LA CREDIBILIDAD DE LA OTRA VIDA

16 Junio 2001
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Es común escuchar a los ateos argumentos en contra de la existencia de un mundo espiritual como el que narran las Escrituras basándose en que "es irracional", "es acientífico", "es una quimera de dementes" o apelativos aún más pintorescos. Por algún motivo tienden a contraponer la realidad cienticista a la "utopía" religiosa. Consideremos un momento la utopía religiosa. Es ciertamente, en el sentido etimológico de la palabra, una utopía porque evoca una hipotética realidad donde reina la felicidad perfecta. Desde luego nada que ver con las utopías comunistas del XIX ni con la utopía comunista "científica" de Marx, cuyo resultado no deja de resultar paradójico al ser traducido a la realidad: el pretendido paraíso en la Tierra quedó convertido en algo muy próximo a lo que sería el infierno terrenal perfecto. Lo sucedido en la Unión Soviética, en China, Vietnam, Birmania y otros "paraísos" comunistas es bien elocuente al respecto. La religión, en cambio, ofrece la utopía perfecta: la felicidad total y ad perpetuam. La condición para acceder a ella es reunir un nivel moral mínimo -sin el cual, el paraíso no podría ser perfecto- y un acto de aceptación previo -no sería perfecto nuestro paraíso si alguien estuviese allí contra su voluntad. Contra este último requisito, se alzan las voces ateas. Y es entonces cuando surgen las argumentaciones "científicas" mencionadas al principio. Esta es la cuestión más interesante: hasta que punto lo increíble puede resultar, finalmente, cierto. Para ello, conviene hacer un repaso a la historia. Tras siglos de oscurantismo, Newton sentó las bases de la física moderna. Por fin la humanidad tenía un sistema de leyes universales que explicaban la realidad a través de las matemáticas. Una base sólida y fiable que parecía destinada a desafiar el paso de los siglos. Sin embargo, hace solo unos decenios, la nueva física de Einstein dio la vuelta a todo lo que anteriormente se consideraba inamovible. Los dogmas científicos habrían considerado demencial hace sólo cien años la posibilidad de que el espacio pudiese curvarse, de que el tiempo no fuese una variable inmutable o de que la Tierra, el Sol, la Luna y todas las estrellas del universo pudiesen comprimirse hasta el punto de caber en la palma de nuestra mano. Imaginémonos que alguien propusiese todo esto en la época ilustrada de Newton. Sin duda no tardarían en mandarlo al manicomio. Sin embargo todo esto ES POSIBLE. Todo esto que acabo de exponer es igualmente aplicable a la "utopía" perfecta de la religión. Y digo perfecta porque ES REAL. Los dogmas científicos actuales -dogmas que muchos consideran inamovibles, e incluso dignos de consagrar su vida entera a adorarlos- quedarán desfasados en cuanto alguna otra mente lúcida los ponga en evidencia. Los mismos que califican la religión como "irracional", descubrirán -me temo que demasiado tarde- la racionalidad perfecta de Dios. La historia lo demuestra: lo que hoy nos parece simplemente demencial, mañana nos asombraremos al comprobar que es real. Porque la Realidad Divina siempre supera lo imaginable.

pax


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