ayuda para aquellos por quienes se reza. Quiero aclararos esto con un ejemplo, puesto que a muchos les he oído decir: ¿de qué le sirve a un alma salir de este mundo con o sin pecados si después se hace mención de ella en la oración? Supongamos, por ejemplo, que un rey envía al destierro a quienes le han ofendido, pero después sus parientes, afligidos por la pena, le ofrecen una corona: ¿Acaso no se lo agradecerá con una rebaja de los castigos? Del mismo modo, también nosotros presentamos súplicas a Dios por los difuntos, aunque sean pecadores. Y no ofrecemos una corona, sino que ofrecemos a Cristo muerto por nuestros pecados, pretendiendo que el Dios misericordioso se compadezca y sea propicio tanto con ellos como con nosotros" (Catequesis XXIII,9-10)