Fuente: Hispanidad.com
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El gobierno mexicano financia una película blasfema
El padre Amaro se enamora de la joven Amelia, a la que declara su amor diciéndole que "es más bella que la Virgen de Guadalupe". Para mayor morbo, el manto de la Virgen de Guadalupe cobijará las relaciones sexuales mantenidas entre el sacerdote católico y la adolescente. Fruto de ese "amor", Amelia queda en estado y el padre Amaro le propone abortar.
De esta forma, "El crimen del Padre Amaro" se convierte en el ariete de "abajo los curas y arriba las faldas", una batalla que parece estar de moda y que hasta resulta rentable. Sin embargo, parece bastante burdo que en la película de marras se concentren todos los tópicos antieclesiásticos: Imposibilidad de guardar la castidad, abuso de la posición y edad frente a una niña de 16 años, incoherencia entre lo predicado y lo practicado en relación al aborto, y aberración sexual en relación a la Virgen de Guadalupe.
¿Alguien da más? Hombre, ya puestos, se podría haber relacionado al Papa Juan Pablo II con las narco-limosnas o a una hechicera dándole la comunión a su gato. ¡Voilá! El Padre Amaro no se priva de nada. Extraña que falte en la película un cura homosexual y una crítica a las "riquezas" del Vaticano. Tampoco hay nada sobre Gescartera. Un fiasco,...
Y es que el laicismo militante es muy tolerante con todos, menos con los cristianos. El respetuoso y pluralista Manuel Azaña expulsó a los jesuitas por "salud pública"... Y la moda ahora parece ir dirigida hacia la producción de películas blasfemas cuya polémica genere taquilla. Es el cutre-laicismo que todavía cuenta con la otra mejilla eclesiástica...
Lo que pasa es que el criterio de la "otra mejilla" debe de complementarse con el de "ser mansos como palomas, pero sagaces como serpientes". Y en ese espíritu serpicolúmbico, creo que ha llegado la hora de decir "Basta ya". Basta ya de pisotear el principio de libertad religiosa contemplado en la Declaración Universal de los Derechos Humanos de la ONU. Basta ya de herir los sentimientos religiosos íntimos de millones de mexicanos y católicos de todas latitudes. Basta ya de productores desalmados como Alfredo Ripstein que "venderían a su padre" por conseguir una buena taquilla. Y por último, basta ya de la omisión por parte de las autoridades públicas que no sólo no frenan los atentados a la pacífica convivencia social, sino que financian la blasfemia. Sr. Fox: ¿No estábamos en un Estado laico, respetuoso de todas las expresiones religiosas? ¿No atenta la tristemente famosa película contra el art. 6 de la Constitución mexicana, regulador de la libertad religiosa?
El estreno está previsto para el próximo 15 de agosto (festividad de la Asunción) tras haber obtenido la autorización el pasado 11 de julio por la Dirección General de Radio, Televisión y Cinematografía dependiente del Ministerio del Interior, que tan sólo condicionó la autorización a que se exhibiese tras la visita del Papa Juan Pablo II a México... Más grave resulta que el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes aportara a finales del año pasado 3.500.000 pesos (unos 350.000 dólares) para la realización de "El crimen del Padre Amaro".
Una "mentada de madre" que el católico no tiene ninguna obligación civil de soportar. El ministro del Interior, Santiago Creel Miranda, y la presidenta del Consejo Nacional para la Cultura y Las Artes, Sari Bermúdez, deben asumir la responsabilidad de la denuncia presentada por el Comité Nacional Pro Vida. Y frente a atentados tan graves para los sentimientos religiosos, no valen las palabras del "repruebo la película, y espero que sea la propia sociedad mexicana quien libremente la rechace" realizadas por el diputado panista Carlos Medina Plasencia, coordinador del proyecto 2003.
¿Habría pasado lo mismo si la película hubiera atentado contra los sentimientos religiosos de la Iglesia evangelista o de la comunidad musulmana? La realidad es que el estado "plural" admite todas los sentimientos religiosos, menos los católicos. La neutralidad no existe. Y en este caso, el estado mexicano -heredero de su espíritu revolucionario y masónico- olvida su carácter laico y vuelve a las trincheras del laicismo militante y antirreligioso. Ha llegado la hora del "Basta ya" serpicolúmbico.