La Biblia
no está diciendo que existan muchos dioses verdaderos. En 1 Corintios 8:5–6 Pablo reconoce que hay seres o cosas que
son llamados “dioses”, ya sea en el cielo o en la tierra, porque así los consideran las personas,
pero inmediatamente aclara que para los cristianos
solo existe un Dios verdadero, el Padre, y un solo Señor, Jesucristo.
Es decir, el texto distingue entre el
nombre que se les da y la
realidad: pueden ser llamados dioses, pero no lo son en sentido absoluto.
En el Salmo 82 ocurre algo parecido,
pero la clave está en el idioma hebreo. La palabra usada es
elohim, que no siempre significa Dios supremo.
Dependiendo del contexto puede referirse a Dios, a seres espirituales o a autoridades humanas, especialmente jueces.
Ejemplo:
Éxodo 21:6 “Entonces su amo lo llevará a los jueces (elohim), y le hará estar junto a la puerta o al poste…”
Bien, en el salmo que mencionas, Dios está reprendiendo a esos “dioses” porque juzgan injustamente y favorecen al impío, algo que solo tiene sentido si se trata de
personas con autoridad judicial, no de dioses verdaderos. A
demás, Dios les dice: “vosotros sois dioses… pero como hombres moriréis”, lo cual deja claro que no son divinos por naturaleza, ya que mueren como cualquier ser humano. Se les llama “dioses” porque ejercen una autoridad delegada por Dios, actuando como sus representantes en la justicia.
Esta interpretación no es una invención posterior; el mismo Jesús la confirma en Juan 10:34–36, donde cita el Salmo 82 y explica que la Escritura puede llamar “dioses” a hombres a quienes vino la palabra de Dios, sin que eso contradiga el monoteísmo. Por lo tanto, la traducción es correcta y literal. La confusión surge porque en español la palabra “dios” suena siempre a un ser divino absoluto, mientras que en hebreo
elohim tiene un uso más amplio. En resumen, la Biblia mantiene claramente que
solo hay un Dios verdadero, pero reconoce que otros pueden ser llamados “dioses” por función, autoridad o error humano, sin que eso implique que realmente lo sean.
“Yo soy YWVH, y fuera de mí no hay Dios” (Isaías 45:5)